lunes, 28 de febrero de 2022

Un recuerdo personal de Maru Enríquez (In memoriam)

La conocí en 1976, poco después de afiliarme al Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT). Como fui votado Secretario de Relaciones Culturales del Comité Delegacional Tlalpan, una de mis obligaciones era acudir a las asambleas ordinarias del Comité Nacional del PMT que presidía el ingeniero Heberto Castillo y del Comité del Distrito Federal que encabezaba Eduardo Valle “El Búho”. Las asambleas tenían lugar en la sede del partido, un vetusto edificio en la calle de Bucareli que quedaría inservible nueve años después, por el terremoto de 1985.

  En las juntas (las del Comité Nacional eran los sábados a mediodía) pude conocer de cerca no sólo al gran Heberto (tenía un sentido del humor divertidísimo, por cierto) sino a otros personajes de aquella izquierda mexicana de los años setenta, como el legendario ex líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo o ex líderes del movimiento estudiantil del 68, como el propio “Buho” o Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, entre otros. A aquellas reuniones acudían representantes de los comités estatales de todo el país (obreros, campesinos, líderes de colonos, empleados, estudiantes) y había fuertes y apasionadas discusiones políticas en las que el ingeniero Castillo solía ser casi siempre el fiel de la balanza. Desde mi izquierdismo absoluto de aquellos días (tenía 21 años y era fiel creyente del socialismo, admirador total de Fidel Castro y el Che Guevara, fan de la URSS y odiador del imperialismo yanqui: un chairo hecho y derecho, aunque en esos tiempos no se nos llamaba así). 

  El caso es que además de las discusiones y las órdenes del día, en las asambleas también había música y casi siempre la hacía un cuarteto llamado La Nopalera, el cual normalmente abría sus presentaciones con una canción llamada “Comité”, un tema musical cubano que glorificaba a los Comités de Defensa de la Revolución y que decía: “En cada cuadra un comité / En cada barrio revolución / cuadra por cuadra / barrio por barrio / país en lucha / revolución” (en esos días muchos pensábamos que los C.D.R. eran algo positivo y desconocíamos que se trataba del más eficaz y siniestro instrumento de espionaje interno del gobierno castrista). 

  La Nopalera fue fundada en 1975 y estaba conformada por Arturo Cipriano (flauta, sax y voz), Marcial Alejandro (guitarra acústica y voz), Arturo Izquierdo (guitarra acústica y voz) y una joven cantante de voz muy bonita y presencia muy atractiva, llamada Maru Enríquez. De escasos 19 años, a todo mundo le encantaba Maru, quien si no me equivoco era la pareja de Arturo Cipriano (aunque terminaría al lado de Marcial Alejandro, con quien tendría una hija varios años después).

  Como para entonces yo ya tocaba la guitarra y componía canciones, me hice amigo de los nopaleros, sobre todo de Cipriano. El extraordinario flautista me animó a presentar en público las piezas de temática política y social que yo escribía en esa época y así fue como di a conocer algunas frente a mis compañeros de partido (recuerdo lo emocionado que estuve cuando canté dos o tres de ellas enfrente de Heberto Castillo, a quien admiraba sobremanera, acompañado por la flauta del buen Arturo). 

  La verdad es que a Maru sólo la saludaba y la veía de lejecitos. Me encantaba, pero era la chava de Cipriano y además yo iba siempre acompañado de mi entonces pareja y futura madre de mis hijos. Fueron dos o tres años de actividad intensa en el PMT, del que luego me fui alejando por diversas circunstancias y al que terminé por abandonar en definitiva cuando en 1987 se fusionó con el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) para conformar al Partido Mexicano Socialista (PMS). Dejé de ver también a los miembros de La Nopalera y mi vida tomó otros rumbos (desde 1979 había yo entrado a laborar en Editorial Posada, muy ligada por cierto al PMT).

  Una de las últimas veces que me encontré con los nopaleros fue cuando me invitaron a verlos ensayar en una casa de Coyoacán. Al llegar, me enteré de que Maru ya no estaba en el grupo y que en su lugar había entrado una prima suya. Cipriano me la presentó. Era una jovencita muy linda que me saludó con una gran sonrisa y me dijo: “Hola, soy Cecilia”. Después me enteraría de que se apellidaba Toussaint.

