lunes, 31 de agosto de 2015

Una de "La Mosca Redactora"

La Mosca en la Pared
presenta:

¡El regreso de La Mosca Redactora!

Con el capítulo

Es-pec-tro-plas-maaaaaaa

“Espectroplasma es una experiencia que consiste en la obertura de un vortrex, del cual con descargas biomagneticas se produce el denominado plasma”. La banda está indagando si el plasma viene de entes que habitan el vortrex. Es algo –dicen- totalmente científico. Abajo –dicen- la charlatanería y el pensamiento medieval acerca del otro mundo. Van –dicen- por una nueva concepción de lo paranormal que aun no conocemos.

Espectroplasma es:
Un proyecto tanto de investigación paranormal como musical, son dos vertientes paralelas (¿paralelas o para lelas? Pregunta de La Mosca Redactora, quien desde un principio comienza a sentirse bastante zonza).

Definan sus influencias.
Una influencia casi siempre es otro grupo, para nosotros es un concepto (La Mosca Redactora adopta su mejor pose de seudointelectual y finge haber entendido la anterior idea). En principio nos llama la atención tocar y nos interesan las ondas paranormales, quisimos unir eso. Los instrumentos tratan de explicar el concepto que manejamos (La Mosca Redactora saca su jarana y toca un acorde, con la esperanza de producir un poltergeist). Una influencia directa para nosotros es intuir lo que no podemos ver (por ejemplo el alma, el Espíritu Santo y los buenos sentimientos de Santiago Creel y Roberto Madrazo, sugiere La Mosca Redactora con ánimos de aclarar el punto). Intuir tanto música -la música que no está a nuestro alcance, la que nos imaginamos pero no podemos tocar- como cosas físicas (¿o sea que en lugar de tocar música se la imaginan? ¿Y cómo son sus conciertos? ¿Imaginados?, pregunta La Mosca Redactora francamente hecha bolas).

Definan el género que tocan.
Intro-garage-surf. Nada más (y nada menos, comenta La Mosca Redactora, mientras se revienta unos pasitos de intro-garage-surf disfrazada de bailarina a go-go).

¿Por qué tocan música?
Porque así damos a conocer el resultado de nuestro trabajo. Somos músicos de corazón (¡ooooh!, exclama La Mosca Redactora conmovida). Las rolas son el resultado de nuestras investigaciones (¡aaaah!, exclama La Mosca Redactora admirada), las tocamos en vez de escribir (pero si las tocan de manera imaginaria, ¿no sería mejor que al menos las escribieran pa que quede constancia de algo o así es la onda parapsicológica?, inquiere La Mosca Redactora, ignorante sobre la materia). Es una forma más masiva. Tú puedes poner tu investigación en internet, pero con la música puedes llegar a la gente que sólo viene a escuchar música (¿aunque la escuche imaginariamente?, insiste La Mosca Redactora con instinto fregativo). Es la manera de darnos a conocer.

¿Por qué tocan surf y no otra cosa?
Por su misticismo (“por su misticismo”, repite sonriente La Mosca Redactora, al descubrir la vena humorística de Espectroplasma), al ser instrumental es más misterioso que con letras (y además se evitan el trabajo de escribirlas, sugiere La Mosca Redactora comprensiva). Con su agresividad es más directo. Al escucharlo, te permite imaginar más (ya que de eso se trata, apoya La Mosca Redactora solidaria). Es ideal para transmitir esta onda de fantasmas (¿cuáles fantasmas? Nada habían dicho sobre fantasmas, reclama La Mosca Redactora perfectamente asustada). Con la voz no se podría ser tan claro, con letras no podría ser tan abierta la interpretación (cuestión de interpretación, interpela La Mosca Redactora con cara de Diego Fernández de Cevallos). El surf es digerible. Si tocáramos música clásica no lo sería (que es lo mismo que decir: la leche de soya es digerible, si tomáramos un licuado de mamey con plátano y chocomilk no lo sería, plantea La Mosca Redactora en plan de doctora naturista). El ser humano siempre toca lo que sus percepciones le mandan (guaaaat?! de La Mosca Naturista que reclama la repetición instantánea de tan profunda sentencia). No va más allá (ni menos acá, dice La Mosca Redactora, quien ya empieza a agarrar la onda mística y parapsicológica).

