lunes, 30 de septiembre de 2013

Entrevistas estudiantiles (II)

¿Cómo empezaste a "columnear"? ¿Fue iniciativa propia, alguien te lo pidió?
Empecé a principios de los años ochenta del siglo pasado, en la revista Natura de Editorial Posada. Yo era jefe de redacción y había una columna llamada “La nota verde” que escribía Carlos Baca (jipiteca y antiguo director de la revista de rock México Canta). Por alguna circunstancia que no recuerdo, él dejó de colaborar en Natura y el editor me pidió que yo escribiera la columna. Era sobre temas naturistas y ecologistas, pero había que darle un toque de opinión personal. En los periódicos, mi primera columna fue “Bajo presupuesto”, en 1991, en El Financiero. En este caso, busqué a Víctor Roura, director de la sección cultural de dicho diario, a quien no conocía. Le propuse la idea de una columna sobre temas varios, en la que pudiera hablar de todo y de nada. Aceptó y estuve haciéndola semanalmente durante siete años.

¿Qué tanto compartes la ideología de los medios en los que trabajas?
Trabajo para Milenio, Nexos, Este país y Marvin (aparte de la Mosca) y aunque a los dos primeros se les tilda prejuiciosa y tontamente como “de derecha”, no encuentro tal cosa en ellos. En todo caso, se trata de medios liberales (en el estricto significado de la palabra) y en ese sentido comparto lo que en la pregunta denominas como ideología: la libertad para escribir y expresarme sin cortapisas.

¿Alguna vez te han censurado? ¿Cómo fue?
Sólo una vez en mi vida he sufrido censura. Fue en los años ochenta, cuando colaboraba en el diario unomásuno que dirigía Manuel Becerra Acosta. Yo empezaba a escribir una columna sobre temas ecologistas en la sección de cultura que coordinaba Roberto Vallarino. Un vez escribí una crítica contra Pemex, por la manera como contaminaba mares y ríos, y a los pocos días Vallarino me comunicó que por órdenes directas de la dirección del periódico dejaba yo de colaborar para unomásuno. Resulta que el director de Pemex, Jorge Días Serrano, había leído mi texto, se había molestado y le reclamó a Becerra Acosta. El resultado: quedé fuera del diario. Era el sexenio de José López Portillo.

¿Qué tanto dista lo que dicen los libros sobre las columnas a la realidad de lo que ustedes hacen?
No tengo idea de lo que dicen los libros. Yo no estudié periodismo, lo aprendí en la práctica.

Sobre este mismo tema, ¿qué podrían aconsejar a la horda de estudiantes que quiere escribir columnas para que se desilusionen o como un ligero golpe de realidad?
Que sean fieles a sí mismos y escriban lo que les dicte su conciencia y que si les toca enfrentarse con editores intolerantes, aguanten lo que se venga.

Hugo, ¿qué tienen en común la ideología de la Mosca y los temas a los que recurres en Milenio?
La Mosca no tiene ideología, hace mucho que dejé de creer en las ideologías. En todo caso hay una idea: la de la libertad de expresión de los colaboradores. En ese sentido, esto empata por completo con lo que escribo en Milenio, donde jamás se me ha censurado o dictado línea. Son dos medios totalmente libérrimos y sin censura.

(Entrevista que me hizo Lezthatica J. Devyni, estudiante de periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM).

domingo, 29 de septiembre de 2013

La Mosca y yo: Eduardo Limón

Mi primer pesadilla fue una moscota fregándome. Quizá por esa fijación psicológica mi atención sobre esta Mosca. Ser colaborador aquí, es invaluable (snif), más aún si enlisto las inteligencias conocidas en estos años moscosos: Karem Martínez, la Peñaloza, Mónica Garza, Pepe Návar, Vero Maza, Fernando Rivera Calderón y el queridísimo Hugo García Michel.
  Esta revista (“pasquín” le dijeron alguna vez) es para mí actitud, hogar, placer. Una mosca que del subconsciente se ha bajado al meritito corazón.

Eduardo Limón

(Publicado originalmente en La Mosca No. 82, febrero de 2004, número del décimo aniversario moscoso).

sábado, 28 de septiembre de 2013

Zoooongoliiiicaaaa, mi amor

El miércoles pasado fue el día de Carmen y Laura, de Laura y Carmen, luego de que la primera lanzara, desde su programa en el Canal 2 de Televisa, una histérica respuesta en contra de la conductora de radio Carmen Aristegui, quien en su propia emisión de MVS y por medio de un entrevistado, afirmara que la peruana había acudido a Coyuca de Benítez, en Guerrero, no para ayudar a los damnificados, sino con el fin de armar un circo lucidor de sí misma en el que había usado un helicóptero del gobierno del estado de México.
  La forma como contestó la llamada señorita Laura (con su ya famoso grito de “¡Zoooongoliiiiicaaaaa”!) se volvió trending topic en las redes sociales y desde las mismas hubo una respuesta tanto o más histérica por parte de los fans de Aristegui, mismos que en su literal calidad de fanáticos pidieron que la otra fuese echada del país ipso facto.
  Ese mismo día, tuve la mala ocurrencia de publicar en facebook un comentario en broma en el que cuestionaba a ambas “personajas”, pero sobre todo a los seguidores de doña Carmen, quienes jamás se habían unido de ese modo en contra de doña Laura, a pesar de que ésta lleva varios años de realizar una televisión de muy dudosa calidad, desde su horrendo talk show de las tardes. No lo hubiera yo hecho. De inmediato, el club de fans de la mexicana se me fue a la yugular y al grito de “¡Viva Carmen Aristegui!” (juro que eso pusieron) me tildaron de provocador, televiso, mentiroso y otras lindezas.
  No es que me asusten los insultos e improperios. Lo que me sigue asombrando, aunque no sea algo nuevo, es la manera como la clase progre continúa aferrada a sus santones y santonas (llámense Carmen, Andrés Manuel, CNTE, etcétera), para defenderlos a sangre y fuego, de manera fanatizada y sin el menor asomo de sentido del humor (ya no digamos de sentido crítico). Es una actitud religiosa que no admite herejías y se traduce en furiosos anatemas. Con decir que hasta perdí a algunas amistades ese día por mi chistecito, como si éstas, al unísono, me gritaran: “¡que paaaaseeeee el desgraciado!”.
  Zongolica, mon amour.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 27 de septiembre de 2013

Entrevistas estudiantiles (I)

1.- Para aquellos que no saben a qué te dedicas o quién eres, ¿quién es Hugo García Michel y por qué es importante para la escena musical en México?
Soy un músico que hace periodismo y cuya materia principal es la música, un crítico que trata de ver las cosas como son, según su manera de mirar la vida y el arte. No sé si soy importante para la escena musical mexicana. Aunque supongo que alguna importancia tendré, ya que tanto escozor suelen provocar mis opiniones críticas. Tal vez mi única importancia estribe en que di a luz una revista que ha sido muy influyente a lo largo de casi veinte años (incluso cuando estuvo ausente): la Mosca.

2.- ¿Para Hugo García Michel qué es la palabra? 
Uno de los mejores medios para expresarme y para comunicarme con los demás. El otro es la música. Cuando junto ambos, salen cosas muy interesantes.

3.- ¿La entrevista qué función ocupa en el quehacer de un periodista?
Depende, ya que algunos prefieren el reportaje o la crónica, por ejemplo. En lo personal, es un género que me encanta, porque me permite descubrir lo que hay detrás de la persona con quien converso.

