domingo, 30 de junio de 2013

Un domingo moscoso... y algo más

Domingo muy peculiar, en lo laboral y en lo personal. A lo largo del día sostuve con alguien una larga conversación por el chat de facebook que fue como una ola que sube y baja, con cambios que se fueron dando y lo que temí que fuese algo malo y triste, terminó por resultar prometedor, alentador. Imposible decir más, pero fue hasta emocionante.
  Como emocionante fue ver la reacción de los lectores moscosos cuando poco antes de las nueve de la noche subí al muro de la Mosca y al mío en facebook (además de a Twitter) la portada del primer número de la revista (que aquí muestro también). Ha tenido (hasta el momento en que escribo esto) cerca de catorce mil vistas y a este paso, de aquí al viernes no sé cuántas va a tener. El caso es que muchísima más gente de la que yo imaginaba la ha visto y la respuesta general ha sido fabulosa, llena de entusiasmo. La carátula con el Bowie (que nos hizo el ilustrador norteamericano Alex Womersley) gustó al 99.9 por ciento de quienes la vieron y eso me alienta muchísimo. Espero que el contenido de ese primer número sea también del gusto de la mayoría. Me dormí con una sonrisa en los labios (por doble motivo además).

sábado, 29 de junio de 2013

¡Hasta el sectarismo siempre!

Algo hay que reconocerle a nuestra autonombrada izquierda, a ese lado siniestro (es decir, contrario a lo diestro) de la polaca a la mexicana: que sigue sabiendo defender dos de sus más preciados principios. Uno, la veneración religiosa (de una manera católica,  apostólica y casi romana) a Pemex y dos, su vocación por el sectarismo, por el afán de fraccionarse, por el divide y perderás. Eso se llama congruencia.
  Una clara demostración de estos principios se dio apenas hace unos días, durante el foro sobre la reforma energética, al cual acudieron personalidades de esa izquierda como Cuauhtémoc Cárdenas, Jesús Zambrano, Miguel Ángel Mancera, Marcelo Ebrard y los coordinadores legislativos del PRD. No obstante, alguien no asistió: Andrés Manuel López Obrador.
  ¿Por qué don Peje no apareció, si se ha ostentado desde hace años como el principal defensor del petróleo como patrimonio de todos los mexicanos? Por un lado, porque al parecer no lo invitaron. Por el otro, porque se siente el dueño de esa bandera y no se la quiere prestar a persona alguna, ni siquiera –vaya paradoja– al hijo del presidente de la república que expropió la industria petrolera.
  López Obrador ha expropiado para su propio beneficio político la causa del oro negro y no se ve dispuesto a compartirla con Cárdenas o Ebrard, mucho menos con sus otros ex compañeros de partido. No desea prestar su juguete y mucho menos los réditos que éste puede proporcionarle.
  No quiero decir con lo anterior que AMLO sea el causante de la desunión de la supuesta izquierda nacional, ya que dicha desunión ha existido siempre. Sin embargo, no le preocupa recomponer la situación y la fundación de Morena es la mayor prueba de ello: un vehículo personal con el cual contendrá en próximas elecciones, sin importarle los votos que restará al PRD.
  El sectarismo seguirá siendo el signo esencial de eso que hoy algunos llaman la izquierda. “Somos pocos pero sectarios” (Jairo Calixto dixit), ese es el lema que mejor parece sentarle a nuestra desatinada gauche.
  ¡Hasta la derrota siempre!

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 28 de junio de 2013

Junta moscosa, a una semana del despegue

Importante reunión a mediodía con casi toda la plana mayor de la Mosca, a una semana de su lanzamiento. Lo más importante: la incorporación de un magnífico elemento (¿será hombre, será mujer?) al equipo de diseño. Todo muy fructífero. Las expectativas son grandes y las cosas van marchando conforme a lo planeado. Esto se pone emocionante.

jueves, 27 de junio de 2013

En Milenio y con Otaola

Con Alex Otaola.
Fui en la tarde a Milenio y, como cada vez que voy, todo fue muy grato y fructífero. Esta vez pude saludar a muchos buenos amigos y compañeros, desde el siempre relajiento Carlos Marín y mi querido Ciro Gómez Leyva (me cotorrearon por mi artículo de "Un pejista en el súper"), hasta Rafael Tonatiuh, Jairo Calixto Albarrán, Vero Maza, Tacho, Óscar Ocampo, Roberto López, José Luis Martínez, Alicia Quiñones, Guillermo, Susana Moscatel, Lupita y la siempre cálida y linda Claudia Amador.
  Ya en la noche, acudí a una reunión convocada por el buen Alex Otaola en casa de Anís Rangel, para escuchar su nuevo experimento musical (digo que es experimento, porque no se trata de un disco en específico, sino de una aplicación para teléfono celular muy interesante ). La cosa es que uno puede realizar infinitas combinaciones con trozos musicales grabados por Otaola e Iraida Noriega, lo que da como resultado cada vez un álbum distinto. Está increíble y por más que lo veía y escuchaba, nunca logré imaginar cómo demonios le hizo Alex para lograr eso. Una maravilla tecnológica.
De izquierda a derecha: Vicente, Marijose, Eduardo, yo y Susana.
  Le reunión fue en petit comité y estuvieron por ahí, entre otros, Fernando Rivera Calderón, Eduardo Limón, Susana San José, Dan Zlotnik, David Cortés, Vicente Jáuregui, Alejandro Mancilla, Alejandra Villegas y algunas personas más. Muy buena experiencia y muy agradable fiesta (porque además hubo pizza y bebida). Salí de ahí como a las tres de la mañana.
  Buen jueves.

martes, 25 de junio de 2013

¡Ah, estos nuevos puritanos…!

Eso de poner etiquetas resulta cada vez más difícil. Sobre todo en casos como el de These New Puritans, el cuarteto surgido en Southend, Inglaterra, cuya música es tan elaborada e inasible que clasificarla parece misión imposible. Sin embargo, es tarea de esta columna intentar describir, así sea de manera aproximada, a qué suena esta espléndida propuesta, a mi modo de ver una de las más interesantes de la música contemporánea.
  Si con su álbum debut, el peculiar Beat Pyramide (2008), su sonido tenía mucho que ver con cierto dance electrónico (aparte de la clara influencia post-punk de The Fall), en su segundo álbum, el extraordinario Hidden (2010), las cosas se ponían más sofisticadas y atmosféricas, más minimalistas y exóticamente orquestales.
  Para su tercer disco, el reciente Field of Reeds (Infectious, 2013), el grupo encabezado por los mellizos Jack y George Barnett continúa dentro de la línea musical de su predecesor, pero con novedosos elementos que hacen que supere la calidad de lo hecho hace tres años.
  Field of Reeds es una obra maestra del rock actual (si es que la palabra rock le ajusta). Las composiciones son complejas, con intrincadas estructuras armónicas, constantes rompimientos rítmicos y melodías que van de la belleza celestial a lo infernalmente escalofriante. Hay aquí mucho de avant-garde, mucho de influencia jazzística, muchos aires provenientes de la mal llamada música clásica y hasta pasajes que parecen parte del score de una película inexistente. Como cereza del pastel, la voz espléndida de la cantante portuguesa Elisa Rodrigues añade un toque de sensualidad y exquisitez a las partes en las que interviene.
  Junto con grupos como Dirty Projectors y Timber Timbre, These New Puritans está hoy entre lo más seductor y propositivo de la música (y entre lo más ignorado por los medios, como ya es habitual). Fields of Reeds representa una oportunidad fantástica para conocer su música, una música que debe escucharse sin prejuicios, música para mentes abiertas.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 24 de junio de 2013

