martes, 30 de abril de 2013

Spotify

Las formas de escuchar música grabada han variado mucho a lo largo de cien años, pero los cambios han sido más acelerados durante el último tercio de siglo. Del fonógrafo y los discos de acetato al cassette y el disco compacto, hasta llegar al mp3 y la música reproducida por medios digitales, las cosas han cambiado de un modo asombroso. Tan asombroso que en México ya tenemos a Spotify.
  ¿Qué es Spotify? En términos más o menos técnicos, se trata de una aplicación vía streaming para la reproducción de música en computadoras, tabletas y teléfonos celulares. Spotify permite escuchar y comprar canciones o álbumes completos de una enorme cantidad de solistas, grupos y orquestas de todos los géneros musicales, desde el rock y el pop hasta el jazz y la música culta, pasando por todo tipo de subgéneros populares. En una palabra, se supone que ahí debe estar todo lo que uno quiera escuchar (lo cual no es precisamente exacto).
  Aunque la aplicación existe desde hace cinco años (surgió en Europa en 2008), es hasta ahora que arriba a nuestro país y la respuesta está siendo muy buena. En lo personal, la describiría como un equivalente musical a Netflix o Cuevana, combinado con Facebook, Twitter o MySpace, ya que permite seguir a los amigos y ver lo que están escuchando, lo cual resulta divertido y en ocasiones bastante revelador de sus placeres culpables (ya descubrí a algunos roqueros de cepa que oyen a Roberto Carlos o a Sin Bandera). Existen la versión gratuita y la versión Premium sin anuncios (la cual cuesta algo así como cincuenta pesos mensuales).
  Tal vez se deba a que acaba de empezar en México o a que no hay acuerdo de derechos con algunos músicos, pero el hecho es que mientras de algunos es posible encontrar las discografías casi completas, de otros (como los Beatles, Led Zeppelin, Pink Floyd o AC/DC) no hay un solo disco. Imagino que eso irá mejorando con el tiempo. Como sea, son más las ventajas que las desventajas de esta novedosa aplicación.
  ¿Usted ya tiene Spotify? Pruébela, vale la pena.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 29 de abril de 2013

Audrey y el gato

Una bellísima y muy poco conocida foto de la inolvidable Audrey Hepburn.

domingo, 28 de abril de 2013

Viernes de noche y en Triciclo

Gracias a la invitación de mi preciosa amiga Yaloani Méndez, encargada de las relaciones públicas de la banda, el viernes pasado por la noche fui a ver la actuación de Triciclo Circus Band en El Foro del Tejedor de la cafebrería El Péndulo, en la colonia Roma. Allá estaba mi también linda y gran amiga Lissy Alanís y nos hicimos compañía.
  El concierto estuvo muy bien. Los chavos de Triciclo son muy divertidos y tienen muy bien armado el espectáculo, con mucha interacción con el público. Aparte, son muy buenos músicos y la dotación instrumental, básicamente de metales, es amplia. Los tres vocalistas tienen estupendas voces (algo insólito en el medio mexicano). En fin, dos horas muy gratas.
  Al final, me despedí de Yaloani, de mi amigo Esteban Amozorrutia y de un par de integrantes de los Triciclos. Lissy y yo nos acompañamos hasta le estación del metrobús, donde ella se vio con un amigo para irse a una fiesta y yo me regresé  a casa.
  Buena velada.

sábado, 27 de abril de 2013

Los CCHenos

La expresión no es mía, sino del magnífico tuitero chihuahuense Chumel Torres (@ChumelTorres), quien el pasado 19 de abril escribió: “20 encapuchados acaban de entrar a Rectoría de la UNAM. ¿CCHenos?”. Una joya.
  Siempre hay que tomar con sentido del humor las cosas, sobre todo las de la política mexicana, incluso cuando lleguen a extremos tan penosos como los de los delirantes encapuchados (no es un término descalificador, es que así se presentaron: con capuchas) que tomaron la Torre de Rectoría con reivindicaciones (de algún modo hay que llamarlas) que en su mayor parte mueven a risa, como aquella de que no saldrán de allí “hasta que se termine la explotación que conlleva el sistema capitalista”.
  A ojo de buen cubero, para que se acabe dicho sistema (si es que ello sucede) mínimo deben faltar unos trescientos años, así que ya podemos esperar a que los ocupantes de Rectoría tengan hijos, nietos, biznietos, tataranietos, choznos y lo que le siga… y ahí continuarán instalados, aunque sea en calidad de momias.
  La verdad, qué flojera con los métodos sin imaginación que tienen estos chavos. Émulos de los siniestros Miguel Castro Bustos y Mario Falcón, quienes de igual manera se apoderaron de la Torre de Rectoría por allá de los años setenta del siglo pasado, nuestros actuales CCHenos tienen un discurso (de algún modo hay que llamarlo) de un primitivismo ideológico que termina por dar ternura. Juegan a hacer la revolución desde la impunidad que otorga la mal entendida autonomía universitaria y realmente se la creen. Dentro de algunos años, ya plenamente instalados en “El Sistema”, rememorarán estos momentos como quienes recuerdan sus travesuras infantiles.
  Por ahora, son adalides de la revolufia socialista (el otro día, una chava que los apoya se echó un discurso contra el rector José Narro que ya lo hubiera querido Rosa Luxemburgo para un domingo en la plaza). Son los CCHenos, tan aguerridos como los de la CETEG de Guerrero, con quienes comparten una misma e ideológicamente impecable estrategia de lucha: romper vidrios.
  ¡Se ve, se siente, el cristalazo está presente!

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 26 de abril de 2013

Jorge, cinco años

Hoy se cumplen cinco años del fallecimiento de mi hermano Jorge. Quiero recordarlo con las mejores imágenes y momentos que tuvo y no con la tristeza que nos provocó su partida. Sé que anda cerca y que cuida de nuestra mamá. Un abrazo, Georgie, donde quiera que estés.

jueves, 25 de abril de 2013

Bendito higo

Siempre he asociado al higo con el órgano sexual femenino. Me parece un fruto sensual y delicioso, sutil y excitante de la imaginación. Uno toma un higo maduro, lo parte por la mitad y lo primero que mira es la imagen de una bella y colorida vulva. Por eso, cuando me topé con esta fotografía, me di cuenta de que no soy el único que lo mira de ese modo. Bendito higo.

