martes, 31 de diciembre de 2019

Del año viejo al año nuevo sin mucho que decir


Como ya es costumbre desde hace unos diez años, pasé la noche del cambio de año en casa, como cualquier noche. Espero que 2020 sea una buena anualidad.

lunes, 30 de diciembre de 2019

Hasta 2021


domingo, 29 de diciembre de 2019

Los idus de marzo

Aunque en primera instancia podría ser considerada como una novela histórica, en el fondo Los idus de marzo, de Thornton Wilder (Madison, Wisconsin, 1897-1975), pertenece también al género negro, al género de crímenes y de suspense.
  La edición que acabo de leer es de la colección "El libro de bolsillo", de Alianza Editorial (tercera edición, 1984), aunque la novela fue publicada inicialmente en español por Emece Editores, en Buenos Aires, en 1967. Sin embargo, Wilder la publicó, en su  versión original en inglés, en 1948. Tardé muchos años en leerla, ya que el volumen lo compré en la librería Gandhi por allá de 1985 y durante más de 30 años había permanecido virgen de lecturas en los estantes de mi biblioteca, hasta que este 2019 decidí leerla al fin... y qué buena decisión fue haberlo hecho.
  Los idus de marzo narra los prolegómenos del asesinato de Cayo Julio César, Supremo Pontífice y Dictador del pueblo romano, en los estertores de la República, cuarenta y tantos años antes de la era cristiana. Para estructurar el relato, Wilder lo hizo mediante la reconstrucción ficticia de cartas personales, diarios, poemas, panfletos y pintas en las calles, tanto de César como de sus familiares, amigos, amantes, fieles y enemigos, y lo hizo de manera extraordinaria. Un formato que en un principio podría parecer soso y aburrido, resulta tremendamente entretenido y apasionante, ya que las múltiples voces que van dando desarrollo a la historia la enriquecen y la vuelven variada y llena de detalles fascinantes.
  La novela es la crónica de una muerte anunciada. Ya sabemos que Julio César va a ser traicionado y muerto por un  grupo de senadores romanos, encabezado por quien era para él tan amado como un hijo: Bruto. Lo interesante entonces es ver todo el proceso que condujo al trágico y sangriento final.
  Hay muy diversos personajes en el libro: desde Cicerón y el poeta Catulo, hasta Cleopatra y Marco Antonio, pasando por muchos otros más o menos secundarios. No obstante, la figura que domina la trama es el propio Julio César, a quien descubrimos en toda su humanidad, aunque no podamos saber cuánto está basado en hechos históricos y cuánto en la imaginación de Wilder.
  Las largas cartas que le dirige a su amigo Lucio Mamilio Turrino están llenas de riquísimas reflexiones filosóficas sobre el amor, la amistad, la vida, la muerte, el poder, la lealtad, la traición, la cultura, el arte ("No sólo me inclino ante lo inevitable: también me fortalezco en su contemplación. Las obras humanas son más admirables si se consideran las limitaciones que las condicionan").
  Pero en la novela también hay acción, misterio y suspenso. César sabía que querían asesinarlo y lo aceptaba casi como un sino inevitable: “Me cabe poca duda de que pronto o tarde moriré a manos de un tiranicida (…) Desearía fuese la daga de un patriota la que me derribase, pero estoy igualmente expuesto a las de un loco o un envidioso”. Y aún así, cuando es asesinado en el senado por los afilados puñales de los traidores, no puede menos que llenarse de asombro al ver que uno de los tiranicidas es precisamente su querido Bruto.
  “Al ver que estaba rodeado por todas partes de dagas desnudas, se envolvió la cabeza con las vestiduras y, al mismo tiempo, con la mano izquierda, arregló los pliegues tapándose los pies para que, al caer, la parte baja de su cuerpo quedase decorosamente cubierta”, narra Thornton Wilder en el momento cumbre del relato.
  Una enorme novela, hoy por desgracia casi olvidada. Un libro impresionante.

sábado, 28 de diciembre de 2019

28 años


Hoy hace 28 años que mi papá nos dejó físicamente, aunque siempre está cerca de mí y de quienes lo amamos. El gran Johnny, en esa foto en blanco y negro de 1956 en la que me está cargando.
  Je t'aime, mon père. Mais oui!

viernes, 27 de diciembre de 2019

Margarita Dolcevita

Stefano Benni es un escritor muy popular en Italia, aunque no tanto fuera de ella. Amigo íntimo del gran Italo Calvino (y claramente influido por él), escribió este libro divertido, irónico, crítico y al final un tanto desconcertante.
  Margarita Dolcevita (Blackie Books, 2005) es la historia de una jovencita de catorce años de edad, narrada por ella misma. Inteligente, ocurrente, sarcástica, con una visión muy cáustica de la vida actual, Margarita parecería más una joven con alma sesentera que una adolescente del siglo XXI.
  Me explico: su manera de contemplar lo que la rodea: su familia, su escuela, su entorno urbano, sus vecinos, parece difícil de creer en una muchacha millennial (según esto, ella habría nacido en 1991). Es claro que se trata de un alter ego femenino de Benni (el escritor nació en 1947) y por tanto, sus reflexiones corresponden más a las de alguien que hoy tiene 72 años.
  Lo anterior, sin embargo, no le quita brillantez, amenidad y disfrute a la novela. En absoluto. Sólo, quizás, un poco de credibilidad.
  El personaje de Margarita, entonces, es una especie de mezcla de Mafalda (tal vez un alter ego de Quino), Matilda (tal vez un alter ego de Roald Dahl), Holden Caulfield (tal vez un alter ego de Salinger), Marcovaldo (tal vez un alter ego de Calvino) y hasta Huckleberry Finn (tal vez un alter ego de Mark Twain). Su manera de narrar lo que vive y lo que ve resulta en momentos divertidísima y el libro suele sacar sonrisas y hasta repentinas carcajadas, cuando menos en sus dos primeras terceras partes (en la tercera adquiere un tono más serio y sombrío y a mi modo de ver se vuelve confusa y por momentos ligeramente tediosa; no entiendo por qué Benni no siguió en la misma tónica narrativa).
  Margarita vive en el seno de una familia común de clase media, en los suburbios de una ciudad italiana que no se identifica, y un día llega a la casa vecina una familia híper tecnologizada que habrá de cambiarles la vida a la joven narradora y a todos los suyos: sus padres, sus dos hermanos varones, su abuelo y hasta su perro.
  No entraré en más detalles para no vender trama. La novela vale le pena de ser leída y brinda muchos momentos de gran humorismo. Que de pronto llega a coquetear con la corrección política es cierto; pero no en exceso, afortunadamente.
  Sí se las recomiendo. Igual me pueden explicar el extraño e inesperadamente trágico final.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

martes, 24 de diciembre de 2019

Nochebuena


Otra cena de Nochebuena más en casa Hellion, como siempre con deliciosa cena, mucha cordialidad, sonrisas, risas, intercambio de regalos y amor familiar. Hoy fuimos doce asistentes.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Dos santacloses cortesía de la 4T


Para esta Navidad, los chairos y demás simpatizantes de la 4T (los hay, las hay) podrán elegir entre dos santacloses para que les llevan su regalo hasta casita. Aquí las dos opciones (para lo que no tendrán opciones es para el regalo: todos recibirán un ejemplar de "Economía moral", el nuevo libro que dizque escribió el tío Lopitos). ¡Escojan a su Santa antes de que este se los escoja a ustedes!

domingo, 22 de diciembre de 2019

Juan Tovar

Me entero con tristeza del fallecimiento del gran escritor Juan Tovar, a los 78 años de edad. No tuve el gusto de conocerlo pero sí fue muy amigo de mi hermano Sergio y del gran José Agustín. A quien sí conozco –trabajé con él un guión cinematográfico hace poco más de diez años– es a su hijo Juan y aunque no tengo contacto con él desde ese entonces, le mando un abrazo por aquí y mi más sincero pésame.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Un ancestro

"Retrato del Capitán Juan de Villaseñor y Orozco. Fundador de Valladolid (hoy Morelia, Michoacán), encomendero y uno de los conquistadores que llegaron a México en 1519. Estuvo casado con Catalina Cervantes de Lara, hija del capitán y también conquistador, Leonel de Cervantes. Catalina era descendiente de la más pura nobleza española, y tía de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de El Quijote. A Juan de Villaseñor se le conoce como el "Abraham de las Américas", por su extensa descendencia. Su genealogía esta bien trazada y documentada hasta principios del siglo XIV. Es antepasado de varios de nosotros, como por ejemplo Hugo García Michel, Myrna García Michel e Ivette García Michel, entre otros".

Alfredo Peña Pérez-Plazola

jueves, 19 de diciembre de 2019

Gran obsequio de The Warning

Generosamente, The Warning y el equipo que las rodea me hicieron llegar sus dos primeros álbumes (estoy seguro de que grabarán muchos más), dedicados y con los autógrafos de cada una de las tres jóvenes y talentosísimas músicas regiomontanas. Muchísimas gracias a Alejandra, Paulina y Daniela Villarreal, a Rudy Joffroy y a Luis Villarreal. Aquí se los presumo.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Who: ¿el mejor disco de 2019?

