martes, 31 de octubre de 2017

Joe Pernice: músico y novelista

¿Puede una novela provocar en sus lectores los mismos sentimientos que produce una canción melancólica y agridulce en quienes la escuchan? No es fácil y, sin embargo, Joe Pernice lo consigue, tanto en sus composiciones como solista e integrante del grupo de alt-rock The Pernice Brothers, como en su novela It Feels So Good When I Stop, retitulada extrañamente como Esta canción me recuerda a mí en su versión en español (Blackie Books, 2017).
  Pernice (Holbrook, Massachusetts, 1967) se ha revelado como un estupendo compositor, pero también como un excelente y muy dotado escritor. Se siente muy bien cuando me detengo (traducción más cercana al original) es un relato ágil y ameno, divertido, pero al mismo tiempo profundo y cargado de una melancolía muy peculiar que toca a quien la lee de una manera sutil y entrañable.
  Un narrador del que nunca sabemos su nombre o su edad, aunque lo podemos imaginar quizás en sus tempranos treinta, busca refugio en Cape Cod, luego de separarse de su mujer por motivos que nunca nos son revelados, pero que adivinamos por lo que el personaje nos va contando. Su hermana mayor y su cuñado (quien está a punto de convertirse en su ex-cuñado) le permiten instalarse en una pequeña casa y a cambio de ello, cuida de vez en cuando a su sobrino de dos años. En sus tiempos libres, da largos paseos en una pequeña bicicleta rosa y se relaciona con una peculiar cineasta amateur.
  No es una trama compleja en absoluto. De hecho, no es mucho lo que sucede a lo largo de las 200 y tantas páginas de la novela. No obstante, las pequeñas anécdotas que le van dando forma resultan por demás simpáticas dentro de su cotidianidad y del entorno que las rodea, en la fría y desolada costa noreste de los Estados Unidos.
  Con múltiples referencias a grupos y canciones de los años noventa, la música –en especial el rock alternativo– está presente de manera constante en el relato y es un grato añadido para quienes gustamos del género.
  La historia termina del mismo modo que inicia y nos dice que la vida, simplemente, transcurre.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 30 de octubre de 2017

El reposet

De niño, solía ir muy seguido a la casa de mi abuelita Lupe, madre de mi papá (la hoy todavía llamada Quinta Guadalupe), y a la casa de mi tía Beatriz, hermana de mi mamá. Ambas casas estaban a escasa cuadra y media una de la otra. La primera, en la esquina de Coapa y Tesoreros. La segunda, en la calle Cuauhtémoc, a media cuadra de Tesoreros. Las dos en la colonia Toriello Guerra, en Tlalpan.
  Ambas eran muy grandes y con enormes jardines, pero ir a cada una tenía sus particularidades, mismas que detallaré en alguna otra ocasión. Baste con decir que la primera era una casona muy García y la segunda una residencia muy Michel. En esta última, vivían mi tía Beatriz y su esposo, don Pedro Espinosa (quien con sus hermanos Felipe y Mario tenía una farmacia en el centro de Tlalpan, en la esquina de Galeana y Congreso), junto con sus tres hijos: mis primos Dora, Javier y Arturo, en orden cronológico. Arturo era el más cercano a mi edad, pues me llevaba (me sigue llevando) un año y medio.
  El la sala de la casa, tenían un novedoso -para esas épocas, mediados de los años sesenta- sillón reposet que era lo máximo en comodidad, ya que se podía reclinar hacia atrás hasta quedar en posición horizontal. Era lo más confortable del mundo (en la foto, es el mueble en el que está sentada mi prima Dora) y a mis diez u once años, me encantaba sentarme y reclinarme en él. Sólo que a mis tíos y mis primos no les agradaba mucho la idea de que lo hiciera. Olvídense de que llegara yo y me sentara en él así como así. Era menester pedir permiso, ya sea a mi tía o a mis primos. Normalmente accedían, pero lo hacían de una manera forzada y sin que les agradara en absoluto la idea. No sé por qué, pero les chocaba que yo me sentara en el famoso reposet. Sin embargo, una vez que me subía a él y lo echaba para atrás, me olvidaba del mundo y de las caras de desagrado de mis parientes. Realmente lo disfrutaba, aun cuando fuese por algunos minutos; porque no podía estar en él durante mucho tiempo pues, me decían, mi tío Pedro se podía enojar (aunque éste se encontrara atendiendo la farmacia en esos momentos, a muchas cuadras de distancia).
  Por cierto que no sólo con aquel mueble sucedía aquello. También les caía en el hígado que les pidiera algún tomo de El tesoro de la juventud, colección que guardaban en un librerito con puerta de cristal y siempre cerrado con llave. Me podía pasar las horas leyendo aquella maravilla que ellos jamás abrían. Pero que se los pidiera les causaba escozor. Ni modo. Yo los leía con igual gusto y por un rato mucho más largo del que podía estar en el reposet.

domingo, 29 de octubre de 2017

Los 50 años del Señor Fantasía

Traffic fue formado en 1967 por Steve Windwood, poco después de su salida del Spencer Davis Group, al cual había ingresado en 1963, cuando apenas tenía quince años de edad. Verdadero niño prodigio, este multiinstrumentista contribuyó con dicha agrupación de rhythm’n’blues no sólo con su característica y soberbia voz y su extraordinaria manera de tocar la guitarra y el órgano Hammond, sino con un tema clásico de la historia del rock: “Gimme Some Lovin’” (1966).
  Quizá porque el grupo le empezaba a quedar chico o porque quería experimentar con nuevas ideas, en 1967 Windwood se reunió con Dave Mason (guitarra, cítara, instrumentos hindúes) y Jim Capaldi (batería y percusiones) –ambos provenientes del grupo de jazz Deep Feeling–, así como con el flautista y saxofonista Chris Wood. Apoyados por el productor Jimmy Miller y bajo el nombre de Traffic, grabaron en Londres un disco EP con dos temas: “Paper Sun" y “Giving to You”. El primero logró un gran éxito de popularidad y situó a Traffic en el panorama del rock británico de la época. Sin embargo, en lugar de engolosinarse, el cuarteto decidió aislarse de todo y los músicos se retiraron a una mansión campestre en Berkshire Downs, lejos del bullicio del swinging London, a fin de escribir canciones y buscar un sonido nuevo y diferente. El resultado fue el álbum Mr. Fantasy.
  El estilo de Mr. Fantasy (Island Records, 1967) podría definirse como psicodélico–bucólico y fue Chris Wood quien más influyó en la creación de dicho estilo. “En Berkshire Downs, llevábamos una vida totalmente campestre”, cuenta Steve Windwood. “Chris abrió nuestras mentes a una serie de ideas diferentes. Por él conocimos la música clásica china, así como oscuras baladas del folclor inglés. También infundió en los demás un gran interés por cosas como la geología, la topografía y la observación de las aves. Todo ello nos abrió un mundo nuevo y quisimos incluirlo en nuestras composiciones”.
  Mr. Fantasy fue tomando forma poco a poco, gracias a los talentos de Windwood y Mason, las dos fuerzas creativas –opuestas y complementarias– de Traffic. Windwood solía componer junto con Wood y Capaldi, mientras que Mason prefería hacerlo solo y únicamente mostraba las canciones a sus compañeros hasta que estaban por completo terminadas.
  Traffic entró en los Olympic Studios en el verano de 1967 y la grabación del álbum duró cerca de tres meses. Esta tardanza se debió sobre todo a los complicados arreglos de las canciones, llenos de texturas, colores y detalles instrumentales de enorme y sutil riqueza. Se trataba de un repertorio ecléctico y exótico que combinaba el rock con el jazz, el folk y la psicodelia. El productor Jimmy Miller tuvo mucho que ver en la cohesión y conjunción de esa música absolutamente novedosa, a pesar de que el disco fue grabado el mismo año del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band de los Beatles.
  Mr. Fantasy comienza con la deliciosa “Heaven in Your Mind”, en la cual las voces de Windwood, Mason y Capaldi logran una expresión coral llena de armonía. “Berkshire Poppies”, por su parte, es una composición juguetona y llena de giros y cambios rítmicos. “House for Everyone” es una de las tres piezas de Mason incluidas en el disco. Su célebre comienzo, como una cajita de música a la que se da cuerda, y su letra llena de fantasía, así como el uso caprichoso de las cuerdas mostraron la capacidad de Dave como compositor y arreglista. Le sigue la bellísima “No Face, No Name and No Number”, con un Windwood que alcanza una tesitura vocal conmovedora.
  “Dear Mr. Fantasy” es ya un tema clásico. Durante sus casi seis minutos, la pieza va alcanzando un crescendo que alcanza su clímax en el intenso solo de guitarra de Windwood a manera de espléndido jam session.
  El lado B del LP original comienza con “Dealer”, una composición de Jim Capaldi, quien hace alarde en la variedad de las percusiones. Se trata de una canción oscura, extraña, con estructuras armónicas que recuerdan lejanamente al flamenco español. “Utterly Simple”, de Mason, es una afortunada incursión en la música de La India, con cítaras y tablas que de inmediato hacen pensar en George Harrison y Ravi Shankar.
  El álbum concluye con tres composiciones espléndidas: la magnífica, sofisticada y muy windwoodiana “Coloured Rain”, la masoniana “Hope I Never Find Me There” y la instrumental y jazzera “Giving to you”, en la que Chris Wood y Steve Windwood lucen con sus respectivos solos.
  Felices 50, Señor Fantasía.

