jueves, 28 de febrero de 2013

Un mapa mundi literal


miércoles, 27 de febrero de 2013

Mi hermana menor y dos amigas espléndidas

Una caricatura de Susinventos.
Hoy mi hermana más chica, Ivette, cumplió cuarenta y seis años. La llamé para felicitarla y desearle lo mejor. Le va bien en su negocio de pasteles, galletas y repostería. Me dio gusto saludarla. ¡Pensar que de pequeña yo la cargaba...!
  Como a las tres me vi con mi amiga Daniela y fuimos a tomar un café frente al parque de la Nápoles. Estuvimos ahí un par de horas en rica charla y poniéndonos al día. La encontré muy bien, muy contenta y muy guapa. Realmente me dio gusto verla.
  Ya en la nochecita vino mi entrañable Susi Lozano, la famosa Susinventos, ilustradora durante largo tiempo de La Mosca en la Pared y quien se mudó hace unos meses, de su natal Guadalajara, al Distrito Federal. De hecho somos casi vecinos, pues vivimos a unas cuadras de distancia. Fue una velada tan larga como divertida. Susi se ve igual de joven y hermosa que siempre y conserva su gran frescura, esa que se refleja en sus dibujos. Me regaló unas cartas llamadas Los mandalas del éxito, las cuales ella misma diseñó y ella misma se encarga de vender. Están muy bonitas en verdad y vale la pena tenerlas. Entre vino, pizza y muy buena música, platicamos de mil cosas e hicimos planes para trabajos futuros (algunos ya muy cercanos).
  En verdad todo un gusto ver a mujeres tan esplendorosas como Daniela y Susi, así como haber hablado con mi hermana Ivette. Un buen día sin duda alguna.

martes, 26 de febrero de 2013

Nada personal

El Personal y su formación original.
Si alguien me preguntara alguna vez por mis cinco álbumes favoritos del rock que se hace en México, uno de ellos sería, sin duda, No me hallo (Discos Caracol, 1989) del grupo tapatío El Personal.
  Se trata de un disco magnífico, con música deliciosa y esas letras llenas de ingenio, inteligencia y picardía que sólo alguien como su líder y cantante, Julio Haro, era capaz de escribir. Por desgracia, Haro falleció en enero de 1992 y el quinteto original (conformado asimismo por Alfredo Sánchez, Andrés Haro, Óscar Ortiz y el también finado Pedro Fernández) únicamente pudo grabar ese trabajo legendario.
  Sin embargo, existen otros tres discos de El Personal posteriores a 1989. La cuestión es que se trata de un Personal en el que solamente persiste uno de sus integrantes fundadores: el buen Andrés Haro, quien por cierto no guarda parentesco alguno con Julio. Me refiero a Melodías inmortales (1995), La última y nos vamos (1998) y el muy reciente Sabe qué modo (2012).
  He escuchado este último y puedo decir que se trata de un buen disco, que las canciones son agradables y simpáticas, que hay detalles chispeantes y no obstante…
  Me queda claro que sin el singular talento y el genio creativo de Julio Haro, no hay manera de que El Personal de hoy pueda igualar al de finales de los años ochenta. No es cuestión de nostalgia, no son ganas de aferrarse al pasado, es que los verdaderos artistas son únicos e irrepetibles.
  Con todo el respeto que me merecen los actuales integrantes de El Personal, excelentes músicos todos ellos, Sabe qué modo es un trabajo interesante, pero hasta ahí. Tal vez si no existiera el antecedente del No me hallo podría resaltar más. Sin embargo, el peso del primer álbum de El Personal es demasiado fuerte y me parece insuperable. Eso pienso.

(Con la colaboración de hoy, estos “Gajes del orificio” llegan a su primer año de vida. Mi agradecimiento a todos quienes elaboran la sección ¡Hey! de Milenio Diario y a mi querida Susana Moscatel que la edita. Vamos por más).

lunes, 25 de febrero de 2013

La hermana de tu hermana

Qué linda película es Your Sister's Sister de Lynn Shelton (2012), una comedia romántica agridulce de bajo presupuesto y con el sello del cine independiente estadounidense, ese que estilísticamente se encuentra más cerca de Europa que de los Estados Unidos.
  Sin mayores pretensiones se narra una historia singular y emotiva en la que están implicados sólo tres personajes: dos hermanas y el amigo de una de ellas que al enredarse con la otra una noche, da pie a todo el conflicto sentimental del filme. No abundaré en la trama para que la disfruten en sus suaves vueltas de tuerca y su fino sentido del humor. Sólo señalaré entre sus virtudes la naturalidad de las actuaciones (las hermanas Iris y Hanna son nada menos que las estupendas Emily Blunt y Rosemarie Dewitt y el papel de Jack lo desempeña con gran contención histriónica el para mí hasta hoy desconocido Mark Duplass), los esplendidos diálogos (tengo entendido que la mitad son improvisados), la majestuosa fotografía (hay unas postales de los paisajes de la isla donde se desarrolla casi toda la cinta, situada en la costa del estado de Washington, muy cerca de Seattle, realmente de ensueño: vaya lugar) y la sutil realización.
  Una pequeña joya de esas que suelen pasar inadvertidas para la mayoría de la gente y los medios, pero con las que a veces uno tiene la fortuna de toparse.
  Muy recomendable para quienes gustan de esta clase de cine.

 

domingo, 24 de febrero de 2013

En el apogeo de nuestras mezquindades

Desde hace casi cuatro décadas, Víctor Roura es uno de los editores culturales más controvertidos, discutidos, criticados, queridos, aborrecidos, vilipendiados, imitados, repudiados y reconocidos del periodismo mexicano. Su labor en diferentes diarios y revistas, pero sobre todo como editor de la sección de cultura de El Financiero (en 2013 cumplirá veinticinco años en ese cargo), lo ha convertido en un personaje emblemático y en un promotor y defensor de la cultura en los medios impresos. Pero de una cultura vista con ojos críticos y sin complacencias.
  Por las páginas de dicha sección han pasado centenares de plumas, en su gran mayoría de espléndida calidad, y gente como Jorge Ayala Blanco, Juan Domingo Argüelles y Eusebio Ruvalcaba, por mencionar sólo tres nombres notables, sigue siendo parte del equipo de colaboradores casi desde la fundación del periódico.
  Con Roura no parece haber medias tintas y él mismo tampoco las propicia. Pocos permanecen indiferentes ante su nombre: se le ama o se le odia, se le admira o se le infama. La lista de sus enemigos (esa es la palabra) dentro del periodismo nacional de los más recientes veinte años es mayor que la de sus amigos, pero eso no es algo que al parecer le quite el sueño, tal como lo denota su más reciente libro, El apogeo de la mezquindad (Lectorum, 2012), un grueso tomo de cerca de cuatrocientas páginas en las cuales revela al lector no sólo ideas, pensamientos e ideales, sino hechos, acontecimientos y anécdotas que le dan un sabor muy especial a la obra.
  ¿De qué trata El apogeo de la mezquindad? De una y de muchas cosas. Básicamente es un libro sobre periodismo. Sin embargo, es también una denuncia sobre las maneras como ese periodismo se hace y se deshace, se construye y se prostituye, sobre todo en México. Es un caudal de datos de pronto un tanto espeso, pero, asimismo, es un desbordado río de vivencias (muchas de ellas con nombres propios) que lo convierten en un sabroso y revelador anecdotario. Finalmente –y en ello estriba quizás el mayor valor del libro–, es un fuerte alegato a favor del periodismo cultural, una defensa apasionada de ese género cada vez más despreciado dentro del diarismo nacional.
  Si se tratara de una novela, El apogeo de la mezquindad tendría a tres héroes principales: Ryszard Kapuscinski, Miguel Ángel Granados Chapa… y el propio Víctor Roura. Villanos, en cambio, tendría muchísimos, de todos los sabores y colores.
  Roura cita varias veces a Kapuscinski, en especial para remarcar la incompatibilidad que debe existir entre cinismo y periodismo. No obstante, señala que en nuestro país tal incompatibilidad no se da y que los periodistas cínicos abundan por todas partes: “de haber sido mexicano (a Kapuscinski) le hubiera sido imposible desplegar sus alas. Los que decían adorarlo, cada vez que venía al país para hacer temblar con sus palabras a los timoratos que se disfrazan de periodistas, habrían sido justamente los que lo hubieran negado por su desparpajada independencia y solvencia crítica”.
  A Granados Chapa le dedica una veintena de páginas para retratarlo, de manera emocionada y sincera, como un periodista ejemplar y de una sola pieza. En cuanto a sí mismo, el autor aparece como protagonista de múltiples hechos a lo largo del volumen, casi siempre en calidad de personaje recto, incorruptible, idealista y no pocas veces víctima de sus congéneres.
  Conozco a Víctor Roura desde hace más de dos décadas. Colaboré con él, en El Financiero, durante seis años (de 1991 a 1997) y sé que lo que cuenta es sincero. Que es su verdad y su manera de ver las cosas. Pienso, sin embargo, que al leer el libro, sus malquerientes (en especial aquellos cuyos nombres aparecen aquí) lo acusarán de moralista, de sentirse puro e inmaculado. Es un riesgo que él siempre ha corrido y veo que esta vez ha decidido correrlo de nuevo.
  Porque los villanos en El apogeo de la mezquindad son muchísimos. Saltan y resaltan por diferentes partes del texto y no quedan muy bien parados nombres que van de Julio Scherer García a Fernando Benítez y de Carlos Payán a René Avilés Fabila, pasando por Braulio Peralta, Pablo Espinosa, Antonio Helguera, El Fisgón, Armando Ponce, José Carreño Carlón, Xavier Velasco y muchos más.
  De Velasco, por ejemplo, es famoso el incidente en el cual amenazó con golpear a Roura y cómo finalmente cumplió su amenaza. Aquí se narra paso a paso cómo sucedió aquello, igual que cuenta Víctor la forma como su equipo de reporteros en La Jornada le dio la espalda y propició su despido de ese diario.
  Por momentos apasionante, por momentos un poco denso, por momentos tremendamente divertido, El apogeo de la mezquindad es un libro que vale mucho la pena. Una reflexión necesaria sobre nuestro periodismo y muchas de sus taras.

