jueves, 31 de marzo de 2022

Lenguaje desinclusivo

miércoles, 30 de marzo de 2022

Ajenjo

lunes, 28 de marzo de 2022

Coda

Hoy por la mañana vi (en Amazon prime) Coda, la cinta de la directora Sian Heder que ayer ganó el Oscar a mejor película. Ciertamente no es una de las grandes obras de la historia del cine, pero me pareció muy buena y agradable. Una comedia melancólica con ese sello de cine independiente a la Sundance, pero con los infaltables convencionalismos hollywoodenses capaces de conmover al espectador en los momentos justos. Es bastante políticamente correcta, eso es cierto, pero con apuntes de humor muy fino. Grandes las actuaciones de Emilia Jones y Troy Kotsur (el jefe de la familia sordomuda de pescadores). La verdad es que el filme me gustó y recomiendo verlo.

Ahora, con respecto a la actuación de Eugenio Derbez (uno de los flamantes villanos de la 4T y del jefe del clan), debo decir que resulta estupenda, como el maestro de música mexicano que descubre e impulsa el talento vocal de Ruby Rossi (la ya mencionada Emilia Jones). Contra lo que andan diciendo los chairos en las redes, respecto a que Derbez tiene un papel ínfimo y que no debería ser parte del Oscar que ganó la película, la verdad es que su personaje es muy importante. No en vano lleva el segundo lugar en los créditos finales, sólo después del de la propia Jones. Su Bernardo Villalobos o Mr. B. es entrañable y jamás cae en los excesos actorales a los que nos tiene acostumbrados con sus personajes cómicos en Televisa (en lo personal, nunca he sido seguidor suyo). Si López se negó a felicitarlo hoy en la Mañanera, la verdad es que eso sólo habla mal del propio López. Coda es una muy buena película. Creo que la volvería a ver.
PD: Hay un bello y sutil homenaje a Joni Mitchell que es como la cereza del pastel.

sábado, 26 de marzo de 2022

En mi cumpleaños 67

Hoy que cumplí 67 años, me reuní con mis amigos y hermanos del alma Adolfo y Federico Cantú Elizarrarás. En 1972, hace cinco décadas exactas, conformamos el trío acústico Octubre y nunca nos hicimos una fotografía. Este sábado, día de mi cumpleaños 67, pudimos tomárnosla al fin, durante una comida en la maravillosa casa de los Cantú, en Tlalpan, donde ensayábamos hace cinco décadas. Un reencuentro emotivo y feliz con mis queridos Fede y Bo.

viernes, 25 de marzo de 2022

10 canciones de rock benditamente primaverales

La primavera llegó oficialmente el pasado lunes 21 de marzo y aunque el cambio climático ha hecho que las estaciones del año no sean tan marcadas y distintivas como antaño solían ser, de cualquier manera los aires primaverales siguen estando en el inconsciente colectivo como un signo de inicio, de recomienzo, de renovación.

  En la música, la primavera ha sido siempre un motivo de inspiración para los compositores y en el rock no es una excepción. He aquí entonces una decena de canciones referidas a la primera estación anual, temas quizá no tan conocidos y por ello mismo bastante interesantes. Los dejamos a la consideración del lector.


1.- “Vuelve primavera”. Los Blue Caps (disco sencillo, 1961). Los Blue Caps fueron un conjunto efímero de Ciudad de México que sólo alcanzó a grabar seis temas antes de disolverse. Su estupenda pieza original “Vuelve primavera” (que fue compuesta como bolero antes de transformarse en rocanrol) fue la única que trascendió y se mantiene en la memoria de mucha gente luego de más de 60 años de haber sido dada a conocer. El buen vocalista que la interpretó, René Ferrer, murió apenas al año siguiente, a sus tempranos 22 años de edad, cuando unos policías lo detuvieron y golpearon por orinar en la calle, lo que le provocó un traumatismo craneoencefálico que lo dejó sin vida.

