viernes, 31 de enero de 2020

Veinte años que no fueron

El apartamento en 2011.
Un día como hoy, 31 de enero, pero del año 2000, me mudé a mi depto de Ciudad de los Deportes. Estaría celebrando a lo grande veinte años de vivir ahí, de no ser porque tuve que mudarme hace un año y cuatro meses. Ni hablar. Me consuela que el amado apartamentito, que fuera testigo de taaaaantas cosas, quedó en muy buenas manos.

jueves, 30 de enero de 2020

Trente-trois

Mi amado Jan hace 30 años. Hoy cumple 33.

miércoles, 29 de enero de 2020

Lecciones históricas

Debemos aprender de la historia: a principios de los años 30, Adolfo Hitler se valió de la legalidad del sistema político alemán para ascender al poder con su propio partido, en el que todos acataban sus decisiones sin chistar, y una vez que logró la presidencia, no tardó en desconocer a ese sistema político, incendiar el Reichstag (es decir, el Congreso), disolver a los demás partidos y acabar con las elecciones y la democracia, a fin de imponer su mandato personal único e implacable. Fue el surgimiento de la dictadura y del terror nazi.

martes, 28 de enero de 2020

Black Sabbath: una paranoia de medio siglo

“Sin Black Sabbath no creo que hubiese existido Metallica”, declaró alguna vez el baterista Lars Ulrich, mientras que Kurt Cobain dijo que Nirvana era “el punto intermedio entre los Beatles y Black Sabbath”. La influencia del cuarteto fundado en Birmingham, Inglaterra, por Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward es fundamental en la historia del heavy metal y Paranoid (Vertigo, 1970), su segundo trabajo discográfico, es muy posiblemente su obra de mayor trascendencia.
  A principios de 1970, el cuarteto había grabado Black Sabbath, una combinación de canciones que iban de los temas blueseros que solía tocar cuando el grupo aún se llamaba Earth, a sus primeras composiciones de tinte pesado que emparentaban a Osbourne y compañía con agrupaciones como Blue Cheer, Steppenwolf y Deep Purple. Ese primer intento fue realizado en apenas doce horas, en un par de consolas de cuatro tracks de los estudios Regent Sound de Londres. Seis meses después, Black Sabbath regresó a las cabinas de grabación para producir Paranoid, un disco en el cual ya estaban plenamente desarrolladas las características de su inconfundible y hoy legendario sonido.
  Por aquellos días, el cuarteto solía presentarse en el Star Club de la ciudad de Hamburgo, Alemania, donde tocaba hasta seis sets de cuarenta y cinco minutos por noche, en un verdadero tour de force que hizo a los cuatro músicos perfeccionar su estilo. Cuenta el bajista Geezer Butler que, por ejemplo, “War Pigs” originalmente duraba 40 minutos y así la interpretaban en aquel club germano.   Tony Iommi efectuaba larguísimos solos, con las cuerdas de su guitarra aflojadas a propósito.
  Para quienes no conozcan esta parte de la historia, Iommi tuvo un accidente a los diecisiete años de edad, en la fábrica donde laboraba, percance que le hizo perder las yemas de los dedos medio e índice de su mano derecha. Aunque los médicos le auguraron que jamás volvería a tocar, se las ingenió para fabricarse unas prótesis que cubrieron las partes afectadas y con enorme fuerza de voluntad se convirtió en el guitarrista que llegó a ser. Sin embargo, para amainar el dolor, tuvo que aflojar las cuerdas del instrumento, otorgándole al mismo un timbre más grave de lo habitual y creando así, de manera un tanto fortuita, el inconfundible sonido que haría célebres a sus riffs.
  Paranoid tuvo un impacto inmediato en Europa y el continente americano. En México, Black Sabbath logró conformar una inmediata cofradía de seguidores y lo mismo sucedió en diversas partes del planeta.
  Musicalmente, el álbum muestra una atmósfera dramática, opresiva, deprimente y oscura, debida sobre todo a sus tonalidades menores y al compacto y casi monolítico desempeño de cada integrante del grupo. En cuanto a la temática del disco, las letras hablan lo mismo de asuntos traumáticos de la vida real como la muerte, la guerra, la enfermedad y las drogas, que de alucinadas narraciones que rondan lo sobrenatural y el horror gore.
  El disco abre con la ya clásica “Paranoid”, un hito del rock pesado, con su ya clásico riff y la voz aguda de Osbourne a toda su potencia. Se trata de la composición que abrió a Black Sabbath las puertas del mundo y los catapultó a las alturas que no abandonarían durante prácticamente toda la década de los setenta.
  “War Pigs” es otra pieza emblemática del cuarteto. Claro alegato contra la guerra de Vietnam (“En el campo los cuerpos quemados / Mientras la maquina de la guerra avanza / Muerte y odio contra la humanidad / Envenenando sus cerebros lavados…”), fue prohibida en varias partes de los Estados Unidos por su mensaje y adoptada a su vez como himno por muchos de los jóvenes norteamericanos que se negaban a ir a combatir a Indochina. De hecho, el álbum iba a llamarse originalmente War Pigs, pero justo por sus implicaciones políticas la disquera les pidió cambiarlo y, dado el éxito radial de la canción “Paranoid”, el nombre del acetato quedó como hoy se conoce.
  El tercer corte del lado A del disco es un tema atípico dentro de la producción de Black Sabbath. “Planet Caravan”, con su lento compás percusivo y la voz filtrada de Ozzy, tiende más a la sensualidad y el misterio, una melodía oscura con un solo de guitarra acústica que mostraba la influencia de Jimmy Page y su Led Zeppelin.
  Concluye la primera parte del álbum con la poderosísima y también clásica “Iron Man”, caracterizada por el memorable y pesadísimo riff de la guitarra de Iommi y el cambio de ritmo a mitad del camino para regresar a la densa atmósfera inicial.
  El segundo lado abre con “Electric Funeral”, otra muestra de las lentas y sombrías figuras de Iommi, combinadas con el bajo de Butler –un bajo que lejos de contrapuntear, suele seguir con puntualidad los riffs de la guitarra (“un truco que le aprendí a Jack Bruce”, según llegó a confesar alguna vez el propio Butler)– y la batería casi jazzística de Ward.
  “Hand of Doom” es quizá la mejor composición del disco. Desde su ominoso inicio, con ese bajo lúgubre que va siguiendo la voz de Osbourne, para desembocar más adelante en un estallido de la guitarra que se traduce en una aceleración plenamente metalera, antecedente claro de la rítmica para headbangers. El tema va y viene, sube y baja, se aleja y retorna con fuerza brutal, mientras su parte instrumental recuerda a los largos jam sessions de grupos sesenteros de la costa oeste estadounidense como Quicksilver Messenger Service o Big Brother and the Holding Company.
  El instrumental “Rat Salad” permite el lucimiento de Iommi, Butler y Ward (este último se permite un buen solo de batería) y el álbum concluye con la estupenda “Fairies Wear Boots”, con una elegante guitarra por parte de Iommi (en la introducción conocida como “Jack the Stripper”) y algunas variantes a lo largo de los poco más de explosivos seis minutos que dura el tema.
  Paranoid es un clásico del heavy metal, un disco primigenio, una obra fundacional y definitiva.