Un dato que pocos conocen es que a pesar de ser una de las agrupaciones más antiguas de la historia del rock, The Who ha grabado en total solamente una docena de discos de estudio.
  En efecto, desde 1965, cuando apareció su álbum debut The Who Sings My Generation, hasta diciembre de 2019 en que llega casi inesperadamente su más reciente trabajo discográfico, el cuarteto británico conformado hoy día por los eternos Pete Townshend y Roger Daltrey, con el apoyo de Pino Palladino en el bajo y Zak Starkey (hijo de Ringo Starr) en la batería, sólo ha producido doce discos en 54 años de existencia. Ocho de ellos, los mejores, se concentran en el periodo que va de 1965 a 1978. Luego, tras la muerte de Keith Moon, todo se fue haciendo más esporádico y al terminar el siglo XX, únicamente habían hecho dos larga duración más. Ya en la centuria actual, tan sólo tienen un par: el aceptable Endless Wire (2006) y el sorpresivo y estupendo Who, puesto en circulación apenas este 12 de diciembre.
  ¿Qué es lo que pueden ofrecer musicalmente Townshend y Daltrey a sus respectivos 74 y 75 años de edad? La respuesta es clara y contundente y la dan ellos mismos en los hechos y con su nueva obra: pueden ofrecer muchísimo.
  En un medio musical como el actual, tan mediatizado y comercializado, en el que los avances tecnológicos permiten grabar con una enorme cantidad de trucos de estudio y encumbrar a cualquier mozalbete o mozalbeta hasta las más efímeras y artificiosas alturas, llegan estos dos tipos nacidos en Londres, dos septuagenarios rasposos y sardónicos, obsoletos para un mundo tan millennial, y nos golpean la cara con un trabajo soberbio, en todos los sentidos del término.
  No, no diré que es un álbum a la altura de joyas como The Who Sell Out (1967), Tommy (1968), Quadrophenia (1973) o ese disco entre los discos, esa obra maestra absoluta y perfecta que es el Who’s Next de 1971. Pero sí está a la par de un A Quick One (1966), un The Who by Numbers (1975) o un Who Are You (1978) y por encima de platos como Face Dances (1981) o It’s Hard (1982).
  Who (Interscope, 2019) es para muchos el último disco en la carrera de The Who (aunque lo mismo se dijo cuando apareció Endless Wire, hace trece años. Pero claro, si los londinenses se tardaran otra trecena de años en sacar su siguiente placa (por allá de 2032), ya serían unos venerables ancianos de 87 y 88 años. Sería difícil. Pero otro elepé en dos o tres diciembres, tampoco suena a locura (digo, están a punto de emprender una larga gira por varios países del mundo; la energía sigue ahí, aunque Pete Townshend confesara hace poco que si hay algo que odia son las giras).
  “All This Music Must Fade” es el tema que abre el flamante álbum, una composición a la altura de las grandes piezas de Townshend, con una letra que es algo así como un canto a la inutilidad de la música –o de buena parte de ella, al menos. Sardónico como acostumbra serlo, el guitarrista y compositor deja que Daltrey interprete el tema y lo haga suyo, como sucederá con prácticamente todos los cortes del disco.
  Hay otras grandes canciones, como “I Don’t Wanna Get Wise” (no quiero volverme sabio: genial), “Detour”, “Hero Ground Zero”, “Street Song”, “Rockin in Rage” o la preciosa “I’ll Be Back” (único tema cantado por Pete Townshend y en el que una finísima armónica –¿tocada por Daltrey?– hace un contrapunto cercano al jazz-bossa nova) y hasta incursiones en la canción de protesta, caso de la desgarrada “Ball and Chain” (una crítica a la prisión estadounidense de Guantánamo, en Cuba). En dos tracks, el buen Pete compartió créditos con otro compositor: en “Beads on One String”, con Josh Hunsacker, y en la espléndida y de toques folkies “Break the News”, con su hermano Simon Townshend.
  De pronto asoman reminiscencias del Who’s Next, de Quadrophenia o del By Numbers. Porque el sonido clásico de los Who está siempre ahí, como un sello, como todo un estilo que ha trascendido el tiempo y resulta perfectamente reconocible. Cabe decir que tanto el bajo de Palladino como la batería de Starkey no desmerecen ante el legado inmortal de los inolvidables John Entwistle y Keith Moon.
  En la edición de lujo de Who hay tres cortes extras que no desmerecen con respecto al resto del disco, sobre todo “This Gun Will Misfire” y “Danny and My Ponies”. En el caso de “Got Nothing to Prove”, el sonido es como el de otro grupo y recuerda al que tenían en la era pre-Who, cuando eran los Detours, a principios de los años sesenta.
  Aparecido cuando casi todas las listas de lo mejor del año habían sido publicadas en el mundo, Who no aparecerá en casi ninguna. Es una lástima, porque muchos lo habríamos puesto como el número uno, como el mejor disco de rock de 2019.

(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

martes, 17 de diciembre de 2019

La primera tentación de Cristo

En Brasil, miles de católicos indignados están exigiendo a Netflix que retire La primera tentación de Cristo, un filme paródico de menos de una hora que presenta a un Jesús gay y a una Virgen María que se deja seducir por un Dios calenturiento, mientras José le arma escenas de celos. Aparecen unos singulares Reyes Magos y otros personajes, incluido el amante gay de Cristo, a quien conociera durante su retiro de 40 días en el desierto. Entiendo que al catolicismo más ortodoxo le escandalice esta producción del grupo de comedia Porta da Fonda, una especie de Monty Python brasileño, aunque bastante menor. Como es posible que las presiones terminen por hacerla desaparecer, me asomé a verla y aunque tiene apuntes humorísticos bastante buenos (no aptos para católicos ortodoxos, repito), luego de un comienzo muy simpático, va cayendo hacia un final más bien tedioso. La producción es bastante pobre, aunque las actuaciones en general resultan buenas. Cada quién sabrá si la quiere ver. 

En la foto vemos al Jesús que interpreta el actor carioca Gregory Duvivier. Ojo a los carteles musicales que tiene en su cuarto, incluido uno con la portada del plátano del equivalente judio del siglo I de The Velvet Underground.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Actualidad de La Guerra y la paz de Tolstói

Hay novelas que uno va dejando “para después”, mientras los años pasan, y al final posiblemente el tiempo nos alcance sin que las hayamos leído. De seguro eso me sucederá con varias. Pienso en El Quijote de Cervantes, En busca del tiempo perdido de Proust, la saga de La comedia humana de Balzac, el Ulises de Joyce, El sonido y la furia de Faulkner o el Palinuro de México de Fernando del Paso, por sólo mencionar algunos libros a los que he intentado entrar pero me han repelido por distintas circunstancias. Tal vez algún día lea algunos de ellos. No lo sé.
  Algo semejante me sucedía con La guerra y la paz (o Guerra y paz) de León Tolstói. Dos o tres veces había empezado a leerla, pero a las pocas páginas el libro se me caía de las manos. La trama inicial no me atrapaba y terminaba por desistir. Y eso que Anna Karenina, del propio Tolstói, me fascinó. ¿Qué sucedía entonces con la que se considera la obra cumbre del que quizá sea el mayor literato ruso de todos los tiempos, incluso por encima de Dostoyevski (de quien amo Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, El sepulcro de los vivos –también conocida como Recuerdos de la casa de los muertos– y El idiota, principalmente, y no tanto El doble o El eterno marido que me aburrieron un poquito)? Tampoco lo sé.
  El caso es que hace tres o cuatro meses emprendí de nueva cuenta la lectura de La guerra y la paz (prefiero el título en español con sus respectivos artículos determinados) y esta vez no sólo logré sortear las primeras cincuenta páginas –con su en apariencia frívola descripción de la alta sociedad rusa de principios del siglo XIX, sus fiestas, sus diálogos vacuos y sus relaciones de clase– sino que me involucré en las historias de sus numerosos personajes, hasta dejarme envolver por la atmósfera de ese inmenso y fascinante país dominado por los zares y por el clima de guerra que lo envolvía en aquel entonces, cuando el poderoso Napoleón Bonaparte amenazaba con invadir Rusia y doblegarla a sus intereses (una visión muy distinta a la que presenta mi novela favorita de todos los tiempos, El rojo y el negro, de Stendhal, en la que su personaje principal, Julian Sorel, es gran admirador de Napoleón). 
  La guerra y la paz es un grande y muy extenso fresco (la versión que leí tiene más de 600 páginas, aunque sé que existe otra versión con 200 páginas más y acabo de enterarme de que en Rusia se descubrió hace poco otra con ¡mil 200!) de la sociedad rusa de hace 200 años, en sus diferentes estratos, aunque sobre todo en el de la nobleza. Una nobleza paradójicamente afrancesada, para la cual todo lo francés resultaba elegante y que se veía en la situación de tener que luchar a muerte contra el país que tanto admiraba.
   Por un lado, se trata de un gran relato patriótico, pero sin caer en el patrioterismo. Tolstói tenía un ojo muy crítico y sus personajes y situaciones jamás resultan maniqueas. Por el contrario, personajes como Pierre Bezújov (el héroe de la novela y, se dice, alter ego del propio autor), Nikolái Andréievich, Natasha Rostova, María Bolkónskaya, Andrei Bolkonsky, Platón Karatáiev o el propio general Mijaíl Kutúzov que encabeza al ejército ruso contra las huestes napoleónicas son descritos con sus luces y sus sombras, con sus virtudes (no muchas) y sus defectos (bastantes y en ocasiones demasiados), pero siempre nos resultan cercanos y por momentos hasta entrañables.
  Otro punto que impresiona en el libro es la cruenta descripción de las batallas, en especial la de Austerlitz, y la manera como sentimos que cada soldado caído es un ser humano y no un número estadístico (en ello empariento a La guerra y la paz con otra novela que leí más o menos recientemente: la impresionante Sin novedad en el frente, del alemán Erich Maria Remarque, aunque esta se desarrolla durante la Primera Guerra Mundial). También es terrible la manera como Tolstói describe la destrucción de Moscú, arrasada por los incendios a la llegada de las fuerzas invasoras francesas.
   Dice Mario Vargas Llosa que la novela tiene mucho más que ver con la paz que con la guerra y es cierto. Se trata de un relato eminentemente humanista y hasta compasivo con las desgracias que acarrea en las personas concretas el espanto del conflicto bélico. Eso es lo que le da su carácter universal; aparte, claro, de la genial pluma del gran Lev Nikoláievich Tolstói. Porque además de las circunstancias narradas, el escritor permite que los personajes reflexionen sobre temas filosóficos, sobre el amor, sobre la religión, sobre la lucha entre el bien y el mal, sobre la propia guerra. Pero también conocemos su vida cotidiana y sus conflictos y anhelos sentimentales. Hay parejas que se enamoran o se desenamoran, traiciones personales, rencores, revanchas, amistad, ambición, solidaridad, envidia, maldad, corrupción, valentía, cobardía… En fin, toda esa gama contradictoria que nos define como seres humanos y que no ha variado a lo largo de miles de años. O de doscientos.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Plumas de caballo" del sitio Juguete Rabioso)