  A Maru Enriquez volvería a verla unos diez años después, de la manera más impensada. Fue en 1987, en la ciudad de Xalapa. Yo estaba trabajando en el que sería mi primer libro, Más allá de Laguna Verde (Editorial Posada, 1988), una investigación periodística sobre la polémica planta nuclear situada en el estado de Veracruz. Había ido a Xalapa para entrevistar a algunos militantes del movimiento antinuclear. El último día de mi visita, me encontraba en la estación de autobuses de la ciudad, a punto de tomar la unidad del A.D.O. que me traería de regreso al DF. De pronto, entre las personas que aguardaban para abordar el camión, vi a una mujer muy bella y la reconocí de inmediato. Dudé si acercarme o no a ella. ¿Se acordaría de mí? Finalmente me aproximé, me presenté y aunque le costó algo de trabajo, terminó por recordar quién era yo. Debo decir que las siguientes cuatro o cinco horas fueron estupendas, ya que viajamos juntos sin dejar de charlar hasta nuestro arribo a la Terminal de Autobuses de Oriente (la TAPO). Ahí nos despedimos, quedamos en vernos “algún día” y cada quien tomó el transporte a su casa. No volvería a verla en persona, si bien por allá de 2010 nos toparíamos en Facebook y nos admitiríamos como amigos virtuales. Pero salvo uno que otro breve y amable saludo por el chat, nunca pudimos desarrollar una amistad presencial.

  En 2012 me enteré de que estaba muy enferma, pero en ese momento no supe de qué se trataba (padeció dos infartos cerebrales que afectaron gravemente su visión y la movilidad de sus piernas). Los meses pasaron. En 2013, conocí a un muy buen grupo mexicano de rock llamado Belafonte Sensacional, me hice amigo de sus dos principales integrantes (Israel Ramírez e Israel Pompa Alcalá) y en uno de sus conciertos, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, vi que con ellos cantaba una jovencita de excelente voz, llamada Luz, y supe que era la hija de Maru Enriquez y Marcial Alejandro (quien falleciera en 2009, a los 54 años). La saludé y le conté que conocía a su mamá. 

  Maru Enríquez falleció el pasado 2 de febrero. Aunque conservó intactas su lucidez mental y su memoria, nunca pudo recuperarse físicamente de los infartos cerebrales sufridos hace diez años y que la obligaron a usar una silla de ruedas. No obstante, tuvo la entereza y la fuerza de voluntad para sobreponerse y seguir trabajando como conductora en programas de radio e incluso continuó cantando. 

  Nacida en 1957, tenía 65 años al partir. Gran quinqué, su tercer y último disco, ya como solista, data de 2003. Antes había grabado ¡Ah qué la canción! (1999) e Y mi voz que madura (2002). También colaboró con otros músicos, como Jaime López, y tuvo su propio grupo: Salida de Emergencia. 

  La recuerdo con admiración, afecto y nostalgia. Descanse (y siga cantando) en paz.


(Publicado hoy en mi columna "Memorias de un melómano sarnoso" de "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

domingo, 27 de febrero de 2022

Arreglo musical civilizado

jueves, 24 de febrero de 2022

Padres consentidos

Soy hijo de dos niños consentidos. No sé si eso sea bueno o sea malo. Lo que sí sé es que esa circunstancia determinó mi infancia y, con ella, mi vida toda.