¿Qué quieren lograr como grupo?
Precisamente, como lo marcan las investigaciones que hemos hecho, que la gente que nos escuche sepa que hay más realidades de las que conoce (como por ejemplo, la realidad de lo que sucede por las noches en la cabaña presidencial de Los Pinos). Aspiramos a tener posibilidades de lograr un sonido más propio; no inventar un sonido, pero sí conseguir algo más nuestro. Y ser una banda de culto (¡hombre, esta sí que es una aspiración modesta!, gruñe La Mosca Redactora, envidiosa del talento ajeno).

¿Dónde se ven en diez años?
Tocando en otras dimensiones (allá llegarán si siguen tan pachecos, asegura La Mosca Redactora luego de ver un anuncio de la campaña  “Vive sin drogas”). Emitiendo ondas sonoras. Esperamos encontrar más formas de transmitir lo que queremos dar a entender. Queremos que la gente sepa que existen más de tres dimensiones, que nos escuchen y piensen al mismo tiempo en eso (¡preeeexta!, exclama La Mosca Redactora luego de renunciar a “Vive sin drogas”). Ojalá se dé la oportunidad y puedan conectarse con lo que estamos tocando y haciendo. Que la gente pueda conocer su lado inconsciente pero de manera consciente (¡eso se llama dialéctica, culmina La Mosca Redactora en pleno éxtasis paranormal, alucinógeno y hegeliano).

Entrevistó: Karina Almaraz. Comentarios: La Mosca Redactora (o sea, yo). Ilustración: José Quintero. Publicado originalmente en el No. 93 de La Mosca en la Pared, mayo de 2005)

domingo, 30 de agosto de 2015

Santa Carla Morrison del divino verbo

Ilustración: Ricardo Sandoval.
¿Qué fue primero, la gallina, el huevo o la divina garza envuelta en huevo? Dicen que en tierra de ciegos, el tuerto es rey. Todo lo anterior puede aplicarse quizás al momento ¿afortunado, infortunado? en que apareció Carla Morrison, con su vocecita de agudo trino y escasa potencia, para cantarnos -al más puro estilo de Nicolás Maduro cuando cree ver a Hugo Chávez paradito en el pretil de su ventana- sobre el pajarito del amor.
  El rock en México nunca ha vivido una época de oro. Todo lo contrario: en más de medio siglo de existencia no logra salir de su mediocridad y su infantilismo (claro, con esas honrosas excepciones que no hacen sino confirmar la regla). Sin embargo, en etapas anteriores pasó por momentos menos malos, menos lamentables que el actual y es justo en estos patéticos momentos que arriba Carlita Morrison con sus lloriqueos insufribles para irrumpir como la superestrella que nadie esperaba, nadie deseaba y que, sin embargo, logra encumbrarse en forma inopinada y sorpresiva, para convertirse, de la noche a la mañana, en una rockstar que no canta rock (peor aun que “la reina del rock”, Alejandra Guzmán, quien tampoco canta rock pero al menos actúa como si lo hiciera y hasta se junta a hacer el ridículo con Moderatto).
  Uno no logra explicarse de dónde salieron de pronto esas “grandes” figuras del rockcito que se pergeña en México y que con su gran peso específico no hacen sino hundirlo más. ¿De qué extraño y tétrico laboratorio salieron Juan Cirerol, Enjambre, los Románticos de Zacatecas, los Daniels o la propia Morrison?
  Pero centrémonos en la rotunda cantante bajacaliforniana. ¿Qué hay con su música? Aunque se vista como pata, camine como pata, se contonee como pata y grazne como pata, doña Carla no es una pata. Pero se hace pata para colarse en un medio que, por la naturaleza de sus composiciones y su estilo, no le corresponde: el del rock. ¡Claro, son otros tiempos y hoy lo que rifa es el eclecticismo y el crossover! Si los Ángeles Azules y el Sonido Orangután (o como se llame) se pueden presentar en el Vive Latino, ¿por qué Carla Morrison no y hasta acompañada -¡a wilbur!- por un mariachi? ¡Seamos abiertos! El rock ya nada significa. ¿Las raíces negras del género? ¡Ja ja! ¡Esas son antiguallas de viejitos gagás! No: traigamos a la cumbia que es parte de nuestras más profundas raíces como pueblo (sí, ya sé que no somos colombianos, pero ¿quién se fija en nimiedades?) o recurramos a los sones mariacheros pues, finalmente, la propia Morrison (¡Dios y con ese apellido! ¿Qué dirían el buen Jim y el buen Van?) ha declarado que de chica no escuchaba rock sino música ranchera mexicana y que eso es lo que la alimentó artísticamente (es un decir) en sus primeros años.
  Representante central del rockcito ñoño (ese de cancioncitas bobaliconas cantadas con voces de niñas bembas), al lado de Natalia Lafourcade y Ximena Sariñana, Carla Morrison tiene a la monotonía estilística de un lado y a la hueva existencial del otro. Ese sonsonete cursi y zonzo que aparece en una canción sí y en otra también de su repertorio es su sello de fábrica y lo que, de modo más que inexplicable, la ha hecho no sólo colarse hasta adentro de una industria musical que vive su peor momento, sino ser incluso nominada a los Grammys latinos (no muy prestigiados, por cierto) y recibir todas las alabanzas de nuestro glorioso periodismo de espectáculos y hasta de una que otra revista “de rock”.
  En México hay y ha habido grandes cantantes femeninas del género. Ahí están Rita Guerrero y Nina Galindo, Cecilia Toussaint y Mayita Campos, Baby Bátiz y Leticia Servín, Maru Enríquez y Laura Koestinger, Iris Bringas y Eli Guerra (y hasta Julieta Venegas en sus dos o tres primeros discos). Eso para no hablar de una Yekina Pavón, una Margie Bermejo, una Betsie Pecanins, una Magos Herrera, una Verónica Ituarte o una Iraida Noriega. Voces aguerridas, poderosas, expresivas, sofisticadas, autenticas, desgarradas, sin ñoñerías. Pero ahora vienen a decirnos que la mejor de todas es Carla Morrison, con sus bofas ínfulas de diva artificial. ¡Que el alma de Janis Joplin nos coja confesados!