(Texto que escribí para la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario y que se publicó el pasado día 19).

sábado, 28 de octubre de 2017

Entre Santiago Nieto y una Kate desnuda

La sociedad mexicana se encuentra dividida en dos segmentos cada vez más clara y maniquéamente definidos. Me refiero, por supuesto, a eso que llaman sociedad civil y no a la sociedad común y corriente que tiene otro tipo de preocupaciones más ingentes.
  Esta semana, un par de acontecimientos marcó esa división a la que me refiero: el affaire Santiago Nieto Castillo y el estreno en Netflix de la serie Cuando conocí al Chapo, estelarizada por Kate del Castillo y una claque de opinadores (casi todos) de una misma tendencia.
  En el caso del ex titular de la Fepade (ya dijo éste que no regresará a esa fiscalía para no generar una mayor polarización), se crearon dos bandos muy claros y definidos, tanto en el Senado y en el seno de los partidos, como entre los opinadores. Por un lado, quienes justificaron el despido de Nieto Castillo y por el otro, quienes exigieron y aún exigen su restitución. Todo ello sin matices, en blanco y negro. Una guerra a muerte entre enemigos políticos que refleja la confrontación más clara que existe el día de hoy, sobre todo en vista de las próximas elecciones: los antipriistas contra los antilopezobradoristas.
  Esa misma confrontación se dio, aunque con menor intensidad y más bien en las redes sociodigitales (Raúl Trejo Delarbre dixit), respecto a la serie de Kate del Castillo. Tuve oportunidad de verla y me pareció tremendamente tendenciosa, en especial porque sólo presenta una cara de la moneda y una versión de los hechos: la de la propia actriz, quien desnuda su verdad apoyada por la mayoría de los entrevistados en el programa. Gente como John Ackerman, Jenaro Villamil, Sanjuana Martínez, Lydia Cacho o Epigmenio Ibarra, cuya opinión es claramente sesgada e intencionalmente antigobiernista, lo cual le quita toda objetividad al documento que termina por convertirse en una pieza de propaganda defendida por el sector “de izquierda” y criticada por su contraparte.
  He ahí dos ejemplos de la división política que se vive en México desde 2006 y que se hará más profunda, feroz y peligrosa en los meses por venir.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 27 de octubre de 2017

Para dártelas de entendido en rock (33)

El 7 de febrero de 1964 es una fecha clave en la historia del rock. Ese día, un avión de Pan American Airlines, proveniente de la ciudad de Londres, aterrizaba en el aeropuerto John F. Kenneddy de Nueva York, en medio de la gritería de un millón de jóvenes enloquecidos. Los Beatles ponían sus pies por vez primera en suelo estadounidense e iniciaban con ello la beatlemanía a nivel mundial, al tiempo que encabezaban la llamada Invasión Inglesa. Puede decirse incluso que ese 7 de febrero nació la década de los sesenta.

jueves, 26 de octubre de 2017

20 momentos bochornosos del rockcito nacional


Hay quienes dicen que la historia del rock hecho en México resulta 
bochornosa en sí misma. Veamos cuando menos una veintena de hechos 
                                     que deberían provocarvergüenza, muina y pudor (o risa).

La aparición, en septiembre de 1960, de la abominable (Federico Arana dixit) columna “Rock en español” en la revista Notitas Musicales, cuyo autor era el siniestro diazordacista Víctor Blanco Labra, padre putativo de todos los seudoperiodistas patrioteros que defienden a ultranza al rockcito nacional.

Todas las presentaciones de los grupos del llamado boom del rock mexicano (Caifanes, La Maldita Vecindad, Fobia, etcétera) en Siempre en Domingo, con Raúl Velasco,  justificadas con el falaz argumento: “Pus si los Bitles y los Rolin salían con Ed Sullivan, ¿por qué nosotros no?”.

Cuando en pleno “Festival de Rock y Ruedas” de Avándaro, en septiembre de 1971, por uno de los altavoces de información se dio el siguiente exhorto: “¡Un aplauso para Luis Echeverría que nos va mandar 300 camiones de cincuenta pasajeros para el regreso! ¡A todo dar el chavo ese!”.

Cada vez que el público mexicano (“el mejor del mundo” según algunos) chilla como en un orgasmo cuando cualquier músico extranjero exclama: “¡Mecsicouuuuu…!”.

La falsísima actuación conjunta de Maná y Jaguares en el festival por la Paz, celebrado en el estadio Azteca en 2001 y organizado por Televisa y TV Azteca.

Cuando Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vázquez, Johnny Laboriel y Luis Vivi Hernández dejaron de ser cantantes para convertirse en cómicos (algunos de ellos bastante buenos en ese rubro, hay que reconocerlo).

Cada vez que Alejandro Lora ha gritado “¡Que viva el rocanrol!”, “¡Mamá, prende la grabadora!”, “¡El rocanrol es un deporte, practíquenlo!”, etcétera.

Cuando Laureano Brizuela se autonombró “El ángel del rock” y na-die hi-zo na-da.

La ocasión en la cual Caifanes cantó “La negra Tomasa” con Daniela Romo en un programa nocturno de televisión.

La ocasión en que Botellita de Jerez apareció en Alcanzar una estrella (la telenovela, la obra de teatro y la película) al lado de Angélica Vale y la tocada en el cumpleaños de la misma, en una discoteque, donde el grupo palomeó con integrantes de Timbiriche y Menudo.

El día en que Sergio Villalobos, guitarrista de El Hangar Ambulante, se subió a la azotea de su casa y en pleno viaje de LSD creyó que podía volar, se arrojó al vacío y se hizo puré contra el pavimento.