(Publicado el día de ayer en el suplemento cultural Laberinto de Milenio Diario).

sábado, 23 de febrero de 2013

Del Mosh al Chómpiras

El lumpenactivismo universitario se está chespiritizando. A su confusión ideológica (por llamarla de algún modo), sus limitaciones doctrinarias, su dogmatismo infantiloide y su primitivismo político, habrá que añadir su chespiritización, esa que va del reinado absolutista del Mosh, a fines del siglo pasado, al fársico mandato del Chómpiras, un personaje que ni siquiera puede ostentar los blasones académicos que tenía el vocalista del grupo de punk Atoxxxico (me refiero a Alejandro Echevarría, el mencionado Mosh, quien a principios de los años noventa cantaba con dicha agrupación punketa y fue un alumno tan brillante que alguna vez recibió la medalla Gabino Barreda de la UNAM por su excelencia académica en la carrera de Sociología).
  Aunque se trata de un sector absolutamente minoritario de estudiantes, quienes semanas atrás tomaron las instalaciones de la dirección del Colegio de Ciencias y Humanidades y trataron de incendiarlas, para luego mantenerlas en su poder durante varios días, representan a un activismo que responde a dogmas de un infantilismo izquierdoso que no deja de asombrar por su fanatismo cerril.
  Uno querría pensar que al tratarse de universitarios, privilegiaran el diálogo y el intercambio de ideas por encima de la acción (peor aún: de la acción violenta) y sin embargo no es así. Influidos por una visión maniquea y de tintes cuasi religiosos, estos grupos plantean algunas demandas absurdas (como esa de no querer clases de inglés, el idioma del imperio) y otras que mueven a la sospecha (que no se cierren las tienditas donde se expenden dulces… y otras sustancias no tan azucaradas). No hay argumentaciones sólidas, sólo demandas de cuatro palabras y peticiones que se saben incumplibles.
  Como personajes de Chespirito, el Chómpiras y sus adláteres moverían a la risa, de no ser porque representan aspectos de la vida nacional con un fondo trágico, en especial el pésimo nivel educativo que existe en el país. Ellos son producto de ese sistema. Son una de las consecuencias perversas de la educación en México.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 22 de febrero de 2013

Mostros: una obra maestra de la música contemporánea

Con este espléndido trabajo discografico, los Malditos demuestran por qué son 
considerados, a nivel nacional, mundial e intergaláctico, como una de las agrupaciones 
más brillantes de la música contemporánea, así como los rescatadores indiscutibles 
de la cultura popular mexicana. 

Desde la primera vez que se le escucha, Mostros (BMG, 1998), el más reciente disco de Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, sorprende por su altísima calidad musical, sus letras literaria e ideológicamente exquisitas y su impecable y admirable consecuencia sociopolítica. Se trata de un álbum que no admite reproches. Cada una de las composiciones que lo conforman es una joya perfectamente pulida. Y son once las joyas que se engarzan para formar un collar de perlas en el cual la sensibilidad, el buen gusto y la excelencia músico-poética alcanzan cumbres jamás antes vistas no sólo en México o la América Hispánica, sino en el mundo todo.

Envidiable imaginación
La buena impresión comienza desde la portada y el título del compacto: Mostros. ¡Dios Mío! ¡Qué envidiable imaginación la de estos cinco músicos maravillosos! Claro: si en nuestro país el pueblo no dice "monstruos" sino "mostros". Por eso el graciosísimo muñequito (o mostro) de la carátula y las personas que gritan espantadas y la tele (o para mejor decirlo: la caja idiota) que enajena perversamente a nuestra gente y los Carlitos Salinas de plástico, como para señalar que ese canijo pelón pelonete cabeza de cuete (nótese la expresión eminentemente popular) es el "mostro" principal, causante indudable de todas nuestras tragedias y desgracias, incluída la debacle (¡ay!) del rockcito hecho en México (caramba, ya metí un comentario negativo y ésa no es la intención de esta optimista reseña, llena de sonrisas, apapachos y buenas vibras).
  Con todo, la portada es detalle poco importante comparado con el contenido musical del disco, todo un agasajo por donde quiera que se le escuche.
  Como ya es costumbre de los Malditos, cada pieza (o rola, perdón) resume el amplio y anchuroso bagaje cultural que los múltiples viajes por Europa (o las uropas, para decirlo acá, bien popularmente) les han dado (para mayores detalles, léase cada viernes en el Reforma la extraordinaria columna "Ruidos de la calle" del gran sociólogo mexicano Pacho -Pacholín, para decirlo con cariño-, en la cual, con un lenguaje claro, ameno, conciso, nuncamente aburrido, los ignorantes y simples mortales podemos darnos cuenta de lo increíble que resulta ser un Maldito -viajes, experiencias, ideas siempre vanguardistas- y, por supuesto, de lo culto, preparado e inteligente que es Pacholín).

Las cancio..., digo..., las rolas
Mostros abre con "El malasuerte", un tema por demás sen-sa-cio-nal, en el que Roco hace gala de sus innegables, reconocidas y gloriosas dotes vocales, plenas de matices y modulaciones (¡realmente hace con su voz lo que se le pega la gana!), jugando con el contrapunto que le presta el inconmensurable estilo de tocar el sax del Sax. Hay por ahí un órgano que presta a la canción (¡chin, perdón otra vez! ¡Es: la rola!) un inconfundible ambiente arábigo, oriental, lo que nos habla de lo bien que han asimilado la música de países como Argelia y Marruecos, así como las canciones de la película Aladin de Walt Disney.
  Pero las sorpresas apenas comienzan. "Patineto" es una composición francamente ponedora. Toda la banda luce sus cualidades interpretativas (que algunos malosos han osado en calificar de limitadísimas... ¡Por favor!) en este homenaje a los chavos, a la banda, a la raza que ha convertido a las patinetas en una de las más auténticas expresiones de la cultura juvenil mecsicana. Y al fin llega esa rumba sabrosona, guapachosa, riquísima que es "El cocodrilo". ¡Mágico y sublime homenaje al cine nacional y a la época de las rumberas que Roco y compañía conocen bien porque la vivieron muy de cerca! ¡Ésas menciones a Tongolele, a Juanito Orol, al cine "Teresa" y, sobre todo, a Pérez Prado! ¡Qué importa que digan "sacalacachimba" en vez de "macalacachimba", si de lo que se trata es de rendir tributo al gran Carefoca! ¡Pecata minuta!
  El gozo estético continúa con una nueva obra maestra que rescata (hay que hacer incapié en el verbo rescatar) a otra figura ejemplar de la cultura callejera: "El teporocho". Aquí, Sax destaca haciendo malabares con su instrumento (me refiero al saxofón), de un modo que ya hubieran querido Charlie Parker y John Coltrane, y que repite en "Camaleón", en la que Roco vuelve a hacer gala de esas virtudes vocales que le dio Diosito y hasta se bota la puntada (¡qué bárbaro!) de parodiar a Boy George ("cama, cama, cama, camaleón", ¡ja ja ja ja!).
  "El barzón" no tiene madre. Olvídense de la antigua versión de Amparo Ochoa (Q.E.P.D.). La Maldita le da una vitalidad fabulosa, enriqueciendo la letra con frases políticamente correctísimas y una gracia que ya hubiera querido la malograda cantante sinaloense. Ni hablar. Ellos son genios y Ampárito era una simple y sencilla intérprete.
  El momento romántico (ése en el cual hay que sacar los encendedores y mecerlos en el aire o mover los bracitos suavemente) llega con "Caer", en la que no pudimos evitar que las lágrimas afloraran ante la sentida y vibrante voz de Roco (¡eso es cantar, lo demás son fregaderas!). De veras: ¡está cantando!... mejor que nunca. Y si no lo creen, ahí está la divertidísima (¡ea, ea, ea!) "El tieso y la negra Soledad". ¡No debe haber fiesta o tíbiri (¿se dice así?) donde no se toque esta tropicalísima y chidísima rola (¡lo logré, dije rola!), en la que hasta Aldo se avienta un solo de bajo de diez segundos, Pacho le pone macizo al cencerro, Pato requintea que ni el Hendrix o el Clapton y Sax... Bueno, ya sabemos lo que es capaz de sacarle a su instrumento (el saxofón, ¡eh!) ¡A veces llega a tocar hasta tres notas seguidas! ¡Guau!
  "2 de octubre" es el reclamo certero, digno, firme, consecuente, ¡padrísimo!: "No hay olvido", dice Roco con voz vibrante y estremecedora que de seguro ya puso a temblar al gobierno. "Tatuaje" es otra rolita (¿qué tal me salió?) chula de bonita y el disco termina (¡lááástima que terminó...) con "Mostros", a la que este agreste escribidor definiría como una sonata experimental pos... pos... moderna, ¿no? Es el cerrojo, la coda, el final perfecto (ni los Beatles con "The End" en Abbey Road) para este disco musicalmente magistral. ¡Ah... y por si fuera poco, Mostros trae un corte de pilón! Nomás que no dicen cómo se llama (me imagino que "La Sirenita" o algo así, en recuerdo de Rigo Tovar). Pero de que es otra maravilla, ¡es-o-tra-ma-ra-vi-lla!