2.- “Where Did the Spring Go”. The Kinks (del disco The Great Lost Kinks Album, 1973). Una verdadera rareza de los Kinks. Escrita por Ray Davies, “¿A dónde se fue la primavera?” iba a ser el tema principal de un musical, pero éste jamás se realizó y la pieza se quedó guardada –al igual que algunas canciones más, desechadas de otros discos de los Kinks– en los archivos de Reprise Records. Cuando el grupo fue despedido de la disquera, ésta decidió juntar todos los cortes “perdidos” que archivaba, de los cuales poseía los derechos, y los sacó en un disco de larga duración en contra de la voluntad de Davies y compañía. Entre ellos estaba “Where Did the Spring Go”.

3.-Spring Fever”. Elvis Presley (del álbum Girl Happy, 1965). La canción “Fiebre de primavera” pertenece al sexto álbum de Elvis Presley que en realidad era la banda sonora de la película Girl Happy (“Loco por las chicas”, se llamó en español), una de esas cintas intrascendentes que el cantante filmó con profusión. El tema es un breve y olvidable rocanrolito que no pasó al repertorio posterior de Elvis. 

4.- “Filipino Box Spring Hog”. Tom Waits (del álbum Mule Variations, 1999). Waits en toda su crudeza bluesera y minimal. La canción es por demás extraña y la letra verdaderamente hermética, aunque en ella mencionó por primera vez a su esposa Kathleen (“Kathleen was sittin’ down / In Little Red’s Recovery Room / In her criminal underwear bra”). Mule Variations es uno de sus discos más desconcertantes, mas no por ello menos fascinantes (lo acepto: el título no hace referencia a la primavera sino a un colchón box spring, pero no pude resistir la tentación de incluir el tema en esta lista).

5.- “Springtime”. Donald Fagen (del álbum Kamakiriad, 1993). Hay discos perfectos para manejar en la carretera y Kamakiriad de Donald Fagen es uno de ellos. El fundador (junto con Walter Becker) de Steely Dan realizó esta delicia discográfica hace hace ya casi 30 años y su funk jazzeado (o su jazz funkeado) nos remite a los tibios calores de la primavera y al aire fresco que nos despeina mientras vamos on the road, para recordar a Jack Kerouak. Una delicia.

6.- “Spring”. Rammstein (del álbum Rosenrot, 2005). Pocas cosas tan inimaginables como que una canción de Rammstein lleve por título “Primavera”. La metalera agrupación alemana entregó una canción de beat acompasado y de oscuras e irresistibles guitarras que remite más al invierno por las sensaciones que provoca (pero “Spring” se llama). Un gran corte con ciertos aires de metal sinfónico. 

7.- “Spring Haze”. Tori Amos (del álbum To Venus and Back, 1999). Toda la belleza etérea de la música de Tori Amos está en esta composición de atmósfera medieval. “Bueno, sé que es sólo una neblina primaveral / 

Pero no me gusta mucho cómo se ve / Y si los presagios son un regalo de Dios como los hombres que entran con la brisa”, reza poéticamente el inicio de la pieza que inevitablemente nos remite a Kate Bush, clara influencia en el estilo de Amos. Una preciosidad.

8.- “Can’t Stop the Spring”. The Flaming Lips (del álbum Oh My Gawd!!!, 1987). El riff de la guitarra me remite al de una vieja canción cuyo nombre y grupo que la tocaba no logro recordar. Pero es casi idéntico. Hay quienes también afirman que es igual a un tema del primer disco de los propios Labios Ardientes, llamado “Unplugged” (el tema, no el disco). Como sea, se trata de una pieza siniestramente juguetona, como tantas otras del grupo liderado por el delirante Wayne Coyne.

9.- “I Am the Spring”. Morcheeba (del álbum Blood Like Lemonade, 2010). Alejado de su tradicional estilo que entremezcla el trip-hop con el pop, Morcheeba hizo esta hermosa balada acústica, en la que la voz de Syke Edwards canta “Yo soy la primavera, el amor está floreciendo”. No hay mucho que agregar, sólo hay que disfrutarla.

10.- “The First Days of Spring”. Noah and the Whale (del álbum The First Days of Spring, 2009). “Es el primer día de la primavera / y mi vida está comenzando de nuevo / Los árboles crecen, el río fluye / y su agua lavará mis pecados / Porque creo que todos tienen una oportunidad /

para joderse la vida / Pero como un árbol cortado, me levantaré de nuevo / y seré más grande y más fuerte que nunca”, canta la agrupación londinense en esta bella y discreta pero muy emotiva canción de amor, casi un himno que culmina clamando que “hay una esperanza en cada nueva semilla / y en cada flor que crece sobre la tierra / Y aunque te amo y lo sabes / Bueno, ya no sé lo que vale eso / Pero volveré contigo en un año más o menos / y lo reconstruiré todo / Prepárate para verme convertido en la persona en la que creías / en la persona que solías amar / Todavía estoy aquí esperando que algún día puedas volver”.


(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

martes, 22 de marzo de 2022

Central avionera

Ayer por la mañana, en la inauguración del Aeropuerto Internacional (es un decir) Felipe Ángeles. Es en serio, no es el metro. 

lunes, 21 de marzo de 2022

Sympathy for the Devil

Antes de empezar, aclaremos una cosa: sympathy for the devil no significa “simpatía por el diablo”. Es una traducción literal que confunde y da un sentido no sólo diferente sino incluso contrario al de la traducción correcta, es decir: “compasión por el diablo”. 

  Esta composición clásica de Mick Jagger y Keith Richards, satánica dualidad que desde hace 60 años lidera a esa agrupación al parecer sempiterna que desde 1962 se hace llamar The Rolling Stones, es un tema al que distinguen varias y muy notorias peculiaridades.

  La primera: se trata de una de las pocas canciones de rock que cuenta con su propia película de making of..., dirigida por un cineasta de clase mundial, una verdadera leyenda aún viva y vigente, uno de los más revolucionarios enfants terribles de la llamada Nouvelle Vague (nueva ola) del cine francés, al lado de realizadores de leyenda como François Truffaut, Jacques Rivette y Claude Chabrol o de actrices y actores míticos como Jean Paul Belmondo, Briggite Bardot, Jeanne Moreau y Jean-Pierre Léaud, entre muchos más. Me refiero a Jean-Luc Godard.

  En 1968 (año mítico en sí mismo), Godard viajó a Londres, la capital inglesa y uno de los centros más importantes en ese entonces de lo que hoy llamaríamos el hype mundial. El director de À bout de souffle y Masculin féminin llegó a esa ciudad con la intención de filmar una película sobre el aborto, aparentemente sin saber que la Ley del Aborto de 1967 acababa de legalizarlo en Gran Bretaña. Cuando se dio cuenta de que este ya no era un tema candente, decretó que haría otra película en su lugar, pero con la condición de que en ella participaran los Beatles o los Rolling Stones. 

  Los Beatles lo rechazaron, pero los Stones dijeron que sí.

  Godard y su equipo acudieron a los Olympic Studios a principios de junio de 1968, donde Jagger, Richards y compañía estaban grabando su gran disco Beggars Banquet. Instalaron las cámaras y comenzaron a filmar.

Lo que Godard capturó durante los siguientes días fue a los Rolling Stones en las últimas etapas de componer y grabar el tema “Sympathy for the Devil”. El resultado, junto con una buena cantidad de otras cosas que filmó en sus tiempos libres, se convirtió en la película One Plus One.

  ¿Qué es One Plus One? Se trata de un filme extraño, sobre todo para los estándares actuales. Sin embargo, resulta muy adecuado al tipo de cine caótico que Godard proponía a finales de los años sesenta. Las secuencias de los músicos en el estudio se intercalan con escenas de militantes del Partido de las Panteras Negras en un depósito de autos, ejecutando a mujeres blancas, o con un vendedor de libros que lee Mein Kampf de Adolf Hitler a los clientes de su tienda o con imágenes de la entonces esposa del cineasta galo, Anne Wiazemsky, mientras es seguida por un periodista de televisión y su equipo que le hace preguntas a las que ella sólo responde “sí” o “no”.

  Los Stones montaron la canción bastante rápido, a decir verdad. No obstante, la cinta da la impresión de que les llevó mucho más tiempo. Esto se explica por el hábito de Godard de rodar tomas muy largas, lo que da la sensación de que las horas transcurren sin que sucedan muchas cosas.

  De ese modo, vemos cómo “Sympathy for the Devil” en un principio era muy distinta a lo que conocemos. De hecho –y Jagger muchas veces lo ha contado–, la pieza comenzó como una balada folk de estructura un tanto vaga que el cantante mostró a Keith Richards y a Brian Jones para que lo ayudaran a concretarla. Estos lo seguían con sus guitarras acústicas, mientras Bill Wyman trataba de hacer lo mismo desde su bajo. No era un tema que musicalmente pudiera entusiasmar a nadie, a pesar de su buena letra. De hecho, sonaba un tanto monótona y apagada.

  En la película podemos ver en cierta forma cómo Jones se iba alejando de sus compañeros. En las imágenes, suele aparecer casi siempre mientras rasguea su guitarra, aislado en una de las divisiones que había en el estudio, y a los demás parece no importarles en absoluto. Todo lo contrario sucede con el grandioso tecladista y músico de sesión Nicky Hopkins, elegante y silencioso, sentado frente a un pequeño órgano, mientras Jagger se preocupa por su canción –que no acaba de cuajar– y Richards medita en quién sabe qué asuntos. Sin embargo, siguen haciendo intentos por salvar a “Compasión por el diablo”. Keith lo intenta con algunos licks de blues, en una hermosa guitarra eléctrica Gibson Les Paul.

  Las cámaras de Godard lo van registrando todo. En otra secuencia, el grupo aparece con Richards en el bajo, Charlie Watts detrás de sus tambores y platillos y Wyman a su lado tocando una percusión. Es en ese momento que la canción se va convirtiendo en otra cosa, en un número más rítmico, más digamos latino. Pero todavía no les satisface. Cuando Mick le dice con cierta molestia a Charlie que traté de darle “un poco más de chispa” a su manera de tocar la batería, Watts mira fijamente a la cámara y, sin hacer caso de Jagger, vuelve a tocarla como se le pega la gana.

  Y sin embargo, todo se iba moviendo.

  En una escena posterior, vemos a un nuevo personaje: el percusionista ganés Kwasi “Rocky” Dzidzornu. El africano había sido contratado de emergencia por el productor del disco, Jimmy Miller, y este no se equivocó. Vemos a Dzidzornu dar un beat sensacional a sus congas y al grupo que lo sigue en un cambio radical de lo que era la composición en sus inicios. Hopkins toca ahora el piano y las notas del instrumento se acoplan a la perfección a lo que está sucediendo. Es como un milagro. El milagro de la transformación musical. Todos se muestran confiados y convencidos. Mick Jagger interpreta su letra con gran fuerza, Richards sigue en el bajo que ha usurpado claramente de las manos de Wyman, quien se conforma con tocar el güiro a un lado de Dzidzornu. 

  Lo que vemos no es el registro cinematográfico de la toma definitiva, es decir, aquella que quedó registrada en el disco, pero se le parece mucho. No obstante, podemos constatar algo definitivo: “Sympathy for the Devil” al fin suena como debe sonar.

  De algún modo, estamos viendo un antecedente (o un anti antecedente) de lo que habrá de ser la película Let It Be, de los Beatles, dirigida por Michael Lindsay-Hogg, dos años más tarde.

  Digamos por último que si bien One Plus One es un documento fílmico que registra el génesis, el desarrollo y el resultado final de una de las mayores composiciones en la historia de los Rolling Stones (y en la historia del rock), es antes que nada un filme de Jean Luc-Godard. El francés no se limitó a registrar fríamente lo que sucedía en el estudio durante el proceso de creación, sino que lo hizo con todo su sello de cineasta rebelde y caprichoso. Por eso de pronto la cinta parece tan caótica, tan absurda y hasta tan deshilachada. 

  Cierto: los Stones usaron a Godard para revestir de prestigio a su marca, pero el terrible Jean-Luc hizo lo propio con sus satánicas majestades.


(Publicado el día de hoy en la sección "Historia de una canción" de "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

viernes, 18 de marzo de 2022

El "Odelay" de Beck, a poco más de un cuarto de siglo de distancia

“Cualquier música, bajo el control de Beck, 

se vuelve infinitamente divisible”. 


Ed Hewitt. 


Si con su disco debut (Mellow Gold, 1994) Beck consiguió crear una sorprendente y afortunada, aunque un tanto dispersa, mezcla de diversos géneros musicales (folk, hip-hop, rock puro, country, blues, bluegrass, pop y cierto art noise a la Sonic Youth), con su segundo álbum para Geffen, el espléndido Odelay –entre ambos hay dos trabajos discográficos independientes del mismo 1994: Stereopathetic Soulmanure y One Foot in the Grave– logró dar una cohesión a la variedad temática y estilística de la que el Mellow Gold en cierto modo carecía.

  Odelay (Geffen Records, 1996) es una de las obras maestras del rock de los años noventa. Profundo y al mismo tiempo juguetón, divertidamente denso y oscuramente ligero, el disco es un juego de paradojas y yuxtaposiones, una colección de melodías con cambios bruscos e inesperados, una muestra de lo que el arte de la edición musical y la técnica del sampleo lograron durante aquella década noventera, como si se siguieran las propuestas literarias –el cut up– de William Burroughs. En Odelay no sólo están presentes los géneros y subgéneros que aparecen en su antecesor, sino que Beck abordó también el jazz, el a go-go, el surf, el lo-fi, el lounge y hasta la música norteña mexicana, en un elaborado collage de brillantísima factura y un sentido del humor que campea del primero al último cortes.

  ¿Se puede encasillar el estilo de Beck Hansen como compositor? ¿Es posible clasificar su música y colocarla en un estanco definido? La respuesta es no. Si una virtud ha tenido siempre este músico nacido en Los Angeles, California, en 1970, es su afortunado eclecticismo. Las catorce canciones que constituyen este álbum son muy diferentes entre sí y las variaciones rítmicas y armónicas permiten que cada escucha de la grabación nos depare sorpresas y hallazgos novedosos. Es como una caja de sorpresas que no se agota luego de muchas veces de oírla.

  Los temas están sin embargo basados en formas musicales sencillas y hasta elementales. Y este es uno de los principales méritos de Beck: su capacidad para derivar múltiples variantes a estructuras simples. Así, Odelay va del garage rock sesentero de “Devil’s Haircut” al soul de “Hotwax” y del country-blues muy à la Ray Davies o Keith Richards de “Lord Only Knows” a la balada irónica de “Jack-Ass”, pasando por el folk de “Ramshackle”, el rap de “High 5 (Rock the Catskills)”, el punk de “Minus”, las experimentaciones art noise de “Novocaine” y las incursiones beatleras (de una y mil maneras recuerda a “Taxman” de George Harrison) en la extraordinaria “Where It’s At” (una pieza que en sí misma y por sí sola resume todo el sentido heterodoxo del álbum).

  Resulta claro que para lograr que toda esa combinación de ingredientes concluyera en un platillo de alta repostería sonora se necesitaba de la mano maestra de cocineros especializados, de productores de primer orden. De ahí que junto con Beck mismo trabajaran en la producción del disco los espléndidos Dust Brothers, además de la participación en algunos cortes de Mario Caldato, Brian Paulson, Tom Rothrock, Rob Schnapf y Jon Spencer. La labor de los Dust Brothers fue fundamental para darle al disco ese aire a la vez inquietante y lleno de gracia, ese fluido movimiento perpetuo que parece proseguir después de finalizado el álbum.

  En Odelay, Beck interpretó prácticamente todos los instrumentos: guitarras acústicas y eléctricas; órgano, piano y teclados en general; bajo, armónica, percusiones y, por supuesto, voces. No obstante, algunos músicos también pusieron su granito de arena, empezando por el gran jazzista Charlie Haden (bajo), Mike Botio (órgano y trompeta), Greg Leisz (steel guitar), Joey Waronker (batería), Dave Brown (saxofón) y hasta Mike Millius (gritos).

  Por lo que toca a la temática literaria, las letras de las canciones poseen un sentido poético muy dylaniano, con textos acerca de la alienación social, la necesidad (¿la urgencia?) de evadirse de la gris realidad imperante e historias de personajes inadaptados. En una palabra, temas clásicos que muchos compositores han abordado a lo largo de la historia del rock.