El órgano melódico de Juan Torres

Cuando escucho la palabra kitsch, en lo primero que pienso es en El órgano melódico de Juan Torres… y no es un pensamiento grato.
  Seguramente muy pocos se acuerdan de dicho organista y del sonido de su teclado. Para las nuevas generaciones ni siquiera es una referencia (aunque no dudo que si el buen Camilo Lara lo descubre, lo integre al Instituto Mexicano del Sonido y dicho órgano melódico sea uno de los estelares en el próximo festival Vive Latino. ¡Horror!).
  Debo algunas de mis peores pesadillas de adolescencia al llamado órgano melódico de Juan Torres. A mi padre le encantaba. ¿Por qué? No tengo la menor idea. El caso es que durante largos años, cada noche que estaba en casa (que no eran muchas, porque su trabajo lo obligaba a viajar por diversas zonas del país) gustaba de servirse un brandy con hielo y refresco de cola, sentarse en la sala y ponerse a escuchar sus discos en el extraño aparato que teníamos: un híbrido (muy kitsch, por cierto) entre consola y tocadiscos que nunca supe cómo llegó a nosotros pero que sonaba durísimo y se escuchaba en cada rincón de nuestro sacrosanto hogar (ocupábamos una casita pequeña, a dos cuadras del centro de Tlalpan).
  Nunca me quejaba del aparato de sonido cuando ponía mis discos a todo volumen (de Led Zeppelin a los Beatles y de Iron Butterfly a Janis Joplin) y provocaba las iras de mi madre (“¡bájale a ésa tipa que canta como gato!”, me regañaba cuando ponía el Kosmic Blues de la Janis), pero cuando mi papá lo usaba, no sabía yo en dónde esconder la cabeza para no escuchar aquello. Porque él era un hombre ecléctico y lo mismo oía a Ray Coniff, Doris Day o Frank Sinatra que a Cuco Sánchez, Javier Solís o el trío Los Panchos. Yo los aborrecía a todos (entiéndase: estoy hablando de fines de los años sesenta, cuando la lucha generacional estaba en su máximo esplendor; por eso odiaba cuanto escuchaba mi progenitor, así como él odiaba lo que a mí me gustaba. Se trataba de una lucha a muerte entre dos visiones de la música que en estos tiempos eclécticos hasta parece irrazonable y absurda… y de hecho lo era). No obstante, mi mayor aversión era contra dos “artistas” que a don Juan García Ayala (mon père) le encantaban: la Rondalla de Saltillo y el inefable Juan Torres, amo y señor del órgano melódico.
  Pero centrémonos en este último (podemos obviar a la dichosa rondalla y su insoportable éxito “Novia mía”). No es que Torres me chocara porque me pareciese kitsch (creo que en aquellos tiempos ni se usaba la palabrita, al menos no entre mi gente cercana). Era, sencillamente, que me sonaba horrible. ¿Qué clase de órgano usaba ese hombre? No era ciertamente un Hammond como el que tocaba Al Kooper con Bob Dylan en “Like a Rolling Stone” o Steve Winwood con Traffic en “Dear Mr. Fantasy”. Tampoco se parecía en absoluto al Vox de Doug Ingle en “In-A-Gadda-Da-Vida” de Iron Butterfly. No era como el órgano maravilloso, casi catedralicio, de Mattew Fisher en “A Whiter Shade of  Pale”de Procol Harum o el órgano lleno de soul de Booker T. en “Green Onions”.
  No, no. Aquello era en verdad espeluznante. Sin embargo, el irritante sonido que conseguía sacar de su célebre y ya mencionado organito melódico (un X66, by the way), lograría volverlo sorprendentemente popular entre la tropa.
  Pero, ¿quién era Juan Torres, de dónde diantres había salido? Contra lo que pudiera pensarse, no se trataba de un músico improvisado. Todo lo contrario. De origen guanajuatense (nació en 1930), había estudiado piano y órgano en la Escuela Superior de Música Sacra de León, Guanajuato, aunque le dio más por la música popular, de la que empezó a hacer arreglos una vez que tuvo su órgano melódico al alcance. Grabó un sinfín de discos y hasta su muerte, en 2002, logró convertirse en la pesadilla auditiva de muchos melómanos.
  Jamás olvidaré su bigotito y su bisoñé. Juan Torres me dejó marcado. Lo suyo era el kitsch. ¡Pinche órgano melódico!

(Mi columna "Bajo presupuesto" de este mes en la revista Marvin).

domingo, 23 de junio de 2013

Gypsy

Las mejores cosas de la vida se presentan casi siempre de manera sorpresiva, inesperada, intempestiva. Hoy domingo había invitado a comer a mi amiga Gypsy, a quien sólo conocía por facebook y a quien tenía muchas ganas de conocer en persona. Me esperaba a una chava linda, tímida, afable, tranquila y así fue (bueno, no tan tímida)…, pero con varios puntos más a su favor. Me topé con una mujer abierta, libre, culta, musical, literaria, simpatiquísima,llena de risas y luz. Absolutamente encantadora. Pasamos una tarde magnífica, llena de música, charla, pizza y vino tinto. Congeniamos de manera estupenda. Gypsy es una de esas personas que uno quiere mantener en su vida, cerca siempre. Ojalá.

sábado, 22 de junio de 2013

Un obradorista en el súper

Me sucedió hace veinte días y esperaba la ocasión para contarlo aquí. Fui a un supermercado cercano a mi casa y compré unas pocas cosas. Cuando me formé para pagar, adelante de mí se encontraba una pareja, un matrimonio treintañero de clase media alta. Entonces, él se me quedó viendo con cierta insistencia y de pronto me inquirió: "¿usted escribe para Milenio?". Ante mi respuesta afirmativa, en su boca se dibujó una sonrisa que pretendió ser amable, pero en su mirada se traslucía una intención burlona e iracunda. “Oiga, ¿puedo hacerle una pregunta? ¿Por qué siempre escribe contra López Obrador?”, me cuestionó sardónico. Le respondí que no siempre, pero él insistió, sin dejar de esbozar su contenida sonrisa: "¡Siempre... o casi siempre! Al menos dos de cada tres de sus columnas son en contra de López Obrador”. Su voz subía de tono y varias personas voltearon a vernos. La cajera estaba petrificada. Creo que me sonrojé al notar que éramos el centro de atención. Miré a la esposa del hombre que me interrogaba y la noté apenada conmigo. Pero él no cejaba en su perorata: "¡Usted y Luis González de Alba no hacen más que escribir en contra de López Obrador! No sé qué harían si no existiera". Cuando le quise explicar mi posición como hombre de izquierda ante alguien que me parece un derechista disfrazado de progre, no me dejó hablar y continuó en lo suyo: “Compro Milenio todos los sábados, nada más para leer su colaboración y saber si va a escribir contra López Obrador. ¡Hasta hago apuestas con mis amigos sobre eso y siempre les gano!”. Quise bromear y le dije que entonces debería darme una comisión de lo que se lleva en esas apuestas. No le gustó mi comentario, pero en ese momento su mujer lo jaló de un brazo y se retiraron. Todavía me espetó, casi gritando: “¡Este sábado lo voy a leer! ¡Estoy seguro que le va a tirar a López Obrador!”. Me limité a decirle adiós con un leve movimiento de mano.
  Sé que son gajes del oficio, como sé que en cuanto el gobierno presente la iniciativa de reforma energética, AMLO va a saltar de nuevo a la palestra… y, ni modo, tendré que escribir otra vez de él.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 21 de junio de 2013

¿Quiénes traspasarán las puertas de la Mosca y quiénes no?