4.- ¿A quién le realizaste tu primera entrevista? ¿Qué recuerdas de ella? ¿Qué no volverías hacer?
Francamente, no recuerdo mi primera entrevista. Debe haber sido a algún naturista, ya que la primera publicación en la que estuve fue precisamente la revista Natura, a fines de los años setenta del siglo pasado. Lo que nunca debe hacerse es desconocer a quien vas a entrevistar.

5.- ¿Qué distingue de un buen entrevistador a un mediocre entrevistador?
La preparación, la cultura, el criterio, la intuición, la agudeza, el instinto, la originalidad, la valentía, el atrevimiento…, pero sobre todo el estilo a la hora de editar la entrevista.

6.- Cuéntame la anécdota más agradable y el peor recuerdo en tus años como periodista.
Una de las más agradables fue cuando entrevisté a Mick Jagger, así haya sido por teléfono. Fueron veinte minutos inolvidables. El peor, cuando a mediados de los ochenta tuve que entrevistar a un mafioso del mercado de pescado de La Viga y me hice pasar por estudiante de la Ibero, para que no supiera que era periodista. El tipo se veía muy malencarado y tenía guardaespaldas. Me sentí seriamente en riesgo. Fue un momento muy tenso.

7.- ¿Te consideras buen entrevistador y periodista? ¿Qué diferencias encuentras entre los dos?
Me considero un buen entrevistador a secas. Como periodista, me falta la audacia del reportero. Soy más dado a la investigación documental que al trabajo de campo. La diferencia entre entrevistador y periodista es que el primero sólo cubre una rama del periodismo y el periodista completo las debe cubrir todas.

8.- Si pudieras entrevistar a un personaje de la historia de la humanidad, vivo o muerto, ¿quién sería y qué le preguntarías?
Entrevistaría a muchos, en especial músicos, escritores y cineastas. Pero si tuviera que decantarme por uno, probablemente sería al director de cine francés François Truffaut, para preguntarle cómo fue que concibió la saga de películas sobre Antoine Doinel.

(Entrevista que me hizo Adan Ramírez, estudiante de periodismo de la escuela Carlos Septién García).

jueves, 26 de septiembre de 2013

miércoles, 25 de septiembre de 2013

El sobrio retorno de Nine Inch Nails

En ocasiones, la sobriedad y la vida en familia pagan buenos dividendos. Sobre todo cuando se ha tenido una existencia extremosa, torturante, llena de adicciones de todo tipo y de una actitud furiosa contra la vida.
  Lo anterior lo podría firmar Trent Reznor en este treceavo año del nuevo siglo, este 2013 que está viendo su regreso al frente de su proyecto vital, ese máquina implacable de hacer música y ruido (o mejor aún: ruido musical) que es Nine Inch Nails (NIN). Amante de las largas aunque relativas ausencias, estuvo fuera de cuadro durante cinco años entre su fenomenal álbum debut, Pretty Hate Machine de 1989 y su no menos impactante sucesor: The Downward Spiral de 1994. Otro lustro tuvo que pasar para que apareciera su tercer opus, The Fragile (1999) y seis años para que sacara With Teeth (2005).
  Esta vez el lapso fue nuevamente de cinco años, luego de que en 2008 se editara The Slip. Pero digo que se trata de ausencias relativas porque, como bien se sabe, Reznor es un tipo hiperactivo, un obsesivo workaholic que no puede dejar de hacer cosas. Así, en estos recientes años realizó el score de la película The Social Network de David Fincher (2010) y puso en circulación un proyecto alterno, el estupendo y espectacular How to Destroy Angels, al lado de su camarada de mil aventuras musicales, Atticus Ross, y de la cantante filipina Mariqueen Maandig. Apenas hace unos meses apareció su excelente disco debut Welcome Oblivion y es de esperar que con el tiempo haya más trabajos discográficos de este trío (que en concierto se desdobla en quinteto).
  Abrí este artículo con la mención del cambio que Trent Reznor tuvo en su vida personal y es que hace cuatro años contrajo matrimonio con la guapísima Mariqueen y la pareja ya tiene dos hijos. Esto que podría resultar intrascendente para analizar la obra de este músico, en realidad tiene una gran importancia, ya que luego de años de excesos de todo tipo, el buen Trent se convirtió no sólo en un buen marido y dedicado padre de familia, sino en un hombre sobrio y alejado de los vicios que lo aquejaban. De hecho, Hesitation Marks, su nuevo plato, es el primero que produce bajo esta nueva perspectiva existencial y ello puede notarse a lo largo de los catorce cortes que conforman el álbum (el propio título del disco, que podría traducirse como La vacilación marca o Las marcas de la duda, dice mucho de ello).
  Desde todo punto de vista, Hesitation Marks es una obra extraordinaria. Inscrita dentro del rock industrial que NIN ha hecho desde sus inicios, se trata de un trabajo que ofrece algunos matices, especialmente en el aspecto melódico. Pero no se malentienda: no es que Reznor haya claudicado por azares de la vida familiar y se haya ablandado. En absoluto. El disco es duro, es oscuro, es espeso, es contundente y se emparenta sobre todo con sus más lejanos antecesores (en especial Pretty Hate MachineThe Downward Spiral), aun cuando la rabia imparable de aquellos tiempos haya sido sustituida esta vez por una especie de sabia contención que sin despojar de su filo crítico a las composiciones, las equilibra y las enriquece.
  El álbum cuenta con la colaboración de músicos invitados, algunos tan legendarios como Adrian Belew (King Crimson) y Lindsay Buckingham (Fleetwood Mac), mientras que el no menos mítico Todd Rundgren remezcla el tema “All Time Low” en el disco extra que contiene la edición especial.
  Hay en Hesitation Marks temas fuera de serie como “Copy of A”, “While I’m Still Here”, “Find My Way”, “Disappointed” o “Came Back Haunted”. Mención especial merece “Everything”, una composición que podría parecer ajena y hasta como un cuerpo extraño dentro de la obra toda de NIN. Se trata de un rock seco y desatado que nada tiene que ver con el industrial y se acerca más al new wave de hace treinta años. “Ayer descubrí que el mundo se estaba acabando”, canta ahí Reznor y resulta hasta divertido escuchar un corte de ese tipo dentro de un disco de Nine Inch Nails (será interesante conocer la reacción de sus seguidores más recalcitrantes y ortodoxos).
  En una escena tan replegada como la del rock actual que, a pesar de la calidad de muchos de sus personeros, parece esconderse detrás de etiquetas hipsters que no hacen sino mantenerla alejada de los medios (como el indie, el post rock o el alt-lo que se quiera), el nuevo disco de NIN resuena tan ensordecedor como un gong y viene a demostrar que hay quienes vuelven por sus fueros, como Trent Reznor, y lo hacen con verdaderas obras de arte, como este Hesitation Marks.