Las letras
Como ya es habitual en Maldita Vecindad, el nivel letrístico se encuentra entre lo más excelso de la literatura nacional. Que nos perdonen los exquisitos, pero ni Sabines ni Paz ni Bonifaz Nuño ni Huerta ni Gorostiza ni Villaurrutia ni Saúl Hernández han alcanzado versos tan poéticos, tan líricos como:
-"En este mundo locochón/ todo tiene explicación".
-"En la selva de concreto/ guacha bien por dónde vas,/ no sea que un cafre/ te vaya a planchar/ y no podrás más/ ya patinar/ ¡Ayaya ya yaya yayayyyyyy!".
-"Guacha, se te va a quemar/ esa fuzca con que buscas de tragar./ Trucha, se te va a quemar/ esa placa con que quieres farolear" (nótense las elegantes rimas, a base de puros versos en infinitivo: quemar, tragar, quemar, farolear. ¡Cuanto recurso poético!).
  Para terminar, digamos simplemente que Mostros está a la altura de grandes discos clásicos de la historia del rock como Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles, Dark Side of the Moon de Pink Floyd, Who's Next de The Who, So de Peter Gabriel o Fin de Siglo de El Tri. Y quien diga lo contrario, es un mal patriota, un mal mexicano, un vil masiosare, un traidor a la sagrada causa del rock nacional.

A manera de postdata
Por cierto: nos extrañó muchisisííísimo (y lo lamentamos sobremanera) que no se mencionara a La Mosca (¡y tampoco a Eres que tanto ha apoyado a la Maldita, con portadas y toda la cosa!) en los agradecimientos del disco Mostros, privilegio del que en cambio sí gozaron las revistas hermanas (¡ja!) Nuestro Rock, Switch, Códice Rock, Conecte y Banda Roquera. Quién sabe por qué no nos incluirían. De seguro se les pasó, eso debe haber sido. Aunque después de este artículo, seguro estaremos en la lista de tenquius de su próximo disco. Dios quiera y nos pongan, aunque sea en algún humilde y recóndito rinconcito. ¿Sí...?

(Publicado en La Mosca en la Pared, en 1998)

jueves, 21 de febrero de 2013

miércoles, 20 de febrero de 2013

Los gatos de mi vida

Rasta, una de las dos gatitas de mi hijo Jan.
Hace tiempo descubrí que la humanidad se divide en dos grandes grupos: los amantes de los perros y los amantes de los gatos. Los primeros constituyen una amplia mayoría, mientras que los segundos, en cambio, tienden a ser parte de una minoría. Los primeros suelen odiar a los gatos, los segundos aceptan más o menos a los perros. Los primeros están conformados en gran parte por gente más convencional, más cuadrada, más simple, más abierta y más “normal”. Los segundos tienden más bien hacia lo artístico, lo místico, lo oscuro, lo sensible, lo descuadrado, lo caótico, lo heterodoxo, lo anticonvencional. Los primeros son yang, los segundos son yin. En los primeros impera el factor masculino, en los segundos el femenino.
  Entre los canófilos y los gatófilos, yo me identifico con estos últimos. Mi relación con los perros ha sido poco afortunada a lo largo de mi vida; en cambio, con los gatos me siento mucho más identificado y tranquilo.
  En este momento y desde hace casi tres lustros, no tengo gato; sin embargo, durante las cerca de dos décadas que estuve casado, por la casa donde vivíamos pasaron varios felinos y todos dejaron huella. Recuerdo algunos nombres, como el del Minucio, a quien bautizamos así porque lo adoptamos siendo una pequeñez, una minucia. También tuvimos al Agatito, un siamés que primero pensamos que era gata y nombramos Ágata, pero al descubrir que era macho, lo cambiamos a Ágato y de ahí al cariñoso mote de Agatito. Curiosamente, este gato era vegetariano y quizás al que más quiso Rosa.
  Con Liza pasó algo semejante. Era un precioso ejemplar negro con las patitas blancas a quien tuvimos por hembra en un principio. Cuando vimos que pertenecía al género masculino, fue demasiado tarde y se le quedó el hombre femenino original.
  Por último está Polo, un gato atigrado al que adoraban mis hijos y cuyas marcas aún permanecen en las patas de la mesa de mi comedor, donde gustaba afilarse las uñas.
  Mi hijo Jan tiene dos gatitas (Cumbia y Rasta), a una de las cuales apenas conocí el domingo pasado. En verdad lo ven como a su papá.
  Otros felinos domésticos que recuerdo son la gata que tenía mi abuelita Lupe (del lado de los García) y que vivió cerca de quince años (no recuerdo su nombre), así como los gatos y gatas que llegó a tener mi hermano Sergio y está, por supuesto, el recuerdo contado (porque nunca lo conocimos) del legendario Rin Tin Tin (sí un gato con nombre de perro), la mascota que acompañó a mi mamá cuando era niña, en el rancho donde vivía, en Autlán, Jalisco, y cuyas aventuras todavía recuerda (como cuando salvó a un patito recién nacido de ahogarse en un estanque).
  ¿Qué si volvería a tener un gato? No lo sé. Quizás. Mas no por ahora.
  Gatos, adorables y fascinantes criaturas.

martes, 19 de febrero de 2013

El fuego sagrado de Foals

Entre tantas propuestas musicales como hay dentro del rock actual, resulta fácil perderse en una marea de grupos y solistas de gran calidad y, al mismo tiempo, de difícil clasificación. Uno de ellos es Foals, agrupación formada en Oxford, Inglaterra, a mediados de la década pasada y cuya música, clasificada por muchos bajo la simplona e incierta etiqueta de rock indie, posee una enorme riqueza estilística. Hay en el sonido de Foals mucho de lo que se conoce como math rock, pero también hay algo de post punk, electrónica, dance, upbeat y rock pop.
  Liderado por Yannis Philippakis (guitarra y voz) y con la participación fundamental del baterista y miembro fundador Jack Bevan, el quinteto grabó dos álbumes para el sello Sub Pop (los magníficos Antidotes, de 2008, y Total Life Forever, de 2010) y ya en este 2013 acaba de lanzar, esta vez por medio de la disquera Warner Bros., el no menos espléndido Holy Fire.
  Nos encontramos frente a un trabajo que combina ritmos persistentes y bailables con un estilo un tanto dramático de interpretación, a lo que contribuye la voz aguda y con cierto grado de angustia contenida que ostenta Philippakis.
  Hay aquí diversas atmósferas envolventes que al mismo tiempo que nos hacen mover los pies de manera acompasada, nos hechizan con densas armonías e inventivas melodías. Uno puede escuchar de pronto reminiscencias de los Talking Heads, pero también de U2 y hasta de los Rolling Stones de fines de los setenta y principios de los ochenta (es decir, la época de discos como Emotional Rescue, Tattoo You y Undercover), lo cual resulta muy claro en “Inhaler”, el segundo corte de Holy Fire.
  Hay quienes comparan a Foals con Muse. Sin embargo, se trata de dos propuestas muy diferentes. Digamos que en los primeros no hay tanto sentido trágico y sí un mayor énfasis en un pop más luminoso que de pronto recuerda a grupos hoy casi olvidados como Heaven 17 y lo hermana con propuestas actuales como Menomena y Battles.
  Holy Fire es un gran disco, ampliamente recomendable. Foals se encuentra en plena forma, su fuego es más sagrado que nunca.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey" de Milenio Diario).

lunes, 18 de febrero de 2013

El último "Ojo de mosca" (hasta el momento)

La última portada de La Mosca en la Pared
Apasionantes. Fascinantes. Difíciles. Complicados. Esforzados. Divertidos. Amables. Tensos. Tersos. Contradictorios. Conflictivos. Sonrientes. Tristes. Vertiginosos. Exasperantes. Cálidos. Dubitativos. Feroces. Críticos. Honestos. Sufridos. Alegres. Musicales. Legítimos. Creíbles. Golpeantes. Vacilantes. Firmes. Sensuales. Recompensantes. Decepcionantes. Literarios. Irónicos. Absurdos. Esperpénticos. Revolucionarios. Revolucionados. Erráticos. Virtuosos. Mezquinos. Trabados. Fluidos. Estructurados. Desestructurados. Destructivos. Neuróticos. Delirantes. Convencionales. Anárquicos. Destemplados. Impuntuales. Agudos. Irrespetuosos. Altaneros. Antisolemnes. Inteligentes. Tontos. Irreverentes. Cabizbajos. Sorprendentes. Rocanroleros. Quijotescos… Así y más han sido estos catorce primeros años de La Mosca, con sus altas y sus bajas, con sus épocas buenas y malas, con sus vacas gordas y sus vacas flacas. Catorce años de trabajo (casi) continuo y que con imaginación y medidas refrescantes y arriesgadas esperamos alargar por mucho tiempo más.