Eusebio Ruvalcaba
Muchos lectores de la Mosca me preguntan cuáles colaboradores de la época anterior seguirán escribiendo, ilustrando o haciendo fotos en la revista y cuáles ya no. De los primeros, puedo mencionar a Eusebio Ruvalcaba, Sergio Monsalvo, David Cortés, Fedro Carlos Guillén, Capitán Pijama, José Manuel Aguilera, Verónica Maza, Jairo Calixto Albarrán, Rosa Olivia Hellion Tovar, José Quintero, Enrique Blanc, Erick Estrada, Goyo Cárdenas Jr., Juan Carlos Hidalgo, Andrés Soto, Elena Santibáñez, Léth Zwittag, Susy Lozano (Susinventos), Ricardo Sandoval, Miguel Cane, Miriam Canales, Karina Almaraz, Eduardo Salgado, Jorge Flores-Oliver, Tatiana Maillard, Fabiola Hinojosa y Yareni Torres. Muy posiblemente se sumen nombres como los de Fernando Rivera Calderón, Margarita Cerviño, Fernando Aceves, Rafael Tonatiuh, Juan Alberto Vázquez, Jorge R. Soto, Kabeza, Alejandro Arizmendi, María José Cortés, Alicia Quiñones, Míriam Mabel Martínez, Arturo J. Flores y varios más.
  En el caso de José Agustín, su lugar está ahí y en cuanto se sienta mejor de salud, espero que se reincorpore al equipo del que siempre ha formado parte.
  Nuevas incorporaciones: las del maestro Salvador Mendiola, la columnista Avelina Lésper, el dibujante Eko, las reporteras Viridiana Villegas y Leticia Ignacio, la periodista Mónica Isabel Pérez, el ilustrador Gabriel Frugone, la fotógrafa Liza Ambrossio y otros.
  Quienes ya no estarán en definitiva (y de muchas maneras fueron ellos mismos quienes se marginaron de manera poco grata a lo largo de estos cinco años): José Xavier Návar y Rogelio Garza.
  Seguro se me fueron algunos nombres, pero esos se irán viendo poco a poco.

jueves, 20 de junio de 2013

La Mosca y yo: Andrés Soto

Pensemos en todas las cosas y en todas las personas que desaparecieron en diez años.Veamos después que La Mosca sigue aquí. Veamos todas las modas,todos los grupos y sonidos que han desfilado en ese tiempo y que La Mosca ha reseñado.Todos los amores y los odios que hemos acumulado (igual que la revista).Yo soy asiduo lector antes que nada. Amo el cinismo y la ironía de sus colaboradores, la virulencia de sus lectores y aunque hay muchas y variadas personalidades creo que comparto con la mayoría un profundo amor por la música y sus crónicas más o menos afortunadas. ¿Qué otra revista de música levanta pasiones como la chifosca mosquita? ¡Cuántas cosas han sido descubiertas en México gracias a La Mosca! De la manera más cursi posible diré aquí también que para mí estos diez años son especiales porque son los diez años de mis veintes. Cuando aquella lejana primera Mosca con Saúl en la portada salió, yo tenía diecinueve añitos, Cobain estaba vivo, el grunge era entonces lo que el nu-metal es hoy (una mierda), el PRI empezaba a tambalearse, etcétera, etcétera. De vez en cuando escribo en La Mosca. A nadie conozco ahí y hasta hace poco le vi la cara al director por primera vez. El hecho de que haya aceptado mis textos de aficionado sin conocerme siquiera, habla de la inmensa apertura que existe en la revista. La Mosca. Diez años.

Andrés Soto


(Publicado originalmente en La Mosca No. 82, febrero de 2004, número del décimo aniversario moscoso).

miércoles, 19 de junio de 2013

Primeras revelaciones personales sobre la nueva Mosca

Mucha gente cercana me pregunta si estoy emocionado con la ya muy próxima salida de la Mosca, la revista a la cual he consagrado mis esfuerzos durante los más recientes veinte años. Por supuesto que estoy emocionado, aunque esa emoción aún se encuentre guardada y no haya eclosionado todavía.
  Aun cuando legalmente el nombre de la Mosca nunca ha sido mío (siempre ha pertenecido a los editores, como en este caso), creo que moralmente sí me pertenece. La idea original salió de mi cabeza y si bien mucha gente colaboró a lo largo de esas dos décadas para hacer de la revista lo que fue y lo que espero siga siendo en esta segunda época (y tercer despertar), la siento como mi hija.
  Cinco años y cuatro meses después de su desaparición en 2008, la publicación regresa en su forma impresa, como la enorme mayoría de sus lectores y de quienes la hacíamos deseábamos. En este largo lapso hubo algunos intentos míos por sacarla en la red, pero ninguno fructificó realmente. Sin embargo, creo que dichos intentos fallidos contribuyeron a mantener vivo el recuerdo y el nombre de la Mosca y eso cuenta.
  ¿Qué puedo decir de este nuevo intento que todos esperamos sea fructífero y duradero? Primero que llevamos seis meses en su preparación y que una de las exigencias que quienes la estamos haciendo nos pusimos fue la de guardar la mayor discreción posible. Por eso hasta hace poco empezamos a revelar que le revista volvería.
  Volverá a partir de julio, con algunos cambios. El más importante es que será producida por una nueva editorial, la cual logró el registro legal del nombre y luego se me acercó para ofrecerme trabajar para ella. No soy yo quien la está sacando a la venta de nuevo, no desde un punto de vista legal y económico. El formato será el mismo, pero el nombre, por lógicas razones de cambio de editor, no será más el de La Mosca en la Pared, sino sencillamente se llamará Mosca (así, sin el artículo determinado que la precedía). El logo, por ende, será otro y (me incluyo) habrá que acostumbrarse a él.
  Habrá cambios en los nombres de algunas viejas secciones (la única que conserva el suyo es "La nueva música clásica", ya que es el título de un libro de José Agustín y éste me permitió utilizarlo). El equipo de colaboradores se mantiene en un ochenta por ciento y ciertamente habrá tres o cuatro nombres que ya no aparecerán, por razones personales que incluyen el distanciamiento con algunos de ellos. Otros que no están en el No. 1, sin embargo, irán incorporándose poco a poco.
  Lo que sí no cambia es la personalidad moscosa. La revista seguirá empeñada en ser un medio crítico, periodístico, irreverente, irónico, cuestionador, osado, absurdo, innovador, heterodoxo y hasta, como alguien dijo por ahí, decadente. El mayor reto es llegar a un público joven que no nos conoció en su momento, pero trataremos de hacerlo sin perder la esencia que nos dio identidad y, sobre todo, credibilidad.
  Son algunas de las cosas que por ahora se me ocurre decir. Ya usted que me lee aquí y que leerá la Mosca tendrá la mejor opinión.

