Cuando “apoyar a Ayotzinapa” se vuelve cosa cool y trendy, es que algo se está pudriendo en Dinamarca… o en México. En ese momento todo se trivializa, como cuando la imagen del Che Guevara se industrializó y entró a formar parte de la tan aborrecida, malévola y gacha sociedad de consumo.
Basta ver las redes sociales, ese termómetro de cierto sector clasemediero y en su mayoría progresista (si digo progre, se enojan), que en su aparente entusiasmo solidario muestra una superficialidad analítica y una tendencia inquisitorial escalofriantes y si a ello le sumamos el actual juego de “yo no fui, fue Teté” que practican los partidos políticos y sus principales dirigentes, a fin de sacarle la vuelta al asunto y culpar a los del bando contrario, tenemos una sopa demasiado espesa e indigesta.
Que el PRD le echa la culpa al PRI y que éste responsabiliza a López Obrador, quien a la vez, desde su castillo de la pureza, le carga todo a esa difusa mafia del poder que tanto suele utilizar como punching bag. Eso para no hablar de tantos histéricos tuiteros (palabra ya aceptada por la RAE) y feisbuqueros que lloriqueantes e indignados (siempre remarcan este último vocablo) gritan la palabra asesino, para endilgársela al personaje político que más gordo les cae y quien suele estar justo del otro lado de su prejuiciada tendencia ideológica (lo de ideológica es un decir, por supuesto).
La tragedia ya se politizó y se convirtió en artefacto para golpear al oponente. Dado que muchos políticos de altos vuelos tienen que ver, de una manera u otra, con el siniestro y nada dinámico dúo del alcalde y la alcaldesa de Iguala, todos tratan de negarlo y de afirmar que ellos no sabían nada, pero que los del bando opuesto estaban enteradísimos y se hicieron güeyes.
En el juego de “pégale, pégale que ella fue”, también está la consigna que muy solemnemente reza “Fue el Estado”, como quien dice fue Fuenteovejuna… o fue Teté. El chiste es madrear al de enfrente; los cuarenta y tres desaparecidos se han convertido lastimosamente en el instrumento para hacerlo. Después de todo, el próximo es un año electoral.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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