jueves, 30 de junio de 2016

Columnas

Alguien me preguntó cuáles son las columnas que escribo actualmente y para qué medios. Aprovecho por si a alguna otra persona le interesa saberlo y pongo aquí la respuesta:

1. "Cámara Húngara" (temas políticos). Todos los sábados en la página 3 de Milenio Diario.

2. "Gajes del orificio" (música). Todos los martes en la sección ¡hey! de Mileno Diario.

3. "Bajo presupuesto" (reflexiones alrededor del rock). Un mes sí y un mes no en la revista Marvin.

4. "Memorias de un melómano sarnoso" (recuerdos personales sobre la música). Una vez al mes en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos.

5. "Comunicación interrumpida" (música). Una vez al mes en "La digna metáfora", publicación cultural dirigida por Víctor Roura.

6. "Gato encerrado" (música y otros temas). Una vez al mes en el periódico El Vigía, de Ensenada, Baja California.

También colaboro de vez en vez, aunque no es columna, en la sección "El ángel exterminador" de Milenio, con artículos de diversas temáticas, aunque sobre todo de música.

miércoles, 29 de junio de 2016

Ford Theatre y el disco que nunca existió

A fines de los años sesenta, la frecuencia 590 de amplitud modulada (AM) de la radio en el Distrito Federal era una de las pocas alternativas para escuchar buen rock. La estación que se hiciera famosa con el sobrenombre de La Pantera de la Juventud (o simplemente La Pantera) tenía un programa nocturno llamado Proyección 590 (no recuerdo si pasaba de lunes a viernes o una vez a la semana), en el cual se presentaba lo más vanguardista de la escena roquera de habla inglesa (de hecho, era la competencia directa de Vibraciones, la legendaria emisión de Radio Capital, en el otro extremo del cuadrante). Grupos de nombres larguísimamente psicodélicos como Quicksilver Messenger Service, Big Brother and the Holding Company (con Janis Joplin como vocalista), The Incredible String Band, The Jimi Hendrix Experience o Creedence Clearwater Revival (recuerdo con claridad haberlos escuchado ahí por primera vez en 1969, a mis catorce años de edad, con su alucinante versión a “Suzie Q”, cuando todavía no se convertían en Los Cridens) eran presentados con un respeto tan solemne que llegaba a lo ridículo, pero que en ese entonces a los jóvenes radioescuchas nos parecía sublime. El tema de presentación y despedida era una pieza de rock cuasi sinfónico intitulada “Theme for the Masses”, del grupo bostoniano Ford Theatre, la cual abría con un misterioso órgano de aires semi barrocos que provocaba una atmósfera un tanto gótica (cuando el goth rock aún no existía). El ritmo era pausado y pronto se incorporaba una guitarra que lanzaba acordes de dos cuerdas, lentos y contrapunteados. Sólo podíamos escuchar unos treinta o cuarenta segundos antes de que entrara la voz del locutor y se iniciara el programa. Para oír la obra completa –aunque tengo la idea de que alguna vez llegaron a programarla en la misma emisión–, era necesario comprar el álbum (importado) Trilogy for the Masses, el cual únicamente se podía adquirir (carísimo) en la tienda de discos Hip 70 de San Ángel, localizada junto a la extinta Pistahielo Insurgentes, a un lado del también desaparecido supermercado Minimax (hoy se levanta ahí Plaza Inn).
  Debo confesar que en aquellos tiempos nunca tuve ese disco, editado en 1968, hasta que al año siguiente apareció una edición mexicana que llegó a manos de mi hermano Sergio. La portada no era la misma que la del álbum gringo (en México usaron la carátula del segundo trabajo discográfico de Ford Theatre, Time Changes, de 1969), pero la música sí. Se trataba de una obra completa que ocupaba prácticamente los dos lados del vinil y que abría y cerraba con el maravilloso “Theme for the Masses”. Al final venía una canción a manera de coda, una melodía folk llamada “Postlude: Looking Back”.
  Trilogy for the Masses es una obra espléndida creada por un grupo que en muy poco tiempo fue por completo olvidado, al igual que lo fueron sus dos únicos discos. La obra fue compuesta por el violinista Wally Magee y el guitarrista Harry Palmer. Los otros integrantes del grupo eran Joey Scott (voz principal), Arthur “Butch” Webster (guitarra líder), James Altieri (bajo), John Mazzarelli (teclados) y Robert Tamagni (batería). Curiosamente, Wally Magee no pertenecía al grupo, pero su violín se deja escuchar como contraparte del órgano al inicio de “Theme for the Masses”.
  Como ya anoté párrafos atrás, el sexteto de Boston sólo grabó dos álbumes y desapareció en 1969. Algunos de sus miembros formaron la agrupación Joyful Noise que no trascendió en absoluto. Lo demás, se lo tragó el tiempo.
  Como vemos, Ford Theatre existió y sin embargo…
  Durante años pregunté a gran cantidad de amigos –algunos de mi generación, otros de generaciones posteriores– si recordaban o conocían Trilogy for the Masses o cuando menos el “Theme for the Masses”. La respuesta siempre fue negativa, aun cuando les decía que era el tema de Proyección 590 (programa al cual tampoco recordaba persona alguna). Nadie tenía noticia de la existencia de Ford Theatre. Incluso, por un tiempo busqué información en la red y nada. Llegué a pensar que todo era producto de mi imaginación o que había escuchado al grupo en una vida paralela o que –peor aún– me había vuelto loco. ¿Y si realmente esa agrupación y sus discos jamás existieron? Imposible: yo tenía (tengo) el álbum (lleno de scratch, por cierto, pero audible; lo conseguí, usado, a fines de los años ochenta). ¿Entonces? ¿Por qué nadie se acuerda de esa banda que tomó su nombre del teatro donde fue asesinado Abraham Lincoln? ¿Por qué nadie puede tararear la melodía altamente memorable del “Tema para las masas” o de la emotiva “101 Harrison Street (Who You Belong To)” o de la sardónica “Back to Philadephia”? Misterio.
  Me habría dado por vencido y quizá jamás me hubiera atrevido a escribir este artículo, de no ser porque el crítico y musicólogo Richie Unterberger al fin incluyó a Ford Theatre en la página de All Music en internet. O sea: el grupo existió, grabó dos álbumes para ABC Records, usted debería hacer lo imposible por escucharlo… y yo no estoy demente. Bueno, no del todo.

(Publicado hoy en mi columna "Memorias de un melómano sarnoso", primera entrega para "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

martes, 28 de junio de 2016

Garbage y la devastadora belleza

Seis discos en 21 años, un promedio de un álbum cada tres años y medio parece algo razonable. Sobre todo si en todos ellos se mantiene un grado de calidad más que aceptable y en algunos casos de excelencia. Hablo de Garbage, el proyecto de pop electrónico del productor Butch Big, engalanado con la presencia y la voz de la estupenda cantante escocesa Shirley Manson, el cual grabara su homónimo disco debut en 1995 y que acaba de dar a luz su opus No. 6: el impecable Strange Little Birds (Vagrant, 2016).
  Estamos ante un trabajo elegante, suntuoso, con una producción perfecta. Big, al igual que sus compañeros Duke Erikson y Steve Marker, son músicos de estudio (de estudio de grabación, quiero decir) y es en ese ambiente que se sienten a sus anchas y lo saben explotar hasta sus últimas consecuencias, para dar como resultado un rock que sigue en deuda con el movimiento noise de los años noventa (permanecen los ecos de Sonic Youth y My Bloody Valentine), pero suavizados –por decirlo de algún modo– por  la sabia utilización de ganchos del más fino rock pop.
  El sentido melódico de Garbage es notable y la voz de Manson juega un papel esencial en ello. Las canciones atrapan gracias a sus riffs y sus estribillos, pero también a las atmósferas que se van creando, en las que la sensualidad y la cachondería forman parte principalísima de un estilo más que reconocible.
  Once son los cortes que conforman a este Extraños pajaritos, un disco sin desperdicio, con temas que destacan entre lo mejor de Garbage en sus poco más de dos décadas de intermitente existencia. Composiciones como la misteriosa “Sometimes” que abre el plato, las contundentes “Empty”, “Blackout” y “We Never Tell”, las envolventes y fascinantes “If I Lost You” y “Night Drive Loneliness”, las electrizantes “Magnetized” y “So We Can Stay Alive” o la concluyente y emotiva “Amends” hacen de este larga duración una obra tan imperdible como irresistible.
  Alguien por ahí calificó a Strange Little Birds como un álbum de devastadora belleza. Concuerdo a plenitud con tan precisa definición.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 27 de junio de 2016