Soy hijo de un niño y una niña a quienes se les consintió casi todo. Un niño y una niña que nacieron en familias pudientes y sin premuras económicas. Un niño y una niña que crecieron protegidos por el amor y los cuidados de sus padres, según se entendían el amor y los cuidados paternos y maternos en los años veinte del siglo pasado. Que esos dos hijos consentidos se encontraran en 1940 –a sus respectivos diecinueve y dieciocho eneros–, se enamoraran y se casaran cuatro años más tarde fue una determinación del caprichoso destino que moldea nuestras existencias. Fruto de ese encuentro y de ese matrimonio fuimos mis cuatro hermanos y yo, los cinco hijos de aquellos dos niños consentidos. Así apareció, en 1944, en el pueblo de Tlalpan, al sur profundo del Distrito Federal, capital de la república mexicana, la familia García Michel.
Mi padre se llamaba Juan Rubén García Ayala. Mi madre, María Rebeca Michel Ruelas. Juan nació en Mixcoac, DF, el 2 de enero de 1921. Rebeca vino al mundo un año y una semana después, en Autlán de la Grana, Jalisco, el 10 de enero de 1922. Los dos eran habitantes de Tlalpan desde finales de los años treinta. Juan vivía con sus padres, mis abuelos Emiliano y Guadalupe, en la “Quinta Guadalupe”, en la esquina de las calles Coapa y Tesoreros, hoy colonia Toriello Guerra. Rebeca lo hacía en la “Quinta María”, sobre la calle Madero, a cuadra y media del Zócalo de Tlalpan, como se le decía al parque central del entonces todavía pueblo. Se casaron el 5 de octubre de 1944, en la iglesia de San Agustín de las Cuevas, en pleno centro del poblado. Así empezó todo.
(En la foto, mi papá y mi mamá, de novios, afuera de la Quinta Guadalupe, año de 1942)

sábado, 19 de febrero de 2022

Los Michel, fundadores de Guadalajara

Según investigaciones del genealogista Alfredo Peña Pérez II, los primeros pobladores de la ciudad de Guadalajara fueron 63 (en 1542), entre los que se encontraba la familia Michel, encabezada por Juan Michel y su hermano Cristóbal de Ordóñez. Ambos ancestros de mi familia materna. Los dos eran de los pocos sobrevivientes de la Guerra del Mixtón (una serie de enfrentamientos bélicos entre varias tribus indígenas —denominadas de forma genérica chichimecas— pertenecientes a la audiencia de Nueva Galicia (hoy Jalisco), al poniente de la Nueva España, que se sublevaron contra el ejército español a mediados del siglo XVI). Juan se casó con la viuda de Francisco de la Mota y no tuvo hijos de su sangre. Su hermano Cristóbal fue el que dio continuación al apellido con sus hijos y lo hizo como apellido compuesto: Michel-Ordóñez. Juan Michel recibió escudo de armas de mano del rey Carlos I de España por sus servicios a la corona. Los nombres de ambos fundadores de Guadalajara están inscritos en el monumento que conmemora este hecho, en plena capital tapatía.

En la portada del libro aparece la imagen del escudo de armas de los Michel.

viernes, 18 de febrero de 2022

10 temas de 10 hijos del rock… y otros géneros

Con más de 60 años y medio de historia a cuestas, el rock ha sido la banda sonora de varias generaciones de amantes de la música. Así, los pioneros más antiguos –algunos de los cuales aún sobreviven– dieron su lugar a hijos y hasta nietos que en algunos casos continuaron su camino, aunque casi nunca –hay que decirlo– con la misma fortuna. Veamos aquí una decena de canciones de una decena de hijos de grandes leyendas del rock y otros géneros afines.

1.- “Over Me”. Lisa Marie Presley (Del álbum Storm & Grace, 2012). La hija del más que mítico Elvis Presley grabó su primer disco (To Whom It May Concern) en 2003, a la ya no tan joven edad de 35 años. Aunque es cantante y compositora, en realidad nunca ha mostrado demasiado interés por la carrera musical y por ello sólo ha grabado tres álbumes en su vida, siendo el segundo Now What, en 2005, y el tercero Storm & Grace, al cual pertenece esta canción entre country, blues y rock. Un buen tema, una aceptable interpretación… y nada más.

2.- “One Headlight”. Jakob Dylan (Del álbum Bringing Down the Horse, 1996). El  menor de los cuatro hijos de Bob Dylan y Sara Lownds ha llevado una carrera musical muy respetable y medianamente exitosa. Ya sea como solista o al frente de su grupo The Wallflowers, Dylan chico es un buen compositor y lo demuestra con canciones como la estupenda pieza que aquí presentamos. 

