viernes, 30 de noviembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (88)

En 2008, Neil Young recibió un curioso honor que no ha sido concedido a muchos músicos, si es que a alguno: una nueva especie de araña fue bautizada con su nombre. La idea surgió del biólogo Jason Bond, de la Universidad de East Carolina, en los Estados Unidos, quien descubrió una nueva especie arácnida y decidió llamarla como su músico favorito. Esta nueva especie se llama desde entonces Myrmekiaphila Neilyoungi. "Hay reglas bastante estrictas sobre cómo puedes nombrar a las nuevas especies", dijo Bond en un comunicado y concluyó: "Mientras esas reglas sean seguidas, puedes darle a una nueva especie cualquier nombre que te plazca. Respecto a Neil Young, realmente disfruto su música y siento un gran aprecio por él como activista a favor de la paz y la justicia". Bond descubrió la nueva especie en 2007 en el condado Jefferson, en Alabama.

jueves, 29 de noviembre de 2018

La radio mexicana en 1968

Hoy día, la radio musical que existía en México hace 50 años, en un año axial como lo fue 1968, resulta inimaginable. Cuando vivimos un presente en el que plataformas para escuchar y/o ver música en streaming como Spotify, iTunes, Apple Music, Tidal, SoundCloud o YouTube son parte de nuestra cotidianidad, ¿cómo podríamos concebir un tiempo en el que no existían no sólo internet sino ni siquiera la frecuencia modulada (FM) y todo se limitaba a una treintena de estaciones de amplitud modulada (AM), de las que apenas tres se dedicaban a tocar rock (o “música moderna”, como se acostumbraba llamarlo en ese entonces)?
  En 1968, yo tenía trece años y cursaba el segundo año de secundaria en una escuela de gobierno, a una cuadra del centro de Tlalpan (que no era ni por asomo el Coyoacancito que es en la actualidad, sino una plaza casi pueblerina, con su pintoresco kiosko, sus verdes bancas de hierro forjado, sus viejos portales, su colonial iglesia y su vetusto palacio de gobierno). Por la influencia de mi hermano mayor, yo amaba el rock que ese año se encontraba en pleno apogeo, con extraordinarios discos de intérpretes a quienes hoy consideramos clásicos, pero que en aquel momento eran jóvenes veinteañeros que producían música asombrosa, especialmente en Gran Bretaña y los Estados Unidos (en México, el panorama musical era –al igual que hoy– de infinita tristeza).
  A falta de medios que difundieran el género y a lo caros y difíciles de conseguir que eran muchos de los mejores discos, la radio en AM constituía nuestra única opción, nuestro pequeño oasis, a pesar de lo mala que era. Tres eran básicamente las estaciones que difundían rock en inglés: Radio 590 (que aún no se llamaba “La pantera de la juventud” (sic), Radio Éxitos y Radio Capital. A lo largo del día, las tres eran prácticamente idénticas y se dedicaban a tocar las canciones más exitosas del hit parade estadounidense, es decir, lo que hoy llamamos “sencillos”. Esto iba desde grupos y cantantes fresísimas (lo sé, ese término ya no se usa), como los Union Gap, Lulu, Barry Ryan, los Ohio Express, La Compañía 1910 (en realidad, The 1910 Fruitgum Company) o Los Monkees, hasta algunos más “pesados”, como Strawberry Alarm Clock, The Turtles, The Association, los Box Tops, Donovan, los Kinks, los Animals, los Rolling Stones y, por supuesto, los Beatles.
  Había diferentes locutores, en su gran mayoría de edad adulta, que se dirigían a nosotros, los jóvenes, como si fuésemos retrasados mentales. Creían que alzando la voz (de hecho, gritando) y haciendo chistes malísimos, se ganaban la simpatía de los radioescuchas. No es que en esos días uno fuera muy crítico, pero algunos de aquellos loros resultaban francamente intragables. La estructura era casi siempre igual: comentarios del locutor, de pronto con alguna noticia sobre los grupos y solistas que ponía, luego una canción que no solía rebasar los tres minutos de duración y en seguida una sarta de seis o siete anuncios comerciales sobre los más diversos y superfluos productos.
  A determinadas horas había programas específicos, algunos pésimos (en especial los de concurso, en los que ponían a competir a dos grupos: Monkees contra Beatles, Rolling contra Beatles, Creedence contra Beatles, etcétera –era la época de la beatlemanía, así que todos los otros grupos debían “enfrentarse” a los de Liverpool–, para que uno llamara por teléfono a la estación respectiva y diera un voto por su favorito) y otros bastante aceptables, sobre todo en horas de la noche.
  De aquel tiempo, recuerdo muy especialmente Vibraciones, una emisión extrañísima pero fascinante (fascinante, vista con la perspectiva de aquella época; hoy resultaría ridícula y pretensiosa). El programa era transmitido de lunes a viernes, de 9:30 a 11 de la noche, por Radio Capital, casi al final del cuadrante, y era conducido por Manuel Camacho, un locutor de hablar muuuuuy pausado, casi pacheco, que decía cosas “trascendentes” (a veces verdaderos galimatías que nadie entendía). Pero lo que en verdad importaba y por lo que Vibraciones era tan seguido por quienes queríamos saber de rock más allá de las malhadadas listas de éxitos, era por la música que ahí se programaba.
  Gracias a Vibraciones, muchos conocimos a Janis Joplin and the Holding Company, a Jefferson Airplane, a Bob Dylan, a Canned Heat, a Jimi Hendrix, a los Doors, a Pink Floyd, a It’s a Beautiful Day, a The Corporation y un largo etcétera. Incluso un grupo que en los años siguientes se haría popularísimo en México, al grado de que algunos que nos sentíamos exquisitos lo llegamos a despreciar, sonó por primera vez en aquel programa. ¿Su nombre? Creedence Clearwater Revival, los famosos Cridens.
  Ese era pues el panorama radiofónico que gozábamos o sufríamos (según se vea) los adolescentes mexicanos (o al menos los defeños) de la segunda mitad de los años sesenta del siglo pasado. Inimaginable para las generaciones actuales, pero en el fondo era una radio que tenía su encanto. O no.

(Primera entrega para mi columna "Memorias de una mosca", publicada el día de hoy en Noisey, el sitio de música de la revista Vice)

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Sandinista!

¿Qué le sucedió a The Clash entre 1979 y 1980? O para mejor decirlo: ¿qué les pasó a las cabezas del cuarteto como para concebir un pretencioso e hipercorrectamente politizado álbum triple?
  Sandinista! (1980) es una absoluta locura, a la vez fascinante y hartante; un trabajo tan desproporcionado que uno no puedo sino estigmatizarlo y al mismo tiempo disfrutarlo en su ambición globalizadora. Si en London Calling había blues, jazz, reggae, ska y rockabilly, en Sandinista! no sólo están presentes esos géneros sino que se añaden otros muchos, desde música disco hasta gospel, world music, funk, dub, vals (de verdad), psicodelia y hasta tonadas infantiles (un crítico en su momento comentó irónico: “incluso incluyen un par de cortes de The Clash”).
  Todo es excesivo en este trabajo en el cual la banda parecía querer demostrar, de manera un tanto arrogante, que podía tocar de todo, aunque no siempre lo hiciera bien. Debido a ello, muchos de los seguidores del grupo, incluidos aquellos más fanatizados, rechazaron el álbum o sólo aceptaron algunos pocos de sus treinta y seis temas (básicamente seis: “The Magnificent Seven”, “Hitsville UK”, “Somebody Got Murdered”, “Lightning Strikes (Not Once But Twice)”, “Police on My Back” y “The Call Up”, aunque algunos agregaron otros ocho, a saber: “Junco Partner”, “Ivan Meets G.I. Joe”, “Leader”, “One More Time”, “If Music Could Talk”, “Sound of Sinners”, “Washington Bullets” y “Charlie Don't Surf”; de hecho, ha sido usual entre muchos seguidores del grupo tomar estos catorce temas para grabarlos aparte y tener su propia versión “purificada” de Sandinista!).
  Confuso y en buena parte fallido, el cuarto álbum de The Clash resultó a final de cuentas un desastre, aunque para algunos se trate de un desastre muy divertido.

(Reseña que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 20, dedicado a The Clash y publicado en mayo de 2005)

lunes, 26 de noviembre de 2018

The Rise & Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars

El disco por antonomasia de David Bowie, su obra mayor. ¿O es que se le ha sobrevalorado durante cuarenta y siete años? Si en The Man Who Sold the World hubo intentos de hacer uin disco conceptual, con The Rise & Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars (1972 ) esos intentos se cristalizaron de manera genial y prácticamente perfecta.
  La historia de una estrella de rock andrógina y de origen extraterrestre es el pretexto para llevarnos a lo largo de un viaje por las obsesiones, las fobias, las visiones y la posición crítica de Bowie acerca del mundo real extrapolado a la fantasía. Así, los diversos temas van narrando una historia pero también una falacia: la del ambiente del rock a principios de los setenta, un rock que comenzaba a padecer de gigantismo e hipertrofia. Y si las letras son duras y ácidas, la música las viste de una exacta envoltura instrumental, cosa que resalta en todos y cada uno de los once temas que componen el álbum.
  Con un Mick Ronson en plenitud de forma y un Bowie inspirado y apasionado-apasionante, cortes como “Five Years”, “Lady Stardust”, “Rock ‘n’ Roll Suicide”, “Moonage Dream”, “Soul Love”, “Suffragette City” o “Ziggy Stardust” mueven, remueven y conmueven al escucha con una fuerza que lejos de disminuir se hace más fuerte con el paso del tiempo.
  Un disco futurista que aún tiene un enorme y largo futuro. ¿Un disco pretensioso? Sí, pero que supera sus pretensiones. ¿Un disco sobrevalorado? No lo sé, pero definitivamente vale su peso en arte.