El día en que Alejandro Lora tomó la composición de Rockdrigo González “El Metro Balderas”, le hizo algunos añadidos a la letra y la grabó con los créditos A. Lora-R. González (en la página oficial de El Tri en internet llegó a aparecer como de A. Lora exclusivamente).

El día en que La Revolución de Emiliano Zapata decidió dejar el rock y cobijarse bajo las seguras y guapachosas faldas de la música tropical y pregrupera, sin saber que estaba siendo un peligroso antecedente para lo que ocurre hoy día en el rockcito nacional.

Cuando a finales de los cincuenta, el periodista (es un decir) mexicano Federico de León inventó que Elvis Presley había declarado que prefería besar a tres negras antes que a una mexicana y desató en nuestro país una oleada amarillista de protestas y boicots en contra del cantante.

El día en que Roberto Jordán decidió usar peinado afro.

Cuando Agustín Lara, Pedro Vargas y Luis Aguilar hicieron el ridículo bailando “música moderna” en la película Los chiflados del rock and roll de José Díaz Morales (1956).

Cuando René Villanueva del grupo Los Folcloristas declaró que las guitarras eléctricas eran instrumentos de penetración del imperialismo yanqui.

La ocasión en que Alex Lora se rompió la boca, luego de que la banda no lo cachara cuando se arrojó con todo y guitarra hacia el público en la Carpa Astros.

Cada vez que Javier Bátiz declara que él le enseñó a tocar la guitarra a Carlos Santana (“Santana se sigue nutriendo de mi música” o “La diferencia con Carlos es que él es un genio musical y yo soy un músico genial”).

La noche en la cual Kinky y Paulina Rubio compartieron el escenario durante la entrega de premios MTV, cantando “I Was Made for Lovin’ You” de Kiss.

miércoles, 25 de octubre de 2017

El "Bleach" de Nirvana

Cuando Nirvana grabó este disco para Sub Pop en 1989, nadie pudo imaginar el impacto que el grupo de la lluviosa Aberdeen, en el noroccidental estado de Washington, tendría un par de años después.
  Se trata de un trabajo poco consistente, realizado antes de la irrupción de lo que se conocería como el movimiento grunge. Producido por Jack Endino y grabado en tan sólo unos días con un costo ridículo de seiscientos dólares, Bleach presenta algunas canciones interesantes y otras que sólo para los seguidores más aferrados del grupo no pasaron al olvido. Y es lógico que así sea. Nirvana era una banda en formación y ni siquiera se trataba del trío que dos años después irrumpiría para cambiar el curso de la historia del rock. Dave Grohl aún no estaba en la agrupación y otros dos bateristas –Dale Crover y Chad Channing– compartieron los diferentes cortes del álbum. En los créditos aparece el guitarrista Jason Everman; sin embargo, el tipo no tocó una nota en la grabación. ¿Por qué se le incluyó entonces? Porque fue él quien puso los seis billetes de cien dólares que costó hacer el disco.
   Bleach es una obra densa, agresiva, confusa; las letras de Kurt Cobain son oscuras y difíciles de descifrar. Musicalmente, hay una gran influencia de Black Flag por un lado y de Black Sabbath y los Melvins por el otro, lo cual se nota en los pesados riffs de la guitarra y el bajo y en la rítmica post punk de varios temas. Sin embargo, hay aquí un par de canciones que habrían de trascender con los años: la conocida “About a Girl” –escrita por Cobain para Tracy Marander, su novia de aquellos días y con quien acababa de terminar, por lo que la letra es una mezcla de sentimientos encontrados de amor y desamor– y la potente y enigmática “Blew”. También destacan la pre grungera “Negative Creep”, la desesperada “Paper Cuts” y una curiosidad: el cover a “Love Buzz”, composición de Robbie Van Leeuween, integrante del sesentero grupo holandés de pop Shocking Blue. Lo demás no es precisamente un material imperecedero.
  Como diría el crítico norteamericano Stephen Thomas Erlewine: “Bleach es más que una curiosidad histórica, dado que contiene algunas grandes canciones, pero no se trata de un clásico perdido… Es el debut de una banda que muestra potencial pero que no lo ha desarrollado todavía”.

(Reseña publicada en el Especial de La Mosca No. 1, dedicado a Nirvana, en mayo de 2003)

martes, 24 de octubre de 2017

¿Por qué hubo tan buenos discos en 1967?

No fue algo que se haya dado por generación espontánea. Sin embargo, no deja de sorprender la cantidad de grandes y trascendentes obras discográficas de rock que se produjo a lo largo de ese año, el 67, una anualidad en la que los músicos del género lograron que este no sólo fuera tomado en serio y colocado a la altura de la música “seria”, sino que se le considerara a partir de entonces como un arte en sí mismo.
  Digo que no fue un fenómeno que se diera por generación espontánea, porque cuando menos desde 1964 y sobre todo en 1965 y 1966 hubo álbumes de enorme calidad musical. En esos tres años, gente como Bob Dylan, Frank Zappa, The Who, los Rolling Stones y, por supuesto, los Beatles (por sólo mencionar a cinco) ya habían producido canciones y/o discos extraordinarios.
  Pero algo sucedió en 1967 que hizo que, hace justo medio siglo, los astros se alinearan y surgieran álbumes que se convirtieron en clásicos instantáneos, sin que el paso del tiempo les haya afectado de manera negativa. Todo lo contrario: los años los han consolidado como supremas obras de arte.
  Mencionemos tan sólo diez de ellos, quizá los más obvios pero a la vez los más significativos: 1. Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (The Beatles). 2. The Velvet Underground and Nico (The Velvet Underground). 3. Disraeli Gears (Cream). 4. Are You Experienced? (The Jimi Hendrix Experience). 5. The Doors (The Doors). 6. Absolutely Free (Frank Zappa). 7. Mr. Fantasy (Traffic). 8. Surrealistic Pillow (Jefferson Airplane). 9. The Piper at the Gates of Dawn (Pink Floyd). 10. Songs of Leonard Cohen (Leonard Cohen).
  Hubo también grandes discos de los Rolling Stones, los Kinks, los Who, los Byrds, Procol Harum, Captain Beefheart, The Moody Blues, Grateful Dead, Buffalo Springfield, Ten Years After, Tim Buckley, Van Morrison, el propio Dylan y un largo etcétera que hicieron de 1967 el año canónico de la historia del rock y nos hicieron saber que, a partir de entonces, las cosas ya no serían como antes.

(Publicado hoy martes en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario.

lunes, 23 de octubre de 2017

The Village Green Preservation Society

El primer disco plenamente conceptual de Ray Davies. Porque este plato es más una obra del genio individual del compositor que un álbum grupal.
  Se trata de una grabación finamente sarcástica en la cual, supuestamente, el autor se queja de la manera como se perdieron los valores conservadores de la Gran Bretaña en aras de la modernidad y el pecado; de ahí el título del disco y el tema homónimo, en el que se glorifica a una agrupación civil (la Village Green Preservation Society precisamente) que busca recuperar las rancias tradiciones victorianas.
  El disco (1968) es una colección de grandes canciones, con excelente música (casi imposible de reproducir en un concierto del grupo), cuyas letras hacen un retrato exacto de muchos personajes ingleses. Todas son tan buenas y memorables que resulta difícil destacar alguna sobre las demás, pero si hubiera que hacerlo, me inclinaría por “Picture Book” (misma que en años después se hizo mundialmente popular, gracias a los comerciales de una marca de cámaras digitales que la usó como tema musical), “Last of the Steam-Powered Trains”, “Do You Remember Walter?”, “Starstruck”, “Phenomenal Cat” y, por supuesto, la composición que da nombre al álbum. Cabría mencionar también a la extraña “Wicked Annabella”, cantada por Dave Davies y que parecería un tema compuesto por John Entwistle de The Who.
  Un gran disco.