Quadrophenia

Este nuevo intento de Pete Townshend por escribir una ópera rock no resultó tan afortunado, desde el punto de vista de la popularidad, como Tommy. Musicalmente, Quadrophenia (1973) es un excelente álbum doble, con canciones magníficas, un homenaje a los orîgenes mods de los Who y con una historia más realista y mucho menos fantasiosa que la de Tommy Walker. 
  El disco fue escrito en su totalidad por Townshend, en un momento en el cual las tensiones dentro del grupo eran fuertes y amenazaban con una ruptura. No hay, por ejemplo, un solo tema de John Entwistle, quien además se quejaría (al igual que Roger Daltrey) de haber sido menospreciado, incluso a la hora de mezclar las cintas de grabación (no se entiende por qué: hay partes en las cuales su bajo suena de manera asombrosa, como en “The Real Me”). 
  Menospreciado por buena parte de la crítica, Quadrophenia debe ser revalorado como un trabajo de estupenda factura, con composiciones de un nivel tan alto como la ya mencionada “The Real Me”, la bellísima y conmovedora “I’m One”, la sardónica “Bell Boy” (cantada por Keith Moon), “I’ve Had Enough”, “5:15” y la esplendorosa “Love, Reign o’er Me”. Una producción limpia e impecable, con un uso de los sintetizadores tan bueno como en Who’s Next.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 11 de La Mosca en la Pared, dedicado a The Who y publicado en marzo de 2008)

domingo, 26 de junio de 2016

The Tudors

Hace algunos años, vi en la tele algunos capítulos y quizá hasta una temporada completa, pero con las facilidades que da Netflix, pude servirme con la cuchara grande y ver de principio a fin y a lo largo de un mes las cuatro temporadas de The Tudors, la gran serie de Showtime que pasó originalmente entre 2007 y 2010.
  La historia del reinado de Enrique VIII, monarca de Inglaterra durante 38 años (de 1509 a 1547), y todos los avatares políticos, sociales y amorosos (vemos con detenimiento la historia de sus seis esposas: Catalina de Aragón, Ana Bolena, Jane Seymour, Ana de Cleves, Catalina Howard y Catalina Parr) son presentados de manera impecable, gracias a la fastuosa producción, los estupendos guiones, un casting de primer orden, lo mismo que la fotografía, la escenografía (las escenas de exteriores se hicieron en Irlanda) y las soberbias actuaciones.
  El actor Jonathan Rhys-Meyers es el encargado de dar vida al rey Enrique, desde su juventud hasta su vejez y su muerte, y lo hace de la manera más espléndida y creíble. También las actrices que interpretan a sus esposas y a sus dos hijas, las futuras reinas María e Isabel, son magníficas, para no hablar del cuadro de actores de reparto.
  Pero lo más importante de The Tudors es la forma como nos mete en la historia de Inglaterra y Europa en la primera mitad del siglo XVI. Al menos en mi caso, me motivo a leer mucho al respecto para tratar de entender más lo que fue esa época de guerras religiosas, grandes descubrimientos y ese fanatismo abyecto que llevó a tanta gente al cadalso, la horca o las piras.
  Fuerte, impactante, sin maniqueísmos, elegante e inteligente, The Tudors vale la pena de ser vista una y más veces.

sábado, 25 de junio de 2016

“Estoy con los maestros”

Para Héctor de Mauléon, con afectuosa solidaridad.

¡Ah, el mundo de las frases hechas y las generalizaciones arbitrarias! Tan cómodo y conveniente para mostrarse militante, comprometido y con una political correctness fuera de toda sospecha.
  En las redes sociales han comenzado a pulular unos letreritos muy monos y bastante maniqueos que uno puede adoptar para mostrar su apoyo a la sección 22 de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación. “Soy artista y estoy con los maestros”, “Soy médico y estoy con los maestros”, “Soy periodista y estoy con los maestros” y así, cursimente ad nauseam.
  Hablo de generalizaciones arbitrarias y de un reduccionismo en extremo simplista, porque nada más absurdo que convertir a los integrantes de la CNTE en “los maestros”, como si dicha coordinadora representara a la totalidad de los docentes del país y no a un grupo disidente que abarca apenas al 9 por ciento del total del magisterio nacional y sólo tiene presencia importante en cuatro estados de los 32 que conforman a la república mexicana; como si la CNTE estuviera buscando el bien de la educación en México y no el conservar los privilegios económicos que tenía; como si la CNTE fuese un grupo impoluto y no un organismo de presión que ha optado cada vez más por la violencia; como si la CNTE fuese un bloque democrático y no se hubiese dejado penetrar por una buena (o mala) cantidad de grupúsculos radicales que en sus sueños guajiros siguen proclamando la lucha armada en pos de un socialismo maoísta digno de Sendero Luminoso; como si la CNTE se preocupara por los niños de los estados del sur, que son los de menor nivel educativo, y no por seguir cobrando sus quincenas sin acudir a dar clases y por continuar heredando las plazas y comerciando con ellas.
  Decir “estoy con los maestros” es una forma superficial de negarse a entender el fondo del conflicto, de tranquilizar la buena conciencia, de salirse por la tangente y salvar la corrección política desde la compu, la laptop o el celular. Es una frase hueca que en su vaguedad termina por significar nada.

(Publicado hoy en mi columna ·Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 24 de junio de 2016

Squirrel Nut Zippers / Hot (1997)

¿Swing post moderno? No exactamente. Más bien swinging jazz al estilo de las big bands de los treinta y los cuarenta, tocado por un grupo noventero lleno de energía, encanto y buen sentido del humor. Un álbum pleno de vitalidad y frescura, con canciones entrañables y perfectamente bailables.

Mejor tema: “Hell”

jueves, 23 de junio de 2016

Eso que tú haces

Había visto esta película hace muchos años, en un video de VHS, y la recordaba con mucho cariño. Me preguntaba si los años habían hecho que la cinta perdiera su inocencia y me atreví a verla de nuevo, ahora por Netflix, y la verdad es que me gustó tanto o más que la primera vez.
  That Thing You Do, dirigida por Tom Hanks en 1996, es un filme lleno de frescura que retrata muy bien lo que era el ambiente del rock estadounidense en 1964, cuando comenzaba la beatlemanía, por medio de la historia de uno de aquellos grupos conocidos como one hit wonders (de hecho, el grupo se llama The Wonders). Desde que su protagonista principal, Guy (interpretado por el actor Tom Everett Scott), quien trabaja para su padre en una tienda de electrodomésticos en una pequeña ciudad de Pennsylvania, se integra al grupo como baterista sustituto, para participar en un concurso musical, y al ensayar la balada compuesta por el líder del conjunto (intitulada precisamente "That Thing You Do") decide tocarla con un beat más rápido y beatlesco, todo cambia: la cancioncita adquiere un sonido irresistible que los va llevando poco a poco a la fama. El ascenso será tan rápido como el descenso, pero todo está narrado con agilidad y buen humor y Tom Hanks, como realizador, sabe retratar muy bien una época del rock en la que aún campeaba cierta ingenuidad sin malicia.
  Como personaje, Hanks interpreta al señor White, el representante que los lleva a grabar y los conduce a la fama, pero no consigue mantener la cohesión en el cuarteto y este se desbanda.
  No cuento más. Busquen la película, seguro les hará pasar un muy buen rato.
  PD: Mención especial merece la presencia de la maravillosa Liv Tyler, en el papel de Faye, la preciosa, entregada y no muy afortunada novia del front man de los Wonders.

miércoles, 22 de junio de 2016

La mafia

En aquella época se le llamaba la mafia (así la bautizó Luis Guillermo Piazza en su libro homónimo), porque controlaba la difusión de la cultura en México. Bueno, en realidad no son todos los que están ni están todos los que eran... ¿o sí? En la imagen, los "capos" Monsiváis, Cuevas, Benítez y Fuentes. Pero eran buenos tiempos o al menos divertidos.

