miércoles, 31 de enero de 2018

Onamásticos

El de mi Jan, quien ayer cumplió 31 años. No nos pudimos ver, pero si hablamos por teléfono y todo muy bien.
El de mi depto, en el que hoy cumplo 18 años de vivencias y experiencias mil. Todo muy bien también.

martes, 30 de enero de 2018

Gran Sur y la influenza sudamericana en el rockcito

No es un secreto que nuestro glorioso rockcito hunde sus raíces originarias en el rock pop español y argentino de finales de los años ochenta. Nada tiene que ver con el rock  inglés y norteamericano y mucho menos –muchísimo menos– con la parte negra de este rock, es decir, con el blues, el gospel, el soul, el funk.
  Las figuras estatuarias de Soda Stereo y Gustavo Cerati fungen como la guía de multitud de agrupaciones y solistas mexicanos que se han dejado embeber por canciones poperas, muchas de ellas literalmente clonadas de piezas escritas en otros lares. Soda Stereo copió el concepto de The Cure y lo mezcló con la música de The Police. Caifanes tomó la parte de La Cura y Maná la de La Policía y así nació todo: “¡habemus rockcito!” fue el grito y el rock se fue al carajo en este país, para ser resguardado sólo por unos pocos músicos que se negaron a argentinizarse y/o españolizarse.
  Los años pasaron y la influencia (¿o influenza?) sudamericana se asimiló, aunque cuando menos lo hizo dentro de los parámetros de cierta intención roquera (casi siempre fallida). Pero resulta que esa sudamericanización ha empezado a volverse más notoria. Primero fueron Natalia Lafourcade y Café Tacuba, tratando de seguir los pasos de la música andina de la Tigresa de Oriente, con canciones como “Tú sí sabes quererme” y “Futuro”. Luego la propia Lafourcafe de plano abrazó el folclor estilo Radio Educación en los años setenta, con su proyecto de Los Macorinos, y ahora son algunos ex integrantes de Fobia quienes se lanzan a seguir la nueva manía con el grupo Gran Sur, en el que presentan un estilo baladesco con tintes de película a la Robert Rodríguez, más una cantante muy extraña que de pronto suelta unos berridos infames. No que toquen mal (son buenos músicos), pero la rendición hacia lo sudamericano se siente tan falsa y oportunista que hasta da penita ajena.
  Nada tengo contra el folclor de cualquier país. Pero folclor genuino y no uno que sólo sigue una tendencia comercial..., hasta que llegue la siguiente moda.

(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 29 de enero de 2018

De Shazam a Spotify


Hace poco descubrí una función de Spotify y es la de recoger todas aquellas canciones que uno busque con Shazam y juntarlas en un álbum llamado "Mis pistas de Shazam". Dado que soy un seguidor de diversas series y muchas de ellas tienen gran música en diversas escenas y (sobre todo) en los créditos finales, suelo apuntar mi iPad hacia la tele para tratar de saber el nombre de alguna pieza y quién la canta. Ahora, gracias a la combinación entre Shazam y Spotify, no sólo averiguo lo que quiero sino que me quedo con las canciones para escucharlas completas las veces que quiera. Gran cosa para descubrir vieja y nueva música. Por lo pronto, en mi álbum ya hay cerca de 200 melodías de los más diversos géneros y las más diversas épocas. Buena cosa.

domingo, 28 de enero de 2018

Cuatro series

En estos días, terminé de ver cuatro series. Dos de Netflix y dos de Amazon Prime Video.
  Son estas:

1. Dark (Netflix). Extraordinaria serie alemana. Oscura y densa, violenta y ominosa. Profunda en su planteamiento filosófico acerca del tiempo. Una serie diferente y llena de inteligencia.

2. 13 Reasons Why (Netflix). Una serie que debí terminar hace varias semanas, pero cuyo capítulo final había dejado pendiente no sé por qué. Programa sobre problemas juveniles (bulling, sexo, falta de amor, insatisfacción, violación, suicidio) que causó grandes discusiones en la sociedad estadounidense y al parecer en ciertos sectores mexicanos también. Buena a secas. Por cierto, la escena del suicidio en ese capítulo final me pareció demasiado duro por explícito.

3. The Last Tycoon (Amazon). Estupenda emisión basada en la último novela (inconclusa) de Francis Scott Fitzgerald. Muy lograda en su ambientación y con magníficas actuaciones. El mundo de los estudios de cine del Hollywood de los años veinte y treinta muy bien retratado con sus dramas y sus vivencias. Realmente buena.

4.- The Man in the High Castle (Amazon). Extraordinaria serie cuyas dos primeras temporadas resultan obligadas. Basada en la novela del mismo nombre del grandioso autor  de ficción científica Philip K. Dick, El hombre en el castillo plantea lo que habría pasado si la Segunda Guerra Mundial la hubiesen ganado los países del eje Berlin-Tokio-Roma y nos presenta a unos Estados Unidos, de principios de los años sesenta, dominados en su lado este por los nazis y en su lado oeste por los japoneses. En verdad una gran serie y todo indica que habrá una tercera temporada.

sábado, 27 de enero de 2018

Las cuevas de Gabriela

El oportunismo, la falta de congruencia y la omisión de la ética sueñen ser características de la mayoría de los políticos. No de todos. Hace 40 años tuve la fortuna de conocer personalmente y trabajar bajo la dirección de uno que era todo lo contrario de eso. Desgraciadamente, ya no hay políticos como el ingeniero Heberto Castillo.
  Hoy, pues, es el tiempo de los oportunistas, los incongruentes y los anti-éticos. Tiempos de canallas, diría Lilian Hellman. Lo vemos en la desbandada y el chapulinesco espectáculo de los políticos que saltan de un partido a otro, no por cuestiones ideológicas o filosóficas, sino por los más prosaicos y mezquinos intereses personales, por ambición egoísta, por convenir mejor a su muy particular provecho individual.
  El ejemplo más reciente de este fenómeno lo conocemos todos y es el de la ex panista Gabriela Cuevas, súbitamente convertida a la iglesia mesiánica y morenista de Andrés Manuel López Obrador. De pronto, la hasta hace poco combativa blanquiazul y quien hace doce o trece años cuestionara como nadie al gobierno de AMLO en el ex Distrito Federal, cambió de opinión y ahora resulta que don Peje es “un hombre alegre, que conoce muy bien nuestro país, que conoce los problemas (…) que busca la unidad de México, que empata con los ideales que he tenido”, además de que para ella lo que ofrece Morena es “inclusión, pluralidad, diálogo, reconciliación y eso es lo que le hace falta a México”.
  Todo muy bonito, muy nice, de no ser porque el movimiento fue demasiado burdo, demasiado obvio, y la propia doña Gaby aceptó que el salto de tres bandas lo dio por una razón muy simple y poco romántica: le urge asegurar una diputación para seguir siendo la presidenta de la Unión Interparlamentaria, con sede en Ginebra, Suiza, puesto que por cierto le consiguió un priista: Luis Videgaray. Lopez Obrador le prometió esa diputación y ella descubrió en Andrés Manuel, de súbito y de manera milagrosa, al Mesías verdadero.
  Las oscuras cuevas de Gabriela.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)


viernes, 26 de enero de 2018

Para dártelas de entendido en rock (45)

En 1967, Erma Franklin, hermana de la gran Aretha, grabó la canción "Piece of My Heart" con un mediano éxito. Un año después, al integrarse al grupo Big Brother and the Holding Company, Janis Joplin tomó la pieza y la recreó de un modo que la volvió inmortal. Nadie se acuerda de la espléndida Erma, pero nada tenía que hacer ante la fuerza volcánica de Janis.




jueves, 25 de enero de 2018

Matar por Angela: escribir con bilis

No abundan en México las novelas que tengan como telón de fondo el ambiente del rock local. Eso tal vez se debe a que muchas actitudes de sus apóstoles se acogen más a cartabones caricaturescos y por lo tanto no hay escritor capaz de registrar con fidelidad tan colorido mundo.
  Sin embargo, Hugo García Michel (1955) ha pasado mucho tiempo inmiscuido en esos terrenos y ahora, con el fin de lanzar dardos en varios traseros, así como soltar la pluma para referirse a la siempre inalcanzable mujer ideal (¿musa o vecina? Eso le toca al lector averiguarlo), escribió Matar por Ángela (Sansores y Aljure), relato que da cuenta de las andanzas de un reportero de música que se enamora de una veinteañera aliada el zapatismo, fotógrafa con corazón y cuerpo de condominio que utiliza y explota al pobre de Humberto Gazca, convirtiéndolo en inválido emocional.
  Teniendo como comparsas a músicos y otros reporteros del medio (los amigos llevan sus nombres reales, los antipáticos al autor llevan seudónimos. ¿Miedito a la verdad?), el personaje –que muchos verán como alter ego de García Michel– no ha evitado caer en los mismos vicios que ve en sus enemigos: bajo cualquier situación comienza a citar discos, canciones y películas (sin pasar nunca del pellejo) y a sus ojos todos los que no piensan como él son unos imbéciles.
  ¿Será así, en la vida real, el director de La Mosca en la Pared? Si quiere averiguarlo, asista hoy a la presentación de Matar por Ángela, donde intervendrán Julieta Venegas, Sergio González Rodríguez, Fedro Carlos Guillén y el autor.