(Texto publicado en la sección "Vacas sagradas" de la revista Mosca No. 9, de julio de 2014, bajo el seudónimo colectivo de Goyo Cárdenas Jr.)

sábado, 29 de agosto de 2015

¡A por Trump y Van Gaal!

Mexicanos y mexicanas: la Patria ha sido agraviada. El honor nacional se ha visto mancillado. Dos fantasmas recorren el mundo: los fantasmas de Donald Trump y Louis van Gaal, ingrato par de antimexicanos –el uno confeso, el otro solapado– que desde sus respectivas posiciones dan rienda suelta a su odio contra nuestra nación.
  Uno es estadounidense, el otro holandés. Ambos son unos higadazos de cepa. El de los Países Bajos no encuentra la manera de humillar, un día sí y otro también, a una de las máximas glorias nacionales de la actualidad: el “Chicharito” Hernández. Quizá llevado por la iracundia que le produjo la manera como la selección mexicana estuvo a punto de eliminar a la selección holandesa que dirigió en el pasado Mundial de Brasil y la forma como ésta ganó gracias a la descarada ayuda arbitral (¡porque no era penal!), el rencoroso Van Gaal la agarró contra nuestro “Chícharo” en cuanto tomó las riendas del Manchester United y decidió condenarlo al ostracismo y humillarlo cada vez que tiene oportunidad. ¡Vamos a por él!
  sensishito y carismático Jorge Ramos. Con ello, Trump ha rebasado todo límite y no lo podemos aguantar más. ¡A por él, también!
En cuanto al hombre del peluquín amarillo-naranja, el pedante y soberbio Donald Trump, no contento con sus dichos y malas intenciones contra los mexicanos que viven en los Estados Unidos, a quienes quiere echar a patadas de territorio gringo, se atrevió a expulsar de una conferencia de prensa a ese intachable representante del periodismo nacional que es el siempre
  Tenemos una oportunidad única para lograr la unidad nacional, hoy tan lastimada por el divisionismo interno. Todas las fuerzas políticas y sociales –gobierno, legisladores, jueces, partidos políticos y organizaciones de cualquier tendencia– deben olvidar rencillas y formar un solo frente para condenar a esos dos masiosares y desagraviar a nuestra suave, impecable y diamantina Patria (nótese la referencia culta a López Velarde). PRI, PAN, PRD, Morena, incluso los Verdes: todos juntos y tomados del brazo y por la calle, a manifestar el descontento contra semejante par.
  ¡A por ellos, mexicanos!