martes, 21 de junio de 2016

RHCP: picosos pero sofisticados

Caracterizados en sus inicios por un sonido salvaje, estruendoso, hiperquinético y delirante y por su imagen sarcásticamente agresiva y divertidamente provocadora, los Red Hot Chili Peppers llevan más de 30 años (32 para ser exactos, desde la grabación de su primer disco en 1984) como una de las agrupaciones más importantes del planeta, a pesar de que siempre han mantenido una presencia pública paradójicamente discreta.
  Con sus tres integrantes básicos de toda la vida (el vocalista Anthony Kiedis, el baterista Chad Smith y el demencial bajista Flea) y sus talentosísimos guitarristas intercambiables (por ahí han pasado Hillel Slovak, Dave Navarro, John Frusciante y ahora Josh Klinghoffer), los RHCP son creadores de un estilo propio y más que reconocible a lo largo de su más o menos extensa discografía que llega a los once álbumes en estudio con su flamante The Getaway (Warner Music, 2016), una obra que presenta una serie de afortunadas singularidades.
  Desde que el cuarteto empezó a grabar para Warner en 1992, con el sensacional Blood Sugar Sex Magik, todos sus discos habían sido producidos por el legendario Rick Rubin y es hasta ahora que optaron por prescindir de él y contratar los servicios de Brian Burton, mejor conocido como Danger Mouse. El cambio se nota a lo largo de los trece cortes que conforman el plato, con un sonido menos áspero, menos crudo, más aterciopelado y melodioso, más sofisticado y fino. Tan novedoso es The Getaway que se da el lujo de presentar la insólita e impensable colaboración ni más ni menos que de Elton John, como co-compositor y pianista en el delicioso tema “Sick Love”.
  Difícil resulta resaltar alguna de las canciones, dada la alta calidad de todas ellas, pero no está por demás mencionar joyas como la homónima e inicial “The Getaway”, “Dark Necessities”, “Go Robot” y “Dreams of a Samurai”.
  Los Red Hot Chili Peppers han regresado, maduros como buenos cincuentones (curiosamente, Kiedis, Smith y Flea nacieron, los tres, en 1962), para entregarnos un álbum más que disfrutable y sin traicionar su esencia. Grande cosa.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 20 de junio de 2016

Fiona Apple a 20 años de Tidal

Para Paulina

“I tell you how I feel but you don’t care
I say tell me the truth but you don’t dare
You say love is a hell you cannot bear
And I say gimme mine back and then go there 
- for all I care”

 “Sleep to Dream”
Fiona Apple 


Fiona Apple grabó Tidal (Columbia, 1996) a los dieciocho años de edad y muchos críticos la calificaron de pretenciosa. Otros dijeron que era un buen trabajo, pero que había aún demasiada inmadurez en la cantante, pianista y compositora oriunda de Nueva York. “Su voz es sorprendentemente rica para una jovencita y su piano, sofisticado y jazzero, logra disimular su edad”, decía un comentario que quería ser benigno con ella, aunque luego agregaba: “Fiona demuestra un talento considerable, pero su disco carece de uniformidad y termina por ser difuso”.
  A veinte años de haber visto la luz y con la perspectiva que da el tiempo, quizás haya llegado la hora de revalorar a éste, el álbum debut de una artista en todos los sentidos del término. Porque Tidal es una obra intensa, profunda, visceral, desafiante, que muestra a una joven mujer a la vez vulnerable y dura, tierna y provocativa, a la defensiva y a la ofensiva. “Soy una persona tan estúpida e increíblemente sensible que todo lo que me sucede lo experimento con demasiada intensidad”, dijo Apple en los días en que grabó este disco. “Todo lo siento de manera muy honda y cuando sientes las cosas de ese modo y piensas mucho en eso que sientes, aprendes tanto de ti misma que logras conocerte y al hacerlo conoces lo que es la vida”.
  Al contrario de lo que afirmaban los críticos de hace dos décadas, lo que a mi modo de ver demuestra Fiona Apple en Tidal es una gran madurez como creadora y como persona. Las diez canciones que conforman el álbum poseen una fuerza que ha ido creciendo con el tiempo y si bien ella es hoy una autora e intérprete más hecha y sofisticada (como lo demuestran sus apenas tres discos posteriores a éste, los fabulosos When the Pawn Hits..., de 1999, Extraordinary Machine, de 2005 y The Idler Wheel, de 2012), lo que hace de Tidal un clásico es esa visceralidad, esa crudeza y ese austero minimalismo que lo recorren de principio a fin.
  Desde “Sleep To Dream”, el estremecedor tema con el cual abre el disco, entendemos que no estamos frente a una cantante más. Hay ahí una rebeldía, una fuerza volcánica que hace que la tierra se mueva bajo nuestros pies y que nos obliga a estar atentos y a no permanecer indiferentes ante esta música. La impresión se confirma, aunque en otro sentido, con el segundo corte. “Sullen Girl” es una canción tan bella como ominosa, ya que en medio de la hermosa melancolía de la música se narra con estremecedora poesía la terrible experiencia de Fiona cuando era adolescente y fue violada (“They don’t know I used to sail the deep and tranquil sea / but he washed me shore and he took my pearl / and left an empty shell of me”). El álbum crece aún más con la extraordinaria “Shadowboxer”, posiblemente uno de los dos puntos más altos de Tidal (“Once my lover/ now my friend”). Apple canta con una intensidad impresionante y su piano la acompaña con el beat exacto y la precisión necesaria para expresar lo que ella quiere. Un gran tema, al igual que el sensacional “Criminal”, al cual algunos han definido como una de las canciones que mejor reflejan la angustia juvenil de los años noventa. Una absoluta maravilla que da paso al track con que virtualmente termina la primera parte del plato, “Slow Like Honey”, otro portento, una composición que coquetea cachondamente con un jazz blueseado mientras Fiona dice cosas como “So I stretch myself across, like a bridge / and I pull you to the edge / and stand there waiting / trying to attain / the end to satisfy the story”. Sensualidad pura.
  “The First Taste” es una canción que musicalmente se sale un poco del espíritu del disco, pero sólo en apariencia. Con un ritmo que de algún modo se aproxima al reggae, la melodía transcurre con una materialidad acuosa y un aire que hace recordar algunas interpretaciones de la nigeriana Sade. Por su lado, “Never Is a Promise” es otra de las joyas de Tidal, una pieza conmovedora de principio a fin que se habla de tú con la belleza. La dialéctica que se produce entre la voz de la cantante, su piano, los coros y las cuerdas la convierten en una verdadera escalera al cielo.
  Los tres cortes que cierran el disco mantienen el alto nivel del mismo. Desde el majestuoso mood de “The Child Is Gone” al poético transcurrir minimal de “Pale September”, para culminar con la sorpresa  de “Carrion” y su inesperado arreglo sin piano, en una melodía que Fiona Apple interpreta en forma susurrante, acompañada por una guitarra, un bajo, cuerdas, xilófono y batería. Una manera tan extraña como suntuosa de terminar este espléndido trabajo.

(Publicado hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

domingo, 19 de junio de 2016

Que te amo

La compuse el 24 de mayo pasado y este es tan sólo una especie de demo hecho frente a mi computadora, sin mayor pretensión que darla a conocer y que no se pierda (algo que deberé hacer con la mayoría de las casi 700 canciones que he escrito). ¿Tiene destinataria, una musa que la inspiró? Pues sí, pero no revelaré su identidad.



Que te amo

Los días pasan solitarios, fluye el tiempo sin cesar.
El reloj no se detiene ni siquiera por piedad.

Pero cada vez que vienes, se congela el transcurrir
de ese tiempo que de pronto se estaciona frente a mí.

Noches tan intemporales en las que tú estás aquí.
Noches de vino y canciones en las que te puedo decir...

Que te amo, que eres todo,
que aunque sé que es una ilusión, le das sentido a mi existir.

Nuestras edades no coinciden, eso te parece a ti.
Yo no tengo ese problema, pero qué puedo argüir.

Tan sólo...

Que te amo, que eres todo,
que aunque sé que es una ilusión, le das sentido a mi existir.

Hugo García Michel
Mayo 24 de 2016

sábado, 18 de junio de 2016

La Oposición Revolucionaria Institucional

Varios columnistas, de este y otros medios, solemos ser acremente cuestionados y constantemente insultados por comentar muy seguido acerca de un mismo personaje de la singular polaca nacional, ese tragicómico y peculiarísimo animal político que es el presidente y propietario del partido MoReNa y que responde al nombre de Andrés Manuel López Obrador.
  Que si estamos obsesionados con él, que si nos pagan por atacarlo, que si recibimos órdenes desde Los Pinos, Gobernación, Televisa o algún oscuro sótano de la mafia en el poder para írnosle a la yugular, que si lo odiamos o le tenemos envidia, etcétera.
  En mi caso no es así. Sencillamente, don Peje no se cansa de dar la nota y resulta difícil no comentar sus cada vez más delirantes ocurrencias, mismas que serían muy chistosas si no ocultaran una amenaza latente: la de la venezolización del país en caso de que alcanzara la presidencia en el 2018.
  Sin embargo, lo que quiero comentar esta vez es un aspecto de AMLO en el que he estado meditando a últimas fechas y que es el de la manera objetiva como se traduce su manera de actuar, de declarar, de provocar. En pocas palabras, me pregunto si el papel de López Obrador no es el que parece sino uno muy distinto, es decir, el de hacerse pasar por el más radical opositor del gobierno y en realidad trabajar para dividir a la izquierda y beneficiar a esa mafia en el poder que dice combatir. De ahí su eterno papel de opositor revolucionario institucional, un rol que parece acomodarle a las mil maravillas.
  Seamos sinceros: ¿qué le conviene más a Andrés Manuel: alcanzar la primera magistratura y echarse ese desgastante paquetazo durante seis años o continuar con su muy lucrativa posición de opositor con partido propio, con todas las ventajas políticas y económicas que eso representa?
  A menos que el hombre pretendiera ambas cosas y que, una vez en la presidencia, decidiera seguir los pasos de Hugo Chávez para cambiar la Constitución y perpetuarse en el poder, una tentación a la que son muy proclives ciertos líderes del continente.
  Es mera política ficción..., pero por si las dudas: ¡toquemos madera!

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 17 de junio de 2016

Paul Simon y el ritmo que no cesa

Las percusiones son básicas. La vena rítmica que atrapó a Paul Simon, desde que en 1986 grabara aquel fantástico Graceland, no lo ha abandonado. Tambores sudafricanos, caribeños y sudamericanos, platillos, tarolas, congas, bongós, tumbadoras, claves, birimbaos, maracas, marimbas, xilófonos y una larga lista que incluye hasta percusiones programadas pasaron a formar parte de su arsenal musical. El ritmo prevaleció muchas veces a costa de las melodías y las armonías.
  Ahora, a sus casi 75 años de edad, el nativo de Newark, Nueva Jersey, regresa con un nuevo álbum, Stranger to Stranger (Concord, 2016), en el que otra vez predominan los arreglos con percusiones, incluso en las composiciones más tranquilas y melódicas. Sin embargo, los ritmos no son exactamente africanos, como en Graceland (al menos no en todo el plato). Simon apuesta por una variedad percusiva que salva a la grabación de lo repetitivo y le permite explorar diversas y coloridas atmósferas.
  Que los ritmos siguen siendo básicos lo podemos escuchar en cortes como el abridor “The Werewolf”, en “Wristband”, “Street Angel”, “In a Parade”, “The Riverbank” y en el divertido y –ese sí– muy sudafricano “Cool Papa Bell”. En cambio, hay canciones como la homónima “Stranger to Stranger”, “Proof of Love”, la instrumental “In the Garden of Edie” o la bellísima y concluyente “Insomniac’s Lullaby” que de algún modo recuerdan al viejo Paul Simon que hacía pareja con Art Garfunkel o al que realizó extraordinarios álbumes solistas como There Goes Rhymin’ Simon (1972), Still Crazy After All These Years (1975), One Trick Pony (1980) o Hearts and Bones (1983).
  Stranger to Stranger es una obra estupenda, con un Paul Simon septuagenario pero en su mejor forma, con letras introspectivas y meditaciones acerca del paso del tiempo y la perspectiva de la muerte, aunque alejado de nostalgias depresivas o pensamientos oscurecidos. Un disco lleno de alegría, lleno de dulzura, lleno de sol, lleno de luz, lleno de paz.

(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

miércoles, 15 de junio de 2016

Are You Experienced?

Pocos discos concitan tan unánime acuerdo como éste. Para la abrumadora mayoría de los críticos e historiadores del rock, se trata del mejor álbum debut de todos los tiempos. Con Are You Experienced? (1967), Jimi Hendrix entró a los terrenos de la música grabada como un vendaval de creatividad, inventiva, talento, fuerza y arte que asombró al mundo. A casi cuarenta años de distancia, la obra sigue sonando fresca y vanguardista, con elementos que no dejan de sorprender cada vez que se les escucha.
  El virtuosismo guitarrístico de Hendrix ya está aquí presente a plenitud. Se trata de un trabajo atemporal que sigue asombrando tanto a quien lo oye hoy por primera vez, como lo hizo con quienes lo conocieron en su momento. Are You Experienced? es un disco clásico porque cumple con todos los requerimientos para serlo. Mientras los álbumes iniciáticos de gente como Bob Dylan, los Beatles, los Rolling Stones o The Who fueron irregulares y no mantenían un mismo nivel de calidad en todos sus cortes, en el caso de este genio de Seattle las cosas fueron muy distintas, ya que en el vinil aparecido en 1967 prácticamente todos los temas son impecables. Algunos son mejores que otros, claro está, pero ninguno desmerece o puede considerarse como mediocre o de simple relleno.
  Aunque con el advenimiento del disco compacto y las remasterizaciones el álbum original sufrió algunos cambios en el orden de las canciones e incluso en la cantidad de las mismas (de hecho, existen diferentes versiones en CD), cuando salió a la venta por vez primera, en Gran Bretaña, únicamente contenía once temas. Sólo por cuestiones mercadotécnicas se le añadieron varios de los sencillos más célebres de Hendrix, mismos que nunca aparecieron en los discos de larga duración tal como el músico los concibió. Así, composiciones como “Purple Haze”, “Hey Joe”, “Stone Free” o “The Wind Cries Mary” fueron agregadas en las versiones en compacto, la menos infiel de las cuales es la que sacó MCA en 1997, ya que respeta el orden de las primeras once piezas y los sencillos (con sus lados B) son situados al final.
  Como cumbre de la psicodelia sesentera, el original Are You Experienced? inicia con “Foxy Lady”, una pieza cargada de sensualidad y provocación, una especie de soul psicodélico lleno de fuerza con el cual Jimi Hendrix abre sin contemplaciones y atrapa al escucha desde el primer acorde. “Manic Depression” se adentra un poco en el jazz, sobre todo por la batería de Mitch Mitchell, para crear uno de los temas más explosivos e irónicos del álbum, con una guitarra que inaugura territorios hasta entonces inéditos. “Red House”, en cambio, es un blues tradicional. Pero qué blues. Jimi demuestra sus raíces más profundas y lo hace con una guitarra limpia, exacta, y una voz que rinde tributo a sus ancestros blueseros, desde Robert Johnson y Sun House hasta Muddy Waters y BB King. “Can You See Me” es quizás el tema menos brillante del disco, aunque su mezcla de psicodelia con rhythm and blues hace que no desmerezca y varias escuchas la vuelvan cada vez más interesante. En cambio, “Love or Confusion” es una compleja composición en la cual las armonías se sobreponen unas a otras, mientras “I Don’t Live Today”, con su ritmo que rememora la raigambre piel roja de Hendrix, es un rock duro pleno de inventiva. Punto y aparte merece “May This Be Love”, una de las más bellas composiciones jamás escritas por el músico. Sutil, delicada, conmovedora, con ecos de Curtis Mayfield, una joya extraordinariamente pulida e injustamente olvidada. Un dramático rompimiento sobreviene con “Fire” y su irresistible arreglo, en el cual vuelve a brillar la batería de Mitchell y resuena a la perfección el bajo de Noel Redding. “Third Stone from the Sun” es todo un viaje, una larga incursión instrumental, un trayecto plenamente psicodélico en el que Jimi Hendrix explota todas las posibilidades de su instrumento con impactante fuerza creativa. Por su lado, “Remember” es una preciosa tonada soul, optimista y contagiosa que sirve como preámbulo al corte final, “Are You Esperienced?”, un breve tema que reafirma que hemos pasado a lo largo de un álbum que se asume como psicodélico, con todo lo que esto implica. La conclusión perfecta para un disco impresionante.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 19, dedicado a Jimi Hendrix, publicado en abril de 2005).

martes, 14 de junio de 2016

¿Importa una nueva recopilación de McCartney?

La respuesta inmediata podría ser un rotundo no. Sin embargo, cuando uno examina de qué se trata Pure McCartney (Hear Music, 2016), la flamante caja de cuatro discos (en la edición de lujo) recopilada por el propio ex beatle, puede ser que la opinión cambie un poco... o un mucho.
  En primero lugar, debemos tomar en cuanta que la anterior colección de éxitos del buen Paul (Wingspan: Hits and History) data de 2001. Esto quiere decir que han pasado tres lustros y cuatro o cinco álbumes en estudio que por obvias razones temporales no están contenidos en ese plato. De hecho, Wingspan abarcaba tan sólo hasta el año 1984, por lo que (de hecho también) son más de 30 años en los que las composiciones más exitosas y/o representativas de McCartney no fueron recopiladas. Esta sola razón basta para justificar la nueva colección.
  Esta vez, el autor de “Maybe I’m Amazed” y “Another Day” no corre riesgos e incluye en la caja incluso el tema “Hope for the Future” que escribió en 2014 para el videojuego Destiny.
  Por demás está decir que la mayor parte de las canciones más conocidas del británico están incluidas en Pure McCartney (como lo estuvieron en los tres álbumes recopilatorios anteriores: Wings Greatest (1978), All the Best (1987) y el ya mencionado Wingspan). En ese sentido, no hay sorpresas. Estas vienen, en cambio, a partir de los cortes grabados de 1984 a 2014.
  Sólo hay un álbum que, por extrañas e inexplicadas causas, no aportó una sola melodía: el Flowers in the Dirt de 1989. ¿Por qué? Vaya usted a saber. Aunque creo que canciones como “My Brave Face”, “We Got Married”, “This One” o “Distractions” pudieron entrar fácilmente.
  Lo que queda claro es que Paul McCartney ha escrito tantas canciones como solista y que su obra es tan vasta que se necesitaría una caja de diez discos para medio abarcar sus mejores (e incluso sus peores, ¿por qué no) momentos.
  En su composición “How Do You Sleep” (contenida en el Imagine de 1971), John Lennon criticaba a su compañero de los Beatles por escribir musak, música basura. A mi modo de ver, este Pure McCartney es un rotundo desmentido a la injusta afirmación del esposo de Yoko Ono.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 13 de junio de 2016

Christopher Domínguez Michael: Crítico de literatura

Nacido en el Distrito Federal, el 21 de junio de 1962, Christopher Domínguez Michael es crítico literario y ensayista formado en el periodismo cultural. Autor de varios libros, entre los cuales destacan Tiros en el concierto y Servidumbre y grandeza de la vida literaria, así como su novela William Pescador, Domínguez ha colaborado en las revistas Vuelta, Letras Libres y La Gaceta del Fondo de Cultura Económica. Actualmente es coeditor de la sección cultural "El Ángel" del diario Reforma.

¿Cuál crees que sea la importancia de la crítica en general, por qué debe haber crítica?
Yo parto de la base de que el pensamiento occidental desde Sócrates está basado en la crítica. No es posible concebir a la cultura sin la crítica. No hay pensamiento sin crítica. Debe haber crítica por la misma razón de que debe haber pintura, literatura, música. libertad de pensamiento.

En un país como México, ¿qué tan importante es la crítica?
México es un país que forma parte de una cultura más grande, la cultura en lengua española, que a su vez es parte de la cultura europea, y que tuvo, en lo que hoy se llama América Latina, un desprendimiento, una continuidad y una negación. No concibo a México como una nación aislada ni me interesa México como una isla, porque no lo es y nunca lo ha sido. Somos continuadores y beneficiarios de una tradición riquísima, nutrida desde el siglo XVI tanto de la parte indígena de nuestra cultura como del imperio español, que fue un imperio multinacional y centro del mundo durante tres centurias. De tal forma que la crítica en México es tan importante como en cualquier otro espacio de la cultura occidental.

Pero, ¿no ha habido históricamente en el país una intolerancia hacia la crítica?
Si por crítica se entiende la disposición del lector y de los medios para aceptar que se critique a las figuras públicas, que se critique a las obras de arte, que los críticos hagan un seguimiento de la actividad en todas las esferas de la vida pública, México no es un país especialmente intolerante a la crítica. Intolerantes ante la crítica Lenin, Stalin, Hitler, Franco, Pinochet. El régimen que acaba de desaparecer en México fue un régimen autoritario, pero nunca canceló la expresión crítica. La limitó, la sobornó, pero no estamos ni lo estuvimos a lo largo del siglo pasado, entre los países del mundo donde la crítica fue sistemáticamente silenciada, como ocurrió en las naciones víctimas del comunismo o del fascismo. Sin embargo, es cierto que la cultura hispánica suele ser muy desconfiada del fenómeno crítico. Esto no es un caso exclusivamente mexicano. En la tradición francesa o en la tradición anglosajona, la existencia del crítico es vista con toda naturalidad. El crítico ocupa una función social, tiene un espacio cultural que puede o no gustar, pero que está ahí. En cambio, en las culturas hispánicas hay un poco la idea de que la crítica es una cosa que no debería existir. En la sicología de los pueblos hispánicos existe un rechazo hacia la crítica. Hay como una resistencia de orden espiritual, genética, a entender que la crítica es una actividad inevitable en el momento en el cual se generan obras de arte. Yo no entiendo que quienes exponen cuadros, publican libros o montan obras de teatro se enojen porque los critican. Pero en México esta intolerancia ha ido bajando en la misma medida en que el país se ha ido democratizando, ya que ontológicamente es imposible una democracia sin crítica.

¿Cuál ha sido tu experiencia como crítico en México?
Yo no estudié la carrera de crítico ni decidí ser crítico literario a la edad en que empecé a publicar, a los diecisiete o dieciocho años. Digamos que el tipo de cosas que yo hacía poco a poco me fue llevando a una zona que tiempo después descubrí que se llamaba crítica literaria. Pero llegué de manera natural. Y ya estando ahí, al tomar conciencia del lugar al que había llegado, pues me gustó y me quedé. Considero que la crítica literaria es una de las bellas artes y que el objetivo de un crítico literario debe ser escribir páginas y libros que tengan la altura y la dignidad de las obras de arte. El nivel de exigencia que ante su trabajo debe tener un crítico literario es exactamente el mismo al que se someten un poeta o un novelista.

¿Hay fórmulas para hacer la crítica, una metodología, o es la expresión de una opinión nada más?
Hay corrientes que consideran que debe haber una metodología de orden sociopolítico, sicoanalítico o textual para abordar el objeto literario. En mi caso, he tomado de estas corrientes lo que se me ha dado la gana, pero me considero un crítico literario al viejo estilo del siglo XIX, un hombre cuyo horizonte existencial es la lectura y que a partir de esa lectura genera un número articulado de opiniones que si son o no un sistema, eso ya es cosa de quienes hagan mi crítica como crítico. Más que un sistema, yo defiendo un cuerpo de valores estéticos, políticos, y este cuerpo de valores está sujeto a la mutación de la historia, a mi propia mutación como individuo y, algo muy importante, a la mutación de mi propio gusto.

¿Hay tolerancia hacia el crítico por parte de los criticados?
 Un crítico literario debe saber que su trabajo es la polémica, su trabajo es caerle gordo a la mitad de los escritores; si no, que se dedique a otra cosa. En el crítico literario viene, junto con el paquete de la vocación, ser antipático. En ese sentido, he encontrado de todo a lo largo de mi carrera. Pero son muy raros los casos de abierta intolerancia. Desde luego que me han insultado y me han amenazado por teléfono, incluso han intentado golpearme, pero son episodios aislados. La gente en el fondo respeta a un crítico literario que dice lo que piensa, aunque considere que esté equivocado, aunque suponga -con verdad o falsía- que el crítico depende de intereses oscuros, al crítico lo hacen importante sus lectores y una parte de sus lectores son los escritores criticados. Desde luego que los críticos, como todo ser humano, tienen sus pasiones, sus envidias, sus errores, sus mezquinadades, y también sus predilecciones. El problema de la crítica literaria en México no es tanto el ambiente sino el hecho de que los críticos literarios somos muy pocos, lo cual genera una serie de equívocos: como somos muy pocos, se nos exige a tres o cuatro personas que cubramos toda la actualidad literaria, lo cual es imposible. En culturas críticas más desarrolladas, como la inglesa o la francesa, tienes tal cantidad de críticos que vas con el que te gusta: hay crítica feminista, homosexual, marxista, etcétera. En cambio, cuando el número de críticos es muy reducido, el propio mercado te coloca en una posición de juez absoluto. Y ser juez es parte de la tentación del crítico. Pero no es lo mismo enfrentarte a una literatura que tiene veinticinco o treinta jueces de primer nivel, a una que tiene tres o cuatro.

¿Qué opinas de la famosa frase "el crítico es un artista frustrado"?
El escritor español Juan Bennet decía que los novelistas eran críticos frustrados. A mí la frase que mencionas no me molesta. Tiene algo de cierto inclusive. Muchos han llegado a la crítica después de escribir malos poemas o malas novelas. Pero toda esa leyenda de que el crítico es un diablo medio teporochón que huele mal, a mí me divierte mucho. No obstante, si entendemos al crítico como alguien que escribe libros importantes, entonces eso del "artista frustrado" es una tontería. ¿Cómo le puedes llamar a George Steiner un artista frustrado, cuando sus ensayos son frecuentemente muy superiores a las obras que examina? ¿Cómo puedes decir que Harold Bloom es un artista frustrado? Ellos son pensadores que tienen como materia de trabajo el lenguaje y la literatura. Eso es lo que yo entiendo por un crítico.

