lunes, 21 de marzo de 2022

Sympathy for the Devil

Antes de empezar, aclaremos una cosa: sympathy for the devil no significa “simpatía por el diablo”. Es una traducción literal que confunde y da un sentido no sólo diferente sino incluso contrario al de la traducción correcta, es decir: “compasión por el diablo”. 

  Esta composición clásica de Mick Jagger y Keith Richards, satánica dualidad que desde hace 60 años lidera a esa agrupación al parecer sempiterna que desde 1962 se hace llamar The Rolling Stones, es un tema al que distinguen varias y muy notorias peculiaridades.

  La primera: se trata de una de las pocas canciones de rock que cuenta con su propia película de making of..., dirigida por un cineasta de clase mundial, una verdadera leyenda aún viva y vigente, uno de los más revolucionarios enfants terribles de la llamada Nouvelle Vague (nueva ola) del cine francés, al lado de realizadores de leyenda como François Truffaut, Jacques Rivette y Claude Chabrol o de actrices y actores míticos como Jean Paul Belmondo, Briggite Bardot, Jeanne Moreau y Jean-Pierre Léaud, entre muchos más. Me refiero a Jean-Luc Godard.

  En 1968 (año mítico en sí mismo), Godard viajó a Londres, la capital inglesa y uno de los centros más importantes en ese entonces de lo que hoy llamaríamos el hype mundial. El director de À bout de souffle y Masculin féminin llegó a esa ciudad con la intención de filmar una película sobre el aborto, aparentemente sin saber que la Ley del Aborto de 1967 acababa de legalizarlo en Gran Bretaña. Cuando se dio cuenta de que este ya no era un tema candente, decretó que haría otra película en su lugar, pero con la condición de que en ella participaran los Beatles o los Rolling Stones. 

  Los Beatles lo rechazaron, pero los Stones dijeron que sí.

  Godard y su equipo acudieron a los Olympic Studios a principios de junio de 1968, donde Jagger, Richards y compañía estaban grabando su gran disco Beggars Banquet. Instalaron las cámaras y comenzaron a filmar.

Lo que Godard capturó durante los siguientes días fue a los Rolling Stones en las últimas etapas de componer y grabar el tema “Sympathy for the Devil”. El resultado, junto con una buena cantidad de otras cosas que filmó en sus tiempos libres, se convirtió en la película One Plus One.

  ¿Qué es One Plus One? Se trata de un filme extraño, sobre todo para los estándares actuales. Sin embargo, resulta muy adecuado al tipo de cine caótico que Godard proponía a finales de los años sesenta. Las secuencias de los músicos en el estudio se intercalan con escenas de militantes del Partido de las Panteras Negras en un depósito de autos, ejecutando a mujeres blancas, o con un vendedor de libros que lee Mein Kampf de Adolf Hitler a los clientes de su tienda o con imágenes de la entonces esposa del cineasta galo, Anne Wiazemsky, mientras es seguida por un periodista de televisión y su equipo que le hace preguntas a las que ella sólo responde “sí” o “no”.

  Los Stones montaron la canción bastante rápido, a decir verdad. No obstante, la cinta da la impresión de que les llevó mucho más tiempo. Esto se explica por el hábito de Godard de rodar tomas muy largas, lo que da la sensación de que las horas transcurren sin que sucedan muchas cosas.

  De ese modo, vemos cómo “Sympathy for the Devil” en un principio era muy distinta a lo que conocemos. De hecho –y Jagger muchas veces lo ha contado–, la pieza comenzó como una balada folk de estructura un tanto vaga que el cantante mostró a Keith Richards y a Brian Jones para que lo ayudaran a concretarla. Estos lo seguían con sus guitarras acústicas, mientras Bill Wyman trataba de hacer lo mismo desde su bajo. No era un tema que musicalmente pudiera entusiasmar a nadie, a pesar de su buena letra. De hecho, sonaba un tanto monótona y apagada.

  En la película podemos ver en cierta forma cómo Jones se iba alejando de sus compañeros. En las imágenes, suele aparecer casi siempre mientras rasguea su guitarra, aislado en una de las divisiones que había en el estudio, y a los demás parece no importarles en absoluto. Todo lo contrario sucede con el grandioso tecladista y músico de sesión Nicky Hopkins, elegante y silencioso, sentado frente a un pequeño órgano, mientras Jagger se preocupa por su canción –que no acaba de cuajar– y Richards medita en quién sabe qué asuntos. Sin embargo, siguen haciendo intentos por salvar a “Compasión por el diablo”. Keith lo intenta con algunos licks de blues, en una hermosa guitarra eléctrica Gibson Les Paul.

  Las cámaras de Godard lo van registrando todo. En otra secuencia, el grupo aparece con Richards en el bajo, Charlie Watts detrás de sus tambores y platillos y Wyman a su lado tocando una percusión. Es en ese momento que la canción se va convirtiendo en otra cosa, en un número más rítmico, más digamos latino. Pero todavía no les satisface. Cuando Mick le dice con cierta molestia a Charlie que traté de darle “un poco más de chispa” a su manera de tocar la batería, Watts mira fijamente a la cámara y, sin hacer caso de Jagger, vuelve a tocarla como se le pega la gana.

  Y sin embargo, todo se iba moviendo.

  En una escena posterior, vemos a un nuevo personaje: el percusionista ganés Kwasi “Rocky” Dzidzornu. El africano había sido contratado de emergencia por el productor del disco, Jimmy Miller, y este no se equivocó. Vemos a Dzidzornu dar un beat sensacional a sus congas y al grupo que lo sigue en un cambio radical de lo que era la composición en sus inicios. Hopkins toca ahora el piano y las notas del instrumento se acoplan a la perfección a lo que está sucediendo. Es como un milagro. El milagro de la transformación musical. Todos se muestran confiados y convencidos. Mick Jagger interpreta su letra con gran fuerza, Richards sigue en el bajo que ha usurpado claramente de las manos de Wyman, quien se conforma con tocar el güiro a un lado de Dzidzornu. 

  Lo que vemos no es el registro cinematográfico de la toma definitiva, es decir, aquella que quedó registrada en el disco, pero se le parece mucho. No obstante, podemos constatar algo definitivo: “Sympathy for the Devil” al fin suena como debe sonar.

  De algún modo, estamos viendo un antecedente (o un anti antecedente) de lo que habrá de ser la película Let It Be, de los Beatles, dirigida por Michael Lindsay-Hogg, dos años más tarde.

  Digamos por último que si bien One Plus One es un documento fílmico que registra el génesis, el desarrollo y el resultado final de una de las mayores composiciones en la historia de los Rolling Stones (y en la historia del rock), es antes que nada un filme de Jean Luc-Godard. El francés no se limitó a registrar fríamente lo que sucedía en el estudio durante el proceso de creación, sino que lo hizo con todo su sello de cineasta rebelde y caprichoso. Por eso de pronto la cinta parece tan caótica, tan absurda y hasta tan deshilachada. 

  Cierto: los Stones usaron a Godard para revestir de prestigio a su marca, pero el terrible Jean-Luc hizo lo propio con sus satánicas majestades.


(Publicado el día de hoy en la sección "Historia de una canción" de "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

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