miércoles, 24 de abril de 2013

martes, 23 de abril de 2013

Instrucciones para destruir ángeles

Lo suyo, lo suyo, era el rock industrial. Siempre lo fue. Un rock industrial duro y violento. A principios de los años noventa, el tipo se convirtió en una de las caras más visibles de este subgénero y su proyecto personal, Nine Inch Nails (NIN), fue desde entonces objeto de culto. Hasta que hace unos años conoció a la bellísima vocalista de origen filipino Mariqueen Maandig, la hizo su esposa, suavizó un poco su postura musical y demostró que lo suyo, lo suyo, era también el post industrial.
  Hablo, claro está, de Trent Reznor, quien acaba de poner en circulación Welcome Oblivion (Columbia, 2013), un álbum asombroso de su nuevo proyecto, How to Destroy Angels, en el que comparte créditos con la propia Maandig y con el multiinstrumentista Atticus Ross.
  How to Destroy Angels se presentó hace unos días en el festival Coachella. Debo confesar que cuando vi que cerraría la primera noche en el escenario principal, me pregunté por qué razón iba a hacerlo. Aún no tenía referencia alguna del grupo (esa noche un quinteto) y por curiosidad me dispuse a seguir su actuación por medio de la transmisión en directo de YouTube. Me quedé boquiabierto, por la propuesta musical y también por la propuesta visual: entre los cinco músicos y el público había una serie de telones semitransparentes en los cuales se proyectaban luces y figuras cambiantes, mientras el hipnótico sonido que salía de sintetizadores, cajas de ritmos y demás parafernalia electrónica servía como contexto sonoro a la voz de su cantante femenina y a la guitarra (y eventualmente la voz) de un tipo que me pareció conocido y a quien no tardé en identificar como Trent Reznor.
  Welcome Oblivion es una obra maestra. Aparecido en marzo pasado, el álbum combina el sonido ya clásico de Reznor con un mayor sentido de la melodía, marco perfecto para la voz sensual, misteriosa, de pronto susurrante, de pronto estruendosa, de Mariqueen Maandig.
  A sus casi cuarenta y ocho años (los cumplirá el próximo 17 de mayo), el líder de NIN no ha bajado la guardia. Sólo, quizá, la ha matizado un poco. Cosas del amor, probablemente.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" en la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 22 de abril de 2013

La truculenta historia de "In-A-Gadda-Da-Vida"

“¡Órale, ¿ya viste?! ¡Se echa el solo de batería igualito!”.
  A fines de 1968, muchos conjuntos (que así se les decía en ese entonces) mexicanos de rock tenían como parte de su repertorio dos covers de cajón: “Gloria” de Van Morrison y su grupo Them (aunque en su versión en español, aquella que decía: “Yo conocí a una gringa / muy linda de verdad”) e “In-A-Gadda-Da-Vida” de Iron Butterfly (en su versión larga –larguísima–, solos instrumentales incluidos). El primero era tan sencillo que cualquiera podía tocarlo. En cambio, el segundo requería un poquito más de talento musical, si bien tampoco era un tema especialmente exigente o que requiriera demasiado virtuosismo.
  La popularidad que logró en México “In-A-Gadda-Da-Vida” fue sorprendente y casi tan grande como la que alcanzarían un año más tarde (y de ai pal real) los Cridens (es decir, Creedence Clearwater Revival, el cuarteto californiano encabezado por John Fogerty). Tan popular fue que en las estaciones capitalinas roqueras de aquellos días (Radio 590, Radio Éxitos, Radio Capital, todas en Amplitud Modulada) no tocaban la versión corta –especial para la radio– de la canción (de poco menos de tres minutitos), sino la larga –larguísima–- de 17:05 minutos, algo inusitado para la época.
  Yo mismo, a mis tempranos trece años de edad, ahorré los domingos que me daba mi papá, hasta que pude juntar los cuarenta y cinco pesos que costaba el LP (versión nacional) y me lancé a comprarlo en el legendario Hip-70, cuando todavía estaba a un lado de la Pistahielo Insurgentes (hoy Plaza Inn), en San Ángel. Aún conservo el disco de acetato, ya medio madreadón pero escuchable.
  ¿De dónde proviene la magia de esa composición, la cual fue también muy gustada en otras partes del mundo? Son varios los elementos que la hicieron tan famosa. En primer lugar, el pegador riff al unísono –en Re menor– del bajo, el órgano y la guitarra, aquel tan-tan-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta en obstinato que todo roquero que se respete recuerda al dedillo. Luego está el beat lento e hipnótico de toda la pieza, un ritmo repetitivo y envolvente, sosegadamente acompasado,  que termina por seducir al escucha. Otro ingrediente es la voz del cantante, Doug Ingle –grave, afectada, teatral, de barítono–, así como las florituras de su órgano –de pronto psicodélico, de pronto barroco, de pronto con aires del Oriente Medio– y están por supuesto los famosos solos: el de guitarra, por el entonces jovencísimo Erik Brann (tenía diecisiete años), limpio, profundo, cuasi hendrixiano, y el que quizás sea el solo de batería más famoso e imitado de la historia (hasta los Beatles lo homenajean en “The End”), obra del chaparrito Ron Bushy (cuyo aspecto físico siempre me recordó a Charles Manson).
  Cuenta la leyenda que el nombre original de la canción era “In the Garden of  Eden” (En el jardín del Edén), pero que poco antes de la grabación de la misma, en los estudios Ultrasonic de Long Island, en Nueva York (otra versión dice que fue la semana anterior, en la casa de Doug Ingle, en Los Ángeles), los cuatro integrantes del grupo (habrá que mencionar al bajista Lee Dorman) estaban tan ebrios y drogados (cruzados, pues) que cuando Bushy le preguntó desde lejos a Ingle cómo se llamaba su composición, éste respondió entre balbuceos algo tan ininteligible que el baterista entendió “in a gadda da vida” y lo anotó en un papel. Poco después, ya más sobrio, el organista leyó aquel galimatías y el juego de palabras le pareció tan irónico que decidió usarlo. Así quedó para la posteridad.
  También se narra que el productor del disco, Jim Hilton, se quedó atorado en un congestionamiento de tránsito y no pudo llegar a tiempo a la grabación, por lo que los integrantes del grupo optaron por realizar, mientras tanto, una prueba de sonido de la pieza. El ingeniero del estudio, Don Casale, tuvo la precaución de grabar aquella prueba, la cual quedó tan bien que no hubo necesidad de repetirla y es la misma toma que el mundo entero conoce.
  La letra de la canción no tiene un gran contenido poético que digamos (“In a gadda da vida, honey / don’t you know that I’m loving you”), pero luego de cuatro décadas y media nadie ha levantado una protesta seria al respecto y a nadie parece importarle.
  A cuarenta y cinco años de distancia, “In-A-Gadda-Da-Vida” sigue siendo un tema popular y un hito en la historia del rock psicodélico (aunque para algunos es también uno de los primeros antecedentes del heavy metal).
  Lee Dorman, el bajista de Iron Butterfly, dijo alguna vez: “No importa lo que me suceda durante el resto de mi vida. Yo sé que he sido parte de algo que hizo historia y esa canción sí que la hizo”.
  Tan-tan-ta-ta-ta-ta.