También dicen que los críticos son amargados. 
El crítico vive en un  mundo ideal que es el mundo de su propia tradición, de los libros que él ha elegido como modelo y siempre se halla un poco amargado porque encuentra que la actualidad nunca está a la altura de la tradición. Pero ése es un espejismo propio de la personalidad del crítico. Siempre he pensado que la esencia de la personalidad artística es la vanidad y generalmente la amargura proviene de la falta de reconocimiento. Todos los escritores siempre queremos más y el premio Nobel nunca será suficiente. En ese sentido, el crítico es una persona que cuando hace bien su trabajo goza de mucho reconocimiento. Entonces, los críticos competentes -entre quienes obviamente me incluyo- por lo general son reconocidos y eso se debe también al hecho de que escoger la vocación crítica requiere de un tipo de personalidad un poco más rara o compleja que escoger ser poeta o pintor. El crítico también busca trascender y la crítica bien hecha es una manera de trascender

Hay otro lugar común que afirma que la crítica debe ser "positiva" y no "negativa".
Eso es absurdo. Además mucha gente tiene la idea de que la crítica por fuerza es "negativa". Una crítica "positiva" no es tomada como crítica sino como guayabazo. La crítica es un sistema de pensamiento y exige un examen de la obra de arte en la que según tu propio sistema de valores generas opiniones positivas o negativas, mismas opiniones que en medio siglo van a cambiar de signo. Lo que ayer eran alabanzas hoy se vuelven vituperios y al revés. El crítico funciona por medio de la simpatía. Generalmente, las grandes páginas críticas se producen cuando una obra nos llama la atención, nos mueve, nos cuestiona, y uno siente la necesidad de comunicar un entusiasmo. Pero lo mismo ocurre con la indignación. Un crítico cabal es el que escribe páginas positivas y páginas negativas e incluso el que las combina en un mismo texto. Curiosamente, los textos que menos llaman la atención son aquellos en los que el crítico trata de ser mesurado, ponderado. Son las críticas que nadie lee y nadie comenta. La gente espera que des de palos o que des alabanzas olímpicas para sentirse autorizada a leer un libro o ver una película, etcétera.

¿Puede haber una crítica objetiva o siempre hay una carga de subjetividad?
La crítica siempre será subjetiva, porque hasta la fecha no he encontrado alguna escuela de pensamiento que me convenza de que la obra de arte funciona según una lógica científica. El arte apela a la subjetividad y sólo puede ser juzgado desde esa misma subjetividad. No hay manera de medirlo, no se puede pesar, no se puede diseccionar según las leyes del viejo positivismo. Y si los propios científicos ya dudan de que podamos aprehender la realidad con leyes objetivas, como creyó la ciencia durante el siglo XIX y buena parte del XX, imagínate la creación artística. Ahora, esto no quiere decir que la crítica no sea rigurosa, que el crítico no sea fiel a su subjetividad.

¿Cómo te imaginas un mundo en el cual no existiera la crítica? 
En el siglo XX hubo serios intentos por hacerlo. Que no hubiera crítica fue el sueño de Stalin y Hitler... y casi lo logran. Un mundo sin crítica fue la aspiración de los totalitarismos del siglo pasado. Es una lección que no debemos olvidar.

(Entrevista que realicé en 2001 para la sección "Razón de la crítica impura", publicada en La Mosca en la Pared).

domingo, 12 de junio de 2016

Nueve años con "El rojo y en negro"

Hoy cumplo nueve años de escribir cada día este amado blog. Desde el 12 de junio de 2007 en que lo inicié, no he dejado ir un solo día sin anotar algo en sus páginas virtuales. Son 3 mil 288 entradas a lo largo del mismo número de días.

sábado, 11 de junio de 2016

Ponchar a Mancera

Recuerdo unas fotografías que hoy parecerían antiquísimas sin serlo tanto. De hecho, apenas tienen tres años, pues son de mediados de 2013. En las mismas aparecían Andrés Manuel López Obrador y Miguel Ángel Mancera en pleno disfrute de un partido de beisbol en los campos de la Liga Tranviaria. En sus uniformes se leía que estaban en el mismo equipo, denominado Amigos.
  Cuán diferentes son las cosas hoy entre ellos. Apenas empezó a sonar, hace poco más de un año, que Mancera tenía pretensiones presidenciales y que podría ser el candidato del PRD para las elecciones del 2018, el Jefe de Gobierno del ex DF cayó de la gracia de AMLO y éste, de inmediato, lo mandó al infierno de “la mafia en el poder”. A partir de ahí, lo criticó y despreció cada vez que pudo (tan sólo esta semana, entrevistado por el querido Ciro Gómez Leyva en su noticiario radiofónico matutino, Liópez –¡saludos Gil Gamés y bienvenido a las páginas de Milenio!– mencionó a Mancera como un miembro de “segunda división” en esa tan mentada mafia que el tabasqueño tanto alucina).
  Lo que he observado y no deja de asombrarme, a partir de la condena pejiana, es la manera en que para mucha gente Mancera se convirtió de pronto en un personaje nefasto y cómo persiste esa percepción –basta asomarse a las redes sociales o hablar con diferentes personas para comprobarlo– y se le critica por cualquier cosa que haga o deje de hacer, con un furor digno de mejores causas.
  Ya sea por la contingencia ambiental, por el famoso pito para denunciar el acoso a las mujeres o por los problemas con el “Hoy no circula” (etcétera), insultar al Jefe de Gobierno se ha convertido en uno de los pasatiempos favoritos de los CDMXiqueños (o como vaya a quedar constitucionalmente el gentilicio), sin que hasta ahora alguien haya señalado la coincidencia entre este tan súbito odio y el anatema que sobre don Miguel lanzó don Peje.
  ¿Mera coincidencia? Puede que sí, puede que no, aunque lo más seguro es que quién sabe. El caso es que sin haber vuelto a jugar beis, el pitcher de Macuspana se ha empeñado en ponchar al bateador a quien alguna vez llamó su amigo... y muchos, aun sin darse cuenta, le gritan: play ball!

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 10 de junio de 2016

Steve Hackett / Voyage of the Acolyte (1975)

Un sumario perfecto de lo que era el más fino rock progresivo a mediados de los setenta. El en ese entonces aún guitarrista de Genesis ofrece un trabajo de enorme riqueza instrumental y letrística, lleno de referencias a hechiceros, viejos castillos, duendes y demás imaginería a la que eran tan afectos algunos músicos de prog rock. Gran álbum.

Mejor tema: “Shadow of the Hierophant”

jueves, 9 de junio de 2016

Cinco esquinas

Terminé esta, la más reciente novela de Mario Vargas Llosa, de la que había leído algunas reseñas muy favorables. No diré que el libro me decepcionó o que me pareció malo. Sin embargo, no es lo que yo esperaba de una pluma como la del peruano y no creo que se pueda comparar con obras maestras suyas como La ciudad y los perros, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo o incluso Pantaleón y las visitadoras, novelas que en su momento me deslumbraron por su estilo narrativo, ese mismo estilo narrativo que eché en falta en Cinco esquinas (Alfaguara, 2016).
  Porque no puedo entender cómo es que alguien que siempre privilegio el buen estilo literario y que incluso tiene un libro portentoso como La orgía perpetua, en el que analiza a fondo la Madame Bovary de Gustave Flaubert, pueda caer en una escritura más bien facilista y en ocasiones descuidada, aunque, eso sí, el relato me atrapó y su ritmo vertiginoso me llevó a leerlo de principio a fin.
  La historia de un chantaje a un alto empresario peruano, en la temible época en que Alberto Fujimori era amo y señor del país andino, mientras por todos lados había secuestros y atentados terroristas por parte de Sendero Luminoso y otros grupos subversivos, son la anécdota central y el escenario en que se desarrolla la trama de Cinco Esquinas. Hay varias historias alternas que enriquecen el relato y lo hacen cada vez más interesante conforme el libro avanza. Los personajes son vivos y creíbles, tanto el chantajista Rolando Garro, director de la revista sensacionalista Destapes, como su mano derecha, la reportera amarillista apodada La Retaquita (quizás el personaje más logrado de la novela), lo mismo que el chantajeado Enrique Cárdenas (empresario de altísimos vuelos), su amigo más cercano, el abogado Luciano Casasbellas, y las mujeres de ambos (Chabela y Marisa). También hay que destacar al infortunado Juan Peinetas y, muy especialmente, al siniestro Doctor, verdadero poder tras el trono de Fujimori.
  La trama, pues, es muy buena. Mis objeciones se encuentran en la forma de repente descuidada en que está escrita.
  Un ejemplo: en algún momento, uno de los personajes desaparece y sus empleados temen que le haya pasado algo. Reunidos en una oficina, convienen en ir a comer, para despejarse un poco, y volver para verse a las cuatro. Son las dos y media y Retaquita va a su casa, en un trayecto que le lleva una hora. Es decir, que llega a su casa a las tres y media. Decide tomar una siesta de una hora y al despertar, lógicamente son las cuatro y media. Lejos de alarmarse porque se le hizo tarde, regresa a la oficina (otra hora de camino) para llegar a las cinco y media. Eso es lo que uno cree. Sin embargo, Vargas Llosa dice que son ¡las cuatro! Parecería una pecata minuta, pero es un descuido imperdonable para un literato de tan altos vuelos.
  Otro problema de estilo está en las descripciones de las escenas de sexo, ya sea las de amor lésbico entre Chabela y Marisa, el trío que hacen con Enrique o las imágenes de la orgía que desata el chantaje. Son muy obvias y descriptivas, no hay elegancia en ellas, el erotismo que debía campear está ausente. Ni siquiera resultan pornográficas. Son simplonas y en absoluto excitantes o provocadoras.
  Con todo, es una novela que hay que leer. O no.

