domingo, 29 de diciembre de 2019

Los idus de marzo

Aunque en primera instancia podría ser considerada como una novela histórica, en el fondo Los idus de marzo, de Thornton Wilder (Madison, Wisconsin, 1897-1975), pertenece también al género negro, al género de crímenes y de suspense.
  La edición que acabo de leer es de la colección "El libro de bolsillo", de Alianza Editorial (tercera edición, 1984), aunque la novela fue publicada inicialmente en español por Emece Editores, en Buenos Aires, en 1967. Sin embargo, Wilder la publicó, en su  versión original en inglés, en 1948. Tardé muchos años en leerla, ya que el volumen lo compré en la librería Gandhi por allá de 1985 y durante más de 30 años había permanecido virgen de lecturas en los estantes de mi biblioteca, hasta que este 2019 decidí leerla al fin... y qué buena decisión fue haberlo hecho.
  Los idus de marzo narra los prolegómenos del asesinato de Cayo Julio César, Supremo Pontífice y Dictador del pueblo romano, en los estertores de la República, cuarenta y tantos años antes de la era cristiana. Para estructurar el relato, Wilder lo hizo mediante la reconstrucción ficticia de cartas personales, diarios, poemas, panfletos y pintas en las calles, tanto de César como de sus familiares, amigos, amantes, fieles y enemigos, y lo hizo de manera extraordinaria. Un formato que en un principio podría parecer soso y aburrido, resulta tremendamente entretenido y apasionante, ya que las múltiples voces que van dando desarrollo a la historia la enriquecen y la vuelven variada y llena de detalles fascinantes.
  La novela es la crónica de una muerte anunciada. Ya sabemos que Julio César va a ser traicionado y muerto por un  grupo de senadores romanos, encabezado por quien era para él tan amado como un hijo: Bruto. Lo interesante entonces es ver todo el proceso que condujo al trágico y sangriento final.
  Hay muy diversos personajes en el libro: desde Cicerón y el poeta Catulo, hasta Cleopatra y Marco Antonio, pasando por muchos otros más o menos secundarios. No obstante, la figura que domina la trama es el propio Julio César, a quien descubrimos en toda su humanidad, aunque no podamos saber cuánto está basado en hechos históricos y cuánto en la imaginación de Wilder.
  Las largas cartas que le dirige a su amigo Lucio Mamilio Turrino están llenas de riquísimas reflexiones filosóficas sobre el amor, la amistad, la vida, la muerte, el poder, la lealtad, la traición, la cultura, el arte ("No sólo me inclino ante lo inevitable: también me fortalezco en su contemplación. Las obras humanas son más admirables si se consideran las limitaciones que las condicionan").
  Pero en la novela también hay acción, misterio y suspenso. César sabía que querían asesinarlo y lo aceptaba casi como un sino inevitable: “Me cabe poca duda de que pronto o tarde moriré a manos de un tiranicida (…) Desearía fuese la daga de un patriota la que me derribase, pero estoy igualmente expuesto a las de un loco o un envidioso”. Y aún así, cuando es asesinado en el senado por los afilados puñales de los traidores, no puede menos que llenarse de asombro al ver que uno de los tiranicidas es precisamente su querido Bruto.
  “Al ver que estaba rodeado por todas partes de dagas desnudas, se envolvió la cabeza con las vestiduras y, al mismo tiempo, con la mano izquierda, arregló los pliegues tapándose los pies para que, al caer, la parte baja de su cuerpo quedase decorosamente cubierta”, narra Thornton Wilder en el momento cumbre del relato.
  Una enorme novela, hoy por desgracia casi olvidada. Un libro impresionante.

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