(Reseña que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 43, dedicado a The Kinks y publicado en octubre de 2007)

domingo, 22 de octubre de 2017

2018: ¿la ultraderecha al poder?

La amenaza de que la ultraderecha gane las elecciones presidenciales del año próximo es en estos momentos algo no sólo posible, sino muy probable.
  Un proyecto retrógrada y ultramontano que aboga por la regresión, por negar la modernidad, la democracia y la libertad de expresión podría llegar al poder e instaurar un gobierno intolerante, autoritario y hasta represivo. Hablo de un esquema de dominación que no sólo busca volver a tiempos que ya creíamos superados, en los que el mandato de un solo hombre imponía su voluntad omnímoda y sus caprichos muchas veces delirantes y destructivos, sino además de un propósito de acabar con varios de los logros que con demasiadas dificultades y a paso lento hemos conseguido como sociedad de 1997 a la fecha.
  Por un lado, conquistas civiles más o menos recientes como el derecho al matrimonio igualitario, el reconocimiento de la identidad de género y la despenalización del aborto o garantías individuales como la libertad de opinión y la libertad de prensa podrían estar en riesgo con la ascensión de un régimen autocrático y despótico, encabezado por un líder iluminado y maniqueo que no cree en el diálogo, en el debate y mucho menos en la libertad de disentir.
  En un mundo en el que términos como izquierda y derecha se han vuelto tan equívocos y relativos, esta propuesta reaccionaria no vendría necesariamente de los tradicionales sectores de la derecha mexicana, sino de un grupo que a lo largo de los años más recientes ha mostrado su vocación por la consigna lapidaria, el dogma atraviliario y la división sin matices de nuestra sociedad en dos bandos: los buenos (ellos) y los malos (quienes no simpatizan con ellos).
  He ahí el mayor peligro: que bajo el disfraz de oveja progresista se oculte en realidad el de un lobo ultra regresivo a la espera de la revancha y de imponer una visión enloquecida y cuasi religiosa de su verdad absoluta. Una verdad totalitaria que considera a la democracia como un obstáculo para sus designios mesiánicos.
  ¿Política ficción? Por desgracia, no.

(Mi columna "Cámara húngara" de ayer sábado, publicada en Milenio Diario)

sábado, 21 de octubre de 2017

Alain y Hallet

A partir del día de hoy, soy legalmente suegro. Mi hijo Alain y su novia Hallet ya llevan diez años juntos, pero hasta este sábado lo oficializaron, durante una sencilla y familiar ceremonia en un restaurante de la colonia Roma, al filo del mediodía.
  Todo estuvo muy bonito y grato. Ahí estuvimos los papás de ambos contrayentes, la familia más cercana y algunos amigos de la pareja. El momento del casamiento fue muy emotivo y luego vino un almuerzo delicioso.
  Ya en la tarde y noche hubo fiesta en el Terraza Catedral con mucha más gente, incluidos quienes estuvimos al mediodía. También todo estuvo perfecto y hubo una nueva ceremonia de casamiento, pero con un indio navajo como casamentero.
  Entre los que estuvimos ahí puedo mencionar a Jan, Rosa, Rosita, Yazmín, Gerardo (y su novia), Dereck, Emiliano, Santiago (y su novia), Valentín, Myrna, Leyla, Axel, María José, mi primo Gustavo, Indiana, mi sobrina Priscila, Gudiño, Miguel, Manú, Héctor Hellion y su mamá y muchos invitados más.
  Salí como a las diez, cuando aún seguía la fiesta y creo que debí quedarme más rato. Pero me sentí y me siento muy feliz por los nuevos esposos, a quienes adoro.

viernes, 20 de octubre de 2017

Para dártelas de entendido en rock (32)

Cuando en 2005 el huracán Katrina arrasó con gran parte de la ciudad de Nueva Orleans, uno de los barrios más dañados fue aquel donde vivía Fats Domino con su esposa, en una modesta casa amarilla que lucía en su exterior las iniciales F.D.
  Domino se negó a abandonar la casa, aun cuando los vientos pegaban con más fuerza, y al ser alcanzada la vivienda por la terrible inundación, no se supo más de él y de su mujer. Durante tres días aquello fue territorio asolado. Muchos creyeron que Domino había muerto ahogado y hubo quienes pintaron en la calle frases de lamento por su desaparición ("R.I.P Fats, you will be missed", rezaba uno de ellos).
  Afortunadamente, la policía rescató a la pareja sana y salva, en la parte alta de su casa, la única a la que la crecida no llegó. Cuando se supo que el gran autor de "Ain't That a Shame" y "Walking Bak to New Orleans" estaba vivo, la noticia se propagó y todos en la ciudad recibieron un gran alivio en medio de la terrible desgracia.

jueves, 19 de octubre de 2017

Uber me dio de baja

Para mi sorpresa (de la que aún no salgo), Uber me dio de baja como cliente. ¿La razón? La desconozco en absoluto. Ya un par de veces había intentado pedir un taxi últimamente y a la hora de dar el clic final de la solicitud, me marcaba "error". El lunes pasado, más bien en las primeras horas del martes, luego de la grabar con Diego Maroto en el estudio de Iris Bringas y Jehová Villa Monroy, quise pedir un Uber para regresar a mi casa y volvió a marcarme error. Debí volver en un taxi de sitio que me cobró las perlas de la virgen.
  El martes escribí al sitio en internet de Uber para saber qué pasaba y me respondieron entre amables y duros que había yo quedado suspendido debido a cuestiones que no me podían decir (aunque las llamaron "conductas inusuales"), por ser información confidencial . Aparte, me mandaron una especie de manual de buen comportamiento del usuario con las posibles faltas en que podía yo haber incurrido, ninguna de las cuales había yo cometido ni por asomo: las pocas ocasiones en que he usado Uber todo ha sido perfectamente tranquilo, salvo un par de veces que el conductor tomó por rutas equivocadas, lo cual infló mi cuenta sin que armara yo escándalo alguno y una ocasión en que me cobraron un viaje que no hice. Lo reporté y me compensaron el dinero sin problema.
  Volví a escribirles para decirles que no había hecho nada de lo que pudieran acusarme y les pedí una solución. Su respuesta fue seca: "no podemos informarte ningún detalle (ah, porque además te tutean), ya que se trata (insistieron) de información confidencial" y añadieron que jamás podría volver a inscribirme a Uber. Así, de plano.
  Nada más no entiendo.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Modern Life Is Rubish

Tan sólo dos años después de un disco debut poco consistente y poco original, Blur regresó para demostrar que ahí estaba, con un estilo propio que ya nada tenía que ver con sus iniciales tentaciones stonerosianas.
  Modern Life Is Rubbish (1993) es, por donde se le escuche, un gran trabajo. Aunque sigue habiendo influencias (pero esta vez de los Beatles, los Kinks y David Bowie), el álbum resulta mucho más singular y refleja lo que ya era el cuarteto. La voz de Damon Albarn reluce a plenitud, a pesar de uno que otro desafine, mientras canta letras satíricas muy en la vena de su admirado -y casi mentor- Ray Davies. La guitarra de Graham Coxon destaca a cada momento y enseña su creatividad y su gran calidad interpretativa, mientras que la sección rítmica se muestra sólida, contundente, perfecta.
  En cuanto a la producción, hay aquí un estupendo y en ocasiones extraño, “sucio” y sorprendente uso de los efectos de sonido y de las posibilidades del estudio. Por ello destacan sobremanera cortes como “For Tomorrow”, “Sunday Sunday”, “Chemical World”, la punkiana “Advert” y la muy Syd Barrett y XTC “Pressure on Julian”.
  El disco fundador del sonido de Blur.

