Si el presidente López Obrador cumple su promesa de dar una conferencia de prensa mañanera de lunes a viernes a lo largo de todo su mandato, quiere decir que en números redondos serán cinco por semana, veinte al mes, 240 al año, 1440 en todo el sexenio. Demasiadas, a mi modo de ver. ¿La soportarán quienes las escuchan? ¿Las aguantarán los periodistas que las cubren? ¿Podrán con ellas el propio AMLO y hasta sus más fanáticos seguidores?
Peor aún: ¿seguirá el tabasqueño con su incontinencia verbal, la cual ya lo ha metido en varios problemas cuando apenas está por cumplir su primer mes en la silla voladora? Lo más seguro es que sí: que continuará sin medirse y sin que uno solo de sus próximos se atreva a decirle que tendría que moderarse y pensar más las cosas, preparar lo que va a decir y no dejarse llevar por la evidente improvisación que, dependiendo de su bipolar estado de ánimo, lo mismo lo hace insultar a sus críticos y adversarios que lanzar mensajes amorosos que rayan en una cursilería de tintes sacerdotales. Nadie se lo dirá. Tienen miedo a contradecirlo. Me quedo corto: le tienen terror. Un terror cercano a lo irracional.
Neofascistas mezquinos llamó a quienes en las redes sociales (que han pasado de benditas a malditas por decreto oficial) lo hicieron responsable de las muertes de la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso, y de su esposo, el senador panista Rafael Moreno Valle. Acusación injusta, es verdad, tan injusta como lo fue la que durante años adjudicó al presidente Enrique Peña Nieto la responsabilidad de la muerte de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa y de la que siguen sacando raja política muchos notorios morenistas.
De neofascistas y mezquinos calificó pues López Obrador a quienes lo atacaron en las redes, aunque al día siguiente rectificó y retiró lo de mezquinos…, para llamarlos canallas.
¿Cómo acabar con la polarización si esta se fomenta un día sí y otro también desde las palabras mismas del presidente de la república? Porque de inmediato, sus más fieles y enceguecidos seguidores se dieron a la tarea de empezar a usar, calcados, los tres descalificativos proferidos por su líder, el mismo de quien un agudo tuitero apuntó que cuando era candidato quería ser presidente y ahora que es presidente quiere ser candidato.
Manes de la delirante cuarta transformación.
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