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 28 de agosto de 2015

Jim White / No Such Place (2001)

Jim White es un artista más que singular. Definido como un cantante de country folk gótico, el estadounidense crea una música etérea y misteriosa, absolutamente fascinante e hipnótica. No Such Place es su segundo disco, una obra asombrosa por su finura y sensibilidad.

Mejor tema: “Hey! You Going My Way???”

jueves, 27 de agosto de 2015

Entrada 3000

Con esta, llegó a las tres mil entradas ininterrumpidas en este blog, desde que lo inicié, el 12 de junio de 2007. Son ocho años, dos meses y dos semanas de escribir en este El rojo y el negro sin fallar un solo día. Voy por las que siguen.

miércoles, 26 de agosto de 2015

El primer disco de Led Zeppelin

Un álbum debut apabullante. Mejor conocido como Led Zeppelin I (Atlantic, 1969), este disco puso de golpe al grupo en las ligas mayores del rock, gracias a su sonido contundente que retomaba muchas cosas de la última etapa de los Yardbirds (en la que Jimmy Page había sido protagonista principalísimo) y las fundía con un blues electrificado tocado a la máxima potencia, como sólo tal vez The Jimi Hendrix Experience, Cream o el Jeff Beck Group lo podían tocar, pero con un añadido extra: la voz de Robert Plant, capaz de alcanzar notas a las que sólo mujeres como Janis Joplin habían sido capaces de llegar.
  Con riffs memorables, solos espectaculares y una sección rítmica poderosísima, los nueve temas que conforman esta obra (seis originales y tres covers) sentaron las bases no sólo de lo que sería esta banda durante los años siguientes, sino de lo que sería el rock pesado de ahí en adelante. Desde la inicial y hasta pop roquera “Good Times Bad Times”, el escucha sabe que está frente a algo nuevo y diferente, cosa que reconfirma con la bellísima “Babe I’m Gonna Leave You”, tema folk tradicional al cual el Zeppelin revistió de electricidad pero con una base de guitarras acústicas, haciendo de ella un antecedente de clásicos como “That’s the Way” y “Stairway to Heaven”, así como de multitud de canciones “tranquilas” por parte de cientos de grupos metaleros. “You Shook Me” y “I Can’t Quit You babe” son un par de blueses de Willie Dixon arreglados de manera incendiaria por Page (el diálogo entre la guitarra de éste y la voz de Plant en la parte final de “You Shook Me” es ya legendario), mientras la explosiva y casi punketa “Communication Breakdown”, la semiacústica “Your Time Is Gonna Come”, la instrumental y de influencias celtas e hindúes “Black Mountain Side” y la contagiosa “How Many More Times” son composiciones originales, al igual que la enigmática y extraordinaria “Dazed and Confused”, escrita por Page desde que era un Yardbird. Un disco monumental que apenas anunciaba lo que estaba por venir.

(Publicado originalmente en la discografía del No. 6 de los Especiales de La Mosca, diciembre de 2003)

martes, 25 de agosto de 2015

“El Sargento Pimienta es basura”