martes, 18 de junio de 2013

Nuevo/viejo sabado negro

¿Pero es que de verdad necesitábamos un nuevo disco de Black Sabbath? Peor aún: ¿lo necesitábamos con Ozzy Osbourne de nuevo como cantante y front man? Después de la errática carrera de tan delirante individuo, reality show televisivo incluido, lo que menos se requería en apariencia era, precisamente, un nuevo disco del Sabbath con Ozzy al frente y, sin embargo…
  Luego de escuchar 13 (Universal), el flamante álbum del cuarteto (con Tony Iommi en la guitarra y Geezer Butler en el bajo, aunque ya sin Bill Ward en la batería), empiezan a surgir las dudas y a vencerse las reticencias. Porque a decir verdad, el disco no es bueno: es muy bueno.
  Los tres sexagenarios metaleros, los abuelos del heavy metal (sus álbumes Black Sabbath y Paranoid datan de 1970) muestran sus dotes musicales como si el tiempo no hubiese transcurrido y fueran los mismos muchachos veinteañeros, nativos de Birmingham, Inglaterra, que escandalizaban a las buenas conciencias de su época con sus canciones y sus presentaciones en concierto.
  En 13 todo resulta sorprendente. Desde los sensacionales riffs y solos de Iommi hasta la voz poderosa y recuperada de Osbourne (¡demonios, canta muy bien para la edad que tiene y la vida que ha llevado!), desde los bajeos precisos y contundentes de Butler hasta la calidad de las composiciones, muy cercanas a lo mejor de la producción primigenia del grupo (aunque eso sí, sin igualarla).
  Producido por Rick Rubin, el plato presenta temas tan buenos como “End of the Beginning”, “God Is Dead”, “Loner”, “Age of Reason” y “Damaged Soul”, todos ellos altamente disfrutables.
  Aunque corrió el riesgo de caer en el mismo ridículo de Aerosmith o Bon Jovi en sus más recientes discos, a mi modo de ver Black Sabbath consiguió salvar la honra y presentar un trabajo muy digno y entrañable, sobre todo para quienes gustan del metal de los primeros años, ese en el cual Osbourne, Iommi, Buttler y Ward (lástima que no haya estado presente en 13) fueron maestros y fundadores.
  ¡Loor al sábado negro!

lunes, 17 de junio de 2013

La ira le sentaba bien

-Escribí un poema y quiero que lo publiques- me dijo la joven rubia de exquisito porte y cuerpo monumental.
  Era bella en verdad. Alta, de sedosa y refulgente cabellera, vestía una blusa ajustada y corta que dejaba ver su vientre desnudo, aterciopelado por un vello de oro apenas perceptible, piel de durazno..., y sus piernas, apenas cubiertas por una falda diminuta, eran una invitación a la lujuria. Jaló una silla y se sentó a mi lado, muy cerca, demasiado como para no ponerme nervioso. No se preocupó por acomodarse la faldita y dejó ante mí un panorama de estudiado, premeditado erotismo, en el cual unas bragas blancas se vislumbraban al fondo, justo donde inicia el camino al paraíso.
  -Toma. A ver qué te parece.
  Me extendió una hoja impresa en computadora. En efecto, había escrito un poema. Al menos era un texto con la forma de un poema. Pero el contenido... Por todos los cielos: era claro que la vida no la había llamado al terreno de las letras. Falto de imaginación, pletórico de lugares comunes, ausentes de él la belleza y la sensibilidad, con faltas de ortografía y con asonantes rimas que ni siquiera llegaban a ser anticuadas, el supuesto poema era basura, no funcionaba, nadie podría publicarlo. Con todo pesar se lo dije, francamente. Me contempló con rabia y eso la hizo mirarse más hermosa todavía. Hay mujeres a quienes la ira les sienta bien.
  -No puedo creer que me digas eso -exclamó ofendida-. Se lo he enseñado a varios amigos que sí saben y todos estuvieron de acuerdo en que es un gran poema.
  Le respondí que lo sentía mucho, pero que a mi modo de ver sus amigos estaban equivocados. Quise explicarle por qué su texto no servía, pero me arrebató la hoja y se puso de pie, convertida en furioso viento huracanado. Jaló la estrecha falda hacia abajo, como si quisiera quitarme de pronto el derecho a contemplar sus perfectas extremidades.
  -Te vas a arrepentir. Voy a hablar con tus jefes y te obligaré a publicar mi poesía (así llamó a sus paupérrimos versitos: "mi poesía").
  Dio media vuelta y se largó. Sus nalgas dibujaban una curva perfecta, más que apetecible, y sus muslos eran, ellos sí, todo un poema.

domingo, 16 de junio de 2013

Trepidatorio de Día del padre

Así fue el temblor de esta madrugada. Sucedió poco después de la medianoche. Yo estaba en la computadora y por alguna razón se me ocurrió ir al librero de la sala comedor para buscar el ejemplar que tengo de Rayuela de Julio Cortázar. Me desvié y entré antes a mi cuarto y cuando iba a salir del mismo, escuché que un cuadro de la sala se caía. Luego vino un como jalón y escuché que el edificio crujía. Esta vez no lo pensé y salí del apartamento para llegar a la calle, donde estaban otros vecinos.
  Ya no se sentía nada, aunque la alarma del inmueble estaba sonando (cosa que nunca había pasado en los trece años y medio que llevo aquí, a pesar de otros sismos). Me percaté entonces de algunos detalles: 1. Salvo el poli de vigilancia y yo, las otras seis personas que salieron estaban todas en pijama. 2. Salieron en parejas: el joven matrimonio del 203, el más joven matrimonio del 205 y madre e hijo del 206. 3. Cada pareja cargaba con un perrito. 4. Los únicos que salimos a la calle éramos todos del segundo piso (de los otros seis pisos, nadie apareció).
  En fin. Regresamos a nuestros respectivos lugares y yo me metí a Twitter y facebook para ver reacciones y escribir un par de bromas: 1. "Estuvo bien... padre!" y 2. "Okey... Me caí de la cama... Sorry".
  Luego de siete horas de sueño, vi el partido de México contra Italia (sin comentarios) y después me fui a Tlalpan, para visitar a mi mamá y a Rosa (en casa de esta última estaban Alain y Hallet, con quienes me regresé en metrobús ya como a las ocho).
  Un domingo trepidante.

PD: Por cierto, el epicentro del temblor se localizó en Huitzuco, Guerrero, el pueblo de donde provienen mis primos García Ocampo por su lado materno y a donde fui una vez, en los años sesenta. Algún día contaré cómo fue aquello.

sábado, 15 de junio de 2013

Granier y su juego de química Mi Alegría

¿Se acuerdan de los juguetes Mi Alegría? No sé si todavía existan, pero cuando yo era adolescente llegué a tener mi juego de química de esa marca y alguna de mis primas tuvo una de aquellas delirantes pelucas de plástico duro que al rememorarlas me hacen pensar en la LadySenadora y otras ladies políticas y sociales de la misma o peor calaña.
  He recordado mucho mi súper chafa juego de química, a raíz de la zarzuela tabasqueña en la que el ex góber Andrés Granier, a quien muchos apodan El Químico, es personaje central, gracias a la acusación de corrupto que le hizo el actual góber pejoso de Tabasco, Arturo Núñez, a quien muchos apodan El Pingüino.
  Esta delirante comedia de enredos tropical nos ha divertido ya a lo largo de algunas semanas, gracias a detallazos como el guardarropa de don Andrés (que presuntamente incluye mil camisas “organizaditas y bien planchaditas”, trescientos trajes, cuatrocientos pantalones y cuatrocientospares de zapatos) o frases célebres del propio Granier (“Me pasé de copas…, ese fue mi error”, “Voy a Rodeo Drive, voy a Miami y a Beverly Hills… y me compro unos zapatos” o “No soy rico pero vivo bien”, esta luego de comentar que su fortuna asciende apenas a unos veinticinco milloncitos de pesos).
  Bueno, ahora que el hombre ha regresado a México y se ha presentado de manera voluntaria ante la Siedo, empiezan a decirse más cosas de él, como su amor por la familia, en especial por su hijo Fabiancito, a quien muchos apodan El Papayo (famoso en Tabasco por sus excesos y complicidades con el secretario de Finanzas José Manuel Sainz Pineda, hoy detenido), y por su hija Mariana (igualmente célebre en aquellas tierras por sus notables frivolidades… y por tener catorce millones de pesos en sus cuentas bancarias, hoy congeladas).
  En fin, que el vodevil tabasqueño en realidad acaba de comenzar y lo mejor (o más bien lo peor) está por venir. Es como si El Químico se hubiera puesto a jugar con su juego Mi Alegría y una mala combinación de sustancias le hubiese estallado en la cara y dejado los cabellos de punta. ¡Auch!

