El rap mexicano es un fenómeno masivo, pero al mismo tiempo marginal. Los grandes medios prácticamente no lo difunden, a pesar de su larga historia en nuestro país. Entrevisté a Felipe “Feli” Dávalos, uno de los más grandes expertos en el tema, además de productor, difusor y rapero él mismo, para que nos ilustre sobre el tema. Actual editor de Noisey, el sitio de música de la prestigiada revista Vice, he aquí la charla que sostuvimos.
¿Cómo fue que llegaste al rap, qué fue lo que te llevó hacia ese género?
Mi hermano Carlos y yo empezamos a escuchar rap juntos desde niños. Te estoy hablando de principios de los años noventa. Primero escuchábamos rock, en especial glam rock y hair metal. Yo era muy fan de Guns n’ Roses. Entonces fuimos a unos campamentos en Canadá y ahí escuchamos por primera vez el rap. Era el momento en que se empezaba a hacer el rap hardcore, con gente como Dr. Dre, Snoop Dog o Wu-Tang Clan. Ya habíamos escuchado un rap más comercial, como el que en México hacía Caló o en Estados Unidos Vanilla Ice y MC Hammer que era lo que llegaba a nuestro país. De hecho, ese rap era una cosa que se bailaba y yo lo llegué a bailar. Pero cuando en aquellos campamentos escuchamos rap de verdad, la conexión fue inmediata y se convirtió en una afición que no me abandonaría. Aún adolescente, empecé a escuchar la música de una manera más profunda. La clásica, el jazz, el rock, la electrónica y por supuesto el rap. Todo eso abrió mi universo musical.
¿Podías compartir ese gusto por el rap en ese momento con gente cercana, más allá de tu hermano?
Por ese tiempo, en México no existía oferta de aquel rap, tampoco había con quién hablar de ello. Mi hermano y yo estábamos muy solos al respecto. Pero mi abuelo vivía en San Diego e íbamos mucho a verlo. Ahí visitábamos las tiendas de discos, donde pasábamos muchas horas y comprábamos algunos álbumes. También conseguíamos libros y revistas sobre el genero. Más adelante, ambos empezamos a jugar un rol en el rap en México, porque empezamos a hacer un programa de radio que se llamó Scratchamama, en 2004, y que pasaba por Ibero 90.9. Estuvo al aire once años y medio. A partir de eso fue que se abrió el panorama, porque empezamos a dar a conocer a la gente que hacía rap en México.
¿En qué año empezó lo que podríamos llamar un rap mexicano?
El rap en español tiene un origen muy particular, porque los primeros que lo hicieron no fueron músicos sino comediantes. La primera persona que rapeó en México fue el cómico Memo Ríos, en 1981, con “El Memo cotorreo”, versión mexicana de “Rapper’s Delight” de Sugar Hill Gang, de 1979. En España, otro cómico llamado Arévalo hizo lo mismo; igual que en Venezuela, donde el cómico Perucho Conde grabó un rap humorístico llamado “La cotorra criolla”. Más allá de esto, hubo un primer movimiento de rap mexicano en los ochenta. En la Ciudad de México había dos grupos: 4to del Tren y Sindicato del Terror. Era una escena de algún modo bastarda, no sé qué tan relacionada con el DJ Patrick Miller. Claudio Yarto, de Caló, viene de ahí. Luego apareció una segunda generación que sentó unas bases más concretas. Grababan en cintas encima de bases de gente como Dr. Dre o Wu-Tang Clan. Muchos rapeaban en inglés. De ahí salieron proyectos como Sociedad Café, un grupo de Ciudad Nezahualcóyotl muy importante, con un rap cholo y pachuco, con símbolos prehispánicos. Esta generación de finales de los noventa culminó con un grupo también muy importante, La Vieja Guardia, un colectivo del entonces Distrito Federal del cual muchos integrantes siguen en activo. Fueron de los primeros en maquilar un CD de manera independiente. Pero el rap mexa adquirió una mayoría de edad en 2002 o 2003, cuando empezó a haber un público interesado en lo que era un género pero también un movimiento cultural.
¿Fue un momento trascendente?
Sí, empezó a convertirse en algo más complejo. Yo estoy muy familiarizado con la parte de la música y entiendo muy bien la dicotomía que juega este género musical disfrazado de movimiento cultural. Porque en realidad son muy distintas, en muchos lugares, las historias de las disciplinas artísticas que conforman al hip-hop, como el breakdance y los b-boys que fue de lo primero que llegó a México, por allá de 1981. El graffiti también tiene una historia muy compleja como parte estética del rap, aunque en realidad estuvo más apegado a otros géneros, como el punk o el ska. Los otros dos elementos del hip-hop son los DJ y los raperos o MC’s.
¿Cómo defines musicalmente al rap o al hip-hop?
Como una disciplina artística con un cantar o un hablar rimado encima de una base rítmica. Si lo haces dentro de ciertos estándares, es hip-hop. Porque puedes usar las técnicas del rap sin hacer hip-hop. Lo hicieron Fey o hasta “La Chilindrina” en un comercial. Una canción mexicana como “El barzón” utiliza recursos rítmicos y poéticos que la emparientan con el hip-hop, pero jamás dirías que es un hip-hop. Para que el rap sea hip-hop debe estar dentro de esa tradición que se inició en el Bronx de Nueva York. Claro que son definiciones muy jabonosas, difíciles de asir.
¿Qué dirías entonces del reguetón?
El reguetón es la expresión de cómo se entendió al hip-hop en un contexto muy específico –en el Caribe, Panamá, Puerto Rico– y, en esa medida, por derecho de piso es hip-hop también. Unos tipos que escuchaban a Afrika Bambaataa y también lo que estaba ocurriendo musicalmente en Nueva York y en Miami, con la salsa y la bachata, pudieron producir una síncopa muy caribeña y eso dio como resultado el reguetón. Claro que es muy difícil hacer que los puristas acepten esto.
¿El rap es barrio?
En México, el rap tiene un origen muy similar al del rock urbano. Es una manifestación barrial, un folclor muy de colonia popular, con pocas posibilidades de producción. Aunque al rap se le ha relacionado más con un medio estigmatizado, con pandillas, incluso con gente del crimen.
Participaste en el documental Somos lengua (2016), de Kyzza Terrazas. ¿Cual fue tu papel ahí y qué tan importante crees que sea la película para entender al rap que se hace en nuestro país?
La película surgió de un diálogo entre Kyzza y yo, en el que él conoció el hip-hop que se hace en México. Sí es un retrato hasta cierto punto representativo, pero no es una película que abarque a toda la escena, la cual es más amplia. Mi labor fue de orientarlo y decirle: “Mira, hay unos güeyes bien malandros que rapean bien malandro y su rollo es así y hay otros más güeritos que no es que sean más fresas, pero tienen otro pedo en la cabeza”. Pero sí vienen en el filme pequeñas escenas de raperos de diferentes orígenes y de distintas partes de la república. Es una película interesante (que puede verse en Amazon Prime Video. Nota del entrevistador).
¿Puede decirse que ya existe una escena establecida del rap o el hip-hop en México?
A partir de la década pasada comenzó a darse en el país la posibilidad del surgimiento de una escena. No tanto fue que hubiera grupos y solistas que pudieran vivir de esto, pero sí se vislumbraba una escena en ciernes. Ciertos estilos se empezaron a definir, sobre todo en el norte. En Monterrey, en la Comarca Lagunera, luego en Guadalajara, en la Ciudad de México y su área conurbada. Todos los exponentes empezaron a conocerse entre ellos por medio de internet, antes incluso del MySpace. Para 2002 o 2003 se empezó a hacer un hip-hop independiente. En el sur de la Ciudad de México se dio un fenómeno curioso: algunos raperos fueron a un festival de hip-hop que se estaba haciendo en Cuba y regresaron con el chip súper cambiado. Empezaron entonces a hacer un rap más consciente, de denuncia. Gente como Magisterio, Jimbo o Bocafloja. También se dieron cuenta de que podían maquilar sus discos, organizar presentaciones para ganar dinero, pagar a artistas para que les hicieran diseños. Comenzaron a darse algunos mínimos gestos de profesionalización. Eso fue muy importante, aunque la escena siguió siendo pequeña.