  A poco más de 25 años de distancia, podemos decir que Odelay fue la demostración palpable de que Beck no era el clásico creador de un éxito y que después de su famosa canción “Loser” existían muchas cosas por llegar. Sus álbumes inmediatamente posteriores –Mutations (1998) y sobre todo Midnite Vultures (1999)– no hicieron más que confirmar la especie –para no hablar de joyas del nuevo milenio como Sea Change (2002), Güero (2005), Modern Guilt (2008), Morning Phase (2014) o el más reciente Hyperspace (2019) entre otras– y enseñar que el talentoso californiano era y sigue siendo un feliz y polifacético subvertidor de toda clase de géneros musicales, con la inventiva, la inteligencia, la temeridad y el talento suficientes para sorprendernos con sus obras.


(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", la sección de música de la revista Nexos)

viernes, 11 de marzo de 2022

10 + 1 canciones esenciales de Mark Lanegan

El legendario Mark Lanegan, fundador de los no menos legendarios y grungeros Screaming Trees, falleció el pasado 22 de febrero, a la edad de 57 años. Nacido el 25 de noviembre de 1964, en la pequeña ciudad de Ellensburg, en el noroccidental estado de Washington, Estados Unidos, Lanegan nunca abandonó la carrera musical y como solista grabó una docena de discos, además de colaborar con un sinfín de personalidades del género. Con su muy característica voz grave y rasposa que en algo lo asemejaba a gente como Tom Waits o Nick Cave, el cantante, compositor, guitarrista y tecladista siempre tuvo problemas de adicción (empezó a beber a los doce años y entró al mundo de las drogas a los dieciocho), además de sufrir problemas de depresión.

  Luego de Screaming Trees, grupo en el que permaneció de 1985 a 1994, formó parte de proyectos como el efímero Mad Season (al lado del mítico cantante de Alice in Chains, Layne Staley), The Gutter Twins, The Twilight Singers y Queens of the Stone Age (participó en los álbumes Rated R, de 2000, y Songs for the Deaf, de 2002), entre otros. También estuvo como invitado en discos de PJ Harvey, Nick Cave, Moby, Slash e Isobel Campbell.

  Oscuro y apasionado, descanse en paz el gran Mark Lanegan. He aquí una oncena de canciones entresacadas de su vasta discografía.


1.- Screaming Trees: “Nearly Lost You” (del álbum Sweet Oblivion, 1992).  Posiblemente el tema más conocido de los Screaming Trees, sobre todo por su inclusión en la banda sonora de la muy popular película Singles de Cameron Crowe (1992). Como parte del sexto álbum del cuarteto, fue la canción que lo sacó del más profundo underground, en el que el grupo había permanecido durante casi siete años. 


2.- Mad Season: “Long Gone Day” (del álbum Above, 1995). Con una alineación que incluía entre otros al ya mencionado Layne Staley, el enorme guitarrista Mike McCready de Pearl Jam y el baterista de los Screaming Trees Barrett Martin, Mad Season fue un supergrupo de Seattle que sólo grabó este álbum. Del mismo es este gran tema de minimalista delicia y con tintes repentinamente jazzeros, escrito por Staley y Lanegan, en el que las voces de ambos contrastan dulce y dramáticamente. Una absoluta joya.


3.- Mark Lanegan Band: “Hit the City” (del álbum Bubblegum, 2004). Aunque Lanegan comenzó a actuar de manera esporádica como solista aún estando con Screaming Trees, en realidad sería hasta ya entrado el siglo actual cuando grabó oficialmente el primer álbum con su nombre. En Butterfly, se vio acompañado por invitados que pertenecían a agrupaciones como Guns N’ Roses y Queens of the Stone Age, además de la gran PJ Harvey, con quien realizó el dueto de esta canción de temática desoladoramente apocalíptica. 


4.- Queens of the Stone Age: “Burn the Witch” (del álbum Lullabies to Paralyze, 2005). Lanegan se unió al grupo de Josh Homme en su momento de ascenso y contribuyó a este impulso con grandes composiciones de las que fue co-autor. Esta es una de ella, con toda su atmósfera divertidamente siniestra y ominosa. Un stomp rock con tintes de roadhouse blues en el que el buen Mark hace segunda voz con partes que son como un murmullo espeluznante.