martes, 24 de septiembre de 2013

Arctic Monkeys y el eslabón perdido


A partir de su surgimiento en la ciudad de Sheffield, Inglaterra, en 2003, y luego de cuatro álbumes fantásticos (Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not de 2006, Favourite Worst Nightmare de 2007,  Humbug de 2009 y Suck It and See de 2011), los Arctic Monkeys mostraron que lo suyo era un rock duro que abrevaba de los orígenes británicos del género y lo hacía desde influencias como los Yardbirds, los Rolling Stones, los Kinks y los Who, pero sin renunciar al halo mágico y misterioso de la música de los Beatles y su amplísimo sentido armónico y melódico.
  Encabezado por ese joven geniecillo que es Alex Turner (nacido apenas en 1986), el cuarteto ha mantenido una congruencia admirable y una fidelidad a sus orígenes, lo cual se refleja en su más reciente producción discográfica, AM, editada por la disquera Domino apenas este 9 de septiembre.
  Desde los riffs iniciales de ese gran tema que es “Do I Wanna Know?”, queda claro que estamos ente un gran trabajo. Porque no sólo esa canción alcanza niveles de gloria: todo el álbum es un vehículo de gozo rocanrolero. AM es un viaje del más absoluto placer por territorios en los que campean la belleza de la música y un espíritu desafiante y altivo que refleja lo más destacado del rock inglés de todas las épocas. Arctic Monkeys parecería ser, en ese sentido, el eslabón perdido entre los roqueros primigenios ya mencionados y lo mejor que se hace hoy día dentro de ese género.
  Turner es un artista en toda la extensión de la palabra y queda demostrado en los poco menos de tres cuartos de hora que dura el álbum. Canciones como “R U Mine?”, “Mad Sounds”, “I Want It All” o Why’d You Only Call Me When You’re High?”son, en su forma y en su fondo, piezas perfectas, asombrosas, tan brillantes como lo es la totalidad del disco.
  Si bien el título del plato lleva las iniciales del nombre del grupo, en lo personal me remite también a las viejas estaciones radiofónicas de rock en amplitud modulada (AM), en las que se podía escuchar gran rocanrol, tan grande como el que recorre este álbum verdaderamente espléndido.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 23 de septiembre de 2013

Estas ruinas que ves (la película)

Siempre he dicho que Jorge Ibargüengoitia es uno de mis cinco escritores mexicanos favoritos y de sus novelas, mi consentida es la deliciosa Estás ruinas que ves. Se trata de una novela no sólo amena, ingeniosa y divertida, sino impecablemente escrita. Una joya de la literatura mexicana de la que se hace poco caso debido a su tomo humorístico, un pecado imperdonable dentro de la solemnidad que suele atacar a críticos, historiadores, académicos e incluso lectores de nuestras letras. Si una obra no es "seria", no se le suele tomar en cuenta.
  La adaptación cinematográfica de Estas ruinas que ves también es una delicia y no dudo en colocarla entre las diez películas mexicanas que más me gustan. La vi en su momento, a finales de los años setenta (1979 para ser más preciso), y luego algunas veces más en video. Hoy la vi en YouTube, en una copia de buena calidad, y volví a reír y a deleitarme con las aventuras amorosas, eróticas, profesionales y cotidianas del profesor Paco Aldebarán (un fantástico Fernando Luján), enamorado de ese imposible amor momentáneo que es su alumna Gloria Revirado (una bellísima y chachondísima Blanca Guerra en su mejor momento). Aparte de la espléndida y amable trama, los diálogos chispeantes, la estupenda dirección de Julián Pastor, la fiel adaptación al original literario y el irónico sentido del humor que campea a lo largo de todo el filme (con un toquecito naturalista que algo le debe a la nouvelle vague francesa, a la que homenajea en la escena de la función de cine en que se proyecta Jules et Jim de François Truffaut), aparte de todo eso, lo más destacado es la elección del cuadro de autores "secundarios", todos ellos sencillamente maravillosos. Guillermo Orea, Rafael Banquells, Jorge Patiño, Roberto Cobo, Pedro Armendáriz Jr., Víctor Junco, Ariadna Welter, Josefina Echánove, Roberto Dumont, Adriana Parra, Lupe Vázquez, Martha Ofelia Galindo, Francisco Llopis, Eugenio Cobo y hasta Grace Renat dan forma al grupo de amigos de Paco, todos ellos relacionados con la Universidad de Cuévano, o aparecen como gente cercana a dicho grupo.
  Entre las varias secuencias memorables, la de la comida en casa de la familia Revirado, cuando se toca el tema de la moralidad o inmoralidad de Jules et Jim, es de antología (su timing resulta sencillamente perfecto) y para mi gusto, forma parte de lo mejor del cine mexicano de todos los tiempos. Un segmento memorable de una grande y olvidada cinta.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Los cincuenta y dos de Jorge

Ayer sábado, mi hermano Jorge hubiera cumplido cincuenta y dos años de edad. Debería haberlo hecho, si se hubiese cuidado más, pero ya nada se puede hacer al respecto, a casi cinco años y medio de que se nos fue. Quise recordarlo en este domingo gris y lluvioso. Duele que no se encuentre físicamente entre nosotros, aunque sé que sigue cuidando de nuestra mamá. Abrazos, Georgie boy, en donde quiera que estés.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Ideología mata reflexión

… o lo que es lo mismo: cuánto embrutecedor fanatismo, cuánta repetitiva consigna, cuánto elemental maniqueísmo, cuanta burda y grosera simpleza ideológica convertida en una serie limitada de mantras repetidos ad nauseam.
  Quienes en México tienen como vocación y/o profesión a la protesta callejera reinciden desde hace décadas en los mismos métodos, las mismas frases hechas, los mismos gritos, las mismas actitudes que se vienen utilizando desde hace cuarenta y cinco años. No hay imaginación, no hay inventiva, tampoco la gana de idear una nueva narrativa más efectiva y más creativa para protestar. Del “lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar” a “El pueblo unido jamás será vencido”, de las pancartas que aún emplean imágenes del Che Guevara y de Josep Stalin al catecismo seudo marxista tomado de los textos de Martha Harnecker, del puño en alto a la actitud hierática –y así hasta el infinito–, todo es siempre igual. Las únicas diferencias entre las protestas de hoy y las de hace diez, veinte, treinta o más años es la existencia de las redes sociales y de los anarcopunks, pero hasta estos factores ya resultan repetidos y previsibles. Con la cómoda ventaja actual de que los manifestantes saben que no serán reprimidos en serio y que los pocos detenidos que pueda haber abandonarán el ministerio público en pocos días o hasta en pocas horas.
  Atrapada dentro de una nebulosa ideológica que contiene elementos leninistas, castristas, guevaristas, luciocabañistas, bakunistas y maoístas, todo ello revuelto con el nacionalismo revolucionario de origen priista que profesan los pejaadictos, la llamada izquierda mexicana se niega a la reflexión y al debate, al diálogo y a la negociación, y lo apuesta todo a la toma de las calles. Los pocos que entienden que es por las vías de la política por donde se puede avanzar efectivamente, ellos son tildados de vendidos y traidores.
  La ideología mata a la reflexión. El prejuicio y la consigna matan a la actitud democrática. Pero ahí seguirán estos progres sin remedio. Sencillamente no van a cambiar. Así es nuestra izquierda reaccionaria… y así será.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 20 de septiembre de 2013

Decálogo para escribir "nueva novela mexicana"

1. Ambientar las historias en entornos sórdidos: barrios bajos de la periferia, cantinas, prostíbulos y lugares de mala muerte en general.
2. Los personajes deben ser perdedores, viciosos, pesimistas, amorales, cínicos, pendencieros y de preferencia alcohólicos y/o drogadictos y deben contar con un pasado oscuro, sea éste explícito o no.
3. Situar los relatos en Tijuana o el centro histórico del DF otorga un plus.
4. El uso de "malas" palabras es de gran ayuda: por todos lados hay que escribir pendejo, cabrón, chingada, puta, etcétera.
5. Muy aconsejable es el empleo de verbos como chingar, coger, mamar, mear, cagar y similares.
6. La presencia de personajes relacionados de una u otra manera con el narco en particular o el crimen organizado en general será de gran ayuda.
7. Sexo, mucho sexo, entre más explícito mejor.
8. Violencia, mucha violencia, entre más explícita mejor.
9. Si se usa a un narrador omnisciente, éste tiene que tener una visión negra, amarga y desesperanzada de la vida.
10. Léase mucho a Charles Bukowski y trátese de imitarlo... sin que se note demasiado.

jueves, 19 de septiembre de 2013

¡En la Matria!