("Ojo de Mosca" aparecido en el último número (125, con el que paradójicamente cumplíamos catorce años) de La Mosca en la Pared, el 12 de marzo de 2008. Lógicamente, cuando lo escribí yo no sabía que ya no habría revista para el mes siguiente).

domingo, 17 de febrero de 2013

La saludable inconformidad de Radiohead

A diez años de haber grabado su primer disco, Radiohead se erige hoy como uno de los grupos fundamentales del rock y la música contemporánea toda. En una época en la cual, por todas partes, los grupos de rock brotan como hongos desaforados; en un momento en el cual resulta tan difícil lograr un sonido aunque sea levemente original, el quinteto de Oxford consiguió no sólo ese toque de singularidad que muy pocos han tenido en las últimas décadas, sino que marcó toda una etapa de la historia rocanrolera e influyó de modo determinante a muchos músicos que actualmente tratan de seguir sus lineamientos.
  Musicalmente, Radiohead ha evidenciado desde hace más de un decenio una muy saludable inconformidad con su propio trabajo y gracias a ello, cada uno de sus discos muestra, sin perder el sonido característico de la agrupación, una evolución y un rompimiento con su respectivo pasado inmediato. Hay un gran paso diferenciado de Pablo Honey a The Bends, como lo hay de éste a O.K. Computer y de éste a Kid A o Amnesiac y Hail to the Thief es una nueva y paradójica vuelta de tuerca que recobra la obra total del grupo y la revoluciona y la sacude y la transforma, para hacer de ella una propuesta fresca e incluyente. Sólo Radiohead puede darse en la actualidad esa clase de lujos.
  Es cierto que la figura de Thom Yorke, ese extraño freak con el ojo dañado y una aparente actitud hosca y retraída, es la más representativa en la imagen pública de Radiohead. Es cierto también que la mayoría de las letras y las ideas gráficas y buena parte de la música salió de su peculiar cerebro. No obstante, los otros cuatro integrantes de la agrupación –Jonny Greenwood, Colin Greenwood, Ed O’Brien y Phil Selway– también han aportado sus capacidades y talentos y han edificado este proyecto que fuera de fanatismos y sobrevaloraciones –equipararlos con los Beatles y lo que éstos representaron para la música del siglo veinte es una franca exageración que ellos mismos reconocen–, es hoy por hoy uno de las más importantes y al cual le queda, al parecer, mucho por aportar en los años venideros.

(Texto de presentación que escribí para el número 4 de los Especiales de La Mosca, publicado en octubre de 2003)

sábado, 16 de febrero de 2013

¡Santa renuncia, Batman!

El mundo católico se encuentra conmocionado por la renuncia del Papa Benedicto XVI, un pontífice que sin embargo jamás prendió en el ánimo popular, sobre todo después del arrastre que tuvo su antecesor, Karol Wojtyla.
  De los seis papas que me han tocado (Pío XII, Juan XXIII, Paulo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y el propio Benedicto XVI), Joseph Ratzinger es sin duda el menos carismático. Su personalidad seca y dura (es algo así como el Tuca Ferretti de la Iglesia) no conmueve y posiblemente será más recordado por el hecho de su sorpresiva abdicación que por su trascendencia como sucesor de San Pedro.
  La historia de los papas tiene mucho de fascinante y cuenta con las mismas dosis de altas y bajas pasiones que la de los emperadores, los reyes y toda clase de mandatarios. Intrigas palaciegas, luchas mortales por el poder, odios intrincados, rivalidades sin tregua van de la mano con actos heroicos, altruismos y una sincera vocación de servicio. Es decir que, a lo largo de veinte siglos de historiografía papal, ha habido de todo: desde villanazos temibles como Sergio III (quien a principios del siglo X mandó degollar y estrangular respectivamente a sus antecesores León V y Cristóbal I) o Alejandro VI (el famoso Papa Borgia, cuya leyenda negra es ampliamente conocida), hasta personajes preocupados por el bienestar de los trabajadores, como León XIII (creador de la encíclica Rerum Novarum en 1891) o por la paz del mundo, como Benedicto XV, quien jugó un papel fundamental en el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial.
  Entre los misterios sospechosistas más recientes del papado están el de la súbita y extraña muerte de Juan Pablo I, cuyas ideas renovadoras parecieron asustar a la alta jerarquía vaticana y cuyo reinado duró escasos treinta y tres días (¿hubo conspiración en su contra?), y el de la renuncia de Benedicto XVI, debida oficialmente a problemas de edad y de salud, aunque ya se empieza a rumorar que ha sufrido demasiadas presiones por parte de ciertos cardenales grillos.
  Como quiera que sea, antes de Semana Santa tendremos nuevo Papa y los momios (no me refiero a ciertos obispos) están abiertos. Que Dios nos coja confesados.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 15 de febrero de 2013

Mick Jagger a las 12:20

A principios de noviembre de 2001, en las oficinas de la disquera Virgin me dijeron que para finales de ese mes tenían una entrevista telefónica con Mick Jagger, exclusiva para La Mosca en la Pared. "Ah, está bien", dije con flagrante irresponsabilidad, como si no creyera que ello pudiera convertirse en realidad. Más aún cuando me explicaron que seríamos el único medio escrito de México que recibiría semejante distinción. Los días transcurrieron con su habitual parsimonia hasta que de pronto, el lunes 19, recibí una llamada de la oficina de prensa de la mencionada compañía para confirmarme que el miércoles 21, a las 12:20 del día, se llevaría a cabo la charla con Jagger. ¿Que quééé? ¿Entonces iba en serio? No había la menor duda. En un par de días recibiría en mi casa una llamada desde Londres y podría entrevistar al legendario vocalista de los Rolling Stones, quien acababa de sacar Goddess in the Doorway, su nuevo álbum como solista. El compromiso era tremendo... e ineludible. Preparé concienzudamente la entrevista. Escuché varias veces el disco jaggeriano y me gustó, aunque creo que lo que escribió Jean Wenner, director de Rolling Stone, acerca de que se trataba desde ya de un clásico, es una sospechosa exageración que suena más bien a favor personal.

Todo plazo se cumple
Por fin llegó el día D. A riesgo de sonar pedante, diré que no me sentía nervioso, tal vez porque aún no me la creía y pensaba que a final de cuentas la llamada jamás se produciría. A las 12:20, me encontraba sentado ante la mesa del comedor de la casa-oficina de La Mosca. Tenía listas las preguntas redactadas en inglés, la grabadora y el aparato telefónico con el speaker abierto. Pasaron diez minutos y nada. "Ya lo sabía", pensé. "De seguro me van a hablar de Virgin México para decirme que por causas de fuerza mayor la entrevista se cancela". Justo en eso, sonó el teléfono y me sobresalté. Y no se trataba precisamente de una llamada local.
  -¿Jiugo?
  Era una voz de mujer.
  -Sí... Digo..., yes...
  Se llamaba Liza. Me explicó que hablaba desde Virgin Londres, que Mick estaba un poco atrasado, pero que en cinco minutos volvería a llamarme.
  -Okey -acepté, con impecable acento británico.
  Un ligero cosquilleo nervioso empezó a recorrer mi espalda.
  Con puntualidad inglesa, el teléfono repiqueteó a los trescientos exactos segundos.
  -Hello? ¿Jiugo? -dijo una inconfundible voz rasposa.
  -Mick...? -pregunté incrédulo.
  -Yeah, it's Mick. How d'you doing?
  ¡Gulp! Era Mick Jagger en persona y estaba llamando a mi casa. Tenía que comportarme con profesionalismo y sacar a relucir mi experiencia (¡ja!) periodística.
  -I'm Hugo García Michel, from a rock magazine named La Mosca.
  -¿La Mousca? Okey -dijo con gracia el de la célebre bocaza y comenzó la entrevista, para la cual tenía yo quince minutos. Jagger se portó amabilísimo. He aquí lo que platicamos.

La entrevista
Han pasado ocho años desde Wandering Spirit, ¿qué tanto has cambiado -como persona, como cantante, como músico, como compositor- en estos últimos años?
Cuántas cosas. Es una pregunta que me obliga al autoanálisis. No estoy seguro de las respuestas. Es difícil saber cuánto he cambiado, sólo sé que he cambiado en algunas cosas y en algunos momentos. No es necesario que haya cambiado completamente para saber por qué hice este disco o tal disco de los Stones. Puede ser que se deba a las nuevas tecnologías de grabación o a que me sentía diferente o a que quería tocar tal guitarra o por lo que sea, no sé la respuesta a estas preguntas. Sólo sé que lo quería hacer de diferente manera. Imagínate si lo hubiera hecho del mismo modo que algún disco anterior mío o de los Stones. No sé si pueda decir qué tanto he cambiado en todo este tiempo, pero la música ha cambiado y eso me obligó a tratar de hacer las cosas de una manera diferente. Sin embargo, no perdí la costumbre de componer las canciones desde una base guitarrística. Empecé tocando mi guitarra en un pequeño estudio en casa y viendo qué es lo que iba a hacer. No trabajé con muchos músicos al mismo tiempo, sólo con algunos cuantos, un grupo pequeño; nunca estuve en el estudio con diez personas, mucho menos pensé en grabar con una gran banda de veinte elementos, El álbum lo hice digamos que en pequeña escala, basado en las armonías de mi guitarra. Quise que fuera algo muy personal. Ya después que terminé de grabar algunas canciones pensé en otra gente para que se incorporara, amigos míos que hicieran cosas muy específicas.

¿Piensas que Goddess in the Doorway te da una identidad musical diferente a la de los Rolling Stones?
Aunque mucha gente lo ha visto de esa manera, lo único que quise fue involucrarme en todo el proceso de este disco, sobre todo en el aspecto instrumental, pero eso mismo hice siempre en los discos de los Rolling Stones. La diferencia quizás estribe en que esta vez toqué más instrumentos y la mayor parte de las canciones son mías.