(Publicado el día de ayer en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

viernes, 24 de enero de 2020

Así nació la familia García Michel

Soy hijo de dos niños consentidos. No sé si eso sea bueno o sea malo. Lo que sí sé es que esa circunstancia determinó mi infancia y, con ella, mi vida toda.
  Soy hijo de un niño y una niña a quienes se les consintió casi todo. Un niño y una niña que nacieron en familias pudientes y sin premuras económicas. Un niño y una niña que crecieron protegidos por el amor y los cuidados de sus padres, según se entendían el amor y los cuidados paternos y maternos en los años veinte del siglo pasado. Que esos dos hijos consentidos se encontraran en 1940 –a sus respectivos diecinueve y dieciocho eneros–, se enamoraran y se casaran cuatro años más tarde fue una determinación del caprichoso destino que moldea nuestras existencias. Fruto de ese encuentro y de ese matrimonio fuimos mis cuatro hermanos y yo, los cinco hijos de aquellos dos niños consentidos. Así apareció, en 1944, en el pueblo de Tlalpan, al sur profundo del Distrito Federal, capital de la república mexicana, la familia García Michel.
  Mi padre se llamaba Juan Rubén García Ayala. Mi madre se llama María Rebeca Michel Ruelas. Juan nació en Mixcoac, DF, el 2 de enero de 1921. Rebeca vino al mundo un año y una semana después, en Autlán de la Grana, Jalisco, el 10 de enero de 1922. Los dos eran habitantes de Tlalpan desde finales de los años treinta. Juan vivía con sus padres, mis abuelos Emiliano y Guadalupe, en la “Quinta Guadalupe”, en la esquina de las calles Coapa y Tesoreros, hoy colonia Toriello Guerra. Rebeca lo hacía en la “Quinta María”, sobre la calle Madero, a cuadra y media del Zócalo de Tlalpan, como se le decía al parque central del entonces todavía pueblo. Se casaron el 5 de octubre de 1944, en la iglesia de San Agustín de las Cuevas, en pleno centro del poblado. Así empezó todo.

lunes, 20 de enero de 2020

Clases de inglés y francés

Después de más de un año de postergación, hoy empecé a impartirle clases de inglés y francés (sí, ambos idiomas al mismo tiempo) a mi queridísima amiga Mónica Samantha. Como su trabajo queda cerca de aquí, eso facilita que pueda venir a la salida. Empezamos con el verbo To Be y el verbo Être, más algo de vocabulario en cada lengua. Las clases serán dos por semana. Ella está muy entusiasmada y yo también. Además de que es una de mis amigas más entrañables (nos conocemos desde 2011).

sábado, 18 de enero de 2020

Bicicletero

Debe haber sido por ahí de 2007. Yo salía de Editorial Toukán, en la calle de San Borja, y para caminar hacia el Eje 5 me dispuse a cruzar de una banqueta a otra. Para ello, miré hacia mi derecha, ya que los carros ahí circulan de oriente a poniente. Justo al dar el primer paso, escuché un chiflido muy fuerte que me hizo detenerme de golpe. A escasos centímetros me pasó por enfrente un ciclista que iba a toda velocidad y en sentido contrario (es decir, venía desde mi izquierda). Si no me hubiera detenido, el tipo me habría arrollado con un golpazo que no sé qué consecuencias hubiese tenido.
Lo cuento porque veo que hoy se habla en las redes de los derechos de los ciclistas, pero no de sus obligaciones. Aquel día me salvé porque reaccioné a tiempo que si no, el imbécil que pedaleaba en sentido contrario me hubiera dado en toditita mi máuser.

viernes, 17 de enero de 2020

Seis recomendaciones varias

Dos libros, dos discos y dos series que por su contenido me tienen clavado en estos días:

Libros: La princesa de hielo de Camilla Läckberg (gran novela de suspenso con toda la tradición escandinava en el género, voy a la mitad y me cuesta trabajo soltarla) y Porfirio Díaz, su vida y su tiempo de Carlos Tello Díaz (espléndida biografía en tres tomos, escrita con enorme minuciosidad y fino estilo; voy a la mitad del primer libro y me tiene fascinado).

Discos: X: The Godless Void and Other Stories, de ...And You Will Know Us By the Trail of Dead (el poco conocido grupazo de Austin y su décimo álbum) y There Is No Year, de Algiers (gran disco de esta agrupación de Atlanta, su tercero). Ambos trabajos aparecidos en 2020.

Series: Morning News, de Apple TV (buenísima, sólo me faltan dos de los ocho capítulos de la primera temporada y ya quiero que estrenen la segunda) y The Outsider, de HBO (apenas vi hace rato el capítulo 1 y ya me tiene agarrado: misterio enfermizo e hipnótico basado en un libro de Stephen King).

Hay más cosas que estoy leyendo, escuchando y viendo, pero quise compartirles estas seis grandes obras, por si a alguien le interesa entrarle a alguna.

lunes, 13 de enero de 2020

Fragmento de posible novela

Braulio se levantó de su asiento y lanzó un profundo suspiro. Estaba preocupado. Muy preocupado. Angustiado de ver cómo treinta millones de mexicanos le habían otorgado a un sujeto mañoso, ignorante y taimado nada menos que la presidencia de la república y no sólo eso: también las dos cámaras legislativas y la mayoría de las gubernaturas. López y su camarilla de impresentables, constituida por una mezcla antinatura de viejos ex políticos priistas, oportunistas políticos panistas, religiosos evangélicos del ultraconservadurismo más rancio y un muestrario delirante de la fauna izquierdosa, con algunos sobrevivientes del Partido Comunista y gente de la academia universitaria más radical y anquilosadamente marxistoide, estaban a punto de ser los dueños del país. Porque así se sentían ellos y lo mostraban a cada paso, en cada declaración, en cada actitud, en cada pose altanera y soberbia. Eran los ganadores y se disponían no a servir a los ciudadanos, sino a servirse con la cuchara grande, sin importar las consecuencias.

