Una escena de "Domicilio conyugal". |
A lo largo de dos décadas, de 1959 a 1979, en cinco películas (cuatro largometrajes y un corto que formó parte de la cinta colectiva El amor a los veinte años, de 1962), Truffaut nos transmitió sus sentires por medio de ese muy peculiar varón, en una saga tan divertida como entrañable y conmovedora.
Para interpretar a Antoine Doinel, el director eligió a un jovencito inexperto de catorce años, llamado Jean-Pierre Léaud, quien acudió a hacer el casting para el papel principal de su cinta debut, la laureada y casi mítica Los 400 golpes, y de inmediato fue elegido por su singular y espontánea personalidad. Truffaut lo adoptó de alguna manera y revivió al personaje tres años después, en Antoine y Colette, para retomarlo en tres ocasiones más: en 1968 con Besos robados (en la que vemos a un Antoine que salta de empleo en empleo y de amor en amor en sus primeros años veinte), en 1970 con Domicilio conyugal (en la que lo vemos ya casado y poniéndole bobamente el cuerno a su mujer) y en 1979 con El amor en fuga (en la que Doinel, ya treintón, rememora lo que fue su vida, se divorcia y se vuelve a enamorar).
Léaud fue como un hijo adoptivo para Truffaut. Simpático, bien parecido, carismático y con un muy especial encanto, el joven actor actuó en otras cintas del realizador (como en Las dos inglesas y el continente de 1971) o en las de otros directores (como en la estupenda Masculino femenino de Jean-Luc Godard, de 1968), pero siempre será recordado por su espléndido y único Antoine Doinel, una caracterización absolutamente clásica.
La pregunta que me hago es si François Truffaut habría filmado una sexta y hasta una séptima parte de la saga de haber seguido en el mundo.
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