jueves, 11 de junio de 2015

De genios auténticos y genios fraudulentos

Pocas palabras, pocos términos, pocos conceptos tan irresponsablemente sobrevalorados y arrojados al aire como el calificativo de genio.
  Uno escucha a diestra y siniestra que se considera un genio a cualquiera que muestre algún talento que lo haga sobresalir de entre el común de las personas. De ese modo, resulta que en cada generación brotan genios por aquí y por allá, en las más diversas disciplinas y los más distintos campos de la actividad humana: genios en la ingeniería, genios en la astrofísica, genios en la farmacología, genios en la economía, genios en la literatura, genios en la actuación, genios en los espectáculos y hasta genios en las llamadas artes conceptuales. Y claro: genios en la música.
  Este abaratamiento, esta vulgarización de la supuesta genialidad, hace que el carácter de notable excepción que debe tener todo genio se pierda, se confunda y se mezcle entre una masa amorfa de falsos geniecillos.

Los genios y los ingenios musicales
¿Cuántos genios ha dado la música? Muchos. Pero, a mi modo de ver, no tantos como solemos suponer.
  Wolfgang Amadeus Mozart era un genio. Quizás el más grande que ha dado la música de todos los tiempos. Al igual (o casi al igual) que lo eran contemporáneos suyos como Joseph Haydn o el entonces joven Ludwig van Beethoven. ¿Pero lo eran Christoph Willibald Gluck o Antonio Salieri? Tengo mis dudas. Eran compositores talentosos y muy ingeniosos. Pero carecían de esa chispa que distingue al verdadero genio y que tan difícil resulta de definir.
  Johann Sebastian Bach es uno de los grandes genios del barroco. Sin embargo, ¿había esa misma genialidad en sus hijos y descendientes, varios de ellos autores de bellísima música? Vuelvo a dudarlo, como no dudo del genio de otros músicos del barroco como Georg Friedrich Händel, Antonio Vivaldi y, tal vez, Jean-Philippe Rameau.
  Grandes compositores de la llamada música culta ha habido miles a lo largo de la historia, pero los verdaderos genios dudo que lleguen a cien. Sé que suena arbitrario, pero estoy convencido de que la verdadera genialidad tiene que ser excepcional y única y que se da muy de vez en vez.
  ¿Genios en el jazz? John Coltrane y Miles Davis. Charlie Parker y Thelonius Monk. Louis Armstrong y Duke Ellington. Quizá también Charles Mingus, Bill Evans y Dave Brubeck. De ahí, hay una gigantesca cantidad de fantásticos talentos. Pero la genialidad es privilegio de unos cuantos.

¿Genios en el rock?
Pasemos a terrenos más espinosos y resbaladizos: los del rock. ¿Han existido genios a lo largo de la historia de este género. La respuesta obvia es decir que sí y estaremos en lo correcto. Sin embargo, en esta materia no son todos los que están y no están todos los que (se dice que) son.
  Por desgracia, dado el éxito comercial que durante seis décadas ha tenido el rock y dada la manera como se le ha industrializado y manipulado (mucho más que a la música culta y al jazz), es muy fácil tratar de convertir en grandes figuras a quienes no lo son y eso incluye a muchos (demasiados) supuestos genios roqueros. Así pues, habría que hacer una subjetiva, discutible y tal vez polémica selección de los escasos reales genios que ha producido eso que en sus inicios fue bautizado como rock ‘n’ roll. Hagámoslo en forma cronológica.
  En la década de los cincuenta surgió la primera generación rocanrolera, con figuras hoy tan legendarias como Elvis Presley, Buddy Holly, Jerry Lee Lewis o Little Richard. Con sus composiciones y/o interpretaciones, ellos y muchos otros contribuyeron a dar forma y sustancia al novedoso género. No obstante, a mi modo de ver, sólo hubo un verdadero genio entre 1955 y 1960 y ese genio se llama Chuck Berry.
  ¿Qué es lo que distingue a Berry de sus célebres contemporáneos, qué es lo que le da su genialidad? Básicamente, la manera como captó el espíritu de la juventud de su época y la transformó en poesía pura. Si la música que compuso fue estupenda, no resulta muy diferente a la que hicieron Richard y Lewis, por ejemplo. En cambio, sus letras eran otra cosa y la genialidad de las mismas fue una cosa tan natural y fluida que aún hoy siguen asombrando por sus cualidades literarias.

