Un gran cuento de Julio Cortázar. Casi podría definirlo como un relato de la nouvelle vague francesa, por el tono y por el lugar donde se desarrolla la trama y de donde son los protagonistas: París. Hay quienes dicen que el cuento no trata sino de un hombre que intenta llevar a la cama a su novia y la manera como ella lo evade. Sí y no. Cierto que a lo largo de la narración Pierre muestra esta obsesión por acostarse con Michèle y que ella escapa siempre de ello, incluso cuando cerca del final él trata de forzarla y tienen un disgusto. Pero el meollo del cuento es otro: es el secreto que existe, ese secreto que tanto Pierre como el lector desconocen y que sin embargo permea toda la trama y la inunda con su misterio y su ambigüedad, ese secreto que guardan la propia Michèle y sus dos amigos más cercanos, la pareja conformada por Roland y Babette.
En los últimos párrafos, en la conversación entre estos dos últimos, se devela el secreto (que por supuesto no revelaré aquí) y el mismo nos golpea con la contundencia del horror y la violencia que conlleva y que contrasta con la más o menos plácida manera como Cortázar nos fue llevando de la mano a lo largo de las páginas, con esa su envolvente sabiduría literaria. Lo que parecía una narración ligera, casi pícara, hasta intrascendente, es sólo la capa superficial de algo inconfesable y que, sin embargo, explica el comportamiento de Michèle. Un relato extraordinario.
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