sábado, 28 de febrero de 2015

¿Un México venezolizado?

Héctor Aguilar Camín dedicó sus cinco columnas de esta semana a desmenuzar la situación caótica, dramática y delirante de la Venezuela actual, gobernada (es un decir) por ese personaje impresentable que es Nicolás Maduro. Recomiendo la lectura de esos textos y de la columna de Jorge G. Castañeda del lunes pasado, referida al mismo tema. He ahí un panorama más que ilustrativo de lo que se vive en dicho páis sudamericano.
  Conocer la situación de los venezolanos debería llevarnos a meditar profundamente y a aplicar el antiguo y sabio refrán popular que dice: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar”…, etcétera y aquí las barbas tienen mucho que ver, porque aparte de la tragedia venezolana, está también la tragedia cubana, impulsada alegremente (es otro decir) por el viejo y barbudo Fidel Castro.
  A lo que voy es a que en México hay muchos (demasiados) admiradores de “la revolución bolivariana” que se inventó ese loco surreal y pintoresco que fue (Stalin lo tenga en su roja gloria) Hugo Chávez y de quien Nico Maduro es fatal y tragicómico heredero.
  Buena parte de la izquierda mexicana no sólo simpatiza con las inmadureces de Maduro, sino que ve lo que sucede en Venezuela como un ejemplo de lo que quisieran para nuestro país. Con esa idea disparatada de que todo lo que se diga socialista o antiimperialista debe ser apoyado irrestricta y acríticamente, los chavistas-maduristas mexicanos (entre quienes hay admiradores abiertos, como la senadora Dolores Padierna, y seguidores embozados, como el líder de Morena) anhelan un México venezolizado, a pesar de la terrible realidad que se vive en el país de Rómulo Gallegos (y vuelvo a remitir al lector a los artículos de Aguilar Camín y Castañeda).
  Hugo Chávez llegó al poder por su carisma, su demagogia y su populismo y convirtió a su nación en un infierno de carestía, violencia y autoritarismo generalizados. ¿Podría suceder lo mismo en el México de 2018, con otro líder de esas características? El riesgo existe, pero aún creo en la racionalidad y el sentido común de la mayoría de los votantes mexicanos.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 27 de febrero de 2015

Loey Nelson / Venus Kissed the Moon (1989)

Hay discos absolutamente maravillosos que jamás salen a la superficie. Esta cantautora de Milwaukee sólo grabó un álbum y con eso le bastó para dejar un precioso legado a la humanidad, si es que algún día alguien lo saca de la cueva del tesoro en que se halla enterrado.

Mejor tema: “Morning Glory”


jueves, 26 de febrero de 2015

Documentar a Eliseo Subiela


Entrevista con la cineasta Jimena Colunga Gascón

Para muchos, el argentino Eliseo Subiela (Buenos Aires, 1944) es un cineasta de culto. Películas suyas como Hombre mirando al sudeste (1988), Últimas imágenes del naufragio (1989) o la archiconocida y reconocida El lado oscuro del corazón (1993) cuentan con una legión de apasionados seguidores, aunque también de ácidos detractores. Sin embargo, ¿qué tanto se habla de Subiela, para bien o para mal, sin conocerlo realmente, dejándose llevar más por las impresiones subjetivas de sus trabajos cinematográficos que por lo que hay detrás de los mismos?
  Esta y otras preguntas surgieron en la mente de la joven realizadora mexicana Jimena Colunga Gascón (México, DF, 1986), quien desde la cálida ciudad de Tepic, Nayarit, donde vivía hasta hace poco, tuvo la idea de filmar un documental sobre el director rioplatense, idea que poco a poco fue cristalizando hasta concretarse en una realidad llamada Subiela, el mago, largometraje de 2014 que Colunga Gascón presentó urbi et orbi en noviembre pasado, en la capital nayarita, con la presencia del propio Eliseo Subiela y su esposa Mora, quienes viajaron desde Buenos Aires para estar presentes en el estreno.
  En la siguiente entrevista, la directora nos cuenta los pormenores de esta su opera prima.

–¿Cómo surgió la idea de la película?
–Desde muy joven, yo tenía la intención de ingresar al curso regular de la Escuela de Cine de Cuba, en San Antonio de los Baños, pero tras de varios intentos y por diversas circunstancias no lo lograba; hasta que me enfoqué en un apartado del temario que daban para ser admitida en la escuela. El apartado era sobre cine latinoamericano y comencé a prepararme en el tema. Así, fui conociendo a muchos realizadores del continente y terminé dando con el cine de Eliseo Subiela. En ese entonces, yo tenía catorce o quince años, estudiaba la preparatoria en Oaxaca y mi primer encuentro con su obra fue con El lado oscuro del corazón. La encontré en un cine club de la ciudad que se llamaba “El pochote”, la alquilé, la vi y me impactó de una manera al mismo tiempo terrible y maravillosa. Su trama me sacó lágrimas todo el tiempo. Fue muy impactante para mí y se me quedó en la mente muchos días. Después vi Hombre mirando al sudeste y Pequeños milagros que aunque no fue muy exitosa, la tengo entre mis películas preferidas no sólo de Subiela sino de todo el cine. A partir de ahí, ya lo tuve como mi realizador iberoamericano favorito. Tiempo después, surgió la posibilidad de efectuar una propuesta para un proyecto cinematográfico y supe que era mi oportunidad. Me fue claro que Subiela debía ser el tema y presenté mi propuesta para beca en el Programa de Residencias Artísticas en el Extranjero del FONCA y Conacyt… y la gané.

–¿Lo pensaste como un documental desde un principio?
–Sí, desde un principio. Todo fue muy curioso, porque investigando un poco di con el blog de Subiela y vi que tenía una dirección de correo electrónico. Le escribí entonces para plantearle el tema del documental. Le expliqué cómo lo iba a hacer y que me había postulado para una beca. La primer sorpresa es que me contestó a los dos días y me dijo: “Hola, mucho gusto. Sí, claro, estaría encantado de colaborar. Cuenta conmigo para lo que necesites”. Casi me da un infarto, jaja. No lo podía creer, fue muy impactante. Para empezar le pedí que me mandara una carta de aceptación que dijera que él estaba de acuerdo con el proyecto. Me pidió que se la escribiera yo y se la enviara para que él sólo tuviese que firmarla. Así lo hice y me la devolvió escaneada y firmada. Cuando gané la convocatoria, volví a escribirle para decirle que iría a Buenos Aires, lo cual le pareció muy bien. Pero yo necesitaba un crew de producción y no podía llevarlo desde México, ya que el dinero de la beca me permitía viajar sólo a mí. Únicamente tenía un contacto en Argentina, Jeremías Martínez, un compañero que había tenido en la escuela de cine de Cuba, y le escribí para que me echara la mano. En cuanto supo que se trataba de una película sobre Eliseo Subiela, accedió de inmediato. Para los argentinos, Subiela es un cineasta histórico, un clásico viviente, junto con Leonardo Favio.

–¿Leonardo Favio, el cantante?
–¡Sí, el mismo! Leonardo Favio cantaba, componía, escribía, hacía películas.

–Vaya cosa. Pero sigamos con tu historia.
–Bueno, mi amigo argentino se emocionó y me dijo que conseguiría el equipo humano necesario para filmar el documental. Cuando llegué a Buenos Aires (era el año 2011), nos dimos a la tarea de gestionar un crew local. El monto de la beca era para que lo resolviera yo todo: el costo del traslado, el costo de la estancia, el costo de mi alimentación. Jeremías haría gran parte de la fotografía y la producción y además me conectó con Buenos Aires Comunicación, que es una escuela de cine y televisión de la ciudad. Les propuse el proyecto y les gustó mucho. También la gente de la escuela de cine de Eliseo Subiela nos ayudó en todo lo que le fue posible. Fue así que se formó un equipo con gente que se mostró muy estusiasmada con la idea de hacer un documental acerca de Subiela. Yo no tenía dinero para pagarles, pero trabajaron de manera voluntaria, con la emoción que les dio el proyecto.

-¿Imaginabas esa respuesta?
–La verdad es que a pesar de que Eliseo se había mostrado muy amable desde que le escribí de México, yo realmente no sabía qué esperar de él como persona. Pero una de las cosas más gratificantes de la experiencia fue que un tipo como él, con la fama y el prestigio que tiene en Iberoamérica y en el mundo entero, se haya portado tan bien conmigo. Pudo haber sido el mamonazo que hubiera querido. Sin embargo, lo que yo encontré fue a un hombre muy abierto, muy sencillo, muy carismático y generoso. Generoso en el sentido de que contribuyó de todas las formas que pudo para la realización del documental. Siempre estuvo muy dispuesto, siempre pudimos hablar de lo que fuera. Es una gran persona y yo intenté que eso se reflejara en la película.

–¿Tu idea desde el principio fue hacer un largometraje?
–Inicialmente, el proyecto era hacer un cortometraje documental de no más de treinta minutos. Pero con todo el trabajo que hicimos, me traje tanto material filmado que me dije: ¿por qué no hacer un largo? Entonces quedó una película de una hora con veinte minutos.