miércoles, 8 de junio de 2016

Novela enviada

Luego de darle una última revisión, hoy mandé a la editorial mi más reciente novela, la que escribí basada en la biografía de mi abuelo, el diputado constituyente Emiliano Celso García Estrella. No revelaré el título ni la casa editora. Espero que guste y que se apruebe su edición. Confío en la ayuda de mi propio abuelo, desde donde esté, para que el libro aparezca antes de febrero próximo.

martes, 7 de junio de 2016

De Antony a ANOHNI

Hace un par de semanas, fue noticia la reunión en Los Pinos entre el presidente Peña Nieto y la comunidad LGBTTTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis, Transexuales, Transgénero e Intersexuales) y el reconocimiento de los derechos de estos grupos.
  No deja de ser una feliz coincidencia que, a manera de banda sonora de este hecho, aparezca casi simultáneamente el nuevo disco de quien fuera el cantante, músico y compositor Antony Hegarty, líder del excelente proyecto Antony and the Johnsons, transformado hoy día en una generosa mujer llamada ANOHNI.
  Hopelessness (Secretly Canadian, 2016) es el título del flamante álbum de esta ahora británica y en el mismo se refleja la transformación no sólo física, mental y emocional sino sobre todo musical de la artista.
  Lo que con Antony eran canciones dulces y/o tristes, con instrumentaciones más o menos convencionales (aunque espléndidas) que iban de lo minimalista a lo suntuosamente orquestal, con ANOHNI se ha tornado en temas más desafiantes y desgarrados, con recursos instrumentales que tienen más que ver con la electrónica y con las herramientas sonoras que brindan los estudios de grabación.
  En lo que sí coinciden ambos personajes es en su tendencia al dramatismo y a la belleza, vista ésta desde su lado más profundo. Para ello, la grande y expresiva voz de la hoy cantante resulta perfecta y se refleja en esta colección de once temas cuyas letras tocan asuntos lo mismo ecológicos que políticos, lo mismo pacifistas que de crítica social.
  Musicalmente, las instrumentaciones son frías y en momentos hasta agresivas, con atmósferas inquietantes, creadas con la ayuda de los productores Hudson Mohawke y Oneohtrix Point Never (juro que así se llaman, al menos en la grabación).
  Las canciones son en general demandantes e incluso amargas, aunque dos de ellas (”Crisis” y la homónima “Hopelessness”) se abren a la posibilidad de la ternura y la compasión.
  Una obra apasionada y apasionante, poderosa y con la protesta a flor de piel. Un disco que es casi un manifiesto, pero que evita el panfleto y mantiene una calidad artística incuestionable.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 6 de junio de 2016

El Bosco


domingo, 5 de junio de 2016

Futbol con mi mamá

Como mi hermana Ivette anda fuera de México, estuve yendo estos tres días a cuidar a mi mamá para que no estuviera sola y para ver que comiera y cenara. Dado que prácticamente ya no oye, es muy difícil platicar con ella (debemos usar un pizarroncito para que entienda lo que se le dice). Entonces, la televisión ha sido un medio para entretenerla, sobre todo el canal Animal Planet que le divierte mucho.
  Anoche se me ocurrió cambiarle a la Copa América mientras mi madre iba a la cocina y al regresar, le dije que iba a ponerle de nuevo el canal de los animales, pero ella me dijo que no, que le dejara al fut, que le gustaba, cosa de la que yo francamente no me acordaba. Por eso hoy vi con ella el partido de México contra Uruguay, completito, y hasta se emocionó con los goles. Me preguntaba de cuál color jugaba México y no perdía detalle. Fue muy divertido que a sus 94 años la pasara tan bien con el encuentro.
  Ya más noche, hablé con mi hermana Myrna para contarle y ella sí se acordaba del gusto futbolero de nuestra progenitora: "acuérdate que iba con mi papá al estadio y que siempre le fue al Guadalajara", me dijo. Yo no lo recuerdo, pero Myrna tiene una memoria impresionante, así que le creo todo.
  Qué buen domingo (porque además ganó México).

sábado, 4 de junio de 2016

Las posibilidades del neoodio

Escribía en mi columna anterior acerca de ese nuevo odio que, a partir de las elecciones de 2006, se ha engendrado entre los mexicanos y nos ha dividido prácticamente en dos bandos inconciliables. El surgimiento de ese neoodio que hoy se palpa sobre todo en la política, los medios y las redes sociales no fue gratuito y espontáneo. De hecho pareció ser inducido, como si formara parte de una estrategia que buscaba –que busca– sacar raja del hecho de que desconfiemos y nos miremos con rencor unos a otros.
  Dos acontecimientos recientes vienen a confirmar esto. Primero, el desconocimiento (con una sarta de improperios incluida) de su propio hermano, Arturo, por parte de Andrés Manuel López Obrador, debido a que aquél no se pliega a lo que éste decreta. Esta ruptura fraterna fue un espectáculo tan patético como revelador.
  El otro hecho de neoodio lo protagonizaron los grupos neofascistas chiapanecos identificados con la CNTE que vejaron, humillaron y raparon a seis indefensos trabajadores de la educación, entre ellos dos mujeres de edad, sin que nada ni nadie los detuviera, en un acto que recuerda al nazismo y sus primeras acciones contra los grupos judíos en la Alemania inmediatamente anterior a la Segunda Guerra Mundial.
  Estamos ante un odio que corrompe al tejido social y lo vuelve vulnerable. Un rencor visceral que apela a la violencia ciega y maniquea y la justifica con sinrazones basadas en la mala situación del país, al tiempo que se sabotea cualquier reforma o medida que busque mejorar dicha situación. Los odiadores no buscan el bienestar de las mayorías empobrecidas, tampoco el mejoramiento de sus condiciones de vida. Sólo pretenden llevar agua a su molino en un afán obsesivo, vengativo y enfermizo por hacerse del poder.
  ¿A quiénes conviene esta corrupción ética y moral, tanto o más grave, por profunda, que la otra corrupción, es decir, la de los dineros? ¿Quiénes intentan sacar provecho político del divisionismo y el fomento de este nuevo odio? ¿Quiénes piensan que entre más rencor exista entre los mexicanos, mejor será para conseguir sus egocéntricos fines?
  La respuesta resulta tan obvia que se cuenta sola.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 3 de junio de 2016

Russell

Terminé de leer esta estupenda biografía de Bertrand Russell, escrita por Ronald Clark y editada por Salvat en 1985. Se trata de un libro tan ameno como revelador de la personalidad de una de las más grandes inteligencias que ha dado la humanidad, un personaje extraordinariamente rico desde los más diversos puntos de vista: el filosófico, el matemático, el político, el pacifista, el educativo y hasta el sexual y sentimental.
  Noventa y ocho años vivió este singular pensador británico, amigo de Albert Einstein, D.H. Lawrence, T.S. Elliot y Ludwig Wittgenstein, entre otros. Su muy activa y militante vida es aquí narrada con soltura y hasta con destellos de buen sentido del humor que nos llegan a presentar al Russell casanova y donjuanesco que solía caer embelesado ante las muchas mujeres que conocía. No en balde se casó cuatro o cinco veces a lo largo de su fructífera vida.
  Gran contribuyente de las teorías matemáticas y filosóficas de su tiempo, a las que revolucionó, era capaz de escribir y opinar sobre cualquier tema, siempre con brillantez y con una enorme capacidad para la provocación intelectual, lo cual le acarreó miles de admiradores y miles de detractores.
  Agnóstico, anticomunista, pacifista, luchador contra los totalitarismos y la proliferación de armas nucleares, falleció luego de dictar una conferencia. Su brillantez no lo abandonó siquiera poco antes de morir, en 1970.
  Una biografía ejemplar.

