No me cabe duda: el cine argentino se encuentra muy por encima del mexicano. Mientras aquí todo el mundo se desgañita por Nosotros los nobles y clama por "apoyar a nuestro cine", allá se filman películas como Elefante Blanco (2012), dirigida por Pablo Trapero y con las estupendas actuaciones de Ricardo Darín (la cara más visible de la cinematografía rioplatense de unos años para acá), la guapa Martina Gusmán y el belga Jérémie Renier.
La historia de un grupo de sacerdotes que labora en una ciudad perdida ("villa miseria" les dicen allá) y que trata de levantar unas viviendas dignas para sus pobladores, es narrada de manera austera, pausada, intensa, sobria. No hay aquí esas sobreactuaciones tan típicas de ese "nuestro cine", los parlamentos son naturales y creíbles y la narración es tensa pero sin ese culto al pobrismo al que son tan afectos algunos directores mexicanos (la escuelita tremendista de Arturo Ripstein).
La cinta es violenta y muestra el terrible submundo del narcomenudeo, con sus venganzas entre bandas contrarias.
Por cierto, el título de Elefante blanco se debe a la existencia de un gigantesco inmueble que iba a ser un gran hospital popular en los años cuarenta y cuya construcción se vio suspendida por razones económicas y políticas. El edificio existe en la vida real y es a su alrededor que hay estas villas miseria.
En verdad, una gran película.
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