–¿Se trata del clásico documental biográfico?
–Al contrario, desde el principio me propuse alejarme lo más posible de hacer un filme biográfico. No quería narrar su nacimiento ni su infancia o su formación. Me plantee una estructura en la que, a partir de sus películas, identifiqué temas universales que Subiela aborda siempre en sus cintas: el amor, la locura, la poesía, el sexo, la muerte, el paso del tiempo… Me interesaba más saber cómo el creador, el autor de esas cintas, llega a las interpretaciones personales de esos temas. Las intervenciones del cineasta en el filme abordan mucho de su concepción estética, filosófica, teórica, acerca de dichos temas universales. La parte técnica la dan las entrevistas con sus actores, su equipo de trabajo, su mujer –quien también sale en la película.

–¿Cómo elegiste las locaciones y cuánto duró la filmación?
–Las intervenciones de Subiela las ubiqué en las locaciones donde filmó sus películas. A cada tema universal lo empaté con una cinta suya y realicé la entrevista en una locación de esa misma cinta, representativa de Buenos Aires, para que hablara él ahí. Sobre esas estructura va el documental. La filmación duró diez semanas, durante el verano de 2011. Luego la postproducción fue más tardada: el documental quedó terminado hasta el invierno de 2014. Tardamos tres años y medio en hacerlo.

–¿Cuáles de sus actores más representativos aparecen?
–Pues está, por ejemplo, Darío Grandinetti, el “Oliverio” de El lado oscuro del corazón, junto con Sandra Ballesteros que es la mujer que vuela. También hay actores de la nueva generación, de sus películas más recientes, como Matías Marmorato y Guillermo Pfening, y hay una intervención muy interesante de la veterana actriz Sandra Sandrini, quien siempre ha tenido participaciones secundarias pero recurrentes en los filmes de Eliseo Subiela. Si alguien ha salido en la mayoría de sus películas es ella.

–¿Qué me puedes decir del estreno de Subiela, el mago y cómo será su distribución?
–Desde que se inició el proyecto, me comprometí a que el estreno tendría lugar con el auspicio del Consejo Estatal de Cultura de Nayarit. Por eso la premiere fue durante el Festival de Cultura del estado, en Tepic, en noviembre del año pasado, y asistieron el propio Eliseo Subiela y su esposa, la actriz Mora Moglia. Luego hubo una segunda premiere en el Distrito Federal, en el centro cultural Bajo Circuito. Ahora mi plan es enviarla, primeramente, a recorrer el circuito de festivales que hay en México (Guadalajara, Morelia, Guanajuato, Monterrey…). Presentarla en los festivales grandes y en los no tan grandes. En Argentina también, claro, y que esté girando en la mayor cantidad de lugares posibles: Sudamérica, España, en fin. Me importa que se vea mucho, cerrar el círculo con ella y emprender mi segundo proyecto: un largometraje de ficción en el que ya estoy trabajando.

–Para terminar, ¿qué me puedes decir de tu relación con Subiela? ¿Cuál es el balance final entre Eliseo Subiela y Jimena Colunga Gascón?
–Conocerlo fue en sí una experiencia mágica y surrealista. Conocerlo es una gran lección para cualquiera que quiera ser creador. Estamos en una época difícil para la creación. La creación en sí misma está perdiendo valor y hoy se ponderan otras cosas: el protagonismo, la vacuidad, el blof… y justamente conocerlo a él, como el creador consolidado que es, y ver la personalidad que tiene, tan accesible, tan actualizada (en las nuevas tendencias del arte, en la tecnología), es algo ejemplar y muy motivante. Una de las cosas que más me inquietaban era pensar qué iba a pensar Subiela de la película que yo había hecho sobre él.

–¿Y cuál fue su veredicto?
–Me dijo dos cosas en privado: primero que no podía opinar de un filme acerca de su persona, porque eso sería un acto de narcisismo asqueroso; pero también me dijo que se acordaba del primer correo que le mandé: “Yo lo vi y leí lo que me estaba proponiendo una niña desde el otro lado del mundo y me dije sí, por qué no, le voy a decir que sí. Vamos a ver si se hace”. Entonces, cuando le volví a escribir para decirle que sí se iba a hacer y que sí iba yo a ir a Argentina, él pensó: “Y bueno, está bien, ya le dije que sí, yo la voy a esperar a ver si es cierto que llega” y cuando se filmó y se hizo toda la producción, me dijo que pensó: “Bueno, ahora falta que la acabe”. Por eso fue muy significativo para él estar presente en el estreno de la cinta en México. A Subiela le gusta mucho trabajar con gente joven y al ser yo una persona joven, fue muy alentador para mí su recibimiento de la película y lo que me hizo sentir mejor de todo es que, muchas veces, me habló como a una colega. Algo debí haber hecho bien para que un tipo como Eliseo Subiela me dijera: “Buen trabajo”. Sus palabras fueron una gran recompensa, aunque pienso que la mejor recompensa que puedo recibir de esta película es que me haga el camino más corto para hacer la que sigue.

(Esta entrevista me fue publicada este mes en el sitio "Cultura y vida cotidiana" de la revista nexos)

miércoles, 25 de febrero de 2015

Raquel Tibol y la crítica


Entrevista con la crítica de arte Raquel Tibol

Nacida en Argentina, Raquel Tibol llegó a México en 1953, invitada por el pintor Diego Rivera. Durante algunas semanas, se instaló con la mujer de éste, la pintora Frida Kahlo, en su casa de Coyoacán, tiempo en el cual pudo realizar una larga entrevista que sería la base de su libro Frida Kahlo. Una vida abierta, recientemente reeditado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Nacionalizada mexicana en 1961, Tibol ha ejercido la crítica de artes plásticas, así como la crítica de danza, con tan enorme rigor que en ocasiones sus posiciones han resultado altamente polémicas. Con programas en Radio Universidad (como el célebre Museos en el aire) y algunos canales de televisión –La plástica y la crítica duró diez años en Canal Once- y una producción que sobrepasa los treinta libros y millares de artículos –sólo en la revista Proceso publicó más de mil doscientos-, actualmente se encuentra dedicada a recopilar el amplísimo acervo de su archivo escritural.

¿Por qué debe haber crítica?
La crítica es un modo de comunicación, un modo de enseñanza, un modo de confrontación y análisis. De modo que al tener todos estos atributos, se convierte en una especie de puente, de enlace, entre un tipo de producción y un público que quiere tener mayor información o dialogar respecto a una producción determinada. La crítica tiene siempre mucho de diálogo con un tácito escucha.

En un país como México, ¿qué tan importante es la crítica?
Tan importante que en México ha existido crítica de arte desde el siglo XIX. Guillermo Prieto fue un escritor de artes plásticas. José Martí, en su tiempo mexicano, hizo una crítica verdaderamente interesante. Francisco Zarco e Ignacio Ramírez escribieron crítica de arte. Hacían comentarios, porque las exposiciones que se presentaban anualmente en la Escuela Nacional de Bellas Artes tenían enorme importancia para la vida cultural mexicana. Gracias a estas crónicas, podemos tener noticia de que había mujeres que exponían. De modo que sí hubo crítica de arte y más después del estallido de la revolución de 1910. Con el asomo del siglo XX se dio un quehacer crítico más dinámico, con un sentido más actualizado. José Juan Tablada es un precursor de la crítica del siglo XX. En 1913 escribió unos textos sobre José Clemente Orozco que hasta hoy tienen validez.

¿Cuál ha sido su experiencia como crítica?
Yo empecé a hacer comentarios de carácter cultural prácticamente desde 1952, en revistas y en una estación de radio de Santiago de Chile. Cuando entrevisté a Diego Rivera para La Prensa de Buenos Aires, éste me habló de Frida Kahlo y me invitó a venir a México, donde estoy desde 1953. Aquí me adentré y me apasioné por el arte mexicano. La obra mural del primer cuadro del Distrito Federal la conocí del brazo y por la calle con el propio Rivera. Diego era una persona de cultura, de humor, de ironía, de modo que visitar con él los murales de la Secretaría de Educación, la Suprema Corte, el Palacio Nacional, el Palacio de Bellas Artes y otros más era una lección verdaderamente formidable. Siempre he dicho que uno de mis principales maestros en crítica de arte fue Diego Rivera, porque cada acercamiento a una pieza artística era una verdadera lección. Después de vivir un tiempo con Frida, me mudé al estudio de Diego y verlo pintar, verlo discutir con la gente, hablar de arte -tenía una cultura verdaderamente enciclopédica al respecto-, fue toda una escuela para mí. Cuando me salí del estudio de Rivera me reincorporé a mi tarea periodística y empecé a hacer exclusivamente crítica de arte. El primer artículo que publiqué fue sobre Luis Buñuel, una entrevista en la cual él tomaba una posición muy clara con respecto al surrealismo.

¿Tiene fórmulas para hacer una crítica, emplea alguna metodología?
No me gusta encorsetarme en una metodología. El asunto es no escribir de algo que no investigue yo misma; eso sí lo tengo casi como una autoimposición, inclusive para las notas periodísticas. Rara es la nota para la que no haya hecho previamente una investigación.

¿Cree que hay tolerancia hacia el crítico de artes plásticas por parte de los criticados?
Depende. Hay gente que se siente muy tocada si uno la critica mucho. También existen colegas a quienes, no sé si por envidia o porque tienen ideas muy diferentes, les molesta lo que una escribe. Por ahí incluso hay algunos que reaccionan con insultos muy duros o algunos artistas que se enojan mucho por una crítica y a veces lanzan ofensas y hasta amenazas por teléfono. Pero esas son cosas pintorescas, momentáneas. Creo que en general en el gremio más o menos la relación ha sido mutuamente respetuosa. No escribo de lo que no me interesa; no pongo por delante la crítica fácil, en el sentido de la degradación del trabajo del personaje. Prefiero escribir de algo que me entusiasma. No ando buscando cosas para hincharme el hígado.