(Reseña que iba a ser publicada en el Especial de La Mosca en la Pared dedicado a Blur y que aparecería en abril de 2008).

martes, 17 de octubre de 2017

La imparable Annie Clark

Desde que grabó su primer disco, el estupendo Marry Me de 2007, bajo el nombre de St. Vincent, la texana Annie Clark mostró que lo suyo era algo por completo diferente a todo lo que habíamos escuchado antes. Su música era una mezcla de rock pop con elementos electrónicos y de avant garde. Sus canciones poseían un encanto muy peculiar que las hacía al mismo tiempo atrayentes y difíciles de asir. Provocativa y llena de inventiva, su segundo y tercer opus, los extraordinarios Actor (2009) y Strange Mercy (2011), vinieron a reafirmar su fascinante propuesta y su vocación por un sonido cargado de insinuaciones y sugerencias, sensual y en ocasiones incluso sicalíptico, pero con una finura, una ironía y una elegancia impecables.
  En 2014 publicó otro álbum excelente, el homónimo St. Vincent, y ahora acaba de aparecer su quinto plato: Masseduction (gran título) otra absoluta maravilla.
  Producido por Jack Antonoff y con colaboraciones de gente como Jenny Lewis, Kamasi Washington y Mike Elizondo, el flamante disco es una colección de trece composiciones suntuosas, tan variadas como ricas en matices, pero en las que la voz y la guitarra de Clark lucen de manera espléndida, lo mismo en los temas más rítmicos (“Pills”, “Masseduction”, “Sugarboy”, “Los Ageless”, “Savior”) que en las melodías más dulces y conmovedoras (“New York”, “Happy Birthday, Johnny”) o en las piezas más bellas e intensas (“Hang on Me”, “Fear the Future”, “Young Lover”, “Slow Disco”, “Smoking Section”, esta última con reminiscencias de Portishead).
  La música de St. Vincent puede definirse como pop, pero se trata de un pop subvertido, vuelto de cabeza, cuestionado, deconstruido y recreado del modo más inteligente y creativo. Nada que ver con las presuntas provocaciones, más mercadotécnicas que artísticas, de Lady Gaga, similares y conexos. Se trata de un pop vanguardista, sin trucos efectistas, que se reafirma en cada nuevo disco. Como en este Masseduction que seduce, conquista, conmueve y convence.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 16 de octubre de 2017

Sesión con Diego Maroto

La grabación del disco sigue, paso a paso pero con firmeza. Hoy fue la sección nocturna con el gran Diego Maroto (uno de los mejores saxofonistas de este país) para mis canciones "Una noche" y "Qué absurdo". Acudió acompañado de su guapa novia y todo estuvo fantástico. Diego le dio su toque jazzero a ambas piezas en las partes de los respectivos solos. Dejó tres tomas distintas para cada uno. Por supuesto, ahí estuvieron Iris Bringas en la hospitalidad y las fotos y Jehová Villa Monroy en la hospitalidad y la grabación.
  Al final, le mostramos a Maroto algunos de los tracks que están más avanzados (como "Oye, oye" y "Esta puta ciudad") y le gustaron mucho. Ahí vamos.

domingo, 15 de octubre de 2017

Manchester by the Sea

Qué película tan peculiar. Bella, melancólica, de una profunda tristeza agridulce y, en el fondo, con un sentido del humor sesgado y un tanto negro. Manchester by the Sea, de Kenneth Lonergan (2016), es un filme que vale mucho la pena ver. La historia de un tipo maltratado por la vida, un hombre solitario que ha perdido lo más valioso que tenía, sus dos pequeños hijos, en un percance que no revelaré para no echar a perder la posible vista del filme.
  Lee Chalder (interpretado estupendamente por Casey Affleck) trata de recuperar su vida poco a poco, aunque se ha vuelto irascible, amargo, pendenciero, intolerante, pesimista, asocial. Otra muerte cercana aparece en su vida, la de su hermano mayor Joe (Kyle Chandler), y eso lo obliga a volver de Boston -en donde trabaja como conserje de un par de maltrechos edificios habitacionales y vive en un cuartucho- al pequeño pueblo pesquero que da nombre a la cinta, ubicado en la fría costa del norte de Massachussets, donde nació, se casó y tuvo a su familia antes de la tragedia. Su sobrino adolescente Patrick (Lucas Hedges) se ha quedado solo (ya que su madre los abandonó a él y a su papá años atrás, por problemas de adicción a las drogas) y Lee tiene legal e involuntariamente que hacerse cargo de él. Eso lo hace regresar al pasado del que quiere olvidarse e incluso a toparse con Randi, su ex mujer (Michelle Williams), a quien culpa de la muerte de sus hijitos.
  Llena de flashbacks y de diálogos inteligentes y certeros, Manchester by the Sea deja en uno, como espectador, una sensación de desconsuelo pero a la vez de ligero optimismo. Lonergan dirige con austera elegancia y agradecible contención. Una gran película en verdad.

sábado, 14 de octubre de 2017

Para deshojar la margarita

Me quiere, no me quiere... Me quiere no me quiere... Así debe haber estado Margarita Zavala en su difícil relación con Ricardo Anaya, poco antes de renunciar al Partido de Acción Nacional y lanzarse (¿arrojarse sería más preciso?) a la incierta correría que significa la candidatura independiente para la presidencia de la república.
  ¿Qué implica, qué significa, cuáles son las repercusiones que tendrá en el entramado nacional la defección de está experimentada política que ha abandonado a su querido PAN? Es muy difícil decirlo todavía. Sin embargo, verdad de perogrullo, de que habrá efectos, los habrá sin duda.
  Por lo pronto, el hecho golpea la línea de flotación del cada vez más incierto Frente Ciudadano por Anay..., quiero decir, por México, el cual se verá afectado por los pocos o muchos simpatizantes que jale Zavala a su trinchera.
  También habrá de afectar al sector de los independientes, quienes son cada vez más (aunque se irán haciendo cada vez menos) y dividirán sus votos casi hasta pulverizarlos. A menos que uno de ellos de veras destaque y el tan mencionado rechazo popular a los partidos políticos se convierta en algo concreto. ¿Podría ser Margarita esa candidata que jale la mayor parte del sufragio independiente? A saber.
  Por supuesto que su renuncia golpeará al PAN, más de lo que sus dirigentes se han encargado de golpearlo.
  En cuanto a Morena y el PRI, se dice que son los dos beneficiarios de la deserción de Zavala a las filas blanquiazules. No me parece tan claro. Por lo pronto, ya López Obrador mostró su cobre misógino y machista al referirse a ella como “la esposa de Calderón” y no dudo que la siga atacando por ese lado, lo cual puede restarle simpatías... al propio Peje.
  El PRI se beneficia de la división en el PAN y podría ser el ganón en este affaire, si finalmente el dedo presidencial decide destapar a José Antonio Meade, hoy mismo su mejor y más competitiva carta y alguien cercano a la propia señora Zavala, con quien podría negociar políticamente.
  Aún queda tiempo para deshojar más la margarita.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 13 de octubre de 2017

