domingo, 30 de septiembre de 2018

El adiós oficial a mi depto


Fueron 18 años y ocho meses casi exactos. Del 31 de enero de 2000 al 30 de septiembre de 2018. Poco más de 6 mil 800 días con sus noches, Nunca pensé que iba a durar tantos años ahí, aunque nunca pensé tampoco que lo dejaría de manera tan sorpresiva y tan abrupta. Pero así son las cosas en esta vida delirante e imprevisible.
  Hoy a las cinco y media de la tarde entregué las llaves a los dueños del apartamento donde viví tantas cosas buenas y algunas pocas no tan buenas. Es un espacio en el que conocí a gente maravillosa, en especial amigas extraordinarias, la mayoría de las cuales continúa en mi vida. Pero hoy se acabó oficialmente mi permanencia en ese hermoso y entrañable lugar cercano a la colonia Nápoles, aunque físicamente lo dejé hace poco más de dos semanas para mudarme a mis antiguos territorios originarios.
  Multitud de anécdotas se agolpan en mi cabeza. Muchos relatos que podría escribir (y quizá lo haga).
  Pero me queda un consuelo. Mi mejor amiga se queda con el apartamento. La recomendé con los propietarios y la aceptaron. Podré seguir frecuentándolo.

sábado, 29 de septiembre de 2018

Cámara húngara: Bancarrota

Dijo Andrés Manuel López Obrador, durante un mitin “de agradecimiento” en Tepic, Nayarit, que no podrá cumplir con varias de sus promesas de campaña porque va a recibir “un país en bancarrota”.
  La declaración suena más a pretexto que a realidad, porque económica y financieramente el país está muy lejos –lejísimos, diría yo– de la bancarrota. Cierto que el gobierno de Enrique Peña Nieto, al mejor estilo priista, volvió a endeudar a México, algo que habían evitado las dos administraciones panistas que lo antecedieron, pero no lo hizo de manera alarmante y mucho menos nos acercó a esa bancarrota manida por el presidente electo.
  Lo que sucede más bien es que López Obrador se ha topado con la realidad y sabe (si no es que ya lo sabía) que sus cuentas alegres durante los meses de campaña son imposibles de cumplir, incluso si el país viviera una relativa bonanza. ¿De dónde saldrían los dineros para doblar las pensiones a los ancianos, contratar ninis o darle carrera universitaria a todos los jóvenes que lo soliciten? ¿De dónde sacar los fondos para construir seis refinerías y el famoso trenecito maya? La terca realidad siempre se impone y es claro que, en este caso, el prometer sí empobrece.
  El problema será la reacción de los millones de votantes que, esperanzados, le dieron el triunfo en las elecciones de julio. ¿Cuánto durará la luna de miel entre ellos y su carismático líder? ¿Hasta qué punto le tendrán paciencia y comprensión? Algunos dicen que el romance durará un par de años y que si las promesas siguen sin cumplirse, la enorme popularidad del Peje comenzará a revertirse. Ya veremos.
  Un país en bancarrota ética y cívica, sí. Un país polarizado que amenaza con polarizarse más a partir del 1 de diciembre, también. Esa bancarrota moral sí existe y quizá sea más grave que la inexistente quiebra económica.
  Esperemos que los morenos que hoy lo controlan todo no sean quienes realmente nos lleven a la bancarrota. Y sí, en este caso me refiero a la bancarrota financiera y económica. Hay motivos para temer que semejante cosa suceda. Muchos.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (79)

Corría el año 2006 y Green Day se encontraba en el pináculo de la fama. Dos años antes, su disco American Idiot había batido cualquier cantidad de records en ventas y nada parecía capaz de ensombrecer ese logro. Pero un extraño sujeto llamado Paul McPike pensaba todo lo contrario. Empleado de un supermercado en California, a sus 32 años decidió demandar al exitoso trío, alegando... ¡que él había escrito todas las canciones del disco en 1992, cuando cursaba la secundaria, y que se las habían plagiado! Según él, las tocó un par de veces ante sus amigos en aquella época "y seguramente uno de ellos me grabó y se las vendió a Billie Joe Armstrong diez o doce años después". Sin más pruebas que sus delirantes dichos, un juez quizó persuadirlo de retirar la demanda, pero él persistió y exigió a la Warner le pagara "sus" regalías. Por supuesto que la disquera ni siquiera lo tomó en cuenta.

jueves, 27 de septiembre de 2018

La última visita de Dani

Ya con el apartamento vacío, pero teníamos que decirnos hasta pronto, ya que ella también parte en extraña coincidencia de vida. Tardaremos en vernos al menos unas semanas, pero sé que ahí estará siempre y que nuestra amistad da para mucho, para muchísimo, todavía. Mi querida gitana, mi gran amiga Daniela. Tantas cosas que nos tocó vivir y compartir juntos. La mujer sabia.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

There’s One in Every Crowd

Aunque tal vez no resulte tan brillante como su antecesor, el tercer trabajo en estudio de Eric Clapton es otra delicada pieza de orfebrería musical. Incomprendido en su momento y subvalorado por muchos de los seguidores que gustaban de sus deslumbrantes momentos con Cream, There’s One in Every Crowd (1975) tiene su mayor mérito, paradójicamente, en su bajo perfil, en su discreto acento. Así, por ejemplo, una composición tan sutil como “Better Make It Through Today” (óigase el fantástico órgano de Dick Sims) muestra, en su combinación de blues y reggae lento, que Clapton no había perdido su vena como autor e intérprete. Lo mismo podemos decir de la magníficamente desmayada versión de “The Sky Is Crying” de Elmore James (muy distinta a la que años después haría Stevie Ray Vaughan) o de la acústica y delicada “Pretty Blue Eyes”. Un disco realmente delicioso.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 38, de marzo de 2007).

martes, 25 de septiembre de 2018

Zuma

Aunque grabado dos años después que su antecesor, el polémico y espléndido Tonight’s the Night, Zuma (1975) apareció el mismo año que éste. Acerca del título del disco, algunas versiones dicen que se debe a que por aquel tiempo Neil Young vivía en una zona de Los Angeles llamada Zuma Beach, mientras que otras aseguran que es un apócope de Moctezuma, el emperador azteca mencionado en el bastante maniqueo aunque excelente tema “Cortez the Killer”. A saber. De lo que sí no queda duda es de la gran calidad del larga duración (a pesar de su fea portada).
  Con Crazy Horse en pleno (aunque con Frank Sampedro en lugar del fallecido Danny Whitten), el buen Neil ya no le canta a la muerte de sus amigos sino a la crisis de pareja, al rompimiento amoroso y al advenimiento de nuevas posibilidades de relacionarse. Canciones como la preciosa “Pardon My Love” hablan de la tristeza de la separación, en tanto la más alegre y country “Lookin’ for a Love” y la inicial “Don’t Cry No Tears” presentan ciertas esperanzas para el amante desolado que va en busca del esperado amor desesperado.
  “Barstool Blues” no deja de recordar a “It’s All Over Now Baby Blue” de Bob Dylan, mientras que “Stupid Girl”, sin tener que ver con la homónima canción de los Rolling Stones, sí tiene un tono stoniano (hay quenes dicen que la letra está dedicada a Joni Mitchell). Por su parte, “Drive Back” es una agresiva y rocanroleral pieza, mientras que la final “Through My Sails” es una maravillosa balada que originalmente iba a aparecer en un álbum de Crosby, Stills, Nash and Young en 1974, álbum que jamás salió.
  Una joya llena de belleza para terminar un gran disco.

(Reseña que escribí originalmente para el "Especial" No. 35 de La Mosca en la Pared, publicado en noviembre de 2006)

lunes, 24 de septiembre de 2018

El sarcasmo de la música

Yo, en 2013.
Hugo García Michel es director de la revista Mosca, columnista de Milenio Diario y colaborador de Nexos, Laberinto y Marvin. Es músico, escritor, editor, periodista "y amante amateur", como él mismo lo anuncia en su cuenta de Twitter. Es dueño de un periodismo ávido. A manera de Marabú, allega la carroña del rockcito mexicano y la expone explícitamente. Es, desde hace un par de décadas, el sarcasmo de la música rock en México. Pesadilla de León Larregui y Saúl Hernández, nos contesta esta sesgada entrevista sobre el mundillo del rock en nuestro país.

En los noventa sucedieron cosas muy importantes en el “rock mexicano”, tanto así que bandas de esa época todavía son cabeza de cartel en la actualidad. Desde su perspectiva, ¿hay señales de un relevo generacional del rock en México?
 
No lo veo.

Si existen, ¿quiénes son?

Si acaso, sólo nombraría a Ruido Rosa y a Belafonte Sensacional.

Si no existe tal relevo, ¿a qué lo atribuye?

Al afán nostálgico del público mexicano que prefiere la seguridad de lo ya conocido a la incertidumbre de lo nuevo y desconocido.

Desde los primeros artículos que tuvimos oportunidad de leerle, notamos un sarcasmo bien apuntado en los mismos, ¿de dónde nace y qué alimenta ese estilo suyo tan característico?

Pues no lo sé, creo que me brota de manera natural. Siempre he apreciado a los escritores satíricos y a los humoristas.

En México se respira una americanización de los medios y su cultura joven, especialmente entre los llamados millennials. Musicalmente, ¿qué tan influyente es EUA actualmente en la música, especialmente en el rock?

No tanto como lo llegó a ser. Hoy, en México, encuentro mayor influencia de los españoles, los argentinos, los chilenos y hasta los peruanos, por no hablar de la influencia de géneros como la cumbia y la onda grupera.


¿Considera que Inglaterra sigue llevando la antorcha de la buena música a nivel mundial? Y si es así, ¿cree que sería prudente importar algo de su fuego?

No sé si exista esa antorcha y de existir, creo que la llevarían tanto los ingleses como los estadounidenses.

Se ha dicho que la razón de la ausencia de buen rock en México es por la sencilla razón de que, culturalmente, México no es un país roquero. ¿Está de acuerdo con esa aseveración o la considera simplista?

Totalmente simplista. En México hay incluso un gusto por el blues.

El “consenso general” es que los creadores de "La célula que explota" son lo más representativo que ha dado México en cuanto a rock se refiere, ¿comparte esa percepción no sólo a nivel como banda, sino como la suma total de sus partes?

No. Por triste que parezca, lo más representativo del rock hecho en México es Maná.

Hay una banda mexicana que es catalogada como lo mejor que ha surgido en los últimos 15 años (tal vez Memo Rex Comander le diga algo.) Evidentemente no son santo de su devoción, ¿ha evolucionado el concepto sobre ellos o se mantiene?

Como decía Carlos Salinas de Gortari: no los veo ni los escucho.

¿Qué opinión le merece el activismo periodístico y si considera que el mensaje político-social de una banda o artista tiene algún impacto?

No creo en el activismo periodístico. De hecho, activismo y periodismo son dos conceptos que se repelen por naturaleza, aunque muchos los quieran juntar. En cuanto a los grupos de rock y sus mensajes político-sociales, el tiempo ha demostrado que su impacto entre la gente es bastante menor, por no decir que nulo.

Percepción personal: la selección mexicana de fútbol pareciera ser un reflejo de toda una sociedad disfuncional, sin carácter, conformista y “dócil como un guante”. ¿Le parece justa esa percepción o considera que estamos tronando mucho los chicharrones?


Todo es un reflejo del país: la selección de futbol, los políticos, los activistas, la televisión, el rockcito… Sólo nos salva nuestra gran herencia cultural.

He leído que su estilo y crítica es provocadora y rapaz, aunque yo la considero estimulante. ¿A qué atribuye esa docilidad y medias yemas de los medios en México?

A que es más cómodo ir con la corriente y tratar de caerle bien a todo el mundo.

(Entrevista que me hizo Mixar López para Biósfera sónica, 2013)

domingo, 23 de septiembre de 2018

57

57 años hubiera cumplido mi hermano Jorge el viernes pasado. Lo recuerdo con amor, a diez años y medio de su partida.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Cámara húngara: Despedidos y libertad de prensa

Hablaba en mi anterior columna acerca del despido de cerca de 200 empleados y colaboradores de Milenio Diario, así como de la similar situación que se vive en otros medios de comunicación, y al final del texto me preguntaba si hay algún trasfondo político en todo ello. Prometí comentar el tema y a eso me aboco en las siguientes líneas.
  ¿Que si existe un trasfondo político en los despidos masivos de gente de prensa? La respuesta es sí y no. Porque no existe de manera directa. Al contrario de lo que se denunció en 2006, cuando al parecer existía una lista negra de periodistas y columnistas que tendrían que ser echados de sus respectivos diarios o revistas en cuanto Andrés Manuel López Obrador ganara las elecciones de ese año (algo que, como sabemos, no sucedió), en este 2018 no hay evidencia de que haya lista alguna. Al menos nadie la ha mencionado, como sí se hizo hace doce años. Si gente como Roger Bartra o José Woldenberg, por ejemplo, fueron cesados de Reforma, nadie podría asegurar que fuese por órdenes del líder de Morena y presidente electo de México. Lo mismo en los casos de Milenio y de otros periódicos.
  No obstante, el contexto político general sí determinó los ceses y recortes de hace poco menos de un mes. La presunción de que el próximo gobierno cortará en un 50 por ciento los recursos para publicidad en los medios hizo que sus dueños de los mismos entraran en pánico. Su dependencia de los dineros gubernamentales ha sido tal que no se sintieron capaces de compensarlos con la publicidad privada y la medida más sencilla que encontraron fue la de emplear las tijeras y recortar a medio mundo. No se les ocurrió ofrecer un mejor producto y un periodismo de mayor calidad y se fueron por el fácil expediente de reducir los gastos y sacrificar a su gente, sin importar los años que ésta llevara dedicada en cuerpo y alma a su labor periodística.
  Por ese lado, es claro que el entorno político influyó en la decisión y que los medios prefirieron autocensurarse y ahorrarse unos pesos, antes que buscar ingresos por otros caminos. Muchos nos quedamos sin trabajo y empezaremos de ese modo el sexenio obradorista. Ojalá que al tomar AMLO posesión, la libertad de expresión no se vea coartada y los periodistas que lograron mantener la chamba no sean recortados también.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (78)

John Lennon se hizo muy amigo de Harry Nilsson (autor de "One", "Without Her"y "Everybody's Talkin'"", entre otras famosas canciones) cuando con Paul McCartney llegó a Nueva York con el fin de anunciar la formación de la disquera Apple. Cuando años más tarde Lennon se mudó a esa ciudad y dejó temporalmente a Yoko Ono para enfrascarse en un amorío con su secretaria May Pang, en 1973, una noche acudió al lujoso bar "Troubadour", al lado de May y de Nilsson, para ver a The Smothers Brothers. El problema fue que el ex beatle se emborrachó demasiado rápido con brandy Alexander y empezó a escandalizar y a jactarse de que él era John Lennon. Sus gritos llegaban a tal volumen que interrumpían la actuación de los Smothers Brothers y el público empezó a increparlo. Hasta que el propio manager del grupo se dirigió a su mesa y le gritó: "¡Hemos trabajado muy duro para esto y no voy a permitir que lo jodas!", agarrando por el hombro a Lennon. Éste se volvió, tiró la mesa al suelo y ambos se enzarzaron en una épíca y burda pelea, hasta que algunos meseros lograron separarlos y sacaron a John y Harry del local antes de que fueran golpeados por la multitud. Nilsson se lamentaría años más tarde: "Aquél incidente arruinó mi reputación durante diez años. Emborracha a un beatle y mira lo que pasa. Yo les descubrí a Ringo y John el brandy Alexander, ese fue mi problema".

jueves, 20 de septiembre de 2018

Speak & Spell

Cuando este disco de Depeche Mode apareció, a princios de esa controvertida década que fue la de los años ochenta, pasó prácticamente inadvertido.
  Con el grupo dominado por la personalidad de Vince Clarke, el sonido es por completo popero, lo cual no va en detrimento alguno de su calidad. Por el contrario, Speak & Spell (1981) es un muy buen primer álbum para una agrupación que en ese entonces no imaginaba la trascendencia que tendría durante los tres decenios por venir. Los sintetizadores reinan de manera absoluta (¿o mejor diríamos absolutista?), tal como dictaban los cánones de la música pop electrónica de esa época, y la influencia de agrupaciones como The Human League y Kraftwerk está ahí, lo mismo que la de solistas como Gary Numan. Ligero, agradable, bailable, sin complicaciones, este trabajo muestra a un Depeche Mode despreocupado, en cuyas letras (un tanto bobaliconas, hay que decirlo) se canta básicamente al amor, a la vida cotidiana y a los clubes de baile.
  Entre las canciones del plato que lograron algún éxito en la radio y las noches británicas se encuentran “I Sometimes Wish I Was Dead” (que en la versión estadounidense del álbum fue reemplazada por la inocua y pegajosa “Dreaming of Me”), “New Life”, “Boys Say Go!”, “Photographic” y la hoy clásica y contagiosamente divertida –cumbre del pop sintetizado– “Just Can't Get Enough”.
  En Speak & Spell hay sólo dos temas escritos por Martin Gore (los casi ocultos “Tora! Tora! Tora!” y “Big Muff”), pero en ambos el músico ya daba muestras –así fuera de un modo más o menos incipiente– de las alturas a las cuales arribaría años después como compositor casi único de Depeche Mode. En resumen, un plato muy de su momento, muy kitsch, uno de esos discos que algunos consideran tan malos, pero tan malos, que terminan por resultar buenos… o cuando menos entrañables.

(Reseña que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No.21, dedicado a Depeche Mode y publicado en junio de 2005)

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Humillados y ofendidos

“¿Van a seguir con su cantaleta del rockcito? ¡Ya no estamos en el año 2000!”, nos han dicho algunos lectores y amigos, hartos de que utilicemos ese término cuando nos referimos al rock que se hace dentro de nuestras fronteras. Nos dicen que las cosas son distintas, que los músicos mexicanos dentro de ese género han evolucionado, han madurado, son mejores que hace cinco o diez o quince o veinte años. ¿Será?
  Humillados y ofendidos, diría Dostoievski, quienes nos reclaman el uso de esa palabra afirman también que “su chiste del rockcito ya no hace reír a nadie, es anticuado, demodé, pero sobre todo nos parece indignante y molesto”.
  Muy bien. Convengamos en que el vocablo rockcito y sus derivados (rockcitito, rockcititito, etcétera) puedan resultar repetitivos. Sin embargo, cuando se contempla el panorama del rock que se hace en nuestro país, nos encontramos con que la evolución y la madurez tan pregonadas sólo existen en unos cuantos músicos y que estos siguen siendo la eterna excepción de la regla. Digamos que es una minoría atrapada entre dos extremos: por un lado, el de los grupitos y solistas más comerciales, aquellos a los que apoyan las disqueras, las radiodifusoras, los medios impresos; esos que año con año llenan el reparto del Vive Latino y demás festivales. Por el otro, el las “bandas” de la periferia, esas que casi nadie conoce y que tienen su principal foro en sitios de la red como El Garage y similares. Ambos extremos presentan propuestas casi siempre lamentables, de bajísima calidad artística, lastimeras, llenas de pretensiones (en el primer caso) y de conmovedora candidez (en el segundo).
  En medio quedan los buenos músicos de rock (que los hay, por supuesto), muchos de ellos veteranos y algunos más de nuevo cuño. En la Mosca hemos dado espacio ya a algunos de ellos y lo seguiremos haciendo, por supuesto, como seguiremos señalando críticamente a aquellos que hacen una música de pena ajena y que son quienes dan razón a que los sigamos englobando bajo el odiado, aborrecido, repudiado, incómodo pero aún vigente concepto de rockcito.

(Editorial "Ojo de mosca" que escribí para la revista Mosca No. 4, correspondiente a diciembre de 2013)

martes, 18 de septiembre de 2018

La tierra de las damas eléctricas cumple 50 años

A casi medio siglo de su muerte, acaecida el 18 de septiembre de 1970, hoy hace 48 años, Jimi Hendrix sigue siendo no sólo un mito de la llamada década dorada del rock y la contracultura, sino un músico influyente y avanzado para su época e incluso para el momento presente.
  La obra de Hendrix no ha perdido actualidad y sus discos siguen sonando frescos y se mantienen vigentes. Muchas de sus composiciones –que de 1967 a 1970 revolucionaron el mundo de la música– gozan del estatus de clásicos y el poder de las mismas se ha reflejado en múltiples artistas a lo largo de este medio siglo: desde Prince hasta Living Colour y desde Stevie Ray Vaughan y Lenny Kravitz hasta David Bowie (se dice que el personaje de Ziggy Stardust fue inspirado por Jimi Hendrix) y el mismísimo Frank Zappa. Incluso gente del hip hop como Frank Ocean, A Tribe Called Quest, los Beastie Boys, Fat Joe, Mos Def y Chuck D tienen en sus piezas rasgos de la música del nacido en Seattle en 1942.
  De los tres discos en estudio de Hendrix a los que podemos llamar oficiales, es decir, Are You Experienced?, Axis: Bold as Love y Electric Ladyland, este último cumple 50 años de haber sido grabado y Eddie Kramer, ingeniero de cabecera del creador de “Purple Haze” y “The Wind Cries Mary”, ha anunciado la aparición de una caja conmemorativa de este sensacional álbum doble publicado originalmente en 1968.
  Electric Ladyland es la obra experimental por antonomasia de Jimi Hendrix, con un uso muy amplio y efectivo de las técnicas y efectos de estudio existentes en su tiempo. Sin embargo, lo más notable del disco es el genio imaginativo del músico en su máxima expresión, con momentos asombrosos como guitarrista y composiciones de absoluto esplendor. Se trata de un trabajo lleno de alma y raíz, pero también de visión vanguardista e ideas innovadoras que apostaban hacia un futuro que lucía en extremo prometedor. En él hay blues, soul y psicodelia, pero también largos y vigorosos jams, alucinantes paisajes sonoros, una notable incursión en el acid rock y notables covers. La participación de músicos invitados en algunas de las piezas, entre ellos Steve Windwood en los teclados –con su inigualable manera de tocar el órgano Hammond–, Al Kooper en el piano, Jack Cassidy (Jefferson Airplane) en el bajo, Chris Wood (Traffic) en la flauta, Buddy Miles en la batería y Fredy Smith en el sax, representa un plus.
  La nueva edición conmemorativa –que saldrá a la venta el próximo 9 de noviembre– constará de un box set de lujo, con el álbum remasterizado por el ingeniero Bernie Grundman directamente del vinil original, más un disco de demos y tomas alternas y otro con una grabación en concierto realizada un mes después de la grabación en estudio. Además, contendrá un blu-ray con un documental acerca del contexto en que surgió Electric Ladyland.
  Estarán disponibles dos presentaciones de la caja. La primera constará de tres discos compactos y el blu-ray, mientras que en la segunda vendrán seis discos LP de vinil y el blu-ray.
  Una joya absoluta, no sólo para los seguidores sempiternos de Jimi Hendrix, sino para cualquiera que se diga amante de la buena música.

(Nota que escribí para la revista en línea Sugar & Spice)

lunes, 17 de septiembre de 2018

La historia de mi Emma Bovary

Emma en plenitud, antes de que la tiraran de su lugar.
La llevé a mi casa a fines de 2010, tomándola de una mesa en el hotel donde se celebró la cena de fin de año de Milenio (la única a la que me invitaron en 18 años). Por ese entonces, D era mi novia y vivía conmigo. Cometí el error de ponerla encima de mi precioso ajedrez de madera con figuras de plomo. Pocos días después, D la regó... y la regó. Es decir, regó la plantita con agua y la regó porque el agua se escurrió y echó a perder la mesa de ajedrez para siempre.
  Pero ella fue creciendo hasta alcanzar un tamaño y una belleza notables. D y yo terminamos nuestra relación de tres años en octubre de 2011, pero ella se quedó conmigo. La bauticé como Emma Bovary y la seguí cuidando. Un día la cambié de lugar y la puse encima del librero que estaba a la entrada del apartamento. Me hacía feliz verla tan fresca, verde y lozana. Era una enredadera hermosa. Pero entonces otra mujer, la señora de la limpieza, algo hizo (imagino que al limpiar el librero la tiró) y la rompió de su rama más frondosa. Nunca se recuperó del golpe. Emma no quiso crecer más y, por el contrario, se fue contrayendo y muriendo poco a poco. Fue una agonía de meses. Traté de recuperarla, pero no fue posible y finalmente se marchitó hasta morir, a principios de este año. Fue un idilio de más de siete años. Extraño a mi querida plantita, Emma Bovary.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Sonic Nurse

Kim Gordon había tenido una presencia muy limitada, por no decir que prácticamente nula, en los dos álbumes intermedios entre esta Enfermera sónica y el A Thousand Leaves (es decir, los discos NYC Ghosts & Flowers, de 2000, y Murray Street, de 2002). No obstante, su regreso a plenitud en Sonic Nurse (2004) vino a reforzar al grupo de una manera tan clara que es ella quien más brilla en este larfa duración del cuarteto de Nueva York.
  Con Jim O’Rourke aún en la banda, el plato comienza de manera más que poderosa con “Pattern Recognition”, un tema en el cual Gordon demuestra por qué es una pieza fundamental en el mecanismo de Sonic Youth. La propia bajista y cantante contribuye con otras tres excelentes composiciones: “Kim Gordon and the Arthur Doyle Hand Cream” (muy a la Patti Smith), “Dude Ranch Nurse” y “I Love You Golden Blue” (una absoluta delicia).
  Temas como el inesperadamente exuberante “Unmade Bed” o el exquisitamente rítmico (vaya cachondería de esos beats) “Dripping Dream” parecerían más o menos atípicos en la producción del grupo, mientras que piezas como la elegante “Stones”, la reminiscente “New Hampshire” y la combativa y crítica “Peace Attack” permiten a Thurston Moore desarrollar sus capacidades creativas de una manera admirable. Por supuesto que no falta la composición de rigor de Lee Ranaldo, en este caso la siniestrona e inquietante “Paper Cup Exit”.
  Un disco sin mácula.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 39, publicado en abril de 2007 y dedicado a Sonic Youth)

sábado, 15 de septiembre de 2018

Librero reinstalado

Vinieron mis talentosos carpinteros para colocar en la sala el librero que tenía en el depto y que habían desarmado hace unos días (y que junto con su papá, don Ángel Quiroz, ya retirado, me habían hecho en el año 2000). Quedó prácticamente igual y le da a la sala de mi mamá un aspecto totalmente distinto (y a mi modo de ver más cálido y bonito) del que tenía. Nada mal para ser mi segundo día aquí.

Nota al calce: Hoy mi mejor amiga cumplió sus primeros 40 años. Pensar que la conocí cuando ella tenía 21.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Primera noche en mi nueva-vieja casa


Y llegó el día.
  Finalmente, luego de una intensa, pesada y fragorosa mudanza, esta noche dormí otra vez, luego de 44 años, en la que en 1974 fuera mi efímera recámara, compartida con mi hermano Jorge, y que ahora vuelve a serlo, en la casa familiar tlalpeña.
  No entraré en los pormenores de la locura de la movilización de muebles, libros, discos, aparatos electrónicos, instrumentos musicales, enseres de baño y cocina, ropa, etcétera. La habilidad y fuerza de seis o siete mudanceros (una mujer entre ellos), más la ayuda de mi querida amiga Yareni Torres (no sé qué hubiera hecho si no llega a brindarme su ayuda), hicieron que a pesar de todo todo saliera casi a la perfección. Digo casi, porque uno de mis muebles, el cual mandé hacer hace años, de fuerte madera, para ver la televisión, no pudo salir de la casa debido a su tamaño (me lo construyeron dentro del depto). Tengo dos posibilidades, cortarlo como me cortaron el gran librero o de plano dejárselo a los herederos de mi querido y tristemente enfermo casero.
  El caso es que la casa donde ahora viviré, para hacerme cargo de mi madre a sus 96 saludables años (aunque la sordera y sus problemas de memoria hacen complicada la comunicación con ella), es por ahora un caos que ya iré ordenandop con el paso de los días. Aún quedan algunas cosas en mi amadísimo depto (que recogeré el fin de semana) y ya no hay vuelta atrás (no la había, de hecho, las circunstancias lo impedían). Hoy duermo en un Tlalpan por completo distinto al de hace 18 años y medio, aquel 31 de enero del año 2000 en que me mudé a la colonia Ciudad de los Deportes. Tendré que redescubrir mi terruño natal e iniciar una nueva etapa de mi vida.
  Así las cosas.

PD: Por cierto, Yare registró fotográficamente la metamorfosis del apartamento al irse quedando vacío. Así se van casi 19 años de vida en pocas horas.

jueves, 13 de septiembre de 2018

La última visita de Mó

Y aclaro: su última visita a mi depto. Nos conocemos desde hace siete años y en este lugar juntos pasamos momentos grandiosos. Lo bueno es que la amistad perdurará más allá de las mudanzas. Linda velada con el lugar hecho un caos, pero no hay cosa alguna que no salven una buena compañía, la música y el Jack Daniels.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

La última visita de Pau

Tantas veces que compartimos momentos de todo tipo, desde que nos conocimos hace poco más de tres años, y hoy fue su última visita a este depto que dejaré pasado mañana. Grandes recuerdos con Paulina. Seguiremos viéndonos, por supuesto. La nuestra es amistad para todo la vida..., con música y vino tinto incluidos.

martes, 11 de septiembre de 2018

Alicia a través del espejo


Miro al espejo y miro al que era yo en la década de los noventa. No un jovencito, aunque así me sintiera. Acababa de divorciarme y los aires de mi liberación me hacían mirar todo con nuevos ojos. Era como salir de un oscuro castillo en el que hubiera permanecido encadenado dentro de un calabozo. A mis treintaitantos cercanos a los cuarenta, con dos hijos pequeños a mi entero cargo, sentía que aún estaba en mis años veinte y con toda la vida por delante.
  1994 fue un año definitivo y axial. Lo fue para México, lo fue para mí. Ese año inicié un proyecto editorial tan incierto como aventurado. La Mosca en la Pared se llamaba. Era una revista de rock y cultura que en un principio amenazaba con ser una más, pero que gracias a la conjunción de varios factores y de varios talentos se convirtió desde el principio en algo por completo novedoso y que, a pesar de un accidentado inicio, duraría catorce años exactos y se convertiría, quizás involuntariamente, en un hito del periodismo rockero en México. La Mosca fue un cuerpo incómodo dentro del ambiente en que se desarrolló y aunque muchos trataron de extinguirla, nació, creció, se desarrolló y se transformó en un mito que persiste y que, como el Cid Campeador, sigue ganando batallas después de muerta. Aunque más que muerta, siempre la he considerado como un ser que duerme y que puede desplegar sus breves alas, abrir sus múltiples ojos y despertar en cualquier momento.
  Pero volvamos a aquellos años noventa en los que este que escribe redescubría la libertad. Era una época también en la que la vieja fuerza y la antigua rebeldía del rock primigenio regresaban, después de unos años ochenta tan complacientes, tan artificiosos, tan sobrevalorados y tan faltos de estamina. La ciudad de Seattle, Washington, en la costa del Pacífico norte estadounidense, se convertía en el núcleo central de un nuevo movimiento que tomaba elementos del rock clásico, el punk, el folk, el noise y hasta la vertiente más dura y más ruidosa de la obra de Neil Young. Con antecedentes como Mother Love Bone y The Melvins, agrupaciones como Soundgarden, Nirvana, Pearl Jam y Screaming Trees, entre varios otros, estaban creando no sólo un sonido y un estilo, sino un movimiento que habría de trascender desde la ciudad natal de Jimi Hendrix hasta el mundo entero.
  En lo personal, recibí la llegada del grunge con gran entusiasmo y aunque casi todos sus exponentes eran cuando menos diez años menores que yo, me sentí profundamente identificado con ellos.
  De entre esa pléyade de agrupaciones, surgidas al calor del grunge, una de las que más me atrajo desde un principio, por su música extraña, enfermiza, mórbida e incluso un tanto demoniaca, fue Alice in Chains. Su disco Dirt, de 1992, me impactó con fuerza y canciones como “Them Bones”, “Rooster” o “Would?”, con sus escalofriantes armonías vocales, fueron para mí toda una revelación.
  Vendrían otros excelentes álbumes de esta Alicia encadenada, como el homónimo Alice in Chains de 1995 o el MTV Unplugged de 1996. Luego la tragedia se cebaría con el grupo, tras la lamentable muerte de su vocalista, Layne Staley, y vino la disolución que parecía final. Su líder, el guitarrista Jerry Cantrell, no parecía con ánimos de seguir adelante con el grupo y no fue sino hasta trece años después que lo retomó, al lado de sus fieles Mike Inez (bajo) y Sean Kinney (batería), y con la voz principal del desconocido William DuVall, produjo un nuevo y estupendo disco: Black Gives Way to Blues (2009). En 2013 saldría el no tan bueno y un tanto repetitivo The Devil Put Dinosaurs Here y es ahora que Alice in Chains reaparece, con nuevos ímpetus, para ofrecernos Rainier Fog (BMG, 2018).
  El disco es, literalmente, un regreso a Seattle, donde fue grabado (el título hace referencia a la eterna neblina del monte Rainier, cercano a la ciudad). La formación es la misma de sus dos álbumes anteriores, con William DuVall en la voz principal y el viejo Alice en los controles instrumentales, con Cantrell al mando del buque. Buque que vuelve a adentrarse en aguas procelosas, en un retorno al origen que guarda aquel sonido avernal de los inicios, pero con una actitud menos sombría y pesimista. Es como si el paso del tiempo y el llegar a ciertas edades hubieran hecho del cuarteto una agrupación más sabia y con una perspectiva más serena de la vida. La música sigue siendo densa, fuerte, llameante, pero hay en en el fondo vientos que soplan las velas hacia puertos más amables y menos inhóspitos que los que Alicia visitaba en el pasado.
  Canciones como la inicial “The One You Know”, la homónima “Rainier Fog”, la intensa “Red Giant”, la desgarrada “Drone”, la oscurísima “So Far Under” y la concluyente y esplendorosa “All I Am”, tienen todo el sonido promigenio del Alice in Chains de los noventa. El fantasma de Layne Staley está ahí, más que presente. Hay otros temas más amables pero que no pierden la esencia del sonido clásico del grupo. “Fly” y “Maybe” son claros ejemplos de ello.
  Un gran disco que nos retrotrae a una época que ya es clásica, a un cuarto de siglo de distancia: la del grunge.

(Primera entrega de mi columna "Plumas de caballo" para el sitio Juguete Rabioso que dirige Mixar López)

lunes, 10 de septiembre de 2018

Reporte del fin de semana

La venta de discos, revistas, películas y devedés (más algunas curiosidades) que hice este fin de semana resultó todo un éxito. Vino mucha gente entre los dos días (calculo unas cincuenta personas) y junté lo suficiente para pagar la mudanza y otros gastos que se me vienen. Quedé muy contento con la solidaria respuesta de los amigos y amigas que se hicieron presentes el sábado y el domingo.
  Ya el día de hoy vinieron los carpinteros a desmontar mi querido librero que volverán a armar en unos días en la casa donde voy a vivir a partir del día 14. Por la noche vino Dani y su compañía, como siempre, me hizo mucho bien.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Interpol y el merodeador

Como siempre, Interpol divide opiniones. Con su flamante álbum, Marauder (Matador, 2018), el cuarteto liderado por Paul Banks ha causado nuevas controversias, pues mientras algunos reseñistas lo consideran una obra de gran nivel, otros –como el afamado videocrítico Anthony Fontana– se muestran abiertamente decepcionados por la nueva producción. Es posible que la realidad se encuentre, como casi siempre, en el justo medio.
  Al escuchar Marauder, sexto opus de Interpol, lo primero que resalta es que el sonido del grupo neoyorquino es el mismo de siempre. Su estilo oscuro, frío, tenso, seco no varía con respecto a sus álbumes anteriores. Sin embargo, se nota un cambio sutil en la manera de acometer su música con lo que podríamos llamar una mayor energía rocanrolera. Esto quizá se deba a que mientras estaban grabando el disco, al mismo tiempo se encontraban realizando la gira conmemorativa de los quince años de su álbum debut, el mítico Turn on the Bright Lights (2002). Algo debió influir el espectro de ese trabajo en el nuevo plato y ello se nota en las canciones del mismo.
  También fue determinante la elección como productor de Dave Friedman (que ha trabajado con Mercury Rev y los Flaming Lips, entre otros), quien a primera vista parecería poco afín a Interpol, Marauder ganó en autenticidad, crudeza y hasta cierta paradójica y catártica frescura, debido a que Friedman hizo que el grupo grabara de un modo más orgánico y menos digital, trabajando directamente en cintas. El resultado se nota al escucharlo y aunque eso es precisamente lo que algunos le critican, al considerarlo casi una traición al sonido característico del cuarteto, a mi modo de ver es una virtud y una forma distinta de ofrecer sus composiciones, sin dejar de sonar a lo que siempre ha sido Interpol.
  Entre los cortes a destacar del disco, me inclino por temas como “If You Really Love Nothing”, “The Rover”, “Stay in Touch”, “It Probably Matters” y “Number 10”, los cuales demuestran que la agrupación no se ha dormido en los laureles de la autocomplacencia y, por el contrario, conserva el afán por la aventura.

(Publicado el día de hoy en el sitio Colibrí Magenta que dirige Trilce Acosta)

sábado, 8 de septiembre de 2018

Cámara húngara: El corrido de los periodistas corridos

Mi ex mujer solía burlarse de mí cuando yo le decía que mi cariño por Milenio era tanto que traía bien puesta la camiseta de ese diario, en el que trabajé desde el 1 de enero del año 2000 y del que fui (re)cortado, mediante una simple llamada telefónica, el pasado 27 de agosto.
  No fui el único despedido. Se habla de cerca de 200 empleados de planta que de golpe fueron echados del diario y de numerosas plumas que colaborábamos ahí semana a semana. Las formas ciertamente no fueron las mejores. Con frialdad eficientista, quienes hasta hace un mes trabajábamos con gusto para Milenio fuimos desechados de un plumazo. Las razones que se nos dieron tienen que ver con un “reajuste interno”, pero me inclino más a pensar que se trató de un acto a la defensiva de la empresa, por el temor a que le sea cortada la publicidad gubernamental a partir del próximo 1 de diciembre.
  En lo tocante a los columnistas, los de mayor renombre no fueron tocados y permanecen aún en el diario. Duele que pese más la fama que otros aspectos. Por ejemplo, el columnista Agustín Gutiérrez Canet, quien publica los sábados al igual que hacía yo, sigue en el diario, a pesar de los muy pocos comentarios y “me gusta” que recibe y del poco tiempo que lleva como colaborador. A él no lo van a mover. Es pariente de la esposa del presidente electo y eso lo protege.
  No fue Milenio, tampoco, el único medio que cortó a empleados y colaboradores. Lo hizo también Reforma y se dice que en El Universal y en otros pronto sucederá lo mismo.
  El caso es que de un día para otro centenas de personas ligadas al periodismo nos quedamos en la inopia y con muy pocas posibilidades de conseguir trabajo en otros diarios que también se muestran asustados ante la llegada del nuevo gobierno.
  ¿Hay algún trasfondo político en todo esto? La próxima semana trataré de analizar ese punto.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy, ya no publicada en Milenio Diario)

viernes, 7 de septiembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (77)

Se cuenta que cuando The Who estaba grabando su clásica "My Generation", John Entwhistle utilizó su flamante bajo Danelectro, el cual acababa de ser introducido en Inglaterra y casi nadie poseía. En la parte del solo, el bajista se emocionó tanto que rompió dos de las cuerdas y como era imposible conseguir unas de reemplazo para el novedoso modelo, tuvo que ir a una tienda de música cercana y hacerse de otro bajo Danelectro a fin de completar la toma.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Grabación con Daniela, la No. 30

Finalmente alcanzamos a regrabar la parte vocal de Daniela en "Gitana" y quedó mucho mejor. Muy grata sesión con Iris y Jehová en la casa-estudio de estos, luego de pasar yo buena parte del día con mi queridísima Dani. Será la última grabación de este mes, dados los cambios que me he visto obligado a realizar (y Daniela también, por cierto), pero reanudaremos en octubre.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Última visita a mi mamá

Hoy fue mi última visita a la casa de mi mamá..., antes de mudarme a la casa de mi mamá. Suena raro, pero así fue. Después de años de ir dos o tres veces al mes a visitar a mi señora madre, a partir del próximo viernes 14 me iré a vivir a la casa de la familia para hacerme cargo de doña Rebeca Michel, a sus 96 años de edad. Así que hoy fue, pues, la postrer visita catorcenal..., antes de pasar ya todos los días en la tlalpeña casa.

martes, 4 de septiembre de 2018

A Saucerful of Secrets

Aunque para algunos críticos se trata de un álbum de mera transición, A Saucerful of Secrets (1968) es mucho más que eso. Syd Barrett –quien sólo contribuyó con el tema final, “Jugband Blues”– había dejado al grupo y su lugar fue ocupado por David Gilmour, cuya presencia se dejó sentir de manera inmediata gracias a su talento y su capacidad creativa como guitarrista y compositor.
  A partir de este disco, Pink Floyd comenzó a dejar de lado las piezas cortas de orientación y estructura más relacionadas con el pop psicodélico sesentero y aunque ciertamente en algunos cortes se conserva la influencia de Barrett –algo que resulta evidente al escuchar la tranquila “Remember a Day”, la cuando menos curiosa "Corporal Clegg" y la bella "See Saw"–, el cuarteto comenzó a virar hacia terrenos más experimentales y atmosféricos.
  Había aquí ya algunos de los prolongados pasajes instrumentales que se perfeccionarían en Ummaguma, vocalizaciones que tendían a cierto dramatismo y fragmentos sonoros francamente inquietantes y oscuros (en ese sentido, “Set the Controls for the Heart of the Sun” y “A Saucerful of Secrets” son la mejor muestra de la nueva orientación que tomaba el grupo).
  Con Roger Waters al comando, Pink Floyd se despedía de las pequeñas tentaciones poperas y se disponía a sumergirse de lleno en las procelosas aguas de mares que no por desconocidos e imprevisibles resultaban menos atrayentes.

(Reseña que escribí para el Especial No. 7 de La Mosca en la Pared, dedicado a Pink Floyd y publicado en enero de 2004)

lunes, 3 de septiembre de 2018

Santana III

Después de la aparición del impecable y extraordinario Abraxas (1970), era difícil lograr un disco con el mismo nivel de perfección. Sin embargo, Santana casi lo logró con este homónimo, al cual simplemente se le agregó el número tres romano.
  Santana III (1971) es otra cumbre del grupo, apenas un poco por debajo de su antecesor y un poco arriba del álbum debut de dos años atrás. Prácticamente con la misma alineación, aunque con el añadido del talentoso guitarrista Neal Schon, de escasos diecisiete años, el combo ofrecía otra impresionante colección de temas llenos de pasión, fuego y talento artístico. Habrá que decir que en algunos temas, José “Chepito” Áreas tuvo que ser reemplazado por el percusinista Thomas Escovedo, debido a que el nicaragüense sufrió un aneurisma cerebral del que afortunada y milagrosamente salió bien librado.
  Los cortes de este álbum son tan poderosos y hechizantes como los de Abraxas y desde el inicial “Batuka” nos damos cuenta de ello. El uso de dos guitarras dio un nuevo aire a la banda, pues Carlos Santana y Neal Schon se complementaban de un modo mágico y misterioso, ya que a la finura interpretativa del primero se añadía la fuerza rocanrolera del segundo, algo muy claro en la genial “No One to Depend On”. Otros cortes notables son “Toussaint l’Overture” (toda una jam session), “Everybody’s Everything”, la final “Para los rumberos” (original de Tito Puente, al igual que “Oye cómo va”) y la muy conocida y cubanísima “Guajira” (con el piano de Mario Ochoa).
  Santana III es –qué duda cabe– otro álbum que no puede faltar en una colección discográfica que se respete.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 42, dedicado a Carlos Santana y publicado en septiembre de 2007).

domingo, 2 de septiembre de 2018

Al este del Edén

Terminé de leer esta enorme novela (enorme por sus dimensiones cuantitativas y por lo que significó como proyecto para su autor, el estadounidense John Steinbeck), a la que Mario Vargas Llosa, en su magnífico libro de ensayos literarios La verdad de las mentiras, caracterizó como apasionante y defectuosa (“Una novela pésimamente construida que, sin embargo, se lee con avidez”) y creo que el escritor peruano tenía razón.
  Cuando Steinbeck emprendió la aventura de escribir Al este del Edén (o Al este del paraíso, como también se le conoce), su idea era la de realizar su novela cumbre, su obra maestra. Publicado en 1952, el magno relato pecó quizá de demasiado ambicioso y esto hizo que un escritor con tanto oficio como el californiano cometiera diversos errores narrativos (por ejemplo, los cambios arbitrarios de narrador que salta de la primera a la tercera persona sin aparente plan). Aun así, la historia que se cuenta (la de tres generaciones de las familias Hamilton y Trask, habitantes del Valle de Salinas, en California) es tan buena que el lector (o al menos yo como lector) se siente embebido por una trama que tiene mucho de melodramático y mucho de tremendista y mucho de maniqueo (lo que emparienta a la novela con los relatos folletinescos del siglo XIX), pero que lo atrapa desde la primera línea, para no soltarlo hasta el final, cerca de 600 páginas después.
  Al este del Edén tiene muchas bases filosóficas y religiosas (la historia bíblica de Caín y Abel se da en la relación entre Adam y Charles y se repite en la de Aaron y Caleb). Sin embargo, no hay en absoluto un tono moralista, ni siquiera en la manera como Steinbeck retrata a la gran villana de la historia, Cathy Ames –mujer tan bella como fría, implacable y calculadora–, o a los dos personajes buenos y sabios del libro: el bonachón irlandés Samuel Hamilton y el enigmático criado chino Lee. En ese sentido, es Adam Trask el personaje más redondo y con mayores matices, el más humano por sus defectos y sus virtudes.
  Una gran novela, a pesar de los pesares. Quizá no tan buena y concisa como la espléndida Las viñas de la ira o tan dulce como la conmovedora La perla (ambas también de John Steinbeck y que leí hace tiempo), pero con muchos méritos propios..., incluidos sus errores narrativos.
  En cuanto a la película que en 1952 realizó Elia Kazan y que consagró a James Dean (en el papel de Caleb Trask) es otra obra de arte de la que escribiré en su momento (la he visto varias veces, pero requiero verla de nueva cuenta).
  Grande, Steinbeck.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Reunión con Jackie

Me reuní con mi querida y bella amiga Jackie para hablar de varios temas, pero sobre todo de un proyecto que empezaremos a trabajar en octubre y que ojalá fructifique. No puedo decir de qué se trata, pero de lograrse será algo muy bueno. Estupenda tarde.