(Texto publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 14 de junio de 2013

De escritores y escribidores

Stendhal.
Desde hace mucho, pero en especial hoy día, observo la facilidad con la que muchos que escriben y publican (o incluso que no publican) se dicen escritores.
  ¿Es que el mero hecho de escribir lo convierte a uno en escritor? No lo creo. Lo que sí creo y estoy convencido de ello, es que la palabra escritor se ha devaluado de manera alarmante y que esa vulgarización de la palabra se ha traducido en la vulgarización de ese oficio, de ese arte, que es la literatura.
  Yo escribo diariamente. Empecé a hacerlo desde la adolescencia y lo hago, de manera profesional, desde hace más de treinta años (treinta y cuatro para ser exactos: en 1979 ingresé a la actividad editorial y de entonces a la fecha, no he parado). En todo ese tiempo, he pergeñado infinidad de artículos para toda clase de revistas y periódicos (desde textos sobre música y política, hasta otros sobre materias tan disímbolas como pesca comercial, naturismo, ecología, historia de México, espectáculos, comercio, nutrición, vegetarianismo, energía nuclear, etcétera). También escribí cerca de mil -sí, mil- guiones para historietas populares de corte sentimental, humorístico, biográfico, aventurero (western, terror, guerra) y policiaco, entre otros temas. Tengo una novela publicada (Matar por Ángela, de 1998), otra inédita (La suerte de los feos, de 2000), un volumen que recopila algunas de las reseñas de discos que he hecho durante veinticinco años en medios impresos (Al borde del precipicio, de 2012) y un libro de investigación periodística (Más allá de Laguna Verde, de 1988), más otras dos empezadas (un divertimento de tema vampírico y un relato sobre un viaje estrambótico a París). Aparte, he escrito cuento, un poco de poesía y cerca de setecientas canciones (letra y música). Por último, tengo varios blogs (el más conocido, El rojo y el negro, lleva seis años de ser escrito diariamente, de manera ininterrumpida).
  De que escribo, escribo, y pienso que soy bueno en el oficio. Sin embargo, ¿hace esto de mí un escritor, me puedo llamar escritor, puedo decir –cuando alguien me pregunta mi profesión– que soy escritor? No, de ninguna manera. Yo soy un simple escribidor y me asumo como tal sin falsas modestias. Soy un escribidor.
  Ahora bien, ¿cómo distinguir a un escritor de un escribidor? No es fácil. No existe una definición objetiva que lo determine. No hay requisitos claros que cumplir… o sí los hay, pero entrarán siempre dentro de un plano absolutamente subjetivo.
  Desde ese plano, para mí, un escritor es alguien que posee un estilo, un sello propio, trabajado, rico en su lenguaje, imaginativo, asombroso. En el plano literario, es alguien capaz de crear mundos ficticios que se vuelven reales y personajes que respiran y adquieren vida propia. Eso y muchas cosas más, algunas de las cuales ni siquiera me siento capaz de describir con letras y que me entran de manera instintiva, visceral y hasta inconsciente. Después de todo, soy un simple escribidor.
  Así, para mí escritores son (y los menciono según acuden a mi mente) Stendhal, Tolstoi, Dostoievsky, Flaubert, Faulkner, Hemingway, Twain, Dickens, Poe, Balzac, London, Moravia, Steinbeck, Borges, Cortázar, Vargas Llosa, Ibargüengoitia, Paz, Wilde, Proust, Capote, los dos Roth, Mann, Highsmith, Garibay, Arreola, Rulfo, Reyes, Vasconcelos, Castellanos, Vicens, García Ponce, Pacheco, Del Paso, Leñero, Chejov, Turgueniev, Koestler, Joyce, Conrad, Gide, Yañez, Azuela, (Martín Luis) Guzmán, Garro, Agustín, Fuentes, García Márquez, Miller, Nabokov, Revueltas, Amado, Carpentier, Lawrence, Chandler, Hammett y, por supuesto, Shakespeare y Cervantes.
  Claro que hay muchos más, pero fueron estos los que vinieron a mi memoria de inmediato.
  Entonces, cuando veo que de pronto el mercado editorial consagra como “escritor” a cualquier escribidor, francamente me resulta penoso y triste. Sobre todo cuando esos escribidores se la creen y navegan por el mundo con bandera de escritores y hasta de “estrellas” de la literatura.
  Casos de meros escribidores con disfraz de escritor abundan en México y en otras partes del mundo. Para sólo referirme a nuestro país, ahí está gente como Xavier Velasco, Guadalupe Loaeza, Mario Bellatín, Jorge Volpi, Guillermo Fadanelli, Mónica Lavín, Pedro Ángel Palou, Ignacio Padilla, Álvaro Enrigue, Rosa Beltrán e incluso (y me dirán sacrílego) Juan Villoro y Paco Ignacio Taibo (para no hablar de la plaga de los narcoliteratos). Desde mi punto de vista, todos ellos (obviamente me faltaron muchos otros) son escribidores y no deberían ser considerados como escritores. No digo que no tengan oficio escritural o que no hayan escrito libros buenos y aceptables. Tampoco digo que algunos (sólo algunos) de ellos no puedan en unos años alcanzar el nivel de escritores. Sin embargo, hoy día, ninguno tiene aún los galones para ostentarse de ese modo. Un poco de humildad y un mucho de trabajo (y un poco menos de publicidad y relaciones públicas) pondrían las cosas en su lugar.
  Ganar premios o ser invitado a dar conferencias, tener una beca o aparecer muy seguido en los medios no hace a un escritor. A un escritor lo hace su obra y nada más. Escribidores existen (existimos) muchos. Escritores hay pocos (y que bueno que así sea).

