jueves, 28 de febrero de 2019

No cuadra

Benito Juárez supo rodearse de personajes extraordinarios y ahí están los nombres de Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Vicente Riva-Palacio, Ignacio Manuel Altamirano, Miguel Lerdo de Tejada, Jesús González Ortega, Santos Degollado y el enorme Guillermo Prieto, entre otros. ¿Cómo puedes entonces decir que quieres parecerte a Juárez y rodearte de gente como Manuel Bartlett, Javier Jiménez Espriu, Napoleón Gómez Urrutia, Paco Ignacio Taibo II, Epigmenio Ibarra, Irma Eréndira Sandoval, John Ackerman, Mario Delgado, María Elena Álvarez-Buylla, Dolores Padierna, Rocío Nahle, Sanjuana Martínez, Jenaro Villamil y un largo etcétera? Como que no cuadra.

miércoles, 27 de febrero de 2019

Feli Dávalos y el rap que se hace en México

El rap mexicano es un fenómeno masivo, pero al mismo tiempo marginal. Los grandes medios prácticamente no lo difunden, a pesar de su larga historia en nuestro país. Entrevisté a Felipe “Feli” Dávalos, uno de los más grandes expertos en el tema, además de productor, difusor y rapero él mismo, para que nos ilustre sobre el tema. Actual editor de Noisey, el sitio de música de la prestigiada revista Vice, he aquí la charla que sostuvimos.

¿Cómo fue que llegaste al rap, qué fue lo que te llevó hacia ese género?

Mi hermano Carlos y yo empezamos a escuchar rap juntos desde niños. Te estoy hablando de principios de los años noventa. Primero escuchábamos rock, en especial glam rock y hair metal. Yo era muy fan de Guns n’ Roses. Entonces fuimos a unos campamentos en Canadá y ahí escuchamos por primera vez el rap. Era el momento en que se empezaba a hacer el rap hardcore, con gente como Dr. Dre, Snoop Dog o Wu-Tang Clan. Ya habíamos escuchado un rap más comercial, como el que en México hacía Caló o en Estados Unidos Vanilla Ice y MC Hammer que era lo que llegaba a nuestro país. De hecho, ese rap era una cosa que se bailaba y yo lo llegué a bailar. Pero cuando en aquellos campamentos escuchamos rap de verdad, la conexión fue inmediata y se convirtió en una afición que no me abandonaría. Aún adolescente, empecé a escuchar la música de una manera más profunda. La clásica, el jazz, el rock, la electrónica y por supuesto el rap. Todo eso abrió mi universo musical.

¿Podías compartir ese gusto por el rap en ese momento con gente cercana, más allá de tu hermano?

Por ese tiempo, en México no existía oferta de aquel rap, tampoco había con quién hablar de ello. Mi hermano y yo estábamos muy solos al respecto. Pero mi abuelo vivía en San Diego e íbamos mucho a verlo. Ahí visitábamos las tiendas de discos, donde pasábamos muchas horas y comprábamos algunos álbumes. También conseguíamos libros y revistas sobre el genero. Más adelante, ambos empezamos a jugar un rol en el rap en México, porque empezamos a hacer un programa de radio que se llamó Scratchamama, en 2004, y que pasaba por Ibero 90.9. Estuvo al aire once años y medio. A partir de eso fue que se abrió el panorama, porque empezamos a dar a conocer a la gente que hacía rap en México.

¿En qué año empezó lo que podríamos llamar un rap mexicano?

El rap en español tiene un origen muy particular, porque los primeros que lo hicieron no fueron músicos sino comediantes. La primera persona que rapeó en México fue el cómico Memo Ríos, en 1981, con “El Memo cotorreo”, versión mexicana de “Rapper’s Delight” de Sugar Hill Gang, de 1979. En España, otro cómico llamado Arévalo hizo lo mismo; igual que en Venezuela, donde el cómico Perucho Conde grabó un rap humorístico llamado “La cotorra criolla”. Más allá de esto, hubo un primer movimiento de rap mexicano en los ochenta. En la Ciudad de México había dos grupos: 4to del Tren y Sindicato del Terror. Era una escena de algún modo bastarda, no sé qué tan relacionada con el DJ Patrick Miller. Claudio Yarto, de Caló, viene de ahí. Luego apareció una segunda generación que sentó unas bases más concretas. Grababan en cintas encima de bases de gente como Dr. Dre o Wu-Tang Clan. Muchos rapeaban en inglés. De ahí salieron proyectos como Sociedad Café, un grupo de Ciudad Nezahualcóyotl muy importante, con un rap cholo y pachuco, con símbolos prehispánicos. Esta generación de finales de los noventa culminó con un grupo también muy importante, La Vieja Guardia, un colectivo del entonces Distrito Federal del cual muchos integrantes siguen en activo. Fueron de los primeros en maquilar un CD de manera independiente. Pero el rap mexa adquirió una mayoría de edad en 2002 o 2003, cuando empezó a haber un público interesado en lo que era un género pero también un movimiento cultural.

¿Fue un momento trascendente?

Sí, empezó a convertirse en algo más complejo. Yo estoy muy familiarizado con la parte de la música y entiendo muy bien la dicotomía que juega este género musical disfrazado de movimiento cultural. Porque en realidad son muy distintas, en muchos lugares, las historias de las disciplinas artísticas que conforman al hip-hop, como el breakdance y los b-boys que fue de lo primero que llegó a México, por allá de 1981. El graffiti también tiene una historia muy compleja como parte estética del rap, aunque en realidad estuvo más apegado a otros géneros, como el punk o el ska. Los otros dos elementos del hip-hop son los DJ y los raperos o MC’s.

¿Cómo defines musicalmente al rap o al hip-hop?
Como una disciplina artística con un cantar o un hablar rimado encima de una base rítmica. Si lo haces dentro de ciertos estándares, es hip-hop. Porque puedes usar las técnicas del rap sin hacer hip-hop. Lo hicieron Fey o hasta “La Chilindrina” en un comercial. Una canción mexicana como “El barzón” utiliza recursos rítmicos y poéticos que la emparientan con el hip-hop, pero jamás dirías que es un hip-hop. Para que el rap sea hip-hop debe estar dentro de esa tradición que se inició en el Bronx de Nueva York. Claro que son definiciones muy jabonosas, difíciles de asir.

¿Qué dirías entonces del reguetón?

El reguetón es la expresión de cómo se entendió al hip-hop en un contexto muy específico –en el Caribe, Panamá, Puerto Rico– y, en esa medida, por derecho de piso es hip-hop también. Unos tipos que escuchaban a Afrika Bambaataa y también lo que estaba ocurriendo musicalmente en Nueva York y en Miami, con la salsa y la bachata, pudieron producir una síncopa muy caribeña y eso dio como resultado el reguetón. Claro que es muy difícil hacer que los puristas acepten esto.

¿El rap es barrio?
En México, el rap tiene un origen muy similar al del rock urbano. Es una manifestación barrial, un folclor muy de colonia popular, con pocas posibilidades de producción. Aunque al rap se le ha relacionado más con un medio estigmatizado, con pandillas, incluso con gente del crimen.

Participaste en el documental Somos lengua (2016), de Kyzza Terrazas. ¿Cual fue tu papel ahí y qué tan importante crees que sea la película para entender al rap que se hace en nuestro país?
La película surgió de un diálogo entre Kyzza y yo, en el que él conoció el hip-hop que se hace en México. Sí es un retrato hasta cierto punto representativo, pero no es una película que abarque a toda la escena, la cual es más amplia. Mi labor fue de orientarlo y decirle: “Mira, hay unos güeyes bien malandros que rapean bien malandro y su rollo es así y hay otros más güeritos que no es que sean más fresas, pero tienen otro pedo en la cabeza”. Pero sí vienen en el filme pequeñas escenas de raperos de diferentes orígenes y de distintas partes de la república. Es una película interesante (que puede verse en Amazon Prime Video. Nota del entrevistador).

¿Puede decirse que ya existe una escena establecida del rap o el hip-hop en México?
A partir de la década pasada comenzó a darse en el país la posibilidad del surgimiento de una escena. No tanto fue que hubiera grupos y solistas que pudieran vivir de esto, pero sí se vislumbraba una escena en ciernes. Ciertos estilos se empezaron a definir, sobre todo en el norte. En Monterrey, en la Comarca Lagunera, luego en Guadalajara, en la Ciudad de México y su área conurbada. Todos los exponentes empezaron a conocerse entre ellos por medio de internet, antes incluso del MySpace. Para 2002 o 2003 se empezó a hacer un hip-hop independiente. En el sur de la Ciudad de México se dio un fenómeno curioso: algunos raperos fueron a un festival de hip-hop que se estaba haciendo en Cuba y regresaron con el chip súper cambiado. Empezaron entonces a hacer un rap más consciente, de denuncia. Gente como Magisterio, Jimbo o Bocafloja. También se dieron cuenta de que podían maquilar sus discos, organizar presentaciones para ganar dinero, pagar a artistas para que les hicieran diseños. Comenzaron a darse algunos mínimos gestos de profesionalización. Eso fue muy importante, aunque la escena siguió siendo pequeña.

¿En qué momento creció?
A finales de esa década, la marca Red Bull empezó a hacer lo que se llamó “Las batallas de los gallos” que eran duelos verbales entre raperos por medio de improvisaciones. Eso jugó un papel muy importante para la siguiente generación que fue la que comenzó la gran historia del rap en México, en 2009 o 2010. Muchos de los intérpretes que surgieron a partir de este momento podían ya vivir de su música o si no al menos generar una obra que se podía sostener. Esto se dio en gran medida gracias a internet y a los avances tecnológicos que permitieron que los costos para producir música se abarataran. Todo podía hacerse ya en tu computadora. Empezó también a haber una identidad más clara, equivalente a lo que sucedió en el país con el rock en los años noventa.

¿Hoy cómo ves la escena en México, es fuerte, sigue avanzando?
Los más recientes cinco años han sido muy buenos, pero creo que representan una etapa que terminó justo en 2018. Pienso que ahorita está comenzando algo nuevo que no sé hacia dónde va. Será muy difícil superar esos cinco años que acaban de pasar. El panorama hoy es muy complejo, porque las "batallas" han traspasado fronteras y te enfrentas al rap de varios países a nivel hispanoamericano. También está el tema de la migración. Por problemas locales, varios raperos tienen que irse de sus países. Por ejemplo, muchos venezolanos han estado haciendo carrera en México los últimos tres o cuatro años o raperos argentinos y chilenos se han ido a España. Esto ha hecho que el mercado sea muy grande y es el momento en el que estamos entrando. Por eso la edad de oro del rap mexicano del pasado lustro ahora va a ser muy difícil de sostener en el plano internacional. La verdad es que el rap mexicano no es el mejor en nuestro idioma. No tenemos el disco que todo el mundo quiere escuchar, tampoco gran número de canciones o de artistas que trasciendan. En Chile, por ejemplo, hay una gran tradición poética que se nota en las letras de su rap. Tienen una conciencia del  lenguaje que no existe aquí.

¿Qué me puedes decir del narco rap?

En realidad el narco rap no es un rap que hable de cosas del narco, sino gente que pertenece a un cártel y que hace temas sobre su mundo. Es algo muy oscuro, con artistas anónimos que nadie conoce. También hay un rap pandillero que creció a la par de la guerra contra el narco y que está muy extendido en México. Tiene como antecedente al grupo regiomontano Cártel de Santa y cuenta con un amplio público cautivo. Hay varios raperos que son importantes dentro de esa tendencia.

Para terminar, dime cinco exponentes de rap mexicano que recomendarías a los lectores que no son avezados en el tema.

La Banda Bastón que es un dueto de Baja California avecindado en la Ciudad de México, en especial recomiendo su disco Luces fantasmas, de 2017. De Aguascalientes, Mike Díaz, quien tiene una habilidad muy particular para meter muchas sílabas y es un poeta exuberante, un gran hacedor de imágenes que abrevan mucho del cyber punk y de los comics; de él recomiendo su disco Renace, de 2018, en el que explota un estilo que podríamos denominar como retroafrofuturístico-prehispánico. De Torreón, Mime871, con su disco L.I.B.R.E.; tiene un estilo muy lírico, muy bonito. Hay también varias chicas que hacen un rap que vale mucho la pena. Recomendaría a Hispana (o La Mamba Negra) que es la rapera actual más notable, nacida en Monclova y radicada en Jalisco. Su disco más reciente se llama Los González (2018). Otro rapero actual muy importante es Eptos Uno, cuyo disco Hacer historia acaba de salir. El suyo es un rap muy bien producido y muy directo, como tiene que ser el rap.

(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

martes, 26 de febrero de 2019

Grandes discos de 1969: "Good Bye Cream" de Cream


El décimo disco de la serie es el último álbum oficial de Cream, con el que Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker dijeron adiós al legendario supergrupo británico en 1969, hace justo medio siglo.

sábado, 23 de febrero de 2019

Cámara húngara: ¿La primera derrota de AMLO como presidente?

No nos emocionemos. La aprobación en la Cámara de Senadores, con el voto unánime de todos los partidos, de una Guardia Nacional con mando civil, ha suscitado un gran entusiasmo entre quienes se oponen a la militarización del país que acarrearía el proyecto de Guardia Nacional de Andrés Manuel López Obrador.
  Mucho se celebró que este proyecto no haya pasado en el Senado, más aún por el papel fundamental que jugaron en ello varias organizaciones de la llamada sociedad civil a la hora de inclinar la balanza en favor de la racionalidad y el civilismo, sobre todo después de los ataques verbales que el propio presidente de la república lanzó en estos días contra dichas organizaciones.
  ¿Estamos frente a la primera derrota política de López Obrador como mandatario de la Nación? Difícil dilucidarlo. Primero, porque extrañamente el tabasqueño aceptó la resolución senatorial sin los cuestionamientos y hasta el enojo que se hubieran esperado de él, lo cual no deja de ser desconcertante y mueve a la suspicacia (por ejemplo: ¿actuó Ricardo Monreal por su cuenta al operar el acuerdo multipartidista o solicitó el permiso de su mandamás?); segundo, porque aún falta que la Cámara de Diputados diga la última palabra y como es bien sabido, el líder de esa cámara, Mario Delgado, es incondicional de AMLO hasta la ignominia.
  Así que todo puede pasar, incluso que López Obrador haga uso del veto presidencial contra la Guardia Nacional de mando civil. El hombre no sabe perder y menos lo hará sin meter las manos ahora que acumula cada vez más poder. ¿Se quedará realmente quieto frente a lo que parecería un fracaso de su propuesta por la militarización? ¿Usará tal “derrota” para lavarse las manos ante las fuerzas armadas? A saber.
  Algo o quizá mucho nos falta por ver al respecto. No cantemos su supuesto revés, no al menos todavía.

jueves, 21 de febrero de 2019

Grandes discos de 1969: "Hot Rats" de Frank Zappa


Continúo con la muestra de grandes álbumes del 69 que cumplen 50 años este 2019 y que forman parte de mi colección. Este es una joya de la discografía zappiana.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Paco

Por el gran Gil Gamés me entero de que entre los funcionarios que no hicieron declaración patrimonial está el inefable (¿o era inmamable?) Paco Ignacio Taibo II. El presidente dijo que funcionario que no declarara sus bienes sería echado del gobierno. Estamos a la espera del despido de Paquito (no haré travesuras). Me echaré una pestañita mientras.

martes, 19 de febrero de 2019

lunes, 18 de febrero de 2019

El Sr. González y los 60 años del rock mexicano

Músico de larga trayectoria. Compositor, percusionista y productor. Integrante de grupos como Botellita de Jerez y La Milagrosa, entre otros, además de proyectos solistas como El Sr. González y los Cuates de la Chamba, Rafael González Villegas, nombre real de quien todos conocemos como el Sr. González, posee también una estupenda pluma y ha incursionado en el mundo de los libros con Mi vida pop (2012). Entre sus discos más destacados están El Sr. González y los Cuates de la Chamba (1998), El Grao (2007), Un mundo frágil (2011) y Superviviente de mí (2014).
  En fechas recientes apareció el segundo volumen de tres de su obra 60 años de rock mexicano (Ediciones B), una exhaustiva investigación que narra cronológicamente y por medio de fichas la historia del rock que se ha hecho en nuestro país de 1956 a la fecha. Con el Sr. González es nuestra siguiente charla.

¿Cómo surgió 60 años de rock mexicano, de dónde vino la idea?
Pues mira, en 2014 me buscaron para hacer lo que en ese entonces era, como idea, una enciclopedia del rock mexicano. La gente de Ediciones B se había dado cuenta de que había ese tipo de publicación en Argentina y en España, pero que no existía en México. Me explicaron que ya habían acudido a algunos personajes, pero que se habían echado para atrás porque implicaba mucha chamba. Como tenían referencia de mi primer libro, Mi vida pop, fue que me buscaron. Su planteamiento original era que hiciese un volumen sobre 500 bandas. Yo no estaba muy empapado del tema e incluso dudé si existían 500 bandas, Entonces me senté a hacer una lista de memoria y escribí los nombres de 400. Seguramente sí habría las 500 o más. De hecho, terminé por hacer una lista de mil 500. Me dieron el visto bueno y empecé a trabajar.

Sin embargo, no es exactamente una enciclopedia.

Para que aquello de la enciclopedia no se convirtiera en un tabique, propuse a la editorial que mejor fuese una historia del rock mexicano, tomando en consideración que en 2016 se cumplirían los 60 años del rock en nuestro país, si tomábamos como punto de partida la grabación, en 1956, de “El relojito”, por parte de Gloria Ríos. Si contábamos la historia ya no en términos enciclopédicos sino como una crónica, reduciríamos el número de páginas. Se aprobó la idea y decidimos que serían dos volúmenes. En 2016 apareció el primer tomo. La intención era que el segundo saliera en 2017. Seguí trabajando y –¡oh, sorpresa!– el volumen era todavía más grande que el anterior. Propuse entonces que se hiciera un tercero, prometieron analizarlo y justo en ese momento, mediados del 17, sobrevino la compra de Ediciones B por Penguin Random House. En ese momento todo quedó en el aire. No obstante, yo entregué los dos volúmenes ya terminados y aun cuando el segundo no se publicó en 2017, como habíamos convenido originalmente, el proyecto no se canceló y apareció en agosto de 2018.

¿Y cuál fue la suerte del tercer volumen?
Ya está apalabrado para que aparezca y con ello se cierre el ciclo de los 60 años del rock mexicano. Espero que salga este año.

Esta propuesta tuya de hacer más bien una crónica, ¿cómo la abordaste?
Bueno, lo que te acabo de contar fue la historia del libro a nivel administrativo. Ya yo por mi cuenta, me metí a hacer investigación y a empezar a darle forma a toda esta gran historia. Decidí hacerlo desde dos perspectivas: una que es como más personal, en la que al principio de cada década yo inicio dando el contexto de ese tiempo y luego viene, en orden cronológico, la ficha de cada grupo o solista, con una historia breve del mismo. Pero como hay bandas que han tenido una larga historia y aun siguen vigentes, en muchas me extiendo hasta la actualidad, aunque siempre teniendo como base la fecha del surgimiento de cada una.

¿Cuáles fueron tus fuentes de investigación?

Fueron variadas. Existe la idea de que no hay bibliografía sobre la historia del rock en México, pero sí la hay y bastante. Sin embargo, está muy focalizada, muy especializada en ciertas áreas. Por ejemplo, la Universidad de Guadalajara tiene un libro sobre el rock tapatío, Tere Estrada sacó uno sobre las mujeres en el rock nacional, David Cortés tiene uno enfocado al rock progresivo y el llamado rock en oposición. Pero en ninguna de estas obras hay la intención de contar la historia del rock mexicano de principio a fin.

Pero está Guaraches de ante azul de Federico Arana que sí la cuenta. ¿No acudiste a ése libro?
No y voluntariamente no lo hice. No por menosprecio, sino porque como es la referencia de todo el mundo, yo no quería tener esa influencia. De hecho, en el primer tomo no están mencionados Los Sinners y Naftalina, los grupos de Arana. Pero fue por cuestiones técnicas y sí están mencionados en la edición digital y estarán en las siguientes ediciones del libro. Pero bueno, consulté bibliografía, encontré mucha información en internet y busqué testimonios directos de los personajes en cuestión, porque a muchos los conozco. De hecho, del segundo volumen conozco prácticamente a todos y me sé muchas historias. Por supuesto que siempre se corre el riesgo de estar reproduciendo mitos, así que siempre procuré tener cuando menos dos fuentes. Y está la experiencia propia. Cosas que me tocó presenciar y esa es la parte más subjetiva de los textos. Hay mucha cuestión anecdótica, alguna obtenida de primera mano con los propios músicos. Creo que los lectores se van a encontrar con historias que nunca se han contado y que no se imaginan que existen. Les va a dar una perspectiva distinta de artistas que luego cuidan mucho su imagen y que no cuentan la historia completa.

¿Los grupos que incluiste abarcan los diferentes géneros del rock?

Sí. Desde el principio del libro hago la pregunta sobre qué es el rock y es una pregunta que tiene muchas respuestas. Eso te obliga a tener un concepto que abarque mucho. El concepto al que llegué es que el rock es una música con un espíritu rebelde y que esa rebeldía proviene de una visión adolescente, más allá de que los hacedores puedan ser gente ya mayor. Al final, todos adolecemos de algo y la música que se genera a partir de este cuestionamiento, de esta rebeldía contestataria que provoca el adolecer de algo, eso es por excelencia el rock. Ahí entran otros subgéneros emparentados que además se retroalimentan entre sí: el reggae, el metal, el punk, la new wave, el techno… y surgen otros que tienen nominación de origen y algunos son nuestros: el movimiento rupestre, el etno rock, el rock mestizo y hasta el llamado rock urbano que aunque su base es el rhythm n’ blues, es mexicano. En ninguna otra parte del mundo lo visualizan y lo interpretan de esa manera. Entonces, en la selección de los grupos y solistas invitados no hay un criterio purista ni creo en ello. Traté que el abanico fuera lo más amplio posible. Considero que es un libro necesario. La historia del rock mexicano es una forma de acercarse también a la historia de México y eso es algo que quise resaltar. Existe una retroalimentación entre el país y los creadores de música. En ese sentido, el libro no es sólo para lectores rockeros sino para todos aquellos interesados en una parte de nuestra historia. Porque la historia de México se puede contar desde diferentes perspectivas.

(Entrevista que publiqué el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

sábado, 16 de febrero de 2019

Cámara húngara: ¿Qué sucedió el 22 de octubre de 2018?

A lo largo de su campaña (la tercera) por la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador no paró de insultar y denostar a las fuerzas armadas de México, a las que tildó de corruptas y asesinas cada vez que pudo hacerlo. También criticó acremente la Ley de Seguridad Interior propuesta por el gobierno de Enrique Peña Nieto, la cual finalmente fue derogada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación que la declaró inconstitucional. Por ello, una de las promesas más sonadas del candidato de la coalición Juntos Haremos Historia y que le ganó muchos adeptos fue la de que de ganar las elecciones, regresaría paulatinamente a los soldados y a los marinos a sus cuarteles. Incluso acuñó el lema “Abrazos, no balazos”. En una palabra, prometió desmilitarizar al país.
  Como todos sabemos, el 1 de julio pasado López Obrador ganó de manera rotunda y a lo largo de los cinco meses de interregno, prácticamente empezó a ejercer como presidente de facto, aunque todavía era presidente electo. Fue durante este periodo que sucedió algo a lo que no se le ha dado la suficiente importancia y que a mi modo de ver fue un momento clave para entender lo que estamos viviendo con el tema de la Guardia Nacional.
  La del lunes 22 de octubre de 2018 es una fecha que todos deberíamos tener muy marcada. Ese día, López Obrador se reunió en privado con el aún secretario de la Defensa Nacional, el general Salvador Cienfuegos. No se sabe a ciencia cierta qué fue lo que ambos personajes hablaron, pero sí sorprendió que al salir de ese encuentro, el presidente electo dio un giro de 180 grados a su discurso anterior sobre las fuerzas armadas.
  A partir de ese día, el tabasqueño no sólo habló maravillas de los militares, sino que comenzó a impulsar la ley que crea la Guardia Nacional, pero ya no con un mando civil sino con uno de corte militar y por tiempo ilimitado. No sólo eso: ya en la presidencia, otorgó a la Sedena su mayor presupuesto desde 2010, así como la concesión para construir y operar el aeropuerto de Santa Lucía con todos sus beneficios económicos; autorizó la venta de 30 de las 150 hectáreas que posee esta secretaría en Santa Fe, a fin de construir departamentos de lujo cuyas ganancias quedarán en manos de la Guardia Nacional y también entregó a Ejército y Marina el control de áreas clave de Pemex.
  ¿A qué se debió este cambio de rumbo de López Obrador, quien de ser casi un enemigo jurado de las fuerzas armadas (recordemos, por ejemplo, que en octubre de 2016 instruyó de manera tajante a los grupos parlamentarios de Morena a rechazar un minuto de silencio o cualquier otra expresión solidaria a favor de soldados, marinos y policías caídos en el cumplimento de su deber), se transformó –literalmente de un día a otro– en su principal aliado y simpatizante? ¿Qué se habló en aquella reunión del 22 de octubre pasado y, sobre todo, qué le dijeron o qué advertencia le hicieron los altos mandos militares para hacerlo cambiar de un modo tan radical y contradictorio?
  Muy pocos analistas y comentaristas han tocado el tema (sólo he escuchado y/o leído algo al respecto por parte de Brozo, Lisa Sánchez y Denise Dresser, no sé si porque otros no le han dado importancia o porque prefieren no meterse en camisa de once varas). El hecho es que algo sucedió aquel lunes y no sabemos qué fue. Quizás eso explique la desesperada y casi histérica insistencia del presidente para que se apruebe, a la voz de ya, la Guardia Nacional con mando militar y explique también sus ataques a las organizaciones y personas de la llamada sociedad civil que se siguen oponiendo a ello y que han argumentado que la Guardia Nacional que propone López Obrador, con disciplina y formación militar, viola estándares internacionales en materia de derechos humanos, deforma preceptos constitucionales establecidos desde hace siglo y medio y emula un modelo propio de regímenes dictatoriales o antidemocráticos.
  Podemos especular muchas cosas sobre la actual relación entre Andrés Manuel López Obrador y las fuerzas armadas. Pero todo quedaría en eso: en meras especulaciones y sospechas de que se nos está ocultando algo. Por eso nada podemos afirmar.
  Tal vez algún día se conozca lo que sucedió aquel 22 de octubre de 2018 y eso explique mucho (o todo) lo que hoy estamos viviendo y lo que se le viene al país si los legisladores de Morena (algunos de ellos vergonzantes sobrevivientes del movimiento estudiantil de 1968) y su líder consiguen su siniestra meta de militarizar al país y otorgar a las fuerzas armadas un poder cuyos alcances y consecuencias no podemos imaginar.

viernes, 15 de febrero de 2019

Para dártelas de entendido en rock (97)

En 1973, Bob Dylan puso la pluma en el papel, garabateó algunos versos de una canción y luego la grabó como un demo. Sin embargo, como no estuvo satisfecho con los resultados nunca la terminó. Todo lo que tenía era un coro pegadizo. Con todo, le dio el título provisional de "Rock Me Mama" y rápidamente se olvidó de ella. Pasaron 25 largos años y en 1998, dos estudiantes universitarios y músicos en apuros encontraron una copia pirata de aquel demo. Ketch Secor y Chris Fuqua, quienes formarían el núcleo de la exitosa banda de country Old Crow Medicine Show, vieron potencial en el inconcluso tema y pensaron en terminarlo, con el permiso de Dylan. En 2004, la pieza, bajo el título de "Wagon Wheel", fue incluida en el álbum debut homónimo de Old Crow Medicine Show. La canción se convirtió en un éxito de la música campirana e incluso recibió un premio de platino por parte de la Asociación de la Industria de la Grabación de América en 2013. Nadie sabe para quién trabaja, habrá dicho Dylan.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Grandes discos de 1969: "The Soft Parade" de The Doors

Sigo con mi muestra particular de buenos discos de hace 50 años, es decir de 1969. En este caso The Soft Parade de los Doors, su cuarto opus, un álbum muy irregular y no del todo logrado, sobre todo si lo comparamos con sus tres antecesores. Pero tiene grandes temas, como "Wild Child", "Shaman's Blues" y la muy popular "Touch Me". La suite "The Soft Parade" es toda una curiosidad.

martes, 12 de febrero de 2019

Sesión con Aarón Cruz

Hoy tuvimos una muy buena sesión de grabación para mi disco, nada menos que con uno de los mejores bajistas y contrabajistas del jazz que se hace en México: el gran Aarón Cruz.
  Su contrabajo quedó perfecto en mi canción "Eres joven", en la que también participan como invitados Armando Palomas en la voz y el grupo de jazz Sr. Swing (guitarra, clarinete, trompeta y lavadero). Es posible que Alejandro Martínez Gil incluya todavía un banjo para que el tema quede listo.Yo aquí sólo canto.
  La segunda canción en que participa es "Sólo he venido a decirte adiós", para la que usó un curiosísimo bajo-ukulele electroacústico que suena increíble (ver foto). En esa pieza están también Nancy Zahmer (voz), Mauricio Díaz Hueso (voz y guitarras), Mauricio González (armónica) e Iris Bringas (pandero). Yo canto y toco la segunda guitarra.
  Muy buena sesión.

lunes, 11 de febrero de 2019

Grandes discos de 1969: "Happy Trails" de Quicksilver Messenger Service


Un gran álbum que cumple 50 años, uno de los mejores discos "en vivo" de la historia del rock con la legendaria, espectacular y espléndida versión de "Who Do You Love?", original de Bo Diddley, que ocupa todo el lado A del acetato. Un LP orgullo de mi colección.

domingo, 10 de febrero de 2019

Grandes discos de 1969: "The Turning Point" de John Mayall


Una maravilla del blues británico de fines de los sesenta. Una grabación finísima con una insólita formación en la que no había baterista. Una joya. Un gran disco.

sábado, 9 de febrero de 2019

Cámara húngara: Carretera al infierno

I'm on the highway to hell
On the highway to hell
Highway to hell
I'm on the highway to hell

AC/DC

Conforme transcurren –con exasperante lentitud– los tiempos de la llamada Cuarta Transformación y llegamos a sus primeros 71 días, estamos muy lejos de ver los signos reales de un cambio positivo y en cambio, en medio de la polarización y la división entre mexicanos, nos encontramos frente a una realidad nacional desgobernada por el delirio, la ignorancia, la incapacidad, la estupidez y la soberbia.
  Más que una realidad, existen hoy dos realidades en México. Una es la realidad verbalizada de las conferencias mañaneras del presidente López Obrador, en las que éste se convierte en la única voz de su gobierno y el que dicta una agenda llena de lecciones morales, exhortos, regaños, admoniciones y promesas que no pasan de eso, de promesas, a la vez que niega, evade, menosprecia, desmiente y distorsiona todo aquello que pueda contradecir lo que él afirma, no sé si con una ingenuidad o un cinismo asombrosos. La utopía morena avanza incontenible, según nos dice el primer mandatario, sin importar que los datos duros desdigan a dicha utopía y la conviertan en una amenazante e infernal distopía hacia la cual nos deslizamos vertiginosos como en un tobogán sin freno. Y es aquí donde aparece la otra realidad. La realidad real.
  Ya muchos han elaborado diferentes listados de los desatinos cometidos por la actual administración (y le digo administración por llamarla de alguna manera). A mi entender, los más graves son la cancelación de las obras del NAICM en Texcoco, la creación y posterior entrega de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa y la patética fábula de la guerra contra el huachicoleo, invención perversa que sólo sirvió para desabastecer de combustible por casi un mes a buena parte del país, golpear a gobernadores desafectos, provocar la espantosa muerte de más de cien personas en Tlahuelilpan y tratar de ocultar el gran error que significó disminuir de manera drástica la ya establecida adquisición de gasolina en los Estados Unidos (error que fue incrementado por la “extraña” compra sin licitación –es decir, una compra corrupta– de camiones tanque, las famosas pipas).
  A eso agreguemos la zafia ridiculez del equipo de Pemex que fue a “negociar” a Nueva York y le costó a la paraestatal una baja de calificación, los recortes a diestra y siniestra (tanto de personal en diferentes dependencias gubernamentales como en programas como el de las estancias infantiles), los “pequeños” escándalos (como los de las declaraciones patrimoniales de los secretarios de Estado o la manera vil como fue echado el director de la Biblioteca Vasconcelos) y la necedad de construir la refinería de Dos Bocas y el inenarrable Tren Maya, caprichos personales ambos del presidente, quien al parecer está dispuesto a llevarlos a cabo a cualquier costo.
  Con una economía en picada y una militarización in crescendo; con una concentración del poder cada vez más peligrosa y autoritaria; con un gabinete gris, lacónico, senil y carente de iniciativa; con un poder legislativo lacayuno y servil; con un poder judicial en riesgo de perder su independencia; con una fiscalía absolutamente carnal y supeditada a la voluntad presidencial; con la espada de Damocles que pende sobre los órganos autónomos (desde el INE hasta el INAI, pasando por la CNDH y el INEGI); con las mofas y los insultos a la prensa que no se ha alineado; con la postura cada vez más alejada del concierto internacional frente a la crisis de Venezuela; con las cartillas morales, las prédicas seudo religiosas y hasta la amenaza de elaborar una nueva constitución; con todo ello más lo que se siga acumulando, transitamos por una carretera que nos lleva, directito y sin escalas, al mismísimo infierno.
  We’re on the highway to hell.

viernes, 8 de febrero de 2019

"Adiós al 68": Entrevista con Joel Ortega Juárez


Licenciado en Economía por la UNAM y maestro en Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, Joel Ortega Juárez (Ciudad de México, 1946) fue miembro de la Juventud Comunista desde 1963 y participó en el movimiento estudiantil de 1968 y 1971.
Vivió en Moscú en 1969 y 1970, como estudiante en la Universidad Patricio Lumumba. Sin militancia política desde 1988, participó en la fundación de sindicatos universitarios y fue profesor de varias escuelas y facultades universitarias de 1975 a 2013. Columnista y articulista en diversos medios, ha escrito una veintena de libros, el más reciente de los cuales, Adiós al 68 (Penguin Random House, 2018), es el motivo de esta charla.

¿Qué es Adiós al 68, cuál es la tesis central del libro?
La tesis central es que lo que más daño le hizo al 68 es la ideología de la revolución mexicana, porque eso impidió entender que el Estado estaba dispuesto a usar una masacre, como la del 2 de octubre, y la dirección del movimiento no lo contempló. Los dirigentes pensaron que como el gobierno provenía de la tradición revolucionaria, habría una salida negociada al conflicto. Ese error impidió que después de la marcha del 13 de septiembre, prácticamente a un mes de los Juegos Olímpicos, nos diéramos cuenta de que ya no teníamos más capacidad para emprender otro tipo de lucha. Habíamos agotado las marchas, las asambleas, no habíamos logrado atraer a los trabajadores. No nos quedaba más que dar un viraje, cosa que sugirieron el rector Barros Sierra –y lo tildamos de traidor– y José Revueltas, aunque este lo dijo de una manera críptica. Revueltas decía que había que ir a la “democracia cognitiva” y la autogestión universitaria, es decir, dejar la huelga y tomar el poder autogestivo en la universidad. Pero eso también se consideró una tontería y Roberto Escudero, quien lo conocía muy bien, no se atrevió a proponerlo en la asamblea de Filosofía y en el Consejo Nacional de Huelga. Luis González de Alba tampoco. Ni algunos que también creíamos que debíamos cambiar la táctica, como Marcelino Perelló, Eduardo Valle “El Búho” y yo. Se consideraba que eras traidor, culero, si proponías algo diferente. Pienso que ese fue el error más importante del movimiento, porque no entendimos la esencia, la naturaleza del Estado mexicano, algo que estamos viendo hoy, con el nuevo gobierno: la restauración del estatismo nacionalista. Octavio Paz decía que en 1968 por primera vez fuimos contemporáneos del mundo. En cambio, en 2019 estamos llegando tarde. Cuando ya se está cerrando el ciclo de los gobiernos falsamente socialistas en el continente, aquí llega el Peje a la presidencia. Vamos a contracorriente de la historia. Pero volviendo al tema: cuando yo digo adiós al 68 es para dejar de verlo como un evento necrófilo, de nostalgia, de lloriqueo, dejar atrás lo que yo llamo la izquierda católica, una izquierda que sabe llorar pero no sabe luchar. Una izquierda victimista. Eso nos ha hecho un daño inmenso.

Al principio del libro hay una cita de Joaquín Sabina

En su más reciente disco, Sabina tiene una canción que se llama “Sobreviviente soy, maldita sea” y pues yo soy eso  exactamente. Porque además Sabina vivió cosas semejantes. Fue miembro del Partido Comunista español, por ejemplo. La única diferencia entre ambos, para desgracia mía, es que él es rockero, es jefe. Tiene una conexión con la gente que no tienen muchos líderes. La tiene el Peje, tristemente.

Pero usted no propone olvidar el 68
No, el único que anda proponiendo olvidar es López Obrador, porque propone una amnistía y la palabra amnistía viene de amnesia, es olvido. Yo no propongo eso, tampoco perdonar.
Lo que sí digo es que hay que decir adiós, como los Beatles: “You say goodbye and I say hello”. Uno dice adiós a los padres, cuando fallecen; le dice adiós a los hijos, cuando se van de la casa; le dice adiós a las amantes. El adiós no es necesariamente amargo; es amoroso, porque cierra ciclos. Yo tengo tatuado el 68, sería imbécil pretender que lo olvide. Pero hay que dejar de medrar con él.
Estos ancianos de mi edad, panzones, calvos, cargando el ataúd y con las camisetas de “2 de octubre no se olvida” son patéticos, ya que pasen a otra cosa. Pero han cobrado eso: con diputaciones, con senadurías. ¿Nombres? No soy ministerio público ni contralor. Pero los nombres están en la prensa diaria. Como nos dijo una vez, a Marcelino Perelló y a mí, mi amiga Ikram Antaki: “Ustedes, los del 68, tienen el síndrome de Peter Pan, se creen adolescentes eternos. Ya dejen de ser niños, asuman que crecieron. Están viejos, punto”. Creo que tenía razón. Pero en general este es un país que no creció, es un niño eterno. Roger Bartra lo dice también en su teoría del ajolote. No crecimos y por eso prenden líderes como el actual, porque hay un pensamiento infantil, un pensamiento mágico.

El primer capítulo del libro se llama “La fiesta libertaria”. ¿Eso fue el movimiento de 1968?
El primero que planteó esa idea fue Perelló. En una entrevista para Proceso, en 1973, Marcelino dijo que el 68 no es sólo el 2 de octubre, sino que fue una fiesta libertaria. Tiempo después, Luis González de Alba se sumó a esa misma tesis. Pero es una tesis que no ha prendido. La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, con sus dos millones de ejemplares vendidos, es la Biblia del 68.
Muchos chavos de varias generaciones crecieron leyendo ese libro y su visión trágica. No es que el libro diga mentiras, salvo la de que hubo 500 muertos aquella tarde. Pero es una obra que convirtió al movimiento en un lamento, en un cementerio, en un velatorio eterno. Decía Marcelino: ¿cuál es el objetivo de una represión? Dejarle el mensaje a la sociedad de que ya no hay que luchar. Si sólo celebramos el 2 de octubre, ¿qué estamos haciendo? Estamos reproduciendo el mensaje que quería dar el Estado: intimidar, aterrorizar. Se volvió algo coloquial decir “otro 68, no”. Yo digo al revés: crear muchos 68. Gilberto Guevara Niebla tiene una frase que recogió de Eduardo Valle, quien la pronunció en su discurso del 13 de septiembre de 1968 y que le sirvió a Gilberto para intitular un libro: “La libertad nunca se olvida”. El “Búho” dijo aquel día, con su vehemencia acostumbrada: “Antes queríamos quitarnos las cadenas, ahora sabemos que se pueden quitar. Lo que hay que discutir es cómo quitarlas”. Estas enseñanzas del movimiento son el patrimonio del mismo, un patrimonio de libertad. Si uno resumiera qué quería el 68 y qué logró fue esto: la libertad. Al respecto, tengo que decir que el mejor texto sobre el movimiento, a lo largo de estos 50 años, es el de Enrique Krauze en Letras Libres: “Memoria del 68”. Ahí dice que no queríamos la democracia, eso no nos importaba; tampoco queríamos elecciones libres. No queríamos el poder. Queríamos la libertad. Éramos libertarios. En ese sentido, éramos parientes muy cercanos de los anarquistas. También de los liberales, aunque con un sentido social.

Usted estuvo aquella tarde en Tlatelolco, ¿cómo fue su 2 de octubre?
El 2 de octubre fue un hecho brutal. El nivel de salvajismo que usaron es indescriptible y tiene que ver con un Estado autoritario, corporativo, y una sociedad en la que nadie opinaba. Yo estaba con la gente de la Facultad de Economía en la base del edificio “Chihuahua” de la Unidad Tlatelolco. Arriba, en la tribuna, estaba “El Búho” con los que iban a hablar. En ese entonces yo tenía cinco años de militar en la Juventud Comunista y, por precocidad, diez años de participar en manifestaciones, porque mi mamá había sido maestra. Sabía yo cómo moverme. Cuando empezó la balacera, un amigo me tomó del brazo para tratar de formar una cadena, pero yo me solté y le dije: “¡Estás pendejo, aquí hay que salir! No van a repartir flores, los soldados vienen a matar”. Yo conocía bien Tlatelolco porque tenía amigos que habían vivido ahí, entonces me fui hacia el oriente, hacia la avenida Reforma, y en la carrera, por circunstancias o casualidades a las que yo llamo astrales, me encontré con mis hermanos que habían ido por su cuenta al mitin. Como yo acababa de regresar de Bulgaria, de seguro me tenían fichado y si me agarraban me iban a hacer papa. Por eso les dije a mis hermanos que teníamos que cruzar Reforma, aunque había un helicóptero vigilando. Cruzamos y los 60 metros que medía de ancho la avenida se me hicieron un kilómetro. Pero había que apostar y lo hicimos. Corrimos y en la carrera vi caer a varios, no sé si muertos, heridos o si sólo se tropezaron. Salimos de ahí y nos refugiamos en unas vecindades, donde los vecinos nos permitieron ocultarnos.

En el libro se refiere al movimiento como algo que no fue aislado, sino que se inscribió en una especie de tendencia internacional
¿Qué explica que en Berlín, en París, en Japón, en Estados Unidos, en La India, en Uruguay, en el Magreb, al norte de África, y en Ghana, en el África negra, ese año se produjeran los movimientos estudiantiles? No fue una conjura, como estúpidamente decía Luis Echeverría, en la que estuvieran inmiscuidos los rusos y los cubanos. ¿Cómo se produjo esto entonces? ¿Qué lengua subterránea había? ¿Cómo se conectan estas cosas? No se sabe. Durante años se ha manejado la versión de que en la Plaza de las Tres Culturas los primeros disparos surgieron desde la parte alta de los edificios, por parte del Batallón Olimpia, contra los soldados y que estos respondieron el fuego. Pero en el libro usted desmiente esto, al decir que la dirección de los balazos fue mayormente en dirección horizontal.
En la página 175 reproduzco un oficio dirigido al Procurador de Justicia del Distrito Federal en el que el director del Servicio Médico Forense reportaba 26 cadáveres; de esos, cuatro tenían heridas con trayecto ascendente y 22 con heridas de trayecto sensiblemente horizontal. Con trayecto descendente: cero. Son 26 los muertos reportados en ese documento, luego nosotros detectamos 58 civiles y dos soldados. El reporte del forense significa que los soldados dispararon. No llegaron disparando y ese es un matiz importante, llegaron con el arma en ristre. Pero después abrieron fuego. Hay otro dato que esgrimieron muchos, en especial desde el gobierno: que el general José Hernández Toledo, el militar al mando de la operación, fue el primer herido y que recibió un tiro por la espalda. Ese fue el pretexto, la estratagema de los cuerpos represivos para legitimar la intervención inmediata. Eso que creen algunos, como López Obrador, de que el ejército es pueblo vestido de verde, es una imbecilidad. Los ejércitos de todo el mundo son instrumentos para matar. En cuanto al Batallón Olimpia, no era, como se dice, un grupo paramilitar. Se trataba de un batallón regular del ejército, creado para vigilar los Juegos Olímpicos. Fueron a Tlatelolco vestidos de civil y llevaban un guante blanco en la mano izquierda. Su objetivo era subir para detener a los líderes del movimiento.
Preguntaba González de Alba con mucha razón: ¿por qué no mataron a ninguno de nosotros? La verdad es que reinó mucha confusión.

¿Cuál es entonces la principal virtud del 68?
La identidad colectiva. Esa identidad que nos dio una fuerza inmensa y que iba más allá de los partidos, de los sindicatos. Pero también cometimos errores. Con tal de acabar con los cuerpos juveniles aliados del Estado, es decir las federaciones estudiantiles, las tiramos a la basura y hoy día no hay federaciones de estudiantes. Cincuenta años después, los estudiantes mexicanos no cuentan con una organización que los aglutine. No todo lo que el 68 legó es necesariamente positivo. Una gran mentira, por ejemplo, es que López Obrador sea depositario del movimiento del 68; aunque hay una paradoja: sin el 68, políticamente él no existiría. Si no hubiéramos conquistado la libertad de prensa, de reunión, de manifestación, no habría lo que existe hoy. En esa época no había partidos políticos reales, no había elecciones libres, no había nada.
Habla usted de la prensa, ¿cómo trató esta al movimiento?
Al día siguiente del 2 de octubre, toda la prensa, sin excepción, habló en sus primeras planas de un “enfrentamiento” en Tlatelolco. ¿Cuál enfrentamiento? Tres batallones del ejército, es decir, entre tres y cinco mil soldados con jeeps, con tanques, con helicópteros, con armas de alto poder, contra una multitud. Fue algo completamente desigual. Una cosa aberrante, como las masacres de ahora, en Tlatlaya o en Nochixtlán. De equis número de personas involucradas, siempre los muertos están del lado civil. Por eso es tan peligroso que el gobierno actual entregue la Guardia Nacional a los militares. En ese sentido, si algo representa López Obrador es el anti 68, en todos los planos. Esas cartillas morales, aunque las haya escrito Alfonso Reyes, son lo contrario al 68. Nosotros éramos libertarios, estábamos en favor de la libertad sexual, de toda clase de libertades. La nuestra era una visión placentera. Yo creo que la verdadera fuerza motora de la historia no es la lucha de clases, sino la disputa entre el hedonismo y los ascetas. El movimiento estudiantil del 68 fue profundamente hedonista.

(Entrevista publicada el día de hoy en Hola, suplemento semanal en español del diario estadounidense Los Angeles Times)

jueves, 7 de febrero de 2019

… y cuando despertó, Café Tacuba seguía ahí

(Ilustración: Eduardo Salgado)
Cuando se habla de las raíces que dieron su insustancial sustancia a  esa entelequia que muchos llaman el rock mexicano, la discusión puede resultar tan amplia e interminable como delirante y bizantina. Que si el mismo viene de la época ingenua de los Teen Tops, los Locos del Ritmo, los Rebeldes del Rock y los Hermanos Carrión. Que si sus orígenes se remontan a la Tijuana que vio surgir a Javier Bátiz. Que si es tan sólo un mal producto de la primera generación de estadounidenses nacidos en México (Carlos Monsiváis dixit). Que si en realidad surgió como fruto derivado del rock español y argentino de los años ochenta. Que si su auténtica fuente de inspiración es la banda Timbiriche (lo que haría de Luis de Llano Macedo el único y verdadero padre del rockcito nacional). En fin.
  La cosa es que existen tantas vertientes dentro del rock que se hace en México que toda respuesta sobre su génesis puede ser equivocada o correcta. Porque, después de todo, ¿qué puede haber en común entre la música de El Tri y la de Porter? ¿Entre la propuesta de la banda Isis y la de Plastilina Mosh? ¿Entre los estilos de Charlie Montanna y Eli Guerra? ¿Entre las letras de Jaime López y las de Maná? Se dirá que eso habla de la gran diversidad que existe dentro del rock hecho en México. Tal vez. Pero también puede hablar de su gran falta de identidad.
  Entre que son peras o son manzanas, una de las agrupaciones que cuando menos ha tenido la decencia de decir que lo que hace no es rock, sino música mexicana contemporánea, es Café Tacuba. Si lo hace bien o lo hace mal es harina de otro costal, pero al menos su proyecto partió desde el principio de algo cercano a la honestidad artística.
  Cuando los llamados (de la manera más cursi) tacubos (aquí debo aclarar que siempre me he negado a cambiar la letra u de su nombre por la v labiodental, sorry) surgieron hace veinte años, muchos los vimos como una muy mala imitación de los entrañables Xochimilcas, sólo que sin su gracia y virtuosismo. Canciones como “Ingrata” no hicieron más que corroborar esa idea. En lo personal, la chillante voz de Rubén Albarrán (quién ha cambiado de nombre cada dos semanas para llamarse lo mismo Pinche Juan que Cosme, Anónimo, Rita Cantalagua o Ixcaya Mazatzin Tléyotl, entre varios otros apelativos un tanto cuanto mamoncillos) me resultaba tan desagradable como uñas que rechinan sobre un pizarrón. Sin embargo, desde aquellos días era notorio que su música no se parecía a lo que hacían congéneres contemporáneos suyos como Caifanes, Santa Sabina o La Maldita Vecindad.
  En 1994, tuve oportunidad de platicar con los integrantes de Café Tacuba para un libro de entrevistas que jamás vio la luz. Debo confesar que pensaba toparme con los clásicos seudo roqueritos que a cada pregunta responden con un monosílabo y que exudan su incultura, su ignorancia y su limitadísimo vocabulario. No fue así. Me encontré con cuatro tipos amables, discretos e inteligentes, con un discurso coherente y articulado, quienes se habían conocido no como músicos sino como diseñadores gráficos. No sé qué tanto haya cambiado su forma de ser en estos tres lustros, pero en aquel momento me dieron una buena impresión y pude entender lo que proponían desde un punto de vista creativo (aunque sus canciones no me gustaran). En especial, Albarrán fue el más explícito y claro en sus conceptos. Poco después, en 1996, los vi tocar en un concierto en el Teatro Metropólitan y tuve que aceptar su profesionalismo, su entrega en el escenario y la buena estructura de su espectáculo, muy entretenido y variado.
  Muchos años y varios discos del grupo han pasado desde entonces (si tuviera que mencionar a mi “favorito”, diría que Avalancha de éxitos me resulta el más aceptable de todos). Hoy, los miembros de Café Tacuba cumplen dos décadas de carrera (y lo festejan este 13 de junio en el Foro Sol del Distrito Federal) y su banda es una de las vacas sagradas de la música popular mexicana y si bien muchos los siguen considerando como roqueros (lo cual, como decía Arturo de Córdova, no tiene la menor importancia), lo cierto es que han ido más allá del estrecho mundo del rock que se hace en nuestro país, para establecerse como una entidad única, singular, y esa sola circunstancia es, por sí misma, una muy legítima distinción.

(Texto publicado en junio de 2009 en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

miércoles, 6 de febrero de 2019

Reality

Después de Heathen, resultó claro que David Bowie estaba haciendo música más que nada por el simple placer de hacerla y ello quedó comprobado con Reality (2003).
  De nuevo con Tony Visconti como socio creativo en el estudio, Bowie retomó elementos de su época setentera (hay referencias musicales a álbumes como Hunky Dory, Heroes y por supuesto Scary Monsters), aunques perfectamente actualizados.
  Reality es un disco muy luminoso que nos habla sobre la situación individual por la que en 2003 pasaba el músico. Madurez, la llaman algunos. Hay en él canciones realmente memorables. La estupenda “New Killer Star” con la que arranca el disco es tan buena como “Pablo Picasso” (con su evocativa guitarra española en el solo) y lo mismo puede decirse de la melancólica “The Loneliest Guy”, la rocanrolera “Never Get Old”, la suplicante “Looking for Water”, la bella y sencilla “Days”, la deliciosamente pop-roquera “Fall Dog Bombs the Moon”, la explosiva “Reality” (muy Scary Monsters) y, sobre todo, un cover muy emotivo y respetuoso de la preciosa “Try Some, Buy Some” de George Harrison y la que a mi juicio es la mejor pieza del álbum, la extraña y fascinante “Bring Me the Disco King”.
  Alguien ha dicho que algunos rocanroleros veteranos mantienen la capacidad para seguir haciendo discos cómoda y satisfactoriamente clasisistas, sin que resulten necesariamente nostálgicos o anticuados. Sin duda alguna, David Bowie fue uno de ellos .