¿En qué momento creció?
A finales de esa década, la marca Red Bull empezó a hacer lo que se llamó “Las batallas de los gallos” que eran duelos verbales entre raperos por medio de improvisaciones. Eso jugó un papel muy importante para la siguiente generación que fue la que comenzó la gran historia del rap en México, en 2009 o 2010. Muchos de los intérpretes que surgieron a partir de este momento podían ya vivir de su música o si no al menos generar una obra que se podía sostener. Esto se dio en gran medida gracias a internet y a los avances tecnológicos que permitieron que los costos para producir música se abarataran. Todo podía hacerse ya en tu computadora. Empezó también a haber una identidad más clara, equivalente a lo que sucedió en el país con el rock en los años noventa.
¿Hoy cómo ves la escena en México, es fuerte, sigue avanzando?
Los más recientes cinco años han sido muy buenos, pero creo que representan una etapa que terminó justo en 2018. Pienso que ahorita está comenzando algo nuevo que no sé hacia dónde va. Será muy difícil superar esos cinco años que acaban de pasar. El panorama hoy es muy complejo, porque las "batallas" han traspasado fronteras y te enfrentas al rap de varios países a nivel hispanoamericano. También está el tema de la migración. Por problemas locales, varios raperos tienen que irse de sus países. Por ejemplo, muchos venezolanos han estado haciendo carrera en México los últimos tres o cuatro años o raperos argentinos y chilenos se han ido a España. Esto ha hecho que el mercado sea muy grande y es el momento en el que estamos entrando. Por eso la edad de oro del rap mexicano del pasado lustro ahora va a ser muy difícil de sostener en el plano internacional. La verdad es que el rap mexicano no es el mejor en nuestro idioma. No tenemos el disco que todo el mundo quiere escuchar, tampoco gran número de canciones o de artistas que trasciendan. En Chile, por ejemplo, hay una gran tradición poética que se nota en las letras de su rap. Tienen una conciencia del lenguaje que no existe aquí.
¿Qué me puedes decir del narco rap?
En realidad el narco rap no es un rap que hable de cosas del narco, sino gente que pertenece a un cártel y que hace temas sobre su mundo. Es algo muy oscuro, con artistas anónimos que nadie conoce. También hay un rap pandillero que creció a la par de la guerra contra el narco y que está muy extendido en México. Tiene como antecedente al grupo regiomontano Cártel de Santa y cuenta con un amplio público cautivo. Hay varios raperos que son importantes dentro de esa tendencia.
Para terminar, dime cinco exponentes de rap mexicano que recomendarías a los lectores que no son avezados en el tema.
La Banda Bastón que es un dueto de Baja California avecindado en la Ciudad de México, en especial recomiendo su disco Luces fantasmas, de 2017. De Aguascalientes, Mike Díaz, quien tiene una habilidad muy particular para meter muchas sílabas y es un poeta exuberante, un gran hacedor de imágenes que abrevan mucho del cyber punk y de los comics; de él recomiendo su disco Renace, de 2018, en el que explota un estilo que podríamos denominar como retroafrofuturístico-prehispánico. De Torreón, Mime871, con su disco L.I.B.R.E.; tiene un estilo muy lírico, muy bonito. Hay también varias chicas que hacen un rap que vale mucho la pena. Recomendaría a Hispana (o La Mamba Negra) que es la rapera actual más notable, nacida en Monclova y radicada en Jalisco. Su disco más reciente se llama Los González (2018). Otro rapero actual muy importante es Eptos Uno, cuyo disco Hacer historia acaba de salir. El suyo es un rap muy bien producido y muy directo, como tiene que ser el rap.
(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)
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