Fui al Foro del Tejedor, en la cafebrería El Péndulo de la colonia Roma, para ver la obra ¡En la Matria!, actuada, escrita y dirigida por mi buen Fernando Rivera Calderón. Me gustó mucho. Se trata de un monólogo de poco más de una hora, en el cual un soldado insurgente del siglo XIX que ha perdido todas las batallas de la historia de México (en la única que no estuvo fue en la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1962... o sea que se la perdió) y quien desde su amarga experiencia hace un recuento de la historia del país en los más recientes doscientos años, acompañado por canciones de José José ingeniosamente utilizadas.
  No sé si sea la mejor obra que le he visto a Fernando, pero sí está entre las tres más notables. Tiene muchos aciertos y escenas memorables (la del Popo y el Izta, la del Himno Nacional modificado). mención aparte merece la discreta pero efectiva intervención al piano de Pepe Torres, tan simpático como en sus tiempos al lado de Brozo. Realmente la pasé muy bien, al igual que el público que casi llenó la sala. Pude saludar a gente como José Gordon, Jorge H. Hernández, Karina Vargas, Juan Alberto Vázquez y Esteban Amozorrutia. Una pieza que vale mucho la pena ver.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El día de lo indie

Acaban de transcurrir, lluviosas, accidentadas y enconadas, sobre todo enconadas, las celebraciones para conmemorar la gesta de la Independencia de México y el hecho de escuchar tantas palabras relacionadas con el concepto de lo independiente me remitió a la música actual y a eso que muchos llaman el indie.
  Pero, ¿qué es la música indie? ¿Existe semejante cosa? ¿Se trata acaso de un nuevo género y, de ser así, qué es lo que lo distingue, lo que lo define, lo que lo caracteriza?
  Más por afanes mercantiles que por necesidades artísticas, en la industria de la música se tiende a etiquetarlo todo. Esto puede ser útil, desde luego. No obstante, cuando dicho etiquetado se vuelve excesivo y detallista en demasía, a lo único que contribuye es a la confusión, la vaguedad y el sinsentido. Hoy día, el rock, como género, se divide en infinidad de subgéneros, algunos francamente resbalosos e inasibles, incluso para quienes se precian de ser especialistas en el tema. ¿Qué es eso que llaman post rock, por ejemplo? ¿Qué son el math rock o el punk industrial, el anti-folk o el pornogrind (juro que existe eso)? Vale, convengamos en que cada uno de esos subgéneros se pueda determinar de una u otra forma, ¿pero el indie?
  En realidad, el indie no existe desde un punto de vista musical. Se trata de un concepto heredero de lo que durante los años noventa se conoció como rock alternativo y su nombre no es sino un apócope de la palabra inglesa independent. Se le puede relacionar sobre todo con el folk, el dream pop, la psicodelia y quizás el grunge, entre otros. Por eso se considera como indies a proyectos tan disímbolos como Fleet Foxes, Foals, Belle & Sebastian, St. Vincent o Timber Timbre, por poner tan sólo cinco ejemplos conocidos.
  El indie, pues, es una etiqueta más, con tantos significados que acaban por hacerlo insignificante, es decir, sin significado alguno. Es un término que, sin embargo, se puede comercializar y con el cual es posible lucrar a placer. Pero musicalmente se trata de un cascarón vacío. Por tanto, no hay modo de gritar en estos días: ¡Viva el indie!

(Publicado el día de ayer en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

martes, 17 de septiembre de 2013

17 de septiembre de 1810: The day after

No era una mañana tranquila para el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla. Acababa de llegar a San Miguel el Grande, Guanajuato, seguido por una turbamulta que en esos momentos superaba ya al millar de hombres, todos ellos desarrapados, harapientos, flacos y desnutridos, aunque ciertamente entusiastas y alegres. Eran en su mayoría habitantes paupérrimos del pueblo de Dolores, donde la madrugada del 16 de septiembre, es decir poco más de veinticuatro horas antes, el sacerdote responsable del curato había arengado a una relativa multitud no mayor a quinientas personas de muy humilde condición, para levantarse en armas contra el gobierno virreinal y para luchar por la independencia de la Nueva España, ya que la madre patria se encontraba en esos momentos sometida por el dominio francés, encarnado en el sátrapa José Bonaparte, hermano de Napoleón y mejor conocido como "Pepe Botellas".
  En la soledad de un cuarto austero, sentado a la orilla de un camastro duro y maloliente, Hidalgo tenía la vista fija en la pared de adobe. Estaba en una casa que le había dado hospedaje, luego del largo y agobiante recorrido realizado el día anterior, al frente de lo que pretendía ser un ejercito y era apenas un conjunto desigual y hasta ridículo de campesinos sin preparación militar o armamento alguno. Para eso se habían trasladado a San Miguel, para que el capitán Ignacio Allende convenciera a sus hombres del regimiento de dragones del ejército realista de integrarse a la causa libertaria.
  A don Miguel le dolía la cabeza. Se sentía débil y con náuseas. Sin embargo, lo que más le pesaba no era su malestar físico, sino el peso de la responsabilidad que se había echado encima.
  -¡Demonios! - exclamó para sus adentros, olvidado de que era un religioso. -¿Qué he hecho, por mi madre? Las cosas suceden demasiado rápido. Todo se ha precipitado y no estoy seguro de haber decidido lo correcto. El levantamiento estaba pactado para el primero de octubre. ¡Carajo! ¡Todo por culpa de esos malditos delatores que nos obligaron a adelantarnos! ¿Y ahora cómo hago para organizar a mi grey? Ninguno tiene idea de lo que es usar un arma. Apenas saben utilizar el asadón y tal vez el machete. ¿Cómo les vamos a enseñar a disparar un mosquete? Es más: ¿de dónde vamos a sacar los mosquetes?
  El cura de Dolores recordó los acontecimientos de la víspera y aun con sus tribulaciones, sintió una emoción muy profunda.
  -Estuvo bonito a pesar de todo -siguió pensando. -Hacía un condenado frío en la madrugada, pero cómo acudió la gente cuando hicimos sonar la campana de la iglesia y qué bien respondieron todos ante mi discurso. ¡Y qué discurso! Porque lo que sea de cada quién, me puse muy inspirado. Ni en mis mejores sermones dominicales había yo hablado con tanta claridad y hermosura. Hasta hice llorar a más de uno, incluída doña Josefa. "¡Viva la religión católica! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la Patria y viva y reine por siempre en este continente americano nuestra sagrada patrona, la Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Muera el gobierno!". Ronco me quedé con tantísimo grito, caray. Pero estaba tan eufórico que la respuesta de la gente me emocionó y no pensé en lo que estaba poniendo a andar. ¡La revolución! ¡La guerra! Y ya no puedo echarme para atrás, mucho menos después de que ayer en Atotonilco tuve la ocurrencia de sacar la imagen de la virgen de Guadalupe del santuario y presentarla como nuestro estandarte. Ahí sí que esto creció una barbaridad. No hay vuelta de hoja. ¡Demontres! Tal vez debí haberle hecho caso a Juanito Aldama y esperarme otro poco. Pero me agarró caliente y con lo impulsivo que soy, me negué a detener las cosas. "Lo he pensado bien", le dije, cuando todo fue fruto de mis impulsos. "Veo que estamos perdidos y que no queda más recurso que ir a coger gachupines". Eso de "los gachupines" es infalible y jala mucho a la plebe que odia todo lo que huela a español. Y eso es lo que ahora me espanta. Ya supe que algunos de mis seguidores han estado robando y matando a los españoles de Dolores, Atotonilco y ahora de San Miguel. ¿Hasta dónde van a llegar su odio y sus saqueos? ¿Cómo podré frenarlos si yo mismo los eché a andar?
  Hidalgo se puso de pie y se acercó a una ventana. Al asomar, vio que cada vez había más gente en la placita que estaba frente a la casa. Todos estaban allí para seguirlo hasta donde él dispusiera, a dar la vida incluso por la causa. Hubiera querido salir por la puerta trasera, sin que persona alguna lo viera y huir, desaparecer para siempre de aquellos lares para regresar a la tranquilidad del curato y sus árboles y sus fuentes y sus plantíos de mora y sus cultivos de gusanos de seda. Pero era demasiado tarde. No había más que salir por la entrada principal y mirar a la cara a sus fanatizados partidarios cuando éstos lo ovacionaran. El sacerdote de cincuenta y siete años respiró hondo, se encomendó a Dios y a todos los santos y al abrir la puerta que daba a la calle, supo que su destino estaba sellado.