(Reseña que escribí para el Especial No. 10 de La Mosca en la Pared, publicado en abril de 2004)

domingo, 25 de noviembre de 2018

sábado, 24 de noviembre de 2018

Cámara húngara: ¿Quiénes son los conservadores?

Nos encontramos a una semana exacta de que Andrés Manuel López Obrador tome posesión formal como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Y digo formal porque el tabasqueño, de hecho y en los hechos, tomó posesión desde el 1 de julio pasado, sin que el gobierno de Enrique Peña Nieto metiera las manos.
  ¿Se trata de que al fin la opción progresista y de izquierda llegó al poder, después de tantos años de lucha? ¿Estamos a punto de ver en Palacio Nacional a un primer mandatario demócrata, abierto a la modernidad y heredero de la tradición de los hombres de la Reforma, como Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez y tantos otros integrantes del Partido Liberal del siglo XIX?
  López Obrador ha insistido durante las últimas semanas en llamar a sus adversarios “los conservadores”, es decir, herederos de la ideología conservadora de los Lucas Alamán, Miguel Miramón, Tomas Mejía, Félix Zuloaga, etcétera. Recordemos que aquellos conservadores peleaban por un México centralista, en el que todo el poder estuviese concentrado en un gobierno fuerte y cerrado. Su pensamiento tenía un fuerte componente moralista, religioso y militarista. Eran los principales enemigos del federalismo. Y he aquí que aparece la paradoja.
  Las propuestas de cambio que ha propuesto y está aplicando Morena, el partido que controla las cámaras de Diputados y Senadores, no van en absoluto en una dirección que nos recuerde los postulados del liberalismo decimonónico del que ese instituto político se siente heredero. Todo lo contrario. El poder en el obradorato tenderá a ser abiertamente centralista, con una idea religiosamente moralista de la convivencia social, con una fuerte presencia militar, con un control férreo de los medios estatales de comunicación y con una abierta tendencia a minar la autoderminación de los estados de la república y, con ello, a dinamitar el federalismo.
  Ahí están los cambios legales que con inusitada prisa están realizando los legisladores morenistas, al más rancio estilo de lo que fue la aplanadora priista a lo largo de 70 años. Los llamados superdelegados, la Guardia Nacional, la concentración de poderes en el ejecutivo, la anunciada Constitución Moral, son tan sólo algunos ejemplos del conservadurismo político que podría conducirnos a largos años de autoritarismo y falta de libertades, muy destacadamente la libertad de expresión.
  López Obrador suele aparecer públicamente con las figuras de Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas a sus espaldas. En aras de la congruencia, debería cambiarlas por las de Anastasio Bustamante, Porfirio Díaz y Manuel Ávila Camacho. Las de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo resultarían demasiado obvias.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (87)

En su autobiografía Somebody to Love?: A Rock-And-Roll Memoir, la cantante y compositora Grace Slick (Jefferson Airplane, Jefferson Starship) cuenta que en 1968, durante una gira en la que el Aeroplano alternó con Los Doors, tuvo un encuentro sexual con Jim Morrison.
  Todo sucedió una noche en la que ella, excitada por lo mucho que la atraía Morrison, decidió ir hasta la habitación de éste. La entonces joven y muy bella Grace llamóa a la puerta y Jim la invitó a pasar. Cuenta ella que tirados en la cama se comieron un plato de fresas y después tuvieron sexo.
  “No fue como en la película Nueve semanas y media, con Kim Basinger y Mickey Rourke usando alimentos como lubricante erótico", cuenta Slick en su libro. "Fue más como un juego de jardín de niños. En aquellos días, él era un muchacho muy apuesto. Su pene era ligeramente mayor que la media y aún era lo bastante joven como para mantener la erección por largo tiempo. También era sorprendentemente amable. De alguna manera, yo había esperado una especie de frenético ritual horizontal. Es interesante; los tipos más maníacos en el escenario pueden ser los amantes más tiernos. Jim me desconcertó con esa expresión como de otro mundo y, al mismo tiempo, sus caderas nunca perdieron ese insistente movimiento de balanceo que parecía un baile”.
  Al terminar, ella le dijo que sólo regresaría de nuevo si él se lo pedía, pero Morrison nunca más se lo pidió.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Espléndido homenaje al Mississippi

Allen Toussaint permanece como uno de los músicos emblemáticos de Nueva Orleans y de la región del sur profundo estadounidense, ese deep south presidido por la majestuosidad del delta del río Mississippi. Delta del Mississippi: fuente de leyendas mágicas, de historias extraordinarias, de novelas que narran aventuras de épico humorismo y delirante romanticismo; la zona donde Mark Twain dio vida a Huckleberry Finn, a Tom Sawyer y a Pudd’nhead Wilson. Delta del Mississippi: sinónimo de riqueza y miseria, de señores feudales blancos y de humillados esclavos negros. La cuna de la música afroestadounidense, del blues como género primigenio y manantial de mucho de lo que sobrevino después.
  The Bright Mississippi es un disco que hace un perfecto homenaje musical a ese río y a todo lo que representa y ha representado a lo largo de más de tres siglos. Ecléctico y variado, el más reciente trabajo de Toussaint presenta una docena de temas que tocan al jazz, al blues y a la música criolla (creole). El énfasis está dado en la sensibilidad neoorleansina (si se me permite el término) y su muy particular manera de tratar a la música, con ese mestizaje que relaciona a lo negro (el blues) con lo blanco (el country), más ese toque francés propio de la Louisiana. Es por ello que los doce temas que recorren a este trabajo nos iluminan, nos llenan de gozo y de nostalgia, pero también nos enseñan lo que es una verdadera fusión racial traducida en notas musicales. 
  Producido por Joe Henry, el mismo que trabajó con Allen Toussaint en su fantástico álbum a dueto con Elvis Costello (The River in Reverse, 2006), The Bright Mississippi es una obra de sonido limpio, impecable, pero que no pierde un ápice del fuego propio de la música del sur de los Estados Unidos y conserva su alma, esa alma ardorosa, desafiante, provocativa. Para lograr un disco tan poderoso y a la vez tan conmovedor, Toussaint supo rodearse de una pléyade de instrumentistas de primer orden. Ahí están el clarinetista Don Byron, el saxofonista Joshua Redman, el trompetista Nicholas Payton, el guitarrista Marc Ribot y el pianista Brad Mehldau, es decir, músicos de primerísimo orden y de la primerísima división del jazz actual… y qué decir del material reunido, de las melodías que conforman el plato.
  Temas de Duke Ellington (“Day Dream”, “Solitude”), Django Reinhardt (“Blue Drag”), Sidney Bechet (“Egyptian Fantasy”), Jelly Roll Morton (“Winin’ Boy Blues”), Thelonius Monk (“Bright Mississippi”), Leonard Feather (“Long, Long Journey”, un blues maravilloso, la única pieza cantada del álbum) y composiciones tradicionales (“St. James Infirmary”, “Just a Closer Walk with Thee”) son parte de esta obra espléndida, en la cual el piano de Allen Toussaint brilla también por méritos propios y demuestra que a sus 71 años, el hombre sigue siendo tan buen director y arreglista como intérprete de su instrumento (lo que demuestra en el tema “Dear Old Southland” de Raymond Bloch, una especie de medley con referencias a grandes clásicas como “St. Louis Blues”, “Summertime” y otras varias).
  The Bright Mississippi, un disco tan brillante y luminoso como su propio título. Una maravilla jazzística de primer orden. Sobra decir que resulta perfectamente recomendable.

(Reseña que escribí hace diez años para la revista Nexos)

martes, 20 de noviembre de 2018

Mi entrevista a Héctor Aguilar Camín para Los Angeles Times


Héctor Aguilar Camín (Chetumal, 1946) no necesita presentación. Se trata de uno de los intelectuales, historiadores y escritores más importantes de México. Director de la prestigiada revista Nexos, su columna “Día con día”, en Milenio Diario, es una de las más leídas del país. Autor de numerosos libros de ensayo y narrativos como Morir en el golfo, La guerra de Galio, Adiós a los padres, Un futuro para México o el más reciente, la novela Toda la vida, sus opiniones y sus visiones políticas son muy apreciadas, comentadas y discutidas. Con Aguilar Camín es la presente entrevista para Los Angeles Times, acerca del momento que está viviendo México en vísperas de la asunción del nuevo gobierno.