(Crítica de mi novela Matar por Ángela que fue publicada en el diario La Crónica, el 26 de marzo de 1988, justo el día de su presentación en la librería El Péndulo de Polanco. El autor del texto, por cierto, es anónimo o sea que nunca he sabido quién lo escribió).

miércoles, 24 de enero de 2018

Una noche

Una noche de confusión
Una noche de gran emoción
Tú estás aquí y el deseo se vuelve feroz.

(Que este fragmento de mi canción "Una noche" -que forma parte del disco que estoy grabando- sirva para ilustrar lo que fue la espléndida noche de anoche).

martes, 23 de enero de 2018

B.R.M.C. y sus criaturas equivocadas

Black Rebel Motorcycle Club (B.R.M.C.) no es un grupo nuevo. Surgido hace dos décadas en la llamada área de la bahía, en California (es decir, la zona que comprende las ciudades de Oakland y San Francisco), su primer disco data del año 2000 y desde entonces ha grabado otros seis álbumes en estudio, incluido el muy reciente (apareció hace menos de dos semanas) Wrong Creatures (Vagrant, 2018), un trabajo denso, oscuro, profundo, con una fuerza y una vitalidad desbordantes.
  Encabezado como desde sus inicios por Robert Levon Been y Peter Hayes, el trío ha pasado por toda clase de aventuras y desventuras, algunas francamente trágicas, lo que ha hecho que su música responda a los más diversos estados de ánimo, así como a diferentes géneros y subgéneros que van desde el shoegaze hasta el blues y desde la neopsicodelia hasta el rock de garage. Incluso tienen un álbum (Howl, 2005) prácticamente acústico.
  Wrong Creatures representa un brillante retorno a los orígenes. Luego de casi cinco años de ausencia discográfica (su larga duración Specter at the Feast data de 2013), B.R.M.C. regresa para reafianzarse en sus raíces, en ese fuego crepitante de su música primigenia, sólo que esta vez revestido por un sonido que algo tiene de ominoso y hasta de amenazante.
  Canciones como la densamente psicodélica “Call Them All Away” o la protobluesera “Haunt” muestran la nueva y a la vez antigua vertiente estilística del trío, al igual que lo hacen otros temas igualmente buenos, como los sensacionales “Little Thing Gone Wild”, “Spook”, “King of Bones”, “Echo”, “Carried From the Start”, “Ninth Configuration”, “All Rise” o “Question of Faith”.
  En una época en la que el rock más puro y auténtico parece perdido en un proceloso océano mercantilista y en un culto por las súper producciones ostentosas pero vacuas, elefantiásicas pero carentes de sustancia y de alma, la música de Black Rebel Motorcycle Club tiene mucho de refrescante, a pesar de su densa oscuridad... o quizá precisamente por ella.

(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 22 de enero de 2018

La señora Maisel, esa pequeña maravilla

El dominio de Netflix como líder entre las plataformas de streaming y gran productora de series y películas tiene sus bemoles. Uno de ellos es que sus competidoras no son tan vistas y, por tanto, muchas de las producciones de estas no trascienden o se quedan en el gusto de una minoría.
  Es el caso de The Marvelous Mrs. Maisel, una sensacional mini serie de Amazon Prime Video que casi nadie ha visto en México y a la que esperemos ayude el hecho de haber ganado un Globo de Oro hace unas semanas, en el rubro de Mejor actriz en una serie de comedia, gracias a su protagonista, la gran Rachel Brosnahan.
  Tuve la oportunidad de disfrutar de la serie cuando fue estrenada, tres o cuatro meses atrás y el enamoramiento fue inmediato. La premisa es más o menos sencilla: Midge Maisel, una joven neoyorquina de clase alta y de origen judío, está felizmente casada con Joel Maisel, un treintañero cuya mayor aspiración es convertirse en comediante de stand up. Con dos hijos pequeños, se dan tiempo y maña para tener una intensa vida nocturna. Midge acompaña a su marido a los diferentes bares del bohemio Greenwich Village donde le permiten presentarse, pero se da cuenta de que Joel repite las rutinas de estandoperos famosos, sin escribir material propio. Aunque se lo reclama, él le dice que prefiere ir a la segura y ella se decepciona un poco. No obstante, lo que más la decepciona es enterarse de que su esposo la engaña con una secretaria de la oficina donde éste trabaja. Una noche sobreviene el rompimiento y ella se va sola a un bar de stand up con micrófono abierto. Ebria y furiosa, sube al escenario e improvisa una rutina acerca de sus cuitas matrimoniales: el éxito es inmediato y una agente de cuarta categoría que ve su potencial le propone representarla.
  Ese es el punto de arranque de los ocho capítulos de una hora que conforman The Marvelous Mrs. Maisel, producida por Amy Sherman-Palladino y su marido Dan Palladino, creadores de la exitosísima y casi legendaria Gilmore Girls.
  Entre las mayores virtudes de la nueva serie están la perfecta ambientación del Nueva York de fines de los años cincuenta y sus diversos ámbitos, los impecables guiones, la magnífica dirección de escena, pero sobre todo las actuaciones de todo el elenco (incluidos grandes histriones a quienes usted reconocerá de otras seriesl y películas, como Michael Zegen, Kevin Pollak, Tony Shalhoub, Marin Hinkle y la excelente Alex Borstein, además de Luke Kirby en el papel de un muy creíble Lenny Bruce) y muy especialmente de la fantástica Rachel Brosnahan (la Rachel Posner de House of Cards), quien en algunas ocasiones parece a punto de desbordarse y caer en la caricatura, pero siempre sabe contenerse y brindar una actuación tan soberbia como simpática.
  The Marvelous Mrs. Maisel es como una fantasía, incluso llega a asemejarse a un musical, gracias a su colorido y a un tono narrativo que mucho le debe a las cintas protagonizadas por Audrey Hepburn en sus años de juventud... y a Gilmore Girls.
  Dos buenas noticias: una, ya puede usted disfrutar de la primera temporada de la serie por Amazon Prime Video; dos, ya se está grabando la segunda.

(Texto de mi autoría, publicado hace dos días en el sitio Sugar & Spice)

domingo, 21 de enero de 2018

Comida para mi mamá, a sus 96


Le organizamos una comida a mi mamá, en casa de Leyla, por su cumpleaños 96 del pasado 10 de enero. Todo estuvo muy bien, muy bonito, muy emotivo. Pudimos reunirnos varios parientes (estuvimos ahí hijos, nietos, sobrinos, sobrinos nietos y hasta sobrinos biznietos de mi mamá, más un par de amistades). Sólo faltaron mi hermana Ivette y su hijo Carlos, porque mi sister menor se enfermó. Pero cominos rico, nos divertimos, partimos pastel y platicamos mucho. Al final, nos tomamos las fotos de rigor. 96 ya... ¡y los que le faltan!

