No nos emocionemos. La aprobación en la Cámara de Senadores, con el voto unánime de todos los partidos, de una Guardia Nacional con mando civil, ha suscitado un gran entusiasmo entre quienes se oponen a la militarización del país que acarrearía el proyecto de Guardia Nacional de Andrés Manuel López Obrador.
Mucho se celebró que este proyecto no haya pasado en el Senado, más aún por el papel fundamental que jugaron en ello varias organizaciones de la llamada sociedad civil a la hora de inclinar la balanza en favor de la racionalidad y el civilismo, sobre todo después de los ataques verbales que el propio presidente de la república lanzó en estos días contra dichas organizaciones.
¿Estamos frente a la primera derrota política de López Obrador como mandatario de la Nación? Difícil dilucidarlo. Primero, porque extrañamente el tabasqueño aceptó la resolución senatorial sin los cuestionamientos y hasta el enojo que se hubieran esperado de él, lo cual no deja de ser desconcertante y mueve a la suspicacia (por ejemplo: ¿actuó Ricardo Monreal por su cuenta al operar el acuerdo multipartidista o solicitó el permiso de su mandamás?); segundo, porque aún falta que la Cámara de Diputados diga la última palabra y como es bien sabido, el líder de esa cámara, Mario Delgado, es incondicional de AMLO hasta la ignominia.
Así que todo puede pasar, incluso que López Obrador haga uso del veto presidencial contra la Guardia Nacional de mando civil. El hombre no sabe perder y menos lo hará sin meter las manos ahora que acumula cada vez más poder. ¿Se quedará realmente quieto frente a lo que parecería un fracaso de su propuesta por la militarización? ¿Usará tal “derrota” para lavarse las manos ante las fuerzas armadas? A saber.
Algo o quizá mucho nos falta por ver al respecto. No cantemos su supuesto revés, no al menos todavía.
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