Ha pasado poco más de cuatro meses desde el día de las elecciones presidenciales y estamos en el último mes de este interregno previo al inicio del nuevo gobierno, ¿cuál es su visión de cuanto ha sucedido políticamente en este lapso tan lleno de acontecimientos políticos?
Creo que hemos visto a un gobierno electo con mucha prisa, con apresuramientos erráticos. Ningún presidente electo en México  había tenido tanto control de los meses de  su transición al poder, ninguno había ejercido tanto ese poder, desapareciendo de hecho al gobierno en funciones. Ninguno tampoco había tomado, antes de asumir la presidencia, decisiones tan  serias y tan caras, como la de cancelar el nuevo aeropuerto. El poder anticipado del nuevo gobierno le ha traído costos anticipados también. Ha gastado parte de su luna de miel con el electorado, con la opinión pública y con los poderes reales, antes de que empiece formalmente su mandato.

Dado todo lo acontecido, desde la llamada consulta ciudadana para decidir la suerte del NAICM hasta las referencias directas del presidente electo a quienes lo critican en los medios, ¿cómo vislumbra al próximo gobierno en términos económicos, políticos y sociales?

Vislumbro un gobierno conflictivo, inclinado a la confrontación y a establecer duelos de poder con lo que se le opone. Pero me niego a hacer profecías. Lo sensato, creo, es ir midiendo día con día los pasos que da el nuevo gobierno, porque todavía no ha empezado, aunque nos dé la impresión de que empezó  hace mucho tiempo. La prisa y las decisiones apresuradas son veneno para los gobiernos. El gobierno electo de México tiene demasiada prisa y de pronto se instala entre sus miembros una especie de competencia política por ver quién gana los titulares de la prensa o quién parece más activo, con la mejor agenda. El cuadro empieza a ser de descoordinación y contradicciones internas, fisuras que anuncian fracturas.

¿Cuál es su opinión en particular sobre el tema del aeropuerto, incluso más allá de la decisión de suspender las obras en Texcoco a partir del 1 de diciembre? ¿Cuáles pueden ser las implicaciones y las consecuencias a corto, mediano y largo plazos de esta determinación?
No recuerdo haber visto o haber leído en tiempo real algo parecido a la conferencia de prensa del día en que López Obrador anunció la cancelación del aeropuerto. Es la destrucción de valor más impresionante que he visto cumplirse en el tiempo de una conferencia de prensa. Las implicaciones son más caras aún que la anulación de esa inversión de 13 mil millones de  dólares. Puso a los mercados en alerta roja. Algo parecido sucedió con el anuncio de que se cancelarían las comisiones bancarias. Las consecuencias reales de las primeras decisiones del nuevo gobierno, o del anuncio de sus propósitos, han  destruido más que generado valor económico. Han sido malas para la economía. Han calentado de más a los mercados, a las casas calificadoras y a los inversionistas que están  nerviosos, desconfiados, inciertos. Y por lo mismo, muy atentos y muy exigentes. No es la mejor manera de empezar un gobierno.

Hay temas como la reforma energética, la educativa, la de telecomunicaciones que podrían ser también sujetas a la llamada consulta popular. ¿Qué piensa acerca de esta posibilidad?
Si eso sucede en términos parecidos a la consulta  sobre el aeropuerto, sólo acabará de destruir la confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros Me preocupa un gobierno que toma decisiones costosas sin consultar realmente a los ciudadanos y a los afectados. También me preocupa la posibilidad de un gobierno que hace consultas a modo para justificar decisiones previamente tomadas, como me parece que fue la del aeropuerto. Hay que reglamentar las consultas y ejercerlas con inteligencia, para lo realmente necesario, cuando hay dudas genuinas sobre lo que quiere la gente, no para legitimar lo que quiere de antemano el gobierno. Han anunciado que corregirán esto reglamentando con transparencia las consultas. Ojalá.

Algunas calificadoras han mencionado la posibilidad de que las consultas sean usadas por el próximo presidente de la república no sólo para refrendar su mandato en 2021, sino incluso para buscar la reelección en 2024, un tema históricamente muy delicado para México. ¿Cree que pueda darse esta situación?
No lo sé. Me he propuesto no hacer profecías sino reaccionar paso a paso a las decisiones del nuevo gobierno. Sin hacer profecías, lo que sé, hoy por hoy, es que la sola idea de la reelección de un presidente es tabú en la cultura política mexicana. 

Otro tema preocupante es el de la libertad de expresión. Como candidato primero y como presidente electo ahora, Andrés Manuel López Obrador ha dado muestras de poco tolerancia hacia la crítica, a la que ha descalificado no tanto con argumentos como con epítetos y adjetivos despectivos. ¿Cuál podría ser la suerte de la prensa y la opinión crítica una vez que AMLO se convierta en presidente constitucional?
Esto dependerá de la actitud del presidente y de la actitud de los medios. Si el presidente decide reprimir la libertad de expresión de los medios, podrá acallar a muchos. Pero si los medios resisten la presión del presidente, sufrirán el paso por el desierto, aunque los sobrevivientes habrán dado a luz una prensa más libre, más independiente y más efectivamente crítica de la que tenemos. Lo que ha dicho el presidente electo a ese respecto, es interesante. Dice que habrá cero censura, total libertad, pero que se reserva el derecho de réplica, porque el proceso debe ser de ida y vuelta: libertad  de los medios para la crítica, pero derecho de réplica para el presidente. No me parece un mal trato, con esta salvedad: las réplicas del presidente electo suelen ser descalificaciones, más que argumentos.  Debate poco y descalifica mucho. Hace también muchos juicios de intención, sugiriendo, con frecuencia, que hay un fondo de corrupción o interés ilegítimo en las críticas que recibe. Ese estilo de réplica no alimenta ni enriquece el debate, lo encona y al final lo inhibe, porque es un intercambio entre desiguales y el presidente tiene muchos seguidores en los medios y en las redes que imitan o reproducen su tono. Si el tono es de descalificación, lo que tendremos es lo que tenemos: no un  debate abierto, sino una mayor  polarización.

En términos de equilibrio político, ¿qué tan benéfico o perjudicial resulta para el país que las dos cámaras legislativas estén dominadas por el ahora partido oficial, Morena?
Unas mayorías tan contundentes como las que los electores le dieron a Morena no le hacen bien a los equilibrios democráticos. Tampoco estaban bien para la democracia las mayorías frágiles de los últimos años. Pasamos de la fragilidad a la contundencia, de la fragmentación a las mayorías absolutas. Hay algo  desmesurado en la voluntad de los votantes mexicanos, pasan de lo sublime a lo ridículo, de la fragmentación democrática al “absolutismo democrático”. Digo esto último con comillas porque es una expresión exagerada, pero no encuentro otra que se aproxime a lo que quiero decir: una hegemonía democrática abrumadora, sin contrapesos. 

Por último: ¿cómo vislumbra al México del año 2024, cuando constitucionalmente termine el mandato de López Obrador? ¿En qué condiciones se encontrará el país?
No hago profecías. Estamos entrando en un terreno inédito de hegemonía política. No me gustan sus síntomas, pero no quiero predecir las enfermedades.

(Entrevista que me publicó el día de hoy el sitio de la versión en español del diario estadounidense  Los Angeles Times)

lunes, 19 de noviembre de 2018

Apuntes para una historia crítica del rockcito (III)

Puede decirse que fue en 1960 cuando se inició en nuestro país lo que podríamos llamar el periodismo rocanrolero. El primer signo fue la aparición en la portada de la revista Notitas Musicales, como “estrellas del mes”, de Los Rebeldes del Rock. El segundo signo fue el nacimiento, en septiembre de ese año y en la misma publicación, de la columna especializada “Rock en español” del inefable, vacuo, oportunista, reaccionarísimo y pésimo redactor Víctor Blanco Labra, quien años después fundaría y dirigiría la revista Pop.

Comienzan los años sesenta
Podemos decir que los tres grupos “grandes” del rock nacional a finales de los sesenta, aunque por supuesto no los únicos, fueron Los Teen Tops, Los Locos del Ritmo y Los Rebeldes del Rock. Canciones como “Buen rock esta noche”, “Quiero ser libre” y “Muchacho triste y solitario” (de Los Teen Tops”, en la voz de Enrique Guzmán); “Aviéntense todos”, “Haciéndote el amor” y “Pólvora” (de Los Locos del Ritmo, en la voz de Antonio de La Villa) o “Melodía de amor”, “Rock del angelito” y “Siluetas” (de Los Rebeldes del Rock, en la voz de Johnny Laboriel), entre otras, se volvieron no sólo famosas en su momento, sino que por extraños azares del destino trascendieron el tiempo y hoy, en pleno siglo veintiuno y a casi sesenta años de haber sido grabadas, siguen siendo clásicos del rock hecho en México, a pesar de tratarse de covers.
  Sin embargo, para 1961 la oleada de conjuntos rocanroleros se dejó venir en desbandada. Agrupaciones como Los Loud Jets, Los Hermanos Carrión, Los Rogers, Los Sparks o Los Hooligans, entre muchos otros, fueron contratados por las casas disqueras y programados en la radio. La industria musical descubrió que ahí había un negocio de enorme potencial y se dio a la tarea de explotarlo. Pero 1961 fue asimismo el año en el cual los frontmen de las bandas más importantes escucharon el canto de las sirenas, se dejaron seducir por éste y se convirtieron en cantantes solistas.