Gran escándalo han causado las declaraciones de Keith Richards, alma y sustancia de los Rolling Stones, al afirmar recientemente, en la revista Esquire, que el álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles es una basura: “Muchos piensan que es un disco genial; para mí, es un revoltijo de basura” (o de “tonterías”; la palabra que usó, rubbish, puede interpretarse también de esa manera).
  A primera vista, lo que dijo Richards podría parecer una provocación o una manera de llamar la atención en vísperas de que aparezca su primer álbum como solista en 23 años. No obstante, si uno conoce la vida de este gran guitarrista y trata de dar un contexto a tan estridente declaración, puede ser que la misma tenga algunas razones que deban ser tomadas en cuenta.
  Richards no sólo criticó al Sgt. Pepper, también calificó como basura (o tontería) al disco Their Satanic Majesties Request de los Rolling Stones, aparecidos ambos en 1967, casi al mismo tiempo y con grandes similitudes entre ellos. Después de leer la extraordinaria y divertidísima autobiografía Life, del propio Keith Richards, uno puede comprender de mejor manera lo que el hombre quiere decir al referirse a esos dos álbumes como basura (o como un amasijo de tonterías). A lo largo del libro, el autor proclama su amor por las raíces del rock, en especial por la música negra (el blues, el rhythm n’ blues, el soul) y la música country. Lo que creo que cuestiona, sobre todo, es la ausencia de toda raíz y por tanto la insustancialidad de ambos álbumes, su hueca grandilocuencia, su afán por sorprender a los incautos, ese querer abarcarlo todo de una manera no muy auténtica.
  En lo personal y pese a la enorme admiración que le tengo a Keith Richards, no comparto su opinión sobre el Sargento Pimienta de los Beatles, el cual me parece una obra fundamental en la historia del rock. Sin embargo, lo entiendo y lo respeto. Habrá que escuchar en septiembre su nuevo álbum solista, Crosseyed Heart. Parece que es bastante bueno y que nada de rubbish hay en el mismo.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 24 de agosto de 2015

Redes de hoy estilo cincuenta

Buena y muy divertida imagen esta de cómo se hubiera anunciado a las redes sociales si hubieran surgido en la década de los cincuenta del siglo pasado.

domingo, 23 de agosto de 2015

El primer disco de los Doors

Para Mag.

Pocos grupos en la historia del rock (quizá sólo The Jimi Hendrix Experience) han tenido un primer disco tan extraordinario como éste. Si en 1967 el Sgt. Pepper Lonely’s Hearts Club Band de los Beatles era la cumbre del arte luminoso, The Doors fue, ese mismo año, la cumbre de la oscuridad y la desesperanza. Álbum sui generis, su música y sus letras no se parecen en absoluto a cosa alguna que se hubiera hecho hasta entonces y, salvo posibles imitaciones, siguen siendo únicas. No era que el cuarteto angelino hubiese inventado el hilo negro, tan sólo supo fusionar en un estilo singularísimo el rock sicodélico con el blues, el jazz, la música de cabaret y la música clásica, todo ello aderezado con una poesía novedosa y peculiar. Hipnótico y seductor, provocativo y sensual, el estilo de los Doors debe mucho a las letras de Jim Morrison, pero también a la versatilidad de la guitarra de Robby Krieger, al extraordinario órgano (y al bajo tecleado) de Ray Manzarek y a la batería elegantemente precisa de John Densmore. Todo ello queda reflejado en The Doors (Elektra, 1967) de un modo que raya en la perfección. No hay aquí un solo tema débil. Cada canción es una pequeña joya, desde la inicial “Break on Through (To the Other Side)”, con su introducción jazzera, su hoy inconfundible riff de bajo y la voz morrisoniana cantando: “Sabes que el día destruye a la noche / La noche divide al día / Trata de correr / Trata de esconderte / Pásate de golpe al otro lado” o “”Encontré una isla en tus brazos / Un país en tus ojos / Brazos que encadenan / Ojos que mienten / Pásate de golpe al otro lado”. Una canción de amor-odio que es como un manifiesto de lo que Morrison y compañía se traían entre manos, de lo que el grupo representaría en adelante. “Light My Fire”, la pieza que volvió instantánea y mundialmente famosos a los Doors, es otra obra de arte. Escrita por Krieger, “Enciende mi fuego” (como se conoció en español) es un hito histórico. La introducción del órgano es hoy parte del inconsciente colectivo y la sugerente voz de quien más adelante sería conocido como el Rey Lagarto alcanza niveles de erotismo casi explícito y hasta ese instante nunca visto, mientras los largos solos de Manzarek y Krieger constituyen una invitación al getting high de las jam sessions. Por último, el corte concluyente, “The End”, es una larga prédica trágica de once minutos y medio, un desgarrado y tenso lamento edípico, un himno anticlimático y estremecedor que hiela la sangre por su crudeza y su violencia. Sin embargo, el resto del material es igualmente bueno y sin fisuras -sólo escúchense maravillas como “The Crystal Ship”, “Soul Kitchen” o “Take It As It Comes” (estas dos con sus respectivos mensajes: “aprende a olvidar” y “tómalo como viene”) o los covers de “Backdoor Man” de Willie Dixon y “Alabama Song (Whiskey Bar)” de Bertolt Brecht y Kurt Weill-, una colección memorable de canciones que a casi medio siglo de distancia sigue sonando extraordinariamente actual.