domingo, 15 de diciembre de 2019

Un Netflix de libros

Acabo de descubrir que existe un sistema de streaming de libros: Kindle Unlimited, de Amazon. Se paga una mensualidad de 129 pesos y eso da acceso a una biblioteca virtual de más de un millón de títulos. La idea es muy buena, sobre todo porque no es necesario, según leo, tener el lector de Kindle, sino que hay una app que puede descargarse en cualquier celular o tablet y por medio de la misma bajar los libros como quien ve una película o una serie en Netflix o en Amazon Prime Video. Les paso el tip. Yo aún no me decido, porque tengo una pila de libros físicos y electrónicos a la espera de que los lea. Pero suena interesante.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Ciertamente

"Ser escritor es una porquería. Es como tener que hacer la tarea de la escuela por el resto de tu vida".

Hank Moody
Californication

jueves, 12 de diciembre de 2019

Curiosidad folcloroide

Ahora que Café Tacuba está celebrando sus 30 años de existencia, he aquí lo que opinaba yo hace un lustro (12 de diciembre de 2015) acerca de la agrupación. Sobra decir que sigo pensando lo mismo:

"Café Tacuba es un buen grupo a secas. Bueno a nivel nacional o inclusive a nivel de los países de habla hispana. En otras naciones puede funcionar como mera curiosidad folcloroide. ¿Tiene buenas composiciones? Sí. ¿Ha logrado convertirse en un buen espectáculo en concierto? Sí. ¿Es capaz de realizar arreglos interesantes a las canciones de otros? Sí. ¿Ha producido buenos videoclips? Sí. Pero nada más. Quererlos presentar como genios de la música es una tomadura de pelo, un anzuelo que sólo se pueden tragar quienes carecen de un bagaje suficiente como para estar en la posibilidad de comparar, de discernir y de separar los diamantes auténticos de los brillantes falsos".

martes, 10 de diciembre de 2019

Columnas de humo

El departamento de propaganda del actual gobierno se está especializando en levantar columnas de humo para distraer la atención. Justo cuando se aprueba el nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, lo que significa un nuevo doblez ante el gobierno de Donald Trump, se nos trata de distraer con el escándalo del feísimo cuadro del Emiliano Zapata gay que se exhibe en el Palacio de Bellas Artes y que ya produjo hoy un encuentro violento entre campesinos indignados por el cuadro y defensores LGBT de la pinturita de marras. Para complicar más las cosas, se produce la detención de Genaro García Luna en Texas (¿premio de Trump a López por lo bien portado al firmar México el tratado? Who knows). El país es un soberano desmadre y el caos se va a generalizar cada día que pase. Vaya inicio de segundo año lopista, lo que nos espera y nos falta por ver gracias a los pésimos oficios de la 4T (y aún no sabemos lo que opina el EZLN sobre el cuadro de Zapata).

lunes, 9 de diciembre de 2019

Irene


Nunca había leído a Pierre Lemaitre, escritor francés de novela negra nacido en París, en 1951. Irene, el primer libro suyo con el que me topo, me pareció una joya. Editado por Alfaguara en 2008, se trata de la primera aventura dentro de la saga del comandante Camille Verhoeven, quien debe resolver el caso de un sanguinario y peculiar asesino serial. El criminal tiene como característica recrear, en cada uno de sus asesinatos, un episodio de un libro clásico del género. Así, con sumo detalle se dedica a matar a sus víctimas mientras reproduce crímenes descritos por escritores como Bret Easton Ellis. Émile Gaboriau, James Ellroy y William McIlvanney. Este serial killer a la francesa se empieza a conocer en los medios y entre la opinión pública como "El novelista" y el singular Verhoeven, un agente de muy baja estatura y especto poco temible, aunque de gran inteligencia deductiva, se lanza en su busca.

La manera de narrar de Lemaitre es absolutamente descarnada. No se guarda demasiados pudores a la hora de describir las brutalidades cometidas por el asesino y la sangre corre a la vista de los cuerpos mutilados. No es, sin embargo, un escritor barroco, todo lo contrario: honra a lo mejor de la novelística negra estadounidense con un estilo directo y de pocas descripciones, con diálogos agudos y certeros que nos hacen pensar lo mismo en Raymond Chandler y Patricia Highsmith que en James M. Cain  y Jim Thompson.

  El título original de la novela es Travail soigné (algo así como "trabajo cuidadoso") y es muy certero, por la manera como la trama va describiendo el minucioso trabajo de investigación de Camille Verhoeven y su equipo. Si en español se llama Irene, es porque ese es el nombre de la esposa del comandante, quien está embarazada y aparece muy poco en el relato, hasta que se da una vuelta de tuerca tan sorpresiva como impactante y hasta choqueante (no lo contaré, para no echar a perder la lectura a quienes quieran emprenderla).

  Espléndida y absolutamente recomendable, Irene no hace sino atraparnos, conmovernos, sacudirnos y dejarnos con el deseo de continuar leyendo tanto la saga de Verhoeven como los demás libros de Pierre Lemaitre, para mí todo un hallazgo.

jueves, 5 de diciembre de 2019

The Warning se internacionaliza

The Warning sigue en ascenso: luego de su gira del mes pasado por Argentina, ayer y antier el grupo estuvo presentándose en Nueva York. Viene al Vive Latino, por cierto.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Meditaciones a las siete de la noche de ayer en un metrobús repleto

El olor a sudor de la axila de la mujer que amas puede ser el más poderoso afrodisíaco; la peste a sudor del sobaco del tipo que viene a tu lado es el más nauseabundo repelente.

martes, 3 de diciembre de 2019

Reanudamos la mezcla del disco

Estupenda sesión de mezcla con Iris Bringas y el mago de las grabaciones, Jehová Villa Monroy. Trabajamos en cuatro canciones. Nos acercamos a la fase de masterización. 2020 es el año.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Un día lluvioso (en Nueva York)

domingo, 1 de diciembre de 2019

Woody 84


Hay aniversarios que sí vale la pena celebrar: hoy es el cumpleaños 84 de este verdadero genio del cine.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Comida con Pau

Luego de algún tiempo de no vernos, hoy comimos juntos en un restaurante bastante carito de San Ángel. Fue un gusto vernos y ponernos al día. Varios cambios en su vida. Luego de comer, dimos un paseíto muy agradable por el jardín de San Jacinto y otros rincones hermosos del antiguo pueblo. Llegamos hasta un local de artesanías que está en el mismo lugar en donde, cuando yo era niño, había una tienda de mascotas ("la tienda de animales", le decíamos mis hermanos y yo). Me fascinaba que mis papás nos llevaran a ver los perritos, gatitos, las aves y algunos animales más o menos exóticos que ahí se vendían. Hoy, como dije, venden artesanía fina a precios exorbitantes. Tienen por cierto un cocodrilo de madera gigante, casi tamaño natural, de una belleza fantástica. Pregunte el precio: ¡200 mil pesos! Qué locura.
  Pero me encantó ver a Pau.

jueves, 28 de noviembre de 2019

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Jack Ryan, ¿un Rambo para el siglo XXI?

Terminé de ver las dos temporadas de Jack Ryan, en Amazon Prime Video. En principio, una serie promedio, de mucho presupuesto, sí, con un elenco de actores famosos, mucha acción, mucha espectacularidad, pero sin la profundidad dramática de Homeland (con la que se le ha querido comparar). Quizá cabría más emparentarla con la ya vieja 24, igual de maniquea aunque sin su vertiginoso ritmo narrativo, o con algunas películas del agente 007.
  Llena de situaciones inverosímiles (el último capítulo de la segunda temporada está verdaderamente jalado de los pelos) y con un personaje principal cuya verosimilitud  resulta difícil de aceptar, en su papel de investigador de escritorio transformado en espía desobediente y heroico (por más esfuerzos que hace, John Krasinski no puede quitarse la sombra de Jim Halpert, su personaje cómico en la versión estadounidense de The Office), Jack Ryan es una de esas series que obtienen éxito en su momento (ya se trabaja en la tercera temporada y no dudo que haya otras más), para poco a poco ser olvidadas.
  Basada en las novelas best seller de Tom Clancy (un Ian Fleming sin la chispa narrativa de Ian Fleming), autor de libros de espionaje tan conocidas como La caza al Octubre Rojo, Juegos de patriotas o La suma de todos los miedos, entre otros muchos, la serie presenta el clásico punto de vista binario de ese tipo de relatos. Aquí los buenos son los Estados Unidos, su gobierno y sus instituciones de seguridad (en este caso, sobre todo, la CIA) que supuestamente velan por el país y por el mundo occidental. Los malos son los demás: los países árabes, Irán, Rusia, los regímenes “bolivarianos”, etcétera. Espantarse o indignarse por eso, a estas alturas, resultaría ridículo. Así ha sido siempre con el cine y la televisión hollywoodenses y no hay que tomarlo tan en serio. Su maniqueísmo es una marca, una mera convención. Digo, ¿qué son si no las hoy tan de moda cintas de superhéroes basadas en comics o sagas como las de Star Wars o Indiana Jones? Maniqueísmo puro. Buenos contra malos. Ya sólo algunas buenas conciencias millennials se asustan con eso.
  Y sí, Jack Ryan es una serie así de superficial y maniquea. Lo cual nos permite reflexionar sobre su contenido de fondo.
  En la primera temporada, los villanos son extremistas musulmanes afincados en Siria y Afganistán. En la segunda, lo es el gobierno bolivariano de Venezuela. Así, con toda claridad. Sin disfraces. El nudo del conflicto de estos ocho capítulos se encuentra en Caracas. Cierto que el presidente Nicolás Reyes no se parece físicamente a Nicolás Maduro (de hecho, Reyes es un tipo blanco y ojiclaro, muy bien interpretado por el actor español Jordi Mollà), pero resulta obvio que se trata de él, aunque menos burdo, menos grotesco y menos bobo que el presidente venezolano real.
  Hay toda una intriga internacional que lleva a diversos escenarios (de Washington DC a Moscú y de Londres a la selva venezolana), debido a un posible intento de venta de armas nucleares de los rusos al gobierno de Reyes. Ryan, su compañero Greer (el gran Wendell Pierce) y el jefe de la CIA en Caracas (interpretado por el estupendo Michael Kelly, aquel retorcido Doug Stamper de House of Cards) son los tres héroes principales que predeciblemente habrán de salir triunfantes al final de la aventura.
  Como serie, pues, Jack Ryan es un mero divertimento sobre espías y cada temporada tiene aspectos atractivos y aspectos demasiado obvios. Diría incluso que es una serie palomera y sin importancia. Sin embargo, lo que resulta interesante es ver cómo refleja el pensamiento del sector más duro de la derecha republicana estadounidense actual, en especial la más identificada con Donald Trump.
  Tanto la primera temporada (con ISIS y el terrorismo islámico como principales enemigos) pero sobre todo la segunda (con el gobierno de Nicolás Maduro como un ente corrupto, dictatorial, represivo y asesino que pone en riesgo la seguridad continental) muestran que en los Estados Unidos se sigue considerando a ambos entre los principales enemigos y me centro más en el caso de Venezuela, porque nunca había visto una crítica televisiva (más allá de canales de noticias como Fox News) tan abierta al llamado gobierno bolivariano. Una crítica si se quiere demasiado parcial y de pronto hasta burda (“propaganda de guerra grosera disfrazada de entretenimiento”, dijo oficialmente el gobierno de Maduro acerca de la serie), pero que deja al descubierto de qué manera contemplan los halcones de Washington al régimen venezolano y, por extensión, a los gobiernos que le son más afines: ya no Bolivia, con la renuncia de Evo Morales a la presidencia, pero sí Argentina, Nicaragua, Cuba y ahora México.
  En la temporada 2 de Jack Ryan, la injerencia de las agencias de espionaje gringas es abierta y a lo largo de sus ocho capítulos tratan de intervenir (claro, desde el lado de “los buenos”) en la política del país sudamericano. De hecho, en el último capítulo lo hacen abierta y bélicamente (perdón por el spoiler), con un espectacular ataque de marines embozados al mismísimo Palacio de Miraflores, sede del poder gubernamental de Venezuela, y Jack Ryan (el personaje) casi en el papel de un Rambo del siglo XXI.
  La ficción y la ideología pesan… y en ocasiones presagian.

(Artículo que escribí para mi columna "Plumas de caballo" del sitio Juguete Rabioso)

martes, 26 de noviembre de 2019

Sr. Swing, predicando la palabra del jazz

En las grandes ciudades del mundo, especialmente en sus centros históricos, sus plazas, sus metros o sus lugares turísticos, resulta común encontrarse con músicos callejeros de la más diversa índole. En París, Londres y otras urbes europeas, por ejemplo, estos músicos trabajan de manera reglamentada y autorizada por los gobiernos locales, lo que les otorga protección y seguridad. Claro que para tener esos derechos deben pasar algunas pruebas, entre las cuales está la del talento y la calidad artística.
  En la Ciudad de México las cosas no están tan organizadas y muchos músicos tocan en la calle de manera “ilegal”, por lo que deben estar atentos a la intempestiva llegada de la policía que en el mejor de los casos les pide moverse y en el peor, los extorsiona o incluso les incauta sus instrumentos, es decir, su medio de trabajo.
  Todos hemos visto a músicos callejeros de muy distintos géneros y calidades. Algunos asombran, otros resultan simpáticos, otros dan pena ajena, pero todos son respetables y hacen su lucha cotidiana en medio del fragor citadino y de la indiferencia de la mayoría, a menos que su música llame tanto la atención que obligue a detenerse para escuchar y disfrutar.
  Sr. Swing –o Sr. Swing Hot Jazz Band– es un quinteto mexicano de jazz de gran calidad, cuyo sonido remite a los inicios del género, a aquellos años veinte, treinta y cuarenta en que la música Dixieland y el swing reinaban y cuando destacaban músicos como Sidney Bechet, Jelly Roll Morton, Ben Webster y Louis Armstrong, entre muchos otros. 
  Conformado por Vladimir Zárate (guitarra), José Mondragón (clarinete y trombón), Alex Paz (trompeta), Ángel Rodríguez (batería y percusiones) y Sergio Carrera (bajo y contrabajo), el grupo se inició cuando Zárate y Paz se conocieron en un taller para guitarristas en Coyoacán, donde su maestro, quien acababa de regresar de Francia, los introdujo en el universo del jazz manouche o gypsy jazz. Fue así que descubrieron a músicos como Django Reinhardt, Stéphane Grappelli y Bireli Lagrene, pero también a Benny Goodman y Charlie Christian y decidieron que ese era el estilo que querían interpretar. Iniciaron algunos proyectos (Vladimir en la guitarra, Alex en la trompeta y otros instrumentistas) y fueron explorando más música, como el jazz Dixieland, el jazz hot y el swing.
  Al poco tiempo, se integraron Mondragón y Rodríguez y ya como cuarteto, empezaron a tocar en las calles de la ciudad. Así fue como nació Sr. Swing, al que más tarde se sumaría Carrera como bajista, para solidificar la sección rítmica. Sergio los vio un día tocar a las afueras de la estación del metro Etiopía, les comentó que tocaba el contrabajo y de inmediato fue aceptado.
  El nombre de Sr. Swing surgió porque cuando el grupo comenzaba, detrás del lugar donde ensayaba había una iglesia de la que solían escucharse cánticos religiosos y los músicos comentaban entre risas “ya es la hora del Señor del Swing” y así, entre broma y broma, adoptaron ese apelativo.
  “Era el Sr. Swing predicando la palabra del jazz”, dice Vladimir Zárate ante las carcajadas de sus compañeros.
  Pero, ¿cómo fue que decidieron ser músicos callejeros? Cuenta Alex Paz que cuando era estudiante, se juntaba con otros músicos y salían a tocar en la calle. “Desde el principio me gustó sentir ese contacto directo con la gente”, comenta.
  Al preguntarles si para tocar en la vía pública necesitan sacar permisos, comentan que en realidad en la CDMX no existe un permiso como tal y que, si acaso, a algunos músicos se les otorga “una especie de licencia para trabajador no asalariado”, pero que realmente “no sirve de nada y de todos modos los policías te llevan al cívico”. Eso obliga a los músicos a no moverse de puntos que consideran más o menos seguros y hace que no exploren nuevos lugares.
  “Los policías nunca nos dicen por qué nos van a quitar”, comenta Zárate. “Unos que porque estorbamos, otros que porque estamos pidiendo dinero o porque vendemos nuestros discos sin permiso o porque hacemos escándalo”.
  Los integrantes de Sr. Swing cuentan sin embargo que últimamente han tenido menos problemas cuando tocan en la calle, ya que se unieron a un colectivo de músicos callejeros del Centro Histórico de la ciudad en el que existe un censo de integrantes que fue dado a conocer a las autoridades.
  A pesar de las dificultades que implica tocar básicamente en las calles, el grupo se ha vuelto autofinanciable y sus ingresos, lo que recolectan de la gente que los ve, les dan lo suficiente para vivir y permiten que sus cinco integrantes puedan dedicarse profesionalmente y de tiempo completo a tocar.
  Acerca de la respuesta de los transeúntes, Ángel Rodriguez dice que la gente reacciona de diferentes maneras. “Hay quienes se sorprenden cuando nos escuchan, algunos quizá porque no conocen el estilo de jazz que tocamos y otros precisamente porque lo conocen, pero nunca he visto que alguien se moleste con nuestra música. Al contrario, hay a quienes incluso les da nostalgia al oírnos y no faltan los que se ponen a bailar –o al pasar caminando frente a nosotros realizan pasitos de baile–; imagino que porque nuestro repertorio es muy alegre y les hace mover los pies”.
  José Mondragón recuerda que, en cierta ocasión, una señora “se acercó a decirnos que aquel jazz le hacía recordar a su mamá, porque ella solía poner discos de aquella música en su casa. En otra ocasión se nos acercó un hombre bien vestido, pero muy ebrio, que no dejaba de llorar y decía que se iba a tirar a las vías del metro para matarse, debido a una decepción amorosa; pero se quedó a escucharnos –ahí, a la entrada del metro Etiopía–, empezó a alegrarse, se puso a bailar y al final se fue, ya más tranquilo, y nos dejó un billete de 500 pesos. Y una vez que fuimos a tocar a Sayulita, en Nayarit, unos gringos nos dijeron que sonábamos mejor que los músicos de Nueva Orleans, ¡ja ja!”.
  “A los niños también les llama mucho la atención”, interviene Alex Paz. “Sobre todo cuando ven el lavadero que toca Ángel.
  Curioso resulta saber que el lavadero, ese instrumento típico del jazz Dixieland en particular y de la música de Nueva Orleans en general, en realidad es eso: un lavadero portátil para la ropa y que los músicos negros de fines del siglo XIX o principios del XX lo adoptaron y adaptaron como instrumento de percusión. “Vlady consiguió el primero que tuvimos, lo compró cerca del mercado de la colonia Guerrero”, cuenta el propio Ángel Rodríguez. “De hecho, yo soy baterista y nunca había tocado un lavadero. El que tengo ahorita, lo conseguí en la Merced; no en una tienda de música, sino donde venden artículos para la limpieza”, termina divertido. Para percutirlo y llevar el ritmo, Ángel utiliza anillos. “Hay lavaderistas que usan dedales o cucharas, pero yo me acomodo mejor con los anillos”.
  Acerca del repertorio de la banda, este se conforma “con piezas que nos gustan”, comenta Alex Paz. “Ya sea que las escuchemos y las arreglamos o las sacamos de varios libros con partituras, especialmente de jazz, que tenemos. Todos leemos música”.
  “Todavía no tenemos piezas originales, pero sí queremos empezar a componer nuestras propias rolas, para enriquecer el repertorio”, concluye Zárate.
  Sr. Swing tiene por ahora dos discos grabados que suelen venderse durante sus presentaciones, ya sea en la calle o en algunos lugares cerrados donde también llegan a presentarse, como el Terraza Catedral, en el número 4 de la calle Guatemala, en el Centro Histórico. El primer disco lo hicieron en Puebla, gracias a los buenos oficios de una amiga suya. Se grabó en directo, en una sola toma, a lo largo de una mañana. El segundo, Etiopía Jam (2019), es una producción con un sonido más profesional que ya puede escucharse en Spotify y otras plataformas similares.

(Entrevista que me fue publicada el día de ayer en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)

lunes, 25 de noviembre de 2019

sábado, 23 de noviembre de 2019

De pena

Vi en YouTube la más reciente emisión de El Chamuco, el programa de Helguera, Hernández y El Fisgón que les regaló el gobierno gracias a su inconmensurable fidelidad y que se transmite además por dos canales públicos: TV UNAM y el 22 (lo vi porque alguien tiene que hacer el trabajo sucio y mantener informados a ustedes). Su invitado fue el radicalazo vasco Katu Arkonada y el tema: la defensa irrestricta de Evo Morales. En una parte del conciliábulo, Arkonada dijo a sus babeantes anfitriones (no es insulto, realmente lo miraban con una admiración supina -Hernández no estaba, en su lugar apareció un monito de boina cuyo nombre no retuve-, pero las caras de los tres eran de discípulos ante el maestro) que el verdadero riesgo para el gobierno mexicano actual no es la oposición de los partidos políticos, sino la que viene de los "medios tradicionales" (es decir, de la prensa crítica a López) y aunque no lo dijo explícitamente, sugirió que habría que censurar o desaparecer a esos medios. No olvidemos que el tal Katu es asesor de este régimen. Helguera o el monito (no me acuerdo bien) le preguntó que cuál medio recomendaba entonces para informarse con "la verdad y sin fake news". La respuesta del vasco fue de antología: "Yo recomiendo Telesur, donde además colaboro". ¡Telesur, el canal del gobierno venezolano, el canal de Nicolás Maduro! Imagínense nada más. Así está "nuestra" televisión cultural pública.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Valentino, Adame, Molécula...

La pendejada del día esta vez no vino de la mañanera (bueno, todavía no me asomo a ver qué se dijo hoy en ella), sino del diputado de Morena por Tabasco (of all places) Charlie Valentino (sí, así se llama), quien propuso sacar la osamenta de Hernán Cortés del país "porque da mal aspecto y es un foco de infección". No sólo eso, también dijo que se debería expulsar de México ¡a todos los españoles! (¿?). Así la estupidez de los pejezombies (hacía mucho que no usaba tan atinado término).
  Bueno, ya vi y sí hubo otra imbecilidad este día y se dio justo en la mañanera, por parte de un tal Bernabé Adame, "periodista" de Querétaro y seguramente nueva contratación de Jesús Ramírez. Adame se metió de lleno a disputarle a Lord Molécula el corazón de su tlatoani. Su perorata entrará en los anales de la lambisconería nacional como una de las piezas de oratoria más rastreras y humillantes de que se tenga memoria (y la carita complacida de López, al escucharlo, no tiene precio). Palacio Nacional está convertido en la corte de los milagros, escenario de un surrealismo delirante y esperpéntico. Algo tendrá que hacer Molécula el lunes próximo para superar semejante lengüeteo de criadillas.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Una semana después, el asilo a Evo Morales sigue causando controversia en México


La decisión explícita del presidente de México, Andrés Manuel López, de otorgar asilo político al virtualmente ex presidente de Bolivia, Evo Morales, ha suscitado toda clase de reacciones en la opinión pública, en los medios y en las redes sociales del país norteamericano. En efecto, en su conferencia mañanera del pasado martes 12 de noviembre, López Obrador dijo sentirse “muy orgulloso de encabezar un gobierno en donde se garantiza el derecho de asilo; es un timbre de orgullo (...) También que quede claro, y ya después entramos a los pormenores, yo di la instrucción de ofrecer el asilo”.
  La llamada comentocracia, ya sea la del lado obradorista como la del lado antagónico, ha discutido apasionadamente la decisión del presidente López Obrador y la manera como Evo Morales se ha estado moviendo todos estos días, en cuatro camionetas blindadas y escoltado por una catorcena de guardias presidenciales mexicanos vestidos de civil. Lejos de mantenerse discreto y callado, el depuesto ex mandatario boliviano no ha dejado de dar declaraciones contra quienes lo echaron de su país y para ello ha contado con toda clase de facilidades por parte del propio gobierno de México y de su partido, Morena, cuya líder, Yeidckol Polevnsky, es una abierta simpatizante del llamado socialismo bolivariano y los países donde se ha impuesto.
  Los artículos editoriales sobre el tema se han publicado con profusión día a día. Así, en el diario La Jornada, de clara filiación morenista, el articulista Ángel Guerra Cabrera escribió que “el recibimiento de Evo Morales como refugiado político por el gobierno de AMLO hace resplandecer la política exterior mexicana de soberanía, autodeterminación y asilo a los perseguidos políticos en proceso de rescate por el tabasqueño. Fue emotivo escuchar a Evo expresar: ‘López Obrador me salvó la vida’”. Prosigue Guerra Cabrera: “El golpe de Estado contra Evo va dirigido a liquidar un proyecto social extraordinariamente exitoso en nuestra región por sus logros de participación política democrática, cuya expresión más elevada es la creación del Estado Plurinacional de Bolivia, el que acogió en su seno a todos los pueblos originarios de Bolivia”. Con un tono claramente militante, el editorialista afirma que los hechos “han enfurecido a la población originaria y a muchos mestizos, algunos de los cuales comienzan a darse cuenta de lo que significa la ausencia de Evo y un eventual desmantelamiento del proceso de cambios, como los vistos en Ecuador y Argentina, que les arrebataría todos los derechos adquiridos con la Asamblea Constituyente y el Estado Plurinacional. Esa es la intención que se aprecia de los golpistas. Ya comienzan a llamar al país República en lugar de Estado Plurinacional. Con la ilegal autoproclamación como ‘presidenta constitucional’ de la senadora opositora Jeanine Áñez, esta situación no puede más que agravarse. La autoproclamada ya ha sido reconocida por los mismos gobiernos que reconocen al títere Guaidó, incluidos los de la obsecuente Unión Europea. Se trata de una persona con profundos prejuicios racistas que por eso mismo, por la clase social a la que pertenece y sus antecedentes sumamente conservadores, complace a la oligarquía y a Estados Unidos, pero nada a los indígenas y al pueblo boliviano, sean simpatizantes o no de Evo. La resistencia ya comenzó”.
  Más mesurado, el colaborador de Univisión Enrique Acevedo reconoció y aplaudió que “que al menos por un instante el gobierno de México haya recordado su rica tradición de asilo y su vocación humanitaria… Celebro que Evo Morales esté en el país mientras Bolivia encuentra una solución pacífica a la crisis generada por el rompimiento del orden democrático durante la elección presidencial del pasado 20 de octubre, fraudulenta y en la que Evo no tendría que haber participado, según los resultados del referendo constitucional al que convocó su gobierno en 2016”. Aunque más adelante adopta un tono más crítico con respecto al gobierno mexicano: “Por eso le doy la bienvenida a Evo Morales y por eso llevo casi un año criticando en este mismo espacio la política migratoria del gobierno de AMLO que con acuerdos como los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP) y la deportación masiva de familias centroamericanas, traiciona los principios con los que justifica la decisión de otorgar asilo a Morales. Es una contradicción indefendible. Avión privado, recepción VIP y hasta micrófono para intervenir desde aquí en los asuntos internos de otro país cuando se trata de un personaje alineado a los intereses del Presidente. A los niños y las mujeres que llegan de Guatemala, Honduras y El Salvador, los espera en cambio el acoso de la Guardia Nacional, meses de espera en condiciones inhumanas antes de presentar sus casos ante la Comar, detenciones arbitrarias y finalmente la deportación… Este gobierno pretende ser muro y puente al mismo tiempo. Tarde o temprano, uno de los dos se le va a caer”.
  El analista Raymundo Riva Palacio, desde su diaria columna en el periódico El Financiero, se refirió al papel jugado por el canciller de México, Marcelo Ebrard: “El colaborador más funcional que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador es Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores. Esta semana dio muestras de su capacidad al rescatar a Evo Morales, de Bolivia, y, al mismo tiempo, abrirle un tanque de oxígeno político al Presidente, quien se estaba asfixiando en la crisis de seguridad. Una chuza política que le trajo costos y beneficios, pero que logró sus principales objetivos: cambiar la conversación –para ayudar a López Obrador– y retomar la política exterior –escapando por un momento del rol de bombero que le tienen asignado en Palacio Nacional. El gambito está en la díada del costo-beneficio. Los costos por haber llevado a cabo una acción que polarizó a la sociedad –más por el encono hacia López Obrador, quizá, que por rechazo a Morales. Pero el beneficio en el campo doméstico es enorme al arropar al Presidente, quien hasta el domingo estaba peleando solo ante todos, y reforzar su imagen en la opinión pública”.
  En El Universal, Alejandro Aguirre Guerrero escribe: “Traer a Evo Morales a nuestro país, en medio de varias decisiones polémicas del Presidente López Obrador (que han afectado a diversos sectores ciudadanos), cambia la perspectiva que pudiera tenerse sobre un asunto ‘de humanidad’. Por ello, sí discuto se le diera asilo político a un personaje que no conforme con haber perdido un referéndum (donde los bolivianos le pidieron evitara reelegirse), desoyera lo que él mismo convocó y sin escrúpulo alguno buscara un cuarto periodo presidencial. Discuto se le recibiera con bombo y platillo (casi como un héroe de guerra o mandatario nacional en funciones)… El asilo a Evo Morales en México es un guiño hacia Nicolás Maduro y Daniel Ortega o cualquier dictador, por si en algún momento requieren albergue político. Quizás uno de los puntos más ‘peligrosos’ para la popularidad de AMLO es que, al ofrecer ayuda a Evo Morales, se da por sentada su comunión (aunque lo haya negado varias veces) con las prácticas dictatoriales del ex mandatario boliviano… Evo Morales no es tratado como un asilado político, sino como un amigo de la nación, al grado de ser nombrado Huésped Distinguido en la CDMX. Ojalá y no le hayan vendido al ex presidente de Bolivia la idea de usar a México como plataforma para soñar con retomar el poder, pues de ser así, quizás el vecino país del norte respingaría”.
  Más crítico aún, Luis Cárdenas, de MVS, anotó: “Ciertamente, el espíritu socialista de López Obrador provocó un guiño natural a la causa del autócrata boliviano, una simpatía por ‘salvarle la vida’ rescatándolo del ‘golpe de Estado’, aunque hay quien considera que lo de Bolivia se trató, más bien, de una rebelión ciudadana frente al fraude que cometió nuestro hoy huésped distinguido, cosa que es harto diferente de un golpe militar. Sin embargo, sus precipitadas decisiones y los pésimos cálculos de costo político están a punto de pasarle una factura a la presente administración. Después de un octubre y principios de noviembre marcados por el luto, pasando por las tragedias de Aguililla, Culiacán y los LeBarón que, por cierto, son sumadas a las tragedias de todos los días en materia de violencia e inseguridad en el país, la popularidad del Presidente ha comenzado a caer de forma preocupante en lo que ya parece una tendencia estadística. El impulso del Presidente por querer vender ante la opinión pública nacional una imagen de empatía frente a la ‘víctima’ Evo Morales, lejos de generarle simpatías ha polarizado en extremo a la sociedad y coloca a sus seguidores más moderados al borde de un precipicio hacia el radicalismo que pocos quieren asumir. Hoy el riesgo se vuelve una realidad. Si hace meses la tragedia de violencia no estallaba con la fuerza del presente ni la economía pintaba tan mal y había aún la esperanza de que el gobierno conservase sus contrapesos, hoy, dada la instrucción presidencial de otorgar asilo a Morales, muchas de las voces y cuadros de Morena se han volcado a imitarlo para lisonjear la decisión, pintando una caricatura ridícula para todos aquellos que están fuera de la grey lopezobradorista y más apegados a la cruda realidad nacional… Hay muchos más problemas que Evo, pero el gobierno ha encontrado su perfecta caja china, lo que aún no repara es que su interior está cargado de explosivos”.
  Finalmente, con su acostumbrada ecuanimidad, Héctor Aguilar Camín opinó en su columna “Día con día” de Milenio Diario: “Creo que México ha hecho bien en ofrecerle asilo a Evo Morales y en exigir de la OEA un pronunciamiento sobre la necesidad de una transición institucional en Bolivia, una transición que otorgue garantías a los miembros del gobierno depuesto e inclusión política a sus partidarios. Nada tan amenazante como el energumenismo ultraderechista del líder de la movilización anti Evo, Luis Fernando Camacho. Si ese es el post golpe que se impone, veremos regresar a la Bolivia bronca, polarizada, inestable y violenta de otros tiempos. Evo Morales colaboró eficientemente en su propia ruina, llevado por la pasión de mantenerse en el poder. Se pasó de la raya, afrentó a la sociedad que le era adversa, unificó a la oposición y precipitó el fin de un gobierno que, puesto todo junto, había traído buenas cosas a Bolivia: crecimiento, disminución de la pobreza, estabilidad política. No estoy seguro de que su carrera política haya terminado”.

(Publicado el día de hoy en el sitio de Los Angeles Times en español)

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Anti revolucionario

¿Que si soy anti revolucionario? Absolutamente. No creo en las revoluciones violentas. El siglo XX (y antes el siglo XVIII con la francesa) demostró que las revoluciones violentas sólo llevan a defenestrar a un tirano para colocar a otro en su lugar y que eso que llamamos el pueblo sólo es usado y sacrificado. La única revolución del siglo pasado que realmente trajo un cambio profundo en la humanidad fue la revolución contracultural de los sesenta que transformó radicalmente a la cultura de Occidente... y fue pacífica y sin caudillos de pacotilla.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Please Be True

Esta fue la primera canción que escribí, letra y música. La hice el 15 de noviembre de 1969, a la edad de 14 años (y ocho meses) y me salió de pronto, lo recuerdo, al tratar de sacar en la guitarra un tema (“How Many More Times”) del primer disco de Led Zeppelin, acetato que acababa de comprar con el pago de mi primera quincena en el primer empleo que tuve, como office boy, en la empresa para la cual trabajaba mi papá. El resultado final nada tiene que ver con la pieza del Zepp, salvo en ciertas partes de la letra. Musicalmente me vinieron de pronto algunas ideas y así le fui dando forma a la estructura armónica y a la melodía.
  ¿Cómo fue? No sé explicarme cómo fue. No sé muy bien lo que pasó…, pero la canción de pronto ya estaba lista. No recuerdo por qué se me ocurrió que fuera en inglés (un inglés bastante elemental, hay que decirlo), porque incluso más tarde, ese mismo día, escribí otras dos piezas, ambas en español: “Vine a decirte adiós” y “El blues de los hombres infelices”. La letra de “Please Be True” (Por favor sé sincera) no está dedicada a alguien en particular (en ese momento no había una musa inspiradora, aunque en menos de un mes llegaría). Como sea, el resultado fue mi primera canción, escrita hace 50 años.
__________________________________________________________________________________

Please Be True

When I give all my love to you - Please be true.
I will give you all I got to give - Please be true.
I will give you all by myself - Please be true.
We will be together, baby.
Please, show me your love.

I know, I know, I know I’m really gonna love you.
Oh baby, I know, I know I’m really gonna love you.

Will you love me loke a crazy?
How many more times?
I only want your love.
How many more times?

sábado, 16 de noviembre de 2019

50 años como compositor

Entre tanta cosa, se me pasó contarles que ayer cumplí exactamente 50 años como hacedor de canciones. El 15 de noviembre de 1969, a mis catorce años y ocho meses de edad, escribí mis primeras dos composiciones, una en inglés (la primerita): "Please Be True" y una en español: "Vine a decirte adiós". Hubiera querido celebrarlo con bombos y platillos, mas son tiempos de esa austeridad republicana que nos tiene como nos tiene. Pero bueno, ya tengo medio siglo como compositor, con cerca de 700 piezas escritas, 16 de las cuales aparecerán en mi disco, este 2020.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Adiós al Seguro Popular

Ayer, la mayoría en el senado (así, con minúscula) mató a la CNDH; hoy, mató al Seguro Popular. ¿Por qué? Por órdenes de su jefe. Con ello, no sólo se deja sin medicamentos a niñas y niños con cáncer, también se desprotege a 53 millones de afiliados, quienes a partir de hoy quedan en el desamparo médico (prohibido enfermarse). Bien decían que primero los pobres: serán los primeros afectados. Porque el jefe..., él se atiende en Médica Sur. ¡Qué indignidad!

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Fernanda Solórzano y los misterios de la sala oscura

Fernanda Solórzano se encuentra, desde hace varios años, entre los cinco mejores críticos de cine del país. Acuciosa, informada y amena, su impecable prosa es seguida por miles de lectores cinéfilos que la buscan cada mes en las páginas de la revista Letras libres, así como cada semana en sus video reseñas para el sitio de la misma revista; antes llegó a colaborar en medios ya desaparecidos como Viceversa, Cambio y La Mosca en la Pared, además de haber sido conductora de programas de televisión como Filmoteca 40, Confabulario, El Foco, Encuadre y Entrelíneas. Licenciada en Literatura Latinoamericana por la Universidad Iberoamericana, acaba de publicar su primer libro, Misterios de la sala oscura (Taurus). Sobre esta estupenda obra y otros temas es nuestra entrevista con ella.

Mi primera y más que obvia pero necesaria pregunta: ¿cómo surgió la idea de escribir Misterios de la sala oscura?
Surgió de la sensación de que me gusta mucho lo que hago –los ensayos, las críticas semanales–, pero que eso está atado a la coyuntura y a las limitaciones de escribir sobre lo que se estrena y sobre todo lo actual. También tienes que sujetarte a las exigencias del medio en el que publicas, el número de caracteres, una exposición mucho más clara de lo que estás queriendo decir, etcétera. Por más que quieras, no puedes escapar de estas limitantes y a mí se me antojaba romper con todas esas reglas, con todos esos esquemas, hablar de algo que no pareciera “relevante”, hacer asociaciones de ideas que no tuvieran que tener una conclusión única, jugar incluso con la manera como yo veo el cine. Quería dejar de hacer una crítica tradicional, en la que debes plantear muy bien tu hipótesis y llegar a una conclusión muy clara, y aventurarme más en la idea del ensayo literario, en la que conforme escribes vas descubriendo lo que quieres decir. Esa era la idea básica. Porque tampoco quería que mi primer libro fuera una recopilación de notas ya publicadas, lo cual hubiese sido mucho más sencillo. Eso habría tenido más sentido en los tiempos en que no existía internet, ya que hoy casi todo está a la mano de cualquiera que lo busque. En conclusión, quise que el libro rompiera el esquema de trabajo que yo había tenido normalmente hasta entonces y marcar el inicio de una nueva etapa en ese mismo trabajo.

¿Cómo diseñaste la estructura de los nueve ensayos que conforman el libro –ensayos que contextualizan varios temas alrededor de cada película– y por qué elegiste cada una de las cintas?
Quería escribir de algo más que de películas…, a partir de las propias películas. Para ello pensé en cintas que me dieran pie para hablar de temas que quería abordar y que me interesaban. Temas como la violencia en grupo, la violencia individual, las relaciones entre mujeres y hombres; cosas que están todos los días sin importar el momento y cómo algunas películas se han convertido en paradigmas de esas y otras temáticas que abordo en el libro. Va a sonar un poco pretensioso, pero fue como pensar en un poliedro cuyas distintas partes se conjuntaran y convergieran. Ahora, sí hay en el libro una inclinación hacia una época específica, la del nuevo Hollywood, porque es la época que más me gusta, la que renovó la forma de hacer cine y sigue influyendo en el mejor cine que se hace actualmente. El cine de autor que viene de esa época sigue siendo de interés para muchos. Se colaron una o dos películas que tal vez yo no incluiría entre mis preferidas, caso de Forrest Gump, pero que me permitieron ejemplificar un tipo de cine que me dejaba hablar de ciertos temas. También quería que todas las cintas hubieran pasado cierta prueba del tiempo (por eso la más reciente, The Matrix, es de 1999) y tuvieran ya cierto espacio en el imaginario colectivo; no nada más en el cine, sino fuera de éste. Porque a veces la gente se refiere a ciertos personajes como Vito Corleone, de El Padrino, con gran familiaridad, como si estuvieran entre nosotros, incluso aunque no se haya visto la película. Me pasó con muchos chavitos que no han visto Tiburón, pero reconocen el póster de la cinta.

¿Cuál es el hilo conductor entre todas las películas y por ende, entre todos los capítulos del libro?
Te apuesto a que las nueve películas tendrían un equivalente contemporáneo, aunque no sea tan popular. Con esto quiero decir que todas las películas tocan fibras y tocan problemas que no hemos resuelto. Porque no tienen solución. ¿Cómo solucionas la violencia? Muchas cosas están en la naturaleza humana. De la misma manera, las nueve películas tocan temas que no se agotan y que siguen interesando, preocupando, agobiando. Por ejemplo, existen muchas películas que podrían funcionar alrededor del debate feminista que generó a principios de los años setenta El último tango en París, más allá de que se trata de una película que por su temática hoy día quizá no se podría filmar. Cuando murió su director, Bernardo Bertolucci, en noviembre del año pasado, se reinició ese debate, otra vez con las mismas peleas de hace casi medio siglo. Lo que intento mostrar en el ensayo es que dependiendo desde dónde la vieras, podría resultar contraria al movimiento feminista actual, aun cuando en su época una tendencia del feminismo la veía como una cinta absolutamente liberadora y el propio Bertolucci creó un personaje femenino que no se había creado en el cine hasta ese momento. Pero es lo mismo de toda la vida: si sacas de contexto una película y sólo quieres ver lo que quieres ver, entonces siempre vas a tener este anteojo selectivo. De cada filme se puede derivar una lectura ideológica; pero si le pones por delante otra lente, ya dejas de verla más allá del prejuicio. Otro caso que puede servir para ejemplificar esto es el de Taxi Driver, de Martin Scorsese. Cada vez que veo esos casos de asesinatos en masa que se dan en los Estados Unidos, no puedo sino recordarla. El perfil del personaje principal es como el de los actuales asesinos: el hombre desposeído que siente que le han robado sus privilegios, un hombre que conoce el manejo de armas y que se encuentra convencido de que lo que hace está bien… Es algo que sigue sucediendo. El personaje de Robert de Niro podría ser ahorita un votante de Donald Trump. ¿Cuál es entonces el hilo conductor entre los nueve filmes que trato en mi libro? Que todos abordan temas que podrían tener su contraparte, tanto en la realidad presente como en el cine presente.

¿Cuál fue tu método de trabajo y cuánto tiempo te llevó hacer el libro?
Muchísimo tiempo, casi ocho años. Pero no trabajé en él ininterrumpidamente. Cómo pasa siempre: lo dejas para el final de tu día de trabajo, al final de tus ocupaciones remuneradas; había meses en que no me ocupaba de él; luego vino la enfermedad y la muerte de mi madre… Cosas. Fue mucho tiempo porque lo dejaba y lo retomaba. Pero ya que me encarrilaba con una película, lo primero era verla una y otra vez, más allá de que ya la hubiera visto con anterioridad, pero verla ahora con un nuevo filtro. Dentro de la estructura de cada ensayo hay tres hilos que se entrecruzan. Uno es la biografía tanto del director como del guionista o incluso del actor principal, si es que este tuvo una participación casi de coautor. Dos, conocer cómo fue recibida en su momento la película, porque ahí empezaba el debate. No quise citar reseñas recientes, sino aquellas que hubiesen sido publicadas cerca del estreno. Ver qué decía la película que no se hubiese dicho ya. Esto era un reto, porque de cada una de ellas se ha escrito muchísimo y yo no quería caer en repetir lo ya dicho, tampoco en lo obvio. Busqué todo aquello que me permitiera darles una lectura más fresca. Por cada ensayo, fue un 80 por ciento de tiempo de investigación y lecturas y sólo un 20 de escritura. Pero sobre todo traté de disfrutar el proceso. Y aquí le quiero dar un crédito a Fernando García Ramírez, una persona a la que yo aprecio mucho, como amigo pero más como colega. Fernando fue crucial en animarme a escribir un libro. Yo le dije una vez que quería hacerlo y él no me dejó ir. Fue como una especie de editor sin nada visible a cambio, fue pura generosidad. Todo el tiempo me retroalimentaba con ideas, observaciones y comentarios. Es muy cinéfilo y me recomendaba bibliografía sobre los temas, más allá de lo estrictamente cinematográfico. Me abrió muchísimas puertas. También fue un acicate que valoro mucho. Sin su apoyo y su ánimo, creo que varias veces hubiera dejado por la paz la escritura del libro.
¿De dónde viene tu afición por el cine?
Llegué al cine quizá más tarde que la generalidad de los críticos y cinéfilos. Fue como una extensión de mi amor por la lectura. Lo que más me gusta en la vida es leer. Eso me vino de mi madre. Yo la veía ponerse a leer y perderse en ello durante tardes enteras. Se olvidaba de mí, de mi papá y de todo lo que la rodeaba. Me fascinaba verla y me preguntaba qué era lo que la mantenía en esa especie de trance. Esa curiosidad me hizo acercarme a los libros, a sus libros, que tal vez algunos no eran apropiados para una niña. Mi mamá leía ficción sobre todo, pero también le gustaba mucho la historia. Entre los primeros libros que leí había algunos que ni siquiera entendía del todo. Recuerdo entre ellos Conversación en la catedral, de Mario Vargas Llosa; también leí a Luis Spota, cuyos libros eran un laberinto político que tampoco entendía, pero yo creo que no me hizo daño. Mi amor por la lectura tiene que ver también conque soy muy introvertida y solitaria. Soy hija única y a veces cumplo con los clichés de los hijos únicos. Me agobian las fiestas, me agobia el ruido. Te acostumbras a ser tu propia compañía. Entonces los libros y el cine se convierten en ese amigo que no interfiere en tu vida y que hace lo que tú quieres.

Empezaste con la lectura y eso te llevó al cine, ¿cómo se dio ese paso?

Antes, para ver cine tenías que ir al cine. No era como hoy, en que muchos chavos comienzan a ver cine porque tienen a su disposición diversas plataformas. Por lo tanto, tuvo que ser hasta que me volví más independiente y pude empezar a salir sola de mi casa y manejar el carro que comencé a ir, por ejemplo, a la famosa Muestra Anual de Cine. En esos años, si no veías las películas durante la Muestra, ya no las veías nunca. Me iba a los ciclos en el Centro Cultural Universitario. Era mi forma de salirme de la casa. Primero me llegó la necesidad de encontrar algo que fuera una extensión de la literatura, encontrar otros mundos, otros ambientes, y así me fui formando un gusto como cinéfila. Descubrí el placer de estar sola en una sala oscura, frente a una gran pantalla.



¿Y en qué momento decidiste empezar a escribir de cine?
Fue algo muy curioso. Estudié Letras Latinoamericanas en la Universidad Iberoamericana, sin saber que iba a dedicarme a escribir. Todavía estaba en la escuela cuando entré a trabajar en la revista Viceversa. Ya me gustaba escribir, sobre todo ensayos; nunca me interesó escribir ficción. De pronto descubrí que escribir sobre las películas que me gustaban era algo que encajaba con dos cosas que me interesaban: ver cine y hacer textos sobre lo que veía.

Entonces no te volviste crítica por ser una cineasta frustrada, como dicen los que odian a los críticos.
¡No, jamás! Sólo de imaginarme en el centro de un rodaje me parece la peor pesadilla. Tener que coordinar todo, resolver problemas logísticos, lidiar con los actores. ¡Qué horror! A mí me gusta ver películas y contagiar mi entusiasmo o mi irritación o lo que sea. La posibilidad de escribir de cine surgió cuando Naief Yehya, el crítico cinematográfico del suplemento “Sábado”, del diario unomásuno, suplemento que dirigía Huberto Batis, se fue a vivir a Nueva York. Entonces Mónica Braun me dijo que por qué no le proponía a Huberto ocuparme de esa sección. Yo dudé, porque nunca había reseñado películas de manera profesional; además, no me sentía como para llenar los zapatos de Naief y aparte estaba la “leyenda negra” de Batis. Mónica me dijo que nada se perdía llevándole un texto y ella misma me acompañó a verlo. Le llevé un ensayo, se lo dejé, lo publicó y como obtuvo buena respuesta, me propuso que me quedara con la sección de cine. Como ya iba a tener un espacio semanal, entendí que debía profesionalizarme y empecé a hacer una especie de carrera autodidacta en la que me puse a estudiar teoría, géneros, historia del cine. Por suerte, desde entonces ya nunca dejé de escribir. Estuve en “Sábado” casi cuatro años; después pasé al suplemento “Confabulario”, de El Universal, que coordinaba Héctor de Mauleón; estuve en el experimento de revista que fue Cambio, que era la versión mexicana de la publicación colombiana del mismo nombre que dirigió Gabriel García Márquez; y también fui por algunos años la crítica de cine de La Mosca en la Pared que dirigías tú.

¿Cómo aprecian el cine las nuevas generaciones, en estos tiempos de plataformas digitales en los que puedes ver una película en un teléfono celular?
Es claro que la apreciación de las películas ha cambiado mucho. No quiero sonar anticuada o decir que todo tiempo pasado fue mejor, pero las plataformas no necesariamente hacen un buen trabajo de curaduría. Finalmente, necesitas una guía que a veces el internet, con toda la sobreoferta que tiene, no te da. Hay tanto que ver todo el tiempo que la gente se pierde. Aparte, no necesariamente las mejores películas llegan a la cartelera. Pero es un problema que no se limita al cine, sino que lo abarca todo y a veces resulta paralizante. Por ejemplo, con la música: antes esperábamos con ansiedad que saliera tal disco y ahora lo tienes enseguida y casi gratuitamente. Por supuesto que hay una parte increíble en eso, pero da una sensación de no poder abarcarlo todo que llega a ser desesperante. En cuanto a las nuevas generaciones, no quiero demonizar a los millennials ni mucho menos, pero siento que como hoy todo está disponible, existe menos interés por conocer otras cosas. Por ejemplo, ahora que se estrenó la nueva película de Quentin Tarantino, leí varias reseñas de críticos estadounidenses que hacían berrinche porque muchas personas no habían entendido la cinta, pues no tenían idea de quiénes eran Charles Manson, Sharon Tate o Roman Polanski. Y eso sí afecta en otro nivel: ya no nada más en qué eliges ver, sino en cómo lo ves. Estamos ante una revolución digital que tiene muchas ventajas pero que a la vez todavía no acabamos de entender.

¿A dónde va el cine entonces, a dónde van los misterios de la sala oscura?

La pregunta de los mil millones. Desde el punto de vista de la exhibición y la distribución, el dilema es si las plataformas o las salas. Esa es la discusión, porque es algo que pone en jaque a la producción misma. Hay directores como Martin Scorsese que ya prefirió que su más reciente película fuera para Netflix. Debo confesar que a mí cada día me cuesta más ir a una sala de cine, en donde todo el mundo está viendo el celular. Persiste esta idea romántica de la pantalla gigante, la sala oscura… y estaría muy bien, si solamente fuera eso. Pero ahora hasta en las funciones de prensa de los festivales, donde se supondría que todos los asistentes están ahí por el interés en los filmes, la gente está comiendo o atendiendo sus teléfonos. Cada vez es más difícil esa experiencia ideal. Sería entonces muy hipócrita si dijera que las plataformas y las pantallas chicas están matando al cine, cuando yo misma las uso con tal de ver una película con tranquilidad y en silencio. No creo que se acaben las salas de cine, ya que proporcionan una vivencia distinta. Lo que sí sería mortal es que se apueste siempre por las cintas calculadas para recuperar la taquilla: las franquicias, el cine de superhéroes, las comedias románticas… Que existan, pero que exista también el cine de búsqueda. Aunque es más un deseo que una predicción.

(Entrevista que me publicó el día de hoy la versión en español de Los Angeles Times)