sábado, 4 de enero de 2020

2019: un recuento por géneros


¿Qué fue lo mejor, género por género, que nos trajo la música durante el año que está a punto de irse? Hagamos una revisión somera y necesariamente subjetiva, al tiempo que desde “Acordes y desacordes”, el sitio de música de la revista Nexos, deseamos a nuestros lectores un gran 2020 (cuando menos en lo musical).

Mejor disco: Who, de The Who (Interscope). El poderío de Pete Towshend y Roger Daltrey retornó con fuerza septuagenaria para producir este discazo. ¡Vaya g-g-g-g-g-generación!

Mejor canción: “All My Hapiness Is Gone”, del disco Purple Mountains (Drag City Records) de Purple Mountains. Literalmente una canción epitafio. Un mes después de aparecer el disco homónimo que la contiene, su autor e intérprete, David Berman, se quitó la vida. Pero no es eso lo que la hace un gran tema. Se trata de una entrañable composición. Melancolía pura.

Mejor disco de rock: Dogrel, de Fontaines D. C. (PTKF Records). Este quinteto de Dublin es una de las más gratas sorpresas del año. Rock sólido con influencias que van de The Clash a The Velvet Underground y de The Pogues a Joy Division. Y por si fuera poco, les da por la buena poesía irlandesa. Dublineses, al fin y al cabo.

Mejor disco de art rock: Fear Inoculum, de Tool (RCA). Grupo de culto, si los hay, Tool reapareció en 2019 con su quinto álbum en tres lustros de carrera musical. Maynard James Keenan aún tiene mucho que decir, mucho que ofrecer, y aquí lo demuestra con creces.

Mejor disco de alt-rock: Two Hands de Big Thief (4AD). Desde Brooklyn llegó este grupo plenamente hipster y millennial con su cuarto larga duración en escasos tres años. Indie rock para almas sensibles y vulnerables que rozan la corrección política. La peculiar voz de Adrianne Linker es su sello principal.

Mejor disco de alt-folk:
Western Stars, de Bruce Springsteen (Columbia). El alt folk no es el género característico de Springsteen, pero me atrevo a colocar su disco de 2019 en ese canon. Un trabajo lleno de intimidad y belleza. Una joya.

Mejor disco de rock clásico:
Let’s Rock, de The Black Keys (Nonesuch). Espléndido retorno a las raíces que dieron nacimiento a este dueto conflictivo, visceral y contradictorio pero grandioso. Dan Auerbach y Patrick Carney vuelven a estar en pleno.

Mejor disco experimental: Proto, de Holly Herndon (4AD). Loops, laptops, sonidos electrónicos, voces del extramundo. La música de Herndon es una propuesta interesantísima que se ve coronada en este, su tercer y fascinante opus.

Mejor disco de hip-hop: Eve, de Rapsody (Jamla). Espléndido disco de esta rapera, con dieciséis tracks, cada uno dedicado a una mujer notable de raza negra, desde Nina Simone hasta Oprah Winfrey. Finísimo trabajo con el mejor hip-hop.

Mejor disco de rock pop: Norman Fucking Rockwell, de Lana del Rey (Interscope). ¿En serio? Lana del Rey. Pues sí: Lana del Rey y una obra en verdad sorprendente por su calidad y hondura. Por mucho, su mejor disco, con ecos de Tori Amos, Fiona Apple y hasta Beth Gibbons.

Mejor disco de rock progresivo: In Cauda Venenum, de Opeth (Nuclear Blast). Prog rock para el siglo XXI. Así han definido algunos especialistas a la música que está haciendo esta agrupación sueca que se iniciara dentro del death metal y evolucionara hacia un sonido de mucha mayor riqueza armónica y melódica.

Mejor disco de metal: Gold & Gray, de Baroness (Abraxan Hymns). Con veinte años de carrera a sus espaldas, este sólido cuarteto de Savanah, Georgia, presenta su octavo álbum y a su nueva guitarrista, Gina Gleason. Un trabajo caleidoscópico e intrincado. Estupendo.

Mejor disco de electrónica: Utility, de Sam Barker (Ostgut Ton). Excelente disco debut de este DJ y productor berlinés, antiguo integrante del dueto electrónico alemán Barker & Baumecker. Un plato emocional que expande los horizontes del techno.

Mejor disco de alt country:
No Saint, de Lauren Jenkins (Big Machine). Con su voz dulce y grave a la vez, con un timbre deliciosa y levemente rasposo, esta cantautora que se inicia en el medio discográfico presentó esta más que buena colección de country con ciertas dosis de pop. Un prometedor debut de esta nacida en Arlington, Texas, hace 28 años.

Mejor disco de blues: Kingfish, de Christone “Kingfish” Ingram (Alligator). Con tan sólo veinte años de edad, este fantástico bluesero nacido en Clarksdale, Mississippi –y que ya ha trabajado con Buddy Guy y Eric Gales–, arriba con un disco fenomenal. Su guitarra y su gran voz sobresalen con un sentimiento que brota de las tierras pantanosas del deep south. Grandioso blues eléctrico por parte de este muy joven y robusto virtuoso.

Mejor disco de soul:
Live in London de Mavis Staple. A sus ochenta años de edad, esta reina y leyenda viviente del gospel y la música soul grabó esta maravilla en concierto. Impresionante que aún conserve prácticamente intactas esa voz y esa alma.

Mejor disco de jazz: Love and Liberation, de Jazzmeia Horn (Concord). Irresistible disco de post bop, con la sensacional y resonante voz de esta cantante nacida en Dallas en 1991 y el fino quinteto que la acompaña. Una docena de temas en los que el jazz se deja seducir de pronto por el soul y el r&b. Una joya en la que la tradición se entremezcla con lo contemporáneo.

Mejor disco de música culta: Bach to the Future, de Olivier Latry (La Dolce Volta). Impresionante grabación con la última ocasión en que el majestuoso órgano de la catedral de Notre Dame, en París, fue tocado, antes del incendio de 2019 que la puso en serio peligro. 

Mejor disco de world music: Mettavolution, de Rodrigo y Gabriela (ATO). El talentosísimo dueto de guitarristas mexicanos continúa su carrera fuera de nuestras fronteras, demostrando su capacidad artística y su infinita creatividad. Rodrigo Sánchez y Gabriela Quintero ya se encuentran más allá del bien y del mal. Por cierto, el disco contiene una larga (¡19 minutos!) y estupenda versión de “Echoes” de Pink Floyd.

Mejor disco en concierto: Commit Yourself Completely, de Car Seat Headrest (Matador). Este sensacional y prácticamente desconocido grupo de Virginia (aunque ya estuvieron este 2019 en el festival Corona Capital), cuyo cerebro es el cuasi nerd Will Toledo, posee una propuesta difícil de definir, si bien se codea lo mismo con el rock alternativo que con el post punk. Para salir de dudas, escúchelo usted en este magnífico disco “en vivo”.

Mejor reedición discográfica: 1999, de Prince. El disco con el que en 1982 el geniecito de Minneapolis dio un paso creativo que sería decisivo para su música. Una visionaria colección de funk-pop sensual y futurista. La edición agrega una gran cantidad de rarezas, pistas en vivo y mezclas.

Mejor disco mexicano de rock: Soy piedra, de Belafonte Sensacional (Independiente). Un excelente disco, una muestra de primer orden de lo que pueden hacer el talento, la creatividad y el ingenio aplicados a la música. Belafonte Sensacional representa lo (muy) bueno que se puede hacer fuera de los asfixiantes forceps del rockcito convencional mexicano y su dudoso mainstream.

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