sábado, 11 de enero de 2020

The Mule

Vi anoche la penúltima película dirigida hasta ahora por el gran Clint Eastwood y protagonizada por él mismo a sus 88 años de edad (hoy ya tiene 89, aunque no lo parezca en absoluto): The Mule (2018). Ciertamente no se trata ni por asomo de su mejor película. Hay varias incongruencias en el guión y situaciones que parecen demasiado fáciles para los hechos que presenta la trama: la historia de un octogenario con serios problemas económicos y familiares, quien ante la urgencia de conseguir dinero para salvar su casa hipotecada, se mete de "mula" a las órdenes de un cártel del narco mexicano, para transportar heroína de Texas a Chicago.
  No me extenderé demasiado con la reseña. Diré sin embargo que pese a las incoherencias que de pronto aparecen en el filme (Earl Stone, el personaje que interpreta Eastwood, acepta con demasiado ingenuidad el trabajo como mula, por ejemplo; o deja que los narcos le pongan la carga en su camioneta sin sentir curiosidad de lo que transporta y cuando al fin lo hace, se sorprende como si no lo sospechara..., aunque sigue haciéndolo), éste resulta muy entretenido y con algunos deliciosos apuntes irónicos de muy saludable cinismo políticamente incorrecto.
  Aparecen en el reparto grandes actores, como Andy García, Dianne Weist (una de la actrices emblemáticas de Woody Allen en la época de Hanna y sus hermanas), Laurence Fishburne y Bradley Cooper, entre otros), a quienes Eastwood dirige con su habitual capacidad.
  Cierto que puede criticarse la visión xenófoba con la que la cinta retrata a los mexicanos (todos los que aparecen son torvos y trabajan para el cártel) y en ese sentido, The Mule podría ser una obra muy al gusto de Donald Trump y del Partido Republicano, con el añadido de que su héroe-antihéroe Earl Stone es blanco, tradicionalista, enemigo de internet y de los teléfonos celulares y amante de la cultura blanca y de la música country (así como apasionado cultivador de flores).
  Una buena película y nada más.

viernes, 10 de enero de 2020

Los 98 de mi mamá

El 10 de enero de 1922, en Autlán de la Grana, Jalisco, en el seno de la familia Michel Ruelas, nació una niña a quien bautizaron como María Rebeca. Era la número 13 de siete hermanos y seis hermanas y fue la última en llegar al mundo. Hija del acaudalado agricultor y ganadero Fidencio Michel y de su esposa, María Ruelas Santana, vivió en Autlán hasta que en los años treinta la familia se trasladó a la Ciudad de México para instalarse en una casona (la Quinta María), en la calle Madero, en el entonces pueblo de Tlalpan. Poco tiempo después, Rebeca conoció a un joven apenas un año mayor que ella, Juan García Ayala, vecino de Tlalpan, quien vivía a unas pocas cuadras de distancia, en otra casona (la Quinta Guadalupe), donde habitaba con sus padres, los dos sinaloenses -el diputado constituyente Emiliano García Estrella y su esposa, Guadalupe Ayala-, y sus hermanos Emilio, Evangelina, Esperanza, Gustavo y Luis. Rebeca y Juan se hicieron novios y se casaron el 5 de octubre de 1944 en la iglesia de San Agustín de las Cuevas, en el centro de Tlalpan. Nueve meses después nació su primogénito, Sergio Arturo, el primero en llevar los apellidos García Michel. Pasarían diez años para que naciera Hugo Alejandro, en marzo de 1955, y luego vendrían Myrna Aracely (1958), José Jorge (1961) y María Ivette (1967), todos tlalpeños. De ellos llegarían siete nietos para Rebeca y Juan: Enrique Alejandro (1967), Viridiana (1968), Mario Alain (1982), Axel (1982), Leyla Sofía (1985), Jan Sebastián (1987) y Carlos (2002).
   Hoy 10 de enero de 2020, la misma María Rebeca cumple 98 años de edad y aunque ya no se da cuenta de muchas cosas y su sentido del oído es casi nulo, vive sin enfermedad alguna y riendo todo el tiempo. Feliz cumpleaños, mamá.

jueves, 9 de enero de 2020

Mi primera vez en público, como músico

Hoy me estaba acordando de la primera vez que toqué en público, al lado de mi querido amigo y hermano Federico Cantú. Fue en abril de 1972, hace ya casi 48 años, durante una asamblea de padres de familia del colegio Simón Bolivar, que estaba en Río Churubusco, entre Insurgentes Sur y Avenida Universidad. Ninguno de los dos estudiaba ahí y no recuerdo quién nos consiguió la presentación. Tocamos dos o tres canciones mías (dos voces, dos guitarras), entre ellas "Pequeño cordero" que se refiere a la lucha generacional y que critica... a los padres de familia. Incomodamos a todo el mundo, pero salimos de ahí muy orondos. Teníamos 17 años de edad. Lástima que no haya fotos de aquella época y menos de aquel momento. Dos meses después, ya como el dueto Octubre, nos presentamos cuatro domingos seguidos, a mediodía, en la Casa del Lago de Chapultepec, en algo que llamamos Canción Debate. Pero eso lo contaré en otra ocasión.

miércoles, 8 de enero de 2020

Los 50 años de Layla (y otras variadas canciones de amor)

En 1969, Eric Clapton se encontraba en una de las tantas encrucijadas que han marcado su vida. Su vertiginosa carrera había conocido, a partir de 1963, toda clase de excesos. Desde los tempranos días en que tocaba con los Yardbirds y poco después con los Bluesbreakers de John Mayall, tiempos en que las paredes de la ciudad de Londres lucían llenas de graffitis que pregonaban: "Clapton es Dios", el guitarrista comenzó a sufrir los estragos del estrellato. Y más los padeció durante su estancia en Cream, el legendario trío que formó al lado de Jack Bruce (bajo) y Ginger Baker (batería), primera banda de rock en ser considerada como “supergrupo”, misma denominación que recibiría Blind Faith, el cuarteto que incluía a Clapton y Baker, junto al prodigioso tecladista y cantante Steve Windwood y el bajista y violinista Rick Grech.
  Tratando de escapar de las presiones de la fama y la idolatría de un público fanatizado, el virtuoso requintista amante del blues se trasladó ese año a los Estados Unidos y allí colaboró como un integrante más de la Plastic Ono Band de John Lennon (su aparición en el álbum Live Peace in Toronto, tocando su poderosa guitarra en “Cold Turkey” es memorable), para integrarse más tarde, de manera temporal, a la agrupación de Delaney y Bonnie Bramlett, en la cual se relacionó con músicos menos famosos pero de enorme calidad. Fue con algunos de ellos que grabó su primer disco como solista (Eric Clapton, 1970), del cual surgió su célebre versión a la canción de J.J. Cale “After Midnight”, para inmediatamente formar una nueva banda: Derek & the Dominos.
  El grupo estaba constituido por Eric Clapton en la voz y la guitarra líder, Bobby Whitlock en teclados y voz, Carl Raddle en el bajo y Jim Gordon como baterista –los tres últimos, miembros oficiales de Delaney & Bonnie & Friends– y a ellos se sumó el gran Duanne Allman (de los Allman Brothers) en la guitarra slide. Amantes todos del blues, que era la música que más le importaba a Clapton, no les costó trabajo alguno integrarse, ensayar y producir un disco fundamental en la historia del rock.
  Layla & Other Assorted Love Songs (Mobile Fidelity Sound Lab, 1970) es un álbum doble de finura extraordinaria. Era la primera vez que Eric se convertía en la voz principal de un conjunto y para ello debió vencer su sempiterna timidez a la hora de cantar, cosa que hizo de un modo espléndido, con un feelin' tan intenso como el que tenía al tocar las cuerdas de su Stratocaster.
  Layla... es un verdadero tour de force entre los estilos guitarrísticos de Clapton y Allman, los cuales lejos de chocar se integraron en forma magistral. De hecho, el poderío del slide del norteamericano impulsó el requinto del inglés a grandes alturas e hizo que lograra momentos sublimes.
  Obviamente, el tema principal es el que da nombre a la obra (“Layla” está dedicada a Pattie Boyd, en ese entonces aún esposa de George Harrison, y de la cual Eric estaba secretamente enamorado; un amor que rendiría sus frutos, ya que se casaría con ella en 1979…, para divorciarse diez años después). Se trata de una composición compleja y magnífica que hoy día es todo un clásico y pieza básica en el repertorio claptonaniano.
  Sin embargo, el resto del material es tanto o más valioso. Desde blueses clásicos como “Nobody Knows You (When You’re Down and Out)” y “Have You Ever Loved a Woman?” –en los que la voz de Clapton se desgarra como émulo de un Elmore James y su guitarra contrapuntea en un gozoso llanto–, hasta joyas como “Bell Bottom Blues”", “Anyday”, “Why Does Love Got to Be So Sad?”, “Tell the Truth”, “I Looked Away” y su rendida versión a “Little Wing” de Jimi Hendrix. También se destacan el largo jam session que es la sensacional “Key to the Highway”, el precioso rocanrolito “It’s Too Late” y “Thorn Tree in the Garden”, ésta una franca curiosidad, ya que siendo Layla... un álbum –como se sabe– de Eric Clapton, cierra con esta bella melodía compuesta e interpretada enteramente... por Bobby Whitlock.
  El quinteto estuvo de gira a lo largo de 1971 hasta que diversos conflictos internos, en especial la creciente adicción de Eric por la heroína y el alcohol, hicieron que todo se viniera abajo. No obstante, el paso de los años vino a demostrar que Derek & The Dominos fue uno de los más espectaculares grupos de rock y blues de todos los tiempos.
  ¿Y qué fue de los compañeros de Clapton, aquellos singulares Dominos? Tres de ellos tuvieron un triste final. Duanne Allman se mató en su motocicleta apenas en octubre de ese 1971, poco después de la disolución de la banda. Carl Raddle murió de congestión alcohólica en 1981, mientras que Jim Gordon cayó en prisión en 1984, convicto por el asesinato de su propia madre. Toda una ficha y no precisamente de dominó.

