Historia de amor. Historia de encuentros y desencuentros. Travesuras de la niña mala (2006) es, a mi modo de ver, la más flaubertiana de las novelas que he leído de Mario Vargas Llosa. La saga de amor y odio, de pasiones delirantes y obsesiones enfermizas entre Ricardo y Lily (esta, con sus múltiples cambios de nombres e identidades) a lo largo de casi medio siglo y a través de ciudades tan diversas como Lima, Londres, Madrid, Tokyo y París, sobre todo París, constituye todo un tour de force que involucra los más diversos sentimientos y sensaciones a lo largo de sus cerca de 400 páginas.
¿Novela ligera? No, en absoluto. ¿Novela convencional? Tampoco, a pesar de ser lineal y de no contener las experimentaciones literarias a las que el autor peruano es tan afín. El amor loco entre los dos personajes, desde que se conocen en el barrio limeño de Miraflores, en los años cincuenta, hasta el fatal desenlace en el París de finales de los noventa, pasa por toda clase de vicisitudes en las que la crueldad va aparejada con el masoquismo y la humillación amorosa es parte inseparable del desprecio sádico. ¿Cómo puede Ricardo Somocurcio soportar los inicuos desplantes de la niña mala durante tanto tiempo? ¿Cómo puede ese niño bueno ser tan lastimosamente imbécil como para aguantar hasta la más brutal de las ruindades de esa mujer que juega con él todo el tiempo sin que el hombre deje de amarla tanto como parecería no amarse a sí mismo? No soy yo quién para juzgarlo y más bien sí puedo comprenderlo (en ese sentido, el personaje de Humberto Gazca, en mi novela Matar por Ángela, juega un papel muy semejante al que desempeña aquí Ricardo).
Relato amenísimo y divertido, es no sólo la narración de la relación entre los dos personajes principales, sino un retrato de la segunda mitad del siglo veinte y de los ambientes culturales de las cinco décadas por las que transcurre la novela (el París existencialista y tan nouvelle vague de la primera mitad de los sesenta, el swinging London de la segunda parte de esa década, por ejemplo), con el Perú y sus problemas políticos, económicos y sociales, siempre presente en la mente distante de Somocurcio.
Una novela agridulce y sorprendente esta Travesuras de la niña mala. Tal vez no a la altura de las grandes obras de Vargas Llosa, pero muy superior, digamos, a la más o menos reciente Cinco esquinas.
Vale la pena adentrarse en sus páginas,
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