5.- The Gutter Twins: “Idle Hands” (del álbum Saturnalia, 2008). Greg Dulli, líder de Afghan Whigs, fue un constante colaborador de Lanegan durante los primeros años del nuevo milenio. Juntos conformaron proyectos como The Twilight Singers y The Gutter Twins (el nombre de estos últimos es una alusión a The Glimmer Twins, como se hacían llamar Mick Jagger y Keith Richards en los años sesenta, cuando querían aparecer anónimamente). Los Gemelos del Desagüe sólo grabaron un disco, pero el resultado valió mucho la pena. Ello queda demostrado con este tema, una canción acerca de lo que sucede cuando alguien finalmente se rinde ante las fuerzas de la oscuridad y arrastra consigo a alguien más: “Nada hay que pueda hacer / excepto ser el juguete del diablo / y saber que he sido utilizado”.


6.- Isobel Campbell & Mark Lanegan: “Snake Song” (del álbum Hawk, 2010). Ex integrante del grupo escocés Bell and Sebastian, Isobel Campbell posee una voz tan versátil que le permite abordar muchos géneros, desde el rock pop hasta el country o el blues. En este caso, Lanegan y ella se unieron para grabar una triada de excelentes álbumes, de entre los cuales quizá Hawk sea el más notable. “Snake Song” es una canción de pantano, escrita por Townes van Zandt, acerca de una relación tóxica y perversa en la cual ambas partes pueden ser al mismo tiempo la víctima y el victimario (“Tengo veneno / podría morderte”). Deep south en su estado más puro e insalubre.


7.- UNKLE & Mark Lanegan: “Another Night Out” (del álbum Where Did the Night Fall (Another Night Out), 2010). Después de su salida de Queens of the Stone Age, Lanegan colaboró con proyectos cercanos a los beats de la electrónica, como Soulsavers y UNKLE (que es decir, James Lavelle). Este último llamó a Mark para hacerse cargo de la parte vocal del último corte de su disco de 2010 y el estadounidense logró una interpretación que hace recordar un tanto a David Bowie. La canción habla sobre la mortalidad y la inevitabilidad del final de la vida.


8.- Mark Lanegan Band: “Ode to Sad Disco” (del álbum Blues Funeral, 2012). Para muchos, el mejor álbum de Mark Lanegan como solista. Blues Funeral es una obra de arte, con temas memorables como la delirante y surreal “The Gravedigger’s Song” o esta “Ode to Sad Disco” en la que el de Washington incursiona en el synthpop y la música dance, aunque manteniendo esa oscuridad tan peculiar en su música y sus letras.


9.- Martina Topley-Bird, Mark Lanegan and Warpaint: “Crystalised” (sencillo, 2013). Se dice que si bien Lanegan fue dueño de una de las voces más distintivas en la historia del rock, esta era tan maleable que podía adaptarse a los estilos de quienes lo invitaban a participar en sus discos. Esto sucedió en el caso de Martina Topley-Bird, la musa de Tricky, con quien participó en 2013 para realizar juntos este cover de la popular composición de The xx, a lo que también se unió el grupo femenino californiano Warpaint, para lograr una gran versión.


10.- Mark Lanegan & Duke Garwood: “My Shadow Life” (del álbum With Animals, 2018). Lanegan nunca se detuvo y para 2018 seguía en plena actividad, a pesar de sus problemas de salud y sus adicciones. En esta colaboración con el multi-instrumentista londinense Duke Garwood su voz suena al mismo tiempo frágil y profunda, vulnerable y expresiva. Esto resalta especialmente en temas del disco como la homónima “With Animals” y la estupenda “My Shadow Life”, con su ambientación de oscuro y siniestro minimalismo amoroso que culmina repitiendo la frase “I love you, baby” de la forma más romántica posible, si entendemos por romanticismo el de una Mary Shelley o un John Polidori.


11.- Mark Lanegan: “Bleed All Over” (del álbum Straight Songs of Sorrow, 2020). “Canciones francas de dolor” es el título en español del décimo segundo y último disco de Mark Lanegan, grabado hace un par de años y que apareció casi al mismo tiempo que su doloroso libro de memorias Sing Backwards and Weep. Aunque no hay una relación intencionadamente directa entre libro y disco, al final ambos hablan de lo mismo: la tormentosa vida de su autor, quien fallecería poco más de veinte meses después. Esta “Sangrar por todas partes” es una composición más que elocuente al respecto y la más significativa manera de dar por terminada esta lista en honor a este artista atormentado y genial.


(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)