(Texto que escribí hace once o doce años y fue publicado en la revista Milenio Semanal en 2001 o 2002).

lunes, 16 de septiembre de 2013

Sergio, tres años


Hoy hace tres años que se nos fue. Lo recuerdo y lo tengo presente con el amor de siempre. Hablo con él todos los días. Sé qué me escucha. Sergio, mi hermano.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Lado B



He aquí la entrevista que me hizo mi querida y guapa amiga Paola Benítez para su programa de la Universidad del Valle de México. Esta es la parte final, una especie de divertimento (muy divertido). La parta grande de la charla es más larga y en ella hablamos de la Mosca y de mi trayectoria periodística. Espero que la suba pronto.

sábado, 14 de septiembre de 2013

¡No me quito, no me quito y… sí me quito!

Debo admitir que me equivoqué en mi pronéstico de la semana pasada, acerca de que el campamento que la CNTE instaló en el Zócalo capitalino sería removido para dar paso al magno mitin que Andrés Manuel López Obrador había venido anunciando desde semanas atrás. Pues no fue así. Los profes no se quitaron y la pejerreunión, en la que según los voceros obradoristas se logró echar para atrás (risas grabadas) la intención del gobierno de imponer el IVA en alimentos y medicinas, tuvo que llevarse a cabo en el Hemiciclo a Juárez.
  Pero he aquí que se acercan las fiestas patrias y con ellas la ceremonia del Grito en Palacio Nacional y el desfile militar del dia 16 de septiembre, por lo que lo del campamento centista en la Plaza de la Constitución se ha convertido en un asunto de Estado en el que ya se encendieron las luces rojas.
  Los profes y sus dirigentes dicen que aún no deciden si levantarán o no sus casas de campaña. El secretario de Gobernación afirma que el Zócalo es de todos los mexicanos. La cosa es que al escribir estas líneas, todavía no está claro si el campamento se quita o no, en algo que tiene, a decir verdad, todos los visos de una provocación (esa que los sectores radicales de la famosa Seccion 22 de la CNTE ansían poner en práctica, a fin de que se les reprima y les de patente de corzo para gritar: ¡”represión, represión!” y hacer que la paja arda).
  Pero la cosa no está tan sencilla. Para parafrasear al Quijote: “con las fuerzas armadas topamos, Sancho”. Ponerse de tú a tú con el Ejército y la Marina no es cualquier cosa y desafiarlos y hasta pretender humillarlos es como jugar con lumbre. ¿Será tan irresponsable la CNTE como para llegar a ese extremo? Yo pienso que no y que dejarán libre la gran plancha cuando menos los días 15 y 16. Si regresan a reinstalarse a partir del martes 17, ya depende más del gobierno del Distrito Federal, por lo que los ciudadanos de la capital esperamos que al fin cumpla con su deber y vea por nosotros.
  ¿Verdad que sí, don Miguel Ángel Mancera?

(Texto publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario, aunque escrito antes del desalojo del Zócalo capitalino).

viernes, 13 de septiembre de 2013

La tragedia de Ignazio Silone

Hay un sino y un signo característicos en varios de los grandes escritores europeos que a principios del siglo pasado profesaron la fe comunista y abrazaron la causa de la revolución bolchevique: el sino de la caída en desgracia y el signo, marcado en sus frentes y en sus existencias, de las purgas al interior de los diversos partidos comunistas dependientes de la poderosa e implacable maquinaria ideológica de Moscú, de la Madre Rusia transformada en Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
  Victor Serge, Arthur Koestler, Isaak Babel y André Malraux son nombres de gente de la literatura y de la acción y el pensamiento políticos que padeció persecución y fue denostada al no seguir los lineamientos ortodoxos que ordenaba el ala estalinista, algo que se repitió como calca en el caso del escritor y militante italiano Ignazio Silone.
  Nacido el 1 de mayo del año 1900 en la región de los montes Apeninos, Silone (cuyo verdadero nombre era Secondo Tranquilli) perdió a la mayor parte de su familia durante un terremoto, cuando tenía quince años de edad. El muchacho se salvó de manera providencial y fue puesto bajo la protección del Estado, para más tarde quedar en manos de la Iglesia como seminarista. Su naturaleza rebelde y su inteligencia cuestionadora lo hicieron escapar y a los diecisiete años, en plena Primera Guerra Mundial, organizó manifestaciones pacifistas, responsabilidad por la cual estuvo a punto de ser mandado a prisión. Pronto ingresó a las Juventudes Socialistas y fue fundador del Partido Comunista Italiano, en el que permaneció en puestos directivos casi una década. Durante el régimen de Benito Mussolini, permaneció en Italia, donde imprimió prensa ilegal en contra del gobierno fascista. Cuando León Trotsky fue excomulgado, Silone estuvo en contra de esto y guardó posiciones coincidentes al respecto con Antonio Gramsci.
  Exilado finalmente en Suiza, fue ahí donde publicó su primera y quizá más célebre novela: Fontamara, un relato sobre la brutalidad con la cual el fascismo triunfante se ensañaba contra la gente más débil y miserable. El libro tenía una dosis propagandística, pero sus cualidades literarias sobrepasaban a la intención militante.
  Expulsado del PCI por su oposición a Stalin, fue desde entonces considerado como un anticomunista, a pesar de la ayuda que prestó a la resistencia italiana durante la Segunda Guerra Mundial. Estigmatizado por el dogma sovietista, siguió escribiendo y produjo novelas tan notables como Vino y pan y La semilla bajo la nieve. Alguna vez nominado al Nobel de literatura, recibió en 1969 el premio Jerusalem para autores que defienden las libertades individuales. Fallecería en Ginebra, en 1978.
  En un viejo Inventario, José Emilio Pacheco escribió lo siguiente ante el deceso del autor italiano: “Ha muerto en Génova Ignazio Silone. Acaso este nombre no quiera decir nada para el lector de hoy. Sin embargo, en los años treinta figuró en la primera línea de aquellos escritores que emplearon la novela para hacer simultáneamente actividad política y gran literatura”.