Para dártelas de entendido en rock (31)

Pink Floyd grabó el tema "The Great Gig in the Sky" luego de que Roger Waters y Dave Gilmour escucharan desde cierta distancia a Richard Wright, mientras éste realizaba una improvisación espontánea de acordes en el piano, durante un descanso de la grabación del álbum The Dark Side of the Moon en los estudios Abbey Road de Londres. Decidieron que Wright desarrollara lo que estaba tocando y que quedara como una pieza instrumental. Luego pensaron en lo bien que quedaría meter una voz femenina que cantara sin palabras y lo comentaron con el ingeniero de sonido, Alan Parsons, quien les comentó que conocía a la persona ideal: la cantante británica Clare Torry. La llamaron y le pidieron que improvisara sobre el piano de Wright. Al principio, ella metía expresiones como "oh, baby", pero la conminaron a que no lo hiciera. Al comprender de qué se trataba, la joven vocalista pensó: "claro, quieren que mi voz sea un instrumento más". El resultado todos lo conocemos: una de las piezas cumbre no sólo de ese gran disco de 1973, sino de toda la obra de Pink Floyd.
  El único problema fue que cuando el disco apareció, la co-autoría de Torry no estaba en los créditos del mismo. Ella estaba tan sorprendida de que su participación hubiese sido incluida que se dio por bien servida. No obstante, muchos años después, en 2004, y en vista de las millonarias ventas que había tenido el álbum durante más de tres décadas, decidió demandar a la disquera y al grupo. Ganó el juicio y aparte de recibir una jugosa cantidad, a partir de ahí se hizo acreedora a las regalías que vinieran. Por supuesto, desde 2004, las nuevas reediciones de El lado oscuro de la luna, cuentan con el merecidísimo crédito de Clare Torry en "The Great Gig in the Sky".

jueves, 12 de octubre de 2017

The Big Lebowski

Por alguna inesplicable razón, me tardé muchos años (19, para ser exactos), para ver esta película de los hermanos Coen, filmada en 1998. Pero nunca es tarde y acabo de disfrutarla en todo lo que cabe.
  Como prácticamente toda la obra de los Coen, se trata de una gran cinta, irónica, implacable, divertida, inteligentísima. La historia es absurda y envuelve una cantidad de situaciones absolutamente delirantes, con personajes tan guarros como entrañables y diálogos tan surreales como ingeniosos.
  No contaré de qué trata, aunque seguramente muchos de los que lean estas líneas ya la habrán visto más de una vez. Sólo diré que las actuaciones de Jeff Bridges, John Goodman, Julianne Moore, Steve Buscemi, John Turturro, Tara Reid y Philip Seymour Hoffman (vaya grupo de histriones) rayan en lo genial al dar vida a una historia perfecta y enloquecidamente contada por Joel Coen, gracias a un guión más que brillante de él mismo y su hermano Ethan.
  Una comedia negra de excelencia que por fortuna al fin me decidí a ver.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Goats Head Soup

Muchos han dicho que Goat’s Head Soup (1973) fue el álbum con el cual se inició la decadencia de los Rolling Stones. Puede ser que la obra coincidió con el principio de una etapa bastante dudosa en la vida personal de sus integrantes (Jagger inmerso en el jet set, Richards inmerso en la adicción a las drogas duras); sin embargo, como disco es un trabajo estupendo, con composiciones que se hallan entre lo mejor del repertorio del grupo.
  Más en la línea de Sticky Fingers que de Exile on Main Street, este Sopa de cabeza de cabra, grabado casi enteramente en Jamaica, es otro plato lleno de rocanrol y potencia, pero también de ternura y sutileza.
  Cierto que no inicia del todo bien (“Dancing with Mr. D.” es quizás una mediocre segunda parte de “Sympathy for the Devil”, aunque su beat resulta tan sugerente como sensual e hipnótico), pero las cosas mejoran notablemente con la intensísima “100 Years Ago” y la evocadora “Coming Down Again” (cantada por Keith Richards), así como con la poderosamente rocanrolera “Doo Doo Doo Doo Doo (Heartbreaker)” y la maravillosa y archiconocida “Angie”, con la cual concluye el lado A del vinil original.
  El lado B es aún más consistente y arranca con el divertido blues-rock “Silver Train”, para continuar por el persistente tema “Hide Your Love”, seguir con esa joya que es la evocativa balada “Winter”, atorarse un poco con la no del todo lograda “Can You Hear The Music” (hay quienes dicen que es la única canción de relleno de los Stones en los cinco álbumes que van de Beggars Banquet a Goat’s Head Soup, pero tal vez sería injusto darle esa calificación) y culminar con ese gran tema cuyo verdadero título es “Starfucker” y que la censura de la disquera obligó a cambiar a “Star Star”, un rocanrolazo a la Chuck Berry con todo el poderío de los Stones.
  ¿Un disco decadente? Sí, pero exquisitamente decadente.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared dedicado a los Rolling Stones, publicado en mayo de 2004).

martes, 10 de octubre de 2017

¿Por qué es tan malo el rockcito?

En México existen músicos de altísimo nivel, instrumentistas de primer orden, voces privilegiadas, compositores de excelencia. En el jazz, por ejemplo, los músicos mexicanos poseen en gran parte una calidad de primer mundo. Lo que no hay es un apoyo económico y de infraestructura para que ese género logre salir del estrecho sitio en el que se le tiene confinado. El talento ahí está, pero faltan lugares, disqueras, medios de comunicación que sirvan como base para que esa música sea mucho más difundida.
  Lo mismo puede decirse de otros géneros y subgéneros, confinados en la oscuridad de lo subterráneo, incluso dentro del rock. Existen, por ejemplo, muy buenos grupos de rock progresivo en diferentes partes de la república, muy especialmente en los estados del noroeste.
  Por desgracia, lo que sigue reinando aquí es el facilismo de lo comercial y se privilegia la música más mala y más trivial, algo que nada tiene de nuevo.
  Pero regresemos al rock. ¿Hay buenos músicos de rock en nuestro país? Por supuesto que sí. El virtuosismo musical no es ajeno al género. Sin embargo, quienes manejan el negocio roqueril no apuestan por la calidad sino por la simpleza bobalicona y comercializable de eso que desde hace mucho llamo el rockcito, es decir, ese falso rock artificioso y pueril, pasteurizado e intrascendente que disqueras, medios y empresarios nos han impuesto cuando menos desde finales de los años ochenta del siglo pasado.
  Resulta exasperante ver cómo los buenos músicos mexicanos de rock carecen de espacios para expresarse, mientras que las “bandas” del rockcito, tan limitadas ellas, son grabadas en los mejores estudios, difundidas en radio, televisión e internet y programadas como estelares en los festivales masivos.
  Con un público musicalmente inculto y poco educado que todo se lo traga del modo más dócil y acrítico, el conformismo es el sello de ese rockcito tan oportunista, insustancial y anodino.
  Hay grandes músicos en México, pero no están en ese rock en diminutivo.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 9 de octubre de 2017