sábado, 20 de enero de 2018

Marichuy en el país de las maravillas

Quienes apoyan la precandidatura independiente de María de Jesús Patricio Martínez, mejor conocida como Marichuy, al buscar que la gente otorgue su rúbrica para lograr el registro electoral, nos dicen: “Vota por quien quieras, pero firma por Marichuy”.
  A ver, ¿de qué se trata entonces todo esto? ¿No se supone que si sus simpatizantes buscan que la precandidata indígena aparezca en las boletas el 1 de julio, como una opción independiente a la presidencia de la república, tienen que pedir la firma y el voto por ella? ¿Les basta con que aparezca al lado de los otros candidatos aunque nadie le dé un sufragio? Me parece una pretensión ilógica, absurda y humillante que en el fondo oculta un gran clasismo y un enorme racismo por parte de quienes dicen apoyarla y demuestran, con esa frase, que no creen en absoluto en ella y que sólo la están usando como “un símbolo”. O sea, no mamen.
  Porque si leemos entré líneas, lo que nos están diciendo los supuestos marichuístas es: “firma por Marichuy para que aparezca en las boletas, pero como pensamos que no tiene la menor posibilidad de ganar, entonces dale tu voto a ya sabes quién”. Me parece una actitud terrible y miserable hacia la persona de María de Jesús Patricio Martínez, hacia los indígenas chiapanecos y hacia el resto de los grupos indígenas del país.
  Podrán hacer ceremonias folcloroides con mucha ropa de manta, muchas flores, muchos bailables y muchos sahumerios, pero en el fondo se trata de una manera de poner a salvo su sentimiento de culpa para luego irse por el voto “útil”.
  No, mis estimados impulsores de la candidatura de doña Marichuy. Si consiguen su registro, manténganse en su propuesta inicial, sean congruentes y denle su voto. No la manden al ostracismo y al olvido, por muy simbólico que sea el asunto. No arrojen a Marichuy al agujero sin fondo que conduce al pretendido país de las maravillas que nos esperaría en caso de que las elecciones las gane ya saben quién. Respétenla de la única manera que pueden hacerlo: votando por ella, incluso si no aparece en la boleta.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

viernes, 19 de enero de 2018

Para dártelas de entendido en rock (44)

Jimi Hendrix compuso su clásica y espléndida canción "Little Wing" en escasos 150 segundos, es decir, en tan sólo dos minutos y medio, prácticamente el mismo tiempo que dura la pieza.



jueves, 18 de enero de 2018

10 grandes discos de 2017 hechos por mujeres

El año que acaba de irse fue pródigo en buenos discos con intérpretes y/o compositoras mujeres, ya sea en el rock, el folk, el hip-hop, el soul, el blues, el jazz y otros géneros. Vaya como muestra una decena de ellos.

1.- St. Vincent. Masseduction. Un álbum delicioso. Tal vez no sea el mejor trabajo de Annie Clark, pero sí uno de los más accesibles y variados. Elegante, sutil, refinado, en ocasiones divertido y en ocasiones conmovedor, Masseduction es un disco cautivador e irresistible.

2.- Rosalía. Los Ángeles. Cantaora millennial llaman a esta joven nacida en Barcelona en 1993 y cuyas canciones han traspasado fronteras. Con una profunda raigambre flamenca, ha logrado con sus canciones una fusión entre el cante jondo y el folk más melancólico. A pesar de cantar en español, su sentimiento ha trascendido en el mundo anglosajón y muchos críticos afamados la colocan ya en un merecido pedestal.

3.- Lorde. Melodrama. Pop rock en su más fresca y auténtica expresión. Pop rock incluso con aires de art-rock. Más ambicioso y mejor producido que su primer disco, Melodrama nos muestra en plenitud a esta muy joven artista neozelandesa de sólo 20 años. Un trabajo admirable.

4.- LP. Lost on You. Una cantautora muy poco conocida, pero de gran presencia y talento. LP (Laura Pergolizzi) crea un sonido en el que el blues, el soul, el rock y el pop se entremezclan con la electrónica y las más vanguardistas formas de grabación. Oscura, provocativa, sensualmente punky. Al igual que su música.

5.- Nai Palm. Needle Paw. Sorprendente propuesta la de la líder  de la singular agrupación australiana Hiatus Kaiyote y su soul futurista. Cantante y guitarrista fuera de serie, en este disco se hace acompañar por un coro de tres integrantes y con ello realiza fantásticos juegos vocales a lo largo de doce piezas asombrosas.

6.- Jazzmeia Horn. A Social Call. El jazz vocal tuvo su mejor disco femenino con esta joven y estupenda cantante, ganadora del concurso internacional Thelonious Monk para cantantes de jazz. A Social Call muestra el virtuosismo y los alcances de los que es capaz esta nacida en Texas pero formada artísticamente en Nueva York. Una perfecta delicia.

7.- Rosalía León. Más alto. Compositora, cantante y guitarrista mexicana que lanzó este disco en el que fusiona de manera estupenda la música tradicional mexicana con la guitarra eléctrica. Para ello, se hace acompañar por músicos de enorme calidad y renombre, como Mike Stern, Julio Revuelas, Javier Bátiz y Sole Giménez, entre otros. Música hecha por auténtico amor a la música.

8.- Nicole Mitchell. Mandorla Awakening II: Emerging Worlds. Gran trabajo de esta flautista experimental. Su música constituye todo un universo conceptual pleno de sonidos extraños, a la vez primitivos y futuristas. Un álbum que cruza por las más diversas atmósferas y los más extraños paisajes sonoros, para dar como resultado una obra que puede resultar tan fascinante como desconcertante. En verdad todo un viaje.

9.- Feist. Pleasure. La gran cantatutora canadiense regresó, luego de seis años de ausencia discográfica, y lo hizo con esta obra que se aleja un tanto de su conocido indie pop para acercarse de alguna manera a la crudeza cuasi punk de los primeros discos de PJ Harvey. Un disco lleno de placer, pero también de drama y crudeza.

10.- SZA. ‘Ctrl’. El R&B y el hip-hip se dan la mano con el álbum debut de Solana Rowe, mejor conocida como SZA. Letras intimistas y a la vez conscientes de la realidad que se vive dentro de una sociedad que sigue discriminando a la mujer y más aún a la mujer negra. Con una voz que le ha valido la admiración de Rihanna, Kendrick Lamar y Travis Scott, SZA es una de las más gratas sorpresas del año que acaba de irse.

(Lista que me publicó el día de hoy en el sitio Sugar & Spice)

miércoles, 17 de enero de 2018

El día que conocí a los Cranberries

Una anécdota relacionada con los Cranberries que de pronto me vino a la memoria. Era el año 1993 y yo escribía para la sección cultural de El Financiero, al tiempo que preparaba la aparición de La Mosca en la Pared, junto con Fernando Rivera Calderón y Karem Martínez. Un día, acudí a una conferencia de prensa en la disquera Polygram, en la avenida Miguel Ángel de Quevedo, para la presentación del primer disco de una nueva agrupación irlandesa. La gente de la disquera nos habló de los Cranberries y nos dio a cada periodista un ejemplar del Everybody Else Is Doing It, So Why Can't We? Luego, nos pasaron dos videos: el de la canción "Dreams" (¿o era el de "Linger") y el de "Zombie". Este último nos dejó a todos boquiabiertos por su sonido duro y hasta grungero y la buscamos en la lista de canciones del compacto que acababamos de recibir. Para nuestra sorpresa y nuestra frustración, no venía en el disco y hubo hasta reclamos. Fue mi primer encuentro con la voz de Dolores O'Riordan y vaya que fue estremecedor. Aún conservo ese CD.

PD: "Zombie" aparecería en disco un año después, en el No Need to Argue de 1994.

martes, 16 de enero de 2018

Dolores

Estaba por terminar el día de ayer mi columna de hoy martes, acerca de un muy buen disco que acaba de aparecer, cuando una amiga me dio la noticia: “Murió Dolores O’Riordan”.
  La mala nueva me impresionó mucho. No porque sea yo un seguidor de los Cranberries o de la propia O’Riordan, sino porque la muerte de alguien de su edad (tenía apenas 46 años) no deja de resultar impactante.
  Estos “Gajes del orificio” empezaron en febrero de 2012 y mi primera colaboración fue, precisamente, sobre el disco Roses de los Cranberries que acababa de aparecer en esos días.
  Escribía yo en una parte de aquel artículo: “El sonido de los Cranberries es perfectamente reconocible. Sus guitarras rítmicas muy en la vena jangle de The Byrds o The Smiths, sus atmósferas cercanas al dream pop, su toque de música celta y, sobre todo, la soberbia e inconfundible voz de O’Riordan hacen de su estilo un hito”.
  Y sí, la voz de Dolores O’Riordan daba un sello muy distintivo a este grupo irlandés surgido en los años noventa de la centuria pasada. Era la suya una voz intensa, desgarrada, potente, pero que también podía ser dulce, tranquila, conmovedora.
  Los portales noticiosos afirman que no se sabe con certeza la causa de la muerte de la cantante. Sólo se dice que fue tan repentina como inesperada. Se encontraba grabando en Londres y fue encontrada sin vida en el cuarto de su hotel, como tantos otros roqueros que han fallecido de la misma manera. ¿Suicidio? ¿Sobredosis? ¿Ambas cosas? Lo mismo da. El caso es que se ha ido otra voz auténtica, la misma que cantaba, con un mismo sentimiento, con un mismo feelin’, canciones tan disímbolas como “Zombi” o “Linger”.
  Mala nueva para comenzar el año la muerte de una artista. La misma que engalanó con su voz discos como Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We?, No Need to Argue o el propio Roses.
  Terminaba mi columna de hace casi seis años con la frase: “Sí, los Cranberries aún existen y se trata de una buena noticia”. Hoy Dolores O’Riordan ya no existe y esa es una muy triste noticia.