¿Cree que el crítico es un artista frustrado?
No, para nada. Primero que yo no he querido pintar, no he querido danzar. Lo que considero es que la crítica de arte todavía no está muy bien calificada como género literario. Se piensa que es una especie de colguije o de cola que tienen las artes visuales. No, no es una cola, es un género literario que toma como sujeto a la producción artística.

También se dice que los críticos son amargados…
Bueno, yo diría que ésas son concepciones vulgares. En la escritura de crítica de arte, para mencionar gente viva y en activo, España tiene uno de los grandes críticos en lengua española, Simón Marchantis. Se trata de una persona notable, formada en la filosofía alemana avanzada, un hombre de mente progresista a quien es un lujo leer. De modo que esa clase de opiniones es como quedarse en lo vulgar, en lo chiquito, y mí no me gusta quedarme en lo chiquito cuando hago periodismo o cuando hago libros.

¿Puede haber una crítica objetiva o siempre hay una carga de subjetividad?
Bueno, está la carga de subjetividad que no es la subjetividad momentánea. Depende de cuánta cultura acumuló uno, cuanta capacidad de análisis tiene uno, cuánta información tiene uno, cuántos museos, galerías y estudios ha visitado en su vida uno, cuánto ha andado uno. Y claro, todo eso acumulado hace una subjetividad. Pero no es la subjetividad de ombligo, no es la de mirarse las tripitas. No, no es por ahí.

¿Puede ser la crítica una actividad creativa?
Lo es. Por eso digo que la crítica de arte, en cualquiera de sus especialidades, hecha con seriedad, entrega y vocación, es un género literario al cual todavía no se le da su lugar.

¿Cómo se imagina un mundo en donde no existiera la crítica?
Sería un mundo demasiado quieto. Un mundo sin crítica sería como un mundo sin  espejos.

(Publicado el día de hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario. La entrevista a doña Raquel -quien falleció el 22 de este mes- la realicé en 2002 y presento aquí la versión completa, ya que por razones de espacio en el periódico tuve que editarla un tanto)

martes, 24 de febrero de 2015

El pop fino de Mon Laferte

Los músicos nativos de esta monstruosa y fascinante ciudad que es el Distrito Federal suelen quejarse, desde hace décadas, de la falta de espacios y oportunidades para tocar. Llevo largos años de escuchar ese lamento que tiene mucho de cierto y que he padecido en carne propia.
  ¿Cómo explicar entonces que tantos músicos del resto de la república e incluso de otros países de habla hispana vean a nuestra amada urbe como una meca en la que hay que estar porque es aquí donde todo sucede?
  Diversos grupos y solistas de Guadalajara, Monterrey, Morelia, Tijuana y otras ciudades de México, así como de países como Chile, Argentina, Perú y España, han visto en el DF el mejor lugar para darse a conocer y se han venido a radicar aquí. Es el caso de la cantautora chilena Mon Laferte, quien con su música mezcla de pop rock, pop setentero, blues, bolero y folclor sudamericano ha logrado una buena aceptación entre el público nacional y quien acaba de poner en circulación su tercer álbum, curiosamente intitulado Volumen I.
  Con una voz intensa y sensual –de timbre sugerente y feelin’ intencionado–, con buenas letras, Laferte logró un disco muy interesante, con un dejo melodramático que no cae en lo ridículo cursi de algunas cantantes poperas mexicanas que quieren cantar boleros y lo hacen de manera más bien penosa. Gracias a su versatilidad interpretativa (puede ir de una canción a la She & Him a otra a la Ángelica María y de un ska a un tema de aires andinos –algo metalero no hubiera desentonado, si tomamos en cuenta que Mon es, además, la cantante del grupo femenino defeño de heavy rock Mystica Girls), Volumen I jamás cae en la monotonía y sus diez cortes (destaquemos “Tormento”, “Amor completo” y “Malagradecido”) son realmente buenos. Escúchelo, le gustará.
  (Mon Laferte se presenta mañana miércoles 25 de febrero, al lado de Sol Pereyra y Laura Gibson, en el Foro IndieRocks de la colonia Condesa).

PD: Con esta entrega, “Gajes del orificio” cumple tres años de aparecer cada martes en ¡hey! de Milenio Diario. Muchas gracias a Susana Moscatel y a todos los compañeros de sección. Aquí seguimos.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 23 de febrero de 2015

Laura Vázquez

Caminaba yo esta tarde por Insurgentes Sur, a la altura de Liverpool, cuando una voz de mujer a mis espaldas exclamó: "¡mosco, mosco!". Me volví y de la ventanilla de un carro surgieron una mano que se agitaba y una sonrisa franca. Era Laura Vázquez, la tecladista argentina que vivió muchos años en México y a quien conocí hace más de diez años, cuando María José la entrevistó para La Mosca en El Péndulo de la colonia Condesa y yo la acompañé.
  Me dio mucho gusto verla, después de unos dos o tres años de no hacerlo. Se bajó del coche para darme un abrazo. Me dijo que venía acompañada por su hijo y sus sobrinas, que habían venido desde Buenos Aires para estar sólo una semana en el DF y presentar su nuevo disco. Me comentó de una fiesta que habría mañana en casa de Fernando y de algún modo me invitó, pero sé que no puedo ir ahí. Nos despedimos con afecto. Es una música talentosísima, a quien Monocordio le debe buena parte de su sonido.

domingo, 22 de febrero de 2015

Nicky Hopkins: dedos mágicos

Los músicos de sesión suelen ser héroes desconocidos. Resultan tan brillantes y hacen tanto o más que las renombradas figuras para quienes trabajan en los estudios de grabación, pero sus nombres permanecen en el anonimato o en la letra pequeña –esa que nadie lee– de los créditos de los discos. Ahí está el caso de los músicos de Muscle Shoals, cuyos apelativos muy pocos recuerdan, o de gente como el gran saxofonista Bobby Keys, la esplendorosa cantante Merry Clayton o el impecable tecladista Nicky Hopkins, quienes trabajaron para hacer más grande la obra de muchas súper estrellas del rock.
  Hopkins merece un lugar muy especial en el santoral de los músicos de sesión, aunque también fue integrante –así fuese efímero– de agrupaciones como la legendaria Quicksilver Messenger Service. Nacido en Londres, Inglaterra, en 1944, Nicholas Christian Hopkins había empezado a tocar el piano a los tres años de edad y su virtuosismo lo hizo entrar con facilidad en el circuito del rock británico sesentero. Sin embargo, una enfermedad crónica intestinal (el mal de Crohn) que padecía desde niño y le exigía constantes tratamientos médicos y operaciones quirúrgicas, le impidió ser parte fija de algún grupo y lo condenó a conformarse con la posición de sedentario músico de sesión durante casi toda su vida.
  Aun así, su actividad fue constante en los estudios de grabación londinenses y su piano estuvo presente en el primer álbum de The Who, My Generation, en 1965. Su prestigio como extraordinario tecladista creció como la espuma y en la segunda parte de los sesenta y la primera mitad de los setenta colaboró en discos de los Kinks, los Pretty Things, The Move y Jeff Beck, pero también de Led Zeppelin, los Rolling Stones y los cuatro Beatles como solistas. Su inconfundible piano puede escucharse, así, en temas clásicos como “She’s a Rainbow” de los Stones, “Sunny Afternoon” de los Kinks, “The Song Is Over” de The Who, “Revolution” de los Beatles, “Jealous Guy” de John Lennon, “You Are So Beautiful” de Joe Cocker o “Barabajagal” de Donovan, entre muchísimos otros.                  
  En los Estados Unidos trabajó en álbumes de Jefferson Airplane, Jerry García y el ya mencionado Quicksilver Messenger Service, al cual de hecho llegó a integrarse por un tiempo.
  Sin embargo, también realizó algunos discos como solista, entre ellos el excelente The Tin Man Was a Dreamer de 1972 (en el que George Harrison estuvo como invitado), y antes participó en el legendario Jamming with Edward (1971), al lado de Mick Jagger, Ry Cooder, Bill Wyman y Charlie Watts (grabado durante las ausencias de Keith Richards, dentro de las sesiones del Exile on Main Street). Edward era un sobrenombre de Nicky.
  Enamorado de San Francisco, Hopkins emigró a California a fines de los setenta, donde siguió trabajando hasta el día de su muerte. Falleció en Nashville, Tennessee, en 1994, debido a complicaciones en una cirugía intestinal, su eterno mal. Al morir tenía tan sólo cincuenta años. Aún le quedaba mucho que dar a la música.

