lunes, 31 de diciembre de 2018

2018, un abierto balance personal y político

Se fue 2018. Vaya año. Muy difícil en lo personal, muy complicado en lo nacional. Cada 31 de diciembre me hago la misma pregunta: ¿cómo estará todo para el próximo fin de año? Aunque en otras ocasiones solía haber algunos cambios, no eran tantos como sucedió en este. Hace doce meses ni en el peor de mis malos sueños habría imaginado lo que ha sucedido en 2018 y la inesperada situación en la que me encuentro hoy como persona y en la que se encuentra México como país.
   En lo personal, luego de ocho meses más o menos normales, en agosto sobrevino la fatal llamada telefónica en la que se me comunicó (ni siquiera lo hicieron personalmente) que después de 18 años de colaborar en Milenio, quedaba fuera del periódico. Así nada más. Sin la menor consideración, sin el mínimo agradecimiento y, por supuesto, sin liquidación económica alguna. Fue para mí un golpe durísimo que marcó mi año de manera indeleble y que me dolió no sólo en el bolsillo sino también en lo sentimental, porque realmente amaba trabajar en ese diario. Como lo marcó otro cambio radical: el de mi mudanza a Tlalpan. Después de 18 años (sí, coincidentemente los mismos que estuve en Milenio) de habitar en el apartamento rentado de la colonia Ciudad de los Deportes, donde viví tantas cosas buenas (la mayor parte) y malas (pocas, pero importantes), debí dejarlo por cuestiones familiares. Hay que decir que esta decisión ya estaba tomada antes de mi despido de Milenio, por lo que este último hecho nada tuvo que ver con la mudanza a la casa de mi madre, donde estoy viviendo desde el 14 de septiembre. Hoy día, me hago cargo de mi mamá, a sus 97 años, y me he adaptado bien a la nueva vida (yo que solía dormirme a las cinco o seis de la mañana todos los días, ahora tengo que levantarme a las ocho para darle de desayunar a mi progenitora). Ciertamente, estoy bastante más lejos de donde vive la gran mayoría de mis amistades (sobre todo mis amigas más entrañables), pero habito una casa un poco más amplia y dejé de pagar renta. Unas cosas por otras. Espero terminar de adaptarme a lo largo del año próximo. Después de todo, se trata de regresar a mi terruño, a mi Tlalpan amado, aunque hoy sea tan distinto al que dejé hace casi dos décadas.
   Esos fueron los dos cambios fuertes y radicales que tuve este año en lo personal. Por fortuna conservo mi trabajo como coordinador del sitio de música de la revista Nexos y han ido saliendo algunas otras oportunidades, aunque todavía no logro reponerme del todo del golpe económico que implicó mi salida de Milenio.
   De lo bueno, está lo de mi disco que a pesar de ir lento va seguro y está quedando más que bien, gracias a Iris Bringas y Jehová Villa Monroy, mis productores y benefactores, y a todos los músicos que se han seguido incorporando al proyecto en diferentes canciones. Espero que en 2019 aparezca al fin. También tuve el gran honor de colaborar con un texto en "Un hombre libre", el libro homenaje a Luis González de Alba que coordinó el buen Rogelio Villarreal.
   En lo familiar, todo bien con mis hijos, mis hermanas, mi madre y mi gente más próxima. Todos ellos están bien y gozan de cabal salud, al igual que mis amigas más cercanas, de la mayoría de las cuales conservo la amistad y el amor que nos une. No diré nombres, pero hay cuatro o cinco de ellas que se han vuelto todavía más entrañables de lo que ya eran para mí. Sólo una me decepcionó un poco, pero la conocí apenas hace unos meses y no es de mis amigas de siempre. Apuntaba a convertirse en una persona importante en mi vida, una hermosa amistad, pero se atravesó un patanesco galancillo de esos que abundan, un junior hipster y fantoche (y para colmo vegano) que la alejó de mí. En fin, el tiempo dirá si vuelvo a verla. Hice nuevos amigos y algunos que se decían mis amigos me mantienen borrado por cuestiones ideológicas.
   En cuanto a México… Bueno, todos lo estamos viviendo. Hubo elecciones federales, Andrés Manuel López Obrador finalmente se hizo de la presidencia de la república y en su primer mes de gobierno hemos ido de un absurdo a otro con una velocidad delirante. Nada hay hasta ahora que permita pensar en que será un buen sexenio. Todo lo contrario. Las decisiones que ha ido tomando el nuevo gobierno, apoyado en su predominio en las dos cámaras legislativas, auguran años oscuros y ominosos. Es cada vez más claro que los de Morena no saben gobernar y que la responsabilidad del Estado les está quedando demasiado grande. En mi columna “Cámara húngara” que sigo escribiendo por ahora, desde mi blog El rojo y el negro, he estado hablando al respecto y lo seguiré haciendo.
  La costumbre en esta fecha es desear a todos un muy feliz nuevo año y así quisiera hacerlo, aunque los signos apunten en sentido contrario. Ojalá estos chivos en cristalería no arruinen la economía, ojalá no conviertan al país en un Estado militarizado y represivo en el que la libertad de expresión quede conculcada. Las señales son oprobiosas. La vocación dictatorial de quien se niega a asumir la presidencia y quiere continuar como jefe de un movimiento enloquecido y lleno de fanáticos no muestra deseos de cambiar para bien. Ni siquiera existe margen para otorgarle el beneficio de la duda. De hecho, algunos que votaron por la llamada Cuarta Transformación ya están arrepentidos y el número crece. Claro que hay muchos fieles todavía, pero estoy cierto de que se irán decepcionando a pasos acelerados. Con todo, será interesante observar el transcurso de los hechos durante los doce meses que vienen.
   2019 es todo un reto. Tendremos que asumirlo de esa manera en todos los sentidos. No nos queda de otra.
   Sólo espero que el próximo 31 de diciembre no estemos hablando de un país derruido. Oj-Alá, como dirían los musulmanes.

domingo, 30 de diciembre de 2018

El affaire Fainchtein

Cuando hace unos diez días vi en Netflix la mitad de la película Roma de Alfonso Cuaron, escribí en Twitter lo siguiente: "Gran duda existencial: ¿la Roma de Cuarón que están pasando en Netflix es la misma que proyectaron en diferentes salas antes del día 14 y de la que todos coincidían que era una obra maestra y la mejor película mexicana de todos los tiempos? Algo me dice que nos la cambiaron".
  Una cosa que me llamó la atención fue que la supervisión musical del filme estuviese a cargo de Lynn Fainchstein, quien aparece haciendo lo mismo en numerosas películas y series mexicanas, lo cual me llevó a reflexionar sobre la monopolización que ejerce y si no existirán otras personas con los conocimientos musicales suficientes como para que puedan hacer lo mismo.
  Hace un par de días, recordaba esto y se me ocurrió subir a mi Facebook el siguiente comentario, evidentemente irónico: "Una duda: ¿en la Ley Federal Cinematográfica hay algún artículo o alguna cláusula que obligue a que en todas las películas mexicanas la supervisión musical tenga que estar a cargo de Lynn Fainchtein? Sí, en Roma también está (en la de Cuarón, no en la de Fellini)".
  Como tengo ligado mi FB con mi Twitter, el comentario se convirtió en tuit y no faltó alguien que quiso amarrar navajas y se lo hizo llegar a la propia Fainchstein, quien sobrerreaccionó furibunda y me bloqueó, no sin antes escribir un par de tuits ("No fuera un hombre porque lo aplaudirías" y "No, Hugo, no hay ley, hay mérito, pero eso tú no lo conoces"). No sé si después de esos habrá escrito otros.
  De inmediato se desató la tormenta y el escándalo se propagó como incendio en hojas secas. Llovieron las opiniones en defensa de Lynn (de Rulo y de Dominique Peralta, por ejemplo) y también las que estaban de acuerdo con mi comentario. La cosa duró todo el fin de semana y todavía hoy me siguen apoyando o insultando (de frustrado, mediocre y envidioso no me bajaron algunos y algunas).
  Lo que me queda de todo esto es el asombro por la manera como un comentario que nada tenía de ofensivo y sólo expresaba una inquietud pudo desatar semejante indignación y cómo un personaje como Lynn Fainchtein respondió de manera tan visceral y haciendo uso de un feminismo delirante y trasnochado. Es decir, ¿qué tiene que ver lo que escribí con que ella sea o no mujer? Nada en absoluto. Más bien, lo que esto refleja es un sexismo al revés que ve en el hombre a un enemigo y cree que todo tiene un trasfondo "de género". Una ridiculez total.
  Imagino que en el fondo y sin proponérmelo, logré tocar alguna fibra íntima de esta persona que la hizo sentirse insegura y vulnerable. No lo sé, sólo son suposiciones mías.
  Lo que sí es cierto es que desde hace varios años existe una pequeña mafia que controla la difusión de la música en nuestro país y muy especialmente en la Ciudad de México. Gente que surgió de radiodifusoras como Rock 101 y Radioactivo o de algunas compañías disqueras y que son quienes dictan lo que se debe escuchar y lo que no se debe escuchar en los medios y los festivales. Habría que ahondar periodísticamente en el asunto.

