martes, 21 de junio de 2016

RHCP: picosos pero sofisticados

Caracterizados en sus inicios por un sonido salvaje, estruendoso, hiperquinético y delirante y por su imagen sarcásticamente agresiva y divertidamente provocadora, los Red Hot Chili Peppers llevan más de 30 años (32 para ser exactos, desde la grabación de su primer disco en 1984) como una de las agrupaciones más importantes del planeta, a pesar de que siempre han mantenido una presencia pública paradójicamente discreta.
  Con sus tres integrantes básicos de toda la vida (el vocalista Anthony Kiedis, el baterista Chad Smith y el demencial bajista Flea) y sus talentosísimos guitarristas intercambiables (por ahí han pasado Hillel Slovak, Dave Navarro, John Frusciante y ahora Josh Klinghoffer), los RHCP son creadores de un estilo propio y más que reconocible a lo largo de su más o menos extensa discografía que llega a los once álbumes en estudio con su flamante The Getaway (Warner Music, 2016), una obra que presenta una serie de afortunadas singularidades.
  Desde que el cuarteto empezó a grabar para Warner en 1992, con el sensacional Blood Sugar Sex Magik, todos sus discos habían sido producidos por el legendario Rick Rubin y es hasta ahora que optaron por prescindir de él y contratar los servicios de Brian Burton, mejor conocido como Danger Mouse. El cambio se nota a lo largo de los trece cortes que conforman el plato, con un sonido menos áspero, menos crudo, más aterciopelado y melodioso, más sofisticado y fino. Tan novedoso es The Getaway que se da el lujo de presentar la insólita e impensable colaboración ni más ni menos que de Elton John, como co-compositor y pianista en el delicioso tema “Sick Love”.
  Difícil resulta resaltar alguna de las canciones, dada la alta calidad de todas ellas, pero no está por demás mencionar joyas como la homónima e inicial “The Getaway”, “Dark Necessities”, “Go Robot” y “Dreams of a Samurai”.
  Los Red Hot Chili Peppers han regresado, maduros como buenos cincuentones (curiosamente, Kiedis, Smith y Flea nacieron, los tres, en 1962), para entregarnos un álbum más que disfrutable y sin traicionar su esencia. Grande cosa.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

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