(Mi columna "Gajes del orificio" del martes pasado en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 15 de enero de 2018

In the Court of the Crimson King

Para muchos, se trata del disco verdaderamente fundacional del rock progresivo. In the Court of the Crimson King (1969) reúne una serie de composiciones extraordinarias y suntuosas que en su momento significaron un rompimiento con el rock psicodélico imperante.
  Resultaba claro que los músicos que conformaban a King Crimson eran todos virtuosos y estudiosos y que la construcción de los temas estaba muy pensada y dejaba poco a la improvisación. Con Robert Fripp (guitarras), Ian McDonald (teclados, instrumentos de aliento y voz), Greg Lake (bajo y voz principal), Michael Giles (batería, percusiones y voz) y Peter Sinfield (letras), el grupo resultó una absoluta novedad en 1969 y aunque algunos críticos lo calificaron como post-psicodélico, en realidad se trataba de algo completamente nuevo, diferente incluso a lo que estaban haciendo sus homólogos de Pink Floyd.
  Piezas como la impresionante “21st Century Schizoid Man”, la tenue e introspectiva “I Talk to the Wind”, la poderosa “Epitaph”, la peculiarísima e inventiva “Moonchild” o la suntuosa y quizás hasta un tanto pretenciosa “In the Court of the Crimson King” hablaban (y siguen hablando) de algo novedoso y singular.
  Un álbum que se sigue escuchando fresco y atractivo a casi cincuenta años de haber sido grabado.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 45, aparecido en febrero de 2008 y dedicado al rock progresivo).

domingo, 14 de enero de 2018

Del galano arte de plagiar

¿Cuál habrá sido el primer plagio en la historia de la música? ¿O se habrá producido más bien en la prehistoria de este arte? Muy posiblemente. Uno puede imaginar la escena: un hombre primitivo, quizás incluso un Neanderthal, escucha a otro producir sonidos acompasados al golpear un palo contra una piedra y le gusta el ritmo. Lo memoriza y luego va a tocarlo ante otros congéneres, haciéndolo pasar como una invención suya. Tal vez así se dio el primer plagio en la historia musical de la humanidad.
  Ya en épocas más documentadas, por ejemplo en los siglos XVII, XVIII y XIX , era práctica común que los compositores tomaran “prestados” diversos temas o motivos de sus colegas pretéritos e incluso contemporáneos. Un caso concreto es el de Ludwig van Beethoven, quien en una de las partes más famosas de su Novena Sinfonía (la popular “Oda a la alegría” de 1824), se fusiló nota por nota un fragmento del Misericordias Domine de Wolfgang Amadeus Mozart, compuesto en 1775.
  “Un buen compositor no imita, roba” declaró Igor Stravinsky en épocas en que los derechos de autor no estaban en boga, como empezaron a estarlo a partir de la segunda mitad siglo XX.
  Ya en los ámbitos de la música popular y más concretamente en el mundo del rock, un caso muy sonado de plagio se dio a principios de los pasados años setenta, cuando George Harrison fue acusado legalmente de robar la estructura armónica y algunas formas melódicas de “He’s So Fine”, del grupo vocal femenino The Chiffons, para hacer su célebre “My Sweet Lord”. El ex beatle aceptó su culpabilidad, perdió el juicio (en el sentido judicial del término) y debió pagar una fuerte indemnización.
  Led Zeppelin también se dio gusto al plagiar, incluso descaradamente, blueses de Willie Dixon (“You Need Love” para hacer “Whole Lotta Love”) y Sonny Boy Williamson (el grupo grabó su canción “Bring It on Home” y se la acreditó a nombre de Jimmy Page y Robert Plant), aunque los casos más sonados fueron el de “Dazed and Confused” que Page firmó como suyo desde los tiempos en que estaba con los Yardbirds, cuando en realidad pertenecía al músico inglés Jack Holmes, y el de “Stairway to Heaven”, cuya parte inicial es sospechosamente parecida a la del tema “Taurus” del grupo estadounidense Spirit.
  En tiempos más cercanos, la música pop ha dado claros ejemplos de plagios más o menos escandalosos. Por ejemplo, está el caso de la canción “Blurred Lines” de Robin Thicke, demasiado coincidente con “Got to Give It Up” de Marvin Gaye (Thike fue demandado y perdió); el de “Girlfriend” de Avril Lavigne, casi idéntica en el coro a “I Want to Be Your Boyfriend” de los Rubinoos; el de “Viva la Vida” de Coldplay, tan pero tan semejante melódicamente a “If I Could Fly” de Joe Satriani, o el de “Locked Out of Heaven” de Bruno Mars que no podía parecerse más a “Roxanne” de The Police”. Y así como esos hay varios casos más que involucran a Madonna, Lady Gaga, Michael Jackson, Katy Perry y hasta el muy mexicano grupo Panda, acusado de plagiar canciones de grupos como Fall Out Boy, My Chemical Romance, Sum 41, Bright Eyes y un largo etcétera que incluye a los Ramones, los Smashing Pumpkins y ¡los Beatles! (como leí por ahí: si vas a plagiarte a una banda, asegúrate de que no sea la más importante de todos los tiempos).
  Todo para llegar a la presunta demanda de Radiohead a Lana del Rey, por haberse fusilado “Creep” para “componer” su reciente éxito “Get Free”. Cierto que ambas canciones se parecen muchísimo, aunque las dos están basadas en una escala descendente bastante habitual en la música popular, tan habitual que años antes el grupo The Hollies había demandado a Radiohead por robar partes de su canción “The Air That I Breath”, de 1971, para hacer... “Creep” (Lana del Rey podría esgrimir aquello de “ladrón que roba a ladrón”.
  Con todo, resulta difícil determinar qué es un plagio de verdad. ¿Son plagio los sampleos de los raperos, por ejemplo? Hay compositores que de pronto deciden homenajear a algún músico que admiran y lo citan armónica, melódica o hasta rítmicamente y lo hacen con claridad, para que no haya dudas de que se trata de un tributo. En esos casos, no pienso que haya plagio. Pero también existen vivillos que con todo descaro asaltan a otros creadores y con la justificante de “al fin que nadie se va a dar cuenta” (¿en tiempos de internet? C’mon!), hacen pasar como suyo lo que no les pertenece.
  Y no hablemos de los plagiadores literarios...