En este álbum interpretas diferentes estilos musicales, como pop, algunos ritmos electrónicos y dance, pero al final regresas a tus raíces: la balada country y aún el blues y el hard rock. ¿Por qué quisiste hacer un disco tan diverso?
Es un reflejo de cómo soy. No me gusta encasillarme en un sólo tipo de música; me gusta ser diverso, escuchar música diversa. No soy de los que oyen sólo un tipo de música, a un artista o sólo rock o blues. Me gustan muchas cosas, me gusta el techno y casi hice techno en algún punto. Busqué hacer otro tipo de música que realmente me gusta, quise ser más abierto y por eso incluí diferentes estilos a lo largo de la grabación. Me gusta el blues, me gusta la música country, pero también me gustan el hip-hop, la electrónica y los beats de la música dance. Por lo que respecta a esta última, quise hacerla pero que tuviera la sensibilidad del rock, que es una cosa difícil de lograr; suena fácil, pero no lo es. Resulta muy difícil mezclarlo, mucho más difícil de lo que pensé, y como tú dices, quise que sonara más como balada soul, en la forma más tradicional. La forma como escribes una canción es lo que te sugiere la interpretación y nunca me aparté de la forma en que la había pensado. La adaptación y los arreglos en algunos casos ya los tenía en mente, como en "Brand New Set of Rules" que escribí como una canción tradicional o "Too Far Gone" que es una canción country con un poco de beat o "Hide Away" que es más reggae y pop en la tonada. Las canciones por sí mismas te sugieren la interpretación y la producción que se les tiene que dar.

¿Cómo escogiste a tus músicos invitados, como Pete Townshend, Bono, Lenny Kravitz, Joe Perry, Wycleaf Jean, Rob Thomas y el grande y legendario Jim Keltner? Debo confesar que extrañé a Bobby Keys.
Bueno, Bobby siempre fue un gran apoyo y una gran presencia en nuestros discos, pero en Goddess... no hay saxofones (ríe). En primer lugar todos son amigos míos. Preferí llamar a gente conocida en lugar de contratar a músicos de estudio con quienes nunca antes hubiera trabajado. Pienso que las grabaciones planeadas de esa manera se convierten en artificiales si sólo invitas gente al azar. A algunos no los conozco muy bien, pero a otros sí. Pete Townshend es mi amigo desde hace largos años y nos entendemos muy bien. Él sabe lo que busco y cómo quiero que suenen mis canciones. Hay un par de tracks que cuando los terminé requerían la guitarra y quise que fuera él. Eso se nota en "Joy", un tema que me gusta mucho y en el cual también participó Bono. Con él se me hizo interesante tratar de que cantara, quise que fuera una cosa natural. Cuando escribí la canción e hice el demo, me di cuenta de que él podía hacerlo mejor que yo.

Hay canciones como "Visions of Paradise", "Joy" y especialmente "God Gave Me Everything" que parecen mostrar una cierta posición religiosa en tus letras, ¿estoy en lo cierto?
Sí, tal vez suenan un poco místicas o espirituales. No soy un gran fanático de las religiones organizadas, más bien son ideas que hablan por sí mismas, que algunas veces dejas que entren en tu vida y cuando reflexionas sobre ello, sólo permites que salgan.

Musicalmente, "God Gave Me Everything" me recuerda a "Heartbreaker" del Goats Head Soup de los Rolling Stones (desde luego sin Billy Preston al piano), ¿crees que sea la canción más stoniana?
No exactamente. De hecho, "Everyone Get High" me parece la más stoniana. No creo que "God Gave Me Everything" lo  sea.

¿Cuál es tu canción favorita del álbum?
No tengo una favorita, todas me gustan. "Everyone Get High", me encanta. Lo mismo "Brand New Set of Rules", porque me recuerda un poco a los Memphis Horns. Me gusta "Hide Away".

¿... y tu canción favorita de los Rolling Stones?
No tengo una en especial. Me gustan muchas.

Y de repente...
Aún me quedaban cinco minutos de entrevista e iba a inquirirlo sobre sus épocas pre-stonianas, cuando cantaba como Little Boy Blue con los Blue Boys y si era verdad o leyenda aquello de que había conocido a Keith Richards en una estación de tranvías, mientras llevaba bajo el brazo una buena cantidad de discos de blues, cuando de pronto la comunicación se interrumpió.

Tu-tu-tu-tu-tu.

Menté madres. María José Cortés, jefa de redacción de La Mosca y única testigo de la entrevista, me dijo que no desesperara, que de seguro volverían a llamar, pero eso no sucedió. Ni modo. De cualquier forma, ya podré contarle a mis nietos sobre el día en el cual Mick Jagger me llamó a mi casa.

(Publicado originalmente en La Mosca en la Pared No. 54, enero de 2002).

jueves, 14 de febrero de 2013

El libro vacío

Terminé de leer la primera de las únicas dos novelas que escribió Josefina Vicens (la otra fue Los años falsos de 1982). Publicada en 1958, El libro vacío (Lecturas Mexicanas) es un libro portentoso en su aparente sencillez. La historia de José García, un oscuro empleado de oficina cincuentón, cuya única ambición es escribir un libro y que no sabe cómo hacerlo. El hombre compra entonces dos libretas: una en la que va anotando todo lo que sucede en su interior y su exterior y en la que se lamenta de su mediocridad, su pequeñez, su falta de talento y su impotencia para escribir (es decir, todo lo que vamos leyendo en la novela) y la otra que permanece en blanco, vacía de toda letra, porque José no se atreve a emprender su aventura literaria.
  Josefina Vicens (1911-1988) logra con esta idea entregarnos un relato espléndido, en el que conocemos la vida de su personaje (el libro está narrado en primera persona), su pasado, su presente y sus incertidumbres sobre el futuro. El atormentado y “fallido” escritor nos habla de su infancia, de sus amoríos adolescentes, de su esposa y sus hijos, de su mediocre vida clasemediera, de su oprimente y aburrido trabajo, de sus lamentables compañeros de oficina, de su única aventura extramarital, de sus anhelos siempre frustrados.
  Al final, José García se muestra decepcionado por dejar la libreta en blanco, el libro vacío. El pobre nunca se percata de que ha escrito una novela en la otra libreta.
  Un grandísimo libro.

miércoles, 13 de febrero de 2013

martes, 12 de febrero de 2013

El viaje sentimental de Emmy Rossum

Si usted es seguidor o al menos ha visto alguna vez esa extraordinaria serie del canal iSat que es Shameless US (versión yanqui de la original Shameless británica), sin duda sabrá a quién me refiero cuando menciono el nombre de Fiona. Exacto: a la preciosa hija mayor de la familia Gallagher, instalada en una casa de los barrios bajos del sur de Chicago, quien se hace cargo de sostener en incierto equilibrio a sus cinco peculiarísimos hermanos y torear las locuras de su delirante padre.
  Fiona Gallagher es magníficamente interpretada por la joven actriz Emmy Rossum, quien además de su belleza y sus cualidades histriónicas, posee el don de cantar y no como cualquier chica popera de esas que abundan. Todo lo contrario: Rossum estudió ópera y ha participado en diversas obras musicales (incluso aparece en la versión de El fantasma de la ópera dirigida por Joel Schumacher en 2004).
  La carismática actriz ha grabado dos discos, el más reciente de los cuales (Sentimental Journey, 2013) es una deliciosa selección de standards del American Songbook que abarca canciones de los años veinte a los años sesenta del siglo pasado.
  Hay aquí temas inmortales e inolvidables, en su mayoría tan conocidos como “These Foolish Things (Remind Me of You)”, “I’m Looking Over a Four Leaf Clover”, “Autumn Leaves”, “Things”, el propio “Sentimental Journey” y hasta ese enorme blues que es “Nobody Knows You When You’re Down and Out”.
  Los arreglos, debidos al pianista y multiinstrumentista Giulio Carmassi, dotan al disco de un ambiente jazzístico irresistible (escúchense tan sólo esas maravillas que son “Many Tears Ago” o “I’ll Be With You in Apple Blossom Time”) y hacen que la voz soprano de la cantante, a pesar de sus orígenes operísticos, se mantenga en tonos más mundanos, más de music hall o de cabaret, y se escuche tan sensual como llena de gracia.
  Creo que si el sinvergüenza de Frank Gallagher descubriera las dotes vocales de su hija Fiona, la familia saldría muy pronto de la pobreza en la cual se debate.
  Un álbum delicioso.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡Hey! de Milenio Diario).

lunes, 11 de febrero de 2013

Angel Heart

No recuerdo como se llamó en México cuando fue exhibida en su momento (¿Corazón infernal o algo así?), pero ahora que volví a ver Angel Heart, le película que el gran Alan Parker dirigió en 1987, volví a quedarme atónito ante ella. Qué gran cinta. Misteriosa, sensual (cachondísima, de hecho), provocadora, con un sentido del humor tan fino como negrísimo, una fotografía inquietante, actuaciones fenomenales y una realización impecable.
  Cine negro y a la vez cine de horror, el filme cuenta la historia del detective neoyorquino Harry Angel (Mickey Rourke), quien es contratado por un extraño personaje de nombre Louis Cypher (Robert De Niro) para encontrar a un tipo que tiene una deuda con él, por lo cual debe trasladarse a la región de Nueva Orleans y la Louisiana para verse envuelto en una pesadilla llena de asesinatos, sangre, sexo, superstición, demonios y vudú.
  Las vueltas de tuerca son todo el tiempo sorprendentes, ya que lo que en cierto momento creemos que es, resulta que no y toda cambia a cada instante y nos envuelve en un círculo fascinante del que no podemos escapar hasta el final de la película.
  Si las actuaciones de Rourke y De Niro son fantásticas (todo un duelo de actuación), la de la entonces debutante Lisa Bonet resulta extraordinaria. Su Epiphany Proudfoot (vaya nombre), una joven de diecisiete años con una carga de sensualidad y sexualidad tremendamente fuerte, se impone desde que aparece, a la mitad del filme. También hay que destacar las presencias de la enorme Charlotte Rampling y del bluesero Brownie McGee, en los papeles de la peculiar bruja blanca Margaret Krusemark y del pianista Toots Sweet.
  Angel Heart es una de mis tres obras favoritas de Alan Parker (junto con Mississippi Burning y la entrañable The Commitments). Si no la han visto (si no las han visto) no se la(s) pierdan.