¿Solitos se veían más bonitos?
Primero fue el tapatío Manolo Muñoz, quien abandonó a su grupo, Los Gibson Boys, para incursionar en el canto en solitario. Lo siguieron Enrique Guzmán de Los Teen Tops, César Costa de Los Camisas Negras, Paco Cañedo de Los Boppers, Luis “Vivi” Hernández de los Crazy Boys, Johnny Laboriel de Los Rebeldes del Rock y Ricardo Roca de Los Hooligans, entre varios más. Toño de la Villa, el magnífico vocalista de Los Locos del Ritmo, no pudo seguirlos –y quién sabe si lo hubiera hecho, aunque cantaba mejor que todos los demás–, porque falleció víctima de cáncer a la temprana edad de 21 años. Fue el primer mártir del rock nacional y de algún modo se convirtió en un mito.
  También surgieron varias cantantes rocanroleras (es un decir) del sexo femenino. Nada que ver con Etta James o Big Mamma Thornton, pero sí con Doris Day o Sue Thompson. Ahí estaban Julissa, María Eugenia Rubio, Mayté Gaos, Leda Moreno, Emily Cranz y Angélica María.
  Para 1962, los y las cantantes solistas empezaron a eclipsar a los grupos, cuando menos a nivel de los medios masivos de comunicación. Enrique Guzmán, César Costa y Angélica María eran los nuevos “ídolos de la juventud”, los que más aparecían en las portadas de las revistas musicales, los que más se escuchaban en la radio, los que más discos vendían, los que acaparaban los programas musicales de televisión, como al cada vez más visto e influyente Premier Orfeón (aunque quien esto escribe tenía apenas siete añitos de edad, recuerda perfectamente la noche en la cual César Costa debutó en la tele en blanco y negro para cantar “Mi pueblo”, enfundado en uno de sus famosos y coloridos suéteres llenos de grecas y garigoles). El rock vivía una crisis a nivel mundial (era la época de los baladistas también en los Estados Unidos y Europa) y eso se reflejaba en México.

(Continuará)

(Publicado el día de hoy en mi columna "Plumas de caballo" del sitio Juguete Rabioso)

domingo, 18 de noviembre de 2018

El rock hecho en México no ha superado el periodo infantiloide

Miércoles, 22 de septiembre de 2004. Conocida por todo el gremio rockero, y también periodístico, la revista La Mosca en la Pared ha cumplido diez años de vida. Dirigida por Hugo García Michel, la publicación se ha convertido en un referente obligado cuando de rock se trata. Y es que por sus filas han pasado varios de los mejores críticos de este género. Aquí, parte de su historia.
  "Como un proyecto de revista de rock, La Mosca lleva más de diez años", explica Hugo García Michel en entrevista. "Me atrevería a decir que la empecé a imaginar a finales de los ochenta, cuando estaba en Editorial Posada. Todos me decían entonces que algo así no era rentable, que no se vendería y que no iba a funcionar. Así que dejé el proyecto por un tiempo, hasta que se dio la oportunidad. Ahora, ya son diez años".
  -¿Qué ha sido lo más difícil?
  -Creo que nada; en general, nos ha ido bien. A excepción, claro (y podríamos decir que ése sí ha sido el momento más difícil), cuando nos dijeron, luego de seis números, que la revista no funcionaba y que se moría; la mataban por cuestiones económicas. Y aunque me empeñé en publicarla por otros medios (buscando nuevo editor, creando una especie de cooperativa), simplemente no se pudo. Yo sabía, y así lo señalaba en público, que la revista no estaba muerta, sólo estaba dormida, en periodo de hibernación. Sin embargo, sí llegué a pensar que se había acabado. Pero de pronto, cuando menos me lo esperaba, el mismo editor me dijo: "Oye, no sería mala idea volverla a publicar". Acepté y, como en cualquier proyecto independiente, sacrifiqué algunas cosas.
  -Es decir, que la fumigada no fue tan efectiva.
  -¡Claro! Todavía recuerdo aquel famoso texto de Marco Antonio Rueda que decía: "al fin se murió esa revista, le estaba haciendo mucho daño al rock mexicano. ¡Qué bueno que decidieron aplicarle insecticida!".
  -¿Y qué tal la competencia, actualmente? En aquel entonces, no había muchas revista de rock...
  -Sí había: estaba Rock América, que tronó un poco después; también estaba Sonido, que años más tarde se hundió. Luego salió Nuestro Rock que duró bastante, pero desapareció al final. Por eso, cuando apareció Rolling Stone, me dijeron: ahora sí, ya vas a tener competencia. La verdad, ni miedo me dio: ya se sabía que iba a ser una revista totalmente complaciente, como ya lo es la Rolling Stone de Estados Unidos. Iban a seguir esa línea, pues además su director era el mismo de la revista Switch. Y no sólo eso: estábamos seguros que incluirían pop; porque además se lo exigen desde el país del norte. Entonces, ¿qué se puede esperar de una revista de rock en la cual aparece en su portada Britney Spears? No tiene credibilidad, no hay congruencia.
  "La credibilidad que tiene La Mosca es su mayor capital", dice Hugo García Michel. Si varias de las revistas que estaban o que surgieron al aparecer La Mosca han desaparecido, se debe, sobre todo, a la falta de credibilidad más que a la falta de anunciantes. Es fácil: "La gente no las compra porque repiten el mismo esquema del periodismo de hace 30 o 40 años. Además, son como las revistas de espectáculos o de chismes: se limitan a alabar al "artista". También lo único que hacen es quedar bien con las casas disqueras, así que no se preocupan por hacer periodismo de rock. Sólo hay que ir a las conferencias de prensa: es patético. Las preguntas siempre son las mismas; los periodistas asisten porque siempre les dan de desayunar. Incluso, he visto cómo se meten comida a los bolsillos. Algunos simplemente asisten para tomarse una fotografía con el artista... Ese tipo de periodistas le hace daño a todo; incluido al mismo rock. Por eso hoy muchos de ellos piensan que, por ser mexicano, el rock hecho aquí es bueno."
  De hecho, por eso La Mosca se ha enfocado principalmente al rock internacional. Y no sólo eso: "También hablamos de la música del pasado. Hemos querido ver al rock como un todo; como un todo que tiene historia, bagaje. Lo hacemos porque mucha gente piensa que el rock nació con Nirvana o con The Cure y no es así: tiene más de 50 años. De ahí que lo mismo saquemos a los Creedence que a los Strokes. Hoy, muchas de las revistas creen que tienen que publicar nada más lo que pasa en MTV (que normalmente es una mierda) o lo que tocan en la radio comercial o lo que está de moda".
  -Precisamente si algo ha caracterizado a La Mosca es su crítica hacia el rock nacional.
  -¡Desde luego! La gente cree que es una actitud personal de odio. Y no es cierto. Luego me pregunta: ¿por qué odias a Saúl Hernández, por qué odias a Rocco, o a los de Control Machete? No es así. Ni siquiera los trato. Incluso, las dos o tres veces que me encontré a Saúl, por ejemplo, fue muy gentil conmigo. Lo que no han entendido es que no los critico a ellos, sino a su obra o a la figura pública que representan, pero jamás me meto en su vida privada. No hay odios personales ni es ese el papel del crítico.
  -¿Cuál cree que es, entonces, el mayor problema del rock mexicano?
  -Son muchísimos. Si lo resumes en un solo punto, es sencillo: la educación. Es decir, la educación musical, la falta de preparación de los músicos. Y no hablo sólo en lo técnico o la ejecución, sino también desde un punto de vista cultural: no se informan, no oyen lo que había antes o, por un prurito de nacionalismo o regionalismo, nada más escuchan el rock en español. Lo más extranjero que escuchan es el rock argentino, el chileno, el hecho en España. Y si entramos de lleno a la cuestión técnica, tú compáralos con los músicos de jazz de aquí, de México: estos últimos son gente que tiene una preparación académica muy importante, totalmente virtuosos, y los de rock, en cambio... Es más: la poca cultura se refleja en las letras. Son letras muy malas. Y luego, la actitud: en las entrevistas se la pasan gritando, haciendo caras, diciendo chistes, respondiendo con monosílabos... Creo que el rock mexicano (con sus excepciones, desde luego) no ha superado el periodo infantiloide. Sigue siendo un rock infantil; nada más hay que ver a Álex Lora.

(Entrevista que me hizo José David Cano creo que para El Financiero)

sábado, 17 de noviembre de 2018

Cámara húngara: ¿Debemos ponernos en guardia (nacional)?