jueves, 13 de junio de 2013

El hombre de Utopía


"Es fácil odiarme. Mi insensibilidad no se detiene prácticamente ante nada", decía Frank Zappa con esa sardónica actitud que lo caracterizó siempre. Sin embargo, parafraseando a Julio Cortázar, muchos podríamos afirmar: “Queremos tanto a Zappa”. Y digo muchos, en masculino, porque por alguna extraña razón que tras largos años no logro dilucidar todavía, hay algo en la música del buen Frank que repele a las mujeres. Creo que fue Xavier Velasco quien alguna vez escribió que si un aficionado zappista se casa, lo primero que tiene que hacer es guardar sus discos bajo llave y resignarse a no volver a escucharlos, al menos mientras dure su matrimonio.  
  Descubrí a Frank Zappa hace muchísimos años, a finales de los sesenta, siendo un adolescente. Mi hermano mayor compró la edición mexicana en vinil de Mothermania (mucho después sabría yo que se trataba de una recopilación de los álbumes Freak Out y Absolutely Free) y lo primero que llamó mi atención fueron la portada y las fotografías de las horrendas dentaduras de los diferentes integrantes de The Mothers of Invention. Pero eso nada fue comparado con lo que experimenté al escuchar por primera vez aquella música que jamás en mi vida había llegado a mis oídos. Recuerdo a la perfección el momento en que oí la abridora “Brown Shoes Don’t Make It” y el asombro que me causó. Quedé prendado al instante y desde entonces no he dejado de ser un fiel seguidor de la obra zappiana. Más de treinta años de idilio con discos como We’re Only in It for the Money, Hot Rats, Apostrophe’, Overnite Sensation, The Man from Utopia o The Best Band You Never Heard in Your Life -entre muchos otros trabajos de una discografía que supera los sesenta álbumes- significa bastante más de media vida de oír, absorber, profundizar y tratar de comprender el genio creativo de uno de los tipos más brillantes, inteligentes y adelantados que dio la música del siglo pasado.
  A pesar de su estilo casi siempre bizarro y delirante que podría indicar que Zappa consumía cualquier cantidad de drogas, no deja de sorprender el hecho de que el hombre fuera totalmente abstemio y que incluso prohibía a sus músicos el consumo de estupefacientes. Es este otro de los puntos admirables del creador de The Perfect Stranger, más aún en una época como la actual, en la que numerosas personas siguen creyendo que las drogas resultan esenciales para crear e incluso para vivir. Frank Zappa es la demostración palpable de que no las cosas no son necesariamente así. Vayan para él nuestro recuerdo y nuestro homenaje, a diez años de su partida.

(Editorial "Ojo de Mosca" que escribí para el No. 77 de La Mosca en la Pared en diciembre de 2003)

miércoles, 12 de junio de 2013

Seis años de blog

Hoy hace justamente seis años que di inicio a este blog, cuyo propósito, cumplido, era escribir cada día, a manera de un diario personal que incluyera de pronto mi quehacer del día a día, pero también mis escritos publicados en diversos medios, mis opiniones sobre discos, películas y libros, mis observaciones acerca del acontecer nacional e internacional, mis impresiones de lo que veo, siento, vivo: un registro, pues, de mi acontecer diario... y hasta ahora lo he cumplido, sin que me falte un sólo día por referir de una manera u otra. Con el de hoy, son dos mil doscientos cincuenta y un días los que aquí se hallan reflejados y en los que hay de todo: alegrías y penas, satisfacciones y frustraciones, incluso vida y muerte. Por fortuna el balance tiende hacia lo positivo y espero que así siga durante muy largo tiempo.
  Un agradecimiento a quienes han leído y/o leen este El rojo y el negro (nombre basado en mi novela favorita de todos los tiempo, Le rouge et le noir de Stendhal). Lo continuaré con todo mi amor y entusiasmo.

martes, 11 de junio de 2013

La Barranca, nuevamente

Desde hace mucho sostengo que si hay un músico que en verdad ha hecho y sigue haciendo algo a lo que podemos llamar rock mexicano, ese es José Manuel Aguilera.
  En la música de Aguilera y de La Barranca existe una esencia mexicana que no es explícita sino implícita, que no es decorativa sino profunda. Estamos frente a un autor que no requiere de tocar cumbias o corridos para decir que hace un rock de tintes nacionales. No: en las composiciones de José Manuel hay un mexicanismo hondo y al mismo tiempo universal, alimentado lo mismo del son y el danzón que del rock, el blues y el folk. Suena a mexicano, pero sin dejar de sonar rocanrolero; suena a rock, pero sin dejar de reflejar una esencia plenamente arraigada en lo nuestro, sin folclorismos baratos.
  La Barranca llega a 2013 con su más reciente disco, Eclipse de memoria (Fonarte), un trabajo que corona la larga trayectoria de Aguilera al frente de su proyecto, por el cual han pasado tantos y tan extraordinarios músicos como los que aparecen en este flamante álbum (entre otros Federico Fong, Agustín Bernal, Alfonso André, Cecilia Toussaint y Daniel Zlotnik).
  Once son los temas que conforman a este, el noveno opus en la obra discográfica del grupo, desde que en 1996 pusiera en circulación al mítico El fuego de la noche. El sonido es el ya clásico de La Barranca, pero esta vez enriquecido por arreglos instrumentales que le otorgan una enorme finura. Hay cuerdas, metales, marimba, piano y por supuesto la guitarra esplendente del propio José Manuel Aguilera. Ahí donde una música tan bella como poderosa brilló en el anterior Piedad Ciudad (2010), ahora la propuesta tiende más a lo melódico y sutil, sin perder su fuerza primigenia. Temas como “El alma nunca deja de sentir”, “Garzas”, “Flores de invierno” o “En cada movimiento” son buenos ejemplos de ello.
  En cuanto a las letras, ahí está la poesía a veces clara, a veces hermética, de Aguilera (“Por entre los cables de luz un cielo lila / cubre lentamente la ciudad enardecida / y no hay nada que tenga sentido / mientras tú te asomas al balcón tras la cortina”).
  Un gran disco, nuevamente.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

domingo, 9 de junio de 2013

Trent Reznor y su máquina para destruir ángeles

A pesar de las décadas transcurridas, muchos culpan aún a Yoko Ono de la desaparición de los Beatles. Imbuidos por prejuicios de todo tipo, acusan a la japonesa de haberse apoderado de la voluntad de John Lennon y de haber influido en él para que decidiera separarse de sus tres compañeros y diera fin con ello a la existencia del cuarteto de Liverpool.
  Aparte de lo infundado de dichas imputaciones (la desintegración del grupo se debió a factores mucho más profundos y complicados), el racismo y la misoginia que éstas llevan implícitos hacen que se vea a Yoko como una especie de monstruo oriental malvado cuyo único fin era acabar con los Beatles.
  Algo semejante está ocurriendo ahora con Trent Reznor y, coincidentemente, la acusada es de nueva cuenta una mujer de rasgos orientales, una cantante de origen filipino que responde al nombre de Mariqueen Maandig.
  Maandig es desde hace tres años la esposa de Reznor, líder de ese grupo de culto que es Nine Inch Nails (NIN), al cual el músico nacido en Mercer, Pensilvania, en 1965, ha decidido dejar en un impasse indefinido, a fin de emprender un nuevo proyecto al lado de su mujer. How to Destroy Angels es el nombre de este trío (complementado por el multiinstrumentista Atticus Ross), al que los fanáticos más aferrados de NIN consideran blandengue, desprovisto de filo y de hecho una traición de su ídolo, quien habría sido prácticamente embelesado por esa fémina de fascinante, exótico y sensual aspecto (lo cual, a decir verdad, la diferencia en forma radical de Yoko Ono).
  ¿Tan malo es How to Destroy Angels? ¿Representa uno o varios pasos atrás en relación con NIN? A mi modo de ver, no. Creo que se trata tan sólo del deseo de Trent Reznor por iniciar nuevos caminos y hacerlo al lado de su esposa, quien fuera vocalista del grupo de pop alternativo West Indian Girl y quien le ha dado a su marido una nueva fuente de inspiración.
  Welcome Oblivion (Columbia, 2013), el primer álbum de How to Destroy Angels, es una verdadera joya de lo que algunos especialistas llaman rock post industrial (cualquier cosa que ello signifique). Lo que se escucha es el estilo que siempre ha propuesto Reznor, sólo que menos duro y salvaje, menos áspero y metalizado, dulcificado con un mayor sentido de lo armónico y lo melódico, lo cual sirve de marco perfecto para la voz sensual, misteriosa, en momentos susurrante, en momentos estruendosa, de Mariqueen Maandig.
  La música de este trío hace mayor énfasis en un downtempo con ciertas dosis de dramatismo, con instrumentaciones densas, paredes de sonido, noise electrónico y melodías que van de lo dulce a lo triste y de lo melancólico a lo sombrío. Maandig no es ciertamente una gran cantante. Su voz carece de poderío, pero suple sus deficiencias con intencionalidad, expresividad y un timbre que resulta muy placentero al oído.
  Trece son los temas que conforman, a lo largo de una hora, a Welcome Oblivion. En los mismos, Reznor explora nuevas texturas y nuevos territorios sonoros que de pronto lo acercan al trip hop de Tricky o del más filoso Massive Attack (como en la homónima “Welcome Oblivion”), de pronto le permiten arriesgarse con paisajes más bucólicos y austeros que lo aproximan a agrupaciones como Psapp o CocoRosie (como en la preciosa “Ice Age”) y de pronto lo llenan de una emoción que nos hace recordar a Peter Gabriel (como en esa maravilla que es “How Long”).
  El disco transcurre con facilidad y gracia, lo cual no significa que Reznor haya cedido a la trivialidad o se aproxime, ¡horror!, al pop. Nada de eso. Cada una de los composiciones está trabajada con esmero y no otorga concesiones. Sencillamente, el músico se ha contenido un poco, en aras de una música, sí, más accesible, pero a la vez propositiva y vanguardista.
  Como propuesta visual, en concierto How to Destroy Angels ofrece un diseño escenográfico ideado por el artista plástico Rob Sheridan. En el mismo, entre los músicos y el público se interpone una serie de telones semitransparentes en los cuales se proyectan luces y figuras cambiantes. Esto parecería alejar, mantener separado al grupo de los espectadores, pero a la vez lo acerca, al hacer que las miradas no puedan separarse de lo que se les presenta.
  How to Destroy Angels es más que un mero divertimento de Trent Reznor. Se trata de un proyecto musicalmente valioso. De cualquier modo, para quienes extrañan a NIN, en 2014 estará de regreso.