(Artículo de mi autoría, publicado el día de hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

sábado, 13 de enero de 2018

Desde Rusia con furor

Lo comenté aquí mismo hace dos sábados y dije que ojalá se tratara de política ficción o de un tema novelístico a la manera de Graham Greene o John Le Carré. Sin embargo, hay evidencias de que el hecho podría ser más real de lo que quisiéramos y es ahora nada menos que el Washington Post el que lo menciona.
  Desde las páginas de ese diario y bajo el título “Un candidato presidencial mexicano obtiene un impulso inesperado de Trump y de Putin”, la periodista Frida Ghitis, columnista de World Politics Review y colaboradora de CNN.com, señaló el jueves pasado que la cadena de noticias Russia Today (RT), dependiente del Kremlin, ha comenzado a dar una gran cobertura al principal portavoz en inglés de Andrés Manuel López Obrador, John Ackerman.
  A decir de Ghitis, la esposa de Ackerman (es decir, Irma Sandoval, flamante Secretaria de la Función Pública en el gabinete virtual que anunció AMLO hace unas semanas) “anunció recientemente que Ackerman se unirá al gabinete de López Obrador si éste gana. Y un anfitrión de un programa de RT incluso describió a Ackerman como ‘nuestro hombre en México’”.
  En otra parte de su artículo, la periodista dice que “si López Obrador gana, Putin tendrá una razón más para mostrar una sonrisa de satisfacción propia. Eso es porque López no sería una buena noticia para Estados Unidos” y añade: “La decisión depende de los mexicanos... Pero ahora tienen que hacerlo con el perturbador conocimiento de que su destino está siendo influenciado no sólo por los políticos de su vecino cercano en el norte, sino también por la proximidad digital de la brigada cibernética rusa”.
  Si la información proviniera de Fox News o algún otro medio de la derecha estadounidense, podríamos considerarla con reservas. Pero se trata de The Washington Post, un órgano de prensa serio, profesional y, por tanto, digno de ser tomado en cuenta.
  ¿Se negará el INE a investigar la posibilidad de que el gobierno ruso intente intervenir en las elecciones mexicanas de julio próximo? El asunto está dejando de ser novelesco.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

viernes, 12 de enero de 2018

Para dártelas de entendido en rock (43)

El temible representante de los Sex Pistols, Malcolm McLaren, tenía la costumbre de darles palabras sueltas, con el fin de que a partir de ellas surgiera una lluvia de ideas y compusieran canciones. Una de esas palabras fue "submission" (sumisión). McLaren esperaba una canción acerca de látigos y demás artilugios relacionados con el sadomasoquismo, pero los músicos, para divertirse a sus costillas, contradecirlo y hacerlo rabiar, escribieron el tema "Submission" en el que hablan acerca de... una misión submarina (submarine mission). La música, por cierto, es casi un plagio de "All Day and All of the Night" de los Kinks.

jueves, 11 de enero de 2018

El peculiar humor feminista de Bridget Christie

“La gente cree que las feministas son todas unas lesbianas peludas y marimachas que se abren paso a pisotones en el mundo académico, empleando un lenguaje impenetrable, tachando a todos los hombres de violadores y dibujando pantalones en los baños de señoras. Pero no todas las feministas hacen eso, sólo yo y sin ayuda de nadie”.
  De ese modo se presenta la escritora y humorista británica Bridget Christie (Gloucester, 1971) en Un libro para ellas, volumen editado este año por Anagrama. Pero no se crea que estamos ante una feminista rabiosa y llena de odio. En realidad, Christie posee un sentido de la ironía tan ácido y agudo que se burla de todo: del machismo, del patriarcado, de la patanería masculina, de la sociedad actual tan prejuiciosa como llena de testosterona, pero también de las mujeres, de los movimientos feministas y, muy especialmente, de sí misma.
  A lo largo de casi 400 páginas, la autora nos narra fragmentos de su vida y cómo fue simpatizando con el feminismo, así sea una feminista bastante heterodoxa que, al contrario de muchas militantes, prefiere ver las cosas con humor y burlarse de todo y de todos. Esa es su principal y paradójica arma.
Porque en el libro se habla de cosas serias, como el acoso, la violación, la mutilación genital, la brecha salarial entre hombres y mujeres, el uso de la mujer como objeto de consumo, el sexismo en la publicidad, la lencería femenina, la industria del sexo, la dictadura sexista y otros temas, pero vistas no desde el melodrama o la tragedia griega, sino desde el humorismo más desatado y en ocasiones incluso más guarro. Porque el humor es y siempre ha sido una herramienta mucho más efectiva que el lamento y el griterío histérico, algo que Bridget Christie tiene muy claro y lo transmite espléndida e inteligentemente en el libro.
  Pero ser humorista y realizar monólogos en teatros, cafés y bares (es decir, hacer stand up comedy) no la salva de la discriminación sexista, traducida en algunos comentarios de prensa sobre sus monólogos. Como ella misma lo cuenta, “cuando una humorista habla de forma apasionada sobre determinados temas, se le percibe como una ‘quejosa’ o una ‘resentida’. En cambio, si un humorista hombre hace lo mismo se le considera fiel a sus principios, comprometido y entregado. Nadie hubiera escrito que (el cómico inglés) Mark Thomas, por ejemplo, se dedicaba a ‘berrear’ sobre el tráfico de armas, sino que hablaba con vehemencia, valentía y sentimiento sobre un tema que era importante para él. Ojalá llegue el día en que  nadie compare la voz de una mujer que expresa su opinión con la de un animal”. Y en seguida cita a la periodista británica Helen Lewis, quien dice: “Los comentarios que acompañan a cualquier artículo sobre el feminismo justifican por sí solos el movimiento feminista”.
  Aunque el origen de Un libro para ellas está en el día en que una editora pidió a Christie escribir acerca de todo lo que acostumbra decir, criticar y parodiar sobre los escenarios, es mucho más que eso. Se trata de un alegato feminista que entremezcla el humor con información seria y fundamentada sobre la situación de las mujeres en el Reino Unido, situación que se reproduce no sólo en Europa o el mundo occidental, sino a lo largo y ancho del planeta.
  O como la propia Bridget Christie lo explica: “El feminismo es la creencia de que las mujeres deberían tener los mismos derechos sociales, económicos y políticos que los hombres. Aún no los tenemos y eso es lo que le da sentido”.

(Artículo que escribí para el sitio Sugar & Spice)

miércoles, 10 de enero de 2018

96 años

Mi mamá llegó a sus 96 años y continúa enterita y sin enfermedades. Salvo las fallas de su memoria y la sordera que casi es total, pero sigue contenta en su mundo casi centenario. Mis hermanas y yo estuvimos con ella esta tarde, allá en mi amado Tlalpan, y la pasamos bien. Dentro de algunos días la festejaremos en forma.
  Mañana, mi querida Irma Larios también cumple años.

martes, 9 de enero de 2018

Música y precampañas

Primero fue Beatriz Gutiérrez Muller de López, la esposa de don Peje, quien no pudo aguantarse las ganas y aprovechó la tribuna que le da la precampaña de su marido (lo de precampaña es un decir, el hombre lleva más de 12 años en abierta campaña) para exhibir sus dotes como intérprete y cantar “El necio”, de Silvio Rodríguez, mientras Andrés Manuel la contempla no sé si con ojitos enamorados o con sonrisa de pena ajena.
  Luego vino el dueto Anaya-Zepeda, acompañado por un grupo de rock urbano, para reventarse dos “rolas”: “A.D.O.” de El Tri y la tradicional “La bamba”, con la letra ligeramente cambiada (ya hay nueva versión de esta última, ahora con acompañamiento de conjunto jarocho).
  Y por supuesto está la ya famosa cumbia de Movimiento Ciudadano (“Movimiento naranja”) que amenaza con destronar a “Despacito”.
  ¿Qué les dio a nuestros políticos por mostrarse como filarmónicos? A saber. Pero aunque hay quienes se han indignado y desde las redes sociales hasta han lanzado insultos a los repentinos cantores, yo lo encuentro muy divertido y me parecería buena idea que otros siguieran el ejemplo.
  ¿Qué tal el propio López Obrador, echándose a todo pulmón la de “Quén pompó” de su admirado Chico Che? José Antonio Meade podría realizar una versión jazzera de “I Believe I Can Fly”, de R. Kelly, para contrarrestar a todos aquellos que dicen que su campaña nada más no levanta. Ricardo Anaya puede probar ahora con un cover de “La foule” de Édith Piaf, cantada por supuesto en francés, español e inglés, a fin de seguir presumiendo sus dotes políglotas.
  Por lo que toca a los independientes, Margarita Zavala debería grabar el corrido favorito de su esposo, Felipe Calderón, pero con letra en femenino: “La hija desobediente”, mientras que El Bronco podría tomar algún tema de la llamada Avanzada regia, como “¿Comprendes Mendes” de Control Machete o “Niño bomba” de Plastilina Mosh.
  No critiquemos a los políticos por querernos cantar. Después de todo, de músicos, polacos y locos, todos tenemos un poco.