Los dorados –y ¿geniales? – años sesenta
Otro genial poeta habría de marcar buena parte de la década siguiente y su nombre a nadie debe tomar por sorpresa: Bob Dylan. Dylan transformó al rock desde el folk del cual provenía y convirtió al género en verdadero arte. Su influencia sobre el mayor grupo de esa época, The Beatles, fue fundamental para cambiar lo que estos hacían y orientarlos hacia una mayor profundidad artística. Lo cual nos lleva a una pregunta transcendente y peliaguda: ¿eran genios los Beatles?
  Estoy a punto de soltar una idea (no me atrevo a llamarla hipótesis) que me ganará varias miles de mentadas, incluida una de mi parte, ya que desde siempre he sido admirador de los de Liverpool, pero he de escribirla: a mi modo de ver, como individuos, ninguno de los cuatro Beatles alcanza la categoría de genio; es sólo como un conjunto de cinco partes desiguales (John Lennon, Paul McCartney, George Harrison, Ringo Starr y, por supuesto, George Martin) que el grupo logra la genialidad. La prueba a la cual me remito es que, como solistas, ninguno de ellos logró destacar a las mismas alturas; en cambio, como agrupación, con la sólida e imprescindible participación de Martin, su genio no puede ser puesto en duda.

Ser o no ser genio, he ahí el dilema
¿En qué consiste la genialidad entonces? ¿Quién la determina y cómo? Las respuestas pueden ser miles y todas resultarán subjetivas. Para mí, un genio es alguien cuya obra no sólo perdurará a lo largo del tiempo, sino que en su momento provocó una transformación radical en su actividad y un cambio profundo, histórico, en su generación y en las que le siguieron. También es alguien que dedicó todo su ser, su capacidad, su pasión y su sobrehumano talento a una obra, sin reparar en sufrimientos e incomprensiones. Pero dar una definición precisa del genio es imposible… y en eso radica el mayor secreto de la genialidad.
  Mejor ejemplificar dicha genialidad con otro nombre, el de quien a mi modo de ver es el mayor genio de toda la historia del rock: Frank Zappa.
  Zappa fue un fuera de serie, una exultante anomalía, un artista único, un creador irrepetible. Su genio inconmensurable está en toda su obra, desde el principio hasta el final. Era un adelantado a su época y lo sigue siendo incluso hoy. Genio absoluto, total. Un músico a la altura del arte.

Lo que el viento no se llevó
He mencionado a tres genios individuales y a un genio grupal dentro del rock. ¿Ha habido otros? De los sesenta, añadiría a dos más: Pete Townshend y Jimi Hendrix. A mi entrañable Ray Davies, con todo y su inmensa capacidad creativa, no me atrevería a situarlo en ese estatus, como no me atrevería a poner ahí, incluso como genios grupales, a Pink Floyd o a los Rolling Stones.
  Desde los setenta hasta finales del siglo pasado, quizá sólo David Bowie llegaría a acercarse a la categoría de genio. No se me ocurre alguien más, con todo lo que admiro a tantos otros (Tom Waits, Jimmy Page, Lou Reed, Patti Smith et al).
  En cuanto a lo que lleva la actual centuria, arriesgaría tan sólo un nombre: Jack White… y aún está por confirmarlo. Por ahora, yo lo llamaría, todavía, un geniecito.

(Ensayo publicado el pasado mes de mayo la revista Marvin).

2 comentarios:

jon dijo...
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Anónimo dijo...

¿Y Bob Marley?