(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario).

domingo, 21 de abril de 2013

La sexta temporada de Californication

Terminé de ver la sexta temporada de Californication y aunque me gustó mucho, quizá sea la que menos me ha encantado. Creo que se debe a que le dieron demasiada importancia a Atticus Fetch, el personaje interpretado por el actor y cómico australiano Tim Minchin. No estaba mal, pero hicieron depender demasiado la historia de él. En cambio, el gran hallazgo fue el de la bellísima Faith (Maggie Grace), la maravillosa diosa groupie. Por su parte, Charlie Runkle, Becca, Karen y el gran Hank Moody evolucionaron cada uno a su muy peculiar manera.
  He visto las seis temporadas de la serie y ya espero con ansias la séptima, aunque parece que la pasarán hasta el año próximo. Ni hablar.

sábado, 20 de abril de 2013

La doble moral de los chavistas mexicanos

Chavistas-maduristas sería quizá mejor llamarlos. El caso es que no deja de mover a risa (un tanto histérica, eso sí) la posición de los simpatizantes mexicanos del Dios Padre (Hugo Chávez), el Hijo (Nico Maduro) y los Espíritus Santos (Fidel y Raúl Castro) luego de las dudosas elecciones del domingo pasado en Venezuela.
  Según el equivalente al IFE de aquel país, Maduro ganó a su contrincante, Henrique Capriles, por menos de un punto, más o menos la misma distancia con que Felipe Calderón venció a Andrés Manuel López Obrador en México, en 2006. Tal como sucedió aquí hace poco más de seis años, cuando el candidato derrotado denunció fraude y exigió el recuento de los votos, hoy en aquella república bananariana el perdedor reclama lo mismo. Pero, ¿cuál es la reacción de los chavistas-maduristas mexicanos? Decir que las exigencias de Capriles son parte de un plan desestabilizador y golpista patrocinado por el imperialismo yanqui, etcétera. O sea…
  Se trata de medir lo mismo pero con diferente rasero. Aunque las evidencias de una elección desigual y de un posible fraude son mucho mayores en la Venezuela de 2013 que en el México de 2006, nuestros fans de la triada cómico-mágico-musical conformada por Chávez, Maduro y los Castro no ven la paja en el ojo caraqueño y sí la ven en el de este lado. Como ya es costumbre, estamos de nuevo frente al jueguito de la doble moral que perdona todo lo que provenga de sus semejantes y condena todo lo que tenga que ver con sus adversarios. Dado que el locuaz (en todos los sentidos del término) Maduro (delirante personaje que habla con pajaritos) es “de izquierda” (ajá), se le perdona cualquier barbaridad y como el no menos acelerado Capriles es “de derecha”, hay que pegarle con todo.
  A mí lo único que me sigue quedando claro, al observar lo que hoy sucede en los divididos y surreales pagos venezolanos, es que los mexicanos nos salvamos dos-veces-dos de padecer algo similar y eso me provoca, a decir verdad, un gran alivio.
  En un año veremos dónde está Venezuela y dónde está México. Solamente hay que dar tiempo al tiempo.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 19 de abril de 2013

FerJohn y MariYoko

Fui con mi hermana Myrna y mi sobrina Leyla al teatro-bar El Vicio, de Coyoacán, para ver la obra sobre John y Yoko escrita y dirigida por Fernando Rivera Calderón y actuada por este mismo y la gran Marisol Gasé. Divertidísima. Con una gran cantidad de gags que hace que uno no pare de reír durante las cerca de dos horas que dura la puesta en escena. Las caracterizaciones son asombrosas, no sólo de Fernando como John Lennon y de Marisol como Yoko Ono (ver foto abajo), sino otras dos que hacen: la de Marilyn Monroe (Marisol) y el Che Guevara (Fernando) y la de Diego Rivera (¡Marisol!) y Frida Kahlo (¡Fernando!... y sí, no me equivoqué). Esta última es increíblemente jocosa (ver foto a un lado), como lo es la parte en que John y Yoko aparecen "desnudos".
  En fin, la pasamos de maravilla. Antes de que empezara la obra me encontré al Sr. González y a su Graciela, con quienes estuve platicando un buen rato. Me dio mucho gusto verlos también. Al final saludé a Gaby Orozco y a Claudia Espinosa. Luego pasé al camerino para saludar y felicitar a Fer y Marisol. Una noche estupenda.

jueves, 18 de abril de 2013

Elefante blanco

No me cabe duda: el cine argentino se encuentra muy por encima del mexicano. Mientras aquí todo el mundo se desgañita por Nosotros los nobles y clama por "apoyar a nuestro cine", allá se filman películas como Elefante Blanco (2012), dirigida por Pablo Trapero y con las estupendas actuaciones de Ricardo Darín (la cara más visible de la cinematografía rioplatense de unos años para acá), la guapa Martina Gusmán y el belga Jérémie Renier.
  La historia de un grupo de sacerdotes que labora en una ciudad perdida ("villa miseria" les dicen allá) y que trata de levantar unas viviendas dignas para sus pobladores, es narrada de manera austera, pausada, intensa, sobria. No hay aquí esas sobreactuaciones tan típicas de ese "nuestro cine", los parlamentos son naturales y creíbles y la narración es tensa pero sin ese culto al pobrismo al que son tan afectos algunos directores mexicanos (la escuelita tremendista de Arturo Ripstein).
  La cinta es violenta y muestra el terrible submundo del narcomenudeo, con sus venganzas entre bandas contrarias.
  Por cierto, el título de Elefante blanco se debe a la existencia de un gigantesco inmueble que iba a ser un gran hospital popular en los años cuarenta y cuya construcción se vio suspendida por razones económicas y políticas. El edificio existe en la vida real y es a su alrededor que hay estas villas miseria.
  En verdad, una gran película.

miércoles, 17 de abril de 2013

Spotify

Pues como ya muchos lo han hecho o lo están haciendo, en cuanto entró Spotify a México, yo también me inscribí. El sitio para escuchar música me pareció muy bueno, sobre todo al principio, cuando me puse a explorar y me encontré, por ejemplo, con la discografía casi completa de Frank Zappa. Uno puede escuchar muchos de sus discos enteros y esa es una gran cosa. Lo mismo me pasó con Bill Evans.
  Sin embargo, me decepcionó al buscar a Crosby, Stills & Nash: ¡no hay sun solo disco suyo!... y de John Lennon casi tampoco hay cosa alguna. Imagino que poco a poco irá mejorando.
  Con todo, vale mucho la pena, ya sea en su versión gratuita (con un par de anuncios cada hora que en lo personal no me molestan) o la premium, sin esos anuncios y al parecer otras ventajas (hay que pagar una cantidad mensual no muy onerosa).
  Spotify es también una red social, pues uno puede ver lo que los amigos escuchan, sus playlists y hacer intercambios.
  Pienso que sí vale la pena y que irá creciendo rápidamente.

martes, 16 de abril de 2013

Julieta Venegas: ¿eléctrica o electrizada?