(Mi columna musical "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 8 de enero de 2018

The Southern Harmony and Musical Companion

Cuando los Black Crowes grabaron su segundo trabajo discográfico, tal vez nunca imaginaron que estaban haciendo una de las grandes obras maestras del rock puro. Rock puro como sinónimo de rock que surge desde las raíces y busca la esencia del género para tocarlo con nuevos elementos y nuevas ideas, pero sin dejar de respetar lo más importante: el espíritu que le dio origen.
  En ese sentido, The Southern Harmony and Musical Companion no representa un ejercicio de nostalgia, sino una recreación de la música en la cual los integrantes de esta banda habían abrevado desde muy jóvenes. El blues, el soul, el gospel, el country, el folk, el rock and roll y otras corrientes tradicionales se funden en cada una de las canciones que conforman el álbum y lo hacen con una sensibilidad exquisita, fresca, auténtica. Se trata de una obra muy en la vena de lo que los Rolling Stones habían hecho aproximadamente dos décadas antes, entre 1968 y 1972, con esa tetralogía magnífica conformada por Beggars Banquet, Let It Bleed, Sticky Fingers y Exile on Main Street (para muchos, el rock nunca ha tenido mejor sonido que en esos cuatro discos). Al igual que las piedras rodantes, los cuervos negros quisieron rendir homenaje a los fundadores primigenios del género y lo lograron con igual calidad y eficacia.

La armonía sureña y música que la acompaña

Los Black Crowes habían tenido un debut explosivo con su espléndido Shake Your Money Maker (1991), una solida muestra de buen rock, con una producción seca y contundente y con temas de gran potencial comercial (“Jealous Again”, “She Talks to Angeles”, “Hard to Handle”) que fueron bienvenidos por la naciente generación grunge-MTV. No que la música de la banda tuviera mucho que ver con la de otras contemporáneas suyas como Nirvana o Soundgarden, pero si existía la misma fuerza, la misma rabia, la misma visceralidad. En cambio, The Southern Harmony and Musical Companion significó un viraje hacia un estilo más fino, de mayor sutileza, sin que ello implicara que la agrupación de Atlanta, Georgia, perdiera una gota de su poder expresivo. Para ello fue muy importante la incorporación del guitarrista Marc Ford y el tecladista Eddie Hersch, así como los extraordinarios coros femeninos. Rich Robinson tuvo un papel menos protagónico pero sólo en apariencia, ya que su guitarra rítmica es la base estructural de prácticamente todos los cortes.
  Los temas de The Southern Harmony and Musical Companion fueron compuestos en cuatro días, grabados en ocho y mezclados en una sola noche. Como alguien dijera por ahí: eso es rocanrol. El disco abre con un sugerente riff de la guitarra de Rich Robinson y un sólido beat percusivo que dan paso a la impactante “Sting Me”. Chris Robinson va cantando una línea en diálogo con los coros que contestan cada frase mientras la pieza crece en intensidad. Un gran arranque que es continuado con un clásico del repertorio blackcrowesiano: la exuberante y gospeliana “Remedy”, una composición intrincada, llena de recovecos y cambios, con un puente coral lleno de sensualidad. El piano juega como jugaba el del viejo Ian Stewart con los Stones, mientras Chris Robinson suplica “Can I have some remedy? / Remedy for me please / Cause if I had some remedy / I’d take enough to please me”.
  “Thorn in My Pride” es una bellísima balada acústica que avanza sobre una rítmica acompasada y francamente deliciosa. La voz de Robinson suena un poco como la de Rod Stewart con Faces mientras canta “Sometimes life is obscene… / Lover cover me with a good dream / Let your love light shine”. La coda final es una gloria con el piano, los coros celestiales, la guitarra con ecos de Humble Pie. La siguiente maravilla se llama “Bad Luck Blue Eyes Goodbye” y es un rock lento e intenso, en el cual Marc Ford hace lucir su guitarra con un sentimiento tan desgarrado como el de Chris Robinson al cantar. La primera parte del álbum termina con la espléndida “Sometimes Salvation” y sus secos cortes en los acordes. Un gospel-blues, un canto contra la posibilidad de darse por vencido.

Nacidos cerca del Bayou
“Hotel Illness” abre con una guitarra muy a la Rolling Stones, muy a la Keith Richards, a lo que se suma una armónica muy jaggeriana. Sin embargo, una vez que transcurre, descubrimos que el tema no es una copia sino un homenaje y que el sonido sigue siendo reconociblemente el de los Black Crowes. “Black Moon Creeping” es otro gran tema, con una provocativa densidad pantanosa, lodosa, sureñamente Bayou, en tanto “No Speak No Slave” se acerca al rock duro a la Led Zeppelin, con una compleja elaboración guitarrística. “My Morning Song”, en cambio, apuesta más por la melodía sin dejar de ser fuerte y rotunda y también muy Jimmy Page en el manejo de las guitarras. La parte instrumental intermedia es fabulosa y más lo es el retorno calmo con la voz y los coros en un intercambio que remueve y conmueve. Una pieza enorme. 
  The Southern Harmony and Musical Companion culmina con la única canción que no fue escrita por los hermanos Robinson. Se trata de una preciosa y delicada versión de “Time Will Tell” de Bob Marley, interpretada con el beat del reggae pero estupendamente mezclado con un dejo de blues campirano que la hace singular y memorable. Una magnífica manera de dar término a una obra maestra de la discografía rocanrolera de todos los tiempos.

(Reseña que publiqué en mi libro Cerca del precipicio, editado por Cuadernos de El Financiero en 2012)

domingo, 7 de enero de 2018

Godless: ¿un western feminista?


“This here is the paradise of the locust, the lizard,
the snake. It’s the land of the blade and the rifle.
It’s godless country”.

Frank Griffin

Godless

Aunque quizá no sea hoy uno de los géneros cinematográficos favoritos de las mayorías, el western posee esa aureola mítica, de clásico imperecedero, que lo hace sobrevivir y seguir vigente. Su comparación con la tragedia griega no es gratuita. En el también llamado cine del oeste se encuentran todos los temas y todos los contradictorios elementos que conforman la existencia de los seres humanos, ya sea como sociedad o como individuos. El amor y el odio, la ambición y la nobleza, la generosidad y el egoísmo, la deshonestidad y la honradez, la traición y la solidaridad, el crimen y el castigo, la justicia y la injusticia, la paz y la violencia, el trabajo y la explotación, el sexo y la doble moralidad, la vida y la muerte.
  A lo largo del siglo pasado, el género dio grandes obras fílmicas, con directores de genio, como Más corazón que odio (John Ford, 1956), Río Rojo (Howard Hawks, 1948), Winchester 73 (Anthony Mann, 1950), Butch Cassidy and the Sundance Kid (George Roy Hill, 1969), La pandilla salvaje (Sam Peckinpah, 1969), Shane, el desconocido (George Stevens, 1953), Los siete magníficos (John Sturges, 1960), Los imperdonables (Clint Eastwood, 1992) y El bueno, el malo y el feo del italiano Sergio Leone (1966). Aunque también podemos mencionar grandes filmes del oeste ya en esta centuria, como Temple de acero (2010) de los hermanos Coen o Django desencadenado (2012) de Quentin Tarantino.
  Netflix acaba de estrenar Godless, una mini serie de siete capítulos con todos los elementos del western más clásico. No estamos aquí ante una serie oscura y filosófica como Deadwood o de corte futurista y de ficción científica como Westworld, ambas de HBO. Por el contrario, Godless (Sin Dios) rinde tributo a varias de las películas citadas en el párrafo anterior, muy especialmente a la espléndida Shane.
  Hay sin embargo un extra en el contenido de esta serie. Me refiero al factor femenino (¿o feminista?) de la misma. Porque Godless nos habla, en una de sus dos tramas principales, sobre el papel de la mujer en el inhóspito y salvaje oeste de los Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XIX, en especial en la década de los ochenta y específicamente en 1884, año en que se desarrolla la historia.
  En un pequeño poblado llamado La Belle, en Nuevo México, 83 mineros mueren en un accidente dentro de la mina que da de comer al pueblo. De golpe, una ochentena de madres y esposas queda en la viudez y en el desamparo. La Belle se convierte en un lugar habitado por mujeres, niños y ancianos, más algunos pocos hombres que no trabajaban en la mina, y se transforma en un tentador botín para algunas poderosas empresas que buscan hacerse de la princiupal riqueza del lugar.
  Mientras tanto, no muy lejos de ahí, el bandolero Frank Griffin rompe violentamente con su ahijado y protegido Roy Goode, quien no sólo le propina un tiro que lo deja sin su brazo izquierdo, sino que se lleva el botín que la banda de Griffin acababa de robar. Goode huye y después de una larga travesía, busca refugio en un rancho cercano a La Belle, propiedad de Alice Fletcher, una hermosa y recia viuda que vive ahí con su hijo mestizo y la abuela de éste, una sabia indígena paiute que no habla inglés.
  De ahí parte la historia que no venderé en este artículo, para que los lectores la vean y la disfruten a lo largo de sus siete intensos episodios.
  Producida por el showrunner Scott Frank, con la colaboración del siempre solvente productor y realizador Steven Soderbergh, Godless tiene un elenco impresionante, encabezado por un fantástico Jeff Daniels, quien hace de Frank Griffin uno de los grandes villanos de la historia del western, un tipo lleno de contradicciones, capaz de los odios más sanguinarios y la ternura más compasiva, además de tener una visión bíblica y filosófica del mundo. Destacan también las actuaciones de Michelle Dockery (la recordarán como Lady Mary, la hija mayor de la familia Crawley en Downton Abbey), como la viuda Alice Fletcher, y de Jack O’Conell, como Roy Goode.
  En cuanto al elenco secundario, resulta fabuloso. Los personajes en su mayoría están perfectamente delineados y tratados con gran profundidad. De ese modo,  logramos identificarnos con el atormentado sheriff Bill McNue (Scoot McNairy), su estupenda hermana bisexual y machorrona Mary Agnes (Merritt Wever) o el joven, generoso e ingenuo ayudante del comisario, Whitey Winn (Thomas Brodie-Sangster), entre muchos otros.
  No sé si llamar a Godless una serie feminista, porque si bien nos muestra a esas casi cien mujeres capaces de enfrentarse a la tragedia, de levantar al pueblo con su trabajo y su esfuerzo e incluso de defenderlo valientemente con las armas, ante el embate de una banda de inclementes forajidos, la trama de pronto se inclina más por el conflicto entre Griffin y Goode que por la problemática de las empoderadas damas. No obstante, sí se reivindica la vida de éstas y la manera como van saliendo adelante sin la ayuda de los hombres, incluidos algunos amoríos entre ellas mismas.
  Aun así, la serie resulta no sólo interesante, sino muy entretenida y emotiva, con una fotografía que hace honor a la de los grandes westerns clásicos, con esas espectaculares panorámicas de los amplios paisajes del wild west estadounidense.
  Además, como bien apunta el crítico Hank Stuever en The Washington Post, Netflix demuestra una vez más su estupendo sentido del timing, “porque ¿qué puede resultar más oportuno en estos momentos que una serie en la cual un grupo de mujeres se une para rechazar a una horda de brutos?”.
  Véala como una miniserie o véala como una película de siete horas. Pero no deje de ver Godless.