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)

martes, 5 de febrero de 2019

102 años


Hoy se cumple un aniversario más de la promulgación de nuestra llamada Carta Magna, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y como cada 5 de febrero, no puedo dejar de recordar a mi admirado abuelo paterno: don Emiliano García Estrella, diputado constituyente en 1917. Bueno, ya todos lo saben (los que me leen y me conocen, claro): hace dos años publiqué mi novela Emiliano, sobre la vida del papá de mi papá. Sigo orgulloso (y preocupado de que los locos que hoy nos desgobiernan quieran cambiar la Constitución y hacer una a su modo; don Emiliano no lo permita).

lunes, 4 de febrero de 2019

Heathen

El primer álbum de David Bowie en el siglo veintiuno es un dignísimo y muy prometedor trabajo. De una y muchas maneras representó un renacimiento para el de Brixton, no sólo porque cambió de disquera (de Virgin a Columbia), no sólo porque era el primero de su propio sello (ISO), sino porque en lo meramente artístico también significó un cambio y un paso tan grande que podríamos considerar a Heathen (2002), sin exageración alguna, como una obra a la altura de los grandes clásicos bowieianos.
  Con Tony Visconti como su co-productor de nueva cuenta, después del enorme Scary Monsters de veintidós años atrás, Bowie realizó un gran trabajo, haciendo un uso exhaustivo y preciso de todos los recursos del estudio, tocando casi todos los instrumentos menos el bajo (incluso ejecuta la batería en el segundo corte) y con invitados de primer orden en las guitarras, como Pete Townshend y Dave Grohl.
  Todos los temas son espléndidos, desde el subyugante e inicial “Sunday” y el seductor “5:15 the Angels Have Gone” hasta los dos covers que se incluyen: uno de Pixies (“Cactus”) y otro de Neil Young (“I've Been Waiting for You”).
  Un álbum consistente y deliciosamente calmo.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)

domingo, 3 de febrero de 2019

Hours

Un disco refrescante, una obra que es como una bocanada de aire limpio. Después de los intrincados intentos de Outside y Earthling, un álbum como Hours (1999) representó un regreso a la sencillez rocanrolera.
  Último disco de Bowie en los noventa, último disco de Bowie en el siglo veinte, este Horas no se parece en realidad a una sola de sus grabaciones anteriores… y hablamos de todas sus grabaciones. Esto no significa por supuesto que se trate del mejor trabajo del músico ni mucho menos, aunque sí puede considerarse el mejor de los cuatro que hizo durante la última década de la pasada centuria.
  En general estamos ante una obra relajada, fina, gozosa, plena, una especie de síntesis de lo que el músico había hecho durante treinta años de carrera pero transmutado al penúltimo año del milenio que terminaba. Ahí están piezas tan buenas como “Thursday Child”, “Something in the Air”, “Seven”, “Survive” y la estupenda “The Pretty Things Are Going to Hell”.
  Hours es un disco muy valioso, no sólo por lo que representa o significa, sino por su calidad musical y letrística. Una pequeña joya que anunciaba el advenimiento de espléndidos trabajos para el nuevo siglo.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)

sábado, 2 de febrero de 2019

Cámara húngara: Un gobierno estilo Rius

Se dice de izquierda. Por eso condena a los reaccionarios, a los conservadores, a los derechistas. Es la suya una izquierda bastante sui géneris, por cierto. Una izquierda que invoca lo mismo a la Biblia que a la Madre Tierra, lo mismo a Jesucristo que a Alfonso Reyes. Una izquierda que no habla de lucha de clases, de plusvalía o de materialismo histórico sino de portarse bien, de no ser corruptos y de dar abrazos y no balazos. La izquierda Morena style. Una izquierda que no se parece a ninguna otra y se parece a tantas. Moralina y ultramontana, intolerante y autoritaria, recuerda más a la ideología franquista que a la juarista que dice ser su fuente de inspiración. Religión y mano dura eran divisas de Francisco Franco; pensamiento religioso (mezcla de catolicismo, protestantismo, masonería y creencias indígenas) y poder en un solo hombre son las divisas del lopezobradorismo. Todo ello bañado del priismo más rancio y ortodoxo: el de los años del presidencialismo a ultranza y el partido único y omnipotente. Las sombras de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo cubren de la manera más siniestra al actual ocupante de Palacio Nacional y no lo disimula.
En cuanto a sus seguidores, quienes se proclaman de izquierda, en su mayoría no abrevaron directamente de Marx y Engels, de Lenin y Stalin, de Gramsci y Mariátegui. En realidad, su izquierdismo viene de la visión del gran ideólogo de la gauche mexicana de los últimos 50 años: Eduardo del Río, el monero Rius, y sus divertidos y maniqueísimos manuales “para principiantes”.
Uno lee o escucha a Julio Hernández, Paco Ignacio Taibo II, Jenaro Villamil, Fabrizio Mejía, Pedro Miguel o los caricaturistas Helguera, Hernández, El Fisgón y hasta Helio Flores y en todos ellos está la simiente sembrada por Rius con sus "Marx para principiantes", "Cuba para principiantes", "ABChe", "La trukulenta historia del kapitalismo" y tantos otros libros, además de sus legendarias historietas "Los Supermachos" y "Los Agachados".
No estoy inventando. Yo me volví izquierdoso y dizque socialista durante mi adolescencia, gracias a la lectura intensa y ferviente del caricaturista michoacano. Él fue quien me formó (¿o me deformó?) ideológicamente y quien me introdujo en la lectura de los clásicos del marxismo-leninismo, libros difíciles de entender y que conformaron mi biblioteca durante largos años, hasta que me di cuenta de la farsa criminal y totalitaria del llamado socialismo real de corte soviético y me alejé del mismo.
Por eso me es fácil reconocer en las escritos de tantos morenistas la huella indeleble de Rius y su izquierdismo de manual, un izquierdismo a final de cuentas elemental y limitado por la visión ortodoxa y cuasi stalinista del creador de personajes entrañables (aunque igualmente inflexibles) como Calzonzin y Gumaro.
Toda esa visión maniquea, en blanco y negro, de buenos y malos, en los que existe un pueblo bondadoso y explotado y una minoría empresarial y política rapaz y expoliadora, apoyada por el monstruoso imperialismo yanqui, es la visión que hace que el actual gobierno se empeñe en mantener la división entre los mexicanos, fomentando el rencor social, el nacionalismo enfermo y el odio hacia lo que llaman el capitalismo salvaje, sin importar que casi todos sus funcionarios y dirigentes vivan como sultanes, a pesar de su discurso hipócrita sobre la austeridad y la medianía republicana. Puro choro mareador, como dirían los millennials.
Rius, el gran ideólogo del gobierno obradorista. Un gobierno para principiantes.

viernes, 1 de febrero de 2019

Para dártelas de entendido en rock (96)

He aquí un par de anécdotas que cuenta Alice Cooper acerca de alguien que fue un buen amigo suyo:

1. "M encontraba en un lugar llamado The Experience, una noche en el 68 o 69. Mike Bloomfield estaba allí, Jimi Hendrix estaba allí y también Elvin Bishop. Los tres guitarristas tocaron, cada uno hizo un solo. Entonces subió al escenario un espontáneo y empezó a imitar de la manera más exacta y asombrosa el estilo de Mike, luego el de Jimi, luego del de Bishop, para en seguida ponerse a tocar sus propias cosas.  ¡Deberías haber visto la expresión en el rostro de Hendrix! Aquel tipo nos puso a volar a todos. La gente estaba asombrada por su virtuosismo y yo me dije: 'Tenemos que hacernos amigos'. Así conocí a Frank Zappa".

2. Durante la actuación de Alice Cooper en el Rock and Roll Revival de Toronto, en 1969, una gallina viva apareció impensadamente en el escenario. El músico la recogió y la arrojó a la multitud, en la creencia de que el ave volaría. Sin embargo, no fue el caso. La infortunada cayó en picada entre la enardecida multitud que comenzó a jalonearla hasta destrozarla. Al día siguiente, el incidente llegó a los titulares de los medios de comunicación, se distorsionó y corrió la versión de que Alice había arrancado de una mordida la cabeza de la gallina (hoy día, mucha gente lo sigue creyendo). Cuando Frank Zappa se enteró del incidente, llamó a Cooper para ver si aquello era cierto. Alice explicó la verdad, negando el rumor de que él le mordió la cabeza al animal. Entonces Zappa lo instó a que se mantuviera firme con esa versión, aunque fuese falsa: "Bueno, sea lo que sea, no le digas a nadie que no lo hiciste".