Antes que nada diré que me parece injusto juzgar la música de Julieta Venegas desde un punto de vista roquero, cuando lo que ella hace, sobre todo a partir de su tercer disco, es música pop, en el sentido más estricto de la palabra. Es bajo ese parámetro que quise escuchar y analizar su más reciente álbum, el flamante Los momentos (Sony, 2013).
  Aunque he leído comentarios que se refieren a este trabajo como una absoluta maravilla, creo que no lo es tanto. Tampoco pienso que sea un mal disco. De hecho, me parece superior, por ejemplo, al último larga duración de Café Tacuba.
  Venegas decidió incurrir en el pop electrónico (que no en la electrónica) y el resultado no fue del todo afortunado. Sí, la producción es correcta, el sonido es bueno (al parecer lo hizo en su estudio casero), pero lejos de emparentarse con expresiones más propositivas del rock pop electrónico actual (digamos The Knife, Lamb, Metric o incluso Lykke Li), la tijuanense pareció inclinarse más por los “experimentos” de Natalia Lafourcade (quien participa en el disco) y las estructuras cancioneras del José Luis Perales de “Por qué te vas”. De ahí, insisto, que haya que revisar a Los momentos desde un punto de referencia estrictamente popero. A partir de esa óptica, se trata de un disco bueno a secas, muy alejado de la calidad de los dos primeros álbumes de la cantautora.
  Conocí personalmente a Julieta recién llegada al Distrito Federal, en 1996, cuando como todo equipaje (lo digo metafóricamente) traía consigo un cassette con seis demos de las canciones que formarían parte de su álbum debut, Aquí (a mi modo de ver el mejor de su obra discográfica, por mucho). Luego la vi tocar al frente de La Milagrosa. Con Kurt Cobain y Saúl Hernández, fue la única persona que apareció en tres ocasiones en la portada de la revista La Mosca en la Pared que yo dirigía. La estimo. La respeto. Me parece una artista auténtica y congruente. Pero extraño la música que hacía en sus orígenes. Pudo ser nuestra Tori Amos, nuestra Fiona Apple. Se conformó con ser nuestra Javiera Mena, nuestra Jeanette. Ni hablar.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio", en la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 15 de abril de 2013

Sin ti

“Sin ti no podré vivir jamás”, reza el célebre y musicalmente muy hermoso bolero escrito por Pepe Guízar. En esa creencia hemos sido educados, hombres y mujeres, todo este tiempo. “Sin ti no hay clemencia en mi dolor, la esperanza de mi amor te la llevas por fin”. ¿De veras? ¿Realmente no podemos vivir sin la presencia de la persona a quien decimos amar? ¿Y si esa persona no quiere estar más con nosotros? ¿Y si decide irse? ¿No podremos seguir viviendo? ¿Tendremos que cortarnos las venas, ahogarnos en una tina o beber cianuro? Por supuesto que no.
  En esa infame idea de que nuestra felicidad debe depender del otro o la otra nos hemos hundido absurdamente, hasta el punto de hacer del amor –o más bien del enamoramiento– un concepto más identificado con el dolor que con el gozo, con la pena que con la dicha.
  Hace poco, una amiga me contaba desconsolada que había roto con su novio. Ella había tomado la decisión, por la sencilla razón de que aquel hombre no le daba la atención suficiente y mantenía su noviazgo en una indefinición que para ella resultaba insoportable. “No se comprometía, era evasivo, parecía que yo le avergonzaba”. Sin embargo, al preguntarle si regresaría con él, su respuesta fue contundente: “¡Por supuesto que sí, yo lo amo! Pero tendría que cambiar su actitud”. Ajá.
  Somos pésimos para dar vuelta a la hoja y alejarnos de quienes jamás nos darán lo que queremos. Pero, ¿qué es lo que queremos realmente? Lo que demandamos es atención, protección, seguridad, cariño sin medida y, sobre todo, la más total y absoluta exclusividad. Casi nada.
  Entonces, vuelvo a la pregunta del principio: ¿en verdad no podemos vivir sin la otra persona? ¿Tan baja tenemos nuestra autoestima que hacemos depender el acceso a la felicidad no de nosotros mismos, sino de quien nos empeñamos en que debe ser nuestra o nuestro? Ahí veo un mal enfoque de las cosas y éste tiene que ver con la forma como –hombres y mujeres, mujeres y hombres- hemos sido educados y condicionados desde niños. La creencia de que el amor es exclusivista resulta por demás dañina y nos hace padecer tristezas innecesarias que casi siempre se curan con el tiempo y que vistas hacia atrás, al final acaban por resultarnos intrascendentes. ¿Cuántos de nuestros novios o novias de adolescencia, por quienes dábamos la vida y a los que sentíamos únicos, significaron algo importante poco después? En la mayoría de los casos, ninguno.
  Nuestra vocación por el melodrama telenovelero nos ha convencido de que el amor es sinónimo de calvario y lo sufrimos en lugar de convertirlo en algo lúdico y en fuente de regocijo.
  “Sin ti es inútil vivir, como inútil será el quererte olvidar”, afirma el último verso de la composición de Guízar? ¿En serio? ¡Al demonio! Claro que no será inútil vivir y claro que podré gozar y tener muchos amores y satisfacciones y besos y orgasmos con una, dos, tres, diez, cien personas más. Por todos los cielos, no permitamos ya que el amor sea un bolero falaz (dirían los Aterciopelados). Hagamos del mismo una sinfonía pastoral plena de color, de sabor, de alegría, de variedad y diversificación.
  Gocemos el amor y dejemos de sufrirlo de una buena vez y para siempre.

domingo, 14 de abril de 2013

Surya

Somos amigos de facebook desde hace algunos meses y hoy nos tocó al fin conocernos en persona. Surya vino de visita y me cayó muy bien. Música, charla y cero bebidas espirituosas (mi visitante no podía beber por estar tomando un antihistamínico). Pero como ella misma dijo: ni falta hace. Larga charla y buena conocencia de esta joven periodista independiente y mujer viajera, en una tardenoche amena y divertida. Me dio gusto iniciar esta nueva amistad.