Coda: Todo este affaire me sirvió para alimentar el ego: no pensé que mi opinión todavía pesara tanto. ¡Gracias totales!

sábado, 29 de diciembre de 2018

Cámara húngara: De mezquinos, canallas y neofascistas

Si el presidente López Obrador cumple su promesa de dar una conferencia de prensa mañanera de lunes a viernes a lo largo de todo su mandato, quiere decir que en números redondos serán cinco por semana, veinte al mes, 240 al año, 1440 en todo el sexenio. Demasiadas, a mi modo de ver. ¿La soportarán quienes las escuchan? ¿Las aguantarán los periodistas que las cubren? ¿Podrán con ellas el propio AMLO y hasta sus más fanáticos seguidores?
  Peor aún: ¿seguirá el tabasqueño con su incontinencia verbal, la cual ya lo ha metido en varios problemas cuando apenas está por cumplir su primer mes en la silla voladora? Lo más seguro es que sí: que continuará sin medirse y sin que uno solo de sus próximos se atreva a decirle que tendría que moderarse y pensar más las cosas, preparar lo que va a decir y no dejarse llevar por la evidente improvisación que, dependiendo de su bipolar estado de ánimo, lo mismo lo hace insultar a sus críticos y adversarios que lanzar mensajes amorosos que rayan en una cursilería de tintes sacerdotales. Nadie se lo dirá. Tienen miedo a contradecirlo. Me quedo corto: le tienen terror. Un terror cercano a lo irracional.
  Neofascistas mezquinos llamó a quienes en las redes sociales (que han pasado de benditas a malditas por decreto oficial) lo hicieron responsable de las muertes de la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso, y de su esposo, el senador panista Rafael Moreno Valle. Acusación injusta, es verdad, tan injusta como lo fue la que durante años adjudicó al presidente Enrique Peña Nieto la responsabilidad de la muerte de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa y de la que siguen sacando raja política muchos notorios morenistas.
  De neofascistas y mezquinos calificó pues López Obrador a quienes lo atacaron en las redes, aunque al día siguiente rectificó y retiró lo de mezquinos…, para llamarlos canallas.
  ¿Cómo acabar con la polarización si esta se fomenta un día sí y otro también desde las palabras mismas del presidente de la república? Porque de inmediato, sus más fieles y enceguecidos seguidores se dieron a la tarea de empezar a usar, calcados, los tres descalificativos proferidos por su líder, el mismo de quien un agudo tuitero apuntó que cuando era candidato quería ser presidente y ahora que es presidente quiere ser candidato.
  Manes de la delirante cuarta transformación.

viernes, 28 de diciembre de 2018

27 años sin Johnny

Otro día de los Santos Inocentes, otro día de recordar la fecha en que mi amadísimo padre, don Juan García Ayala, partió de este mundo, el 28 de diciembre de 1991. Extraño a Johnny, como le decían todos quienes lo querían. Pero lo sigo sintiendo cerca, muy cerca. Todos los días tenemos contacto y nos hablamos. Sé que me cuida y nos cuida a todos los que lo amamos.

jueves, 27 de diciembre de 2018

10 muy buenos discos de rock del 2018


Seamos realistas. 2018 no fue ni por asomo el mejor año para el rock. Opacado mediáticamente por la música pop sobreproducida y por el hip-hop con rasgos de lo que hoy se conoce como soul y rhythm ’n’ blues, el rock se ha refugiado en los discretos traspatios de lo indie y lo alternativo, con algunas leves aunque excelentes incursiones en el blues, el folk y el alt-country. No hubo nuevos álbumes que revolucionaran al género o que posean la calidad de clásicos intemporales. Hubo, eso sí, trabajos excelentes y de ellos hemos elegido una decena que ponemos a la consideración de nuestros lectores. El orden de la lista no es necesariamente jerárquico.

-Black Rebel Motorcycle Club. Wrong Creatures (Vagrant). Un brillante retorno a los orígenes del grupo. Luego de casi cinco años de ausencia discográfica (su larga duración Specter at the Feast data de 2013), B.R.M.C. regresó para reafianzarse en sus raíces, en ese fuego crepitante de su música primigenia, sólo que esta vez revestido por un sonido que algo tiene de ominoso. En una época en la que el rock más puro y auténtico parece perdido en un proceloso océano mercantilista y en un culto por las súper producciones ostentosas pero vacuas, elefantiásicas pero carentes de sustancia y de alma, la música de Black Rebel Motorcycle Club tiene mucho de refrescante, a pesar de su densa oscuridad... o quizá precisamente por ella.

-MGMT. Little Dark Age (Columbia). La propuesta de este proyecto musical originario de Coneccticut, conocido también como The Management, basada en el electro pop de los años ochenta, con el añadido de ciertos elementos de neopsicodelia y letras plenas de humor e inteligencia, volvió a brillar a plenitud con este su sexto opus discográfico. Little Dark Age viene a refrendar la calidad artística de Ben Goldwasser y Andrew Van Wyngarden, quienes hicieron un álbum esplendoroso y lleno de motivos para disfrutar (en especial si se escucha a todo volumen).

-The Decemberists. I’ll Be Your Girl (Capitol). A pesar de no ser una agrupación mainstream o dedicada a complacer los gustos masivos, el sofisticado y fino sonido de The Decemberists ha logrado trascender hasta convertirlo en una agrupación de culto. I’ll Be Your Girl es un álbum ligeramente distinto a los siete anteriores de este quinteto de Portland,  liderado por Colin Meloy, en el sentido de que por primera vez ha añadido en algunas canciones algo antes tan poco usual para ellos como los sintetizadores. Podría parecer una locura, dado el estilo digamos tradicional del grupo, pero gracias a los buenos oficios de su nuevo productor, John Congleton, todo el disco suena de manera espléndida.

-Jack White. Boarding House Reach (Third Man Records). Un álbum desconcertante, una obra que apuesta por la experimentación más ecléctica, con elementos del avant-garde y la electrónica, del hip-hop y el jazz-funk psicodélico, un disco muy distinto a los anteriores de White como solista, en los que lo que predominaba eran los sonidos provenientes del blues, el country, el folk y en general la música estadounidense de raíces. Esta vez, los sintetizadores y las múltiples posibilidades que brinda el estudio de grabación han sustituido en buena parte a las guitarras del músico, a sus pianos retro o a sus baterías clásicas. Una propuesta no sólo osada sino muy interesante y propositiva.

Janelle Monáe. Dirty Computer (Bad Boy). Al lado de sus fieles aliados musicales, The Wondaland, Monáe nos entrega una grabación impecablemente producida, pero alejada de cualquier frialdad tecnológica. Muchas de sus fantasías son transformadas en composiciones de una riqueza fastuosa. Color y calor. Sensibilidad e inteligencia. Pasión y ternura. Todo eso existe en este brillante trabajo que demuestra que el calificativo de genial encaja sin problema con la obra de esta joven cantante y autora de 32 años. No es exactamente rock and roll, pero nos gusta.

-Ry Cooder. Prodigal Son (Fantasy). Un trabajo literalmente prodigioso, la prueba fehaciente de que dentro de una industria tan mediatizada como la discográfica se pueden seguir haciendo grandes trabajos musicales, plenos de autenticidad y emociones reales. Un disco que abreva de las raíces de la música estadounidense y lo hace con pasión, buen gusto y hasta un toque de sentido del humor. Ry Cooder sigue siendo un grande.

-Snow Patrol. Wildness (Republic). Siete años transcurrieron desde que Snow Patrol grabara su anterior disco, Fallen Empires, y este largo periodo se debió a los fuertes problemas de depresión, aislamiento y bloqueo creativo de su líder, el músico escocés Gary Lightbody. Lo que vivió en ese largo septenio, debido a sus padecimientos, se ve reflejado en las letras y en la música de Wildness, una obra llena de intensidad y hondura, de tristeza, pero también de esperanza. El álbum transcurre lleno de emociones, con esa sensibilidad y esa facilidad para las melodías entrañables que caracteriza al rock de Escocia y al melancólico estilo autoral del propio Lightbody. Una joya.

-Boz Scaggs. Out of the Blues (Concord). Tercera parte de la espléndida trilogía iniciada con los álbumes Memphis (2013) y A Fool to Care (2015), Out of the Blues es la revelación de un Boz Scaggs ajeno al blue-eyed soul y entregado plenamente a las raíces negras de la música popular estadounidense, un trabajo en el que se hace acompañar por grandes músicos (como el legendario Jim Keltner en la batería o el enorme guitarrista Charlie Sexton), lo cual le otorga una autenticidad sin mácula que se complementa con una forma de cantar cruda, sincera y sin efectos. A sus 74 años, Scaggs conserva su gran voz casi intacta, lo que podemos comprobar en uno de los mejores discos de su larga carrera.

-Dirty Projectors. Lamp Lit Prose (Domino). Una obra compleja y hermosa que desde la primera canción (la bellísima “Right Now”) habla de cambios. De cambios sobre todo personales, como los que tuvo que obligarse a tener Dave Longstreth (él es, básicamente, Dirty Projectors) luego de pasar por una serie de rompimientos amorosos y depresiones emocionales. Hay temas fantásticos y si bien el estilo de las composiciones de Longstreth no es fácil de asimilar a la primera escucha, quien esté dispuesto a abrirse y asimilar poco a poco su sonido terminará por enamorarse de esta música deliciosamente bizarra.

-La Barranca. Lo eterno. No es por discriminación que haya dejado este disco al final de la lista. Todo lo contrario. Lo hice para destacarlo y porque, a mi modo de ver, La Barranca es el único grupo mexicano capaz de situarse a la altura de cualquier proyecto internacional, incluidos los del rock anglosajón. Lo eterno es un trabajo impactante, con canciones que pueden contarse entre las mejores que ha escrito José Manuel Aguilera, quien como siempre se ha rodeado por un grupo de músicos virtuosos. Esta colección de once temas nos mete de lleno en las atmósferas al mismo tiempo oscuras y luminosas a las que nos tiene acostumbrados Aguilera, pero adentrándonos en territorios que desconocíamos y que nos llevan a viajar por parajes mágicos y misteriosos.

(Lista que hice originalmente para "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos, y que se publicó en estos días).

miércoles, 26 de diciembre de 2018

El destierro

Terminé de leer el cuarto tomo de los cinco que constituyen la espléndida autobiografía de Arthur Koestler, editada por Alianza Editorial y Emecé Editores en 1974. El destierro es el titulo de este opus No. 4 y en el mismo, el autor narra el periodo de su vida que va de 1933 a 1936, es decir, desde su regreso de la Unión Soviética (de cuya estancia nos cuenta en el libro anterior, Euforia y utopía) hasta su partida a España para cubrir como periodista la guerra civil (y que habré de leer en el quinto y final volumen de la serie: La escritura invisible).
  En El destierro vivimos con Koestler su militancia en el Partido Comunista alemán, justo cuando en Alemania los nazis toman el poder y se aprestan a desatar la Segunda Guerra Mundial. En una Europa agitada y en crisis, Hitler empieza a convertirse en ese siniestro líder que todos conocemos, mientras que en la URSS Stalin se consolida como dictador y se llevan a cabo los terribles juicios de Moscú, en los que fueron ejecutados o deportados miles de rusos que habían sido compañeros del propio Stalin. Quizá para Arthur Koestler, en lo personal, este fue un periodo relativamente calmo y sin peligros, ya que su vida se desenvolvió principalmente en el medio cultural y periodístico de París, con breves estancias en Suiza y su natal Hungría. Aún seguía siendo un fiel comunista, aunque pronto empezaría a desengañarse, hasta romper con esa ideología.
  Sin embargo, el escritor sabe retratar y diseccionar la incubación del huevo de la serpiente, algo que los dirigentes occidentales de Europa no pudieron ver en su momento y esa ceguera llevó al surgimiento del poderoso Estado nazi y todo el desastre que provocó.
  Un libro estupendo, como los tres anteriores.

 

martes, 25 de diciembre de 2018

Black Tie White Noise

El proceso de recuperación de David Bowie, luego de su periodo cuasi discotequero, prosiguió con este disco, grabado seis años después de Never Let Me Down. Una ausencia demasiado prolongada sin lugar a dudas.
  El sólo anuncio, en 1993, de la aparición de un nuevo álbum del artista despertó toda clase de espectativas, muchas de las cuales quedaron frustradas; pero no del todo, ya que Black Tie White Noise fue, a pesar de todas sus falencias, un pequeño paso adelante.
  La obra significó entre otras cosas el reencuentro entre dos viejos camaradas: el propio Bowie y el guitarrista Mick Ronson, aunque poner a éste al lado del productor Nile Rodgers resultaba cuando menos extraño. Inspirado en su reciente matrimonio con la supermodelo Iman, un feliz David presentó en este nuevo trabajo una propuesta que seguía coqueteando con la música dance, aunque con una mayor profundidad creativa.
  Entre los temas hay dos covers, uno de Scott Walker y otro de Morrisey, mientras que de las composiciones de Bowie destacan “The Wedding” (con obvia dedicatoria), “You’ve Been Around”, “Black Tie White Noise” y muy especialmente la magnífica “Jump They Say”.
  Un disco de transición hacia las mucho más importantes obras que produciría en adelante.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)

lunes, 24 de diciembre de 2018

Nochebuena y Navidad tlalpeñas

De hecho, siempre paso la Nochebuena y me toca la entrada de la Navidad en Tlalpan y esta vez no fue la excepción, todo lo contrario. Como ya es una tradición, cené en casa de Rosa con mi familia Hellion y todo estuvo, como siempre, muy rico y muy agradable. Antes habíamos estado mis hijos, mis hermanas y mis sobrinos con mi mamá, como también es ya un hábito. La gran diferencia fue que ahora no hube de venir desde la colonia Ciudad de los Deportes, como hice durante los más recientes dieciocho años, sino que sólo caminé unos metros, desde mi ahora casa, hasta la de Rosa y en la noche ya no tuve que preocuparme por conseguir un aventón o un taxi. Así habrá de ser de hoy en adelante.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Cámara húngara: AMLO nunca será presidente de México

No lo será, porque no está dispuesto a serlo. Porque no le interesa. Porque quiere seguir en campaña y continuar siendo el líder de una facción, la de sus fieles, la de sus incondicionales, la de sus fanáticos que todo le aceptan, todo le aplauden y todo le justifican.
  Aunque en su primero discurso como Presidente electo, la noche del 1 de julio, habló de reconciliación y de ser el Presidente de todos los mexicanos, apenas se trasladó al Zócalo, cambió el sentido de sus palabras al hablar frente a los suyos. Lo mismo sucedió con sus discursos del 1 de diciembre: nada de gobernar para el total de quienes vivimos en México. Para él sigue habiendo adversarios y traidores. Lo que menos le interesa es la reconciliación, porque lo que exige es sumisión.
  Sumisión como la que día con día han mostrado todos sus subalternos, no sólo desde el poder Ejecutivo, sino también desde el Legislativo. Ahí están personajes como Martí Batres, Ricardo Monreal y Mario Delgado, como fieles lacayos encargados de realizar todo el trabajo sucio en este pandemónium en que se han convertido las primeras tres semanas (¡válgame, apenas tres!) del gobierno de la llamada, con toda cursilería, la 4T.
  Hay en Palacio Nacional un hombre que se niega a ser Presidente. No le acomoda. Le sienta mejor mantenerse como el candidato sempiterno. La política como el arte de la negociación no sólo no le interesa, le repugna. Cree que dialogar con el contrario es transar y prefiere descalificarlo, insultarlo, aplastarlo. Moralmente por ahora. Más adelante, no sabemos.
  Maniqueo y esquemático, divide al país entre el pueblo bueno y los malditos conservadores. Apoyado en los 30 millones de votos que lo llevaron a la silla, piensa que eso le da patente de corzo para hacer y deshacer a su capricho y su antojo. Por eso la cancelación del aeropuerto internacional de la Ciudad de México en Texcoco, a pesar del alto costo económico y financiero que sangrará al país.  Por eso la imposición de Santa Lucía o de su proyecto consentido, el Tren Maya, echado a andar con la delirante aprobación de la Madre Tierra y sin estudios económicos o de impacto ambiental. Por eso también el cambio radical, de los epítetos contra las fuerzas armadas durante la campaña electoral, a la súbita entrega de la Guardia Nacional al mando castrense, sin que se sepa bien a bien qué fue lo que pasó para que de pronto se mostrara tan solícito con el Ejército y la Marina. Pero la militarización va.
  ¿Se convertirá Andrés Manuel López Obrador algún día en un verdadero Presidente de la República? Parece poco probable. Cerca de tres lustros como candidato lo marcaron y no quiere abandonar su papel como líder de masas. El rol que mejor sabe representar, en el que se siente más a sus anchas.
  Tres semanas tan sólo…

viernes, 21 de diciembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (91)

Ozzy Osbourne cuenta una historia muy divertida que tiene que ver con una alberca y el consumo de cocaína en los años ochenta. Narra el cantante que cierto día, mientras estaba tomando el sol a un lado de la piscina de un hotel de Los Ángeles, se le ocurrió ofrecerle una probadita de polvo blanco al hombre que estaba recostado en la tumbona de al lado. La respuesta del sujeto fue seca y resonó en los oídos de Ozzy como un disparo junto a su oreja: "No gracias, trabajo para el gobierno; estoy en  el escuadrón antidrogas". El músico empalideció y se volvió para mirar aterrado a su interlocutor, quien soltó la carcajada y le dijo: "¿Ya no te acuerdas de mí? ¡Soy el tipo que te consiguió la coca!".

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Un depto de menos de dos mil pesos

Esta es de la 4T y es retequé bonita: Irma Sandoval, flamante secretaria de la Función Pública (y esposa de John Ackerman), fue denunciada por el diario Reforma por no haber hecho pública su declaración patrimonial. Furiosa, despotricó contra el periódico, dijo que era falso y finalmente publicó su declaración de bienes. En ella, subida este martes, Sandoval declara como operación la venta de tres departamentos y dos casas, de las cuales no reporta su valor, así como la incorporación de una vivienda en la que asentó que tiene un valor de... ¡mil 752 pesos mexicanos! Una casa de menos de dos mil pesos. ¿Dónde las venden? Yo quiero una.

martes, 18 de diciembre de 2018

Aladdin Sane

Aladdin Sane (1973) tuvo la mala fortuna de ser el disco que siguió a Ziggy Stardust. La sombra de la obra monumental y el que muchos lo hayan considerado como un sucedáneo de ésta hizo que viera disminuidas sus posibilidades de ser un clásico. Sin embargo, se trata de un gran disco, un trabajo gozosamente rocanrolero, con temas espléndidos y una libertad y un disfrute por tocar que se nota en cada interpretación.
  Gracias al piano cuasi jazzero de Mick Garson, los arreglos adquieren un toque elegante y en ciertos momentos incluso naïve. Bowie se siente a plenitud lo mismo en las canciones más rítmicas –como la rollingstoniana “Watch That Man”, su versión a “Let’s Spend the Night Together” (precisamente de los Rolling Stones) y la deliciosa y yardbirdiana “The Jean Genie”– que en las de beat más acompasado –notoriamente la fascinante “Aladdin Sane” (con ese piano, con esa guitarra, con esa voz etérea) y la divina y decadente “Time”.
  Pero hay otras igualmente atrapantes, como el hermoso doo wop “Drive-In Saturday”, la festiva “The Prettiest Star”, la multiclimática “Panic in Detroit” o la hipnóticamente glam “Cracked Actor”.
  ¿Qué no es un disco cohesivo? ¿Qué se trata de una mera colección de canciones? Bueno, tal vez sí. ¿Y qué?

(Reseña que escribí para el Especial No. 10 de La Mosca en la Pared, publicado en abril de 2004)

lunes, 17 de diciembre de 2018

Nos la cambiaron

Gran duda existencial: ¿la Roma de Cuarón que están pasando en Netflix es la misma que proyectaron en diferentes salas antes del día 14 y de la que todos coincidían que era una obra maestra y la mejor película mexicana de todos los tiempos? Algo me dice que nos la cambiaron.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Bendito aislamiento

Hace poco, una bella y muy querida amiga mía me dijo, con la mejor de las intenciones, que estaba preocupada por mí, porque creía que mis opiniones políticas terminarían por aislarme. Pero, ¿aislarme de quiénes? Entonces me puse a pensar de cuáles personas está alejado mi pensamiento político y de cuáles está próximo. Me siento próximo de Luis González de Alba (q.e.p.d.), Roger Bartra, Héctor Aguilar Camín, Guillermo Sheridan, José Woldenberg, Rafael Pérez Gay, Héctor de Mauleón, Enrique Krauze, Ciro Gómez Leyva, Raúl Trejo Delarbre, Federico Reyes Heroles, Jesús Silva Hérzog Márquez, María Amparo Casar, Roman Revueltas, Rubén Cortés, Julio Patán, Macario Schettino, Sergio Zurita, Valeria Moy, José Antonio Crespo, Leonardo Curzio, Gustavo Hirales, Rogelio Villarreal, Ricardo Cayuela y un largo etcétera. En cambio, me siento aislado (y mucho, por fortuna) de John Ackerman, Paco Ignacio Taibo II, Epigmenio Ibarra, Julio Astillero, Jenaro Villamil, Fabrizio Mejía, Jesús Robles Maloof, Lorenzo Meyer, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña, Dolores Padierna, Carmen Aristegui, Sanjuana Martínez, Luis Hernández N., Gibran Ramírez, Abraham Mendieta, Hernán Gómez, Antonio Helguera, El Fisgón y de algunos amigos y ex amigos que por buen gusto no voy a mencionar… En fin.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Cámara húngara: El apóstol de la antidemocracia

Desde la escuela primaria se nos dijo que Francisco I. Madero debía ser considerado como El Apóstol de la Democracia (así, con mayúsculas) y como el creador de la frase (durante tantos años usufructuada por el PRI) “Sufragio efectivo, no reelección”. Los matices y claroscuros de su participación en la historia de México no se nos enseñaban; pero bueno, hasta ahí todo bien, por más esquemático que resulte.
  Hoy día, en el emblema del nuevo gobierno aparece la efigie del propio Madero, al lado de las de Benito Juárez, Miguel Hidalgo, José María Morelos y Lázaro Cárdenas. Estas figuras broncíneas indicarían que dicho gobierno apuesta por la democracia y, por supuesto, éste así lo proclama, aunque los hechos están demostrando que, a dos semanas de que Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de la República, la ruta va exactamente en sentido contrario, rumbo a la concentración del poder en manos de un solo hombre, es decir, hacia una antidemocracia idéntica a aquella contra la cual luchó, vaya paradoja, don Panchito Madero.
  Las evidencias son claras y provienen del propio Presidente y de los legisladores de Morena que controlan las dos Cámaras. Desde la imposición de los “superdelegados” estatales, hasta la centralización de las oficialías mayores, pasando por el fiscal a modo, los embates contra la Suprema Corte de Justicia, la cancelación de la Reforma Educativa, la inminente cancelación de la Reforma Energética, el cierre del aeropuerto de Texcoco, las consultas patito para validar proyectos sin bases técnicas (como el Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía o la construcción de seis refinerías), los primeros ataques contra periodistas críticos y el apapachamiento de los comunicadores y medios afines, la “Ley Taibo”, la ley que aumenta el número de delitos que ameritan prisión automática sin sentencia y por los cuales se puede encarcelar a personas haciendo caso omiso de su presunta inocencia (¿serán los futuros presos políticos del régimen?), el lanzamiento de buscapiés amenazadores (acabar con las comisiones bancarias, amagar con la desaparición de los poderes en los estados, sugerir que se irá contra las instituciones autónomas) y como cereza en el pastel, la creación de una Guardia Nacional controlada por los militares y encabezada por el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas: el Presidente de la República.
  Todo esto (y más) en tan sólo dos semanas. La prisa como política de gobierno (con las desastrosas consecuencias financieras que ya hemos visto y seguimos viendo). Una prisa que amenaza con desmontar los logros democráticos que a duras penas han sido construidos por la sociedad mexicana durante los más recientes 20 o 25 años.
  Esta no es una política de izquierda ni por asomo. ¿Qué tiene que ver, todo lo que están haciendo, con la lucha maderista por la democracia? ¿No se parece más al férreo porfirismo y al priismo duro, paternalista y controlador que sometió al país entre 1964 y 1982?
  Madero fue el apóstol de la democracia. Parece ser que ahora tenemos a otro apóstol, pero de la antidemocracia.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (90)

El vocalista de los Red Hot Chili Peppers, el hiperquinético (como todos sus compañeros) Anthony Kiedis, tuvo su primera experiencia sexual de manera muy temprana y muy, digamos, peculiar (por no decir otra cosa). Tenía tan sólo doce años, cuando su padre lo llevó al famoso bar The Rainbow Room, ubicado en Sunset Strip, en Los Ángeles, California. Ahí, su progenitor le ofreció a su propia novia de 18 años, una bella pelirroja llamada Kimberly, para que el pequeño Tony tuviera su iniciación y perdiera la virginidad. Pero no se piense que fue algo traumático y que el niño fue llevado ahí con engaños o por la fuerza. Todo lo contrario: fue el propio y precoz chiquillo quien se lo pidió a su papá y éste accedió a darle semejante gusto. Claro, todo de acuerdo con la solícita Kimberly.

jueves, 13 de diciembre de 2018

José Woldenberg: la política empieza por el lenguaje

Algún día se reconocerá en todo lo que vale la importante labor de José Woldenberg en pro de la democracia. Fue uno de los grandes impulsores del Instituto Federal Electoral, del cual fue Consejero Presidente de 1996 a 2003. Nacido en 1952 en la ciudad de Monterrey, actualmente es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y colaborador semanal del diario El Universal. Dirigió la revista Nexos entre 2004 y 2008 y ha escrito libros como Violencia y política, Memoria de la izquierda, Después de la transición y la novela El desencanto. En su cubículo de la FCPyS tuvo lugar la siguiente entrevista.

En una de sus más recientes columnas para el diario El Universal (“Lo inapreciable”, diciembre 4 de 2018), escribe usted la frase “Empieza un nuevo gobierno. No la historia”. El nuevo gobierno, sin embargo, parece creer exactamente lo contrario. ¿Cómo aprecia estas primeras semanas en la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador?
Yo creo que la política empieza por el lenguaje y una de las primeras cosas que vale la pena sopesar es el lenguaje que el nuevo gobierno esta utilizando. Parecería que hay una ruptura casi total con la historia reciente y eso me preocupa. Porque México sí tiene que romper con muchísimas cosas, pero creo que es un país que está a medio hacer y que mucho de lo que se ha hecho ha sido para bien. México construyó en los últimos años un sistema de partidos más o menos equilibrado, con elecciones competidas, órganos estatales autónomos como el INE, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el INAI. Todo eso redundó en una ampliación de las libertades, en un equilibrio de poderes, en una Presidencia más acotada que en el pasado. Esas son cosas que desde mi muy particular punto de vista no solamente hay que defender, sino que fortalecer. Si se quieren reformar, de acuerdo, pero a veces da la impresión de que todo eso que para para mí parece venturoso, se podría tirar al cesto de la basura. Por eso esa frase. Es decir: empieza un nuevo gobierno, pero tenemos una historia que hay que saber aquilatar.

De hecho, López Obrador aprovechó la existencia de esas instituciones para alcanzar la Presidencia.
Sí, López Obrador es presidente de México gracias a que el país cursó una auténtica transición democrática. Entre 1977 y 1997, el país fue capaz de transitar de un sistema de partido hegemónico a un sistema de partidos equilibrado, de un sistema de elecciones sin competencia a uno de elecciones competidas, de un mundo de representación monocolor a un mundo de representación plural. Hay mucha gente que dice que ese fue un cambio meramente electoral. Pero eso es no entender la centralidad de lo electoral; porque mientras eso pasaba, también se transformó la Presidencia que pasó de una Presidencia prácticamente omnipotente a una Presidencia acotada; de un Congreso subordinado al Presidente, a uno cuya mecánica se explica por la correlación de fuerzas. Incluso la Corte, que durante años fue algo cercano a un cero a la izquierda en lo político, empezó a tomar, por medio de las controversias constitucionales, un protagonismo que no había tenido. López Obrador es un usufructuario de esos cambios, de que en México existan elecciones limpias, equitativas, imparciales. Él, su partido y sus aliados fueron parte de esos cambios, pero también usufructuarios de los mismos. Ojalá lo pudieran apreciar.

Eso nos lleva al tema de las consultas ciudadanas. ¿Por qué alguien que se quejó del fraude realiza unas consultas que parecerían fraudulentas?
Esas consultas resultaron sumamente agresivas. En primer lugar, porque no son consultas. Las consultas están reguladas en la Constitución y estas se hicieron al margen de ella, aprovechando que quienes las hacían eran unos particulares que todavía no estaban en el gobierno. Pero incluso en sus términos, cercenaron de los posibles votantes a millones de mexicanos. En ese sentido, no se pueden llamar consultas. Tampoco son encuestas, porque las encuestas son muestras representativas. Ya profesores del CIDE han demostrado que la colocación de las casillas fue totalmente sesgada, es decir, donde más habían votado en julio por Morena. Tampoco se aplicó ninguno de los procedimientos que a lo largo de 30 años México ha ido construyendo en materia electoral, para dar garantías de certeza y de imparcialidad y, en ese sentido, fue casi un acto de fe, porque no hay manera de certificar. Pero incluso en sus términos, acabo votando el uno por ciento del padrón electoral. La Constitución dice que para que una consulta sea vinculante, debe participar por lo menos el 40 por ciento del padrón y por eso las consultas deben hacerse el día de la elección federal. Si vota el uno por ciento, es una consulta frente al espejo, a sabiendas de lo que el espejo le va a decir. Eso para no hablar de todas las consecuencias económicas y de imagen que está teniendo México ante el mundo, como en el caso de la consulta del aeropuerto.

¿Qué piensa de esa consulta en particular?
La voluntad es muy importante, pero tiene que estar acompañada de conocimiento y lo que me preocupa muchísimo es que hay un desprecio por el conocimiento especializado. Entonces, diferentes organizaciones que evalúan los aeropuertos, como organizaciones de pilotos y otras especializadas en aeronáutica, habían certificado a Texcoco. Pero no fue suficiente. Lo que temo es que como el triunfo del presidente de la República fue inobjetable, se piense que ese triunfo lo releva de actuar con conocimiento de causa y de darse cuenta de que en el escenario, además de él y los suyos, hay otros y que esos otros tienen intereses legítimos y que hay que saber procesar los asuntos. Creo que para eso no hay sensibilidad.

¿Qué opina del conflicto con la Suprema Corte de Justicia?
Es algo muy preocupante. Es preocupante que el debate sea en relación a los salarios, porque en términos de opinión pública es un terreno que puede estar muy orientado hacia el discurso gubernamental con todos sus prejuicios. Pero es más preocupante que algunos voceros del Poder Legislativo y el propio Presidente de la República hablen sin entender que la Corte tiene facultades para eso y para más y que tienen que convivir con ella. Ojalá en esa materia haya una reorientación, pues nada sería más preocupante que una tensión permanente entre el Poder Ejecutivo y el Judicial. Sobre todo porque después de muchos años, yo pienso que sí tenemos una Corte independiente. Una Corte que ha sido ariete en muchos asuntos en los que ha estado muy bien. Por ejemplo, en lo del matrimonio entre personas de un mismo sexo, los amparos en materia del uso lúdico de la marihuana, las controversias que se han dado entre algún congreso y algún gobernador, entre presidentes municipales y gobernadores; es decir, la Corte cada vez cumple más con sus tareas, porque el contexto de la Corte cambió. Durante muchos años, el árbitro informal de los conflictos políticos fue el presidente de la República: una vez que el presidente intervenía, se acababa el conflicto. Eso ya no fue posible por el tránsito democratizador. Entonces la Corte apareció como el referente para desahogar esos conflictos. Uno no puede aspirar a que en la vida política no existan conflictos, lo que se tiene que tener es una vía para desahogarlos. En ese sentido, la Corte ha estado jugando un papel muy bueno.

Hay quienes piensan que viene también un embate contra las instituciones autónomas.
Ojalá que no. Aunque algunos de los voceros más oficiosos del gobierno han incluso dicho que estos órganos autónomos del Estado fueron necesarios en una etapa, pero que ahora no. Eso es no comprender lo que significan los nuevos tiempos y los nuevos diseños estatales en el mundo. Hay un libro de Pierre Rosanvallon que creo que se ha leído poco en México por desgracia y que se llama La contrademocracia, en el que precisamente dice que en las nuevas democracias, donde  hay sembrada una enorme incredulidad por las instituciones públicas, se han generado instituciones estatales para inyectar confianza. Típicas de esas instituciones son el INE, la CNDH, el INAI, porque se parte de la idea de que es bueno que sean instituciones que no estén atadas al litigio político, sino por encima de éste, por lo menos conceptualmente.

Ya hablamos de los tres poderes, pero hay otro, el llamado cuarto poder, la prensa. ¿Están en riesgo la libertad de prensa y la libertad de expresión con el nuevo gobierno?
Una de las cosas que preocupan es el talante autoritario del nuevo presidente de la República. ¿Por qué digo autoritario? Porque no conozco una sola discusión en la que haya estado involucrado, en la que se tome el tiempo para escuchar los argumentos de quienes no coinciden con él. Nunca lo he oído decir: “Bueno, este argumento tiene algo de peso, hay que matizar”; es decir, entrar en un diálogo para ponderar lo que los actores dicen. Pero no. La reacción es descalificar por las supuestas intenciones e intereses que están detrás del que cuestiona. Ese es un resorte muy preocupante. Cuando una institución como la Corte, un partido político, un comentarista en radio y televisión o un periódico dan su punto de vista, me gustaría que se contestara a ese punto de vista. Pero no: se descalifica ad hominem a quien emite la opinión. Eso es muy preocupante en términos de libertad de expresión. Ahora, yo esperaría, dado lo que ya es México a estas alturas –somos un país muy diverso, plural, donde se han ejercido cada vez más las libertades–, que existan las reservas suficientes como para hacer contrapeso a esa pulsión. Tenemos medios, están las redes sociales, las organizaciones civiles, los partidos políticos, es decir, México es un país muy grande, muy complejo, en el que palpita la pluralidad todos los días y es algo que no se puede suprimir.

¿Se podría volver a un régimen de unidad nacional, al estilo priista, en el que todos debamos estar bajo una misma línea?
Se podría sólo bajo coacción. Mucha gente ya ha vivido esa experiencia de manera intensa, en sus hogares, en sus centros de trabajo, en sus sindicatos… La gente se reúne, discute y sabe que eso no cabe bajo el manto de una sola organización, de una sola ideología. Tenemos que acostumbrarnos a vivir en este concierto desafinado de voces.

¿Cómo explicar que quienes lucharon contra el viejo PRI y sus métodos de control ahora los quieran aplicar?
Me remito a Vladimir Nabokov y su libro que compila los cursos que dio sobre literatura rusa. Hay una parte que se refiere a la censura durante el régimen soviético y al hablar de quienes ejercían la autoridad, decía que muchos de ellos fueron perseguidos, estuvieron en cárceles, en el exilio, sufrieron por lo que escribieron o lo que dijeron, pero aun así, ellos pensaban que tenían la verdad en un puño y que el resto tenía que plegarse a esa verdad. Esa idea de que una persona, un grupo, un partido, un movimiento sea dueño de la verdad es lo más preocupante de todo.

Leí hace poco un texto de Javier Marías, en El País Semanal, en el que decía que están surgiendo líderes como Trump, Bolsonaro y otros en el mundo que viven de fomentar la polarización. ¿Cree que algo parecido está pasando en México?
No quisiera hacer analogías, pero el asunto de la polarización es algo que me llama la atención. Para bien, en México había una especie de código de entendimiento de que una vez que alguien llegaba a ser presidente municipal, gobernador o presidente de la República estaba obligado a hablar a nombre de todos. Era un tinte de civilidad. Es decir, la contienda electoral ya se produjo y ahora yo paso de ser parte de una facción a ser gobernante de todos y eso sí se está rompiendo. Ahora desde la propia Presidencia de la República se echa leña a la hoguera, se descalifica a voces, se descalifican instituciones y eso a lo mejor le puede convenir al presidente, pero no creo que le convenga al país. El país está obligado a forjar un ambiente de coexistencia entre su diversidad política y el presidente debería fomentarlo cuando menos retóricamente. Se entiende que hay intereses encontrados, pero desde la Presidencia se debería tomar nota de que existen diferentes maneras de ver la vida, de comprender la política, de que hay valores en conflicto y que todo eso es legítimo. El presidente debe entender que él tiene que ser el garante para que toda esa diversidad se exprese, se reproduzca y conviva de manera institucional y pacífica.

Usted ha sido siempre un propulsor de la democracia. Desde su punto de vista, ¿cree que puedan surgir contrapesos que defiendan la democracia en México?
Yo creo que los contrapesos ahí están. Debilitados en este momento, pero hay otros poderes constitucionales, otros partidos, organizaciones sociales, organizaciones autónomas del Estado, asociaciones civiles, grupos empresariales, medios de comunicación con márgenes de libertad mayor que en el pasado. Esa constelación está ahí. Ahora, ¿qué va a suceder con ella? Me voy a los extremos nada más para ilustrar: una sería que toda esa constelación que se construyó se venza, sea derrotada, lo que sería una pesadilla. La otra es que resista y ahí esté. Yo creo que va a haber muchos de estos sujetos y de estas instituciones que resistan y muchos que se plieguen. Hay una larga tradición en México de organizaciones y personas que se pliegan a lo que dice el presidente. Pero yo creo que esa va a ser una de las tensiones de los próximos años: qué tanto de lo construido se mantiene y se fortalece o qué tanto se debilita. De lo que sí estoy convencido es de que esta sociedad no puede tener una sola voz. No veo cómo. Me remontó a los años setenta, cuando entré a la Facultad de Ciencias Políticas y el Excelsior, Novedades y El Universal a cada rato tenían las ocho columnas idénticas. Dictadas, se decía entonces, por Gobernación. No quiero ni imaginar que eso vuelva, no lo creo posible. Porque quien haga eso, se va a desacreditar como medio.

¿Se está buscando entonces un renacimiento del presidencialismo a la vieja usanza?
Yo pienso que muchos en ese movimiento tienen incluso una añoranza por aquella época. Creo que imaginan que ese era un México más ordenado, más disciplinado, menos centrífugo. Pero quiero pensar que ese retorno es imposible. Esta sociedad ya no es aquella. México pasó  de ser un país agrario a un país urbano, más escolarizado, más industrializado, con un crecimiento de los servicios, con más contactos con el mundo, con una influencia muy fuerte de los fenómenos culturales universales. Todo eso construyó otro país y ese país no cabe bajo el manto de una sola ideología, una sola voz, una sola sensibilidad, un solo punto de vista. Me resulta impensable. Quiero creer que no estamos tan desvalidos. 

Hace algunas semanas escribió usted una columna intitulada “El catenaccio”, en alusión a aquel sistema futbolístico italiano que optaba por una defensiva a ultranza, y lo relacionaba con la necesidad de defender las conquistas democráticas con esa misma obstinación.
Yo creo que hay muchas cosas que hay que defender y conservar. Quiero que en México siga habiendo pluripartidismo. Que siga habiendo elecciones competidas. Que siga habiendo fenómenos de alternancia. Que sean la Constitución y las leyes las que regulen nuestras relaciones. Que la división de poderes se fortalezca. Que los órganos autónomos estén hoy y mañana, no solamente hoy. Es en ese sentido que hay que jugar al catennaccio. Colocar un candado para que eso que se construyó no sea desmontado y son la sociedad y sus organizaciones las que tienen que reaccionar al respecto.

Como reaccionaron recientemente en el caso de la Guardia Nacional.
En ese tema me llama la atención la reacción de muchas organizaciones civiles, muchas de ellas en un principio simpatizantes del nuevo gobierno. Pero una cosa es ser simpatizante y otra ser un porrista eterno. Este es un botón de muestra de que hay muchas agendas en el escenario actual. Porque en esa materia se ha dado una de las peores discusiones entre quienes ponen el acento en la seguridad y quienes lo ponen en los derechos humanos. Creo que hay que conjugar ambos temas. Una ley de ese tipo debería tener un periodo transitorio, de claro aterrizaje en que van a ser los policías y no los militares quienes al final tengan que ver con la delincuencia.

¿Qué significan en todo este entorno los 30 millones de votos que logró López Obrador?
Bueno, por López Obrador votó uno de cada dos mexicanos, el 53 por ciento, pero por los legisladores de Morena votó el 37 por ciento y de los cerca de mil 500 ayuntamientos en los que se votó, Morena obtuvo tan sólo el 20 por ciento de ellos. El 80 por ciento restante es de los otros partidos. Los datos están ahí, son públicos, pero casi nadie los menciona. Eso valdría la pena no olvidarlo, así como que ejercer el gobierno en circunstancias como las actuales erosiona el prestigio de manera tremenda.

Para finalizar, ¿cómo vislumbra al México del año 2024?
Voy a contestar con una evasiva, pero asumiendo que es una evasiva: creo que es mejor ser historiador que pitoniso, porque un pitoniso siempre corre el riesgo de equivocarse. Más bien pienso que hay que ir viendo el desarrollo de los acontecimientos de manera muy puntual, más que hacer predicciones.

(Entrevista mía, publicada este día en Hoy, la versión en español del diario estadounidense Los Angeles Times)

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Algunos apuntes al vuelo

(Ilustración de Paco Calderón)
–Habrá que reconocer un gran logro del nuevo gobierno a doce días de que asumió el poder: si el 1 de diciembre la sociedad mexicana estaba polarizada, hoy lo está al doble.

–Hernán Gómez, Gibrán Ramírez, Alberto Lujambio... ¿De dónde saca Morena a sus nuevos intelectuales de cuarta... transformación? Están de plano muy chafitas (aunque se sienten soñados).

–Grupo Radio Centro contrató a Carmen Aristegui, echó a Carlos Loret y ahora anuncia con bombos y platillos a su nueva adquisición: Julio Astillero. ¿Será el grupo radiofónico del régimen?

–Leo que en el concierto de Zoé de este viernes, en el Palacio de los Deportes, León Larregui habló al público sobre el nuevo presidente, a quien comparó con Quetzalcóatl y llamó (lo juro) "Nuestro Señor Andrés Manuel". ¿Síndrome del místico Muñoz Ledo o adelanto de lo que será el rockcito de la 4T?

–Dice Noam Chomsky en una entrevista para el diario "El País": "Mire la televisión y las portadas de los diarios. No hay más que Trump, Trump, Trump. Los medios han caído en la estrategia que ha diseñado Trump. Cada día les da un aliciente o una mentira para situarse él bajo los focos y ocupar el centro de atención". ¿Les recuerda a alguien? A mí sí, pero no me puedo acordar a quién. Chin.

–¿Juárez? No: ¡Atila!

–Presidencia da la noticia de que José María Riobóo sera el "asesor" de Lopez Obrador en el Tren Maya. ¡Me canso, ganso! ¿Capitalismo de cuates o cómo le dicen? Bueno, dejémoslo en corrupción de cuarta

martes, 11 de diciembre de 2018

Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band

La obra por antonomasia de los Beatles. ¿Sobrevalorada o considerada en su justa dimensión? Es difícil decirlo. Porque a treinta y tantos años de distancia, La Banda del Club de los Corazones Solitarios del Sargento Pimienta continúa tan fresco y vigente como cuando fue grabado.
  Tersa continuación de su antecesor, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) vale tanto por su intrínseca calidad artística como por su significado cultural y quizás incluso más por esto. El momento en el cual apareció provocó que el mundo entero se convulsionara y se revolucionara, creando un hito, un antes y un después cuyos efectos no terminan de asentarse hoy día. Como pieza estrictamente musical, puede decirse que a pesar de su fallida intención conceptualista es de todas maneras y por donde se le escuche, una obra maestra. Si Revolver fue el gran paso hacia la transformación de los Beatles en algo más que un simple grupo de rock, el Sgt. Pepper es la consolidación de ese paso y el ingreso del cuarteto al Olimpo de la historia de la música.
  Lo que en un principio quiso ser una especie de revista de variedades al mismo tiempo vodevilesca y psicodélica, jamás pudo cuajar como tal. Salvo la introductoria pieza homonima (más su reprise) y la subsiguiente “With a Little Help from My Friends”, cantada por Ringo Starr en su papel de Billy Shears, el resto del material no tiene relación entre sí y lo único que lo unifica a medias es el modo como las canciones van enlazadas, prácticamente sin espacios silenciosos entre una y otra. Resulta claro entonces que la idea original de Paul McCartney no se concretó (algo que le sucedería con otros proyectos posteriores, sobre todo con el álbum Let It Be). No obstante, el que a final de cuentas no haya sido un opus conceptual es lo de menos, ya que todas sus canciones son tan buenas que trascienden cualquier consideración al respecto.
  Hay aquí joyas exquisitas como “She’s Leaving Home”, un portento melódico que puede remitir incluso a la música de Felix Mendelsshon. O la esplendorosa “Lucy in the Sky with Diamonds” que tanta polemica causó por llevar supuestamente las iniciales LSD en su título, cuando en realidad –o eso juraba su autor, John Lennon– estaba inspirada en un dibujo de Julian, su pequeño hijo (aunque…, bueno…, a decir verdad, la letra es un alucine).
  Tan variado como Revolver, el Sgt. Pepper recorre una colorida paleta de estilos que va de la vodevilesca “When I’m Sixty Four” a la engañosamente optimista “Gettin Bettter”, de la irónica “I’m Fixing a Hole” a la irresitible “Lovely Rita”, sin olvidar la circense (en todos sentidos) y naïve “Being for the Benefit of Mr. Kite”, la hinduista y espléndida “Within You Without You” (única contribución de George Harrison al álbum) y la chispeante “Good Morning Good Morning”. Mención aparte merece la que sin duda es la mejor composición del disco: la impresionante “A Day in the Life”, concebida en su mayor parte por Lennon y un verdadero tour de force instrumental y letrístico –con el intermesso de McCartney incluido. De impecable construcción, con inteligentes y efectivas yuxtaposiciones rítmicas, armónicas y melódicas, con una orquestación que lleva a un gran clímax, “Un día en la vida” es la coda perfecta, la conclusión grandiosa y a la vez siniestra de una obra monumental que jamás cae en los excesos o la grandilocuencia.
  Por cierto, el famoso final-final, cuyo sostenutto de piano se mantiene durante cerca de un minuto, fue logrado en realidad por tres pianos, tocados por John, Paul, George y su ayudante (o roadie) Mal Evans.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 8 de La Mosca en la Pared, publicado en febrero de 2004)

lunes, 10 de diciembre de 2018

Apuntes para una historia crítica del rockcito (IV)

1963 y sobre todo 1964 fueron años muy importantes. A nivel internacional, por el surgimiento de los Beatles y la llamada Ola Inglesa. A nivel nacional, por el surgimiento de los grupos de la frontera norte, en especial de la ciudad de Tijuana, cuyo nivel musical superaba con amplitud al de los conjuntos defeños. Agrupaciones como Los Tijuana Five o la banda de Javier Bátiz realmente sabían tocar y lo demostraban sin problemas.
  Los gustos masivos cambiaban y la beatlemanía hizo que “los grandes años del rocanrol” nacional quedaran petrificados en la nostalgia, de golpe, por los siglos de los siglos. Los jóvenes de mediados de los sesenta ya no gustaban del rock primigenio nacido en Norteamérica. Se requería una mayor sofisticación, una mayor musicalidad (eso y no burdas y pésimas imitaciones de los Beatles con grupillos mexicanos como Los Liverpools o Los American Beatles (¡?).
  Claro que había nuevos conjuntos: Los Apson Boys (“Atrás de la raya”), Los Yaki (“Diablo con vestido azul”), Los Belmonts (“Amarrado”), Los Rocking Devils (“Hey Lupe”, “Perro lanudo”, “Chicharos dulces”), Los Hitters (“Un hombre respetable”) Los Johnny Jets (“La minifalda de Reynalda”) y un sinfín más, en su mayoría intelectualmente limitados, musicalmente patéticos y letrísticamente analfabetos. Desde entonces, los roqueritos mexicanos mostraban su infantilismo, su deseo de no abandonar la adolescencia (aunque algunos de ellos ya se acercaran a la treintena de años), su afán por permanecer “siempre jóvenes”, aunque por ser joven entendieran que debían pasársela jugando, echando relajo y declarando tonterías.
  Así fueron transcurriendo los años. 1964, 1965, 1966, 1967. Era el México de Gustavo Díaz Ordaz, un país que vivía la estabilidad económica del llamado desarrollo estabilizador (hoy rescatado por el nuevo presidente de México), un país aislado de los grandes cambios culturales que se daban en muchas otras partes del mundo. Éramos como una isla, ajena a las influencias “extranjerizantes” (Díaz Ordaz dixit) que podían afectar, contaminar, a las sagradas tradiciones de La Gran Familia Mexicana (así, con mayúsculas). El régimen de la Revolución Mexicana (así, también con mayúsculas) era uno de los más contrarrevolucionarios del orbe. Se vivía una paz ficticia, muy por el estilo de la paz porfiriana: la paz priista, basada en buena parte en la represión selectiva de todo aquel elemento que tratara de transformar al establishment. Esto se reflejó durante largo tiempo en el rock que padecíamos y que era socialmente aceptado.
  Sin embargo, muy por debajo del agua la corriente del cambio se filtraba y llegaba a muchos jóvenes. Por el lado político estaba la influencia de la revolución cubana, la guerra de Vietnam y los movimientos contraculturales y de protesta en los Estados Unidos. Por el lado de la cultura y el arte y más específicamente del rock, la gran revolución había llegado a nuestro continente desde Inglaterra, había germinado en nuestro vecino país del norte y sus influjos arribaban de una u otras manera a territorio azteca. Los Beatles, los Rolling Stones, los Kinks, los Who, los Doors, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jefferson Airplane, Bob Dylan, Frank Zappa. El rock mundial llegaba a una madurez inusitada que nada tenía que ver con los años inocuos del pasado reciente. ¿Cómo se reflejó esto en el rock que se hacía en México?
  Lo veremos en nuestra próxima entrega.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Plumas de caballo" del sitio Juguete Rabioso)

sábado, 8 de diciembre de 2018

AMLO y la militarización

A lo largo de su campaña en pos de la presidencia, una de las cosas que caracterizaron a Andrés Manuel López Obrador fue su crítica y hasta sus insultos contra el Ejército y la Marina de México. Varias veces llegó a acusarlos de asesinos y corruptos y cuando ganó las elecciones de julio pasado, se preveía una relación tensa y difícil entre el entonces presidente electo y las fuerzas armadas. Más aún cuando el tabasqueño había anunciado la creación de la Guardia Nacional, a la cabeza de la cual estaría un civil, el secretario de Seguridad Alfonso Durazo.
  El conflicto sin embargo no escaló y hoy todo parece indicar que la relación del presidente de la república con los militares es tersa y estrecha. ¿A qué se debió este cambio?
  A fines de octubre pasado, López Obrador se reunió a puerta cerrada con el todavía secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos. ¿De qué se habló en esa reunión? ¿Qué les dijo el hoy mandatario a los militares y, sobre todo, qué le dijeron éstos a él?
  Muy poco se ha hablado al respecto. Sin embargo, el 25 de noviembre se dio un inédito y sorprendente acto en el Campo Militar No. 1, en el que el aún presidente electo habló ante personal del Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea, la Policía Militar y los Guardias Presidenciales. Ahí les pidió que se integraran a la Guardia Nacional, la cual poco después fue puesta en manos de los propios militares y ya no en las del secretario Durazo.
  Con ello, al parecer se limaron las asperezas y se logró el apoyo militar que requería el nuevo gobierno. Sin embargo, muchas organizaciones civiles temen que se trate del inicio de la militarización del país, con todos los riesgos que ello implica. Y si a esto sumamos la ley aprobada por el Senado que añade delitos por los cuales se puede detener a las personas sin pruebas, pasando por encima de la presunta inocencia (un tema en el que habrá que ahondar, ya que es un arma que podría ser usada para encarcelar a críticos y opositores del régimen), la sombra del autoritarismo empieza a tomar forma. Una forma por demás siniestra.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (89)

Es de muchos conocido que a Keith Moon (baterista de The Who, por si alguien no lo supiera, y quizás el mejor de la historia del rock en su instrumento) le encantaba lanzar televisores al vacío desde lo alto de los cuartos de hotel que ocupaba durante las giras del grupo. Era casi un vicio, como lo demuestra la ocasión en la que, ya en la limusina que llevaba al cuarteto inglés al aeropuerto de alguna ciudad estadounidense, empezó a insistir para que retornaran al hotel que acababan de dejar, con el argumento de que había olvidado algo muy importante en su habitación. Cuando el vehículo regresó, Moon corrió al cuarto, entro en él, fue directo hacia el aparato de televisión, lo tomó en sus manos arrancándole el enchufe y lo arrojó por la ventana con todas sus fuerzas, haciéndolo caer en la alberca. Cuando regresó a la limusina, suspiró satisfecho y dijo a sus compañeros: "Por poco se me olvida".

jueves, 6 de diciembre de 2018

Revolver

Si bien Rubber Soul había apuntado un cambio en el desarrollo de los Beatles como compositores e intérpretes, fue con Revolver (1966) que dieron el paso definitivo hacia su transformación en un grupo eminentemente de estudio. Todavía no abandonaban las giras y los conciertos masivos, pero estaban a punto de hacerlo y este disco les dijo que tenían que pasar a un nuevo estadio cualitativo.
  En pleno descubrimiento idealizado de las drogas psicodélicas, especialmente el LSD, el grupo se metió de lleno en la experimentación musical y letrística, sobre todo en canciones como la viajada “I’m Only Sleeping” y la extraordinaria “Tomorrow Never Knows” (ambas de John Lennon), pero también incursionó en la composición de temas que casi podríamos llamar académicos por su perfección melódica, armónica e instrumental. Desde el extraordinario arreglo de cuerdas de la maravillosamente pesimista y dramática “Eleanor Rigby” y la dulce sencillez melancólica de la bachiana “For No One”, hasta el delicado compás amoroso de “Here, There and Everywhere” y el entusiasta y restallante optimismo de “Good Day Sunshine” (las cuatro de Paul McCartney).
  George Martin jugó un papel esencial como productor y arreglista de Revolver y mostró como siempre su apertura y disposición para materializar todas las ideas que surgían de las cabezas de los de Liverpool. Gracias a ello, el álbum muestra una notable variedad de estilos no sólo en la escritura de las canciones sino en la forma como fueron vestidas instrumentalmente. Así, el escucha pasa de un corte con sitars y percusiones hindúes (“Love You To”) a uno en el cual los metales brillan en toda su potencia soulera (“Got to Get You into My Life”) o va de una tonada festiva y casi infantil (“Yellow Submarine”) a una ácida, ambigua y filosa referencia a los distribuidores de drogas (“Dr. Robert”).
   Pero hay otras piezas que resaltan por su singularidad. Ahí está la inicial “Taxman”, escrita por George Harrison, con su agria protesta contra los recaudadores de impuestos, o la preciosamente extraña y hermética “And Your Bird Can Sing” de la cual Lennon juraba no recordar cómo la compuso. Y qué decir de la psicodélica “She Said She Said” y la hipnóticamente harrisoniana “I Want to Tell You”, dos melodías sin macula.
  La perfección de Revolver es impresionante y no sorprende que para muchos críticos sea el mejor trabajo en la historia de los Beatles. Tal vez no estén del todo equivocados.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 8 de La Mosca en la Pared, publicado en febrero de 2004)

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Travesuras de la niña mala

Historia de amor. Historia de encuentros y desencuentros. Travesuras de la niña mala (2006) es, a mi modo de ver, la más flaubertiana de las novelas que he leído de Mario Vargas Llosa. La saga de amor y odio, de pasiones delirantes y obsesiones enfermizas entre Ricardo y Lily (esta, con sus múltiples cambios de nombres e identidades) a lo largo de casi medio siglo y a través de ciudades tan diversas como Lima, Londres, Madrid, Tokyo y París, sobre todo París, constituye todo un tour de force que involucra los más diversos sentimientos y sensaciones a lo largo de sus cerca de 400 páginas.
  ¿Novela ligera? No, en absoluto. ¿Novela convencional? Tampoco, a pesar de ser lineal y de no contener las experimentaciones literarias a las que el autor peruano es tan afín. El amor loco entre los dos personajes, desde que se conocen en el barrio limeño de Miraflores, en los años cincuenta, hasta el fatal desenlace en el París de finales de los noventa, pasa por toda clase de vicisitudes en las que la crueldad va aparejada con el masoquismo y la humillación amorosa es parte inseparable del desprecio sádico. ¿Cómo puede Ricardo Somocurcio soportar los inicuos desplantes de la niña mala durante tanto tiempo? ¿Cómo puede ese niño bueno ser tan lastimosamente imbécil como para aguantar hasta la más brutal de las ruindades de esa mujer que juega con él todo el tiempo sin que el hombre deje de amarla tanto como parecería no amarse a sí mismo? No soy yo quién para juzgarlo y más bien sí puedo comprenderlo (en ese sentido, el personaje de Humberto Gazca, en mi novela Matar por Ángela, juega un papel muy semejante al que desempeña aquí Ricardo).
  Relato amenísimo y divertido, es no sólo la narración de la relación entre los dos personajes principales, sino un retrato de la segunda mitad del siglo veinte y de los ambientes culturales de las cinco décadas por las que transcurre la novela (el París existencialista y tan nouvelle vague de la primera mitad de los sesenta, el swinging London de la segunda parte de esa década, por ejemplo), con el Perú y sus problemas políticos, económicos y sociales, siempre presente en la mente distante de Somocurcio.
  Una novela agridulce y sorprendente esta Travesuras de la niña mala. Tal vez no a la altura de las grandes obras de Vargas Llosa, pero muy superior, digamos, a la más o menos reciente Cinco esquinas.
  Vale la pena adentrarse en sus páginas,

martes, 4 de diciembre de 2018

Mi entrevista a Ciro Gómez Leyva para Los Angeles Times


Desde hace varios lustros, Ciro Gómez Leyva ha sido unos de los periodistas y líderes de opinión más vistos, escuchados, leídos y respetados (y también vilipendiados) de México. Su carrera en la prensa escrita, la radio y la televisión lo ha convertido en una de las voces periodísticas fundamentales de los tres más recientes sexenios y seguramente lo seguirá siendo a lo largo del que acaba de iniciar y del que habla en esta entrevista exclusiva para Los Angeles Times.

Ante la toma de posesión del nuevo presidente de la república, ¿cuál es su visión de lo que sucedió durante el periodo de transición?
Desde mi posición, lo veo como algo periodísticamente apasionante. Es un momento apasionante el que ha vivido México, cuando menos en términos periodísticos, desde 1994… y no se ha detenido. Hay momentos de más intensidad, hay momentos más interesantes y creo que este que vivimos, del 2014 hasta el día de hoy, ha sido uno de los más intensos y también de los más difíciles.

¿Por qué desde 2014?
Porque en 2014 sucedió lo de Ayotzinapa, un hecho que marcó el inicio de la caída de toda la esperanza que podía haber en el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Lo que vino a partir de ese momento fue un remar a contracorriente de un gobierno que nunca encontró una ruta de escape o una ruta para volver a encarrilarse y esto trajo consigo el impresionante regreso de Andrés Manuel López Obrador. En marzo del 2015, escribí en El Universal una serie de artículos que se llamaba “¿Quién dejó ganar a López Obrador?”. Desde luego saltaba mucha gente que me decía que no hiciera profecías, que en qué me basaba para lo que decía, pero todo se fue cumpliendo tal cual.

¿Cómo vislumbra a la llamada Cuarta Transformación?
La transformación es un anhelo de millones de mexicanos que quieren que las cosas cambien. Siento que hay en ello mucho de pensamiento mágico –muy nuestro, muy mexicano–, pero hay una gran esperanza y López Obrador entendió muy bien el momento y lo jugó extraordinariamente como candidato. Vamos a ver ahora cómo gobierna.

¿Cómo vio a López Obrador en su papel de presidente electo? 
Dos momentos: el momento pre-aeropuerto y lo que tuvimos en las últimas seis semanas antes de su toma de posesión. El arranque como presidente electo fue muy impresionante. El cuidado que tuvo con las palabras, con las formas; la manera como manejó las esperanzas, las expectativas. Pero algo ocurrió en sus mediciones. No sé si fueron las presiones internas o si él mismo sintió que se estaba alejando del personaje que quería ser y vino entonces un cambio muy brusco. Regresó el lopezobradorismo grosero que tú y yo conocemos muy bien, el lopezobradorismo autoritario, pendenciero. Lo que vivimos desde mediados de octubre fue eso. Parecería por momentos que hubo algo que para mí sería lo más periodístico: un descontrol de López Obrador sobre su equipo, pero yo no me la acabo de creer. No me creo que Félix Salgado Macedonio, Ricardo Monreal, la gente del PT o algunos legisladores estén actuando por su cuenta. No me la creo, pero por lo pronto me limito a la crónica de los hechos. Ya iremos viendo. Pero si ese va a ser el juego, pongámonos el cinturón de seguridad, porque vamos a entrar en la montaña rusa y no sé qué tan bien este diseñada la estructura de esa montaña rusa.

¿Qué cree usted que pasará con la libertad de expresión en el nuevo gobierno?
El tema será como lo hemos vislumbrado siempre: un espacio de lucha. Siempre ha habido limitantes para nuestro trabajo. Vamos a ver de qué tamaño son los medios de comunicación, los periodistas, las organizaciones sociales. Yo no imagino un gobierno que en verdad quiera acabar con la prensa. No por un asunto de voluntad o de fe, sino porque me imagino que deben calcular lo que eso significa hoy y deben pensar que es una batalla que no van a ganar. Mete ahí a las redes sociales, mete ahí toda una cultura que se ha desarrollado en los últimos 25 o 30 años. Pienso que el trabajo periodístico se mantendrá. Probablemente sea un gobierno que reclame mucho más en las formas, un gobierno más vehemente en su manera de presionar a los medios, pero las presiones no van a ser muy distintas a las que vivimos en el arranque del gobierno de Peña Nieto o las que hemos vivido en otros momentos. No es para mí un tema de preocupación. Si no estoy en los espacios en los que estoy ahora –que ojalá lo sean–, pues buscaremos y encontraremos otros. Pero el trabajo periodístico seguirá. Me preocupan otras cosas.

¿Cómo cuáles?
Pues mi salud, cosas de ese tipo. A mí la paranoia de que nos van a perseguir, a censurar, a matar, no la siento. Alguno de mis compañeros mayores, no recuerdo si fue Raymundo Riva Palacio o Humberto Mussachio, cuando yo empezaba en esto, decía que este es un trabajo en el que tienes que asumir que nada te garantiza que mañana vas a seguir. No he construido mi andamiaje personal o económico pensando en que mañana me van a dar de baja o en que algún poderoso va a pedir que me vaya. Yo trato de trabajar y de ahorrar algo, porque pues mañana, quién sabe. A mí ya me ha tocado: con el apoyo abierto, descarado, grosero de un gobierno, nos aplastaron un canal de televisión. Y me tocó ver cómo los pactos que nos habían dado una gran estabilidad y una gran armonía durante 16 o 17 años en Milenio, volaron hechos pedazos cuando llegó el gobierno de Peña Nieto y nosotros, como grupo, no fuimos capaces de encontrar una nueva forma de enfrentar ese momento que estábamos viviendo. Por eso tomamos la decisión conjunta de cerrar ese ciclo. Entonces, de los dos últimos cambios de gobierno yo tengo dos experiencias traumáticas. ¿Que si ahora también se va a complicar la cosa? Pues ya veremos. No es lo que me quita el sueño. Si hay que pelear, pelearemos. Si hay que resistir, resistiremos. Si hay que sobrevivir, sobreviviremos. Si hay que movernos, nos moveremos o nos mudaremos. Si por la razón que sea aquí termina la biografía profesional, pues a ver a qué nos dedicamos. Yo no tengo un sentido trágico de la vida y mucho menos del oficio.

¿Qué piensa sobre el establecimiento de la Guardia Nacional que ahora se anuncia como un cuerpo controlado por los militares?
El tema de la Guardia Nacional ilustra muy bien el paso de candidato a presidente. Era muy taquillero, era estridente, ventajoso, tramposo, era muy rentable en este país, donde el lloriqueo y la acusación ramplona suelen dar dividendos, hablar de “la guerra de Calderón”, de la militarización y de los cien mil muertos, sin hacer un análisis elemental. El análisis elemental es que hubo una expansión brutal, desde hace 25 años, de los grupos criminales en connivencia con la sociedad, con muchos sectores del “pueblo bueno”, que hizo pedazos a muchas personas, a muchas familias, a muchas economías. Ante eso no había más recurso que echar mano de quien podía más o menos plantárseles que eran el Ejército, la Policía Federal, la Marina. Al presidente Calderón los gobernadores no sólo no lo acompañaron con sus policías, sino que lo boicotearon, apostando al fracaso de su gobierno. Por eso sólo quedó el remedio de las fuerzas armadas y lo mismo sucedió con Peña Nieto y a López Obrador no lo queda de otra. Vamos a ver cómo le sale, no va a ser fácil presentar algo que se llame la Guardia Nacional y con mando militar. Ojalá funcione. Si hay un punto en el que yo he sido muy claro y que también me ha ganado muchas críticas es el de decir que yo sí creo que hubo en Calderón y Peña Nieto –y creo que también con López Obrador la habrá– una voluntad de vencer a la criminalidad y ojalá en ese tema el nuevo gobierno tenga éxito, porque es una tragedia que existan decenas de miles de mexicanos que hayan querido formar parte de los cárteles y esos mismos mexicanos han creado bandas de secuestradores, de extorsionadores y de ladrones. Que no me digan que son una consecuencia del neoliberalismo.

¿Cómo ve lo que quedó de oposición en México?
No hay oposición política. Como tampoco la hubo en la primera mitad del sexenio de Peña Nieto. La oposición política contra él surgió en el verano de 2015, cuando Morena ganó las elecciones intermedias, pero fue muy limitada. La oposición a Peña fue más de tipo social y se dio en las redes, en las calles, en algunos medios de comunicación. Y oposición política ahora menos la hay. Veremos gestos simbólicos. Veremos cómo germinan quizá figuras y movimientos. Hoy la oposición, al igual que con Peña Nieto, va a tener que surgir de otros lados y no de los partidos. Vamos a ver a los gobernadores, aunque yo tengo muchas dudas, porque ahí está el garrote presupuestal que tiene el Ejecutivo sobre ellos. Pero en fin, yo soy cronista y no astrólogo.

Pasemos al tema de las consultas, ¿qué le parecen?
Es una burla. Pero además, una burla innecesaria, López Obrador pudo haber cancelado las obras del aeropuerto sin ningún problema. Era una promesa de campaña. Hubiera sido más efectivo y políticamente más redituable construir un discurso, montar un ejercicio de propaganda, en lugar de esa farsa. Y ya lo que pasó en la más reciente consulta, la de las diez preguntas, nos lleva al México soviético, el de los resultados con porcentajes de 90. En una entrevista que le hice en televisión, López Obrador perjuró que era la última vez que haría algo así y que las siguientes consultas serían bajo el marco de la ley. El marco de la ley será que las organice alguien que garantice una cierta equidad, aunque desde luego como presidente él va a tener todas las ventajas. Pero esas consultas fueron como de gobierno bananero que hizo el ridículo y quedó mal con medio mundo. Un teatro del absurdo. Claro, periodísticamente apasionante y yo me dedico a esto. Aunque el paso de lo apasionante a lo aterrorizante…

Frente a todo lo que hemos hablado, ¿cómo vislumbra el México de 2024?
No lo sé. Ni siquiera vislumbro lo que será México de aquí a seis meses. Pero si el Estado cede ante los grupos criminales y decide combatirlos sólo con propaganda o manipulando las cifras de los muertos, si claudica por incapacidad y por conveniencia, ese sería mi único temor, mi única pesadilla ante la Cuarta Transformación. Pero si, por el contrario, casi milagrosamente o por una inteligencia estratégica maravillosa, el gobierno de López Obrador le da la vuelta clara e incontrovertiblemente al tema de la inseguridad, yo que no voté por ellos en el 2018, seré el primero en hacerlo en 2024.

¿Algo que agregar, algún colofón?

Yo creo que quienes encabezan este gobierno, cuando menos en el arranque (porque así han sido, porque así es su genética, porque así se han movido en la transición), en las formas tratarán de ser suaves, pero en los hechos van a ser implacables y ante la verdadera oposición vendrá el linchamiento. No la cárcel, no la muerte: el linchamiento. Mediático, en las calles, en las plazas, en las redes, en donde se pueda. Es su ADN. Y quien se les ponga enfrente y no quiera quitarse, va a correr ese riesgo: el del linchamiento.

(Entrevista que hice para la edición en español de Los Angeles Times y que salió publicada este sábado 1 de diciembre)