¿Qué tan importante es la historia de la música y en especial del rock? ¿No basta con disfrutarla sin más? ¿No es suficiente con escucharla y, en todo caso, saber quién la interpreta y ya? ¿Por qué demonios tenemos qué saber que determinada canción o cierto disco forman parte del historial de un grupo o solista, que este o aquel pertenecen a determinado movimiento, el cual se deriva de otros movimientos que pertenecen a un género equis? ¿Es útil saberlo? ¿Para qué? ¿En qué me puede enriquecer eso si lo que me importa es oír mis piezas favoritas sin el menor contexto, sin tener que llevarlas al aburrido campo de la historia, así se trate de la historia del rock?
De ese modo parecen reflexionar cada vez más las nuevas generaciones de escuchas, a quienes el uso de la música por medios digitales se ha encargado de descontextualizar de tal modo que lo mismo les da poner una balada pop seguida de un hip-hop, para de ahí saltar a una cumbia y terminar con algo de post-punk. Por supuesto, sin saber cosa alguna de cada género y prácticamente sin distinguirlos entre sí, al fin que "todo es música".
¿Es esta manera, tan millenial, de oír la música algo bueno o algo malo? No lo sé a ciencia cierta, aunque para mí, un tipo nacido en la década de los cincuenta del siglo pasado, con una forma de escuchar discos tan distinta a como se escuchan hoy, resulte muy desconcertante y, sí, lamentable.
Hace unas semanas, mi querido amigo (mío y de esta casa editorial) Juan Carlos Hidalgo me pasaba por inbox diversos videos de YouTube con distintas agrupaciones de diferentes partes del mundo. Sé que lo hacía con la mejor de las intenciones, como para romper mi cerrazón ante ciertos tipos de música, pero no lo logró y al final desistió. Me puso, por ejemplo, a un grupo llamado Las Chamanas como la gran novedad y le dije que me resultaba de flojerita. “Suena todo sufrido, con ese sonido a lo Pasteles Verdes o los Temerarios, sin una pizca, así sea mínima, de rock”, le escribí. Insistió con una banda proveniente de Dinamarca, llamada Giant Giant Sand, que canta un tema llamado “Cariñito” (?). ¿Daneses que tocan ska andino al estilo de la Tigresa de Oriente? ¡Bueeeeno...!
Como no daba mi brazo a torcer, el buen Juan Carlos me mandó videos de un inenarrable grupo de garage peruano (Los Saicos) y otro en el que un quinteto quizá gringo (Chicha Libre) destroza “Guns of Brixton” de The Clash al convertirlo ¡en una cumbia! Como intento final, me pasó tres videíllos de una terrible agrupación mexicana llamada (of all names) Pellejos. Le contesté: “Los videos son espantosos, la voz horrenda, la letra muy malita”. No sé por qué mi estimado cuate pensó que alguna de aquellas propuestas me gustaría, pero aunque le expresé mi admiración por su vocación de arqueólogo y sociólogo de la música, tuve que decirle que no me podía imaginar a mí mismo escuchando un disco o presenciando un concierto de cualquiera de esas cosas.
Pero regreso a mi planeamiento inicial. ¿Podemos prescindir de la historia de la música en general y del rock en particular? De poder, sí podemos. Sin embargo, creo que al conocer el surgimiento y desarrollo de los muchos géneros y subgéneros musicales y al ubicarlos en sus contextos históricos, podremos enriquecer nuestra visión (y nuestra audición) de ellos. Aislar a la música, enajenarla, descontextualizarla, decretar el fin de su historia (Francis Fukuyama dixit) es una mala idea. El arte y la cultura siguen siendo valiosos, a pesar de los tiempos que vivimos. De este summertime blues.
PD aclaratoria: Juan Carlos Hidalgo no es ni por asomo un millenial o alguien que reniegue de la historia de la música. No obstante, la divertida y curiosa selección de videos que me hizo llegar fue un buen motivo para escribir mi columna de este mes.
(Texto publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin)
1 comentario:
Vuelve a escuchar a los Saicos y trata de ponerlos en contexto
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