(Publicado el sábado pasado en la sección "De culto" del suplemento cultural Laberinto de Milenio Diario)

jueves, 12 de septiembre de 2013

Mujer con cocodrilo

Me topé con esta antigua foto por ahí y dado mi gusto por los cocodrilos (colecciono, como la gente cercana a mí sabe, cocodrilitos de todo tipo y algún día contaré por qué o, más bien cómo empezó todo), la bajé a la computadora para subirla a este blog. Pues nada. Sólo eso.

martes, 10 de septiembre de 2013

El poder de la mar británica

British Sea Power es uno más de esos grupos ignorados por el mainstream y que, sin embargo, ofrecen una propuesta de alta calidad artística y con ninguna clase de concesiones. Con diez años en el camino, este cuarteto (en ocasiones sexteto) de Natland, en Cumbria, Inglaterra, ha sido definido como hacedor de indie conceptual (cualquier cosa que eso pueda significar) y algunos especialistas suelen relacionarlo don Joy Division, cuestión bastante subjetiva y discutible.
  Cinco álbumes anteriores a 2013 marcan la ruta de la agrupación, todos ellos editados por la disquera Rough Trade (The Decline of British Sea Power, 2003; Open Season, 2005; Do You Like Rock Music?, 2008; Man of Aran, 2009 y Valhalla Dancehall, 2011), hasta que hace unas semanas apareció su más reciente trabajo, el estupendo Machineries of Joy, título tomado de un libro de cuentos de Ray Bradbury.
  Estamos ante una obra magnífica, rica en variantes y matices musicales y letrísticos, con canciones que saben aprovechar los recursos del estudio de grabación sin abusar jamás de éstos. Más en la línea de sus primeros discos y alejado de la relativa simpleza o los dejos más o menos pretenciosos de sus álbumes de 2008 y 2011 respectivamente, British Sea Power se muestra capaz de crear canciones de enorme belleza (como la balada “What You Need the Most”) o de feroz elegancia (valga la paradoja) como ese rock simple y directo que es “Loving Animals”, al tiempo que ofrece piezas que van del dub más sorpresivo y divertido (“Monsters of Sunderland”) al minimalismo más seductor (“Spring Has Sprung”) y de la optimista y contagiosa vitalidad de la inicial y homónima “Machineries of Joy” a la intensa solemnidad  dramática de la culminante “When a Warm Wind Blows Through the Grass” (que en algo recuerda a These New Puritans), para hablar de seis de las diez composiciones que conforman el plato.
  Machineries of Joy es un gran disco, de esos que en cuanto más se les escucha, más se va descubriendo su riqueza. El poderío de la mar británica en pleno.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 9 de septiembre de 2013

El gran Gatsby

Vi la nueva versión cinematográfica de El gran Gatsby (2013), basada en la novela de Francis Scott Fitzgerald y dirigida por Baz Luhrmann. Con Leonardo di Caprio como Jay Gatsby y Tobie Maguire como su amigo y vecino Nick Carraway, la cinta tiene esa extraña manía de modernizar la puesta en escena, no porque se desarrolle en otra época distinta a la que marcó Fitzgerald (los años veinte del siglo pasado), sino por el uso de la música (básicamente hip-hop. neo soul y algo de rock actual) y algunos efectos manieristas que me recordaron lo que hizo el propio Luhrmann en Moulin Rouge (2001) o en en cierto modo el tratamiento de la Anna Karenina de Joe Wright (2012).
  Con todo, la película es buena y su trama captura la atención de uno como espectador. Mención especial merece la presencia y actuación de Elizabeth Debicki como Jordan Baker, la amiga mutua de Gatsby y Carraway.
  La trama es suficientemente conocida, la producción y la fotografía son de primera y aunque no se convertirá en un clásico del cine ni mucho menos, sí resulta bastante recomendable y estimula a leer la novela original (yo la leí hace algunos años y me aburrió un poco, creo que habría que reconsiderar una relectura).
  De cinco estrellas, le pondría tres y media.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Patsy mi amor

Aunque juraba y perjuraba que ya la había visto alguna vez, resulta que al ver hoy Patsy mi amor, la película dirigida por Manuel Michel (primo de mi mamá, por cierto) en 1968, me di cuenta de que en realidad jamás la había yo mirado. Lo cual, a final de cuentas, carece de la menor importancia. Lo que sí había hecho es leer la crítica despiadada que le hizo Jorge Ayala Blanco en su libro La búsqueda del cine mexicano (Editorial Posada, 1986) y que era como para alejarse de ella. Sin embargo, la vi y debo decir que no me pareció tan mala.
  Digo, es la clásica película mexicana "juvenil" de las que se hicieron tantas a finales de los sesenta y principios de los setenta, llenas de pretensiones intelectuales y culteranas, con referencias literarias y cinematográficas, aunque en el caso de Patsy..., con un énfasis muy especial en el estilo de la nueva ola francesa, tan en boga en aquellos años. La historia de una jovencita de dieciocho años, de la clase alta defeña, que vive en Coyoacán al lado de su padre liberal (su mejor amigo y cómplice) y de su madre convencional y conservadora pero finalmente tolerante, es narrada con un tono que quiere ser natural y termina por ser artificioso (sus juegos de palabras esdrújulas con el papá resultan sangroncísimos). Patsy (una muy joven y bella Ofelia Medina en su debut cinematográfico) tiene tres pretendientes-amantes-novios con los que se divierte sin comprometerse, a pesar de que en especial uno de ellos, el médico interpretado por Héctor Bonilla, quiere algo más serio con ella. Sin embargo, la joven termina por engancharse con un hombre casado (Julio Alemán), de la edad de su progenitor (Joaquín Cordero), pero que no está dispuesto a dejar a su esposa por algo que para él es una mera aventura con una jovencita universitaria que estudia en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y toma clases con el poeta Luis Rius (en persona), quien la fascina con sus lecturas de San Juan de la Cruz.
  Con argumento nada menos que de Gabriel García Márquez y las actuaciones de Julián Pastor, una guapa y joven Leticia Robles y hasta del pintor Felipe Ehrenberg, la cinta a pesar de todo se deja ver y su ritmo es bueno. Todo lo contrario de la música, verdaderamente mala.
  En fin que ahora sí puedo decir que ya vi Patsy mi amor.

sábado, 7 de septiembre de 2013

¡AMLO Vs. la CNTE!

No, no es que don Peje haya hablado mal de los maeses de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, mejor conocida en los bajos fondos de la polaca nacional como la CNTE, o que haya despotricado porque dichas huestes bloquearon Reforma y el entrañable Nico (me refiero a su chofer, no al señorcito que en Venezuela hace las veces de delirante sucesor de Hugo Chávez) se hubiese quedado atorado con todo y Tsuru en algún embotellamiento.
  Tampoco es que los aguerridos manifestantes “comisionados” hayan lanzado alguna crítica contra el patrón de serena Morena o se les haya ocurrido poner en duda su sacro apostolado.
  Cuando digo “AMLO Vs. la CNTE” me baso en la declaración que el Secretario de Gobierno del Distrito Federal, Héctor Serrano, emitió el jueves pasado, con la advertencia de que “si los maestros no retiran sus carpas y tiendas de campaña, no habrá condiciones para que el próximo domingo 8 se realice en el Zócalo la concentración a la que convocó el ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, contra la reforma energética”. Menudo lío que podría poner en contradicción a dos supuestos aliados y con los pelos de punta al sector extreme de nuestra izquierda.
  Al momento de escribir esto, así estaban las cosas. Muy probablemente hoy sábado los maestrines levanten sus cariñosas tiendas (“¿quén pompó?”, preguntaría el propio Andrés Manuel) y dejen libre la (dirían los clásicos) enorme plancha de cemento, a fin de que el tabasqueño regrese al tinglado y trate de arrebatarle a Cuauhtémoc Cárdenas (su inesperado rival) la estafeta de defensor del petróleo mexicano.
  Pero no deja de resultar simpática la idea de que los centistas no se quieran quitar y el GDF prohiba el mitin convocado desde hace semanas por los obradoristas. ¿Qué sucedería en ese caso? Se enfrentarían unos contra otros? ¿Se iría AMLO al Hemiciclo a Juárez, el Monumento a la Revolución o el Centro Banamex? ¿Acusaría el de Macuspana a la CNTE de haberse vendido a la mafia en el poder para joderle su mise-en-scène?
  Seguro nos quedaremos con las ganas de saberlo. Pero hubiera estado bien padre el desmadre.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 6 de septiembre de 2013

Con Fernando Fernández en Horizonte

Fernando  Fernández me invito a su programa La Feria, carrusel de libros que conduce y se transmite los viernes a las tres de la tarde por Horizonte 109.5 del IMER. Aunque la emisión es muy cortita y sólo pudimos platicar veinte minutos al aire, la pasé muy bien y conocí a gente muy padre, en especial al productor Jonathan López Romo y a Cynthia, la bella asistente del programa. Platicamos básicamente de la Mosca y todo estuvo muy bien.
  Fernando me trató de maravilla (de hecho todos lo hicieron) y al parecer pronto subirán el podcast.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Moda: ¿declaración de odio?

La horrenda moda de los no menos horrendos años ochenta.
“De la moda, lo que te acomoda”, solía decir mi madre (quien, ahora que me doy cuenta, siempre ha sido muy afecta a las frases hechas). La cosa es que a mí las modas jamás me han acomodado y hablo de todo tipo de modas, no solamente de las que tienen que ver con el atuendo externo (aunque quizás éstas sean las que menos me acomoden de todas).
  No sé de dónde provenga mi calidad de contreras, pero desde la adolescencia, cuando fui adquiriendo eso que se llama conciencia social (whatever it means), comencé a cuestionarlo todo y a negarme a seguir la corriente. Mientras mis amigos trataban de ataviarse según los cánones “del último grito de la moda” y escuchaban la música que les dictaba la programación normal de las estaciones radiofónicas de Amplitud Modulada (aunque no lo crean, existió un tiempo en que no había FM), yo me vestía como se me venía en gana (aunque debo admitir que alguna vez caí en la tentación de los horrendos pantalones Topeka y cuando mis padres celebraron sus bodas de plata, en 1969, acudí vestido -¡a mis catorce años!- de traje con cuello Mao) y escuchaba programas de corte supuestamente underground (aunque pasaban en las mismas estaciones, como Proyección 590, en La Pantera, o la sempiterna Vibraciones, en Radio Capital).
  A principios de los setenta me sentía hippie y llevaba el cabello largo, por debajo de los hombros. Según yo, era mi manera de ir contra la moda de los fresas cuadrados (casi todos mis amigos de ese entonces), sin darme cuenta (aun cuando estuve en el festival de Avándaro, en 1971, en donde todos se vestían igual que yo) de que también estaba siguiendo una moda.
  Fue a mediados de esa década, tiempo en que abracé abiertamente la causa socialista y antiimperialista, que creí romper en definitiva con las modas en el vestir, cosa muy relativa, porque adopté para siempre el uso de las chamarras y los pantalones de mezclilla, según yo para parecer proletario y “acercarme al pueblo” (hoy los uso porque son comodísimos), si bien llegué a caer en la tentación de comprarme aquellos sacos de pana con parches en los codos que te daban un toque de “intelectualidad” (y si a eso le añadimos que por mi naciente miopía empecé a usar unos grandes anteojos de pasta, casi-casi me convertí en un precursor de los actuales hipsters).
  Los ochenta fueron otra cosa: la irrupción de la moda más escalofriante que ha conocido el género humano a lo largo de su historia milenaria. ¡Qué cosa más espantosa! Ni siquiera sé cómo describir aquel desfile de esperpentos de colores chillones con que se vestía la gente, aquellos peinados inenarrables de hombres y mujeres que parecían aproximarse a una androginia compartida. Eso para no hablar de la música y en especial del rock que nunca fue tan artificioso e inorgánico. Fue mi época más antimoda (y eso que transcurrió entre mis veintiséis y mis treinta y cinco años).
  En los noventa, con la llegada del grunge, se impuso el Seattle style, con aquellas camisas de franela de grandes cuadros. Aunque ya Neil Young (por cierto, llamado el padrino del grunge por sus jóvenes seguidores) las usaba desde los sesenta, dichas prendas devolvieron un poco de autenticidad popular a la ropa, si bien no tardaron en convertirse también en material de modistos que trataron de sofisticarlas, aunque no con mucho éxito.
  El siglo veintiuno ha visto la atomización de los jóvenes en tribus urbanas, cada una con su moda, cada una con su aspecto particular. Darketos, hipsters, emos, punketos, rastafaris, metaleros, reggaetoneros y un sinfín de grupos que desprecian la moda de sus congéneres y más aún la que los fresas actuales denominan con ese cursilísimo término que es lo trendy (¡arghhhh!).
  Por mi parte, sigo montado en mi macho y poco o nada me interesa ataviarme como dictan los diseñadores. Aunque no deja de preocuparme que mi afán de usar ropa de mezclilla me acerque a parecerme cada vez más al recordado Carlos Monsiváis y sus seguidores. Pero bueno, al menos no cargo La Jornada y un libro de Saramago bajo el brazo.

(Mi columna "Bajo presupuesto" de este mes en la revista Marvin).

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Nuevos libros de cama, baño y transporte

Creo que ya comenté aquí que para ser más ordenado en mis lecturas y no leer diez o más libros al mismo tiempo (con lo que avanzaba muy poco con cada uno), decidí hace algunos meses limitarme a sólo tres: uno para leer en la noche, en mi cama; otro para leer en la salle de lecture que es mi baño y el otro para leer en el metrobús, el metro, el micro o el taxi. Hasta ahora me ha funcionado muy bien y he logrado terminar varias novelas pendientes y emprender nuevas aventuras como lector.
  Sin embargo, no sé qué pasó que de pronto me veo conque tengo dos libros para cada espacio. Para la cama, la biografía de Gustave Flaubert de Jacques Suffel y las últimas páginas de otra bío (o más bien autobío): la de Pete Townshend, Who I Am. Para el baño, La reina del sur de Arturo Pérez-Reverte e Ilusiones perdidas de Honorato de Balzac. Para transporte público, una selección de cuentos mexicanos hecha por Edmundo Valadés y La orgía perpetua de Mario Vargas Llosa. Tendré que dar preferencia a uno de cada par, pero aún no me decido (y todavía me aguardan Memorias de Pancho Villa de Martín Luis Guzmán, Tieta do Agreste de Jorge Amado y las relecturas de El gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald, Madame Bovary de Gustave Flaubert (ambos por segunda ocasión) y El rojo y el negro de Stendhal (por cuarta vez). Será un fin de año felizmente ocupado.