Mientras este jueves la Suprema Corte de Justicia determinaba la inconstitucionalidad de la Ley de Seguridad Interior (LSI), al día siguiente el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, anunciaba su propio plan de seguridad, con muchos puntos que lo asemejan a la LSI, más el añadido, ampliamente cuestionado, de la creación de una Guardia Nacional que dependerá de la Secretaría de la Defensa y cuyo comandante supremo habrá de ser el propio López Obrador.
  ¿Qué significado podemos dar a estos dos hechos y su coincidencia de un día para otro? Una primera interpretación, quizá simplista, podría ser que a pesar de los muchos cuestionamientos, algunos incluso ofensivos, que el tabasqueño ha lanzado en contra de las fuerzas armadas de México, al final ha tenido que negociar con las mismas. ¿Bajo qué términos? No lo sabemos aún, pero resulta claro que su gobierno quedaría muy endeble de persistir una relación tensa con el Ejército y la Marina.
  Sin embargo, hay cuestiones que no encajan en todo este contexto. Por ejemplo, la desinvitación de una centena de  altos mandos militares a la toma de posesión de López Obrador, algo que se ha tomado como una torpe descortesía que tendría muy molestos justamente a los altos mandos castrenses. Es posible que se corrija esa torpeza antes del 1 de diciembre, pero la descortesía se cometió y puede ser que no se olvide.
  Tampoco encaja que un gobierno de pretendida izquierda fomente la creación de una Guardia Nacional manejada por la Secretaría de la Defensa Nacional, lo que para organizaciones como Human Rights Watch significa la abierta militarización de la seguridad interior del país.
  Mucha tela queda por cortar en este asunto, aunque por lo pronto el senador Ricardo Monreal ya anunció que a partir de la próxima semana se iniciará el proceso formal de reformas constitucionales “para darle rostro y facultades a la Guardia Nacional” la cual, aseguró, será una institución “confiable”.
  ¿Estamos en los prolegómenos del surguimiento de una guardia nacional al estilo de la guardia bolivariana de Venezuela? No lo sabemos, aun cuando no lo podemos descartar, dada la filiación chavista-madurista de muchos personajes influyentes en Morena. Quizá la institucionalidad que hasta ahora han demostrado las fuerzas armadas no permita semejante despropósito, aunque sus pregoneros crean que todo es posible en la Cuarta Transformación, incluso trastocar al ejército.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (86)

En 1967, los estudios Abbey Road de Londres tenían a dos grupos hoy legendarios grabando al mismo tiempo en diferentes salas: los Beatles hacían el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y Pink Floyd su álbum debut, The Piper at the Gates of Dawn. Según cuenta Nick Mason, baterista de esta última agrupación, en su  libro Inside Out: A Personal History of Pink Floyd, existía interacción entre los de Liverpool y los de Londres y recuerda un momento en el cual Syd Barrett, Roger Waters, Richard Wright y el propio Mason acudieron a ver a los Beatles mientras grababan “Lovely Rita” y se dieron cuenta de las múltiples posibilidades que ofrecía el estudio de grabación. Tan es así que muchos especialistas señalan que el tema instrumental pinkfloydiano “Pow R. Toc H” tiene varias similitudes con la propia “Lovely Rita”. De hecho, en su libro Nick Mason habla del impacto que tuvieron los Beatles en lo que Pink Floyd grabaría en ese disco y los que le siguieron.

jueves, 15 de noviembre de 2018

36 años como papá

Fue mi debut como progenitor. La mañana del 15 de noviembre de 1982, me estrené en el papel de papá al ver nacer a mi adorado primer hijo, Mario Alain, quien llegó al mundo por medio de un parto sin dolor (psicoprofiláctico, le llaman), en el hospital San José de la colonia del Valle. Fue un momento muy emocionante verlo salir del vientre de Rosa, mi entonces esposa y con quien cuatro años y dos meses después tendría a mi segundo chilpayate, Jan Sebastián, también mediante un parto indoloro y sin anestesia.
  Aquella mañana de noviembre de hace 36 años, tomé fotos de mi bebé al ser dado a luz y desde entonces he estado cerca de él y llevamos una estupenda relación de padre e hijo, pero también de amigos y confidentes. Al igual que Jan, heredaron de mí la vocación por la música, aunque ellos derivaron hacia la electrónica y de hecho esa es la profesión de Alain, quien hoy es un hombre casado hecho y derecho.
  ¡Felicidades, amado hijo!

PD: Hoy cumplo también 49 años como compositor. El 15 de noviembre de 1969 escribí mis dos primeras canciones: "Please Be True" y "Vine a decirte adiós". Tenía yo 14 años.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

El día más frío del año

Justo el día en que cumplí dos meses en el nuevo hogar y se produce la jornada más fría en lo que va del año. Al menos así lo sentí yo. Lluvia y bajísima temperatura. Un pinche frío que hacia que mi recámara pareciese un refrigerador. Hoy sí que extrañé mi antiguo deptito de la Ciudad de los Deportes, en cuyo interior los días de frío eran tibios y los días de calor eran frescos. ¡Mi apartamento de algodón, hoy sí que te añoré!

martes, 13 de noviembre de 2018

The Beatles

Una joya absoluta. O mejor dicho: una doble joya. El mejor conocido como Álbum Blanco de los Beatles (1968) representó en su momento un regreso a lo básico, una renuncia a la sobreproducción y a las grandes instrumentaciones orquestales y fue también la obra que marcó los límites dentro de los cuales se movía cada uno de los miembros del cuarteto. Aquí está muy claro quién es quién y quién compone qué.
  Las tensiones eran muchas dentro del grupo y la omnipresencia de Yoko Ono a lo largo de las sesiones hacía todo más difícil. Aún así, estamos ante una pieza de trabajo fuera de serie, una colección de treinta canciones de calidad casi uniformemente espléndida. Hay grandes temas. Los hay también muy buenos. Pero no hay uno sólo que pudiéramos considerar como de relleno.
  John Lennon contribuyó con maravillas como “Happiness Is a Warm Gun”, “Dear Prudence”, “Yer Blues”, “Sexie Sadie”, “I’m So Tired”, “Cry Baby Cry” y “Julia”, además de “Glass Onion”, “The Continuing Story of Bungalow Bill”, “Good Night” y  “Revolution 9”.
  De Paul McCartney son joyas como “Blackbird”, “Helter Skelter”, “Back in the U.S.S.R.”,  “Why Don't We Do It in the Road?” y “Mother’s Nature Son”, así como melodías tan buenas como “Martha My Dear”, “I Will”, “Ob-La-Di, Ob-La-Da”, “Honey Pie” y “Rocky Raccoon”.
  George Harrison colaboró con cuatro enormes composiciones: “While My Guitar Gently Weeps”, “Piggies”, “Savoy Truffle” y “Long, Long, Long”. Y hasta Ringo puso su grano de arena con la divertida “Don’t Pass Me By”, su primera canción original grabada con los Beatles.
  La profusión de estilos en el Álbum Blanco es apabullante. La cantidad de reflexiones críticas y satíricas de las letras asombra. Incluso el arte del disco, con esa singular portada blanca, habla de inquietudes gráficas de vanguardia y de una respuesta al exceso de colores del arte pop de finales de los sesenta.
  ¿El mejor álbum de los Beatles? Imposible decirlo. Lo será para unos y otros preferirán alguno más. Sin embargo, su trascendencia es clara e indiscutible.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca No. 9, segunda parte de la historia de los Beatles)

lunes, 12 de noviembre de 2018

De sexagenarios a sexalescentes


Quienes hoy rondan los sesenta y setenta años viven de un modo tan distinto al de sus predecesores, que precisan un nuevo nombre.
   Es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra “sexagenario”, porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales el hecho de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la adolescencia”, denominación que surgió a mediados del siglo XX para dar identidad a una masa de niños desbordados en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse ni cómo vestirse.
   Este nuevo humano que hoy ronda los sesenta o setenta ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura le dio durante décadas al concepto del trabajo. Lejos de las tristes y agobiantes oficinas, esta gente buscó y encontró hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganó la vida con ello. Tal vez por por esto se sienten plenos y algunos ni sueñan con jubilarse.
   Los que ya se han jubilado, disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad, crecen desde adentro en uno y en la otra. Disfrutan de la vida, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos, bien vale mirar el mar con la mente vacía o ver volar una paloma desde su ventana.
   Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante. Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad -cuando sus madres sólo podían obedecer- y de ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado con ocupar. Esta mujer sexalescente pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo de los años sesenta; en aquellos momentos de su juventud en que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, otras eligieron tener hijos, otras eligieron no tenerlos. Fueron periodistas, atletas o crearon su propio “YO, S.A.”, pero cada una hizo su voluntad.
   No fue un asunto fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente, Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas: por ejemplo, que no son personas detenidas en el tiempo. La gente de sesenta o setenta, hombres y mujeres, maneja la computadora como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben y se ven con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos y les escriben un e-mail con sus ideas y vivencias. Por lo general, están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo. Raramente se deshacen en un llanto sentimental. Tienen más conciencia de disfrutar plenamente todo. A diferencia de los jóvenes, los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota y a otra cosa.
   La gente mayor comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes, de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo. Ellos, los varones, no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte o de los que lucen un traje Armani, ni ellas, las mujeres, sueñan con tener la figura estilizada de una vedette. En lugar de eso, conocen la importancia de una mirada cómplice, una frase inteligente o una sonrisa iluminada por la experiencia.
Hoy, la gente de sesenta o setenta está estrenando una edad que todavía no tiene nombre. Antes, los de esa edad eran “viejos” y hoy ya no lo son. Hoy están plenos físicamente (con sus dignos achaques) e intelectualmente. Recuerdan la juventud sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos lo saben. La gente de sesenta y setenta de hoy celebra el sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo.
   Quizás por alguna razón secreta reservada a los sexalescentes del siglo XXI.