sábado, 13 de abril de 2013

Heberto Castillo: un recuerdo personal

Conocí al ingeniero Heberto Castillo en 1976. El 26 de febrero de ese año, mi entonces esposa, Rosa Olivia Hellion Tovar, y yo nos afiliamos al Partido Mexicano de los Trabajadores, PMT, en una asamblea popular en el centro de Tlalpan (el "zócalo" de Tlalpan, como entonces le decíamos). Recuerdo que esa tarde conocimos a Eduardo Valle, "El Buho", y a otros futuros compañeros del partido. Una semana más tarde, Rosa fue nombrada Secretaria de Relaciones Femeninas y yo Secretario de Relaciones Culturales del Comité Delegacional Tlapan. Como tales, junto con otros cinco o seis compañeros tlalpeños, acudimos al poco tiempo a nuestra primera asamblea nacional ordinaria, un sábado de marzo de aquel año, en la sede del PMT, un vetusto y destartalado edificio en la calle de Bucareli. Ahí vimos por primera vez a Heberto Castillo.
  Desde aquel día, mi admiración por el ingeniero fue creciente. Ya sabía de él desde años atrás, ya que fue uno de los maestros dirigentes en el movimiento estudiantil de 1968 y fue preso político por esa causa. Ya había leído muchos de sus textos y artículos y sabía de sus esfuerzos, al lado de personajes como Demetrio Vallejo y Tomás Cervantes Cabeza de Vaca por construir una opción política de izquierda ajena al Partido Comunista, el cual dependía demasiado de la línea marcada desde Moscú. Se trataba de conformar una alternativa progresista, nacionalista, democrática, antipriista y antiimperialista (eran los setenta, entiéndase el contexto).
  Vi muchas veces a Heberto a lo largo de los tres o cuatro años que milité en el PMT. Asistí a varias de sus pláticas y conferencias que además de instructivas eras amenas y divertidas, debido al irónico sentido del humor de que hacía gala el ingeniero Castillo. Leí algunos de sus libros y hasta tuve el honor de que escuchara algunas de mis canciones (yo cantaba en asambleas y otros actos partidistas, al lado del grupo La Nopalera, conformado por Marcial Alejandro, Maru Enríquez, Javier Izquierdo y el gran Arturo Cipriano, quien en más de una ocasión me acompañó con su sax y su flauta). En ese entonces escribí temas musicales como "Obrero", "La huelga", "Huapango del trabajo", "No tenemos miedo" y hasta una "Marcha del PMT".
  Cuando el PMT se fundió con el PSUM y otros partidos para constituir el PMS y más tarde el PRD, mi militancia fue disminuyendo. Sin embargo, mi admiración por Heberto continuó incólume, incluso cuando declinó su candidatura a la presidencia para dejarla en manos de otro ingeniero, Cuauhtémoc Cárdenas.
  Heberto Castillo falleció hoy hace dieciséis años. Lo recuerdo con gran afecto como un esplendido ser humano, como una mente brillantísima (como ingeniero es uno de los mejores que ha dado este país), como un verdadero hombre de izquierda y como el político mexicano más honesto y congruente que he conocido.
  Un héroe, en el mejor sentido de la palabra.

(Versión larga de mi columna "Cámara húngara" de hoy, publicada en Milenio Diario)

viernes, 12 de abril de 2013

Gangster Squad

No soy un aficionado a las películas de zombies, pero Zombieland (una parodia de las mismas) me encantó. En cambio, soy un fan absoluto de las cintas de gangsters (desde las que protagonizaban James Cagney, Humphrey Bogart y Edward G. Robinson en los años treinta hasta las de Sergio Leone, Brian de Palma y, sobre todo, Martin Scorsese), pero Gangster Squad no terminó de convencerme.
  ¿Qué tienen que ver entre sí  Zombieland y Gangster Squad? La realización. Ambas están dirigidas por  Ruben Fleischer.
  Vi hoy la segunda y a pesar de su impresionante elenco (Josh Brolin, Ryan Gosling, Nick Nolte, Emma Stone, Sean Penn, Michael Peña, Giovanni Ribisi) y su estilo preciosista, no termina de cuajar y resulta una especie de exagerado comic lleno de colores, sombras... y sobreactuación. No que sea una película mala, pero tampoco va más allá de su calidad palomera, caricaturesca (pero sin un sentido paródico) y para pasar el rato. Nada que ver con obras de arte del cine gangsteril como White Heat, Scarface, Érase una vez en AméricaGoodfellas o Los intocables (con la que tiene varios puntos en común, pero sin acercarse ni remotamente a igualarla). En fin, una cinta intrascendente. Con momentos divertidos, pero nada más.

jueves, 11 de abril de 2013

Participio activo

En español existen los participios activos como derivados verbales. Por ejemplo, el participio activo del verbo atacar es atacante, el de sufrir es sufriente, el de cantar es cantante, el de existir existente, etcétera. ¿Cuál es el participio activo del verbo ser? El participio activo del verbo ser es “ente”. El que es, es el ente. Tiene entidad. Por esta razón, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se le agrega la terminación “ente”. Por lo tanto, a la persona que preside se le dice presidente, no presidenta, independientemente de su género.
  Se dice capilla ardiente, no ardienta. Se dice estudiante, no estudianta. Se dice adolescente, no adolescenta. Se dice paciente, no pacienta. Se dice comerciante, no comercianta. Se dice cliente, no clienta.
  La Sra. Cristina Fernández de Kirchner es la actual presidente de Argentina. Dilma Rousseff, en su momento, recibió las felicitaciones del presidente peruano Alan García y su gobierno como “Presidenta electa”, no por motivos ideológicos, sino por la ignorancia de la gramática de la lengua española.
  Un mal ejemplo del uso del castellano, al escribir o al hablar, sería decir: “La pacienta era una estudianta adolescenta sufrienta, representanta e integranta independienta de las cantantas y la velaron en la capilla ardienta ahí existenta”.