jueves, 2 de junio de 2016

Brian Eno y el deseo de navegar

Existen muy pocos músicos, si es que los hay aún, que tras más de cuatro décadas de hacer discos –como parte de un grupo, como solistas, como productores, como arreglistas–, aún sientan la necesidad de retarse a sí mismos y traten de realizar algo diferente a todo lo que han hecho con anterioridad. Brian Eno es uno de ellos..., si no es que el único.
  El multiinstrumentista y compositor nacido en Suffolk, Inglaterra, en 1948 (acaba de cumplir 68 años el pasado 15 de mayo), decidió cambiar todos sus paradigmas y buscar la creación de algo nuevo, de algo que antes jamás había intentado. El resultado de esta determinación es el flamante álbum The Ship (Warp Records, 2016).
  “Quise hacer un disco de canciones que no estuviesen basadas en las estructuras rítmicas y armónicas tradicionales, sino que dieran la suficiente libertad a las voces cantadas para flotar por encima de la música y gozar de su propio tiempo y su propio espacio, como partes independientes de un paisaje”, explicó hace poco el antiguo integrante de Roxy Music. Para ello, compuso cuatro canciones, dos de ellas muy largas, que fluyen como él lo pretendió, a lo largo de casi cincuenta minutos.
  La idea conceptual y temática del disco proviene de mucho tiempo atrás y nació cuando Eno trabajo como productor de su amigo, el percusionista Gavin Bryars, en el disco Sinking of the Titanic, de 1977. De ahí se le quedó en la mente la historia de aquel malogrado trasatlántico y le llevó casi cuarenta años hacer algo con ella.
  El de Bryars era un disco de música folk y lo que ha hecho ahora Eno nada tiene que ver con ello. De hecho, la idea de este nuevo trabajo lo ha llevado de regreso al ambient, algo en lo que no incursionaba desde su excelente álbum Lux de 2012.
  The Ship está dividido en dos partes. El track homónimo, de 21 minutos de duración (una reflexión minimalista sobre el hundimiento del Titanic), y la composición “Fickle Sun”, de 26 minutos, dividida en tres partes (o tres canciones).
  “The Ship” es una composición autocontenida, misteriosa, fascinantemente monótona e hipnótica, apoyada en el uso de sintetizadores y sampleos que nos van metiendo poco a poco en una atmósfera neblinosa y nocturnal, necesariamente oscura. Eno incorpora su voz, intencionalmente grave (muy grave, con tonos bajísimos), cuando la pieza lleva ya seis minutos, y lo hace sobre dos acordes que se repiten ad infinitum (“The Ship was from the willing land / The waves about it roll / and as a glow by powder band / We lift, we loot, we haul”) al tiempo que va añadiendo, con elegancia y discreción, diversos sonidos que incluyen desde cuerdas sintetizadas hasta voces fantasmales tomadas de viejas transmisiones radiofónicas y desde una segunda voz femenina hasta un coro de sirenas interpretado por el grupo vocal femenino The Elgin Marvels. La pieza sumerge al escucha en el uniforme avanzar del gran trasatlántico, su paso por las olas, su lento transcurrir oceánico y su trágico final, todo sin alteraciones, manteniendo siempre una uniformidad sonora que vuelve tan desesperante como fascinante, tan angustiante como cautivadora, la historia del naufragio. Eno nos sitúa en ese ambiente marino y helado, nos hunde auditiva y casi literalmente en las aguas del Atlántico Norte, nos hace sentir como si fuésemos una de las víctimas del naufragio y escucháramos desde el fondo del océano todos esos sonidos inquietantes.
  Por lo que toca a “Fickle Sun”, con una primera parte de 18 minutos de duración, estamos ante una obra más siniestra y tensa aún, oscura, muy emparentada con el gótico y la música doom. Aquí también, Brian Eno canta, pero lo hace con menos monotonía y más intención dramática, mientras que lo ambient nos rodea y borda incluso las orillas del rock progresivo, como escuchamos en la primera parte del tema, con algunos acordes pesadísimos, cercanos a lo orquestal, y que aparentan el golpeteo de grandes láminas metálicas, mientras un órgano tétrico mantiene un larguísimo continuo o esas voces que parecen provenir de un negro y profundo más allá. En una segunda y breve sección, con el subtítulo “The Hour Is Thin”, el actor Peter Serafinowicz lee un relato poético, acompañado por un piano solitario, mientras que en la tercera Eno retoma con enorme respeto un hermoso y triste tema escrito por Lou Reed para el álbum The Velvet Underground, editado en 1969: “I’m Set Free”. El ambient se desvanece y da pie a una melodía de rock pop con tintes folkies y con una instrumentación que incluye teclados, violín, viola, guitarra y batería. Las armonías vocales son de una hermosura conmovedora y dan al disco una conclusión esperanzadora que contrasta con su dramático inicio.
   Vaya manera que eligió Brian Eno para celebrar sus 68 años de vida, con una obra impresionante y majestuosa.

(Publicado hoy en "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

miércoles, 1 de junio de 2016

Blues de verano (o sobre el eclecticismo musical de los millenials)

¿Qué tan importante es la historia de la música y en especial del rock? ¿No basta con disfrutarla sin más? ¿No es suficiente con escucharla y, en todo caso, saber quién la interpreta y ya? ¿Por qué demonios tenemos qué saber que determinada canción o cierto disco forman parte del historial de un grupo o solista, que este o aquel pertenecen a determinado movimiento, el cual se deriva de otros movimientos que pertenecen a un género equis? ¿Es útil saberlo? ¿Para qué? ¿En qué me puede enriquecer eso si lo que me importa es oír mis piezas favoritas sin el menor contexto, sin tener que llevarlas al aburrido campo de la historia, así se trate de la historia del rock?
  De ese modo parecen reflexionar cada vez más las nuevas generaciones de escuchas, a quienes el uso de la música por medios digitales se ha encargado de descontextualizar de tal modo que lo mismo les da poner una balada pop seguida de un hip-hop, para de ahí saltar a una cumbia y terminar con algo de post-punk. Por supuesto, sin saber cosa alguna de cada género y prácticamente sin distinguirlos entre sí, al fin que "todo es música".
  ¿Es esta manera, tan millenial, de oír la música algo bueno o algo malo? No lo sé a ciencia cierta, aunque para mí, un tipo nacido en la década de los cincuenta del siglo pasado, con una forma de escuchar discos tan distinta a como se escuchan hoy, resulte muy desconcertante y, sí, lamentable.
  Hace unas semanas, mi querido amigo (mío y de esta casa editorial) Juan Carlos Hidalgo me pasaba por inbox diversos videos de YouTube con distintas agrupaciones de diferentes partes del mundo. Sé que lo hacía con la mejor de las intenciones, como para romper mi cerrazón ante ciertos tipos de música, pero no lo logró y al final desistió. Me puso, por ejemplo, a un grupo llamado Las Chamanas como la gran novedad y le dije que me resultaba de flojerita. “Suena todo sufrido, con ese sonido a lo Pasteles Verdes o los Temerarios, sin una pizca, así sea mínima, de rock”, le escribí. Insistió con una banda proveniente de Dinamarca, llamada Giant Giant Sand, que canta un tema llamado “Cariñito” (?). ¿Daneses que tocan ska andino al estilo de la Tigresa de Oriente? ¡Bueeeeno...!
  Como no daba mi brazo a torcer, el buen Juan Carlos me mandó videos de un inenarrable grupo de garage peruano (Los Saicos) y otro en el que un quinteto quizá gringo (Chicha Libre) destroza “Guns of Brixton” de The Clash al convertirlo ¡en una cumbia! Como intento final, me pasó tres videíllos de una terrible agrupación mexicana llamada (of all names) Pellejos. Le contesté: “Los videos son espantosos, la voz horrenda, la letra muy malita”. No sé por qué mi estimado cuate pensó que alguna de aquellas propuestas me gustaría, pero aunque le expresé mi admiración por su vocación de arqueólogo y sociólogo de la música, tuve que decirle que no me podía imaginar a mí mismo escuchando un disco o presenciando un concierto de cualquiera de esas cosas.
  Pero regreso a mi planeamiento inicial. ¿Podemos prescindir de la historia de la música en general y del rock en particular? De poder, sí podemos. Sin embargo, creo que al conocer el surgimiento y desarrollo de los muchos géneros y subgéneros musicales y al ubicarlos en sus contextos históricos, podremos enriquecer nuestra visión (y nuestra audición) de ellos. Aislar a la música, enajenarla, descontextualizarla, decretar el fin de su historia (Francis Fukuyama dixit) es una mala idea. El arte y la cultura siguen siendo valiosos, a pesar de los tiempos que vivimos. De este summertime blues.

PD aclaratoria: Juan Carlos Hidalgo no es ni por asomo un millenial o alguien que reniegue de la historia de la música. No obstante, la divertida y curiosa selección de videos que me hizo llegar fue un buen motivo para escribir mi columna de este mes.

(Texto publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin)