domingo, 3 de febrero de 2019

Hours

Un disco refrescante, una obra que es como una bocanada de aire limpio. Después de los intrincados intentos de Outside y Earthling, un álbum como Hours (1999) representó un regreso a la sencillez rocanrolera.
  Último disco de Bowie en los noventa, último disco de Bowie en el siglo veinte, este Horas no se parece en realidad a una sola de sus grabaciones anteriores… y hablamos de todas sus grabaciones. Esto no significa por supuesto que se trate del mejor trabajo del músico ni mucho menos, aunque sí puede considerarse el mejor de los cuatro que hizo durante la última década de la pasada centuria.
  En general estamos ante una obra relajada, fina, gozosa, plena, una especie de síntesis de lo que el músico había hecho durante treinta años de carrera pero transmutado al penúltimo año del milenio que terminaba. Ahí están piezas tan buenas como “Thursday Child”, “Something in the Air”, “Seven”, “Survive” y la estupenda “The Pretty Things Are Going to Hell”.
  Hours es un disco muy valioso, no sólo por lo que representa o significa, sino por su calidad musical y letrística. Una pequeña joya que anunciaba el advenimiento de espléndidos trabajos para el nuevo siglo.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)

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