domingo, 10 de febrero de 2013

The Cure y el rock hecho en México

El chiste surgió espontáneo. Platicaba con unos amigos acerca de la próxima visita de The Cure a México y hablábamos sobre las virtudes y carencias de su líder sempiterno, el peculiar Robert Smith, cuando se me ocurrió decir: “Lástima que siempre ha querido imitar a Saúl Hernández”. Todos rieron de buena gana, pero en esa ironía se esconde una verdad que marcó al rock nacional a finales de la década de los ochenta del siglo pasado. No que Smith hubiese querido imitar a Hernández, por supuesto (de hecho desconozco si el británico habrá escuchado en alguna ocasión al mexicano), sino precisamente lo contrario.
  Remontémonos a 1986, cuando surgió esa que más que una corriente musical fue una marca claramente comercial: Rock en tu idioma, patrocinada por la hoy ya desaparecida disquera BMG Ariola. Para ese entonces, The Cure, surgido en Crawley, Inglaterra, diez años atrás, ya había grabado siete álbumes (Three Imaginary Boys, 1979; Boys Don’t Cry, 1980; Seventeen Seconds, 1980; Faith, 1981; Pornography, 1982; The Top, 1984 y The Head on the Door, 1985) y su sonido melancólico, oscuro, con la voz llena de angustia de Robert Smith, era un sello que se consolidaría con sus dos siguientes discos: Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me (1987) y la que para muchos es su obra maestra: Disintegration (1989).
  El movimiento de rock gótico o dark que por ese entonces encabezaban bandas como Siuoxsie and the Banshees, Love and Rockets, The Sisters of Mercy, Cocteau Twins, Human Drama e incluso, de alguna manera, Depeche Mode y el propio The Cure, tuvo una gran influencia en todo el mundo y en México, en particular, donde era muy difundido por la estación radiofónica Rock 101, pegó en ciertos sectores juveniles de la clase media urbana. De ahí que comenzaran a aparecer grupos mexicanos de rock darky, algunos de los cuales fueron adoptados (y adaptados) por el naciente negocio que habría de ser Rock en tu idioma. De ese modo, agrupaciones y solistas que hasta ese momento pertenecían a la escena oscura y pretendidamente underground, firmaron gustosos con una disquera que les prometía grabaciones más o menos decentes y una buena difusión de su música. Proyectos como Alquimia, Neón, Santa Sabina y Caifanes, entre varios más, pasaron a formar parte del catálogo de BMG Ariola.
  Los dos últimos mencionados fueron quizá los que en un principio abrazaron con mayor pasión la causa gótica. Musicalmente, Santa Sabina y Caifanes resultaban muy diferentes. Los primeros lograron desde el principio un sonido particular que de alguna manera los hacía escucharse originales y muy diferentes a cualquier banda dark inglesa o estadounidense.
  Caifanes, en cambio, cuando menos en sus dos primeros discos (e incluso antes, desde que era Las Insólitas Imágenes de Aurora) no ocultó su gusto por imitar abiertamente a The Cure y no sólo en su música, sino en la manera de vestir, de cortarse el cabello, de maquillarse, hasta de moverse en el escenario. Para muchos de sus fanáticos (en el más estricto sentido de la palabra), su lider, Saúl Hernández, era “el Robert Smith mexicano” y lo decían con orgullo, sin afán de crítica alguna, sin la intención de parodiar. No sé a ciencia cierta si a Hernández le agradaba la comparación. Sin embargo, lo que sí resulta obvio es que lo tenía como modelo físico (para comprobarlo, basta con ver las fotos de Caifanes en 1988) y sobre todo vocal (el timbre angst de Hernández le debe muchísimo al de Smith y para comprobarlo, basta con escuchar cualquier disco de Caifanes –no sólo el de 1988– o Jaguares).
  Lo curioso es que el estilo de cantar de Saúl Hernández, tomado de Robert Smith, sería imitado a lo largo del tiempo por otros vocalistas mexicanos y ahí están, como dos pruebas vivientes, los cantantes (es un decir) de grupos como Porter y Capo. De hecho, cuando dirigía yo la revista La Mosca en la Pared, con frecuencia recibía demos de agrupaciones de varias partes del país. En las cartas que solían acompañarlos, me decían que el suyo era un sonido original, único, algo jamás oído. Sin embargo, los escuchaba y en su inmensa mayoría contaban con un vocalista que intentaba imitar la voz de Hernández (quien imitaba a su vez a…).
  Así pues, The Cure no vendrá a territorio ajeno cuando se presente en México en unas semanas. Miles de caifanófilos (y otros que no lo son) estarán en el Foro Sol para escuchar sus estupendas canciones que, de ser alguna vez oscuras y subterráneas, hoy son parte integral del mainstream de la música pop. Caprichos del tiempo y del destino.


Cinco discos fundamentales de The Cure

Three Imaginary Boys
(Fiction, 1979)
Un disco debut que para muchos seguidores de The Cure es su primer y último gran trabajo. El grupo se encontraba en sus inicios y su inmadurez creativa funcionó de manera paradójica, para producir un álbum lleno de energía, a pesar del estilo ligeramente pop del entonces cuarteto. No hay composiciones que inviten a la introspección oscura. Todo es simple, pero funciona.

Pornography
(Elektra, 19829)
Hiperdepresivo, con una visión negrísima de la realidad, Pornography tardó mucho tiempo en ser considerado seriamente por la crítica. No obstante, el disco está considerado hoy como una de las piezas clave del rock gótico de los años ochenta. Se trata de un trabajo excelente, si bien no alcanza los niveles de obra maestra que algunos le conceden de manera un tanto acrítica.

Kiss Me Kiss Me, Kiss Me
(Elektra, 1987)
Posiblemente el disco más comercial de The Cure, un álbum doble que persiste en la vena del pop rock pero  se adentra en géneros como el soul y el funk y amplia las posibilidades instrumentales mediante la adición de metales, cuerdas, percusiones y un más notorio uso de las guitarras. Tal vez no sea una obra de calidad uniforme, pero están aquí algunas de las grandes canciones del grupo.

Disintegration
(Elektra, 1989)
Un disco prácticamente perfecto, sin fisuras, la síntesis de todo lo que la agrupación había experimentado e intentado en lo musical y en lo letrístico, a lo largo de los ochenta. The Cure jamás sonó tan integrado, tan compacto y a la vez tan fresco y sorprendente. Una obra profunda e introspectiva, menos cargada a las explosiones optimistas y más inclinada a la oscura angustia que permeó a otros álbumes del grupo.

Bloodflowers
(Fiction, 2000)
El álbum que completó la trilogía iniciada con Pornography y continuada con Disintegration. Una vuelta de tuerca, un retorno al estilo clásico de The Cure. Aquí el pop quedó atrás y volvieron la oscuridad y el desgarramiento. Bloodflowers muestra a una banda sólida que se permite largas incursiones instrumentales por territorios ominosos. El disco que los viejos seguidores del grupo esperaron a lo largo de los noventa.

(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario).

sábado, 9 de febrero de 2013

Un vergonzoso cero a cero

Fue decepcionante. Deplorable. Tristísimo. De pena ajena. Una de esas circunstancias que quisiéramos jamás sucedieran y que, sin embargo, suelen repetirse con odiosa asiduidad.
  Uno ve algunos anuncios televisivos del gobierno federal en los cuales se nos invita a mirarnos, a nosotros y al país, de otra manera, sin derrotismos, con la idea de que podemos ser un pueblo ganador y en constante progreso (“Casi siempre perdemos en penales: entonces no se puede. Pero hoy somos campeones olímpicos: entonces sí se puede”, nos dice un reciente spot) y terminamos por creérnoslo.
  No obstante, lo acontecido el miércoles pasado es algo que no nos permite albergar muchas esperanzas, algo que, para parafrasear a Carlos Monsiváis, no documenta nuestro optimismo.
  Porque, quizás ingenuamente, éramos muchos los que pensábamos que las cosas iban a darse con gran facilidad, que dadas las diferencias que existen entre unos y otros, al final acabaría por imponerse la lógica y todo llegaría a un feliz término, a una conclusión que dejara contentos y satisfechos a todos los mexicanos.
  Digo, estaban en casa. El resultado tendría que haber sido favorable y sin dejar la menor duda de quién es quién. Pero no fue así. Volvieron a las andadas, a la actitud ratonera, a lo de antes, a lo de siempre a la hora buena.
  Explicaciones puede haber muchas y no faltarán las justificaciones de todo tipo. El hecho es que nos volvieron a decepcionar y sobran quienes se sienten traicionados por la falta de enjundia, de coordinación, de argumentos, de espíritu de equipo.
  Volvió a aplastarnos el “no se puede”. A pesar de tener en las manos la victoria, al final se dejaron impresionar y fueron incapaces de imponer sus condiciones. De ahí los abucheos del respetable, de ahí las mentadas y los insultos.
  Porque esa manera de regresar a la Unidad de Fiscalización del IFE, para su revisión, el dictamen que multaba a la Coalición Movimiento Progresista y ese modo de dejar todo en un salomónico empate de cero a cero entre consejeros y quejosos fue lamentable. Se merecían la Mazaseñal.