Mind Games

La carrera como cantor de protesta de John Lennon duró apenas poco más de un año: de junio de 1972, mes en el cual salió Sometime in New York City, a noviembre de 1973, con la aparición de su cuarto opus discográfico, el disperso y a final de cuentas más bien discreto Mind Games.
  El álbum tiene más en común con Plastic Ono Band y sobre todo con Imagine, pero su calidad artística resulta bastante menor que la de estos dos. Si nos ponemos estrictos, deberemos reconocer que la única canción a la que realmente podemos ponerle el calificativo de excelente es la que da nombre al disco. “Mind Games” es un tema producido con una clara pared de sonido y con una estructura circular y repetitiva. Esto último no constituye necesariamente un defecto, dado que la línea melodica del estribillo principal es bella y atrayente y Lennon la interpreta de manera plena de sentimiento.
  El resto del material varía y va de un simpático rocanrolito a la Nashville (“Tight A$”) a un sentido tema semibluesero (“Aisumasen [I'm Sorry]”), de una simpática balada retro (“One Day [At a Time]”) a la única composición con una letra más o menos politizada y divertida (“Bring on the Lucie [Freda Peeple]”). Esta parte del disco (lo que viene siendo el lado A del vinil original) culmina con el supuesto “Himno Internacional Nutopiano” (“Nutopian International Anthem”), tres segundos de silencio en honor a una nación virtual inventada por John y Yoko.
  El resto de Mind Games (es decir, el lado B) transcurre sin muchas alteraciones. “Intuicion” es una buena pieza, con un beat jazzeado francamente delicioso, mientras que “Out of the Blue” es una preciosa y sencilla canción de amor que hubiera cabido sin problemas en el llamado Álbum Blanco de los Beatles. Por su parte, “Only People” suena como uno de esos temas que Lennon hacía para dar gusto a Yoko, con su mensajito bien intencionado y políticamente correcto; pero musicalmente no es en absoluto mala. “I Know (I Know)”, en cambio, inicia el estupendo final del álbum. Se trata de una pieza memorable a pesar de su aparente modestia y su bajo perfil. Una joyita escondida en medio de tantos juegos mentales. Por último, “You Are Here” es otra bonita canción de amor con una guitarra slide que de repente remite a Nashville y de repente a Honolulu. El plato cierra con un gran corte, el poderoso “Meat City”, un rock duro, estridente y que poco parece tener que ver con el mood general de la obra.
  Para algunos, Mind Games es una obra subvalorada; a mi modo de ver, se trata tan sólo de un buen disco a secas (de su feicita y malhechona portada, mejor ni hablar).

(Reseña que escribí para el Especial No. 26 de La Mosca en la Pared dedicado a John Lennon, a 25 años de su muerte, y publicado en diciembre de 2005)

domingo, 8 de octubre de 2017

El camino hacia Marx

Terminé de leer el segundo tomo de la autobiografía de Arthur Koestler, intitulado El camino hacia Marx (Alianza Editorial, 1974). Luego de leer La flecha en el Azul, el primer tomo, en el que narra su infancia, su adolescencia y su primera juventud, en esta segunda de cinco partes se refiere a lo que le sucedío en 1929, 1930 y 1931, tres años intensos en lo que lo mismo estuvo en Palestina e Israel que en el París de los últimos años de la postguerra y en el Berlín previo a la toma del poder por el partido de los nazis.
  Ameno, interesante y con un sentido del humor muy particular, Koestler logra transportarnos a los ambientes en los que estuvo y hace varias reflexiones acerca de la manera como fue seducido por la ideología comunista, hasta el punto de tomar la decisión de afliarse al PC alemán. Esas reflexiones críticas son un gran punto a favor de este espléndido relato autobiográfico que se corona, en la parte final, con su participación como reportero en un viaje científico alucinante, a bordo del Graf Zeppelin, al Polo Norte.
  Arthur Koestler es muy poco conocido hoy día, pero debería ser rescatado por todos sus méritos literarios, científicos e ideológicos.
  Un gran texto que continuaré en el tercer tomo.

sábado, 7 de octubre de 2017

¿Cataluña o Catalunya?

Qué difícil tomar una posición clara y definida ante el conflicto en Cataluña (o Catalunya).
  Si se miran las cosas de golpe y sin matices, todo indicaría que uno debe estar en favor de los independentistas catalanes. Y cómo no, si luchan por la independencia, organizan una votación, hay grandes y entusiastas marchas, pelean contra el centralismo y hasta cuentan con la simpatía de Gerard Piqué y Pep Guardiola. Y si además le vas al Barça, ¡hombre!
  Del otro lado, están tipos y organizaciones impresentables como Mariano Rajoy, el Partido Popular, la Guardia Civil, el franquismo solapado y el centralismo a ultranza, a lo que se añaden la salvaje, torpe y absurda represión del 1 de octubre, la frase lapidaria de Rajoy (“Hemos hecho lo que teníamos que hacer”) y el limitado discurso del Rey Felipe VI, en el que no hubo llamado al diálogo o la menor simpatía por los heridos.
  Con todo, hay cosas que brincan. Como el necio empeño ultranacionalista del presidente Carles Puigdemont y los suyos (en una época en la cual los nacionalismos suenan a algo rancio y retardatario, como el nacionalismo revolucionario al que algunos políticos mexicanos pretenden regresar) y, sobre todo, el hecho de que el movimiento independentista cuente con el apoyo del actual régimen venezolano, los separatistas escoceses y los servicios secretos rusos (esos mismos que ayudaron a la elección de Donald Trump), mientras que la Unión Europea lo rechaza. Eso da qué pensar.
  Creo que la clave del affaire Cataluña (o Catalunya) se resume en esa palabra problemática y anquilosada mencionada líneas atrás: nacionalismo. Por un lado, el nacionalismo franquista de Rajoy y el PP y, por el otro, el alucinado nacionalismo de Puigdemont y los suyos (que cuenta con el apoyo, si acaso, de la mitad de los catalanes).
  Demasiadas aristas, demasiada complicación para tomar partido desde la distancia. Como en todo, el diálogo parece ser la mejor salida. El diálogo y el cumplimiento de la ley.

(Mi columna "Cámara húngara" del sábado pasado en Milenio Diario)

viernes, 6 de octubre de 2017

Para dártelas de entendido en rock (30)

La composición "Sunday Bloody Sunday" comenzaba originalmente con la frase "No me hables acerca de los derechos del ERI" (Ejército Republicano Irlandés), pero de última hora se cambió a "No puedo creer las noticias de hoy", ya que U2 temió que su llamado a la paz fuese malinterpretado.   

jueves, 5 de octubre de 2017

Imagine

Nueve meses después de su primer álbum y de haber declarado que el sueño había terminado, John Lennon regresó al terreno discográfico con el que sería su trabajo más reconocido y exitoso (aunque no necesariamente el mejor) de su etapa como solista. Imagine (1971), el disco, junto con “Imagine”, la canción.
  ¿Qué tanto se ha mitificado y sobrevalorado a ambos, el disco y la canción? Cuarenta y seis años transcurridos pueden proporcionarnos cierta perspectiva, pero no la necesaria y suficiente como para despojarnos de las simpatías y diferencias (más las primeras que las segundas) que hoy sigue despertando la figura del autor de “Strawberry Fields Forever”. Respecto a la canción, si queremos ser muy estrictos, tendremos que aceptar que musicalmente es demasiado simple. En cuanto a la letra, el hecho de que se haya convertido en una especie de himno mundial en pro de la paz, la comprensión, la tolerancia, etcétera, no la salva de su obviedad y de cierta dosis de cursilería disfrazada de poesía con mensaje: “Imagina que no hay países / no es difícil de hacer / Nada por qué matar o morir / y tampoco religión / Imagina a toda la gente/ que vive la vida en paz” o “Puedes decir que soy un soñador (¿pues no que el sueño había terminado?) / pero no soy el ünico / Espero que algún día te nos unas / y el mundo será como una unidad”. Muy bonito y bien intencionado, pero francamente naïve.
  Curioso resulta, además, que ese mensaje post hippie de buena voluntad contraste de manera tan salvaje con otra de las canciones importantes del Imagine: la muy amarga y mordaz “How Do You Sleep?”, en la cual John hace cera y pabilo de su ex compañero Paul McCartney con líneas tan llenas de rencor como “Aquellos locos estaban en lo cierto cuando dijeron que estabas muerto” o “Lo único que hiciste fue ‘Yesterday’” o “Una cara bonita puede durar un año o dos, pero muy pronto ellos verán de lo que eres capaz” o “El sonido que produces es musak para mis oídos, deberías haber aprendido algo en todos estos años”. Demasiada visceralidad después de cantar al amor, la paz y “la hermandad del hombre”, como dice en “Imagine”, en la cual también nos propone imaginar “a toda la gente compartiendo el mundo” (¿todos menos Paul?). En fin…
  Imagine dista de ser un disco perfecto, pero contiene cortes espléndidos como “It’s So Hard”, “Oh, My Love”, “Give Me Some Truth” y sobre todo la intensa “Crippled Inside” y la oscura “Jealous Guy”, canciones estas dos últimas en las que el Lennon vulnerable vuelve a aparecer y a mostrar el corazón abierto, como hizo en su primer álbum, con palabras como “Puedes sacar brillo a tus zapatos y usar un saco / Puedes peinar tu cabello y verte impecable / Puedes esconder tu cara detrás de una sonrisa / (Pero) una cosa no puedes ocultar y es cuando estás destrozado por dentro” y “(Llevar) una vida de perro no resulta divertido” (“Crippled Inmside”) o “Estaba soñando en cierto pasado y mi corazón latía con rapidez / Empecé a perder el control… / No fue mi intención herirte / Perdóname por hacerte llorar / No es que haya querido herirte / Sólo soy un muchacho celoso / Me estaba sintiendo inseguro / (de que) pudieras no amarme más / Estaba tiritando por dentro… / Intentaba capturar tus ojos / a pesar de que tú tratabas de esconderlos / Estaba tragando mi dolor… / Sólo soy un muchacho celoso”.
  Imagine no es el disco más significativo de John Lennon (Plastic Ono Band e incluso Sometime in New York City y Rock’n’Roll podrían serlo más en ciertos modos). Sin embargo, se ha convertido en el más popular de su carrera en solitario, en el más recordado y en el más aceptado. Por algo será.

(Reseña que escribí para el Especial No. 26 de La Mosca en la Pared dedicado a John Lennon, a 25 años de su muerte, y publicado en diciembre de 2005)

miércoles, 4 de octubre de 2017

La Patria según Magú

Espléndida versión del gran Magú de la Madre Patria que nos mostraban los antiguos libros de texto gratuito.

martes, 3 de octubre de 2017

De Molotov a chinampina

Cuando hace veinte años apareció ¿Dónde jugarán las niñas? de Molotov, el furor que causó estuvo más o menos justificado. Para la escasa calidad que en general tenía el rock que se trataba de hacer en México a fines de los noventa, el grupo presentaba una combinación de rap con rock pesado que si bien no era tan novedoso en el mundo de habla hispana (algo similar y de mejor nivel ya lo hacía en España el grupo Def Con Dos), cuando menos resultaba distinto para el medio local.
  Fue un disco bastante aceptable que el cuarteto mexicano jamás consiguió superar, a pesar de todos los álbumes posteriores que produjo, lo cual no obstó para que a partir de entonces sus integrantes adoptaran la pose de divos y superestrellas. Pero ese es un síndrome que padecen incluso otros músicos del rockcito nacional que ni siquiera han grabado un disco mediano.
  La novedad es que Ismael “Tito” Fuentes, uno de los miembros de Molotov, acaba de lanzar dos canciones para lo que será un álbum como solista llamado El ocaso y que después de escucharlas me llevan a la conclusión de que lo mejor habría sido no sacarlas a la luz, porque sí así va a estar todo el plato...
  “Ya mami (el imbécil de la moto” y “Nos quieren (apañar)” son dos composiciones inenarrables que hacen sonar a “Voto latino” y “Puto” (de aquel primer disco de Molotov) como sonatas de Beethoven.
  Musicalmente pobres, sin el más elemental sentido armónico o melódico, con letras limitadísimas que riman con verbos en infinitivo (“Nos quieren apañar / Nos van a emparedar / Nos quieren azotar y se la van a pellizcar” dice la segunda en su parte más poética, en medio de una música que parece imitación de System of a Down), ambas piezas resultan tan limitadas y anodinas como el 99 por ciento de la producción cancionera de nuestro rockcito, con el agravante de ser pretenciosas y humorísticamente fallidas.
  Me dicen que llevo años de llamarle rockcito al rockcito. Pero, frente a cosas como estas, ¿hay alguna otra forma de llamarlo?

(Texto publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 2 de octubre de 2017

El jardin de bronce

Estupenda serie argentina que terminé de ver en HBO. La historia de un padre en busca de su hija secuestrada a lo largo de tres lustros y todo lo que ello implica en términos de dolor, angustia, ansiedad, pero también de corrupción, delincuencia, crimen y oscuridad. La maldad humana que brota sin control y que no se detiene y, aún así, la esperanza que no desaparece y que tiene un final tan sorprendente como emotivo.
  Con grandes actuaciones, gran guión y estupenda producción, esta adaptación de la novela homónima del argentino escritor Gustavo Malajovich es un thriller de alta escuela, con la belleza urbana de Buenos Aires y de algunas regiones remotas de la Argentina salvaje en pleno. Una serie que recomiendo sin la menor duda.

domingo, 1 de octubre de 2017

Cáscara de nuez

Hay novelas originales y Nutshell, de Ian McEwan, es una de ellas. No por la historia que cuenta, la de una pareja de amantes que se confabula para asesinar al marido de ella, tema que han tocado novelas tan notables como El cartero llama dos veces o Double Indemnity, ambas del gran James M. Cain. Lo es por la persona -o sería mejor decir futura persona- que nos narra los hechos: un bebé a dos semanas de nacer.
  En efecto, McEwan tuvo la delirante y muy efectiva idea de que el niño que aún permanece en el vientre materno sea el narrador en primera persona de la novela, al ser el principal testigo de los amoríos clandestinos de su madre (la ambiciosa y titubeante Trudy) con su cuñado, el igualmente ambicioso pero patán, inculto y aborrecible Claude y del terrible plan que urden ambos con el fin de matar a John, el padre del feto -que todo lo escucha, todo lo percibe y todo lo razona de la manera más sagaz y divertida-, para quedarse con la mansión en que ella vive y que legalmente pertenece a su aún marido, un grandulón, bonachón y torpe apasionado de la poesía.
  Cáscara de nuez (Anagrama, 2017) es un relato espléndido, con todo el oficio del gran escritor británico, quien con un sentido del humor negrísimo nos atrapa desde la primera línea y no nos suelta hasta que el libro termina, de manera, por supuesto, inesperada. Uno se enamora del futuro bebé y de sus pensamientos y razonamientos, un bebé que no sólo escucha lo que pasa afuera de su cálido refugio ventral, sino que aprende lo mismo de vinos (su madre y su amante son dados a beber finísimos tintos y blancos) que de lo que sucede en el mundo, gracias a los podcasts que sobre toda clase de temas suele escuchar su progenitora.
  Él se desespera al no poder impedir el crimen inminente y sin embargo tiene un as bajo la manga (valga la expresión) que nos llevará a una conclusión tan genial como hilarante.
  Una novela absolutamente recomendable.