martes, 3 de septiembre de 2013

MTV y la enésima muerte del rock

Si MTV llegó al extremo del ridículo con su reciente entrega de premios (basada más en el escándalo de un bailecillo “atrevido” por parte de una cantante intrascendente que en la calidad de los músicos galardonados) y acabó de perder la escasa credibilidad que le quedaba (si es que le quedaba alguna), el New York Daily News cayó en la superficialidad más rampante al afirmar, por medio de uno de sus comentaristas de espectáculos, que debido al predominio de los intérpretes de pop entre los nominados y ganadores de los dudosos VMA, el rock ha muerto.
  “Los días en los cuales el rock dominaba en MTV están muertos. El rock, el hard-core y el hip-hop fueron desplazados de los premios más importantes de la televisión y ahora los ganadores son siempre del mismo género”, aseguró en un artículo del citado diario neoyorquino el crítico musical Jim Farber.
  Por alguna extraña razón, dicha declaración provocó que muchos se sintieran indignados (caso de Dave Grohl de los Foo Fighters, quien respondió iracundo por medio de su Twitter), cuando lo más conducente habría sido ignorarla por insignificante. Pero ya que se convirtió en nota, vale comentar que no es la primera vez que alguien “mata” al rock. Certificados de defunción se le han otorgado por decenas a este género a lo largo de su historia. Lo que tiene de estulta esta última declaratoria es que se basa en la premisa de que si MTV no premia al rock, en consecuencia el rock ya se murió (!).
  Hace unos días, la periodista Mónica Maristain me pidió mi opinión sobre el asunto, para un reportaje que hizo en el sitio Sin embargo. Esto fue lo que le respondí: “El rock sigue perfectamente vivo y eso lo ves en los grandes discos que han salido durante los más recientes cinco años (en México es otra cosa, pero ese es otro tema). MTV hace mucho que dejó de ser un referente y el que en sus premiaciones sólo destaquen los poperos habla más de ese canal que del rock. El rock murió en MTV, pero MTV está muerto desde hace muchísimo tiempo”.
  Como diría The Who (aunque hoy suene un poco cursi): Long live rock!

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 2 de septiembre de 2013

Hablemos de música puritana

De vez en cuando, en el panorama de la música, aparecen proyectos extraordinarios que a pesar de su calidad y originalidad, suelen pasar si no inadvertidos, sí lejos de los principales reflectores y de aquello que convencionalmente se conoce como el mainstream (cualquier cosa que eso signifique).
  Esto suele suceder con quienes tienen una propuesta intrincada, metódicamente elaborada, cuidadosamente escrita, arreglada y ejecutada. Al repeler el facilismo de las estructuras conocidas y de los mecanismos que permiten componer música como si se tratara de un producto de maquiladora para ser consumido y desechado de inmediato, al negarse a emprender el camino pavimentado de los grandes escenarios y de la domesticación para ingresar sin problemas a los medios, al demostrar que la popularidad no es asunto que les preocupe, esos músicos saben de antemano que su obra sólo será escuchada y apreciada por unos cuantos y, aún así, a eso le apuestan todo. Un ejemplo de todo esto es el cuarteto británico These New Puritans (aunque eso de cuarteto es un decir, ya que en sus discos suelen rodearse por una buena y diversa cantidad de músicos invitados).
  Surgida en 2006 en la ciudad de Southend, Inglaterra, la agrupación hace una música tan elaborada e inasible que clasificarla parecería misión imposible. Sin embargo, habrá que hacer el intento por describir, así sea de manera aproximada, a qué suena esta espléndida propuesta, a mi modo de ver una de las más interesantes de hoy día.
  Si con su álbum debut, el peculiar Beat Pyramide (2008), su sonido tenía mucho que ver con cierto dance electrónico (aparte de la clara influencia post-punk de The Fall) y todo parecía indicar que el grupo se dirigía hacia los terrenos de una relativa comercialidad (incluso un año antes hizo una canción bajo pedido, “Navigate, Navigate”, para el diseñador francés Hedi Slimane de la casa Dior, pieza que fue usada en un desfile de modas en París), en su segundo álbum, el extraordinario Hidden (2010), sus integrantes dieron un dramático viraje y sus composiciones se volvieron de pronto más sofisticadas y atmosféricas, más minimalistas y llenas de un peculiar exotismo orquestal. Hidden es una joya, un disco pleno de sorpresas musicales, un arriesgado intento por acercarse al avant-garde pero desde un estilo fresco y novedoso, con constantes cambios armónicos, rupturas rítmicas y un gran énfasis en la sutileza melódica, con un fantástico uso de los coros mixtos y las percusiones.
  Para su tercer opus, el reciente Field of Reeds (Infectious, 2013), la agrupación encabezada por los mellizos Jack y George Barnett ha continuado dentro de la línea musical de su trabajo anterior, pero con novedosos elementos que hacen que incluso supere la enorme calidad de lo hecho hace tres años.
  Field of Reeds (y lo digo sin ambajes) es una obra maestra del rock actual (si es que la palabra rock le ajusta). Las composiciones son aún más complejas que en Hidden, las estructuras armónicas son más intrincadas, los rompimientos rítmicos son más radicales y las melodías pueden conducirnos, sin solución de continuidad, de una belleza puramente celestial a un escalofrío avernalmente turbador. Hay otra vez mucho de avant-garde, pero también mucho de influencia jazzística, diversos aires provenientes de la mal llamada música clásica y hasta pasajes que parecen ser parte del score de una película inexistente. A eso ayudan las secciones camarales que incluyen ensambles de cuerdas, vientos y metales. Como agradecible cereza del pastel está la voz espléndida de la cantante portuguesa Elisa Rodrigues, quien añade un toque de sensualidad y exquisitez a las piezas en las que interviene. Así, temas como “The Light in Your Name”, “V (Island Song)”, “Spiral”, “Organ Eternal” (para la que fueron a un bosque, a fin de grabar el canto vivo de un halcón), “Dream” o la concluyente y homónima “Field of  Reeds” resultan, cada una y en conjunto con todo el disco, verdaderas maravillas de la música contemporánea, composiciones exquisitas, elegantes, dueñas de un minimalismo desafiante que apela lo mismo a la inteligencia del escucha que a su corazón y sus entrañas.
  Al lado de agrupaciones como los estadounidenses Dirty Projectors y los canadienses Timber Timbre, These New Puritans se encuentra hoy entre lo más seductor y propositivo de la música (y entre lo más ignorado por los medios tradicionales, como ya mencioné al principio). Fields of Reeds (que bien puede traducirse como Campo de juncos o Cañaveral) representa una oportunidad fantástica para conocer su música, una música que debe escucharse sin prejuicio alguno, música para mentes abiertas.

(Publicado este mes en la revista Nexos No. 429).

domingo, 1 de septiembre de 2013

El eterno marido

Terminé de leer esta novela corta de Fiodor Dostoievski, a mi modo de ver una obra menor dentro de su bibliografía. La extraña relación entre un marido cornudo y uno de los amantes de su mujer, tiempo después de que ella muere, es narrada por el escritor ruso de una manera extraña que se maneja dentro del absurdo, la tragicomedia, la novela psicológica y la novela de costumbres. Costó trabajo que me agarrara en un principio y estuve a punto de dejarla. Sin embargo, poco a poco me fue metiendo en su trama y me obligó a terminarla para conocer su desenlace. Los dos personajes principales, el patético Pavlovich y el pedante Veltchaninov (quien cuenta la historia en primera persona), son un par de burgueses y pobres diablos de los que Dostoievski se burla sin piedad.
  En fin, una buena novelita, pero nada que sea imprescindible y por supuesto, muy inferior a Los Hermanos Karamasov, Crimen y Castigo, El sepulcro de los vivos o El idiota (las otras cuatro novelas que he leído del gran genio eslavo).