(Publicado este mes en la edición No. 426 de la revista Nexos).

sábado, 8 de junio de 2013

Fox y el gato Morris

¡Por fin! Después de siete meses de nuevo gobierno, el humorismo regresa a la política mexicana y eso es de agradecer. Ya era demasiado tiempo de solemnidades, actitudes imperturbables y poses hieráticas. Qué flojera. O sea, está bien lo del Pacto por México y las reformas constitucionales, pero como que ya se estaba recayendo en la vetusta gravedad prosopopéyica del antiguo PRI y su republicanismo circunspecto y terriblemente aburrido (aunque el affaire tabasqueño del químico Granier tiene lo suyo).
  Cierto que no fue del Revolucionario Institucional que surgieron los aires refrescantes de la comicidad, pero igual pega y algunos de sus personeros descubren que pueden ser menos tiesos y más relajaditos. Como don Chente Fox (¿quién más), un hombre que conoce el timing del gag perfecto mucho mejor que cualquiera de los señores y señoras que están tratando de introducir la stand up comedy en México (y que, salvo un par de excepciones, no logran quitarse el síndrome de Polo Polo y Jo-Jo-Jorge Falcón).
  El buen Vicentico ha puesto la vara alta en esto de lo cómico, mágico y musical, con su declaración de que apenas se legalice la marihuana, ni tardo ni perezoso se pondrá a sembrar y cosechar motita para exportarla y, cómo no, generar buenas divisas. Si como presidente fue la cosa más delirante del mundo, como ex preciso sigue siendo igual, sólo que con ojos visionarios.
  Pero lo que sí alcanzó las alturas de la genialidad fue la postulación como candidato a presidente municipal en Xalapa, Veracruz, del gato Morris, también conocido como El Candigato, un precioso minino en blanco y negro que ha puesto a temblar no sólo a sus rivales políticos, sino al mismísimo Instituto Electoral Veracruzano que ya pidió a los electores que porfis no vayan a votar por el gatuno personaje. No vaya a ser que se lleve la mayoría de los votos y en buen lío se meterían a la hora de los conteos. Con razón en medios políticos hay tanto resquemor ante las candidaturas ciudadanas, sobre todo si se abre la opción a los candigatos o los candiperros. Aunque, viéndolo bien, hace mucho que existen los candiburros.
  ¡Loor al gato Morris!

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 7 de junio de 2013

Con Marvin

Cecilia Velasco, directora general de Marvin, me invitó a comer. Fuimos a una hamburguesería buenísima ("La Burguesa"), muy cerca de las oficinas de la revista, en la Roma Norte. Fue con nosotros Jimena Gómez Alarcón, editora de la misma publicación.
  Larga plática, deliciosas hamburguesas, mucha bebida y todo muy a gusto. Luego se nos incorporaron Tony (quien trabajaba en Marvin) y un amigo suyo y más tarde el hermano de Ceci. Realmente una reunión muy agradable y de la que además salieron cosas e ideas muy buenas para trabajarlas juntos.

jueves, 6 de junio de 2013

Daniela, Jannis y Vetusta Morla

Vetusta Morla
Ayer vino a visitarme mi amiga Daniela Flores, poetisa de efluvios eróticos, para traerme su libro de poemas Plegaria a un cuerpo que acaba de editar. Fue una tardenoche de lecturas en voz alta, canciones con la guitarra y una charla muy cordial y simpática. Sólo conocía a Daniela por el facebook y me dio mucho gusto verla en persona (como me dio mucho gusto ver también en persona a Noemí, otra buena amiga feisbuquera que vino a visitarme el martes pasado por la tarde).
  Ya hoy, a las siete de la noche (que aún es tarde), me vi con Janette Mérida (Jannis en facebook) en el Starbucks que está frente a la Alameda Central. Me invitó al concierto de un grupo español de rock que se presentaría en el teatro Metropólitan y del que hasta anoche en que me lo dijo por el chat, jamás había yo escuchado palabra alguna: Vetusta Morla. Tampoco conocía a Jannis y resultó una chava muy guapa y simpática (me había advertido que suele ser tímida y callada cuando conoce a alguien en persona, pero resultó absolutamente lo contrario, afortunadamente). Estudiante de periodismo en la Septién y becaria en El Universal (por eso tenía las acreditaciones para el concierto), es oaxaqueña y una fan fatal de todo lo que provenga de Corea.
  Vetusta Morla resultó muy bueno en escena y debo decir que me la pasé muy bien, a pesar del público que nos tocó alrededor, conformado en su mayoría por mirreyes y lobuquis de origen hispánico que resultaron peores que sus congéneres mexicanos. Pero en fin, la música valió la pena.
  Al salir, caminamos hasta le estación Balderas del Metro, ya que Jannis vive cerca de ahí, y yo regresé a la casa.
  Tres nuevas amigas feisbuqueras que ya lo son también en vivo y a todo color.

miércoles, 5 de junio de 2013

Los hijos putativos de los Rolling Stones

Cuando se habla de un grupo que a lo largo de más de cuarenta años ha influido a multitud de agrupaciones, uno piensa en seguida en los Beatles. Sin embargo, otra banda que desde la misma época –primera mitad de los años sesenta– ha sido muy influyente en el desarrollo del rock es The Rolling Stones. Con un sentido más profundamente rocanrolero que el de sus congéneres de Liverpool y, sobre todo, con un mucho mayor énfasis en las raíces del género, es decir, el blues, el country, el rhythm and blues, el soul y el gospel, las piedras rodantes fueron de diferentes maneras un conjunto musicalmente más estadounidense que británico, a pesar de su origen londinense. Gracias a un bagaje que se fue formando en la escucha de los grandes intérpretes de la música popular norteamericana –desde Muddy Waters hasta Hank Williams, desde Robert Johnson hasta Wilson Pickett y Mahalia Jackson–, los Stones crearon un estilo que los convirtió desde un principio en los representantes del rock menos allegado a la música pop. No resulta extraño entonces que los grupos que mayor influencia recibieron de los creadores de “The Last Time”, “Honky Tonk Women” y “Street Fighting Man” hayan sido nativos de los Estados Unidos. De ese modo, bandas como Aerosmith, Guns n’ Roses, The Black Crowes y Bon Jovi, entre muchas otras, no sólo adoptaron en un principio la actitud y la imagen rebelde e inconformista del conjunto encabezado por Mick Jagger y Keith Richards, sino que además tomaron mucho de su estilo musical e incluso adaptaron ciertos detalles dentro de su propia conformación (todos eran quintetos, con excepción de los Crowes; todos tuvieron como líderes a un vocalista y a un guitarrista principal, quienes además formaron duplas para la composición de la mayor parte de sus canciones). Sin embargo –y esto es necesario remarcarlo–, ninguna de esas agrupaciones se dedicó a copiar o, peor aún, a clonar a los Rolling Stones. Cada una de ellas logró crear un estilo propio y un sonido perfectamente distinguible, al grado de que si uno escucha a Aerosmith o a los Black Crowes, de inmediato sabe quiénes son (algo que no suele ocurrir con la mayoría de los grupos actuales). Hemos querido recordar en este número de La Mosca a esas bandas que si bien son derivadas de los Stones, mantuvieron siempre un estatus suficientemente original como para ser consideradas únicas e irrepetibles.

(Editorial "Ojo de mosca" que escribí para La Mosca en la Pared No. 91, publicada en marzo de 2005).

martes, 4 de junio de 2013

Los cuentos de Morrissey

Aunque no tanto como uno quisiera, el rock y la literatura tienen una liga que los une desde los orígenes mismos de dicho género musical. Autores como José Agustín o Federico Arana en México o Irvine Welsh y Nick Hornby en Gran Bretaña son ejemplos claros de ello.
  Valga lo anterior para presentar (¿o pretextar?) la aparición de un libro de cuentos publicado por la revista Marvin, una colección de relatos llamada Morrisey y los atormentados, en la que una treintena de escritores e ilustradores mexicanos contribuye con diversas narraciones e imágenes, todas ellas basadas o inspiradas de una u otra manera en la figura del antiguo vocalista de los Smiths.
  Diecisiete son los cuentos que conforman el volumen y entre sus autores hay gente, alguna conocida y otra no tanto, de diversas partes de la república. También la calidad literaria varía, pero en general se mantiene un nivel bastante aceptable.
  Nombres como los de Bernardo Esquinca, Carlos Velázquez, Paola Tinoco, Juan Carlos Hidalgo, Arturo J. Flores, Camilo Lara, Alejandro Mancilla y Rafa Saavedra están presentes en el libro. Los relatos van desde los directamente vinculados con la figura de Morrissey, hasta aquellos en los que el cantante sólo aparece como mera referencia. Hay quienes muestran su oficio escritural, mientras que otras dejan ver que se trata de un intento para probarse como escribidores. En particular, me gustaron los cuentos “Trouble Loves Me” de Raquel Castro y “La vida en domingo” de Enrique Blanc, si bien hay otros igualmente disfrutables.
  En balance final es bueno y el libro resulta muy recomendable, especialmente para los seguidores del cantante irlandés, a quien algunos llaman –con evidente exageración– el Oscar Wilde del rock.
  Con Morrissey y los atormentados, Marvin inicia la colección “Rock para leer” (elegantemente diseñada y editada), en la cual cada volumen estará dedicado a un grupo o solista en particular (la siguiente entrega tendrá como leit motiv a Blur).
  Una propuesta literario-musical más que interesante.

lunes, 3 de junio de 2013

Un obradorista en el súper

Me sucedió hoy al mediodía. Fui al súper cercano a mi casa y compré unas pocas cosas. Cuando me formé en la caja para pagar, adelante de mí se encontraba una pareja, un matrimonio treintañero de clase media alta, gente como la que suela acudir a ese establecimiento. Entonces, él se me quedó viendo con cierta insistencia y de pronto me inquirió: "¿usted escribe para Milenio?". Ante mi respuesta afirmativa, en su boca se formó una sonrisa que no sé si quiso ser amable, pero en cuya mirada se traslucía una intención burlona, sardónica. "Oiga, ¿puedo hacerle una pregunta? ¿Por qué siempre escribe contra López Obrador?", me cuestionó. Le respondí que no siempre, pero él insistió sin dejar de esbozar su falsa sonrisa: "¡Siempre... o casi siempre! Al menos dos de cada tres de sus columnas son en contra de López Obrador. Yo no soy obradorista, pero sí me he fijado en eso". Su voz subía de tono y varias personas voltearon a vernos. La cajera estaba petrificada. Creo que me sonrojé al notar que éramos el centro de atención. Miré a la esposa del hombre que me interrogaba y la noté apenada conmigo. Pero él no cejaba en su perorata: "¡Usted y Luis González de Alba no hacen más que escribir en contra de López Obrador! No sé qué harían si no existiera". Cuando le quise explicar mi posición como hombre de izquierda ante alguien que me parece un derechista disfrazado de progre, no me dejó hablar y continuó en lo suyo: "De hecho, yo compro Milenio todos los sábados, nada más para leer su colaboración y saber si va a escribir contra López Obrador. ¡Hasta hago apuestas con mis amigos sobre eso y siempre les gano!". Quise bromear y le dije que entonces debería darme una comisión del dinero que se lleva en esas apuestas. No le gustó nadita mi comentario, pero en ese momento su mujer lo jaló de un brazo y se retiraron. Todavía me espetó, casi gritando: "¡Este sábado lo voy a leer! ¡Estoy seguro que le va a tirar a López Obrador!". Me limité a decirle adiós con un leve movimiento de mano.
  Gajes del oficio... y del hecho de que mi foto aparezca al lado de mi columna sabatina.

domingo, 2 de junio de 2013

Noche en el Pasagüero

Belafonte en plena acción.
Anoche acudí al Pasagüero, en la calle de Motolinía, a invitación de mi querida amiga Pamela. La pasé bien, a pesar de que de los tres grupos que tocaron, el único que valió la pena fue Belafonte Sensacional. Los otros dos (uno se llamaba creo que Landon y del otro ni siquiera guardé su nombre, aunque supe que el cantante es de Baja California y que es novio de Carla Morrison), sencillamente aburridísimos. A eso hay que añadir que el sonido del lugar, para las tres agrupaciones, estuvo pésimo.
  Belafonte estuvo tan bien y tan divertido que decidí hacerle una invitación a algo que ya contaré otro día por aquí. Entre lo bueno de la noche fue que me encontré a Arturo, uno de mis alumnos del curso sobre rockcito que di el año pasado en el Centro Cultural Woody Allen, y que conocí a gente muy agradable, como Ana Fran Urruti, Israel Miroux, la hija de Maru Enríquez y dos fotógrafos, hombre y mujer, cuyos sombres nunca supe, pero con quienes pasé un muy buen rato después de la tocada. En cuanto a lo extraño y curioso, está el que ahí haya andado Patricia Peñaloza (hasta se subió a cantar -horrible- con Belafonte) y me haya ignorado cada vez que nos topamos. Muy gracioso.
  Al final iba a haber una reunión en casa de Belafonte y de hecho la hubo, pero con tanta gente que preferí retirarme y tomar un taxi rumbo a mi casa.
  Pero me divertí a final de cuentas.