(Reseña que escribí originalmente para el sitio Sugar & Spice, donde apareció a fines de diciembre pasado).

sábado, 6 de enero de 2018

A sillazo limpio

18 años de Milenio, 18 años en Milenio.

No cabe duda que la izquierda ha evolucionado, al menos en lo tocante a dirimir sus diferencias. Hubo una época en que los distintos bandos izquierdosos se perseguían y aquellos que tenían el poder ejercían temibles purgas contra sus rivales ideológicos, purgas que iban desde la expulsión y el exilio, hasta el encarcelamiento y el asesinato. La Unión Soviética, China y Cuba fueron “ejemplares” en ese sentido y millones de personas murieron a lo largo del siglo pasado tan sólo por no comulgar con la tendencia dominante, llámese leninismo, stalinismo, maoismo o castrismo.
  Los movimientos guerrilleros centro y sudamericanos también realizaban ajustes de cuentas entre camaradas y abundan las historias al respecto.
  Hoy día, en México existe una enemistad rayana en el odio más recalcitrante, sobre todo entre las dirigencias del PRD y de Morena. El maniqueísmo lopezobradorista que desde 2006 dividió a los mexicanos en buenos y malos y fabricó ese ente maligno que es la mafia en el poder ha derivado en el delirio de situar también a los antiguos correligionarios del morenismo (es decir, a los perredistas) como integrantes de esa misma mafia.
  En estos momentos, la lucha principal se da en el ex Distrito Federal, donde Morena quiere arrebatarle el gobierno al PRD y donde el partido del sol amarillo está dispuesto a pelear por todos los medios para impedirlo.
  Afortunadamente, los medios de lucha no han llegado (y esperemos que no lo hagan) a extremos como los que se daban en los primeros años de la revolución rusa entre bolcheviques y mencheviques o más tarde entre stalinistas y trotskistas. Por ahora, se han limitado al hasta cierto modo inocuo método de agarrarse a sillazos, como sucedió el pasado 3 de enero en la delegación Coyoacán, donde gente de ambos bandos se enfrentó poco antes de un mitin de la precandidata de Morena al gobierno de la ciudad de México.
  La moraleja de esta historia puede ser: más vale sillazos que balazos. Aunque un poco de diálogo no estaría del todo mal.

(Mi columna "Cámara húngara" publicada el día de hoy en Milenio)

viernes, 5 de enero de 2018

Para dártelas de entendido en rock (42)

En el video de la canción "The Great Pretender", de Freddie Mercury, una de las mujeres que cantan con él es el baterista Roger Taylor, debidamente disfrazado como una de ellas.

jueves, 4 de enero de 2018

The Dream Is Over

No hay presente, tampoco futuro, sin un pasado. El de mi país, como tal, se remonta a 1821, cuando comenzó a ser una nación independiente. El mío propio se remonta a 1955, cuando en marzo de ese año llegué a un México tan diferente y a la vez tan parecido al actual.
  Nací en Tlalpan, D.F., a mitad del sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, el mandatario que implantó el desarrollo estabilizador y el dólar a 12.50 pesos. Nací cuando el Partido Revolucionario Institucional era ya una poderosa maquinaria que hacía funcionar a un sistema político que lucía su músculo y lograba encausar las ambiciones de sus dirigentes, al tiempo que aplastaba cualquier intento de oposición real.
  Era un México autoritario y paternalista, en el que nada se movía sin la aprobación del Señor Presidente (así, con mayúsculas), algo que no había cambiado desde los tiempos del dictador Porfirio Díaz, contra quién paradójicamente habían peleado los antecesores del primer mandatario que en 1955 aún no decidía quién habría de ser su sucesor en Palacio Nacional, como tres años antes se había decidido por él el presidente Miguel Alemán, al que seis años más atrás había puesto en la gran silla el presidente Manuel Ávila Camacho, designado como su sucesor por el presidente Lázaro Cárdenas.
  Crecí pues bajo un régimen priista que parecía eterno e incólume. Mi infancia vio a Ruiz Cortines y a quienes lo siguieron: Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. El trauma represivo de 1968 me tocó a cierta distancia, ya que en ese año tenía apenas 13 años y cursaba el segundo año en una secundaria oficial de Tlalpan.
  Poco después empezaría mi tendencia hacia la izquierda y el antipriismo. A pesar de venir de una familia paterna muy ligada al PRI y una familia materna muy ligada al PAN (muchas de las primeras juntas secretas para la formación de ese partido, a fines de los años treinta, se realizaron en la casa de Tlalpan de mis abuelos Michel, recién llegados del Jalisco más cristero), en mi temprana juventud empecé a inclinarme hacia la izquierda y el socialismo. Mi visión de un México inamovible y de eterno dominio del partido único comenzó a cambiar y empecé a vislumbrar un país que podría ser distinto. No sólo eso: veía yo a un México socialista, democrático... y sin PRI. Pero no tenía idea de cómo se podría llegar a ello.
  Ya con Luis Echeverría en Los Pinos, me afilié, en 1976, al Partido Mexicano de los Trabajadores, el PMT, y reforcé mis creencias y mis sentimientos de gauche al lado del político que más he admirado en mi vida: el ingeniero Heberto Castillo. Así viví los delirantes seis años de José López Portillo y el inflacionario sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado.
  En las elecciones de 1988, pensé que al fin se lograría ese México que soñaba, cuando todo parecía indicar que otro ingeniero, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, ganaría las elecciones de ese año. Se cayó el sistema. Muy posiblemente hubo fraude. El caso es que Carlos Salinas de Gortari y el PRI se quedaron con la presidencia y mi decepción por ese hecho se sumó a la que me producía ya el deterioro del mal llamado socialismo, de corte soviético, que se derrumbó apenas tres años después. Para colmo, muchos de mis compañeros del PMT se integraron como funcionarios al gobierno de Salinas.  
  “The dream is over”, había dicho muchos años antes John Lennon y para mí el sueño izquierdista (¿izquierdoso?) se terminaba también.
   Llegaría el trágico 1994, con todo lo que sucedió, y luego el año 2000, con todo lo que sucedió también. Del singular priista Ernesto Zedillo pasamos al peculiar panista Vicente Fox. Lo insólito, lo increíble: el PRI había perdido las elecciones. La democracia mexicana era realmente existente. Había un Instituto Federal Electoral que lo garantizaba de manera ejemplar. El de Fox fue un sexenio delirante que dio paso al violentísimo sexenio de otro panista, Felipe Calderón, centrado en la lucha contra las drogas, misma que prosigue inútilmente cuando se acerca el final de los seis años del priista Enrique Peña Nieto.
  Viene el año 2018 y no vislumbro un México mejor. De hecho temo un México peor, de ganar las elecciones el populismo mágico y nacionalista más retardatario, encarnado por Morena y su tlatoani, Andrés Manuel López Obrador. Sería el regreso al México autoritario y de escasas libertades en el que nací.
  De ganar cualquiera de las otras opciones, quizá las cosas no resulten tan mal. No obstante, ese país que tantos soñamos, liberal, sin injusticia, sin pobreza, sin corrupción, con democracia, educación, cultura y libertades plenas, no deja de seguir siendo eso: un sueño. ¿Alcanzable? Tal vez. Aunque quizá no nos toque verlo.

(Texto que escribí para la revista Nexos de este mes de enero de 2018, como parte de la colaboración colectiva "México mañana. 40 años, 96 autores")

miércoles, 3 de enero de 2018

Los libros que leí en 2017


1.- Bowie de Simon Critchley
2.- Hombres fuera de serie de Brett Martin
3.- Pobre patria mía de Pedro Ángel Palou
4.- La muerte del padre de Karl Ove Knausgård
5.- Flecha en el azul de Arthur Koestler
6.- La visita al maestro de Philip Roth
7.- El sonido de la ciudad (Tomo 1) de Charlie Gillett
8.- El sonido de la ciudad (Tomo 2) de Charlie Gillett
9.- Música de mierda de Carl Wilson
10.- Las chicas de Emma Cline
11.- Toda la vida de Héctor Aguilar Camín
12.- Cáscara de nuez de Ian McEwan
13.- El camino hacia Marx de Arthur Koestler
14.- Esta canción me recuerda a mí de Joe Pernice
15.- Los hechos de Philip Roth
16.- Cuando ella era buena de Philip Roth
17.- Las muertas de Jorge Ibargüengoitia
18.- Asesinato en el Orient Express de Agatha Christie
19.- La aventura del tocador de señoras de Eduardo Mendoza

Mexicanos: 3
Estadounidenses: 4
Británicos: 4
Canadiense: 1
Húngaro: 1
Español: 1
Noruego: 1

Novelas: 11
Ensayos: 5
Autobiografías: 3

(Para leer la reseña de cada uno, dar click en el título respectivo)

martes, 2 de enero de 2018

La balada de 2018

A mi padre que amaba la música y cantaba muy bien (aunque nunca coincidimos en gustos musicales), quien hoy martes hubiese cumplido 97 años de edad).

¿Qué podemos esperar en términos musicales de este 2018 que apenas inicia? Nada nuevo, a mi modo de ver. A estas alturas, es muy complicado que surja alguien que contribuya a revolucionar cualquier género. La música se encuentra tan dominada por los intereses comerciales y todo se produce bajo los más que controladores intereses del llamado mainstream que la verdadera genialidad, esa que brota muy de vez en cuando, difícilmente podría abrirse paso y cambiar aunque sea un poco lo que se hace en el rock, el pop, el jazz o la música culta, para no hablar de otras corrientes musicales.
  Es cierto que hoy día tenemos herramientas tecnológicas que permiten a los músicos depender menos o nada de las casas disqueras o los medios de comunicación, que es posible realizar grabaciones incluso caseras de muy alta calidad y difundirlas por las redes sociales. Ya muchos músicos han logrado la fama de este modo y muchos más lo seguirán haciendo.
  Sin embargo, el hecho de que esto suceda no significa que haya entre estos músicos alguien que marque un antes o un después, alguien que dé una vuelta de tuerca como la que dieron tantos, por ejemplo, en el rock de la pasada década de los sesenta o en el jazz de los cincuenta.
  Lo más seguro es que en 2018 haya muy buenos discos en todos los géneros, que se produzcan estupendas canciones, que se den nuevos avances en las técnicas de grabación. Mas fuera de eso, podemos pronosticar un año parecido al 2017: grato, interesante, bueno en general, pero sin verdaderas sorpresas.
  Será quizá que ya no se puede inventar el hilo negro y que la música es un constante reciclamiento –a veces en círculo, a veces en espiral– del cual no hay que esperar lo que ya no es posible. No lo sé a ciencia cierta, pero no esperemos un nuevo Mozart, unos nuevos Beatles, un nuevo Miles Davis, un nuevo Frank Zappa. No por ahora.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 1 de enero de 2018

2017, el recuento de los días

Se fue 2017 y ya estamos , ene pleno y de plano, en 2018. En lo personal, el año que se fue resultó una suerte de subeibaja, con algunos golpes en lo emocional y lo económico, golpes que sin embargo no me hundieron y de los que más o menos pude recuperarme. No entraré en detalles acerca de ello, porque son cuestiones demasiado personales que prefiero no ventilar de manera pública. Lo importante es que poco a poco voy saliendo de nuevo a la superficie.
  Fuera de eso, resultó un año muy disfrutable, con buena salud, signado por un hecho fundamental: la publicación de mi novela Emiliano que edité de manera independiente y ha tenido una muy buena aceptación, aunque sin los alcances -debo admitirlo- de una edición industrial. Lo importante sin embargo era y sigue siendo rendirle a mi abuelo paterno el homenaje que se merece y que desde años atrás quería tributarle. Qué mejor manera que hacerlo literariamente.
  Otro punto que me llena de satisfacción es que continúan las grabaciones de lo que será mi primer disco. Sé que ha caminado muy lentamente, pero a paso seguro y no puedo más que agradecer a mis queridos Iris Bringas y Jehová Villa Monroy por el apoyo irrestricto para grabar en su estudio y agradecer también a los músicos y vocalistas que con tanto gusto han colaborado con sus talentos: Jaime López, Iraida Noriega, Diego Maroto, Mauricio González, Aura Ortiz, Mauricio Mayén, Leticia Belquia, Israel Pompa Alcalá, Nancy Zahmer, Daniela Gómez, Paulina de la Vega y los propios Iris y Jehová (algunos más se sumarán este año).
  "Acordes y desacordes·, el sitio de música que coordino para la revista Nexos, se sigue consolidando en el gusto de muchas personas y en Milenio continúo colaborando y justo hoy cumplo 18 años en el diario, los mismos que tiene este. En cuanto a Marvin, simplemente dejaron de publicarme, sin la menor explicación y sin darme las gracias después de varios años de escribir para esa revista. Ni modo.
  Seguí componiendo canciones, leí muchos libros, vi varias películas y me volví fan absoluto de las series.
  Con mi familia, todo bien y tranquilo. Mis hijos también tuvieron sus subeibajas, pero van muy bien. Alain se casó con Hally y ya son esposos oficialmente.
  No conocí tantas amigas nuevas, pero con las más cercanas y entrañables consolidé la gran amistad que tenemos de largo tiempo atrás. Bueno, puedo decir que de las amigas nuevas una sí me decepcionó; ojalá con el tiempo se recupere esa relación que empezó tan rápido como se acabó. Si no, es que no valía la pena.
  Dos amigos fallecieron y eso me parece muy triste. Uno de ellos era muy cercano a mí, casi un hermano y lamento que se haya ido cuando aún tenía tanto por dar. Me refiero, claro, al enorme Eusebio Ruvalcaba. El otro amigo no era tan cercano, pero creo que nos caíamos bien aunque nos vimos muy pocas veces. Hablo de Sergio González Rodríguez.
  Para el 2018 tengo varios proyectos literarios, editoriales y musicales que espero se concreten y que ya iré dando a conocer en su momento.