(Reseña que publiqué en el No. 3 de los Especiales de la Mosca, en septiembre de 2003)

sábado, 22 de agosto de 2015

¿Y el PRD, apá?

Para bien o para mal (quisiera pensar que para bien), dos de los tres partidos principales de México ya tienen nuevo presidente: Manlio Fabio Beltrones en el PRI y Ricardo Anaya en el PAN. Sólo falta el PRD que, más que nunca, está urgido de elegir a un líder fuerte, serio, hábil, inteligente, político y carismático. El problema está en de dónde demonios lo va a sacar.
  Después de llegar a ser incluso la segunda fuerza política del país, hoy día el de la Revolución Democrática parece un partido que deambula cual ánima en pena y sin que en su horizonte se vislumbren tiempos de recuperación y buena salud. Por el contrario, hay signos no sólo de enfermedad sino incluso de agonía, algo que su rival más inmediato y cruento, Morena, aguarda con colmillos afilados y saliva que escurre por su lobuno hocico de depredador.
  Ante esa situación de inanidad y con la caballada más flaca que jamás ha tenido, el PRD corre el riesgo de acudir a intentos desesperados de sobrevivencia y uno de ellos sería recurrir a quien los despreció de la manera más ostensible y soberbia, para rogarle piedad y misericordia e incluso perdón, ante la inminencia de una gradual desaparición.
  Se sabe que hay militantes perredistas que consideran seriamente esa posibilidad: la de buscar a su ex mesías, el rulfiano Anacleto Morones tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, para que los acoja en su seno o al menos acepte una alianza salvadora que impida la hecatombe del otrora principal partido de la izquierda (es un decir) mexicana.
  ¿Existe alguna otra probabilidad para que el PRD se recupere o tendrá que humillarse ante la sonrisa torva de quien lo ha desdeñado? ¿Tendrá que recurrir de nuevo en busca de la ayuda de su líder histórico, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, después de que su dirigencia prácticamente lo obligó a apartarse del partido? ¿Aparecerá de pronto y como de la nada una figura que cual superhombre o supermujer consiga el milagro de la resurrección?
  No veo por dónde venga el remedio. Negros tiempos se vislumbran para eso que muchos siguen llamando la izquierda mexicana.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 21 de agosto de 2015

The Association / Greatest Hits (1968)

Aunque la inclusión en esta lista de un disco de grandes éxitos pueda parecer un poco tramposa, en el caso de The Association se justifica de alguna manera porque el grupo fue más productor de temas sencillos que de álbumes y esta compilación de rock pop sesentero es realmente estupenda.

Mejor tema: “Six Man Band”

jueves, 20 de agosto de 2015

Metallica, ¿el disco de la traición?

El mayor golpe de timón en la historia de Metallica. El disco que les significó perder a miles de seguidores a cambio de ganar millones… de fanáticos y de dólares. Metallica (Polygram, 1991) es sin duda el álbum más polémico de la agrupación, su entrada a las grandes ligas del superestrellato y su salida (por expulsión y autoexpulsión) de las oscuras sendas del metal subterráneo. Intoxicado quizá por los excesos experimentales de …And Justice for All, el cuarteto optó por dar un giro radical y dirigirse a lo básico. Había que simplificar su música, escribir canciones más cortas; si eso les redituaba una mayor comercialidad, no hallaron razón para rehusarse. Así, