Aladdin Sane (1973) tuvo la mala fortuna de ser el disco que siguió a Ziggy Stardust. La sombra de la obra monumental y el que muchos lo hayan considerado como un sucedáneo de ésta hizo que viera disminuidas sus posibilidades de ser un clásico. Sin embargo, se trata de un gran disco, un trabajo gozosamente rocanrolero, con temas espléndidos y una libertad y un disfrute por tocar que se nota en cada interpretación.
Gracias al piano cuasi jazzero de Mick Garson, los arreglos adquieren un toque elegante y en ciertos momentos incluso naïve. Bowie se siente a plenitud lo mismo en las canciones más rítmicas –como la rollingstoniana “Watch That Man”, su versión a “Let’s Spend the Night Together” (precisamente de los Rolling Stones) y la deliciosa y yardbirdiana “The Jean Genie”– que en las de beat más acompasado –notoriamente la fascinante “Aladdin Sane” (con ese piano, con esa guitarra, con esa voz etérea) y la divina y decadente “Time”.
Pero hay otras igualmente atrapantes, como el hermoso doo wop “Drive-In Saturday”, la festiva “The Prettiest Star”, la multiclimática “Panic in Detroit” o la hipnóticamente glam “Cracked Actor”.
¿Qué no es un disco cohesivo? ¿Qué se trata de una mera colección de canciones? Bueno, tal vez sí. ¿Y qué?
(Reseña que escribí para el Especial No. 10 de La Mosca en la Pared, publicado en abril de 2004)
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