miércoles, 28 de febrero de 2018

Sobre las notas musicales

En inglés, las notas musicales corresponden a las primeras letras del alfabeto ordenadas así: c, d, e, f, g, a, b; muy diferente de la nomenclatura usada en español y en las lenguas romances. La actual nomenclatura ‐do, re, mi, fa, sol, la, si– se originó en el siglo XV, cuando el monje italiano Guido d’Arezzo describió un sistema de enseñanza de solfeo en el que denominaba a cada uno de los grados de la escala por un procedimiento mnemotécnico. D’Arezzo tomó la primera sílaba de cada uno de los versos de la obra Hymnus in Ioannem (ut, re, mi, fa, sol y la), que había sido compuesta tres siglos antes por el músico Paulus Diaconus en homenaje a san Juan Bautista, en la cual cada verso comienza con una nota superior a la del anterior.

Ut queant laxis
resonare fibris
mira gestorum
famuli tuorum,
solve polluti
labii reatum,
Sancte Ioannes.

(San Juan, para que tus siervos puedan exaltar a plena voz las maravillas de tus hechos, perdona sus labios impuros).

En el siglo XV, el musicólogo y matemático salmantino Bartolomé Ramos de Pareja incorporó la nota si, denominada de esta manera al unir las iniciales del último verso (Sancte Ioannes).
Finalmente, dos siglos más tarde, el músico italiano Giovanni Bononcini propuso sustituir el nombre de la nota ut por do, más sonoro y fácil de pronunciar para los hablantes neolatinos.

Tomado de "La palabra del día".

martes, 27 de febrero de 2018

La luminosa edad oscura de MGMT

Aunque hay quienes la identifican como una de esas típicas agrupaciones creadoras de un solo éxito (su canción “Kids” fue un hit absoluto en 2007), MGMT (al parecer las siglas significan Management) es todo lo contrario, ya que lleva más de una década trabajando y haciendo música. Estupenda música.
  El proyecto de Ben Goldwasser y Andrew Van Wyngarden –ambos nativos de Brooklyn, Nueva York– no ha dejado de grabar desde que puso en circulación su álbum debut, el espléndido Oracular Spectacular (Columbia, 2008). Diez años después, MGMT regresa con su sexto trabajo discográfico, Little Dark Age (Columbia, 2018), en el que su propuesta musical, basada en el electro pop de los años ochenta, más ciertos elementos de neopsicodelia y letras plenas de humor e inteligencia, vuelve a brillar a plenitud.
  Quinto opus dentro de su discografía, este Pequeña edad oscura nos entrega diez composiciones de alta calidad musical. Desde la sardónica y crítica “She Works Out Too Much” (un alegato abierto contra la oligofrenia del Tinder) y la hipnótica y un tanto robótica “Little Dark Age” hasta la vibrante y siniestramente deliciosa (ojo a su tétrica letra) “When You Die”, pasando por la ochenterísima “Me and Michael”, la irónica “TSLAMP” (ácida crítica a la adicción a los teléfonos celulares), la sutil y amistosa “James”, la instrumental y atmosférica “Days That Got Away”, la experimental y muy MGMT “One Thing Left to Try”, la emotiva y melódicamente preciosa “When You’re Small” y la tranquila y concluyente “Hand It Over” (con ciertos aires que recuerdan a la música de Brian Wilson, incluidas las armonías vocales tipo Beach Boys).
  Si sus álbumes anteriores –el ya mencionado Oracular Spectacular, más Congratulations (2010),  LateNightTales (2011) y MGMT (2015)– fueron todos de excelencia, este Little Dark Age viene a refrendar la calidad artística de Goldwasser y Wyngarden, quienes han hecho un disco esplendoroso y lleno de motivos para disfrutar (en especial si se escucha a todo volumen).

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 26 de febrero de 2018

42 años del PMT

Hoy hace exactamente 42 años, el 26 de febrero de 1976, me afilié junto con Rosa, mi entonces esposa, al Partido Mexicano de los Trabajadores, el PMT, que lideraba el inolvidable Heberto Castillo. Fue durante una asamblea popular en el "zócalo" de Tlalpan. Ese día conocí ahí a Eduardo Valle, el famoso "Búho". Ambos ya fallecieron. Literalmente, parece que fue ayer (la credencial está fechada el 28 de febrero, porque ese día nos las entregaron).

domingo, 25 de febrero de 2018

11 grandes discos (no tan conocidos) de 1968

1967 fue uno de los grandes años en la historia del rock, como lo fue 1969. En medio queda 1968, al que recordamos más por sus acontecimientos políticos, aunque a lo largo de sus doce meses también se produjeron estupendos discos. Veamos aquí once de ellos, algunos quizá no tan famosos pero sí de enorme trascendencia artística y musical.

1.- The Band. Music from Big Pink. El álbum debut del legendario quinteto canadiense que adquirió su inicial fama como grupo acompañante de Bob Dylan y que poco a poco logró brillar debido a sus propias luces, al gran talento de sus integrantes y a sus espléndidas composiciones. Una joya de finura y gran rock.

2.- Van Morrison. Astral Weeks. Luego de sus grandes éxitos con el grupo Them, Morrison sorprendió con este disco etéreo e inasible, mágico y misterioso, todo un viaje astral, una especie de sinfonía pastoral en la que se entremezclan el rock, el pop, el folk y el jazz de manera alucinante.

3.- Simon & Garfunkel. Bookends. El primer álbum conceptual de este dueto, con canciones que se refieren a la amistad, a la vida cotidiana, pero sobre todo a las dificultades del crecimiento y la maduración de los seres humanos. Grandes canciones de Simon, como “America”, “At the Zoo”, “Old Friends” y la emblemática “Mrs. Robinson”.

4.- The Kinks. The Kinks Are the Village Green Preservation Society. Luego de pasar por la etapa de sus canciones secas, duras y pre-punks (“You Really Got Me”, “All Day and All of the Night”, etcétera), Ray Davies y los suyos entraron a una segunda etapa creativa, con composiciones más elaboradas y letras críticas que retrataban a la conservadora sociedad británica de su tiempo, aún marcada por la época victoriana. Una belleza llena de humor e inteligencia.

5.- Neil Young. Neil Young. El debut del trovador canadiense, poco después de abandonar a Buffalo Springfield, es una obra que ya apuntaba hacia dónde se dirigiría su carrera en el futuro. No es ni por mucho su mejor trabajo discográfico, pero vale por lo que representa dentro del rock folk que se hacía en aquel momento.

6.- Creedence Clearwater Revival. Creedence Clearwater Revival. Otro álbum debut, este por parte de esta original banda californiana que sonaba a música del deep south y el Mississippi, sin que sus integrantes y principalmente su líder, compositor, guitarrista y cantante, John Fogerty, hubiesen puesto jamás un pie en aquellas regiones. Sus versiones de “Susie Q” y “I Put a Spell on You”, sencillamente sensacionales.

7.- Blood, Sweat and Tears. Child Is Father to the Man. Fundada por el gran músico Al Kooper, esta banda fue más allá de las vertientes blueseras de sus similares Electric Flag y Paul Butterfield Blues Band, para adentrarse en territorios más sofisticados, en especial el jazz. Primer disco y único en el que participaría el propio Kooper antes de dejar a la agrupación.

8.- Traffic. Traffic. El segundo álbum del cuarteto inglés es otra maravilla a la altura del Mr. Fantasy del año anterior, con Steve Winwood y Dave Mason a plenitud como músicos y compositores. Más variado y mejor producido, con un mayor juego de estilos y canciones tan buenas como “You Can All Join In”, “Pearly Queen” y la más que clásica “Feelin’ Alright?”.

9.- Jeff Beck. Truth. El primer disco de Beck como solista luego de salir de los Yardbirds. Un disco de sólido y potente rock, con invitados de lujo que van de los inminentes zeppelines Jimmy Page y John Paul Jones a Keith Moon, Rod Stewart y Ronnie Wood. El característico estilo guitarrístico del buen Jeff ya está aquí a plenitud.

10.- The Doors. Waiting for the Sun. Sin la brillantez de sus dos primeros álbumes, Waiting for the Sun es sin embargo un gran disco. El sonido oscuro y la poesía de sus letras siguió desarrollándose y Jim Morrison se consolidó como un mito del rock de los sesenta. Incluso se dio el lujo de lanzar el simpático tema pop “Hello I Love You”.

11.- Aretha Franklin. Lady Soul. El álbum que consagró a Aretha como la reina de la música soul, un trono que no ha perdido 50 años después. Tercer opus para la disquera Atlantic, contiene canciones tan esplendorosas como “You Make Me Feel (Like a Natural Woman)” y “People Get Ready”, apoyada por un grupo de notables músicos que incluye al saxofonista King Kurtis, el organista Spooner Oldham y el guitarrista Joe South.
(Lista que me publicó el día de hoy la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

sábado, 24 de febrero de 2018

Nuevo santoral moreno

No queda duda: la jura como candidato en la que Andrés Manuel López Obrador se sintió más a sus anchas no fue la de Morena, tampoco la de los norcoreanistas del PT: fue la del Partido Encuentro Social, ese PES en el que AMLO se mueve como ídem en el agua y donde ha encontrado la mejor respuesta a su verdadera vocación, la de Mesías, la del místico iluminado que nos dará la luz de su verdad ecuménica, la del fundador de una nueva iglesia en la que se fundirán todas las religiones y todos los credos y tendrá un nuevo libro sagrado: la Constitución Moral de los Estados Unidos Mexicanos.
  Fuera caretas. Don Peje se destapó como jefe supremo de la nueva ultraderecha nacional y su discurso del pasado martes no da lugar a dobles interpretaciones. Sin eufemismos y con lenguaje claro, pidió “fortalecer una convivencia futura sustentada en el amor para alcanzar la verdadera felicidad” y convocó a los hombres y mujeres de buena voluntad para “hacer frente a la mancha negra del individualismo, la codicia y el odio que nos ha llevado a la degradación progresiva como sociedad y como nación”.
  No dudo que en los próximos días el padrecito Andrés anuncie también un nuevo santoral, para que sus semper fidelis solovinos oren de la siguiente manera:

Santa Elba Esther de la destemplanza, ayúdanos a tomar venganza / San Napito de las Minas, mantennos en la ignorancia supina / San Marcelo buen carnal, convídanos de tu caviar / San Bartlett de la caída del sistema, quémanos más la tatema / San Germán de los Martínez, cambia de partido como de calcetines / San Cuauhtémoc de Cuernavaca, ayúdanos a hacer alharaca / San Ackerman de los chingadazos, líbranos de los culatazos / San Epigmenio de los Argos, que nos repartan muchos cargos / Santa Sheinbaum de los remisos, que no se sepa lo de los segundos pisos / San Félix de los Macedonios, que se vaya el PRI al demonio / San Bejarano de las ligas, preséntanos unas amigas / Santa Dolores de las Padiernas, danos la presidencia eterna / Santa Yeidckol de los desairos, ¡que ya no nos digan chairos!
  Amén.

viernes, 23 de febrero de 2018

Para dártelas de entendido en rock (49)

Puede no ser cierto, pero se cuenta que cuando los Sex Pistols estaban grabando su disco Never Mind the Bollocks, en Londres, el año 1977, en la sala de al lado de los estudios se encontraba Queen, produciendo su álbum News of the World. Al enterarse de ello, Johnny Rotten quizo ir a saludar a Freddy Mercury (a quien no conocía) e irrumpió e interrumpió al cantante de Queen, provocando que esté se pusiera furioso ante la intempsativa y ruidosa llegada de su colega punk. Las cosas no pasaron a mayores... y la anécdota podría no ser verdadera (pero sí sabrosa).

jueves, 22 de febrero de 2018

La Mosca Redactora en "El perfecto defecto de una minúscula división"

Monterrey, NL. Lett Press. Grupos vienen y grupos van, unos pegan y otros no.. División Minúscula es una banda con diez años de trayectoria y dos discos. Con su primer material nada sucedió, pero el segundo ha tenido una buena recepción. No pongo en duda que los muchachos le echan ganas; sin embargo, no sé si haya tenido que ver que justo ahora el género al cual pertenecen esté de moda y no sólo eso, sino que su Defecto perfecto esté producido por Mauricio Terracina (bajista de Vaquero) y cuente con la colaboración del ahora reconocido Chetes. Porque hoy, División Minúscula está presente en estaciones de radio, programas de TV y hasta tocan en el Teatro Metropólitan. Queda claro entonces que para pegar no es suficiente sólo con ser bueno, también hay que tener contactos eficientes en el medio.
  Conseguir la entrevista fue todo un reto, cuando además fue su equipo quien me la solicitó. Una lástima que sea tan fácil perder el piso. Pero en fin. Finalmente, Alejandro Luque (bajo) fue el único que se dio tiempo para hablar conmigo, pues Javi Blake (voz) y Ricci P. (guitarra) estaban muy ocupados mientras gozaban de sus tragos y Kiko Blake (batería) andaba perdido en el espacio.

¿Alguna vez pensaron que podrían llegar tan lejos, a tocar en el Hard Rock, por ejemplo?
En nuestros principios ni siquiera hubiéramos pensado tocar en el Hard Rock. Siempre hemos sido un grupo muy honesto y la verdad, cuando empezamos nunca fue con la idea de “vamos a tocar para sacar un disco y pegar” (no, en realidad lo que se plantearon fue hacer arte por el arte, convertirse en vanguardia de la música contemporánea y presentarse de manera gratuita –sábados, domingos y días festivos– en los autobuses suburbarnos del municipio de San  Nicolás de los Garza, aclara La Mosca Redactora, disfrazada de la musa Euterpe y con su playera de los Tigres de la Universidad de Nuevo León). Tocábamos para nosotros, lo que nos gustaba, y poco a poco se nos fueron dando las cosas. Tenemos ahorita un buen de seguidores, llegamos a disco de oro, cincuenta mil copias vendidas del Defecto perfecto. Ya tenemos algo de expectativas de que la gente nos apoye y aparte no tendremos los cien mil fans, pero los que tenemos son de mucho corazón (entonces, si no tienen cien mil fans pero vendieron cincuenta mil copias, ello significa que si cada comprador adquiriera dos discos llegarían a los cien mil fans, mismos que así demostrarían tener mucho corazón, calcula La Mosca Redactora, quien suele hacerse bolas con las matemáticas avanzadas).

División Minúscula no es una banda que nació ayer, ¿cuál ha sido su trayectoria?
Ha sido, se puede decir, lenta. Tenemos diez años ya como grupo, con los mismos integrantes. Nuestro primer disco (Extrañando casa) salió en el 2001, después –del 2003 al 2004– nos dimos un receso y sacamos el Defecto perfecto el año pasado. Ha ido todo tranquilo, preferimos ser una banda que dé los pasos correctos y crezca poco a poco, para que se quede mucho tiempo arriba, a ser el hit del año y morir al segundo intento (bueno, con ese ritmo de un disco cada lustro, seguramente llegarán al año 2052 con nueve álbumes que disfrutarán plenamente sus nietos, apunta La Mosca Redactora en plan de gerontóloga). Nuestro nuevo sencillo se llama “Sognaré” (¿“Sognaré? ¿Con “gn” en lugar de “ñ”? Y Dimas le dijo a Gestas: “Qué clase de mamadencias son estas?”, filosofa La Mosca Redactora mientras juega a las mugnecas como nigna gnogna) y es una balada. Con esa canción tenemos la idea de llegar a otro tipo de gente, a la que igual no es tan roquera (menos mal que como dijeron al principio, nunca han tenido la idea de hacer un disco para pegar, comenta La Mosca Redactora, al tiempo que busca en el dial de su radio la canción “Sognaré” en EXA y Stereo Joya). Entonces vamos paso por paso, porque queremos estar aquí por buen tiempo.

¿Por qué Defecto perfecto? ¿Cómo puede ser perfecto un defecto?

Lo titulamos a como veíamos la situación, como nos veíamos a nosotros mismos. Por ejemplo, no nos consideramos los mejores músicos del mundo, ni siquiera de México (ni siquiera de México, repite y recalca La Mosca Redactora, conmovida hasta las lágrimas por la modestia de estos chicos temidos), pero todo lo que tocamos lo tocamos con el corazón (les recomiendo tocar con las manos, es más práctico y efectivo, aconseja La Mosca Redactora, ataviada como ejecutante de bajo sexto en un grupo de redoba norteña). Simplemente, los seres humanos tenemos miles de defectos; ese puede ser como el ejemplo más fácil de un defecto perfecto (o sea…, ¿cómo dijo que dijo?, pregunta La Mosca Redactora, al no comprender ni papa del elevado sofisma protosocrático que acaba de leer). Este disco refleja todas esas cosas que hemos visto, ya sea en la industria, con nuestras amistades, familias, entre nosotros mismos como familia División Minúscula. De hecho, “Defecto perfecto” era una canción que no llegó al compacto, pero se nos hizo muy bueno el nombre y como que así va más o menos la –no sé si así se diga– gramática del disco (hummmm… o podría ser la analogía del larga duración, la sintaxis del álbum, la ortografía del plato o la prosodia del cidi, concluye erudita La Mosca Redactora desde la curul que ocupa amodorrada en la Academia Mexicana de la Lengua).

(Publicada en La Mosca en la Pared. 2007. Entrevistó: Leticia Ortega Zwittag. Comentarios al aire: La Mosca Redactora)

miércoles, 21 de febrero de 2018

Mr. Tambourine Man

En 1965, los Estados Unidos vivieron dos hechos musicales de enorme trascendencia. Por un lado, la llamada invasión inglesa que inundaba los oídos del público norteamericano lo mismo con material de excelencia (The Beatles, The Rolling Stones, The Animals, The Who, The Kinks, The Zombies, Them) que con una enorme cantidad de cancioncitas intrascendentes. Por otra parte, en la Costa Oeste, principalmente en California y más específicamente en las ciudades de San Francisco y Los Angeles, se vivía el surgimiento de la psicodelia, influida de manera clara por el consumo de drogas químicas y naturales. Agrupaciones como The Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Big Brother and the Holding Company y otras comenzaban a surgir por todas partes con lo que se bautizó como rock ácido.
  Aunque con un estilo musical un tanto diferente, otro de esos grupos californianos de los inicios de la era del flower power era The Byrds. Lo que distinguió a este quinteto desde un principio es que lejos de tocar acid rock, lo que hicieron fue una impecable combinación del folk a la Bob Dylan (de hecho adaptaron varias composiciones de éste) con el rock británico de aquellos días, lo que dio como resultado una música llena de melodicidad y de armonías vocales muy similares a las de los Beatles o los Hollies, más el sello de una guitarra de doce cuerdas, la Rickenbaker de Roger McGuinn, que los hizo inconfundibles.
  Curiosamente, si bien The Byrds fueron influidos por Dylan y los Beatles, a su vez influyeron a éstos y fueron determinantes en su música inmediatamente posterior. Su relación con el primero surgió a partir de la grabación que hicieron de una canción hasta entonces inédita de éste,”Mr Tambournine Man”, de la cual eliminaron algunas estrofas e hicieron un arreglo memorable, precisamente con una figura de guitarra hoy clásica y las mencionadas armonías de voz a la beatle. Puede decirse que la versión de “Mr Tambourine Man” de los Byrds fue el primer folk rock de la historia.

El señor de la pandereta
En cuanto a Mr. Tambourine Man, el álbum de 1965, se trata de un gran debut. La grabación original en vinil estaba conformada por doce cortes, la mitad de ellos originales y la otra mitad de compositores como Pete Seeger, Jackie DeShannon y el propio Dylan. La importancia del disco estriba en que demostraba que podían combinarse letras intrincadas, inteligentes y sobre todo poéticas con un rock sólido y a la vez armónico y melodioso. Obra fundacional de un nuevo género que daría origen a muchas otras agrupaciones a lo largo del tiempo (desde Buffalo Springfield hasta Gin Blossoms, pasando por The Beau Brummels, The Band, Crosby Stills, Nash & Young, Eagles, Tom Petty y muchos más), Mr. Tambourine Man inicia con la ya comentada canción homónima y prosigue con la primera composición propia del disco: “I’ll Feel a Whole Lot Better” de Gene Clark (quien en ese entonces tenía apenas diecinueve años de edad), una pieza que lleva en sí todas las características del estilo de los Byrds. La letra habla sobre el rompimiento con una mujer que no ha sido amorosamente honesta y tiene un dejo a la vez triste e irónico (“Probablemente me sentiré mucho mejor cuando te vayas”, canta Clark, apoyado por las voces de Roger McGuinn, David Crosby y Chris Hillman).
  Otros cortes notables del lado A del álbum son la preciosa “You Won’t Have to Cry”, “Here Without You” (otra joyita del muy joven Gene Clark que retrata a la ciudad de Los Angeles a mediados de los sesenta) y la clásica y tradicional “The Bells of Rhymney” de Pete Seeger, en un arreglo que sin ser de lo mejor del grupo da una nueva dimensión a un tema interpretado durante décadas por toda clase de músicos.

Todo lo que realmente quiero hacer

Otra versión a un tema de Bob Dylan abre el lado B de Mr. Tambourine Man. Se trata de la magnífica “All I Really Want To Do”, elaborada por los Byrds en un tempo más rápido y rítmico que el de la original dylaniana y con una emoción muy particular. La sigue otra belleza: la muy dulce y melancólica “I Knew I’d Want You”, por cierto también de Gene Clark. “It’s No Use” es quizá la pieza más atípica del disco y a la vez la que iba más con el estilo de música de aquel tiempo. Se trata sin duda de la única canción realmente psicodélica del álbum, la única que se aleja del folk y se entrega plenamente al acid rock.
  Mr. Tambourine Man culmina con tres covers: “Don't Doubt Yourself, Babe” de Jackie DeShannon, con su beat a la Bo Diddley, la maravillosa “Chimes of Freedom” de Dylan y la tradicional “We’ll Meet Again”. En apenas poco más de treinta y cinco minutos, The Byrds habían dado nacimiento, nada más y nada menos, al folk rock.

martes, 20 de febrero de 2018

Algo sobre la música Godínez

“Sé que la música Godínez por excelencia es la de Luis Miguel, pero estoy entre poner música de Aleks Syntek o Alex Ubago. ¿A quién recomiendan escuchar en la oficina?”, preguntaba el tuitero Christian Cruz en el mensaje que desencadenó la ira de Aleks Syntek y toda una divertida polémica que se infló como levadura y terminó con la intervención de la mismísima Unicef, para la que Syntek funge como embajador honorario.
  Más allá de los memes y de lo meramente anecdótico del asunto, surge algo interesante: la presunta existencia de algo que algunos llaman música Godínez y que no está registrado como género en ningún tratado musical. Sin embargo, dada el ámpula que despertó la estrambótica discusión entre el cantautor ofendido y quienes polemizaron con él en las redes, parece que muchos dan por descontado qué sí existe esa clase de música.
  Más allá de correcciones e incorrecciones políticas, sabemos que el término Godínez trasciende su calidad de apellido para ir más allá y caracterizar a cierto estamento social, básicamente el de quienes laboran en oficinas, sobre todo como empleados de medio pelo (delicioso arcaísmo pre milleniall). La palabra es clasista y discriminatoria, sin duda. Injusta también, porque generaliza. Pero es un hecho que se utiliza para calificar socialmente a una tribu urbana realmente existente: la de los godínez (ya sin la mayúscula inicial).
  “Musak” llamó John Lennon, en su canción “How Do You Sleep?”, a la música de Paul McCartney y esa musak era definida como “música para oficinas, elevadores y centros comerciales”. Música de fondo, insustancial, vacía, sin alma o contenido. ¿Es musak lo que escuchan los godínez? ¿Se debe a ello la molestia de Aleks Syntek, al ser incluido en ese estanco, en el que algunos también sitúan a Luis Miguel y Álex Ubago?
  Creo que se trata de algo subjetivo, pero no del todo desacertado. En lo personal, es música que nada me dice, nada me comunica, nada me hace sentir, aunque es seguro que a otros llega hasta a conmoverlos.
  Godínez or not godínez. That is the question.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 19 de febrero de 2018

Low Budget

Una de los grandes obras discográficas de los Kinks. Compuesta y grabada en plena era del punk y la música disco, esta colección de canciones toma elementos musicales de ambos géneros, los emplea con sabia ironía y los mezcla con un rock seco, duro, desnudo, de bajo presupuesto.
  En tiempos en los cuales la crisis energética azotaba al mundo, Ray Davies hizo un retrato puntual y sardónico de las angustias existenciales de esos días, cuando el dinero no alcanzaba, cuando la gasolina escaseaba, cuando el desempleo azotaba al primer mundo y la gente suspiraba por la aparición de un Superman o un Capitán América (cualquier semejanza con la actualidad no es mera coincidencia).
  Low Budget (1979) es un trabajo sin fisuras, once composiciones en las que Davies retoma su vena satírica para fustigar a unos Estados Unidos que se hundían en un periodo de recesión y que ante el fracaso de la presidencia de Jimmy Carter, se disponían a entrar (apenas dos años después) a la era reaganiana. El disco arranca con la genial “Attitude”, mediante un riff de guitarra extraordinario (obra, claro, de Dave Davies) y de fuerza brutal. Lo que sigue no es menos brillante y continúa con la irresistible “Catch Me Now I’m Falling” (con su acorde alentado a la “Jumpin’ Jack Flash” y un sax sensacional), la sicótica e hiperquinética“Pressure” (grabada en una sola toma), ese alegato contra la sobremedicación (“Nervous tention, man invention”) que es la acompasada y cuasi reggae “National Health”, el sardónico disco-rock “(Wish I Could Fly Like) Superman” (“Quiero volar y ni siquiera puedo nadar”), la homónima y espléndidamente crítica “Low Budget” (un canto al hombre económicamente quebrado: “Excuse my shoes/ they don’t quite fit/ They’re a special offer/ and they hurt me a bit”), la curiosa historia contra la sobrepoblación que es“In a Space”, la preciosa “Little Bit of Emotion” (en la cual Davies cuestiona a la gente que no es capaz de mostrar sus emociones y sentimientos: “We’re afraid to see a bit of emotion/ So we walk away”), el increíble rock blues de “A Gallon of Gas” (una de las cumbres del disco, con su sólida guitarra, sus cambios armónicos y su genial letra sobre la escasez de combustible y el hecho de que “las carreteras están desiertas y el aire huele desnaturalmente a limpio”), la movidísima y muy divertida “Misery” (“You are such a misery/ why don’t you learn to laugh?”) y la concluyente y hasta relajada “Moving Pictures” (“Vivimos, morimos, nadie sabe por qué/ la vida es sólo una película en movimiento”).
  Un disco que es un testimonio pero también una obra de arte.

(Reseña que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 43, dedicado a The Kinks y publicado en octubre de 2007)

domingo, 18 de febrero de 2018

El Fin

La primera película en Super 8 de mi hermano, el realizador Sergio García. Filmada en 1970 y con la que ganó el primer concurso Luis Buñuel de Cine Independiente.
  La recuerdo especialmente porque presencié algunos momentos de la filmación (yo tenía quince años) y estuve presente el día de la premiación, en el teatro Jorge Negrete de Asociación Nacional de Actores.
  Con menos de quince minutos de duración, El fin es una especie de fábula jipiteca y antisistémica que narra como una pareja que vive en el idilio bucólico de la paz y el amor es perseguida y cómo las fuerzas del orden, representadas por personajes que simbolizan al matriarcado, la iglesia católica, el priismo, el ejército y el empresariado, terminan por cooptar al personaje masculino (interpretado por Octavio Tirado) y transformarlo en un burgués cuadrado y conformista. Un estudiante que atestigua con decepción los hechos es asesinado por un soldado casi al final del filme.
  Actúan también Ricardo Tirado, Felipe Tirado y Eduardo Martínez, entre otros.


sábado, 17 de febrero de 2018

Precandidatos y libertad de expresión

A lo largo de las llamadas precampañas, los precandidatos a la presidencia de la república pronunciaron más ocurrencias que ideas y más chistes malos y ataques a sus rivales que propuestas concretas sobre los problemas que afectan al país. Tampoco se ha visto que alguno de ellos tome una posición acerca de un tema que nos atañe a todos: el de la libertad de expresión.
  Dirán algunos lectores que ese es un asunto zanjado y que no hay por qué referirse a él y en parte podrían tener razón. Después de todo, llevamos ya varios años de disfrutar de esa libertad y la prueba está en los medios de comunicación y las redes sociales. Quienes vivimos el México de hace veinte o treinta años (o más atrás), sabemos lo que significa que el derecho a la libre expresión esté acotado y que decir lo que uno piensa pueda llevarlo a ser castigado, reprimido, desaparecido o muerto. Esos tiempos en los que resultaba peligroso criticar al gobierno en turno ya pasaron y nadie quiere que regresen. Hoy se puede cuestionar y hasta burlarse de los más altos funcionarios, incluido el jefe del poder ejecutivo, sin temor a sufrir las consecuencias. Es un logro de la democracia que no se debe perder.
  ¿Qué piensan al respecto José Antonio Meade, Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador, Margarita Zavala, José Luis Rodríguez o Armando Ríos Piter, es decir, los casi seguros candidatos por quienes habremos de votar el próximo 1 de julio? Creo que a muchos mexicanos nos gustaría escuchar con certeza que, de ganar la presidencia, van a respetar la libertad de expresión y que ésta seguirá estando garantizada para todos. Es importante que lo hagan y se comprometan con ello abierta y claramente –sin eufemismos o salidas tipo “lo pondremos a consideración del pueblo” o “eso se decidirá mediante una consulta”–, incluso aquellos a quienes les escuece la crítica y no soportan que se les contradiga. Sobre todo estos últimos.

* * * * *

Y ahora resulta que lo que en los demás partidos sería nepotismo, en Morena es amor a los hijos.
(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

viernes, 16 de febrero de 2018

Para dártelas de entendido en rock (48)

La canción "Black Dog" de Led Zeppelin recibió ese título porque cuando el grupo la estaba grabando, en un estudio habilitado dentro de una vieja casona rural, un enorme perro negro entró de pronto al lugar sin que se supiera de dónde había salido. Al menos eso es lo que se cuenta.

jueves, 15 de febrero de 2018

Crossroads

Varias veces he visto esta gran película de Walter Hill y no me canso de hacerlo. La vi por primera vez a fines de los ochenta, en video Beta. Diez años más tarde la conseguí en DVD, en una versión con subtítulos en inglés que aún conservo y que es la que he vuelto a disfrutar.
  Filmada en 1986, Crossroads es un canto a la música de blues más auténtica y gracias a ella, muchos conocimos la historia e incluso la existencia de Robert Johnson, el legendario bluesman que vendió su alma al diablo a cambio de su talento y que alcanzó a grabar 29 canciones originales antes de ser asesinado en circunstancias poco claras (algunas versiones indican que fue envenenado, otras que fue apuñalado en un bar de mala muerte por un marido celoso). Pero la cinta no trata sobre la vida de Johnson, sino que narra la historia de Eugene Martone, un muy joven estudiante de guitarra clásica de la prestigiada academia Julliard de Nueva York, quien es un gran amante y estudioso del blues rural y quiere dar con una composición inédita de Robert Johnson, para rescatarla, grabarla y hacerse famoso. Para ello, logra dar con un viejo sobreviviente de la época del mítico bluesero y quien supuestamente tocó la armónica a su lado: Willie Brown. Lo localiza en un asilo para ancianos neoyorquino y aunque en un principio Brown (quien oculta su identidad con otro nombre) desprecia al muchachito blanco de Long Island que se cree músico de blues, termina por proponerle un trato: que lo saque a escondidas del asilo y lo lleve al Mississippi, donde le revelará la supuesta canción perdida de Johnson.
  De ahí parte Crossroads para convertirse en una road movie con música extraordinaria (gracias a Ry Cooder) y enormes actuaciones, en especial las de Ralph Macchio (¿recuerdan al Karate Kid?) y John Seneca en los dos papeles principales, aunque también hay que destacar la presencia de la preciosa Jami Gertz y, al final, la de Steve Vai en el famoso duelo de guitarras.
  Como habrá quienes nunca hayan visto esta película, no mencionaré las muchas incidencias de la misma ni el papel que juega el diablo en la trama. Sólo diré que Walter Hill (el mismo director de The Warriors, Streets of Fire, Last Man Standing, Southern Confort, Extreme Prejudice, Wild Bill, 48 hours y otras grandes cintas) hace aquí un homenaje espléndido al blues rural y a la fugura de Robert Johnson, quien se convirtió en un músico mucho más conocido en el mundo a raíz de la cinta.
  Si no la han visto y les gusta el blues, búsquenla con denuedo. No es fácil de conseguir y no está en los sistemas de streaming, pero vale la pena tratar de dar con ella y disfrutarla, como yo lo he hecho tantas veces y lo seguiré haciendo.

miércoles, 14 de febrero de 2018

El primer disco solista de Eric Clapton

El álbum debut homónimo de Eric Clapton (1970) es una joya casi olvidada, a pesar de que se trata de un disco estupendo, fresco, lleno de vitalidad y entusiasmo. Realizado en el época en la cual el guitarrista formaba parte del extenso grupo de amigos de Delaney y Bonnie Bramlett (el cual incluía, entre muchos otros grandes músicos, a Leon Russell, Dave Mason, Stephen Stills y Rita Coolidge) y producido por el propio Delaney Bramlett, Eric Clapton mantiene ese sonido de jam session tan propio de la numerosa agrupación que grabó el On Tour.
  Es este también el primer trabajo discográfico en el cual el inglés canta a plenitud y lo hace estupendamente, según lo ejemplifican canciones tan buenas como “Blues Power”, “Let It Rain”, “Bottle of Red Wine”, la más que sugerente “Easy Now” (“Making love against the wall, feeling very small when we didn’t need to be, easy now, don’t let my love flow out of you, please remember that I want you to come too”) y su (hoy clásica) versión de “After Midnight” de J.J. Cale. Mención aparte merece la sección de metales que lo acompaña, con Bobby Keys al sax y Jim Price en la trompeta. Un discazo.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 38, de marzo de 2007).

martes, 13 de febrero de 2018

Le dicen Lázaro Cristóbal Comala

Uno que se la pasa despotricando porque en el rock que se hace en México reinan la mediocridad, las malas imitaciones, las clonaciones y la falta de cultura musical y porque los músicos que realmente tratan de hacer algo que valga la pena son minoría, la excepción que confirma la regla. Uno que lleva treinta años de quejarse de la malhadada influencia del rock pop argentino que llegó para convertir al rock nacional, de manera mayoritaria, en un rock híbrido y sin identidad, empequeñecido, un rockcito triste, inocuo, pasteurizado, de flojera infinita.
  El rock real se confinó en ciertos rincones subterráneos y en algunas propuestas que llevan mucho tiempo y una que otra que surge de repente.
  Es el caso de Lázaro Cristobal Comala, un músico y compositor de Durango, avecindado en Des Moines, Iowa, quien lleva algunos años en el camino pero sin ser suficientemente conocido en nuestro país, en su país.
  Acabo de toparme con la música de Comala (su verdadero nombre es Daniel Azdar Sil) y me he quedado muy gratamente sorprendido. No porque el hombre haya descubierto el hilo negro, sino porque se trata de un artista auténtico, sincero, sin poses. Un cantante con feelin’. Su música, basada en el folk y el country (la huella de Johnny Cash es clara), tiene sin embargo un sonido muy original, con letras en español, inteligentes, poéticas y profundas. Si buscáramos paralelos actuales en México, yo lo emparentaría con Jaime López y con Israel Belafonte, con aires lejanos de Rockdrigo González y aires cercanos del tradicional canto cardenche de su Durango natal. También diría que es la afortunada antítesis de Juan Cirerol.
  Su disco homónimo de 2014 es una perfecta introducción a su obra y su reciente EP, Zaguán, con cinco canciones inspiradas en el canto cardenche, es una belleza (ambos pueden escucharse en YouTube). De 2016 es América grande (al lado de Todd Clouser) y actualmente se encuentra grabando su quinto disco, Canciones del ancla, que deberá aparecer en marzo próximo.
  Un muy afortunado hallazgo.

(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 12 de febrero de 2018

¿Quién teme a Dorothy Parker?

“Tell him I was too fucking busy... or viceversa”.

Dorothy Parker


Es una leyenda. Lo fue también en su momento. Una leyenda viviente. Dorothy Parker. La narradora impecable. La cuentista provocadora. La poetisa irónica y desparpajada. La guionista filosa. La polemista implacable. La bohemia insaciable. La feminista inteligente. La progresista políticamente incorrecta. La escandalizadora de conciencias puritanas. La mujer libre. La alcohólica. La seductora. La mujer orgullosa. La mujer visceral. La mujer solidaria. La mujer vulnerable. La mujer triste. La mujer solitaria. Dorothy. Dorothy Parker.
  Muy pocos evocan hoy a esta escritora extraordinaria, sobre todo fuera de los círculos cultos –cada vez más escasos– de los Estados Unidos, su país natal.
  Literata precoz, amiga más que cercana de personajes que hicieron la historia del arte, de la literatura, del teatro y del cine en su nación natal, Parker dejó un legado que aún hoy no es del todo conocido, a pesar de su riqueza y profundidad.
  Nacida en Long Branch, Nueva Jersey, el 22 de agosto de 1893, Parker siempre se consideró una neoyorquina, ya que desde niña se mudó al Upper West Side de Manhattan, donde creció, estudió y desarrolló sus naturales talentos. De padre judío (su verdadero apellido paterno era Rothschild) y madre protestante, quedó huérfana a los trece años de edad y a partir de ese momento tuvo que valerse por sí misma.
  En 1914 logró vender su primer poema a la prestigiada revista Vanity Fair y un año más tarde fue contratada como asistente editorial por la no menos afamada revista Vogue. Tenía apenas 22 años y para ese entonces ya ostentaba el apellido Parker, debido a que había contraído matrimonio con un empleado de Wall Street llamado Edwin Parker II, quien pronto fue reclutado como soldado, al estallar la Primera Guerra Mundial. Ella decidió divorciarse entonces, pero conservó su nombre de casada.
  Al empezar a frecuentar los círculos literarios de Nueva York, entró en contacto con una serie de escritores y artistas varios, con quienes conformó un círculo de lectura y tertulia al que llamaron La mesa redonda de Algonquín, debido a que el grupo se reunía en el hotel del mismo nombre, en Manhattan. El círculo duraría diez años, de 1919 a 1929, y entre las muchas personalidades que formaron parte del mismo, además de Dorothy Parker, estaban las actrices Tallulah Bankhead y Peggy Wood, el dramaturgo Noël Coward, el editor del New Yorker Harold Ross, la feminista Ruth Hale y los geniales Groucho y Harpo Marx. Durante las reuniones se charlaba, se criticaba, se comía, se bebía, se jugaba al bridge y al póker, se leían avances de libros y de obras teatrales, pero también se daban relaciones de todo tipo entre sus miembros.
  Parker tenía un ingenio para los chistes, los chismes y los comentarios en voz alta que la hacía parecer heredera de Oscar Wilde y precursora de Truman Capote. Ácida y divertida, su lengua hacía reír a sus amigos y temer a quienes no caían de su gracia y lo mismo podía decirse de su pluma y su certera labor como crítica teatral en Vogue y New Yorker, donde también escribía poesía humorística:

“I like to have a martini
Two at the very most
After three I’m under the table
After four I’m under my host”.

El reconocimiento llegó muy pronto y su prestigio literario subió como la espuma a lo largo de dos décadas. Entre 1925 y 1940 publicó siete volúmenes de cuentos y poesía. Sus poemas satíricos fueron lo más apreciado en primera instancia, debido a su inteligencia y su filo, pero a la larga fueron sus cuentos los que cimentaron su bien ganada fama.
  A partir de las ejecuciones de los anarquistas italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, obreros inmigrantes condenados injustamente a la silla eléctrica por las autoridades estadounidenses, Dorothy se interesó por los derechos civiles y se convirtió en militante de diversas causas, entre ellas el feminismo y la lucha contra el naciente movimiento nazi.
  En 1934 se casó por segunda vez y se mudó a la ciudad de Los Ángeles, donde empezó a escribir guiones cinematográficos para los estudios de Hollywood. Cinco años más tarde, se involucró con grupos de apoyo a la República española y ello provocó que el FBI la investigara por su presunta afiliación al Partido Comunista. Por esos días, su mejor amiga era la novelista Lillian Hellman, esposa del célebre escritor de novela negra Dashiell Hammett (El halcón maltés, Cosecha roja), y los tres estuvieron en la lista negra del Comité de Actividades Antiamericanas que presidía el siniestro senador Joseph McCarthy (Hammett incluso fue encarcelado durante seis meses, por negarse a testificar ante el comité).
  Los últimos años de Dorothy Parker estuvieron signados por la depresión y la soledad. El alcohol había minado su capacidad creativa y sus textos eran vagos y erráticos. Había regresado a Nueva York y se había instalado en un viejo apartamento sin lujos. Sola, amargada y con la autoestima por los suelos, moriría de un infarto a los 73 años, el 7 de junio de 1967. En su testamento, había heredado todos sus bienes y sus regalías al movimiento del reverendo Martin Luther King, quien sería asesinado pocos meses después.
  Las cenizas de la escritora permanecerían sin ser reclamadas durante 17 años. Hoy se encuentran sepultadas en un cementerio de la ciudad de Baltimore, junto a una placa que reza:
  “Aquí yacen las cenizas de Dorothy Parker (1893-1967), humorista, escritora, crítica. Defensora de los derechos humanos y los derechos civiles. Para su epitafio, ella sugirió: ‘Disculpen mi polvo’. Esta tumba está dedicada a su noble espíritu, el cual celebra la unidad de la humanidad y la eterna amistad entre la gente judía y la gente negra. Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color. 28 de octubre de 1988”.
  Lea usted a Dorothy Parker.

(Artículo que me publicó el día de hoy el sitio Sugar & Spice)

domingo, 11 de febrero de 2018

La portada cuádruple de los Beatles en La Mosca





Fue en el No. 53 de La Mosca en la Pared, aparecida en diciembre de 2001, hace poco más de 16 años. Dado que en el número 36 habíamos sacado a los Beatles en portada y a partir de ahí las ventas de la revista se habían ido para arriba, se me ocurrió plantear la idea de que la edición del mismo número se dividiera en cuatro carátulas, una para cada beatle. Resultó todo un éxito. Hubo lectores que compraron los cuatro ejemplares. Un gran recuerdo.

sábado, 10 de febrero de 2018

¿Qué esperan Meade y Anaya?

Las famosas precampañas, cuyo final se acerca (terminan mañana domingo para dar paso a un inexplicable y absurdo paréntesis de casi dos meses, antes del arranque de las campañas propiamente dichas, el próximo 30 de marzo), han sido la cosa más insulsa y decepcionante del mundo. En especial, las precampañas por la presidencia de la república han resultado no sólo aburridas y vacuas, sino faltas de contenido y de propuestas serias, especialmente por parte de los abanderados de las coaliciones Por México al Frente y Todos por México, es decir, Ricardo Anaya y José Antonio Meade. En cuanto al seguro candidato de Juntos Haremos Historia, ya sabemos que sus propuestas están contenidas en el farragoso, contradictorio y mal escrito Proyecto Alternativo de Nación al que no le entienden ni los seguidores de su secta.
  La cuestión es que según todas las encuestas (a las que ahora sí les creen), Andrés Manuel López Obrador va a la cabeza de las mismas con una amplia ventaja y Anaya y Meade parecen no prestar atención a esto y se dedican a las más grises y poco atrayentes actividades. No sé qué pasa por sus mentes, pero tanto don Ricardo como don Pepe Toño están como en otra dimensión y aunque una vez que empiecen las campañas oficiales lo más probable es que las encuestas tiendan a emparejarse, no veo cuáles son sus planes y estrategias para superar a don Peje.
   Para decirlo poéticamente, los veo en la lela, con promos que nada dicen y declaraciones que poco aportan. Aunque quizás estén esperando a que quien sí hace declaraciones se meta el pie solo. Como le sucedió a López y su desafortunado tuit chachalaquero contra Jesús Silva Herzog Márquez, acusándolo de ser parte de la mafia en el poder, en una de esas clásicas muestras de intolerancia por parte del tabasqueño, quien posiblemente ya empezó a trabajar para conseguir la que muchos piensan es su gran meta de cada seis años: perder las elecciones para seguir siendo el eterno y redituable candidato a la presidencia. Ahí la lleva.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

viernes, 9 de febrero de 2018

Para dártelas de entendido en rock (47)

A fines de los años cincuenta, Little Richard echó de su banda a su guitarrista, de nombre Jimi Hendrix, porque le robaba protagonismo, gracias a su talento con el instrumento eléctrico de seis cuerdas, pero gracias también a su fuerte personalidad. El pretexto para correrlo se lo dio el propio Jimi, quien se negó a utilizar el uniforme que Richard impuso a sus músicos y preferió seguir poniéndose las excéntricas ropas que tanto le gustaban. Hendrix quedó fuera y fue lo mejor que le pudo suceder al rock.

jueves, 8 de febrero de 2018

miércoles, 7 de febrero de 2018

Physical Graffiti

Physical Graffiti (Atlantic, 1975) es a Led Zeppelin lo que Exile on Main Street es a los Rolling Stones: un variado y muy rico álbum doble consagratorio. Y si bien no alcanza una total regularidad a lo largo de sus quince cortes, tiene la suficiente calidad como para no caer en los hoyos de Houses of the Holy.
  Desde el arranque del restallante lado A, con la muy logradamente funky y provocativa (nada que ver con “The Crunge”) “Custard Pie” (con una letra de doble sentido que no se escuchaba desde “The Lemon Song” del Led Zeppelin II) nos damos cuenta de que estamos ante un trabajo muy sólido, lo que se confirma con la dura y sacudidora “The Rover” y la extraordinaria y no menos pesada “In My Time of Dying”.
  El lado B apuesta más por el terreno melódico, al abrir con la prácticamente popera “Houses of the Holy” (sí, el mismo título de su disco anterior), aunque revira hacia una especie de homenaje al “Superstition” de Stevie Wonder (con “Trampled Underfoot”) y culmina con la señera “Kashmir”, otra de las cumbres de la obra ledzeppeliniana, con sus aires árabes y sus profundos paisajes sonoros. El arreglo ascendente y descendente arrastra al escucha y se convierte en una de sus principales virtudes.
  El segundo disco, con sus lados C y D, apuesta por cierto eclecticismo y la variedad de estilos de las once composiciones que los conforman va de la incursión hinduista de “In the Light” a la modesta belleza acústica de la instrumental “Bron-Yr-Aur”, del claro homenaje a Neil Young (hasta en el título) de “Down by the Sea Side” a la tristeza de “Ten Years Gone”, de la naturaleza atípica del rockblues “Night Flight” al funk potente (que cada vez les salía mejor) de “The Wanton Song” y del buen rocanrolito austero de “Boogie with Stu” (¡con Ian Stewart al stoniano piano!) al blues a la Robert Johnson de “Black Country Woman” y el mood decadente de “Sick Again”.
  Physical Graffiti fue a mi modo de ver el último álbum realmente grande de Led Zeppelin. Un lustro de tragedias y malos momentos se acercaba y ello se reflejaría en sus dos siguientes discos.

(Reseña que publiqué originalmente en el Especial de La Mosca en la Pâred No. 6, dedicado a Led Zeppelin y editado en noviembre de 2003).

martes, 6 de febrero de 2018

Borges y el tango

Dice Jorge Luis Borges, al principio del segundo capítulo de su libro El tango (Lumen, 2017), que al pronunciar el nombre de Argentina, las dos primeras palabras asociadas que acuden a la mente de la mayoría son gaucho y tango. Eso lo dijo en octubre de 1965, durante una serie de cuatro conferencias que pronunció en un apartamento del barrio porteño de Constitución, al sur de Buenos Aires, y que son reunidas en este volumen. La afirmación sigue siendo válida el día de hoy, aunque ya hay un par de palabras más que asociamos en automático con lo argentino: Maradona y Messi (algo que sería intolerable para Borges, quien odiaba el futbol).
  El tango es un libro fascinante que por su amena claridad nos recuerda aquel otro, hoy casi inconseguible, editado por el Fondo de Cultura Económica en 1977 y que responde al nombre de Siete noches, con un septeto de  esplendorosas conferencias del propio Borges, dedicadas a temas como Las mil y una noches, La divina comedia, el budismo, la poesía, la ceguera, la cábala y la pesadilla.
  Las cuatro conferencias sobre el tango estuvieron perdidas durante casi medio siglo, hasta que fueron dadas a conocer en 2002 por el escritor vasco Bernardo Atxaga, a quien otro vasco, José Manuel Goikoetxea, se las entregó en unos cassettes que había grabado el gallego Manuel Román Rivas, habitante de Buenos Aires en 1965. Tuvieron que pasar tres lustros para que fueran autentificadas y aprobadas por la viuda de Borges, María Kodama, y para que pudieran ser transcritas y publicadas.
  Borges habla del tango como música, pero sobre todo del contexto histórico en que surgió el género, de sus primeros exponentes, del viejo Buenos Aires que tan bien conoció, del poeta Evaristo Carriego, del contenido de las letras, de Carlos Gardel, de compadritos y milongas, de la exportación del tango y de éste como tema literario e incluso cinematográfico.
  Un libro estupendo y lleno de sabiduría, esa sabiduría que Borges tenía no sólo al escribir, sino al hablar también.

(Mi columna musical "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 5 de febrero de 2018

Betty Blue

En su momento fue una película de culto. Creo que nunca la vi en el cine, pero sí en video Beta y luego en VHS. Luego de muchos años volví a verla hace unos noches (en DVD), con una muy buena compañía, en la versión del director (director's cut) que dura ¡tres horas!
  ¿Que si la cinta ha soportado el paso del tiempo? Sí y no. Sí, porque sigue siendo provocadora, divertida y a la vez dura. No, porque hay cosas que ya se ven anticuadas, sobre todo en su excesivo afán por escandalizar al espectador. Sin embargo, es más lo bueno que lo malo en Betty Blue (37.2 le matin), la tercera película de Jean-Jacques Beineix, filmada en 1986.
  La historia del idilio amoroso e híper sexual entre Zorg y Betty se va desarrollando lenta e intensamente a lo largo de algunos meses, en los que vamos descubriendo el mal estado mental y emocional del personaje interpretado por la guapa Beatrice Dall y la paciencia que le tiene el personaje de Jean-Hugues Anglade. Los cambios en la vida de la pareja, sobre todo por su inestabilidad laboral, se van dando constantemente y son retratados casi siempre con humor; a veces un humor simpático, a veces un humor negrísimo y hasta patético.
  También hay momentos conmovedores, sobre todo cuando ella descubre la novela que él escribió y decide pasarla a máquina para enviarla a diversos editores, quienes en su mayoría la rechazarán con cajas destempladas.
  Con personajes secundarios entrañables y diversas anécdotas, la cinta se deja ver sin aburrir, a pesar de su duración, y el durísimo final sigue resultando impactante. Sí, treinta y dos años después, Betty Blue conserva buena parte de su frescura original.

domingo, 4 de febrero de 2018

Vulgarcito como ideólogo

Algunas frases del memorable personaje de Alejandro Suárez (soy fan) que enriquecerán el vocabulario de los candidatos a la presidencia -tan dados a los "yo mero", "me canso ganzo", "lo que diga mi dedito" o "¿quén pompó?"- y que podrán utilizar en las más variadas ocasiones durante sus campañas.

Helas aquí:

"Ponte trucha con la carrucha"
"Qué gacho Nacho!
"Esa onda sí me pasa, matarili liri ron"
"Me pasa el resto Ernesto"
"Ai nos vemos en el espejo"
"¿Qué Pachuca con Toluca?"
"¿Qué onda, joy?"
"No le hagas al desarrapado"
"Cuidadete con el carrete"
"Yo mero Romero"
"¿Qué pasotes con los ejotes?"
"¡Clarinetófono!"
"De a mucho chucho"
"Agarra el patín, hijín"
"Ya rugiste, león de la Metro"
"Nones como dijo Tom Jones" (pronunciar Jo-nes)
"Te crees muy farmás y muy tuyur"
"Nel, pastel"
"Never de limón la never"
"No seas fresa, Teresa"
"No te censures ni te aplatanes"
"Yea yea, Matea"
"Momento que soy lento"
"Quihubas, sal de uvas"
"Is barniz, codorniz"
Y por supuesto: "¡Te traigo finto, te traigo finto...!".
De nada.

sábado, 3 de febrero de 2018

Putin, AMLO y el loro de Moscú

Lo primero que habría que explicar a los viejos y nuevos entusiastas del comunismo y el marxismo (doctrina y filosofía que forman parte de un pasado ya superado por la humanidad), quienes se emocionan con el gobierno ruso encabezado por Vladimir Putin, es que don Vlad y su régimen nada tienen que ver con la Unión Soviética, la revolución de octubre de 1917, los bolcheviques, Lenin o el ejército rojo.
  Sé que en el fondo existe una nostalgia romántica por la hoz y el martillo y que muchos de ellos aún suspiran por el socialismo de Estado de la vieja URSS y sus satélites, pero Putin es un capitalista contumaz, un mafioso multimillonario que de socialista tiene tanto como Donald Trump de intelectual. Sin embargo, como el hombre es ruso, los filocomunistas mexicanos se emocionan con él como si fuera el líder de la sublevación en El acorazado Potemkin.
  Eso los excita y en su fantasía onanista ven a Andrés Manuel López Obrador y su camarilla más íntima, encabezada por quien Russia Today llama “nuestro hombre en México”, como la reencarnación en el país de un nuevo padrecito Stalin y su cohorte de comisarios y guardias rojos.
  Mientras tanto, frente a las acusaciones de que Rusia apoya la candidatura del tabasqueño a la presidencia de la república, la consigna de éste y los suyos ha sido trivializarlas y burlarse de ellas (recuérdese lo del submarino o lo del “loro” de Moscú), para restarles importancia y hacerlas pasar como meras ocurrencias de lunáticos.
  La realidad mundial más reciente desmiente que se trate de un mero chiste y en ello concuerdo con León Krauze y otros. La intervención rusa en las elecciones de algunos países es real –como lo apuntó incluso el secretario de Estado de E.U., Rex Tillerson, a su llegada a México este jueves– y la participación de Putin y sus servicios de inteligencia no es una burda invención “de la derecha”. Minimizarla y tomarla en tono de chacota es también una estrategia. Bien dice el refrán que la principal arma del diablo es hacernos creer que no existe. Y al canijo demonio le suele funcionar.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

viernes, 2 de febrero de 2018

Para dártelas de entendido en rock (46)

Este es un dato bastante conocido, pero no deja de seguir asombrando a la gente: si el álbum The Dark Side of the Moon de Pink Floyd es tocado a partir de que aparece el león de la Metro-Goldwyn-Mayer dando su segundo rugido, en la película El mago de Oz de 1939, el disco se sincroniza perfectamente con el filme y parece una banda sonora hecha ex profeso.

jueves, 1 de febrero de 2018

Siete libros indispensables de Jorge Ibargüengoitia

El pasado 22 de enero se cumplieron cien años del nacimiento del gran escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia. El literato vio la primera luz en la ciudad de Guanajuato, en un 1928 marcado por acontecimientos como el asesinato de Álvaro Obregón y el clímax de la guerra cristera.
  Su estilo narrativo está signado por el sentido del humor, mismo que se refleja a lo largo de sus novelas, cuentos, obras de teatro, crónicas y artículos de opinión. Era el suyo un humor ácido y negro, tremendamente crítico y terriblemente divertido. Un humor que no pierde vigencia gracias a la frescura de su ironía y al tino con que disparaba sus sarcásticas balas. Este humorismo, sin embargo, hizo que la solemnidad reinante dentro del mundo de las letras mexicanas lo considerara como un escritor menor, cuando es todo lo contrario y el tiempo se ha ido encargando de situarlo en el sitio que merece.
   A mi modo de ver, se trata de una de los mayores plumas que ha dado nuestro país, al lado de un Martín Luis Guzmán, un Alfonso Reyes, un Juan Rulfo, un Juan José Arreola o un Ricardo Garibay.
  Así como William Faulkner creo el ficticio Yoknapatawpha y Gabriel García Márquez el no menos ficticio Macondo, Ibargüengoitia hizo lo propio con Cuévano, ese lugar de la república mexicana tan peculiarmente parecido a Guanajuato (lo que le ganó el odio eterno de muchos de sus paisanos).
  A un siglo de su llegada al mundo, me permito recomendar siete (número cabalístico) libros fundamentales de su no tan vasta obra (Jorge Ibargüengoitia murió relativamente joven, el 27 de noviembre de 1983, a los 55 años de edad, en un infortunado accidente de aviación en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, España), la cual incluye media docena de novelas, dos libros de cuentos, algunos volúmenes que recopilan sus trabajos periodísticos (básicamente columnas) y otros que reúnen su labor como dramaturgo, en la que también brilló con luces propias.

1.- Estas ruinas que ves (Joaquín Mortiz, 1975). Una novela prácticamente perfecta. El humorismo de Ibargüengoitia a plenitud. Aunque muchos críticos la desprecian y la consideran “menor”, a mi modo de ver están aquí todas las cualidades del autor para contar una historia: su amenidad, su agudo retrato de costumbres, su espléndido desarrollo de situaciones y personajes, su habilidad para jugar con la trama, su concreción, su ritmo narrativo. Cabe señalar que fue este el libro que le atrajo el rechazo de un buen número de guanajuatenses, debido sobre todo al jocoso y despiadado retrato que hizo de su cándida élite culterana.

2.- Dos crímenes (Joaquín Mortiz, 1979). Podría decir prácticamente lo mismo de esta obra que lo que escribí sobre Estas ruinas que ves. De hecho, hay muchos puntos de contacto entre ambas, si bien las tramas son por completo diferentes y Dos crímenes se acerca más a la novela negra, con un humor desparpajado y genial.

3.- Los relámpagos de agosto (Joaquín Mortiz, 1965). La primera novela del escritor y la primera de las tres que escribió con temas históricos (las otras son Maten al León, de 1967, y Los pasos de López, de 1982, conocida en España, donde apareció un año antes, como Los conspiradores). Los relámpagos de agosto es un hilarante retrato de la revolución mexicana y a pesar de su tono sarcástico, puede situarse con tranquilidad a la altura de obras como La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán o Los de abajo de Mariano Azuela.

4.- Las muertas (Joaquín Mortiz, 1977). La única novela “seria” de Jorge Ibargüengoitia. O al menos eso pretendió hacer. Ciertamente, esta historia inspirada en el caso de las Poquianchis (unas lenonas que manejaban casas de prostitución en varias ciudades del estado de Guanajuato a fines de los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo pasado y cuyo caso criminal fue ampliamente conocido en su época) es tratada de manera casi documental por el autor, con la misma claridad y amenidad de sus otras novelas y, a pesar de su tono serio, tiene algunos pasajes que llevan a la sonrisa, debido sobre todo a la ridiculez intrínseca de los personajes que retrata y de la historia que nos presenta.

5.- La ley de Herodes (Joaquín Mortiz, 1967). Se trata de la primera publicación del guanajuatense, un muy divertido libro de cuentos, varios de ellos memorables, en especial joyas como “La mujer que no”, “What became of Pampa Hash”, “La vela perpetua” o “Falta de espíritu scout”. Un libro que no pierde actualidad y sigue haciendo reír después de 50 años de haber sido editado.

6.- Instrucciones para vivir en México (Joaquín Mortiz, 1990). De los varios libros recopilatorios de la obra periodística de Ibargüengoitia, casi todos publicados después de su muerte, este es el más recomendable (aunque Viajes en la América ignota, de 1972; La casa de usted y otros viajes, de 1991; Misterios de la vida diaria, de 1997, y el inconseguible Autopsias rápidas, de 1988, no se quedan atrás. El escritor toca con agudeza e ironía toda clase de temas y lo hace con una prosa que es una delicia. Muy recomendable.

7.- Sálvese quien pueda (Editorial Novaro, 1975). Un libro explosivo y políticamente incorrectísimo (en especial si lo vemos desde nuestro 2018, tan lleno de censura por parte de las buenas conciencias inquisitoriales que deambulan por las redes sociodigitales), sobre todo por el capítulo “Las mujeres y los niños primero”, todo un canto a la misoginia más sarcástica. Estuvo muchos años agotado, pero acaba de ser reeditado por Joaquín Mortiz.

(Lista que me fue publicado el día de ayer en el sitio Sugar & Spice)