(Publicado el día de ayer en el suplemento cultural Laberinto de Milenio Diario)

sábado, 21 de febrero de 2015

Nuestros fundamentalismos (y III)

¿Cuáles son las consecuencias del fundamentalismo, cuando se le lleva a planos de cerrazón fanática y de maniqueísmo a ultranza? No tenemos que ir a París o a Copenhague, al norte de Nigeria o a las regiones de Medio Oriente dominadas por el llamado Estado Islámico para saberlo. Aquí mismo, en nuestro México lindo, querido y surreal, se encuentran las respuestas. Tristes y poco optimistas respuestas.
  Pueblo religioso al fin y al cabo, el mexicano –aun en sus capas más pretendidamente ilustradas y cosmopolitas– es muy proclive a caer en la tentación fundamentalista. Basta con revisar la historia. De hecho, en estos tiempos, son quienes subjetivamente se proclaman progresistas y de izquierda (aunque objetivamente no lo sean) los que mayor tendencia al fanatismo ciego y parcial demuestran. Son también los que más han sido permeables al discurso de odio de los profetas políticos mesiánicos y sus palabras que apelan al primitivismo irracional.
  ¿Qué han provocado y siguen provocando nuestros fundamentalismos? Lo vemos a diario, sobre todo en las redes sociales, campo primordial copado por el falso progresismo nacional: divisionismo, imposibilidad para el diálogo, violencia verbal (que en las calles suele traducirse en violencia física, destructiva y delictiva, como vemos principalmente en Guerrero y Oaxaca), anatema del enemigo (entendiendo como enemigo a “todo aquel que no piensa como yo”), rencor enfermizo, ceguera antidemocrática, retroceso ideológico e intelectual (sobre todo intelectual), parálisis de todo avance, nihilismo contra las instituciones (que por muy defectuosas que sean, son la estructura que ha hecho que el país no se haya ido al precipicio) y oligofrenia política. En dos palabras: fanatismo fundamentalista.
  ¿Cómo actuarán estos fundamentalistas nuestros de aquí a las elecciones de julio e inmediatamente después de éstas? Misterio. Se puede esperar cualquier cosa. Ojalá dieran un súbito y sorpresivo giro hacia la civilidad y la razón, pero esos son conceptos contrarios al fundamentalismo. Malheureusement.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 20 de febrero de 2015

The Flying Lizards / Top Ten (1984)

El tercer álbum de esta agrupación es tan bizarro y friqueante como la banda misma. Especializadas en realizar los covers más estrambóticos y desconcertantes, estas Lagartijas Voladoras no tenían piedad a la hora de interpretar temas clásicos del rock y de la música popular –de Hendrix a Bacharach- y los desconstruían de manera fascinante. Un disco dadaísta, inenarrable e híper recomendable.

Mejor tema: “Tutti Frutti”

jueves, 19 de febrero de 2015

Downton Abbey

Terminé de ver la quinta temporada de esta excepcional serie inglesa y no sé si con ello terminé de verla toda, pues al parecer no habrá sexta parte.
  Cinco temporadas completas metido en esa mansión campestre cercana a Londres (aunque había que viajar en tren), involucrado con los avatares, las tragedias, los dramas, las alegrías, los cambios, las evoluciones y las involuciones, las dichas y desdichas de la familia aristocrática que la habita (los Crawley) y la servidumbre que los atiende. Dos microuniversos que se entrecruzan cotidiana y fatalmente para construir un mosaico multicolor y multisocial dentro del entorno histórico de la Inglaterra de principios del siglo pasado: de 1912, cuando se inicia la serie, a 1924, en que temina esta quinta y magnífica temporada.
  Uno termina por encariñarse con todos y cada uno de los muchos personajes de Downton Abbey, incluido el emocionalmente torpe Lord Robert Crawley (Hugh Bonneville), jefe de la familia. Son tantos los personajes que sería largo y difícil irlos mencionando a todos, pero yo destacaría al espléndido señor Carson (Jim Carter), jefe de la servidumbre; a la señora Baxter (Raquel Cassidy); a Mary (Michell Dockery), Edith (Laura Carmichael) y Sybil (Jessica Brown Findley), las tres hijas Crawley, aunque esta última fallece de manera injusta (al menos para mí, como espectador); a Tom Branson (Allen Leech), el chofer que enamora y se casa con Sybil, en un acto de desafío de clase ejemplar; a Anna (Joanne Froggatt) y al señor Bates (Brendan Coyle), maravillosa pareja; al villanesco, ojete pero fascinante Thomas Barrow (Rob James-Collier) y, muy especialmente a la señora Violet Crawley, interpretada por esa actriz monumental que es la gran Maggie Smith, un personaje de rancio linaje y rancia mentalidad, con un divertidísimo sentido del sarcasmo (sus comentarios contra la modernidad y los cambios son fascinantemente incorrectos, aunque sabe adaptarse a los mismos).
  Producida por la BBC, Downton Abbey es una de las grande series de todos los tiempos, por su calidad artística, su producción, sus personajes, sus guiones, su recreación histórica. Me recuerda mucho a una serie que Rosa y yo no nos perdíamos a fines de los años setenta: Los de arriba y los de abajo y que trasmitía Canal Once.
  Downton Abbey, una maravilla.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Una mosca longeva

Por Juan Alberto Vázquez

La Mosca en la Pared, proyecto editorial menstrual cuyo centro de gravedad es la crítica de rock, cumple una década de vuelo. Hugo García Michel, su director desde aquella primavera de 1994, recuerda los highlights de su proyecto y completa con otros temas que lo apasionan.

¿Crees que el TRI de Lora es como el PRI?
Sí, pero como el sector obrero del PRI, como la CTM, y Alejandro Lora es como el Fidel Velázquez del rock. Al rato vamos a ver el disco del 40 y 50 aniversario del TRI. Lo que ignoro es quién vaya a ser su sustituto: quién será La Güera Rodríguez del rock.

¿Qué grupo mexicano te recuerda al PAN?
Los Jaguares, por políticamente correctos, aunque pensándolo bien, también Maná me recuerda a los panistas.

En el PRD comenzaron muy skatos y punketos pero, ¿a qué se parecen ahora? 
Mmm, no sé, ¿a Elefante? Quién podrían ser... quizá Control Machete que comenzaron muy raperos y terminaron en una secta cristiana. No... creo que el PRD sería como La Maldita Vecindad: orígenes muy populacheros, destino dividido y se siguen vendiendo como la vanguardia.

¿Conoces a un político ideal?
Ya se murió, se llamaba Heberto Castillo. A pesar de su locura final de querer instalar ventiladores gigantes para ahuyentar el smog. Yo fui militante del PMT y lo conocí. Creo que fue el político más honesto. De los actuales nadie se le acerca.

¿Ni El Peje López?
No, nada que ver. La de Heberto no era una honestidad valiente, era una honestidad sin adjetivos. En el caso de López Obrador, creo que no roba pero me parece un poco intolerante. Aunque creo que en este momento está siendo injustamente atacado. Cuando dijo, “hay un complot en mi contra”, todos nos reímos y ahora resulta que esa idea se quedó corta. Si logra salvar el desafuero, sus enemigos lo van a llevar a la Presidencia, pues la gente suele adoptar a las víctimas.

¿En qué momento se te ocurre la idea de La Mosca?
Luego de colaborar en varios periódicos, me hallé buscando chamba de historietista. En Ejea le propuse a Jaime Flores la idea de una revista de rock, luego de darle algunas letras traducidas de U2 para un especial que se editó con motivo de la visita de esa banda en 1992. Como se vendió bien, aceptó el proyecto. Le entregué dos hojitas escritas en una Olivetti y luego convocó a una junta donde conocí a Fernando Rivera Calderón y Ricardo Bravo. Ellos y mi amiga Karem Martínez formamos el equipó original, aunque en cuanto pudimos nos deshicimos de Bravo.

¿Cuál es el verdadero aporte de La Mosca?
El haber logrado cambiar el sentido crítico musical de mucha gente. Y eso nos lo dicen los lectores todo el tiempo. Otra visión es la de Fernando Rivera, quien dice que La Mosca cambió no sólo al periodismo musical sino al periodismo en general, pues siempre propuso situaciones desenfadadas, críticas y con ataques a la solemnidad. Hasta cierto punto comparto su visión ya que, por ejemplo, la gente que hace humor en Milenio salió de La Mosca: el mismo Fernando, Verito Maza... y aunque Jairo Calixto Albarrán tenía una trayectoria en el Excélsior, también era (y es) colaborador nuestro. Ya después se unieron Rafael Tonatiúh y tú.

A La Mosca la marcaron algunos enfrentamientos con personas e instituciones, ¿cómo fue que te peleaste con OCESA, por ejemplo? 
Siempre que había conciertos iba a sus oficinas por mis dos boletitos. Alguna vez llegué por los pases para ver a U2, cuando me dijeron que Lourdes Gómez quería hablar conmigo. Ella me dijo que me daba las acreditaciones con la condición de que escribiera de los conciertos antes de que sucedieran. Le dije que mejor se anunciara, pues nosotros hacíamos crónicas no anuncios gratis, ¡por dos boletos! Entonces me advirtió que al siguiente concierto, el de los Rolling Stones, no me iba a dar nada si no veía antes algo publicado. Nunca regresé y al número siguiente reproduje en la revista la plática con Lourdes.

Tú decidiste ese pleito, ¿de ahí nació la frase “La Mosca soy yo”?
Es que la hice solo durante cuatro años. El equipo editorial fui yo, solo, durante ese tiempo, cuando comenzó a circular de nuevo en 1996 y los sueldos eran realmente simbólicos.

¿Y no piensas hacer las paces con OCESA?
Creo que no. Una vez me mandaron decir que si sacaba una disculpa pública me volvían a dar acreditaciones. ¿Disculpa? Pues si no les hice nada. No me muero por ir a los conciertos y si deseo ir a uno compro mi boleto y ya.