(Tomado de algún sitio de internet que no recuerdo, como tampoco recuerdo el nombre del autor, de origen sudamericano).

miércoles, 10 de abril de 2013

Rock y fotografía

Mick Jagger por Annie Leibovitz.
¿Una imagen vale más que mil palabras? No necesariamente. De hecho, casi nunca acontece así. En ese sentido, el valor de la fotografía se ha exagerado, al darle prácticamente la calidad de un metalenguaje. No. La foto posee sus propios códigos, con sus alcances y sus limitaciones, pero jamás superará la profundidad de la palabra hablada o escrita. Esto no significa que se le desprecie. Por el contrario, la imagen fotográfica es un arte, un oficio, un modo de expresión de enorme importancia, parte inseparable de la comunicación contemporánea y como tal –como arte, oficio y modo de expresión-, ha desempeñado un papel fundamental dentro del campo de la música en general y de la música de rock en particular. A diferencia de lo que sucede en otros géneros, en el rock la fotografía ha jugado un rol de la mayor trascendencia, en ocasiones empatándose casi con la propia música. Carreras musicales enteras se han apoyado en el manejo de la imagen. ¿Qué hubiera sido de Elvis Presley sin la reproducción de su rostro, de su cuerpo, de sus poses y sus actitudes en decenas de miles de publicaciones alredor del mundo o en las portadas mismas de sus discos? Seguramente hubiese tenido un gran éxito, mas ni por asomo se habría convertido en el icono de culto en el cual se transformó. Y lo mismo podemos decir de muchos otros, desde los Beatles hasta David Bowie, desde Kurt Cobain hasta el propio Thom Yorke. Curiosamente, otras carreras se han basado en la negativa absoluta a ser fotografiados, caso concreto de The Residents o de Sigur Ros. Como sea, la foto ha acompañado a rocanroleros y roqueros durante cerca de cincuenta años (si damos como válida la discutible tesis de que en este 2004 se cumplen cinco décadas del nacimiento del rock). Es por ello que La Mosca quiso brindar un humilde homenaje a los grandes fotógrafos, nacionales y extranjeros, que se han encargado de mostrar la apasionante historia de esta música con sus extraordinarias imágenes.

(Editorial "Ojo de mosca" que escribí para el No. 85 de La Mosca en la Pared, aparecido en agosto de 2004).

martes, 9 de abril de 2013

Del arte de andar en triciclo

Su sonido podría definirse como el que produciría el encuentro entre Paté de Fua y Qué Payasos. Tienen influencias del grupo Beirut (en especial de su disco March of the Zapotec/Realpeople Holland de 2009) y en general de las agrupaciones que tocan música de los Balcanes (como el cineasta serbio Emir Kusturika y su No Smoking Orchestra). También poseen algo de chanson française, de música de vaudeville y hasta de ska mexicano (dato este no precisamente elogioso).
  Esta ensalada de influencias podría producir un resultado indigesto. Sin embargo, los integrantes de Triciclo Circus Band cuentan con una ventaja: son excelentes músicos y al escucharlos uno intuye que la mayoría, si no es que todos, tienen conocimientos académicos filarmónicos.
  En su reciente y festivo disco No corro, no grito, no empujo, esta banda (lo es en el sentido estricto del término, ya que su dotación instrumental incluye metales) ofrece trece temas llenos de frescura y buen humor. El octeto suena muy bien y sus cantantes solistas son bastante buenos (algo insólito en un medio, el del rock nacional, en el que las voces masculinas afinadas y con calidad interpretativa brillan por su ausencia).
  La mayoría de las canciones son en español, pero hay algunas con letras en francés (bien pronunciado) y en italiano. Otro mérito: la música es variada y en ningún momento parece que estemos oyendo la misma canción todo el tiempo, como suele suceder, ya que lo mencionamos atrás, con el monótono y repetitivo (además de estridente) ska que se produce en México.
  En sus conciertos, Triciclo Circus Band emplea recursos teatrales y circenses para divertir a su público, pero ello no va en detrimento de su música ni lo hace para disimular deficiencias.
  Con canciones tan buenas como “Excusez moi”, “El amor”, “Amanece” o “Oaxaca”, el álbum resulta en verdad recomendable, un garbanzo de a libra dentro de una escena deprimida y deprimente. No desaproveche usted la oportunidad de oírlo y disfrutarlo. No se arrepentirá.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 8 de abril de 2013

Beatriz y Talía

A mediodía me vi con la escritora Beatriz Rivas en El Péndulo de la colonia Condesa, para tomar un café, intercambiar novelas y charlar un rato. Yo le pasé uno de los pocos ejemplares que me quedan de Matar por Ángela y ella uno de su más reciente libro: Distancia. Pasamos cerca de dos horas muy amenas y divertidas, me dio mucho gusto conocerla en persona.
  Ya en la noche, vino a visitarme mi adorada amiga Talía Chavira, a quien no había visto este año. Trajo un licor japonés de durazno muy dulce pero muy rico que junto con la música sirvió para amenizar aún más la reunión. Nos pusimos al día en muchas cosas (ambos teníamos novedades que contar) y la pasamos realmente bien.
  Una amiga nueva y una amiga ya de mucho tiempo (conocí a Talía en el 2001).
  Buen lunes.

sábado, 6 de abril de 2013

Cabeza de Vaca y los norcoreanos morenos

Tomás Cervantes Cabeza de Vaca
No diré que fue mi amigo, porque mentiría. Mi memoria de Tomás Cervantes Cabeza de Vaca es como dirigente del Comité Nacional del Partido Mexicano de los Trabajadores, a fines de los años setenta del siglo pasado, cuando con mi entonces esposa fui militante del mismo y lo veíamos en algunas reuniones, dentro del vetusto edificio de la calle Bucareli, sede del PMT, inmueble que desapareció luego del terremoto del 19 de septiembre de 1985.
  Lo recuerdo como un tipo afable, tranquilo y muy inteligente, de fuerte personalidad. Era de aquellos hombres de izquierda alejados de los dogmas, flexible, demócrata, un político de ideas, muy en la línea del inolvidable Heberto Castillo, quien siempre andaba por ahí también, en aquellas asambleas ordinarias semanales a las que solíamos acudir como representantes del Comité Delegacional de Tlalpan.
  Su fallecimiento fue para mí muy sorpresivo y lamentable, aunque debo admitir que hacía varios años que no sabía de él. Pero al enterarme de su muerte, no pude menos que comparar su trayectoria y su presencia con la de quienes hoy se ostentan como los representantes de la izquierda mexicana, muchos de ellos ex priistas y otros que provienen de partidillos de origen tan oscuro como aquel ya inexistente PST de Rafael Aguilar Talamantes o el salinista Partido del Trabajo, hoy regenteado por algunos adoradores del delirante jovenzuelo que tiraniza a Corea del Norte y lanza bravatas de guerra nuclear, el indescriptible dictador Kim Jong-un.
  Eso para no hablar de los admiradores morenistas (aunque algunos sigan enquistados en el PRD) del líder bolivariano convertido en pájaro (Nico Maduro dixit), Hugo Chávez. Porque al leer los panegíricos de la senadora Dolores Padierna acerca del fallecido presidente de Venezuela, uno no puede menos que sentir escalofríos, en especial cuando doña Lola dice que desearía que en México hubiese un gobierno como el del malogrado comandante (¡toco madera!).
  Se fue Cabeza de Vaca, un verdadero hombre de izquierda, y se quedan, en cambio, los morenistas norcoreafílicos y bananarianos.
  ¡Pa su ma…!

