viernes, 13 de septiembre de 2013

La tragedia de Ignazio Silone

Hay un sino y un signo característicos en varios de los grandes escritores europeos que a principios del siglo pasado profesaron la fe comunista y abrazaron la causa de la revolución bolchevique: el sino de la caída en desgracia y el signo, marcado en sus frentes y en sus existencias, de las purgas al interior de los diversos partidos comunistas dependientes de la poderosa e implacable maquinaria ideológica de Moscú, de la Madre Rusia transformada en Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
  Victor Serge, Arthur Koestler, Isaak Babel y André Malraux son nombres de gente de la literatura y de la acción y el pensamiento políticos que padeció persecución y fue denostada al no seguir los lineamientos ortodoxos que ordenaba el ala estalinista, algo que se repitió como calca en el caso del escritor y militante italiano Ignazio Silone.
  Nacido el 1 de mayo del año 1900 en la región de los montes Apeninos, Silone (cuyo verdadero nombre era Secondo Tranquilli) perdió a la mayor parte de su familia durante un terremoto, cuando tenía quince años de edad. El muchacho se salvó de manera providencial y fue puesto bajo la protección del Estado, para más tarde quedar en manos de la Iglesia como seminarista. Su naturaleza rebelde y su inteligencia cuestionadora lo hicieron escapar y a los diecisiete años, en plena Primera Guerra Mundial, organizó manifestaciones pacifistas, responsabilidad por la cual estuvo a punto de ser mandado a prisión. Pronto ingresó a las Juventudes Socialistas y fue fundador del Partido Comunista Italiano, en el que permaneció en puestos directivos casi una década. Durante el régimen de Benito Mussolini, permaneció en Italia, donde imprimió prensa ilegal en contra del gobierno fascista. Cuando León Trotsky fue excomulgado, Silone estuvo en contra de esto y guardó posiciones coincidentes al respecto con Antonio Gramsci.
  Exilado finalmente en Suiza, fue ahí donde publicó su primera y quizá más célebre novela: Fontamara, un relato sobre la brutalidad con la cual el fascismo triunfante se ensañaba contra la gente más débil y miserable. El libro tenía una dosis propagandística, pero sus cualidades literarias sobrepasaban a la intención militante.
  Expulsado del PCI por su oposición a Stalin, fue desde entonces considerado como un anticomunista, a pesar de la ayuda que prestó a la resistencia italiana durante la Segunda Guerra Mundial. Estigmatizado por el dogma sovietista, siguió escribiendo y produjo novelas tan notables como Vino y pan y La semilla bajo la nieve. Alguna vez nominado al Nobel de literatura, recibió en 1969 el premio Jerusalem para autores que defienden las libertades individuales. Fallecería en Ginebra, en 1978.
  En un viejo Inventario, José Emilio Pacheco escribió lo siguiente ante el deceso del autor italiano: “Ha muerto en Génova Ignazio Silone. Acaso este nombre no quiera decir nada para el lector de hoy. Sin embargo, en los años treinta figuró en la primera línea de aquellos escritores que emplearon la novela para hacer simultáneamente actividad política y gran literatura”.

(Publicado el sábado pasado en la sección "De culto" del suplemento cultural Laberinto de Milenio Diario)

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