Si te hallaras de frente a Saúl Hernández, ¿qué le dirías?
Lo saludaría normal. De hecho, lo entrevisté dos veces y no tengo ninguna bronca personal con él. Él y la gente de Jaguares se enojaron por las bromas que les hacíamos, como la vez que los “felicitamos” por haber salido en la portada de la revista Eres.

Saúl no es el único músico mexicano que no te quiere. 
Creo que no, pues tampoco soy del agrado de La Maldita Vecindad, Control Machete y Panteón Rococó, entre varios otros.

¿Cómo te van a querer los de La Maldita si mataste al Sax en tu novela Matar por Ángela?
(Risas) Ésa es una interpretación de lector. La Maldita siempre me odió, ya que los critiqué desde El Financiero y lo peor vino cuando sacaron el disco Mostros y les dediqué dos páginas en tono irónico, comparándolos con los Beatles. Ésa no me la perdonaron. Es curioso, pues cuando hablas bien de un músico, eres una gran revista, pero si lo criticas te conviertes en un espacio siniestro.

¿La Mosca es la mejor revista de rock en México?
Es la menos peor. Pero muy mejorable y aún no se puede comparar con las buenas revistas de rock que se editan en el extranjero.

¿Realmente te gustó , el nuevo disco de Julieta Venegas?
Me pasó algo muy raro. Generalmente, cuando escucho un disco al principio no me gusta y conforme lo voy oyendo me va gustando más; pero el de Julieta me gustó en la primera oída y mientras más lo oigo, me agrada menos.

En ese gusto, ¿no influyó tu obsesión por rodearte de mujeres?
Bueno, a Julieta la conozco desde hace muchos años y curiosamente las entrevistas de ella han estado ligadas al desarrollo de La Mosca, ya que ha salido en portada tres veces. Hay una buena relación y a lo mejor por eso no hemos sido tan implacables con ella, por ser mujer y conocida mía.

¿Cuál es tu disco más valorado?
El Who´s Next de los Who. Aunque no es mi grupo favorito.

¿Entonces, cuál es?
Los Kinks.

Ah, mira, los muy ninguneados y despreciados Kinks.
Exacto. Aunque para mi gusto es de los grupos más trascendentes en la historia del rock, por su música, por sus letras, por su actitud crítica, por su inteligencia, porque con estructuras armónicas muy básicas, hace música muy chingona, ya que tiene mucha capacidad melódica. Siempre he dicho que The Kinks son como el Mozart del rock.

¿Y por qué crees que los Pumas de la UNAM sean un equipo tan consentido?
A mí que soy un seguidor de los Pumas desde 1962, cuando subieron a primera división, me preocupa que el equipo se esté convirtiendo en el equipo de los políticamente correctos como Germán Dehesa, López Dóriga, el rector De La Fuente y hasta mi amigo Jairo Calixto; dices: ¡chin! Pero yo me deslindo de esa ala, pues por mis venas sí corre sangre puma.

Porque bajo la actitud de “somos la neta”, los seguidores Pumas esconden una intransigencia peor que otras. 
Por supuesto, pero además no creo que hayan visto jugar a los viejos Pumas como Borja y Padilla ni a Elías Muñoz ni al Espátula Rodríguez ni a Mollinedo, en fin.

¿Mantendrás la postura de no incluir a Carlos Monsiváis en La Mosca?
Totalmente. Monsivásis tiene las demás revistas de México para escribir. Es sano que al menos exista una que no lo publique.

Y ahora, ¿para dónde va La Mosca?
He pensado mucho en poder celebrar los veinte años. Pero tengo que lograr hacerla más periodística; falta mucho reportaje de investigación sobre el tema de la música; faltan entrevistas más originales y profundas y menos coyunturales. Estudios de foto apoyados por más presupuesto. Incluso más reportajes fotográficos pero, sobre todo, falta recuperar el desenfado original, controlar la solemnidad y combatirla con humor. Aunque el reto mayor es subsistir a todas las pinches crisis que nos aguardan.

(Entrevista publicada en la sección "QRR" de Milenio Diario, el 30 de mayo de 2004)

martes, 17 de febrero de 2015

Las bondades del garage

El rock de garage posee un encanto muy especial. Agresivo y a la vez ingenuo, simple y a la vez contundente, provocador y a la vez divertido, tiene ese atractivo (que también tiene el punk) de basarse en conceptos musicales muy sencillos: pocos acordes (que funcionan a manera de riffs), melodías elementales y ritmos secos y poco elaborados.
  No se necesita ser un virtuoso para tocar garage. Cualquiera con ciertos conocimientos de guitarra, bajo o batería (aunque también se admiten teclados y hasta saxos o armónicas) puede interpretar este subgénero. Tampoco se requieren grandes voces y las letras pueden tratar de cualquier cosa, sin mayores florituras poéticas.
  Directo y certero, siempre contagioso (aunque también puede resultar monótono), es uno de los sonidos más esencialmente rocanroleros. No hay cursilería posible en el garage, no hay baladas (como sí las hay, por ejemplo, en el mismísimo metal) y la rebeldía (a veces un tanto cándida) es una de sus características más emblemáticas.
  Surgido a mediados de los años sesenta, sobre todo con grupos como The Sonics, MC5, Question Mark & the Mysterians o The Troggs, es un estilo que ha subsistido a lo largo del tiempo, de manera más o menos subterránea, en muchas partes del mundo, México entre ellas.
  Los Explosivos son uno de los grupos mexicanos que hacen rock de garage hoy día, lo cual queda plasmado en su larga duración (en vinil que no vinilo) Satisfaction Woman. ¿Por qué el título en inglés? Misterio. Sobretodo porque sus composiciones son en español.
  Se trata de un trabajo muy satisfactorio. El cuarteto posee un sonido sólido y sus composiciones garageras contienen la fuerza necesaria para hacer vibrar a quien las escucha. Así lo confirman piezas como “A toda velocidad”, “Aguarrás”, “Lo que me excita”, “Quizás” o “Me quedé aquí”, entre las diez que conforman el disco.
  Grabado en Eslovenia (por extraño que parezca), Satisfaction Woman de Los Explosivos es un LP muy recomendable para todos aquellos que gustan de clásicos de garage como “Have Love Will Travel” o “Wild Thing”. Una magnífica opción.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 16 de febrero de 2015

Desayuno en Tiffany's

Terminé de leer esta novela corta de Truman Capote, quizá la más popular de todas al lado de a Sangre fría, aunque totalmente distinta a ésta.
  Breakfast at Tiffany's (1958) es un relato muy ameno y divertido, escrito en un tono relajado y desenfadado, que cuenta la historia de Holly Golightly, una joven rubia y bobalicona que vive en un edificio de apartamentos en Nueva York (Manhattan, para mayores señas) y cuyo vecino (un anónimo alter ego del propio Capote, según todo indica) narra su historia.
  Se trata en realidad de una serie de viñetas cotidianas en las que vemos la vida llena de fiestas, sexo, alcohol, lujos pagados y hombres de Holly y el desmadre constante en que vive. No hay mucho drama en la novela, ni siquiera cuando la protagonista recuerda sus tristes orígenes campiranos en el sur estadounidense y lo que fueron su miserable infancia y su triste adolescencia.
  Vale la pena leerla, aunque creo que es mayor su fama que sus reales méritos literarios.

PD: La edición que leí, de Bruguera, contiene también tres cuentos del propio Capote: "La casa de las flores", "La guitarra de diamante" y "Recuerdo navideño", muy gratos y muy distintos entre sí los tres.

domingo, 15 de febrero de 2015

The Fall

Nadie habla en México de esta estupenda y atrayente mini serie de BBC-North Ireland y la verdad es que en sus escasos once capítulos (en dos temporadas, de cinco y seis partes cada una) uno se prende desde el primer momento a la historia de la lucha entre un asesino serial de mujeres y la agente policial a cargo de su búsqueda.
  Protagonizada (y producida) por la actriz Gillian Anderson (nada menos que la agente Scully de los Expedientes X), The Fall (¿La caída, El otoño?) es una emisión llena de suspenso, inteligencia, horror, violencia, intriga, sexo y crítica política y social. Situada en Belfast, Irlanda del Norte, la trama cuenta la historia de Paul Spector, un psicólogo de clase media muy profesional, casado, buen padre de dos pequeños (una hija y un hijo) que lleva una doble vida, ya que durante sus ausencias caseras, especialmente nocturnas, se dedica a asesinar mujeres jóvenes de cabello negro y de tipo ejecutivo.
  Del otro lado, la agente Stella Gibson (quien tiene su lado oscuro y hasta ninfómano) encabeza al equipo de la policía de Belfast que trata de resolver el caso y dar con el temible criminal, interpretado por el excelente actor irlandés Jamie Dornan. Además, el elenco secundario es magnífico, con actores de enorme capacidad interpretativa y ese acento irlandés tan seductor.
  Ambas temporadas resultan tan impecables como adictivas y parece ser que habrá una tercera. En Gran Bretaña ha sido un enorme éxito de audiencia y en otros países también. Me extraña que en el nuestro haya pasado prácticamente ignorada. Lo bueno es que puede verse completa en Netflix. La recomiendo muchísimo.

sábado, 14 de febrero de 2015

Nuestros fundamentalismos (II)

Hablaba, en mi columna de hace ocho días, sobre las equivalencias entre el actual fundamentalismo islámico y el fundamentalismo político que se da en muchos jóvenes (y no tan jóvenes) mexicanos. Decía yo que este nuevo fanatismo se ha visto mucho más claro a partir de las elecciones de 2006, cuyo desenlace dio lugar al surgimiento de mucha gente que adoptó una serie de posturas que mostraba una cerrazón dogmática y altamente maniquea, un fundamentalismo que en automático consideraba como enemigo irreconciliable a todo aquel que no compartiera el credo profesado por estos nuevos iluminados y poseedores de la Verdad (así, con mayúscula).
  No deja de ser llamativo el hecho de que el principal (si no es que único) líder de este sector maneje un discurso pastoral que mucho tiene de religioso y que en lugar de las viejas ideas protocientíficas del marxismo-leninismo (que bastante tenían de religiosas también), se recurra a limitadas consignas, frases hechas y visiones limitadísimas y sin matices de la realidad, a la que este fundamentalismo (al igual que el islámico) divide entre el bien y el mal.
  El mal se encuentra representado por los tres principales partidos políticos, las dos grandes televisoras, una serie de medios impresos y una considerable cantidad de personalidades a quienes se les ha colgado el sambenito que se les ponía a los condenados de la Inquisición. Por su parte, el bien está representado, principalísimamente, por el líder mesiánico, seguido de su partido, dos o tres medios informativos, una conductora de radio, un monopolio económico al que jamás se toca y una buena cantidad de grupos y personalidades a los que se les ha puesto la corona purificadora de la corrección política y la militancia progre.
  De ese modo está conformada –según la rígida óptica fundamentalista– la realidad política mexicana de los buenos contra los malos. ¿Qué consecuencias arrastra esta visión parcial, cerrada, obtusa e impenetrable (y por lo tanto intolerante)?
  En un tercer y concluyente artículo veremos esto con algún detalle.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 13 de febrero de 2015

Spooky Tooth / The Last Puff (1970)

El cuarto disco de Spooky Tooth es una obra maestra del blues-rock británico. Con tres de los integrantes originales del quinteto más el gran Chris Stainton en los teclados, el grupo crea y recrea siete temas sensacionales, entre ellos algunos covers notables. La voz de Mike Harrison luce a plenitud.

Mejor tema: “I Am the Walrus”

jueves, 12 de febrero de 2015

Gran día

Jan debutó hoy como DJ en Tokio, Japón, y al parecer le fue de maravilla. Espero tener pronto más detalles.
  Como a las seis me vi con Julio Patán en el café Rococó de la Condesa, a un costado del Parque España. Todo muy bien, amenísima charla con uno que otro chismillo del medio. Me regaló un ejemplar dedicado de su libro más reciente: Cocteles con historia, y yo lo invité a ser presentador ahora que aparezca la reedición de Matar por Ángela, lo que aceptó gustoso. De hecho, me invitó a su programa Final de partida en Foro TV (Canal 4), para hablar de la novela. Genial.
  De ahí me fui en un taxi al Salón de la Plástica Mexicana, en la calle de Colima, en la Roma, para asistir a la inauguración de la exposición sobre la obra del pintor y escultor Federico Cantú, abuelo de mis queridos Adolfo y Fede Cantú. Ahí me vi con mi mejor amiga, quien iba muy linda. Saludé a doña Elsa, la mamá de Adolfo, una señora a la que adoro y a quien hacía muchos años que no veía. Me dio mucho gusto volver a encontrarla. Se ve muy bien conservada. Claro que saludé a Adolfo también y a su querida Malena.Todo fue muy emotivo y mi mejor amiga nos hizo un par de fotos.
  Ella y yo salimos de ahí como a las nueve y me invitó a cenar a un restaurante de comida zapoteca, donde probé por primera vez los chapulines, en un taco con salsa picante. Pasables. Fue, la cena, una estupenda coronación para un día lleno de cosas buenas y agradables.
  Llegué aquí como a las once y media.

miércoles, 11 de febrero de 2015

D

De entre mis amigas más entrañables, ella es sin duda una de ellas y, en este momento, una de las más importantes. Es una mujer joven, hermosa, llena de talento e inteligencia, llena de creatividad y entusiasmo por todo lo que hace. Es la suya una personalidad que fascina y contagia, un ser bellísimo en todos los aspectos. Siento un enorme amor por ella y aunque nos vemos poco, cada vez que viene es como si una bocanada de aire fresco invadiera grata y vivificante mi vida. Hoy estuvo aquí y la pasamos de maravilla. Hay planes para hacer diversas cosas juntos. Es alguien de verdadera excepción que no quiero que se vaya jamás de mi vida.

martes, 10 de febrero de 2015

Iraida y su fuerte fragilidad

En un país como el nuestro, nada tiene de extraño que la música más elemental y deleznable sea al mismo tiempo la más popular y difundida. Años y años de deseducación artística han hecho mella en el gusto de las masas y por eso las máximas estrellas musicales suelen ser personalidades (es un decir) dedicadas a producir basura. Esto sucede en México y en la mayor parte del mundo; digo, tampoco vamos a presumir de semejante exclusividad.
  Debido a esta circunstancia es que las obras musicales de verdadero valor, aquellas que se hacen como una necesidad creativa, como un deseo de expresión y una manera de volcar hacia fuera lo que los autores e intérpretes tienen en su alma y en su mente, esa música auténtica, alejada del consumismo industrial y de los medios masivos, esa música, por desgracia, llega a y es apreciada por muy pocos. Al decir esto, no quiero caer en romanticismos baratos o en cursilerías políticamente correctas. Nada más alejado de mis intenciones (también hay música muy mala que se disfraza de alternativa o subterránea). Sólo busco señalar que, por ejemplo, hay discos que de vez en cuando logran una extraña y afortunada amalgama de virtudes, sensibilidad, inventiva, humor, gracia, frescura y gran estatura artística. Es el caso de Frágil, la más reciente obra de la cantante y compositora mexicana Iraida Noriega, esta vez al lado de la cantautora Leika Mochan (Muna Zul) y la poetisa Edmeé García, cuya desenfadada poesía en spoken word es una grata sorpresa.
  Fragil no es un álbum de jazz, tampoco de folclor o de world music. Es todo eso y más, mucho más. Las tres mujeres que lo produjeron supieron crear un trabajo originalísimo y variado, con composiciones tan austeras como riquísimas en las que las voces de Noriega y Mochán brillan en toda su plenitud. Baste escuchar temas como “Ajedrez”, “Tibio”, “Roto corazón”, “Sigo intentando” o los covers de “La muñeca fea” de Cri Cri y “Frágil” de Sting”.
  Una maravilla que además puede descargarse de manera gratuita en https://soundcloud.com/iraida-noriega/sets/fragil
  ¿Qué más se puede pedir?

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 9 de febrero de 2015

El blues del solitario

“Yes I’m Lonely / I wanna die”.

John Lennon, “Yer Blues”

Sé muy bien lo que se siente ser un solitario. Lo fui a lo largo de muchos años, sobre todo durante mi niñez y mi adolescencia. Ese sentimiento de estar solo y ser un incomprendido muchos lo hemos experimentado, aunque algunos con mayor vehemencia. Uno mira a su alrededor y se topa con gente que no lo entiende, que posee otros valores, que busca otras cosas, que mira la vida de manera muy distinta. Y esa gente es mayoría, por lo que la desolación, la sensación de hallarse solo en el mundo, aumenta y se agrava.
  Soy el segundo de cinco hermanos. Mi padre falleció cuando ya era yo un adulto y mi madre aún vive, saludable a sus noventa y tres años. No conocí a mis abuelos, pero sí a mis dos abuelas. Siempre estuve rodeado de tíos y tías, de primos y primas, tanto del lado de mi familia paterna como de la materna. Amigos he tenido muchos. En pocas palabras, no me puedo quejar de falta de gente a mi alrededor y, no obstante, muchas veces me sentí solo y falto de comprensión.
  Supongo que ese saberme solitario hizo que me volviera más creativo y que me inventara juegos en los cuales yo era el único participante. Luego encontré dos refugios: el de la música y el de la lectura que, por ahí de mis doce, trece o catorce años, se transformarían en mis primeros textos escritos y mis primeras composiciones musicales. Escribí una novela corta a los diecisiete años y mi primera canción la hice a los catorce. Quizá si no hubiera sido tan retraído e introvertido, jamás me hubiera dado por la música y las letras.
  Pero sí hubo una seria desventaja en eso de ser un solitario: las mujeres no me hacían caso. Nunca tuve novia de adolescente, a pesar de haber estado perdidamente enamorado de cinco o seis chavas. Mi primera relación sentimental se dio hasta mis diecinueve marzos y fue con la mujer que habría de ser la madre de mis hijos, con quien permanecería dieciocho años. Estuve casado, tengo dos vástagos y aun así, el sentimiento de ser un solitario no me abandonó del todo.
  Dirá el lector que qué carajos le importa todo este largo preludio autobiográfico y lo comprendo. Pero el punto al que voy es el de cómo la soledad puede marcarnos y determinarnos de manera dramática, pero también servirnos como una fuerza realizadora y creativa.
  Estamos educados bajo la equivocada idea de que ser un solitario es algo malo, una cosa indeseable. El instinto gregario parecería indicarnos que la felicidad está del lado contrario, en la compañía y la convivencia con los demás; que sólo en sociedad podemos alcanzar la dicha y que reivindicar la individualidad es una postura reprobable. Creo que habría que romper con esos estigmas.
  Estar solo puede ser una circunstancia fatal que nos impone eso que solemos llamar el destino, pero también puede ser una elección válida. Si uno se siente bien consigo mismo, si uno se cae bien y prefiere vivir solo, alejado de la muchedumbre, no es una determinación negativa. Además, estar solo no implica necesariamente estar en soledad o en un aislamiento misántropo.
  Me explico y vuelvo a recurrir a mi caso personal: llevo quince años solo en un apartamento. Mucha gente me pregunta si no quisiera vivir con alguien otra vez y mi respuesta es siempre la misma: no. Por diversos convencionalismos, piensan que estar así es cosa triste, deprimente, y no dudo que en muchos casos lo sea, pero también puede resultar algo divertido, sin conflictos, lleno de paz y, sobre todo, muy creativo (con la ventaja de tener visitas diversas, en especial femeninas).
  John Lennon se quejaba de la soledad en algunas composiciones (“Yer Blues”, Isolation”) y hay miles de canciones que hablan del tema de manera quejumbrosa. Pienso que hacen falta elegías para los seres solitarios, que se cante a las ventajas y la dicha –sí, la dicha– de vivir solo y satisfecho. Que el blues del solitario se convierta en el himno a la soledad feliz.
  Es un buen tema para una nueva canción.