3.- “Born Slippy”. Albert Hammond Jr. (Del álbum Momentary Masters, 2015). Más conocido como segundo guitarrista y ocasional tecladista de los Strokes, este nacido en Los Angeles hace 40 años es hijo del cantautor del mismo nombre, quien logró cierta fama a fines de los años sesenta y principios de los setenta de la centuria pasada. Como solista, tiene cuatro discos que no han trascendido demasiado


4.- “Little Fishes”. Sean Lennon (Del álbum South of Reality, 2019). El hijo de John Lennon y Yoko Ono resultó un músico interesante, aunque no muy constante. Desde sus trabajos solistas hasta sus colaboraciones con el fantástico bajista Les Claypool (Primus), el vástago del desaparecido beatle ha dado muestras de un talento singular, aunque un tanto indefinido en sus propuestas. He aquí el tema abridor del segundo álbum del proyecto psicodélico Claypool Lennon Delirium.

5.- “Cheer Up Baby”. Elijah Hewson (Del álbum It Won’t Always Be Like This, 2021). Vástago nada menos que de Bono (U2), Elijah Hewson es el líder del grupo irlandés Inhaler y aunque su voz recuerda mucho (¿demasiado?) a la de su progenitor, hay que decir que su propuesta es bastante buena. A sus 22 años, el joven músico parece tener un buen futuro propio.


6.- “Tomorrow People”. Ziggy Marley (Del álbum Conscious Party, 2009). Nacido en Jamaica hace 53 años, el heredero musical del legendario Bob Marley debe su nombre a que su padre era un gran admirador de David Bowie y del álbum The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Con un estilo de hacer reggae muy similar al de su papá, Ziggy ha seguido sus pasos y continúa en activo haciendo muy buena música.


7.- “Let’s Talk About It”. Dweezil Zappa (Del álbum Havin’ a Bad Day, 1986). El apellido lo dice todo. Dweezil es el segundo de los cuatro hijos del absolutamente genial Frank Zappa y aunque se ha dado a conocer sobre todo como un excelente guitarrista y gran difusor de la obra de su padre, también ha grabado algunos discos como solista, más un par con su hermano menor, el también guitarrista Ahmet Zappa. El video que aquí presentamos es muy curioso, pues se trata de una composición de Dweezil (quien tenía escasos 17 años), cantado por su hermana mayor, Moon Unit, y con las actuaciones del propio Frank, de su madre Gail y de un Ahmet aún niño, además del actor Roger Moore y otros personajes conocidos. El solo de guitarra es asombroso (no en vano tuvo como maestros a Steve Vai y a su propio papá). 


8.- “Heaven Can Wait”. Charlotte Gainsbourg (Del álbum IRM, 2010). Aunque es más conocida como actriz, la hija del controvertido músico francés Serge Gainsbourg y la también actriz Jane Birkin es también una excelente intérprete, de voz discreta y sensual. “Heaven Can Wait” forma parte del exitoso disco que le produjo Beck hace una docena de años.

9.- “We Go Home”. Adam Cohen (Del álbum We Go Home, 2014). Exacto: el hijo del gran Leonard Cohen. Un hijo del cual el gran poeta y cantautor canadiense se sentía plenamente orgulloso. Adam es un estupendo vocalista y un muy buen compositor, con un estilo distinto al de su progenitor, aunque en sus presentaciones suele incluir canciones de éste. Esta canción es una joya.


10.- “Hurts to Be Alone”. Norah Jones (Del álbum Pick Me Up Off the Floor, 2020). No mucha gente sabe que esta excelente pianista y cantante es hija del mítico sitarista hindú Ravi Shankar. El maestro que introdujo a George Harrison en la música de La India no sólo trasmitió su legado al ex beatle, sino que dio al mundo a una gran intérprete de jazz que ha logrado dotar a este género con algunos ganchos de fino pop, algo de soul y algo de rhythm and blues. Aquí una buena muestra de ello.