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 5 de abril de 2013

Así es esto de las Cícladas

Hay teorías que señalan que la historia se desarrolla en ciclos. Ciclos que se repiten de manera inexorable y que nos llevan a un periódico y constante regreso al pasado. Esto puede aplicarse a la historia de la humanidad en lo general y a la historia de la música en lo particular.
  En el caso del rock, la teoría de los ciclos parecería irrefutable. A lo largo de sus cerca de sesenta años de existencia, este género ha visto ir y venir diversos estilos, en algunas ocasiones de un modo repetitivo y en otras con ciertas innovaciones.
  Lo estamos viviendo ahora mismo, en pleno 2013, cuando buena parte de lo que se ha dado en llamar lo indie no es más que un revival del rock folk de mediados de los años sesenta del siglo pasado. Agrupaciones como Mumford & Sons, The Avett Brothers, Fleet Foxes o Alabama Shakes retoman lo que en su momento hicieron The Band o Crosby, Stills & Nash. Uno encuentra referencias al pasado en prácticamente todos los grupos y solistas de la actualidad, lo cual resulta lógico, pues parece imposible que a estas alturas alguien pueda inventar el hilo negro.
  Los ciclos se repiten, pues, a veces de manera circular y a veces como una espiral. En el primer caso, tenemos un estancamiento. Esto lo podemos ver en el rock que se hace en México, encerrado en un círculo exasperante que repite una y mil veces lo que ya hicieron otros en tiempos pretéritos. Por eso hay tantas “bandas” que imitan a los Caifanes (quienes se iniciaron como imitadores de Soda Stereo que a su vez imitaba a The Cure). Por eso hay tantas también que intentan ser la nueva Maldita Vecindad o el nuevo Tri.
  Se trata de un círculo vicioso interminable que nada aporta y que lleva a aberraciones tales como las de Enjambre, un combo que se disfraza de roquero e interpreta música grupera al mejor (o peor) estilo de los Bukis o los Temerarios.
  De ahí la importancia de que los ciclos, a pesar de su inevitabilidad, lleguen a modo de espiral, como una evolución, que si bien no crea algo realmente novedoso, si aporta nuevas ideas a lo ya existente para adaptarlo desde una perspectiva que lo refresque y lo enriquezca.
  El arquetipo de los ciclos es casi tan añejo como la humanidad misma. En la antigua Grecia, una de las zonas más sagradas era la de las Cícladas, islas que formaban un círculo casi perfecto y por ello tenían una gran importancia religiosa. Qué decir de los mexicas y su siglo de cincuenta y dos años o de los mayas y sus grandes ciclos astronómicos, de los cuales tanto se habló a finales del año pasado.
  Por eso es normal que esta constante repetición cíclica, ya sea circular o en espiral, se dé también en el rock y forme parte de su evolución. La cuestión está en no enajenarse en el culto a lo inamovible, en la adoración al círculo cerrado que sólo da vueltas sobre sí mismo, como la serpiente que se muerde la cola, sino en apreciar lo que viene del pasado, absorberlo, estudiarlo, para tomar sus mejores elementos y seguir avanzando en pos de nuevas ideas.
  Retomo lo que escribí líneas atrás respecto al rock que se hace en México. Salvo muy contadas y honrosas excepciones, la mayor parte de los músicos nacionales abrazan la teoría del círculo y repiten ad nauseam lo que ya se hizo. No sé si eso sea parte de la idiosincrasia mexicana, esa misma que nos hace aferrarnos al todo tiempo pasado fue mejor y que hace que en otros campos, como el de la política, muchos confundan progresismo e izquierdismo con el nacionalismo revolucionario de los viejos priistas y se conviertan, paradójicamente, en izquierdistas reaccionarios. Mientras no se rompa con esa sujeción nostálgica, tan metida en el inconsciente colectivo, no habrá evolución en espiral posible y estaremos condenados a girar en un mismo punto por los siglos de los siglos.

(Mi columna "Bajo presupuesto" de este mes, publicada en la revista Marvin No. 110).