(Mi columna "Bajo presupuesto" de este mes en la revista Marvin)

domingo, 8 de febrero de 2015

El Oldboy de Spike Lee

Hace dos o tres años vi la película coreana Oldboy de Park Chan-Wook (2003) y en ese momento no me dejó muy satisfecho. Tiene que ver seguramente que no soy muy aficionado a esa clase de cine oriental híper sangriento. Sin embargo, ahora que acabo de ver la versión estadounidense del mismo filme, dirigida en 2013 por el gran Spike Lee, tal vez deba reconsiderar la original y volver a verla.
  Porque si bien el estilo de Lee que tanto me gusta no se encuentra presente en esta cinta, como sea está muy bien hecha y el director de Do the Right Thing y Clockers (que reseñé hace unos días) nos mantiene en tensión todo el tiempo a lo largo de esta historia de odio y venganza.
  Un tipo machista, alcohólico y patán que acaba de ser echado de su trabajo es secuestrado y mantenido durante ¡veinte años! en una especie de cuarto de hotel de segunda clase, sin contacto con persona alguna y alimentado por comida que alguien le pasa en una bandeja por debajo de la puerta. Tiene un televisor, como única manera de relacionarse con el mundo y ver los cambios que suceden entre 1993 y 2013, cuando logra escapar y trata de encontrar a quienes lo mantuvieron en un estado cercano a la locura. No contaré lo que sucede después porque sería echar a perder la posibilidad de que quienes no la hayan visto, la puedan disfrutar.
  Como decía, no se trata de la mejor película de Spike Lee, pero su factura es impecable y resulta muy recomendable.

sábado, 7 de febrero de 2015

Nuestros fundamentalismos (I)

Dice el filósofo francés Yves Michaud, en una reciente entrevista publicada en El País, que si de 1920 a 1985 el marxismo y el capitalismo polarizaron la vida política del mundo, hoy en Occidente “tenemos el desafío de las culturas islámicas: son valores incompatibles con los nuestros” y más adelante hace una observación tan interesante como inquietante: “Hace un mes, en Argel, vi que hay una generación de gente de más de cincuenta años, cultivada, con mujeres que llevan el pelo suelto; y las nuevas generaciones son islamistas”.
  Michaud ha observado de cerca el comportamiento de los jóvenes musulmanes que viven en Francia y se ha encontrado con el hecho de que son mucho más conservadores e inflexibles que sus propios padres, más dados al dogma y a las ideas preestablecidas, en este caso religiosas, y lo explica del siguiente modo: “Los jóvenes musulmanes buscan reglas, porque la libertad (les) da miedo… Un taxista me dijo el otro día que procuraba no escuchar música porque la consideraba como una droga que hace olvidar las plegarias y los principios. Me decía que lo bueno que tiene la ‘verdadera’ religión es que hay reglas para todo: para comportarse en familia, con los amigos, con los enemigos; hay plegarias antes de comer, antes de entrar al baño; es una vida enmarcada, uno está a gusto así. Era un hombre inteligente, pero no había posibilidad de argumentar: yo era un infiel”.
  ¿Hasta qué punto ese fundamentalismo se ve reflejado en el comportamiento de muchos jóvenes en México? No me refiero al fundamentalismo religioso, sino al fundamentalismo político que, a fin de cuentas, se le parece bastante.
  Lo hemos visto desde 2006 y aunque diversos analistas lo celebran como un despertar democrático de la juventud, yo no estoy tan seguro de ello. Más bien me encuentro (y eso es fácil de ver en las redes sociales) con una cerrazón dogmática y maniquea, fundamentalista, que ve en el otro a un enemigo irreconciliable, con el que no se puede (e incluso no se debe) dialogar, un enemigo exterminable.
  Pero la falta de espacio se impone y es menester seguir con el tema dentro de ocho días.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 6 de febrero de 2015

Lou Reed/John Cale / Songs for Drella (1990)

A raíz de la muerte de Andy Warhol, Reed y Cale hicieron a un lado viejas rencillas y diferencias para escribir juntos este set de canciones en homenaje a su legendario padrino y promotor de la época de Velvet Underground. Songs for Drella es un álbum lleno de hermosura, emotividad y amor sincero por el artista pop más importante de la historia.

Mejor tema: “Smalltown”

jueves, 5 de febrero de 2015

Truman Capote, la biografía

Terminé de leer esta magnífica, detallada y reveladora biografía escrita por Gerald Clarke y puedo decir que ahora tengo una visión mucho más completa de quién y cómo fue Truman Capote, de las razones de muchas de sus obras literarias y de todo lo que las rodeó a la hora de ser escritas, pero también de su homosexualidad y la manera como la afrontó y manejó desde su adolescencia, en una época en que era mucho más difícil hacerlo que hoy o de la forma como su carácter le atrajo tanto grandes amistades que lo adoraban o terribles enemigos que lo aborrecían.
  El libro inicia desde que los padres -vaya padres que le tocaron- se conocieron, en el estado de Alabama, y cómo cuando nació prácticamente lo tuvieron en el abandono de la indiferencia y la falta de amor y de cómo su madre, para irse de fiesta con sus amantes, lo mantenía encerrado por horas en cuartos de hotel, siendo él apenas un niño de ocho o diez años.
  La biografía habla prolijamente de Truman (cuyo apellido se debe al segundo esposo de su madre, un cubano llamado Joe Capote que siempre lo trató bien), pero también de una enorme cantidad de personajes que lo rodearon en diferentes periodos de su vida: familiares, amigos, amantes, personalidades de la alta sociedad y de alta cultura, de la literatura, del cine, etcétera, hasta conformar un mosaico fascinante que retrata no sólo una vida sino toda una época.
  Una obra más que recomendable para quienes aman libros como Otras voces, otros ámbitos, Desayuno en Tiffany's, A sangre fría o Música para camaleones, pero también para quienes, sin haberlo leído aún, deseen adentrarse en la existencia de uno de los escritores más importantes de la literatura estadounidense del siglo pasado. Una joya.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Muscle Shoals

Vi este fabuloso documental de Greg Camalier (2013) que cuenta la historia del pequeño pueblo de Alabama donde surgió el mítico estudio de grabación Fame, regenteado por Rick Hall, el genial productor que reunió a un grupo de músicos blancos (The Swampers) para crear un sonido soul inigualable y tan irresistible que grandes grupos y solistas acudieron a grabar ahí. Gente como Wilson Pickett, Aretha Franklin, Percy Sledge, Arthur Alexander, los Allman Brothers y los Rolling Stones pasaron por ahí o por el estudio gemelo que más tarde pusieron los Swampers y que significó un largo rompimiento con Hall, quien entonces recurrió a músicos negros para seguir trabajando y continuar con la leyenda.
  La película es muy buena, amena e instructiva, llena de buena música y grandes anécdotas, además de una buena cantidad de entrevistas con gente como Mick Jagger, Keith Richards, Bono, Steve Winwood, Greg Allman y varios más, incluidos, claro, los Swampers (como Roger Hawkins y Dave Hood) y el gran Rick Hall, quien lleva la narración principal de la historia.
  Es sorprendente la enorme cantidad de álbumes clásicos que salieron de aquellos estudios, situados en una zona bellísima de bosques casi vírgenes, a un lado del río Tennessee, y más increíble que uno de los sonidos más rasposamente souleros de todos los tiempos haya surgido de un grupo de sesión conformado exclusivamente por músicos blancos y conservadores.
  Un gran documento fílmico, con un pietaje antiguo que deja boquiabierto.