(Publicada hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 8 de febrero de 2013

Cinco apuestas para 2013 y más allá

Django Django
Los más recientes cuatro o cinco años han sido especialmente prolíficos en el mundo de la música popular, especialmente en los terrenos del rock, y no sólo por la cantidad de proyectos, grupos y solistas que han aparecido en ese tiempo, sino también –o sobre todo– por su calidad artística.
  Muchos músicos debutaron discográficamente en 2012. De ellos, he escogido a cinco agrupaciones en las que veo un futuro prometedor y no sólo el chispazo divino de un efímero golpe de inspiración. Propuestas sólidas y no one hit wonders. He aquí mis cinco apuestas para este 2013 y, esperemos, varios años más.
  –Django Django. Originario de Londres, Inglaterra, este cuarteto, intérprete de lo que algunos denominan como folkatronica (esa extraña e improbable mezcla entre el folk y la electrónica), presenta un sonido muy interesante que remite un poco a The Beta Band, con armonías vocales a la Beach Boys, beats secos, guitarras acústicas, sonidos programados y atmósferas neopsicodélicas. Su álbum debut, el homónimo Django Django (Because Music, 2012), es una joya del art-rock, al mismo tiempo cerebral y divertido, con canciones tan buenas como “Firewater”, “Hail Bop”, “Zumm Zumm”,  “Waveforms”, “Default”, “WOR” y “Life’s a Beach”. Habrá que esperar la prueba de su segundo disco.
  –Divine Fits. Si bien sus integrantes no son precisamente jóvenes debutantes, el proyecto de Divine Fits es una novedad, una propuesta conformada por músicos de cierta experiencia, como Britt Daniel (Spoon), Sam Brown (New Bomb Turks) y Dan Boeckner (Wolf Parade y Handsome Furs). Supergrupo indie, como lo han llamado algunos comentaristas, este trío de norteamericanos grabó en agosto pasado su único plato hasta el momento, el estupendo A Thing Called Divine Fits (Merge, 2012). El estilo del grupo le debe mucho al new wave setentero y al synth pop ochentero de la Gran Bretaña, pero con un toque más roquero y, digamos, estadounidense, debido a la mano de Britt Daniel y sus raíces afincadas en Austin, Texas. Esto produce una música que sin ser por completo novedosa, posee un sonido gratamente provocativo, deliciosamente desafiante, tal como podemos constatar en composiciones como “My Love Is Real”, “Flaggin a Ride”, “What Gets You Alone” o “Would That Not Be Nice”. Un gran trabajo.
  –Alt J. Una de las agrupaciones cuyo nombre más corrió de boca en boca a lo largo de 2012 fue Alt-J (su nombre se debe a que, supuestamente, en las computadoras Mac, al apretar las teclas Alt y J aparece un triángulo equilátero). Favorito de muchos escuchas del sector alternativo (o indie o heterodoxo o como se le quiera llamar), este cuarteto inglés, formado en 2008 por cuatro estudiantes de arte de la Universidad de Leeds, ha sido comparado con bandas tan disímbolas como Hot Chip o Coldplay. No obstante, en su álbum debut, An Awesome Wave (Infectious, 2012), muestra un estilo mucho más singular que toma elementos lo mismo del folk y el rock pop que del llamado post rock, con temas que de pronto rayan la parodia y vocalizaciones que uno no sabe si tomar en serio o en broma. Como sea, es una propuesta de la que podemos esperar mucho en adelante.
  –Poliça. Con un sonido que mucho le debe al trip-hop, este quinteto de Minneapolis, Minnesota, tiene una formación extraña, constituida por dos bateristas, un bajista y una cantante que maneja como pocos el efecto Auto-Tune y cuya voz recuerda lo mismo a Sarah McLachlan que a Beth Gibbons. Elementos acústicos y electrónicos se funden en canciones de atmósferas que van del hip-hop al dream-pop y del jazz al dub-reggae y que en su primer disco, Give You the Ghost (Mom & Pop Music, 2012) nos envuelven en ambientes hipnóticos de gran belleza y misterio. Toda una revelación.
  –Allo Darlin’. Proveniente de Londres, este grupo hace un muy fino y grato rock pop con aires sesenteros de orientación californiana. Sus guitarras recuerdan a The Byrds y sus melodías remiten de pronto a los escoceses Belle & Sebastian, Allo Darlin’ tiene como front woman a la bella vocalista australiana Elizabeth Morris, quien da al sonido del cuarteto un contagioso toque optimista y luminoso. Aunque en 2010 grabaron un primer disco, éste no trascendió del modo como lo hizo Europe (Slumberland, 2012), su segundo opus, en el que la agrupación despliega el swing de su sección rítmica, el jangling guitarrístico y las melodías deliciosamente entonadas por Morris, quien en algunas piezas toca el ukulele, instrumento que le diera un sello tan particular a su primer trabajo.
  Cinco grupos que prometen crecer y seguir haciendo muy buena música. Esperemos que así sea.

(Publicado este mes en la revista Nexos No. 422)

jueves, 7 de febrero de 2013

La pequeña ladrona

Como ya lo he mencionado, YouTube se ha convertido en una gran fuente de películas difíciles de ver en otros medios tipo Netflix o Cuevana, en especial en cuanto a la oferta de cine europeo que podemos encontrar. Un ejemplo: hoy me vi La petite voleuse, una cinta francesa de 1988, dirigida por Claude Miller y protagonizada por una muy joven Charlotte Gainsbourg. Basada en un viejo guión de François Truffaut, quien jamás pudo llevarla a la pantalla, la película es una delicia. La historia de una jovencita de dieciséis años, rebelde y decidida, cleptómana empedernida, en una pequeña ciudad de Francia en 1950. No contaré las incidencias del filme para que lo busquen, lo vean y lo disfruten (una advertencia: los subtítulos están en inglés). Sólo diré que la Gainsbourg era una chiquilla preciosa en ese tiempo, pero también una gran actriz. Ella lleva en sus espaldas todo el peso de la cinta y vaya que lo hace muy bien. Búsquenla en YouTube, no se van a arrepentir. Aquí les incluyo una escena.


 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Con Irma y Myrna

Mis abuelos Michel en 1899.
Ya casi bien de la gripe, me fui a comer con mi hermana Myrna y mi prima Irma a La Vid Argentina. Mil veces he pasado por enfrente de ese restaurante y nunca había entrado. Como ellas me dijeron que es buenísimo y no muy caro, pues me pareció bien que nos viéramos ahí. El lugar es amplio y cómodo, la plática estuvo muy buena y amena, pero la comida y los precios... La verdad es que salvo los cortes argentinos (que no comí mucho porque me cuesta trabajo masticar la carne de res por fibrosa) y el spaghetti, lo demás estaba de regular a chafa (al menos para mi gusto). Sólo el postre estuvo más o menos (strudel de manzana con helado de vainilla). Además, no avisan que las bebidas (me refiero a refrescos y café) no van incluidas en el buffet y eso infla muchísimo la cuenta final. En fin, que no me dieron ganas de regresar, al menos no a la hora de la comida. Habrá que probar el desayuno con algunas precauciones.
  De ahí nos vinimos a platicar un rato más a mi depto. Cosas que no sabía de los Michel salieron a relucir. Irma mi prima es una informante fantástica y Myrna no se queda atrás. Vaya historias.

martes, 5 de febrero de 2013

Los músicos de José

Con una historia que se remonta a más de tres lustros, Los Músicos de José son una de las bandas (banda en el más estricto sentido de la palabra, ya que el grupo incluye metales en su dotación instrumental) más sólidas, constantes e interesantes de la escena musical mexicana.
  Surgida en 1996, cuando sus cuatro miembros fundadores se juntaron para compartir “el gusto por el groove y la música original sin moldes”, la agrupación ha mantenido una propuesta muy ligada al acid funk, con múltiples elementos del jazz, el rock, la electrónica y la llamada world music.
  Miguel Haller (batería y percusiones), Aldo Max (sax, teclados), David López (guitarra) y Paul Spalla (bajo) han sido esos cuatro mosqueteros al frente de Los Músicos de José, mientras que otros músicos han ido y venido a lo largo de estos diecisiete años de existencia, en los cuales han producido apenas tres álbumes en estudio.
  El más reciente, Quasianimal, apareció a fines del año pasado y en verdad vale mucho la pena. Ecléctico, abierto, propositivo, rico en paisajes musicales y en experimentaciones estilísticas, presenta como novedad el uso de la voz humana (ya sea hablada, en forma de coros o en vocalizaciones hip-hoperas como la del tema “El clan”), así como de cuerdas, scratches e incluso el sonido de una licuadora.
  La energía funkie de la banda –cuya formación actual se complementa con Ángel Leal (trompeta), Paquito Gómez (sax tenor) y Gerardo Banaldrano (percusiones)– queda patente en los doce cortes (dos de ellos bonus tracks) que conforman a Quasianimal.
  Con el mismo poderío que mostró en sus dos producciones discográficas anteriores (Los Músicos de José, 2005, y Chicotito Groove, 2008), el septeto vuelve por sus fueron con temas tan buenos y disfrutables como “Moogy One, “Ula Ula”, “Funky Fuzz”, “El ablandador”, “Perdidos en Rajasthan”, “Rock Juice” o la homónima “Quasianimal”.
  Los Musicos de José constituyen una propuesta fina, fresca y creativa y en este, su flamante nuevo disco, no hacen más que demostrarlo.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡Hey! de Milenio Diario).

lunes, 4 de febrero de 2013

Agripado

Ya llevo seis días con gripa y nada más no se me quita. No es muy grave la cosa, ya que no he tenido temperatura alta, pero sí ha sido bastante molesto por el catarro, la tos y el dolor de garganta, además de que me ha bajado la energía y he pasado mucho tiempo recostado y hasta dormido. En fin, ya había logrado evadirla muchas veces y esta vez no fue posible. Espero ya sentirme mejor mañana o pasado. Ni hablar.

domingo, 3 de febrero de 2013

Queremos tanto a Zappa

"Es fácil odiarme. Mi insensibilidad no se detiene prácticamente ante nada", decía Frank Zappa con esa sardónica actitud que lo caracterizó siempre. Sin embargo, parafraseando a Julio Cortázar, muchos podríamos afirmar: “Queremos tanto a Zappa”. Y digo muchos, en masculino, porque por alguna extraña razón que tras largos años no logro dilucidar todavía, hay algo en la música del buen Frank que repele a las mujeres. Creo que fue Xavier Velasco quien alguna vez escribió que si un aficionado zappiano se casa, lo primero que tiene que hacer es guardar sus discos bajo llave y resignarse a no volver a escucharlos, al menos mientras dure su matrimonio.
  Descubrí a Frank Zappa hace muchísimos años, a finales de los sesenta, siendo un adolescente. Mi hermano mayor compró la edición mexicana en vinil de Mothermania (mucho después sabría yo que se trataba de una recopilación de los álbumes Freak Out y Absolutely Free) y lo primero que llamó mi atención fueron la portada y las fotografías de las horrendas dentaduras de los diferentes integrantes de The Mothers of Invention. Pero eso nada fue comparado con lo que experimenté al escuchar por primera vez aquella música que jamás en mi vida había llegado a mis oídos. Recuerdo a la perfección el momento en que oí la abridora “Brown Shoes Don’t Make It” y el asombro que me causó. Quedé prendado al instante y desde entonces no he dejado de ser un fiel seguidor de la obra zappiana. Más de treinta años de idilio con discos como We’re Only in It for the Money, Hot Rats, Apostrophe’, Overnite Sensation, The Man from Utopia o The Best Band You Never Heard in Your Life -entre muchos otros trabajos de una discografía que supera los sesenta álbumes- significa bastante más de media vida de oír, absorber, profundizar y tratar de comprender el genio creativo de uno de los tipos más brillantes, inteligentes y adelantados que dio la música del siglo pasado.
  A pesar de su estilo casi siempre bizarro y delirante que podría indicar que Zappa consumía cualquier cantidad de drogas, no deja de sorprender el hecho de que el hombre fuera totalmente abstemio y que incluso prohibía a sus músicos el consumo de estupefacientes. Es este otro de los puntos admirables del creador de The Perfect Stranger, más aún en una época como la actual, en la que numerosas personas siguen creyendo que las drogas resultan esenciales para crear e incluso para vivir. Frank Zappa es la demostración palpable de que las cosas no son necesariamente así. Vayan para él nuestro recuerdo y nuestro homenaje, a diez años de su partida.

(Mi editorial "Ojo de Mosca" en la edición 77 de La Mosca en la Pared, publicada a fines de 2003).

sábado, 2 de febrero de 2013

Una muerte, 33 muertes

La explosión en el edificio B2 del complejo de la Torre  de Pemex, en pleno centro del Distrito Federal, acaparó justificadamente la atención de la opinión pública e hizo que casi pasara inadvertido otro hecho que, sin alcanzar quizá las características de la tragedia, se significó asimismo por su azul halo de tristeza.
  En efecto, el mismo jueves 31 de enero de 2013, falleció también, a los ochenta y nueve años de edad, ese enorme poeta y ensayista que fue Rubén Bonifaz Nuño.
  Toda muerte es lamentable. Lo es la de los treinta y tres empleados y empleadas de Petróleos Mexicanos, a quienes un terrible estallido, al cual queremos creer accidental y no provocado, les arrancó la vida de manera cruel e inesperada. Lo es, de igual manera, la del anciano humanista y escritor, autor de una poesía altamente sensible, reunida en una buena cantidad de libros (como Los demonios y los días, Albur de amor, El manto y la corona o Fuego de pobres), así como de variados ensayos y traducciones (apasionado de la literatura latina –la verdadera literatura latina-, tradujo a Ovidio, Catulo y Lucrecio, así como a los griegos Homero y Eurípides).
  Su muerte se entremezcla, no sé qué tan simbólica y hasta poéticamente, con la de treinta y tres trabajadores cuyos nombres tal vez sólo resultarán importantes para sus familiares y amigos, pero que a final de cuentas son vidas humanas que ya no están físicamente entre nosotros.
  Bonifaz Nuño era, ciertamente, un personaje excepcional, pero no se sentía más que otros y se sabía un hombre común y corriente que le cantaba así a los hombres y mujeres comunes y corrientes:
  “Para los que llegan a las fiestas / ávidos de tiernas compañías / y encuentran parejas impenetrables / y hermosas muchachas solas que dan miedo / –pues uno no sabe bailar, y es triste–; / los que se arrinconan con un vaso / de aguardiente oscuro y melancólico, / Y odian hasta el fondo su miseria, / la envidia que sienten, los deseos… / para los que sufren a conciencia, / porque no serán consolados / los que no tendrán, los que no pueden escucharme; / para los que están armados, escribo”.
  Descansen en paz.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 1 de febrero de 2013

La bestia que todos llevamos dentro

Cuando me dijeron que este número de Marvin tendría como tema central a las bestias, mil cosas para escribir se me vinieron a la cabeza, pero jamás un tema en específico. Si lo relacionaba con el rock, la primera referencia era el álbum The Number of the Beast, grabado en 1982 por Iron Maiden, pero no era como para dedicarle una columna entera (aparte de que no soy precisamente un seguidor del heavy metal y ese grupo me resulta bastante aburridor). En el cine está El día de la Bestia de Alex de la Iglesia (1995), una cinta sin duda muy divertida (¿cómo no recordar a Santiago Segura en el papel de José María, precisamente un jevimetalero tosco, palurdo y calenturiento?), aunque tampoco como para brindarle cuatro mil caracteres de escritura. Ya de La bella y la bestia (1991) de Walt Disney ni hablamos. ¿Las bestias en la mitología? No soy experto en el tema. ¿Las bestias en el satanismo? Mejor no meterse con el 666. ¿Las bestias de carga como metáfora de la condición social de las masas explotadas? No, ya pasaron mis épocas de izquierdoso utópico y radical.
  En las letras están los bestiarios medievales y, más actualmente, los bestiarios de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Juan José Arreola, los tres notables obras de la mejor literatura. Sin embargo, no me parecieron el tema idóneo para este texto.
  Así pues, me quedé pensando en cómo manejar el asunto y como seguía sin encontrar la solución, me di un manotazo en la frente y me dije: “¡qué bestia eres!”. Ahí estuvo la clave: en lo bestia que soy, en lo bestia que solemos ser los seres humanos, en la bestia que todos llevamos dentro, para bien o para mal.
  Porque bestia es un término e incluso un concepto que puede interpretarse de muy diversas maneras. Adolfo Hitler, José Stalin, Benito Mussolini, Francisco Franco, Pol Pot y Augusto Pinochet fueron expresión de la más terrible y brutal bestialidad. En cambio, Lio Messi o Andrés Iniesta son unos bestias para jugar al buen futbol. Vicente Fox fue un presidente bastante bestia, mientras que Jimi Hendrix era una excelsa bestia de la guitarra eléctrica y Ludwig van Beethoven lo era de la música sinfónica.
  Lo bestia como sinónimo de estupidez y oligofrenia. Lo bestia como muestra de salvajismo y violencia. Lo bestia como virtud sobrecogedora. Lo bestia como talento exclusivo de unos cuantos. Lo bestia como muestra de genialidad. Bestias somos y en el camino andamos. Todos tenemos algo de bestias, algo bestial, en cualquiera de las acepciones de la palabra o incluso en varias de ellas.
  Mas para no dejar esta columna como una mera colección de onanistas meditaciones (léase chaquetas mentales), antes de terminar quisiera hacer mención de una de las grandes bestias del rock y quien, tras una década de ausencia, acaba de regresar del ostracismo en el cual se había refugiado. Me refiero, por supuesto, a David Bowie y su retorno a los terrenos discográficos con su álbum The Next Day que aparecerá este mes de marzo.
  Desconozco las razones de su larga ausencia (hay quienes dicen que sufrió un infarto en 2004, otros aseguran que engordó tanto que no quería mostrarse públicamente), pero es un gusto que esté de vuelta, aunque a juzgar por el video de su primer sencillo, la preciosa canción “Where Are We Now”, el hombre se nota un tanto acabado e incluso triste y deprimido. Esa es al menos la impresión que me dio.
  De cualquier manera, qué bueno que un hombre de su estatura artística, una de las grandes bestias de la música popular de los más recientes cuarenta años, siga creando esa música tan perfecta, tan sentida, tan profunda, tan hermosamente bestial.

(Publicado este mes de febrero en la revista Marvin).