jueves, 4 de abril de 2013

El arte de mirarse los zapatos

Así como entre los seres humanos existen quienes son abiertos, extrovertidos, osados, altivos, desafiantes e incluso exhibicionistas, también los hay tímidos, apocados, inseguros, dubitativos, escuetos, incluso temerosos.
  Lo mismo pasa en la música y muy especialmente en el rock, género en el cual lo normal durante muchos años fue toparse con grupos y solistas que al subir a un escenario se mostraban estruendosos, retadores, hiperquinéticos y plenos de poderío. Salvo algunos cantantes de folk, los roqueros en general mostraban y siguen mostrando una actitud de divas, de estrellas, de seres inalcanzables, aunque en la vida real sean sujetos tanto o más vulnerables que su propio público.
  A fines de los años ochenta y principios de los noventa de la centuria pasada, se produjo un fenómeno dentro del rock que vino a contradecir dicha actitud. Será que ciertos músicos eran o habían sido nerds o víctimas del bullying o cargaban algún sentimiento de vulnerabilidad y hasta de misantropía, pero tanto en los Estados Unidos como en Europa y especialmente en Irlanda y Escocia, surgieron músicos que al presentarse en concierto se ensimismaban, se encerraban en sus personas y en una especie de muro sonoro (que nada tiene que ver en sus intenciones con la pared de sonido inventada por el productor Phil Spector a principios de los sesenta) que parecía protegerlos de cualquier eventualidad y de cualquier agresión del entorno. Eran todo lo contrario de los Rolling Stones o The Who, lo opuesto a Queen o a los Sex Pistols. No existía parafernalia alguna que los recubriera de oropeles, no producían espectáculos vistosos, no había en ellos movimientos escénicos delirantes o restallantes fuegos de artificio. Se limitaban a tomar sus instrumentos, pararse en el foro y tocar y cantar como si estuviesen a solas. Algunos adquirieron la costumbre de bajar la vista y daban la impresión de estarse mirando los zapatos todo el tiempo. A este fenómeno empezó a conocérsele como shoegaze (de shoe, zapato, y gaze, mirar algo con fijeza) y terminó por convertirse en un subgénero seguido por miles de personas que se identificaron con esa peculiar actitud y con ese singular sonido.
  Dos agrupaciones destacan como las más representativas del shoegaze: los escoceses The Jesus and Mary Chain y los irlandeses My Bloody Valentine. En ambos podemos escuchar los referidas muros sonoros producidos por guitarras que no permiten silencios en su estruendo, un estruendo melódico sin embargo, lo que marca una sutil diferencia con el noise rock de grupos como Sonic Youth.
  El shoegaze es algo así (y asumo la responsabilidad de mis palabras) como si The Velvet Undergound se encontrara con Brian Wilson. Porque en su estilo están presentes la estética y las ideas de ambos. Digamos que lo que The Jesus and Mary Chain y My Bloody Valentine hicieron fue, más que noise rock, un noise pop: música ruidosa, omnipresente, ensordecedora, pero con un énfasis muy especial en los aspectos armónicos y melódicos.
  El cuarteto, surgido en Dublin en 1984, y cuyo álbum de 1991, Loveless, se convirtió en el clásico de clásicos del shoegaze, acaba de poner en circulación, 22 años más tarde, un nuevo disco, casi tan bueno como su viejo antecesor.
  m b v es el título de este sorpresivo larga duración aparecido a principios de febrero pasado. Digo sorpresivo, porque casi nadie esperaba que My Bloody Valentine volviera a grabar después de tanto tiempo. Pero Kevin Shields, Colm O’Cíosóig, Bilinda Butcher y Debbie Googe, los cuatro miembros originales del grupo, están de regreso, ya como venerables cincuentones, y su música se conserva prácticamente intacta. Quiero decir que se mantiene el sonido de Loveless e incluso de sus dos álbumes iniciales (el This Is Your Bloody Valentine de 1985 y el Isn’t Anything de 1988). Temas nuevos como (así, con minúsculas) “who sees you”, “if i am” y sobre todo “she found now” remiten al Loveless, mientras que “only tomorrow” y la preciosa “in another way” coquetean un poco más con lo melodioso e incluso con lo pop.
  Ciertamente, la música de My Bloody Valentine no es para cualquiera. De pronto puede parecer demasiado etérea, demasiado nebulosa, demasiado monótona. Sin embargo, el que agrupaciones actuales tan reconocidas como The Pains of  Being Pure at Heart o The Raveonettes guarden un estilo que mucho debe a Kevin Shields y compañía habla de la permanencia del shoegaze en el gusto de las nuevas generaciones.
  m b v es un gran trabajo, un digno retorno de My Bloody Valentine, una nueva joya en su brevísima discografía.

(Publicado este mes de abril, en el número 424 de la revista Nexos).

miércoles, 3 de abril de 2013

Amor

Debo confesar que me esperaba algo mejor. No que sea una mala película, en absoluto. De hecho es muy buena, exquisita, sensible. Pero por los comentarios que había leído pensé que se trataba de una verdadera obra maestra... y no.
  Aun así, Amour, de Michael Heneke, es un filme excelente. Quizá con un ritmo en momentos demasiado pausado (ya se sabe, cuando la lentitud se quiere hacer pasar como algo artístico), pero profundo sobre todo en su reflexión sobre la vejez, la enfermedad y la muerte. Las actuaciones de Emmanuelle Riva, Jean-Louis Trintignant e Isabelle Huppert son soberbias, en especial la de Riva, cuya Anne es un portento de histrionismo contenido y expresivo.
  Recomiendo verla, es una cinta magnífica. Sólo no es lo que algunos dicen,
  Voila!

martes, 2 de abril de 2013

Depeche Mode: oscura cachondería

Su ausencia discográfica no resultó tan prolongada como la de David Bowie. Depeche Mode “sólo” se tardó cuatro años para poner en circulación su nuevo álbum, Delta Machine, luego del estupendo Sounds of the Universe de 2009.
  ¿Ha valido la pena esperar un cuatrienio? Por suerte la respuesta es afirmativa, porque Delta Machine es un trabajo que sin ser una obra maestra –es decir, no estamos ante un nuevo Music for the Masses (1987) o a un equivalente de Violator (1990) o de Songs of Faith and Devotion (1993)–, sí está cercano en calidad, digamos, al Exciter (2001) o al Playing the Angel (2005).
  Con diez temas de Martin Gore y tres de David Gahan, el nuevo plato nos remite a ambientes oscuros y sensuales. La cachondería de Depeche Mode vuelve a estar presente a lo largo de los trece cortes que lo conforman; no obstante, esa característica que los unifica no quiere decir que se trate de un álbum repetitivo y monótono. Todo lo contrario. Las canciones poseen la virtud de ser muy diferentes entre sí (nada hay en común, desde un punto de vista musical, por ejemplo, entre la bluesera y misteriosa “Slow” –mi pieza favorita del disco– y la muy synthpopera y simpática “Soft Touch/Raw Nerve”, como no lo hay entre la sequedad minimalista de “My Little Universe” y la exuberancia dramática de “Alone”).
  Lo anterior no significa tampoco que Delta Machine sea una colección de composiciones deshilvanadas. Cualquiera de ellas suena a Depeche Mode, de eso no cabe duda. Ahí están joyas como “Angel”, “Heaven”, “Broken”, “Should Be Higher” o “Goodbye” para demostrarlo. Lo que hay es una producción que les da un aire de independencia temática y de variedad estilística.
  Si algún pero podríamos ponerle al disco es que de pronto puede caer en la solemnidad. Pero, Gore y Gahan tampoco se han distinguido a lo largo de los años por su humorismo. En cambio, hay varios momentos dulces y conmovedores (“The Child Inside”) y otros intensos y sublimes (“Secret to the End”).
  En síntesis: un gran disco.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Dario).

lunes, 1 de abril de 2013

George Harrison con Denisse

Antier vino Denisse y vimos juntos la película George Harrison Living in the Material World de Martin Scorsese (2011), un espléndido y largo documental biográfico. Denisse se ha convertido en beatlémana y en especial, por toda la cuestión krishna e hindú, ama a Harrison, por lo que gozó la cinta doblemente (de hecho, ella ya la había visto antes).
  El filme es una fiel y documentada reconstrucción de la vida del buen George, con imágenes extraordinarias y entrevistas testimoniales con parientes y amigos del ex beatle. Una gran película, muy recomendable.
  Ya ayer domingo, nos fuimos juntos en el metrobús por la tarde. Ella se bajó en la estación Altavista y yo me seguí hasta Tlalpan, para visitar a mi mamá y luego a Rosa y familia. Todo muy bien. Alain y Hally me dieron un aventón de regreso en el carro de Gerardo, quien se los dejó mientras anda de paseo por Europa todo el mes de abril.
  Ya en casa, en la noche, estuve platicando con Jan por el chat de facebook. Todo tranquilo con él en la lejana China.