martes, 3 de febrero de 2015

De los Hermanos Carrión a Zoé

Aunque los actuales grupos mexicanos de rock (o de eso que llaman rock y que en realidad es una ensalada indefinible de géneros y subgéneros que van del pop más comercial a la cumbia y del ska más pedestre y desafinado a la onda grupera) tiendan a olvidar a sus antepasados, como si no hubiese una línea dialécticamente continua y discontinua entre los Teen Tops y Bengala o entre los Hooligans y Zoé), la verdad es que todos ellos heredaron los pocos méritos y las muchas deficiencias de sus progenitores musicales.
  Lo anterior viene a colación debido al lamentable fallecimiento de Héctor Carrión, integrante del antiquísimo grupo Los Hermanos Carrión, parte no sé si fundamental pero sí importante de la historia del rock hecho en México y quienes son considerados como uno de los conjuntos (como se les decía en ese entonces) pioneros de lo que la más anquilosada mercadotecnia aún llama “la época de oro del rocanrol”.
  Yo recuerdo a los Carrión desde mi niñez, cuando aparecían en el programa (en glorioso blanco y negro) Premier Orfeón A Go-Go, con su inocuo sonido entre country y bolero ranchero. Así como hoy el grupito Little Jesus quiere ser el Vampire Weekend mexicano, los Hermanos Carrión pretendían convertirse en la versión nacional de los Everly Brothers, por lo que no sólo hacían versiones de algunas de sus canciones (“Adiós amor”, “Creo estar soñando”) sino que trataban de imitar sus armonías vocales, lo cual –hay que decirlo– no les salía del todo mal. Además de Gustavo, Lalo y el finado Héctor Carrión, tocaba con ellos Diego de Cossío, quien en aquellos años apantallaba a propios y extraños con sus solos de guitarra (que a decir verdad, eran bastante regularzones).
  Entre los éxitos de los Carrión (puros covers, por cierto) están “Rosas rojas” “Las cerezas”, “Magia blanca”, “Lágrimas de cristal” y “Lanza tus penas al viento” que siguen sonando con cierto ingenuo encanto. Su único hit original fue la muy curiosa y un tanto misógina “Arriba Lalo” (“Arriba Lalo, la despreció / estoy contento, fue lo mejor”).
  Descanse en paz Héctor Carrión.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 2 de febrero de 2015

La negra novela de Chester Himes

Raymond Chandler, Dashiel Hammett y James M. Cain fueron escritores duros, secos, oscuros, contundentes. Sus relatos y novelas, todos ellos dentro de lo que se conoce como el género negro, son en su mayoría piezas de la mejor narrativa (Truman Capote se refería a Chandler como uno de los grandes artistas dentro de la literatura estadounidense). Sin embargo, ninguno de ello provenía realmente de los bajos fondos que retrataban y sus personajes estaban sacados más de la imaginación que de vivencias propias en el campo del delito, de sufrimientos que hubiesen padecido en carne propia.
  Muy otro es el caso de un más que singular colega suyo llamado Chester Himes, gran pluma dentro de la novela negra pero con varias características que lo diferenciaban de sus similares. Porque Himes no sólo conocía los bajos fondos: él mismo había sido un delincuente y se había iniciado como escritor en el interior de las celdas que ocupó en prisión, donde permaneció recluido varios años acusado de robo. No es que hubiera caído ahí por error o siendo inocente: realmente era un ladrón y sabía de violencia y cómo ejercerla. Además era, como él mismo decía, un nigger.
  El mejor escritor negro de novela negra había nacido en Jefferson City, Missouri, en 1909. Hijo de una familia de clase media, todo parecía ir bien en su vida, sobre todo cuando ingresó a la Universidad de Columbus, en Ohio, pero en 1928 se involucró en un asalto a mano armada y fue condenado a veinte años de cárcel. Fue cuando sobrevino el desencanto y se olvidó de cualquier futuro promisorio. Su único consuelo fueron la lectura y la escritura.
  Gran lector de novela negra, en especial de Chandler y Hammett, pronto empezó a escribir también desde su calabozo y logró publicar sus relatos en revistas nacionales como The Bronzeman y Esquire. En 1934, logró la libertad bajo palabra y empezó a relacionarse con gente de la industria editorial. En 1940 publicó su primera novela, Si grita déjalo ir, que logró un inesperado éxito en Europa y eso lo movió a emigrar al Viejo Continente a principios de la década siguiente, donde se establecería en definitiva.
  Vivió en París a lo largo de quince años y en 1969 se mudó a Moraira, al sur de España, junto con su esposa francesa, la editora Lesley Packard.
  La literatura de Himes es tan dura y seca como la de sus mentores, pero desarrollada entre la población negra, especialmente la de Harlem, Nueva York. No es el suyo un estilo militante. Por el contrario, es muy crítico de los ambientes afroamericanos, a los que retrata sin concesiones y hasta con cierta crueldad, tal como se ve en novelas como La banda de los musulmanes, Todos muertos, Empieza el calor o Un ciego con una pistola, entre otras (Bruguera editó varias de ellas en español).
  Sus dos personajes emblemáticos, los detectives Coffin Ed Johnson y Gravedigger Jones, son tan célebres como Philip Marlowe y Sam Spade, pero con un toque más rasposo.
  Chester Himes murió en España a fines de 1984. Es tiempo de revalorarlo y leerlo.

(Publicado el pasado 31 de enero en el suplemento cultural Laberinto de Milenio Diario)

domingo, 1 de febrero de 2015

Joe Cocker y la generación dorada

Como todo en la naturaleza, las generaciones nacen, crecen, se reproducen y mueren. Es una ley inmutable que también se aplica a las generaciones artísticas, sean de la disciplina que sean, y eso incluye a la música.
  De entre las generaciones musicales más brillantes del siglo pasado, quizá la más trascendente de todas fue la del rock de los años sesenta. Tal vez se me pueda alegar que en la llamada música culta o en el jazz hubo otras de mayor calidad; sin embargo, con el poder de operar un cambio cultural a fondo, esa fue la más notable de todas.
  La mayor parte de quienes formaron parte de ella nacieron en la década de los cuarenta. Hablo de la generación de los Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, Tom Waits, Jefferson Airplane y un larguísimo etcétera. El rock de esos años dio pie a lo que conocemos como la contracultura y originó la única revolución del siglo XX que realmente marcó un cambio en las mentalidades, las costumbres, la filosofía y hasta la vida cotidiana de la humanidad, sobre todo en el mundo occidental. De ese tamaño es la generación a la que me refiero y de ese tamaño la pérdida, cada vez que uno de sus miembros ha desaparecido del mundo.
  De los grandes músicos de los sesenta, algunos murieron al final de esa década o principios de la siguiente. Los casos son muy conocidos en su mayoría, pero vale la pena mencionarlos: Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Alan Wilson, entre los más destacados. Con el paso de los años, otras grandes figuras nacidas en los cuarenta se irían poco a poco, entre ellas Syd Barrett, John Bonham, Bob Marley,  Keith Moon, John Entwistle, Jim Capaldi, Freddie Mercury, Alvin Lee, Bob Hite, Bon Scott, Richard Wright y, por supuesto, Frank Zappa y los ex Beatles John Lennon y George Harrison.
  En 2014, fueron varios los grandes músicos sesenteros que partieron: JJ Cale, Bobby Womack, Johnny Winter, Ian McLagan, Bobby Keys y, muy especialmente, dos superestrellas de la época: Jack Bruce y Joe Cocker.
  El de este último es el deceso más reciente, ya que acaeció apenas el 22 de diciembre. También fue uno de los más sentidos, quizá porque de quienes fallecieron el año pasado era el de mayor popularidad internacional.
  Cocker es un fiel representante de lo que fue el rock en los sesenta. El cenit de su carrera se dio entre 1969 –con su legendaria participación en el festival de Woodstock, en donde interpretó su genial versión de “With a Little Help from My Friends” de Lennon y McCartney– y 1971 –con la formación del multitudinario grupo Mad Dogs & Englishmen, al lado del cual realizó una gran gira que se vio coronada con la edición de un espléndido álbum doble y un estupendo largometraje. Tres años intensos, delirantes, míticos, en los que se vio rodeado por una troupée de músicos fantásticos como Leon Russell, Chris Stainton, Jim Price, Bobby Keys y dos decenas más, con el propio Joe Cocker como frontman.
  Lo anterior no quiere decir que no haya un antes y un después de aquel singularísimo momentum en la vida y la carrera de este nacido en la ciudad de Sheffield, Inglaterra, en 1944. De hecho, Cocker empezó en la música desde muy joven. Ya en 1963, a los diecinueve años, cuando se hacía llamar Vince Arnold y trataba de ser una versión británica de Elvis Presley, abrió una presentación de los Rolling Stones. No obstante, sería hasta 1966 que formaría a The Grease Band y dos años más tarde haría, con su gran amigo, el tecladista Chris Stainton, aquel arreglo soulero de la ya mencionada composición de los Beatles que lo llevaría al estrellato. Vino la grabación de sus dos primeros discos y luego la consagración en Woodstock y la fama mundial con sus Mad Dogs & Englishmen, producto de lo cual son otras grandes versiones (su muy afortunada especialidad) de canciones como “The Letter” (de los Box Tops), “Girl from the North Country” (de Bob Dylan), “Bird on the Wire” (de Leonard Cohen) y “Let’s Go Get Stoned” (de Ray Charles, su gran influencia como cantante), entre muchas otras.
  Más de cuatro décadas duraría aún su carrera, llena de altibajos pero casi siempre afortunada, hasta su reciente muerte, a los setenta años de edad. Su legado es grande, ya que su estilo de interpretar y de reinventar canciones ajenas para hacerlas suyas marcó una época. Jamás se le olvidará.

(Publicado este mes en la revista Nexos No. 4XX)