(Reseña mía, publicada el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

martes, 7 de enero de 2020

The Warning: listas para el despegue


Sus orígenes se remontan al año 2014. Aún eran unas niñas y grabaron un video en el sótano de su casa, con la canción “Enter Sandman” del grupo de heavy metal Metallica. El video se volvió viral en YouTube y al día de hoy tiene cerca de 20 millones de vistas. Me refiero al power trío The Warning, originario de Monterrey, Nuevo León, el cual ha logrado internacionalizarse durante los más recientes tres años hasta lograr una creciente aceptación en los Estados Unidos, Canadá y Europa. Conformado por las hermanas Daniela, Paulina y Alejandra Villarreal, el grupo tiene grabados un EP (Escape the Mind, 2015) y dos larga duración (XXI Century Blood, 2017) y Queen of the Murder Scene (2018). En 2019 lanzó su primer sencillo en español (“Narcisista”) y para este 2020 tiene planeada una gira por todo Norteamérica que inicia el 14 de marzo, en el festival “Vive Latino”, en Ciudad de México, para recorrer varias ciudades de toda la Unión Americana y el Canadá y finalizar el 2 de mayo, en el festival metalero “Domination”, otra vez en CDMX, en el que alternarán con grupos como Def Leppard, Nightwish, Testament, Opeth, Misfits, Rancid y Blue Öister Cult, entre varios más. Antes, los próximos días 15 y 16 de enero, se presentarán en el conocido Whisky A Go-Go de Los Angeles (West Hollywood), California.
  Con Dany (guitarra, piano y voz), Pau (batería, piano y voz) y Ale (bajo, piano y voz), de 20, 17 y 15 años respectivamente, es la siguiente charla.

¿Cómo evalúan el 2019 y cuáles son los planes y perspectivas para este 2020?
Dany: Fue un año lleno de experiencias nuevas para nosotras. Aprendimos muchísimo y estamos muy agradecidas con todas esas experiencias, amistades y retos que nos han hecho crecer.
Pau: Esperamos que el 2020 sea un año aún mejor. Vienen muchas cosas emocionantes para nosotras, como la grabación de nuestro tercer álbum y nuestra gira norteamericana que es un honor empezarla en el “Vive Latino” y después de pasar por Estados Unidos y Canadá, regresar y cerrarla en Ciudad de México de nuevo, en el festival “Domination”. ¡Y eso es sólo la primera mitad del año!

A más de cinco años del video con su versión de “Enter Sandman” de Metallica, ¿cómo miran el pasado, qué ha sido para esas pequeñas niñas de 2014 este lustro tan vertiginoso, qué tanto han cambiado las vidas de las tres?
Pau: Cuando de repente nos topamos con el video y lo volvemos a ver, nos damos cuenta de cómo hemos crecido desde ese entonces, tanto física como profesionalmente, tanto en el desempeño en nuestros instrumentos como en nuestro performance.
Dany: Y obviamente también en nuestras composiciones, ya que en ese entonces tocábamos puros covers y ya poco después dimos ese salto a empezar con nuestra propia música. Sigo sin creer que eso pasó hace sólo cinco años. Se siente como algo muy muy lejano. Definitivamente nuestras vidas han cambiado mucho: de estar tocando covers en el sótano de nuestra casa a participar con nuestra propia música en festivales tan importantes como el Hell&Heaven, el Mother of All Rock, el Rock al Parque, etcétera, frente a miles de personas.

Un aspecto que a mi modo de ver las distingue del resto de los grupos mexicanos de rock es la manera como han logrado ganarse las preferencias de distintas generaciones, pero muy especialmente de quienes superamos los 60 años de edad y vemos en ustedes un renacimiento de algo que creíamos perdido: la autenticidad en la música, el gusto de tocar, de crear arte sin importar cuestiones como la comercialización excesiva que hoy se vive. ¿Cómo les resulta saber que además del público de su edad existe otro público, incluso a nivel internacional, de mucho mayor edad que la de sus propios padres, que las sigue y en quienes han hecho renacer las esperanzas en el rock?
Ale: Si hemos notado que mucho de nuestro publico son personas más grandes. Creemos que tiene que ver con el tipo de covers que empezamos tocando y que nuestras composiciones de alguna manera se ven influidas por el rock de aquellos años. Aparte que la manera en que componemos nuestras canciones es la misma que se utilizaba cuando no había tanta tecnología. Es directamente con nuestros instrumentos, no desde una computadora con sonidos electrónicos predeterminados. No que eso tenga algo de malo, la verdad, pero sí es diferente el resultado al hacer una canción y creo que eso llama la atención de nuestro público mayor y crea una conexión entre este y nuestra música. Nosotras creemos que la música es universal, que el rock no tiene género, edad o estatus social, ¡es para todos! Y nos encanta saber que se nota que disfrutamos lo que hacemos y cuánto nos divertimos en el escenario. En nuestros shows es increíblemente bonito cuando nos toca ver a una una niña o niño de seis años, cantando nuestras canciones al mismo tiempo con su papá y su abuelito.

Dice el youtuber canadiense Ryan Rebalkin que al escucharlas por primera vez, sintió como si los espíritus de Jimi Hendrix y John Bonham hubieran bajado a la Tierra y al verlas hubieran infundido en ustedes su alma rocanrolera. ¿Qué piensan de esta opinión y qué representa para ustedes el rock que se hacía en los años sesenta y setenta del siglo pasado?
Ale: ¡Es demasiado! ¡Definitivamente no nos comparamos con esas leyendas del rock! Nos encantaría llegar a esos niveles, pero sabemos que nos falta mucho por aprender y recorrer.

¿Qué piensan de otros grupos clásicos como los Rolling Stones, The Who, The Kinks y los propios Beatles? ¿Les gustan, conocen y les dice algo su música?
Dany: Para serte bien sinceras, de esas bandas que mencionas conocemos poco, con excepción de los Beatles. Nuestras influencias más grandes son Queen, Pink Floyd, AC/DC, Billy Joel, Elton John y, más nuevas, Muse, The Killers, My Chemical Romance, Paramore… Su música definitivamente ha sido muy importante en nuestro desarrollo.

Suelen presentarse en locales más o menos pequeños, pero su música se presta también para tocar en grandes arenas y estadios. ¿Se contemplan algún día tocando en esas grandes arenas, como artistas principales y ante decenas de miles de espectadores?
Dany: ¡Claro! Es uno de nuestros sueños y objetivos más grandes. Seguiremos trabajando mucho para intentar lograrlo. Pero además de eso nos encantaría seguir tocando en lugares pequeños, ya que es una experiencia muy diferente. Disfrutamos bastante nuestros shows en esos lugares, pues tienes al publico muy cerca de ti, puedes ver sus expresiones al momento de recibir el sonido de tu música y en general es una experiencia más intima entre artista y audiencia que nos encanta.

¿Cómo fue el momento en el que compusieron su primera canción y descubrieron su talento como autoras? ¿Cuál fue esa canción y quién de ustedes la escribió?
Dany: Nuestra primera experiencia en la composición nace de un reto de Pablo González, quien era maestro de bajo de Ale y luego se convirtió en nuestro mentor, amigo y familia. Pablo insistía en que estábamos listas para componer, aunque nosotras no le creíamos. Nos encargo como tarea divertida que hiciéramos una canción cada una, a ver qué salía, y fue así como empezamos. Nuestro primer EP incluye esas tres canciones que compusimos. La mía fue “Eternal Love”, la de Pau “Fade Away” y la de Ale “Take Me Down”. Justo después de trabajar en esas canciones de manera individual, emocionadas con nuestro descubrimiento al ver todas las posibilidades que hay al hacer música, hicimos una canción todas juntas que fue “Free Falling” y Pau hizo otra, llamada “Escape the Mind”, que fue el título de nuestro EP. Jamás tuvimos la intención de lanzar esa música que fue lo primerito que creamos como banda, pero ya al ver que pasó de ser sólo un ejercicio a algo muy importante para nosotras, dimos el siguiente pasó en la lección y lo grabamos. Meramente para tener la experiencia de grabar canciones en el estudio y ver el proceso por el cual pasaba la música. Ahí las tres encontramos nuestra pasión por ciertas partes del proceso.

Una de sus principales cualidades como compositoras es la manera como estructuran sus canciones, la forma como encuentran el momento justo para un rompimiento de ritmo, un cambio de estrofa, un solo o un riff de guitarra, un redoble de batería, una línea de bajo. ¿Estos arreglos también los hacen entre las tres?
Dany: ¡Sí! Todo, todo, todo, antes de un resultado final, se basa en la opinión de las tres. Siempre componemos con eso en mente, que cada canción fluya y que cause un impacto al que la escuche, de perdida eso tratamos. Pero igual al trabajar tanto en una canción se vuelve difícil ver qué es mejor para ella, si quedarnos con ese riff en particular o mejor inventarle otro, si ese patrón de batería nos da la energía y el drive que imaginábamos o si esa línea de bajo crea el espacio que queremos. Y a la hora de arreglar y decidir estas cositas es cuando nuestro equipo se vuelve más grande. Nuestro productor, Jake Carmona, a quien queremos muchísimo y trabajamos súper bien con él, nos ha acompañado en este proceso e igual hemos crecido juntos; hemos aprendido mucho de él, al igual que él de nosotras. Nos tiene mucha paciencia, ya que podemos ser muy insistentes en nuestras visiones y opiniones. Pero lo logramos cada vez, somos muy buen equipo. También mis papás nos dan sus opiniones en las canciones, pues tienen otra perspectiva diferente a la nuestra. Sobretodo mi papá tiene un oído muy desarrollado. Y después nuestro manager, Rudy Joffroy, también. Tomamos muy en cuenta todas la opiniones de estas personas y las consideramos parte de nuestro sonido y de quiénes somos como banda.

Para seguir con el tema de la composición, ¿cómo es su proceso para componer? ¿Empieza alguna de ustedes con una idea y la desarrollan entre las tres o cada una compone la pieza completa?

Dany: Cada una trabaja de manera distinta. Al igual, cada canción es única en su proceso. No tenemos una fórmula precisa. Sin embargo, la mayoría de las canciones surge de una idea de Pau y la desarrollamos entre las tres. Pero a veces ella puede hacer toda una canción completa, música y letra, o puedo ser yo o Ale crea la línea de bajo… En realidad, cada canción es diferente. Lo que sí te puedo decir con seguridad es que es Pau la que tiene mas inspiración, es una persona muy creativa y Ale y yo somos más metódicas.

Respecto a las letras, sorprenden por su calidad literaria y su profundidad. ¿Son buenas lectoras? ¿Qué les gusta leer y cuáles son sus autores y autoras favoritos?
Pau: Nos gusta muchísimo leer. Por desgracia, últimamente no nos damos el tiempo para dedicarlo a la lectura. Los libros y autores que nos gustan son novelas de fantasía como las series de Harry Potter, de J.K. Rowling; Percy Jackson, de Rick Riordan; The Hunger Games, de Suzanne Collins; Throne of Glass, de Sarah J. Mass; Scythe, de Neal Shusterman… Nos gusta leer los libros en inglés. Tal vez por eso nos llega la inspiración para escribir canciones en ese idioma. Incluso tenemos un vocabulario más amplio en inglés, nos es más retador componer canciones en español.

¿Cuál ha sido el papel de sus padres, aparte de haberles proporcionado el gusto por la música y haberlas apoyado en todo?
Dany: Nuestros papás son parte de la banda. No somos tres, somos cinco y ellos tienen un papel muy importante en todos los aspectos de nuestra vida. Si no fuera por ellos y su guía, no estaríamos en donde estamos. Esto no quiere decir que no tengamos diferencias o diferentes opiniones entre los cinco, pero siempre logramos encontrar el punto medio para ponernos de acuerdo.
Pau: Nuestros papás son todo. A veces es difícil separar los momentos familia/trabajo, pero hacemos un esfuerzo por mantener ese equilibrio. Es difícil sentarte a la mesa a comer y no platicar sobre las canciones, la música o el show.
Ale: Nuestros papás son los que hacen todo posible. Siempre viajamos juntos y hacen de todo por nosotras. Los queremos muchísimo y estamos súper agradecidas con ellos.

Una reacción muy común entre quienes ven por primera vez el video de “Dust to Dust” en El Lunario es su sorpresa ante la participación de Rudy Joffroy y su parte discursiva. ¿Qué representa para ustedes el papel que ha jugado Rudy como su manager?
Ale: Rudy es también parte de la familia. Se complementa perfectamente en todos los aspectos con mi papá y mi mamá en cuestiones de manejo de la banda. En realidad, somos una gran familia con la misma pasión y amor por lo que hacemos. Es una persona muy especial para nosotros.

“Narcisista”, su primera canción en español, ha tenido un enorme éxito. ¿Piensan seguir escribiendo en nuestro idioma o la tendencia será mayormente hacia las piezas en inglés?
Dany: Se nos da la composición en inglés, naturalmente nos llega la inspiración así. Pero no descartamos hacer más composiciones en español, porque sí nos gusta mucho, aunque definitivamente la mayoría será en inglés.

Si cada una pudiese nombrar su canción favorita de The Warning, ¿cuál sería esta?

Dany: Hmm, esa es una pregunta difícil. La preferencia cambia de vez en cuando, pero ahorita mi favorita definitivamente es “Queen of the Murder Scene”.
Pau: Yo creo que ahorita mi canción favorita es “Narcisista”.
Ale: La mía es “Dust to Dust”.

Se sabe que ya trabajan en su tercer álbum. Es un gran reto después de la perfección de Queen of the Murder Scene. ¿Temen no poder superarlo o, por el contrario, creen que lograrán algo aún mejor?
Dany: Yo, la verdad, sí qué miedo, ¡ja ja! Cuando escuchas el resultado final de un álbum, siempre existe el “hubiera”. Gracias por lo de “perfección”, no sé si nosotras lo calificaríamos de esa manera. Sin embargo, intentamos transmitir ese amor por lo que hacemos por medio de nuestras canciones y si logramos tocar almas a través de nuestra música, el objetivo se cumple.
Pau: Siempre está el miedito de si va a gustar o no, pero al final el resultado es parte de una evolución personal y cuestión de gustos de quien lo escuche.
Ale: Pues al final siempre intentamos dar lo mejor posible para nuestra música, basado en que nos guste a nosotras, intentando transmitir eso a quien la escuche.

Por último: ¿cómo se ven ustedes de aquí a diez años, cómo ven a The Warning en 2030?

Ale: Ojalá que tocando con nuestro propio show frente a miles de personas. Hablo por mis hermanas también, porque sé que nuestro sueño es llegar con nuestra música a todas partes del mundo.

(Entrevista que le hice a The Warning y que fue publicada el día de hoy en el sitio de Los Angeles Times en español)

lunes, 6 de enero de 2020

Parole, parole, parole

Prometió acabar con la violencia, prometió un crecimiento anual del 4 por ciento, prometió vender el avión presidencial. Ahora promete que en 2021 quedarán listas todas las sucursales del Banco del Bienestar y que el aeropuerto de Santa Lucía será inaugurado el 21 de marzo de 2022. Siempre son palabras y palabras sobre lo que hará y nunca son hechos ya realizados. ¿Se dan cuenta, pejefieles? O para decirlo en lenguaje chairo: puro choro mareador.

domingo, 5 de enero de 2020

Doce de mis álbumes de rock del 2019

El penúltimo año de la segunda década del siglo XXI deja una herencia discográfica irregular e inconstante, con grandes discos, sí, pero no necesariamente con grandes esperanzas… o casi.
  He elegido una docena de discos de rock y sus géneros afines como los más notables de este 2019 que se va, un año que muchos consideran como el último de la década aunque en realidad esta termina hasta el 31 de diciembre de 2020. Es tanta la producción disquera que me fue inevitable dejar afuera varios buenos álbumes, pero dentro de lo que pude escuchar a lo largo de los más recientes doce meses, esto es lo que me parece más destacable.

1.- The Who. Who (Polydor). Una joya para estos tiempos de sobreproducción en estudio y mercadotecnia salvaje. Tal vez sin alcanzar las alturas de sus discos clásicos de los años sesenta y setenta del siglo pasado, Who es una obra notable, con toda la fuerza que como compositor aún tiene Pete Townshend y todo el poder que éste y el vocalista Roger Daltrey conservan a sus setenta y tantos años de edad. Una espléndida colección de grandes temas. Para mi gusto, el mejor disco de este año.

2.- Steve Mason. About the Light (Domino Records). Nos encontramos ante una obra que reivindica a plenitud el rock pop en la mejor de sus expresiones. El escocés Steve Mason fue vocalista y guitarrista principal del grupo de culto The Beta Band. En este, su quinto opus discográfico como solista, la música es viva y orgánica, llena de frescura y vitalidad. Rock inteligente y al mismo tiempo pleno de entraña. Espléndido.

3.- Purple Mountains. Purple Mountains (Drag City). Disco trágico si los hay. No sólo por la tristeza de sus canciones, sino por el hecho de que literalmente fue la obra con la que el músico, poeta y dibujante estadounidense David Berman se despidió del mundo bajo el nombre de Purple Mountains. El álbum apareció en julio pasado y Berman se quito la existencia un mes más tarde, luego de una vida terriblemente depresiva. Nos dejó como legado este hermoso trabajo de rock con raíces folkies. “All my happiness is gone”, decía en el segundo corte de este larga duración lleno de nostalgia y desamor.

4.- Weyes Blood. Titanic Rising (Rough Trade). Una belleza. Natalie Mering presenta su cuarto disco como Wayes Blood, una obra que abreva del rock de los años setenta pero con elementos de producción del presente y, ¿por qué no?, del futuro. La joven intérprete y compositora nacida en Santa Mónica, California, hace 31 años, posee una voz al mismo tiempo dulce, sensual y expresiva que liga a la perfección con su estilo como autora de canciones. Un gran trabajo que lo mismo remite a Joni Mitchell que a K.D. Lang.

5.- The Raconteurs. Help Us Stranger (Third Man Records). El primer disco de este, uno más de los múltiples proyectos de Jack White, después de once años y apenas su tercero en trece. Al lado de Brendan Benson y dos integrantes de los Greenhorns, White consiguió una obra espléndida, en la que las guitarras juegan ese papel estelar que jugaron en el rock durante décadas. Rock real, auténtico, sin sonidos retro, rock verdadero y actual.

6.- Neil Young and Crazy Horse. Colorado (Reprise). Un enésimo disco de Young, quien acude de nuevo a sus fieles de Crazy Horse, aunque esta vez sin su escudero guitarrístico mayor, Frank “Poncho” Sampedro, sino con Nils Lofgren (del grupo de Bruce Springsteen) en su lugar. Esto da un sonido menos salvaje y más melancólico al que es usual cada vez que el buen Neil se junta con el Caballo Loco, pero la calidad está ahí y hace recordar a álbumes clásicos como el Everybody Knows This Is Nowhere (1969) o el Harvest (1972). Con eso basta para recomendarlo.

7.- Tool. Fear Inoculum (Volcano). Otro regreso después de una larga ausencia. Poco ha cambiado sin embargo en el reconocible estilo de progresivo sofisticado con toques de metal y música oscura de Tool; prog metal, le dicen. La angustia sigue ahí también. Maynard James Keenan y compañía nos meten en un viaje largo y denso, una travesía intrincada por iluminantes parajes sin luz y saludables atmósferas enrarecidas. Al final, un recorrido que vale mucho la pena. 

8.- The Black Keys. Let’s Rock (Nonesuch). Dan Auerbach y Patrick Carney vuelven a rocanrolear. Luego de algunos discos en los cuales incursionaron en sonidos que coqueteaban con el soul y hasta con el rock pop, el dueto de Akron, Ohio, retorna a sus inicios con un larga duración pleno de seca potencia y gran inventiva. El blues, el garage y el rock duro vuelven a alimentarlos, acompañados por sucios guitarreos, fantásticos riffs, voces saturadas y la precisa batería de Carney. Bienvenido sea este regreso al origen.

9.- Robbie Robertson. Sinematic (UME). Una belleza. El ex líder de la legendaria agrupación canadiense The Band realizó este álbum lleno de imágenes y parajes cinéticos e incluso cinematográficos (no en balde el tema que abre el disco, “I Hear You Paint Houses”, forma parte de la banda sonora del más reciente y extraordinario filme de Martin Scorsese, The Irishman). Canciones precisas, pulidas, pero a la vez sustanciosas y entrañables. Gran disco de Robertson, perfecto para celebrar sus 76 años de edad.

10.- Sharon Van Etten. Remind Me Tomorrow (Rough Trade). De sus orígenes folkies a sus posteriores incursiones en un rock más indie, Sharon Van Etten ha pasado ahora a un más amplio abanico estilístico que toca lo mismo géneros como el soul o la electrónica. Remind Me Tomorrow es una obra varia y quizás el disco más completo de esta cantautora neojerseíta (es decir, de New Jersey) desde un punto de vista musical y artístico.

11.- Jeff Lynne’s ELO. From Out of Nowhere (Columbia). ¿Un nuevo disco de la Electric Light Orchestra? Pues sí y suena muy bien, con todo el toque rockpopero y proto beatlesco del gran Jeff Lynne. No hay mayores novedades de estilo, pero sí en cuanto a que esta vez la orquesta se reduce a un solo hombre, ya que el buen Lynne se encargó de tocar prácticamente todos los instrumentos y hacer todas las voces, incluidas las clásicas armonías vocales à la ELO.

12.- Fontaines D.C. Dogrel (PTKF). Art punk Dublin style. Esa podría ser una buena definición de la música de este estupendo quinteto irlandés, una de las grandes sorpresas del 2019. Pero sería una definición incompleta porque en sus canciones hay dosis de noise, shoegaze y post punk, por lo que se dejan sentir influencias lo mismo  de The Cure y Joy Division que de My Bloody Valentine, The Clash y The Velvet Underground. Un grupo de la clase obrera irlandesa que en sus letras no olvida la tradición poética de su país. Gran disco.

Doce menciones honoríficas

–Nick Cave and the Bad Seeds. Ghosteen (Ghosteen Records)
–Jenny Lewis. On the Line. (Warmer Bros)
–Claypool Lennon Delirium. South of Reality (ATO)
–Bruce Springsteen. Western Stars (Columbia)
–Lana del Rey. Norman Fucking Roswell (Interscope)
–Beck. Hyperspace (Capitol)
–Kim Gordon. No Home Record (Matador)
–Tedeschi Trucks Band. Signs (Fantasy)
–Big Thief. Two Hands (4AD)
–Belafonte Sensacional. Soy piedra (Independiente)
–Wilco. Ode to Joy (dBpm)
–Weezer. Weezer (Black Album) (Atlantic)

Lista de Spotify: 22 temas de 2019 (dar clic en el título)

sábado, 4 de enero de 2020

2019: un recuento por géneros


¿Qué fue lo mejor, género por género, que nos trajo la música durante el año que está a punto de irse? Hagamos una revisión somera y necesariamente subjetiva, al tiempo que desde “Acordes y desacordes”, el sitio de música de la revista Nexos, deseamos a nuestros lectores un gran 2020 (cuando menos en lo musical).

Mejor disco: Who, de The Who (Interscope). El poderío de Pete Towshend y Roger Daltrey retornó con fuerza septuagenaria para producir este discazo. ¡Vaya g-g-g-g-g-generación!

Mejor canción: “All My Hapiness Is Gone”, del disco Purple Mountains (Drag City Records) de Purple Mountains. Literalmente una canción epitafio. Un mes después de aparecer el disco homónimo que la contiene, su autor e intérprete, David Berman, se quitó la vida. Pero no es eso lo que la hace un gran tema. Se trata de una entrañable composición. Melancolía pura.

Mejor disco de rock: Dogrel, de Fontaines D. C. (PTKF Records). Este quinteto de Dublin es una de las más gratas sorpresas del año. Rock sólido con influencias que van de The Clash a The Velvet Underground y de The Pogues a Joy Division. Y por si fuera poco, les da por la buena poesía irlandesa. Dublineses, al fin y al cabo.

Mejor disco de art rock: Fear Inoculum, de Tool (RCA). Grupo de culto, si los hay, Tool reapareció en 2019 con su quinto álbum en tres lustros de carrera musical. Maynard James Keenan aún tiene mucho que decir, mucho que ofrecer, y aquí lo demuestra con creces.

Mejor disco de alt-rock: Two Hands de Big Thief (4AD). Desde Brooklyn llegó este grupo plenamente hipster y millennial con su cuarto larga duración en escasos tres años. Indie rock para almas sensibles y vulnerables que rozan la corrección política. La peculiar voz de Adrianne Linker es su sello principal.

Mejor disco de alt-folk:
Western Stars, de Bruce Springsteen (Columbia). El alt folk no es el género característico de Springsteen, pero me atrevo a colocar su disco de 2019 en ese canon. Un trabajo lleno de intimidad y belleza. Una joya.

Mejor disco de rock clásico:
Let’s Rock, de The Black Keys (Nonesuch). Espléndido retorno a las raíces que dieron nacimiento a este dueto conflictivo, visceral y contradictorio pero grandioso. Dan Auerbach y Patrick Carney vuelven a estar en pleno.

Mejor disco experimental: Proto, de Holly Herndon (4AD). Loops, laptops, sonidos electrónicos, voces del extramundo. La música de Herndon es una propuesta interesantísima que se ve coronada en este, su tercer y fascinante opus.

Mejor disco de hip-hop: Eve, de Rapsody (Jamla). Espléndido disco de esta rapera, con dieciséis tracks, cada uno dedicado a una mujer notable de raza negra, desde Nina Simone hasta Oprah Winfrey. Finísimo trabajo con el mejor hip-hop.

Mejor disco de rock pop: Norman Fucking Rockwell, de Lana del Rey (Interscope). ¿En serio? Lana del Rey. Pues sí: Lana del Rey y una obra en verdad sorprendente por su calidad y hondura. Por mucho, su mejor disco, con ecos de Tori Amos, Fiona Apple y hasta Beth Gibbons.

Mejor disco de rock progresivo: In Cauda Venenum, de Opeth (Nuclear Blast). Prog rock para el siglo XXI. Así han definido algunos especialistas a la música que está haciendo esta agrupación sueca que se iniciara dentro del death metal y evolucionara hacia un sonido de mucha mayor riqueza armónica y melódica.

Mejor disco de metal: Gold & Gray, de Baroness (Abraxan Hymns). Con veinte años de carrera a sus espaldas, este sólido cuarteto de Savanah, Georgia, presenta su octavo álbum y a su nueva guitarrista, Gina Gleason. Un trabajo caleidoscópico e intrincado. Estupendo.

Mejor disco de electrónica: Utility, de Sam Barker (Ostgut Ton). Excelente disco debut de este DJ y productor berlinés, antiguo integrante del dueto electrónico alemán Barker & Baumecker. Un plato emocional que expande los horizontes del techno.

Mejor disco de alt country:
No Saint, de Lauren Jenkins (Big Machine). Con su voz dulce y grave a la vez, con un timbre deliciosa y levemente rasposo, esta cantautora que se inicia en el medio discográfico presentó esta más que buena colección de country con ciertas dosis de pop. Un prometedor debut de esta nacida en Arlington, Texas, hace 28 años.

Mejor disco de blues: Kingfish, de Christone “Kingfish” Ingram (Alligator). Con tan sólo veinte años de edad, este fantástico bluesero nacido en Clarksdale, Mississippi –y que ya ha trabajado con Buddy Guy y Eric Gales–, arriba con un disco fenomenal. Su guitarra y su gran voz sobresalen con un sentimiento que brota de las tierras pantanosas del deep south. Grandioso blues eléctrico por parte de este muy joven y robusto virtuoso.

Mejor disco de soul:
Live in London de Mavis Staple. A sus ochenta años de edad, esta reina y leyenda viviente del gospel y la música soul grabó esta maravilla en concierto. Impresionante que aún conserve prácticamente intactas esa voz y esa alma.

Mejor disco de jazz: Love and Liberation, de Jazzmeia Horn (Concord). Irresistible disco de post bop, con la sensacional y resonante voz de esta cantante nacida en Dallas en 1991 y el fino quinteto que la acompaña. Una docena de temas en los que el jazz se deja seducir de pronto por el soul y el r&b. Una joya en la que la tradición se entremezcla con lo contemporáneo.

Mejor disco de música culta: Bach to the Future, de Olivier Latry (La Dolce Volta). Impresionante grabación con la última ocasión en que el majestuoso órgano de la catedral de Notre Dame, en París, fue tocado, antes del incendio de 2019 que la puso en serio peligro. 

Mejor disco de world music: Mettavolution, de Rodrigo y Gabriela (ATO). El talentosísimo dueto de guitarristas mexicanos continúa su carrera fuera de nuestras fronteras, demostrando su capacidad artística y su infinita creatividad. Rodrigo Sánchez y Gabriela Quintero ya se encuentran más allá del bien y del mal. Por cierto, el disco contiene una larga (¡19 minutos!) y estupenda versión de “Echoes” de Pink Floyd.

Mejor disco en concierto: Commit Yourself Completely, de Car Seat Headrest (Matador). Este sensacional y prácticamente desconocido grupo de Virginia (aunque ya estuvieron este 2019 en el festival Corona Capital), cuyo cerebro es el cuasi nerd Will Toledo, posee una propuesta difícil de definir, si bien se codea lo mismo con el rock alternativo que con el post punk. Para salir de dudas, escúchelo usted en este magnífico disco “en vivo”.

Mejor reedición discográfica: 1999, de Prince. El disco con el que en 1982 el geniecito de Minneapolis dio un paso creativo que sería decisivo para su música. Una visionaria colección de funk-pop sensual y futurista. La edición agrega una gran cantidad de rarezas, pistas en vivo y mezclas.

Mejor disco mexicano de rock: Soy piedra, de Belafonte Sensacional (Independiente). Un excelente disco, una muestra de primer orden de lo que pueden hacer el talento, la creatividad y el ingenio aplicados a la música. Belafonte Sensacional representa lo (muy) bueno que se puede hacer fuera de los asfixiantes forceps del rockcito convencional mexicano y su dudoso mainstream.

jueves, 2 de enero de 2020

Los libros que leí en 2019

Estoy preocupado. En los años más recientes sólo he leído dieciséis libros: ocho en 2018 y ocho en 2019, mientras que en 2017 había leído diecinueve. Tengo que mejorar en este 2020. Por lo pronto, esta es la lista de los libros que leí durante los doce meses pasados (digo, por si a alguien le interesa saberlo; igual y no, jaja). Van en orden temporal, del más reciente al más antiguo.

Los idus de marzo - Thornton Wilder

Margarita Dolcevita - Stefano Benni

Homo Deus - Yuval Noah Harari

Guerra y paz - León Tolstoi
 
Irene - Pierre Lemaitre

Misterios de la sala oscura - Fernanda Solórzano

La escritura invisible - Arthur Koestler

Vida y música de Alejandro Marcovich - Alejandro Marcovich

(Si el lector hace clic en cada título, podrá leer la respectiva reseña o una entrevista con el autor o autora).

miércoles, 1 de enero de 2020

Milenio, 20 años

Milenio Diario cumple hoy 20 años. Inició el 1 de enero del 2000. Fui de los colaboradores fundadores (de hecho, ya colaboraba en Milenio Semanal desde 1998). En agosto de 2018 me echaron sin mayores contemplaciones, luego de 18 años y más de dos mil textos publicados, entre columnas y artículos. Me despidieron por teléfono, fríamente, porque ya no había dinero y además se iba a reestructurar el periódico, etcétera. Luego de mi salida y la de otros colaboradores, vino la "reestructuración": contrataron a Gibrán Ramírez y a Attolini, más tarde a Abraham Mendieta, regresó Epigmenio a sus páginas y sigue Ricardo Monreal como columnista. Pero ya no había dinero, me dijeron... En fin, sí duele y sí lástima. 20 años de Milenio. Me hubiera gustado celebrarlos.