(El texto no es mío, pero estoy de acuerdo con todo lo que dice).

domingo, 11 de noviembre de 2018

Rubber Soul

He aquí la primera obra maestra total de la discografía beatleana. Aunque muchos críticos aboguen por los dos álbumes que le seguirían, Rubber Soul (1965) es un disco con una perfección, una sutileza y un genio que lo hacen único y sin igual. La carrera del grupo dio aquí una vuelta de tuerca, un giro radical, un cambio lleno de trascendencia.
  Mucho tuvo que ver en ello el descubrimiento por parte de los Beatles de las drogas psicodélicas, muy especialmente el LSD, mismo que por entonces no estaba prohibido. Aunque años más tarde algunos de ellos abominarían de ese químico, lo cierto es que la novedad que representaba los hizo descubrir nuevas posibilidades creativas y su música y sus letras se volvieron más elaboradas e intrincadas.
  El título del vinil al parecer es una ironía de McCartney, quien habría escuchado a un viejo bluesero hablar pestes de Mick Jagger y calificarlo como un tipo que interpretaba música soul de plástico (plastic soul), por lo que Paul simplemente cambió la expresión a rubber soul (soul de hule).
  Respecto al material musical, otra vez son catorce los temas incluidos, pero todos ellos originales. Aparte de las dos composiciones firmada por George Harrison, las otras aparecen como de Lennon y McCartney, pero aquí ya es más que evidente cuando un corte es de uno o de otro (aunque aún había mucha colaboración mutua). Así, por ejemplo, la huella de Paul es notable en piezas como la irónica y sensacional “Drive My Car”, la agridulce “You Won’t See Me” (que duraba tres minutos con veintidós segundos, ¡muchísimo tiempo para una melodía en esa época!), la afrancesadamente jazzeada “Michelle” y la ingeniosa y divertida (y mucho más profunda de lo que parece en primera instancia) “I’m Looking Through You”.
  Por su lado, muy a la Lennon son canciones como la dylaniana y bellísima “Norwegian Wood” (fue la primera ocasión en que se empleó un sitar en la historia del rock, idea –por supuesto– de Harrison), la honda y desoladora “Nowhere Man”, la seca y precisa “The Word”, la dulce y triste “Girl” y la elegantemente melancólica “In My Life”.
  Por lo que respecta a la contribución de George Harrison, “Think for Yourself” y sobre todo “If I Needed Someone” lo muestran ya como un compositor maduro y pleno, de grandes recursos, que empezaba a ponerse a la altura de sus otros dos compañeros.
  Rubber Soul es un álbum fundamental en la historia del cuarteto de Liverpool, un gigantesco paso adelante que daría pie a otras obras mayores.

(Reseña que publiqué originalmente en el Especial de La Mosca No. 8, primer volumen dedicado a los Beatles, editado en febrero de 2004)

sábado, 10 de noviembre de 2018

Cámara húngara: La morenísima TV UNAM

Entre el fárrago de información que surge de manera cotidiana en los medios, en especial aquella que nos entregan día con día el presidente electo y sus huestes, incluidos sus personeros en las cámaras de diputados y senadores, un hecho que ha pasado prácticamente de noche y que lleva ya varios meses es el de la nueva y morenísima TV UNAM.
  El cambio en la emisora de nuestra máxima casa de estudios se dio a partir de que Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México, nombró al cineasta Armando Casas como director de la estación (y de paso a Benito Taibo –¿les suena el apellido?– como director de Radio UNAM). Esto sucedió hace casi dos años, en diciembre de 2016, tiempo a partir del cual Casas se ha dado a la tarea de morenizar al canal sin rubor alguno.
  Para comprobar este aserto basta con analizar la barra de programación de TV UNAM y ver cuáles son algunos de sus programas estelares, cuando menos los que están relacionados con el análisis (es un decir) y la política, y quienes son sus conductores e invitados. Tres botones de muestra: Diálogos por la democracia, Diametral y El Chamuco.
  Diálogos por la democracia está conducido por John Ackerman; Diametral, por Temoris Grecko y El Chamuco, por los caricaturistas de La Jornada Antonio Helguera y José Hernández. Ya con esos nombres bastaría para adivinar el sesgo de las tres emisiones y sí: se trata de producciones totalmente maniqueas que mantienen el tono polarizante de “nosotros somos los buenos y ellos son los malos” que ha mantenido su mentor ideológico (lo de ideológico es un decir, por supuesto), Andrés Manuel López Obrador. Dicho sesgo se confirma con los invitados que acuden a esos programas, invitados a modo que comparten la misma línea de los conductores. Así, han pasado por esas series personajes como Paco Ignacio Taibo II, Sanjuana Martínez, Alfredo Jalife, Edgardo Buscaglia, Jorge Ramos, Elena Poniatowska, Epigmenio Ibarra, El Fisgón, Alejandro Encinas, Carmen Aristegui, Julio Astillero, Jenaro Villamil y hasta futuros funcionarios del gobierno obradorista como Alfonso Romo, María Luisa Albores, Adelfo Regino y la alucinante y alucinada Elena Álvarez-Buylla, entre otros. Nadie que desentone, nadie que contradiga, nadie que pueda resultar sospechoso de ser un fifí o de pertenecer a la mafia en el poder. Bueno, incluso el programa de revista de la propia televisora universitaria, La hora elástica, es conducido por Fernando Rivera Calderón, autor de ese himno protomorenista que es “Yo te AMLO”.
  ¿Es correcto que la estación oficial de la UNAM esté en manos de un sector político, en detrimento de la pluralidad y la universalidad de ideas que deberían ser consustanciales a nuestra máxima casa de estudios? ¿Es justo que TV UNAM se haya entregado a una facción y dejé afuera a cualquiera que mantenga puntos de vista diferentes a la línea del próximo gobierno?
  Al inicio de cada programa aparece un aviso (con un pésimo uso de las comas), el cual afirma que TV UNAM es un medio de comunicación que promueve el diálogo, la diversidad y la libertad de expresión en un marco crítico y respetuoso. No es así. El canal de nuestra principal universidad ha sido entregado a un grupo que si algo no promueve es el diálogo y la diversidad y que sólo respeta la propia libertad de expresión y no la de los demás y eso es algo que resulta altamente lamentable.
  ¿Diálogos por la democracia? Ni la burla perdonan,

viernes, 9 de noviembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (85)

A tres años de su muerte, Lemmy Kilmister sigue siendo una de las personalidades míticas del heavy metal. El ex líder de Motörhead explotó siempre su imagen de macho duro, consumidor de whiskey, adicto al sexo, el tabaco y, por supuesto, el rock n' roll. Por eso cuando, en 2007, una empresa dedicada a hacer figuras de colección le mostró la suya para que la aprobara. Kilmister se sorprendió al ver que el muñeco no tenía genitales y que como si fuese una Barbie, la entrepierna lucía totalmente plana, sin protuberancia alguna. De inmediato protestó y exigió que en la figura se incluyera el "paquete". Pero era tarde para hacer cambios y el juguete salió a la venta tal cual se veía. Molesto, el músico se vengó de la empresa al declarar: "Me veo como un chingado Oscar", en referencia a la estatuilla dorada que año con año se entrega a la gente del cine.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Help!

Este disco de 1965 puede dividirse claramente en dos mitades de siete cortes cada una. La primera mitad corresponde a las canciones que aparecen en la película homónima de Richard Lester, mientras que la segunda es una bastante irregular colección de temas de Lennon y McCartney, una melodía de Harrison y un par de covers.
  Las siete melodías iniciales tienen un gran nivel y la mayoría son hoy clásicos de los Beatles. Desde la inicial “Help!”, con su letra a manera de plegaria cuasi dylaniana llena de angustia (“ayúdame si puedes, siento que me hundo”), hasta “Ticket to Ride”, la cual, con la guitarra de doce cuerdas de George Harrison, inauguró de uno y muchos modos el folk rock (cuando menos el que prevaleció en California; el estilo de los Byrds está claramente inspirado en esta pieza). Las otras cinco composiciones son la excelente “The Night Before”, la sencilla y a la vez majestuosamente folk “You’ve Got to Hide Your Love Away”, la preciosa “I Need You” (escrita por Harrison para su novia Pattie Boyd) y dos piezas quizá no tan brillantes pero de gran calidad: “Another Girl” y “You’re Going to Lose That Girl”.
  La segunda parte del álbum (el lado B del vinil) contiene una de las obras máximas no sólo del grupo, sino de la música popular del siglo veinte: “Yesterday”, compuesta y grabada en solitario por Paul McCartney. También está otra belleza intitulada “It’s Only Love”, con el claro sello lennoniano (muy marcado asimismo en “Help!”), y la singular “I’ve Just Seen a Face”. Las canciones ajenas son bastante simpáticas: “Act Naturally”, balada country cantada divertidamente por Ringo, y “Dizzy Miss Lizzy”, gran y potente rocanrol gritado por John.
  Quiso el destino que en Help! estuviesen las que tal vez sean las dos canciones más grises y olvidables de todo el repertorio beatle. Me refiero a “You Like Me Too Much” de Harrison y a “Tell Me What You See” de Lennon y McCartney, un par de temas cuyas respectivas melodías sólo los más aferrados fanáticos del grupo podrían recordar… y quizá ni ellos.
  Junto con Beatles for Sale, Help! es una especie de trabajo de transición (aunque un muy buen trabajo de transición), previo al gran salto que comenzaría a darse con el siguiente disco, a fines del mismo año.

(Reseña publicada originalmente en el Especial de La Mosca No. 8, primer volumen dedicado a los Beatles, editado en febrero de 2004)

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Discos que cumplen diez años: Them Crooked Vultures

¿Qué se podía esperar de la tan anunciada reunión musical de tres figuras casi míticas del rock? ¿Qué podría surgir de las mentes y los talentos de un Josh Homme y su locura creativa, como parte de bandas del tamaño de Queens of the Stone Age o Eagles of Death Metal; de un Dave Grohl y su capacidad instrumental, suficientemente demostrada en Nirvana y los Foo Fighters; de un John Paul Jones, verdadero mito viviente y quien como bajista y tecladista de Led Zeppelin formó parte de una de las grandes leyendas musicales del siglo pasado?
  Se podía esperar un proyecto bombástico, elefantiásico, grandilocuente, exagerado a más no poder, que privilegiara la forma y tratara de asombrar a propios y extraños con una propuesta estruendosa y excesiva, casi teatral. Pero se podía esperar asimismo la conformación de un trio que sin aspavientos hiciera un rock duro, de raíces, inteligente y terrenal. Para fortuna de todos (de ellos y de nosotros), fue esto último lo que Homme, Grohl y Jones hicieron al formar a Them Crooked Vultures y entregarnos su primer trabajo discográfico, un album homónimo que supera nuestras expectativas gracias a la deliciosa combinación de estos tres grandes músicos de rocanrol.
  En Them Crooked Vultures, el disco, la huella de Led Zeppelin y sobre todo de Jimmy Page está más que marcada y sus integrantes no sólo no lo niegan, sino que parecen honrados en hacerlo notar. Esto no quiere decir que se trate de una mera derivación o, peor aún, de una copia del Zepp. Al contrario, el grupo suena fresco y con toques de originalidad. La voz de Josh Homme remite más a Queens of the Stone Age que a Robert Plant y la batería de Grohl es la que escuchábamos con Nirvana y no una emulación imposible de John Bonham. Hay temas absolutamente zeppelinianos (“Elephants”, “Reptiles”), pero el resto del material transcurre por un sonido diferente que de repente se acerca incluso al viejo Cream de Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker (sobre todo en “Scumbag Blues”), transita por la psicodelia (“Interlude with Ludes”) o incluso se acerca al David Bowie del periodo berliniano (“Spinning in Daffodils”).
  A final de cuentas, Them Crookes Vultures es un disco gozoso por una razón muy simple: se trata de la celebración de dos músicos relativamente jóvenes que se dan el gusto de tocar con uno de sus héroes y ello se refleja en cada uno de los cortes de este magnífico álbum.

martes, 6 de noviembre de 2018

Be Here Now

Aunque quizá –sólo quizá– de menor nivel que sus dos grandes discos predecesores, Be Here Now (1997) es de cualquier manera un trabajo notable, sobre todo por la producción, con amplias influencias beatlescas (obvio) pero también de las viejas producciones de Phil Spector y Brian Wilson. De hecho, podríamos denominarlo como el álbum de las paredes de sonido.
  Es una obra pretensiosa, sin duda, pero todo lo que ha hecho Oasis desde sus inicios es precisamente así: pretensioso. Se trata de un disco grandilocuente, bombástico, incluso exagerado, pero al final sale airoso y al escucharlo con la distancia que dan los años, es posible valorarlo de una mejor y más justa manera. Fue en este plato donde Noel Gallagher alcanzó la perfección como compositor de temas que al mismo tiempo que fundían una gran cantidad de influencias –las cuales además eran notorias, no se ocultaban–, conseguía hacerlo de tal manera que el resultado final eran canciones que sonaban, vaya paradoja, originales.
  El ejemplo más claro de ello es el tema que abre el álbum, la poderosa “D’You Know What I Mean?”, algo más que una simple canción, aunque sea una canción. En sus más de siete minutos de duración, la pieza sintetiza una gran cantidad de elementos, desde efectos de estudio hasta una pared de guitarras, desde un sonido “sucio” y viciado hasta una batería a la John Bonham, desde solos con wah-wah hasta las vocalizaciones que a fuerza de repetirse terminan siendo una especie de mantra minimalista. Sin duda, una composición sorprendente y de enorme riqueza.
  Las cosas no cambian demasiado con el segundo corte, “My Big Mouth”, igualmente ruidoso pero con un ritmo más acelerado y un mood más rocanrolero. Otra desconcertante maravilla es “Magic Pie” (¿cuántas guitarras sobregrabadas habrá para crear esa impresionante muralla de cuerdas tan a la Jimmy Page?). “Stand by Me” bien pudo formar parte de (What's the Story) Morning Glory?, pues se trata de una melodía con una producción mucho más limpia y transparente, un gran tema en lo musical (en lo letrístico, de hecho, es difícil encontrar una composición en toda la discografía de Oasis que se aleje de los clichés y las frases hechas; Noel Gallagher nunca ha sido algo cercano a un poeta). Por su parte, “I Hope, I Think, I Know” es otro buen rockcito, mientras que “The Girl in the Dirty Shirt” cierra la primera mitad del álbum con ciertos acordes a la “I Am the Walrus” de los Beatles, para derivar en una canción que logra grandes alturas gracias a sus variantes y sus coros sesenteramente poperos.
  Con la excelente “Fade In-Out”, Be Here Now cambia de talante y de atmósfera para volverse más agresivo, más desafiante, hasta un tanto bluesero gracias al estupendo uso de la guitarra slide. “Don’t Go Away” es otra de las cumbres del plato. Una pieza al mismo tiempo tierna y escalofriante, conmovedora y retadora, con la voz de Liam Gallagher en uno de sus mejores momentos interpretativos. La homónima “Be Here Now” es un nuevo y rítmico rocanrolito, en tanto “All Around the World” es otro himno de tintes beatlescos, con un arreglo de cuerdas que bien pudo construir George Martin y que nos remite de pronto a la “Hey Jude” de Paul McCartney; gran corte que da pie a la canción final (bueno, al final final hay un reprise de “All Around the World”), la explosiva “It’s Getting Better (Man!!)”, misma en la cual se recupera la pared de sonido de la primera parte del álbum, aunque dentro de un ritmo menos pausado y más contundente.
  Be Here Now podrá no ser el mejor disco de Oasis..., pero podría serlo.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 27 de La Mosca en la Pared, publicado en enero de 2006)

lunes, 5 de noviembre de 2018

Apuntes para una historia crítica del rockcito (II)

Para fines de los años cincuenta del siglo pasado, estaba claro que el rock and roll en México era mucho más que un ritmo y no iba a desaparecer por más que una punta de viejitos y viejitas histéricos quisieran borrarlo del mapa.
  Lo mejor fue que el género comenzó a permear fuera de las grandes orquestas adultas y que algunos jóvenes, espontáneamente, empezaron a buscar la manera de conformar bandas rocanroleras para ejecutar aquella música con sus propios medios. Se trataba de jóvenes citadinos, principalmente de las ciudades grandes del país, aunque los casos más notorios surgieron inicialmente del Distrito Federal. Los casi adolescentes hicieron hasta lo imposible por adquirir algunos instrumentos, en especial guitarras y bajos eléctricos que, además de caros, eran escasos.
  Entre los primeros conjuntos (que así se les llamaba) que se formaron por allá de 1958 y 1959 estaban los que la mercadotecnia posterior denominaría como “Los pioneros del rocanrol” (del rocanrol hecho en México, se entiende)  y de quienes Federico Arana, “pionero” él mismo, afirma en Guaraches de ante azul que “si algo pudiera definir a los pioneros del roc –sic– nacional, es que la falta de instrucción y talento musical nos unificaría a casi todos”). 
  Grupos como los Teen Tops, Los Locos del Ritmo, Los Rebeldes del Rock, Los Camisas Negras, Los Crazy Boys o Los Sinners comenzaron a adoptar y adaptar los éxitos rocanroleros provenientes de los Estados Unidos, a los que les inventaban letras más o menos relacionadas con la realidad y la idiosincracia mexicanas.
  Así, por ejemplo, “Tallahassee Lassie” de Freddy Cannon se convirtió en “La chica alborotada” de Los Locos del Ritmo, quienes en su letra decían cosas como “Es mi chica alborotada, / es un poquito alocada / y si acaso tú la buscas, / te dirá que tú le gustas. / Es mi chica alborotada / y nunca cambiará”. “Good Golly Miss Molly” de Little Richard pasó por el ingenioso filtro traductor de Enrique Guzmán, el cantante de los Teen Tops, para transformarse en “La Plaga” y exclamar: “Mis jefes me dijeron: ‘Ya no bailes rocanrol, / si te vemos con La Plaga, tu domingo se acabó’”. Mientras tanto, “Jailhouse Rock” (que cantaba Elvis Presley) con los propios Teen Tops decía en mexicano: “Un día hubo una fiesta aquí en la prisión. / La orquesta de los presos empezó a tocar. / Tocaron rocanrol y todo se animó / y un cuate se paró y empezó a cantar el rock”. Por su parte, Los Crazy Boys (en voz de Luis “Vivi” Hernández), para seguir con el tema carcelario, decían en su versión hecha en México de “Leroy”: “Era una vez un muchacho así, / era un rebelde hecho de verdad. / Cuando la redada lo atacó, / él gritó: ‘caramba qué haré yo’”.
  Sin embargo, hubo algunas (pocas) canciones originales. Las más notables fueron “Yo no soy rebelde” de Chucho González y “Tus ojos” de Rafael Acosta, grabadas por Los Locos del Ritmo (aunque también eran originales “Morelia”, “Blues Tempo”, “El mongol” y “Un vasito de agua”); “Vuelve primavera” de Armando Trejo, interpretada por los efímeros Blue Caps; “Pecosita” de Oscar Cossío, cantada por los Silver Rockets; “No está aquí”, de Los Hooligans, “Acapulco rock”, de Eddie Medina, y algunas otras más.

La primera canción radiada
A decir del ya referido Federico Arana, la primera canción de un grupo mexicano de rock que se transmitió por la radio fue el cover de Los Rebeldes del Rock a “Poison Ivy” de los Coasters, llamada en español “La hiedra venenosa”. Ello sucedió en 1958. El tema fue un éxito inmediato y destapó la cañería que tenía detenida a una buena cantidad de grupos ansiosos de grabar rocanrolitos y sacarlos por medio de los ondas hertzianas.
  La oleada del rock en nuestro idioma era incontenible en México, a pesar de las resistencias que seguía habiendo, como la de un tal Enrique Reyes Spíndola, columnista musical que decía: “No cabe duda, amigos, la fiebre del rock and roll cantado en español está en plena efervescencia en nuestra capital, pero creemos que con la misma rapidez con que se popularizó, así se va a desplomar”.
  Incluso en la radio, no todas las estaciones estaban contentas con el arribo de esta nueva música y por ahí se afirmaba que “pronto desaparecerá la fiebre del rock and roll en español, según cómputos realizados por Radio 6.20”.
  ¿Desaparecería el rock, como vaticinaban aquellos malos y malintencionados augures?

(Continuará)

(Publicada en mi columna "Plumas de caballo", en el sitio Juguete Rabioso)

domingo, 4 de noviembre de 2018

Sin novedad en el frente

Terminé de leer esta espléndida novela de Erich María Remarque, un retrato desesperanzado, exasperante, duro y realista de lo que significó la Primera Guerra Mundial para una generación de jóvenes europeos (sin importar el bando al que pertenecieran), a la que los más oscuros intereses enviaron a matar y a morir, a destrozar sus vidas y las de sis supuestos enemigos (jóvenes inocentes como ellos), sin que tuvieran más motivo que la terrible falacia de "defender a la Patria".
  Con un estilo claro y fluido, lo mismo en las descripciones de las cruentas batallas en las trincheras del frente occidental (es decir, en territorio francés) que en los diálogos llenos de gracia, humor e inteligencia entre los imberbes soldados (casi niños) o en las reflexiones filosóficas y existenciales que hace Paul, el personaje narrador y alter ego del autor, sobre la estupidez de la guerra, Remarque nos entrega una obra clásica de la literatura bélica y a la vez de la literatura pacifista. El escritor nos comparte lo que él mismo vivió entre 1916 y 1918 y lo hace de manera tan vívida que nos conduce de la mano al terror y el horror del conflicto que destrozó a Europa en el alba del siglo pasado, hace cien años.
  Con escenas e imágenes conmovedoras, Sin novedad en el frente, escrita en 1929, posee una actualidad y una contemporaneidad asombrosas. Es una novela que retumba en nuestras mentes y en nuestros corazones, un relato que deja huella, aunque parezca cursi decirlo.
  Gran libro que todos deberíamos leer.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Cámara húngara: La dimensión desconocida

Así se conocía en México, hace más de medio siglo, aquella serie clásica de misterio que en inglés se intitulaba The Twilight Zone y pasaba por la gloriosa televisión en blanco y negro. Había en esos años otras series del mismo corte, como Un paso al más allá y Rumbo a lo desconocido.
  Como si se tratara de un dejá vù, los tres títulos parecen presagios de lo que nos espera a partir del próximo 1 de diciembre. Hemos dado un paso al más allá, vamos con rumbo a lo que no conocemos y nos espera una dimensión aterradoramente desconocida, aunque previsible.
  Conforme se aproxima la fatal fecha, quien ocupará la silla presidencial da muestras de un creciente autoritarismo, una muestra de lo cual vimos con su tajante decisión de cancelar el proyecto del NAICM, apoyado en esa delirante farsa de consulta que todos atestiguamos. Andrés Manuel López Obrador ha puesto en claro que él es quien mandará en este país y que lo hará retrotrayendo algo que creíamos superado: el presidencialismo a la vieja usanza priista. En una extraña alegoría florifunambulesca, dijo que él no es un florero y que se hará lo que él determine, lo cual rubricó con su profunda y filosófica frase de “¡Me canso, ganzo!”.
  Poco le han importado al presidente electo las consecuencias económicas y financieras de su temerario acto. Poco le ha interesado dejar sin empleo a 45 mil trabajadores que aún laboran en las obras de lo que sería el aeropuerto de Texcoco. Rodeado por su cohorte de septuagenarios (Alfonso Romo, Javier Jiménez Espriu y Juan Carlos Roibóo, a los que pronto se sumará el también veterano Sergio Samaniego, socio de Roibóo), López Obrador ha dejado atrás su discurso conciliador y parecería que su intención no es la de gobernar para todos los mexicanos, sino sólo para los que acaten sus designios y lo sigan sin chistar en el incierto camino que habrá de conducirnos a eso que sus fieles denominan la cuarta transformación, misma que imaginan llevará al tabasqueño al Olimpo de los broncíneos héroes de México, al lado de Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas.
  Vamos directo a la dimensión desconocida y esta se vislumbra tan aterradora y escalofriante como los capítulos de la antigua serie televisiva.
  Que Alfred Hitchcock nos agarre confesados.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Para dártelas de entendido en rock (84)

Se da por sentado que el creador del nombre del grupo que conformaron Jimmy Page, Robert Plant, John Paul Jones y John Bonham, es decir, Led Zeppelin, surgió de una ocurrencia del baterista de The Who, Keith Moon. Sin embargo, alguna vez el bajista de este grupo, el inigualable John Entwistle, contradijo esta famosa versión, al afirmar que en realidad fue él quién inventó tal nombre y que Richard Cole, futuro manager del cuarteto de Page, le robó la idea.
  "Led Zeppelin es un buen nombre, ¿no? Yo lo inventé", declaró alguna vez el hoy finado músico. "Todo el mundo dice que Keith Moon lo hizo, pero no es así, fui yo. Después de cuatro años empecé a estar harto de los Who, así que hablé con una persona que ahora es jefe de producción de Led Zeppelin. Estaba hablando con él en un club, en Nueva York y le dije: 'Estoy pensando en dejar el grupo y formar el mío. Lo voy a llamar Led Zeppelin. Y como portada del disco voy a poner el Hindenburg en llamas'. Unos dos meses después, empezó a trabajar con Jimmy Page, y como estaban buscando un nombre, él sugirió Led Zeppelin, a Page le gustó y salieron con la misma portada de disco que yo había planeado". ¿Será?

jueves, 1 de noviembre de 2018

Algo importante

Hoy di el banderazo de salida para algo que puede ser muy importante y que puede resolverse pronto o hasta dentro de muchos meses. Ya se verá. El caso es que ya no hay vuelta atrás. Suerte para mí.