(Lista publicada el día de hoy en "Acordes y desacordes", la sección de música de la revista Nexos)

jueves, 17 de febrero de 2022

Shosha

Terminé de leer una novela espléndida: Shosha (1978), de Isaac Bashevis Singer. La historia de Aaron Greidinger, un escritor judio en la Varsovia de los años treinta, poco antes de la invasión de Polonia por parte del ejército nazi de Adolfo Hitler. Aaron (o Tsutsi, como le dicen de cariño algunos de sus amigos más cercanos) tiene cierto reconocimiento como literato, pero no consigue hacer la obra que él quisiera y se conforma con colaboraciones en periódicos y revistas o en un intento frustrado por escribir una obra de teatro yidish, patrocinada por un viejo millonario estadounidense y la mujer de este, Betty, una joven actriz judia nacida en Nueva York y que quiere poner la obra en un teatro de la capital polaca, con ella misma como protagonista principal.

  Aaron proviene de un viejo y mísero barrio judío de Varsovia, donde de niño conoció a una vecina de su edad, llamada Shosha, muchacha de escasa inteligencia y que desde chica padece una extraña enfermedad que le ha impedido crecer físicamente como una mujer normal. Por eso, cuando Aaron y ella se reencuentran, a sus casi treinta años de edad, la joven sigue teniendo el físico de una niña escuálida y de poca estatura, además de ser en extremo tímida e insegura y sobreprotegida por su madre, Bashele. Aún así, Aaron se reenamora de ella y le propone matrimonio, el cual se consuma.

  Nuestro protagonista además mantiene relaciones íntimas con cuatro mujeres: la ya citada Betty: Celia (esposa de un amigo suyo mayor que él), Dora (una comunista fanática -chaira, podemos decir hoy- que abraza la adoración a Stalin y más tarde se decepciona terriblemente) y Tekla, una trabajadora doméstica de origen campesino y sangre alemana. 

  A lo largo de sus páginas, el libro de Bashevis Singer nos va narrando diversas anécdotas mientras la situación política y social se vuelve cada vez más tensa, debido a la amenaza nazi. Todos los habitantes judíos de Varsovia saber que la invasión es inminente y que el horror contra ellos está a la vuelta de la esquina. Algunos huyen de Polonia, otros, los más, se quedan a esperar con resignación lo que se les viene encima. Ya en el epílogo conoceremos la suerte de cada uno de los personajes principales, veinte años después.

  Shosha está magníficamente escrita, con ese estilo lleno de amenidad y ligera (aunque profunda) ironía que suele emplear el autor en sus libros. Sobra decir que la recomiendo ampliamente.

PD: Últimamente he descubierto que me encanta leer a autores judíos: Philip Roth, Amos Oz, Joseph Roth, Paul Auster, el propio Isaac Bashevis Singer e incluso los delirantes cuentos de Woody Allen. Habrá que explorar a escritores como Saul Bellow o Vasili Grissman, entre otros, aunque en cuento terminé de leer "Shosha" me arranqué con El baile de Natasha, una historia cultural de Rusia, del inglés Orlando Figes.

lunes, 14 de febrero de 2022

Eddie Vedder, ese terrícola entrañable

Difícil resulta separar la voz de Eddie Vedder del sonido de Pearl Jam. Después de poco más de treinta años de bregar juntos, los cinco miembros del grupo de Seattle (aunque el vocalista llegó de la californiana San Diego) son una leyenda viviente del grunge noventero y Vedder una de las voces señeras de esa apasionante época.

  Tomando en cuenta todo lo anterior, la escucha de Earthling, el flamante segundo disco como solista del cantante (apareció este viernes 11 de febrero), luego del poco recordado aunque agradable Ukulele Songs de 2011, resulta una luminosa sorpresa.

  A lo largo de las trece canciones que conforman el álbum (homónimo del LP de David Bowie grabado en 1997), Eddie Vedder se aleja un tanto del estilo pearljamiano y se sumerge en un rock menos áspero, menos arrebatado, menos dramático. De alguna manera, es como si olvidará estas últimas tres décadas y recurriera a la música que lo alimentó antes de llegar a la lluviosa ciudad del noroeste estadounidense que lo lanzó a la fama.

  Salvo en un par de piezas en las cuales se siente a plenitud la sombra de Pearl Jam, las once restantes recorren otros clases de rock, incluidas algunas preciosas baladas.

  Producido por Andrew Watt (quien lo mismo ha trabajado con la cantante de pop Miley Cyrus y el rapero Post Malone que con Ozzy Osbourne), el disco fue inicialmente grabado con un grupo base (llamado The Earthlings) constituido por Vedder, el guitarrista Josh Klinghoffer (quien estuvo con los Red Hot Chili Peppers en sus inicios), el baterista Chad Smith (de los mismos RHCP, claro), el cantautor, guitarrista y pianista irlandés Glen Hansard y el propio Watt en el bajo. Luego se sumaron varios notables y hasta impensados invitados como Ringo Starr, Elton John, Stevie Wonder y el tecladista original de los Heartbreakers de Tom Petty, Benmont Tench. 

  El álbum inicia con la conmovedora y declarativa “Invincible”, con ecos de Peter Gabriel y una letra idealista en la que el buen Eddie clama que todos somos invencibles y luminosos cuando amamos (“You got a light?”, pregunta amablemente al final de la canción. 

  “Power of Right” es una pieza vibrante y llena de poderío rocanrolero, mientras que “Long Way” es un evidente homenaje a Tom Petty –con Tench en el órgano, por supuesto– (el coro que clama “He took the long way / on the freeway” suena clarísimo a los Heartbreakers).

  “Brother the Cloud” es una bellísima y muy conmovedora tonada para un amigo muerto (hay quienes sugieren que se refiere al ya legendario Chris Cornell, con quien Eddie tuvo una estrecha amistad). La letra es realmente sentida y se percibe en ella la sinceridad que emana de la voz de Vedder. Espléndida.

  Por su parte, “Fallout Today” es otra hermosa balada-rock acerca de las segundas oportunidades y de cómo debemos aprender de nuestros propios errores sin hundirnos en el dolor (“Share the pain / shake the pain”). 

  Evidente tributo a Bruce Springsteen, “The Dark” es una canción de hermandad y solidaridad en estos tiempos oscuros, un canto de esperanza altamente emotivo. La música à la E Street Band no deja lugar a dudas sobre la intención de homenajear a “The Boss”.

  Una espléndida joya que aparece como escondida a la mitad de Earthling es “The Haves”, preciosa y sencilla canción de amor que a quien esto escribe remite al mejor Donovan, por la progresión de las armonías instrumentales y las acariciantes guitarras acústicas. Debo confesar que es mi favorita del plato.

  “Good and Evil” resulta totalmente Pearl Jam (pudo haber aparecido sin problemas en el Vs. de 1993 o en el Gigaton de 2020). Explosiva, frenética, un vértigo absoluto. Le sigue la igualmente dura “Rose of Jericho”, una crítica severa a la destrucción ambiental (“Forests fall / by hands of man like dominoes”). 

  “Try” es una divertida y vigorosa curiosidad en la que luce juguetona la armónica del mítico Stevie Wonder. Un tema que provoca sonrisas y alegría tan sólo por su sonido. Algo similar ocurre con “Picture”, con un delicioso piano a cargo de Elton John, quien canta a dueto con Eddie Vedder en esta composición esperanzadora y optimista (“Si dejamos que la oscuridad de estos tiempos nos destroce / Eso sería realmente un crimen / ¿Provoqué yo la tristeza en tus ojos? / Permíteme, por favor, que alivie tu mente atribulada”). Hay algo de country-pop muy en el estilo del propio Elton John.

  Con “Mrs. Mills” llega un abierto homenaje a los Beatles (o más precisamente a Paul McCartney –y un poco también a Cat Stevens), en un bello tema que parece arreglado por el mismísimo George Martin desde el cielo de diamantes. Ringo Starr hace acto de presencia en la batería.

  El álbum culmina con “On My Way”, una peculiar pieza difícil de describir (suena lo mismo a Faith No More que a Frank Sinatra) en la que Eddie canta al lado de su padre biológico, Edward Severson, de quien estuvo distanciado la mayor parte de su vida. Un final ciertamente singular e inesperado.

  Earthling es un trabajo en verdad estupendo. Un disco que deberá estar entre los mejores de 2022, aunque apenas estemos en febrero y el pronóstico parezca arriesgado. Hay que darse la oportunidad de escucharlo.


(Publicada el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

sábado, 12 de febrero de 2022

"La Mosca" y la portada soñada para este tiempo

Si La Mosca en la Pared aún existiera (ayer se cumplieron 28 años de la aparición de su primer ejemplar), seguramente esta portada ya habría aparecido.

sábado, 5 de febrero de 2022

Un año ya...

Hoy hace exactamente un año que mi mamá partió de este mundo. Es raro no sentir su presencia física en la casa que habitó durante 47 años, aunque se sigue sintiendo su presencia etérea. La recuerdo con melancolía aunque no con tristeza. Finalmente, tuvo el privilegio de vivir 99 años –sin enfermedad física alguna, más allá de su sordera de los últimos años– y su muerte fue tranquila e indolora; de hecho, dudo que se haya dado cuenta del momento en que lanzó su último suspiro, mientras yo le sostenía una mano y mi hermana Ivette la otra. Fue tan simple como pasar de un estado del sueño a otro. Una muerte dulce y envidiable. Un año ha pasado ya...

La foto, según me parece, es de su luna de miel, en octubre de 1944. Tenía 22 años de edad. 

viernes, 4 de febrero de 2022

10 canciones sobre el “maldito” dinero

“¡Maldito dinero”, dice la vieja canción ranchera. Y es que ese estiércol del diablo (Giovanni Papini dixit) ha sido fuente de polarización para la humanidad prácticamente desde que las monedas fueron inventadas para reemplazar al trueque y facilitar el intercambio de productos. 

  “No pienses que el dinero lo hace todo o acabarás haciéndolo todo por dinero”, decía Voltaire, mientras que Mark Twain, por el contrario, afirmaba que “la falta de dinero es la raíz de todo mal”. Más recientemente, alguien por ahí ha venido sosteniendo que se puede vivir con 200 pesos y un solo par de zapatos. 

  El caso es que, más allá de consideraciones moralistas, el dinero es el motor de la economía y aunque pueda cambiar muy pronto de lo real a lo virtual (de hecho, una tarjeta de crédito o de débito es dinero virtual) o se impongan las criptomonedas, l’argent sigue siendo fundamental para que nuestras vidas marchen.

  El tema del dinero ha sido fuente de inspiración para muchos compositores, ya sea para condenarlo o para bendecirlo. Veamos una docena de ejemplos de esto y deseemos que nunca nos falten (como dice otra vieja canción popular) las tres cosas que hay en la vida: salud, dinero y amor.



1.- “Money (That’s What I Want)”. Barrett Strong. Del álbum Money” (That’s What I Want) Oh I Apologize (1959). Aunque esta canción se volvió mundialmente famosa por el cover que hicieron los Beatles en 1963 (en su álbum With The Beatles), la versión original se debe al cantante de soul Barrett Strong. Escrita por Berry Gordy Jr y Smokey Robinson Jr, pilares de discos Motown, se trata de una pieza más rocanrolera que soulera, aunque con un tipo de rock diferente al que estaban haciendo Chuck Berry o Jerry Lee Lewis en aquel momento. ¿Una loa al dinero? Si leemos la letra entre líneas tal vez descubramos otras intenciones más sarcásticas.

2.- “You Never Give Me Your Money”. The Beatles. Del álbum Abbey Road (1969). Parte fundamental del célebre popurrí del último disco que grabaron los cuatro de Liverpool, esta composición de Paul McCartney ironizaba sobre los problemas económicos por los que pasaba la corporación Apple, propiedad de los propios Beatles (“Salir del colegio y gastar el dinero / No veo futuro ni pago el alquiler / Todo el dinero se fue, no hay a dónde ir”). Inolvidable y muy divertida.

3.- “Money”. Pink Floyd. Del álbum The Dark Side of the Moon (1973). Un clásico absoluto. “Money” fue escrita por Roger Waters y es una crítica severa a la manera como el dinero gobierna a la humanidad desde siglos atrás. Con sensacionales aires de blues, el tema es una joya musical, con un solo de David Gilmour que sigue estremeciendo al escucha después de casi 50 años de haber sido grabado y un extraordinario sax tocado por el músico de sesión Dick Parry. Quien no haya escuchado jamás esta pieza que se ponga de pie o calle para siempre. 

4.- “For the Love of Money”. The O’Jays. Del álbum Ship Ahoy (1973). Funk y soul a plenitud en este tema cuya frase principal (la admonitoria “Don’t let, don’t let, don’t let money rule you”) no evita sin embargo caer en cierto cinismo al admitir que el dinero es el principal mandamás en el mundo (“Got to have it, I really need it”). Musicalmente, una larga y sabrosa travesía de más de siete minutos.

5.- “Money Talks”. The Kinks. Del álbum Preservation 2 (1974). Preservation Act 2 es un álbum poco considerado dentro de la discografía de los Kinks. Se trata de una especie de rock ópera al estilo de Arthur (1966), pero quizás aún más salvajemente satírica. “El dinero no puede respirar y el dinero no puede ver, / pero cuando saco un billete de cinco libras, la gente me escucha. / El dinero no puede correr y el dinero no puede caminar, / pero cuando extiendo un cheque, juro por Dios que oigo al dinero hablar”, canta uno de los personajes principales del álbum en esta gran canción de Ray Davies.

6.- “Take the Money and Run”. Crosby & Nash. Del álbum Wind on the Water (1975). Con el mismo título de la película homónima con la cual debutó Woody Allen como director en 1969, Graham Nash compuso esta pieza para señalar la codicia de algunos managers que había padecido durante su carrera. También se refiere a las personas a las que no les importa nada más que el dinero, esas personas que piensan que la plata es más un fin que un medio. Acompañado por el gran David Crosby (otra víctima de los managers) y con esas armonías vocales tan características que provenían de la época de Crosby, Stills & Nash, la pieza resulta espléndida.

7.- “Take the Money and Run”. Steve Miller Band. Del álbum Fly Like an Eagle (1976). En esta divertida canción, cuyo nombre es idéntico al del tema de Crosby & Nash, se narra la historia de dos amantes bandidos adolescentes y el detective que los persigue. Con el característico estilo desenfadado de Miller, la pieza transcurre como agua refrescante a lo largo de escasos dos minutos con un beat entre roquero y country que contagia sin remedio.

8.- “Money for Nothing”. Dire Straits. Del álbum Brothers in Arms (1985). Otra clásica absoluta: “Money for nothin’ and your chicks for free” es una de las líneas más célebres de la historia del rock. La composición de Mark Knopfler y Sting, con su letra tan deliciosa y políticamente incorrecta, es una absoluta maravilla que hoy sigue sonando fresca y propositiva (cameo vocal del entonces bajista de The Police incluido). A pesar de su burla a MTV (la canción narra la historia del empleado de una tienda de electrodomésticos, quien mira con envidia a las estrellas de rock que aparecen en los televisores del establecimiento que emiten la señal de MTV y siente furia porque él se jode en el trabajo, mientras que aquellos músicos ganan “dinero por nada y tienen chicas a su disposición”), la emisora transmitía el video gustosa. 

9.- “Money (In God We Trust)”. Extreme. Del álbum Extreme II: Pornograffitti (1990). Extreme fue un gran grupo noventero que navegaba con fortuna entre el grunge y el metal (más algo de buen pop rock). Con el enorme guitarrista portugués Nuno Bettencourt y el eficaz vocalista Gary Cherone al frente, el cuarteto originario de Massachusetts logró una trascendencia que sin embargo no perduró del todo. Este estupendo tema representa una crítica al poder del gran dinero y a su codicia, a la vez que muestra el sonido de Extreme en pleno. 

10.- “In Money We Trust”. Van Morrison. Del disco Born to Sing: No Plan B (2012). El fantástico y mítico cantante irlandés cierra esta relación de canciones sobre la plata, la lana, la guita, la pasta, la marmaja, con esta irresistible maravilla de hipnotizante ritmo oscuramente jazzero, cuya letra tiene una temática muy semejante a la de la canción de Extreme, en cuanto a la crítica que lanza a quienes convierten al dinero en una deidad (“If in money we trust, where’s God?”). El arreglo es francamente lujurioso. No encontramos mejor manera de finalizar nuestro monetizado listado.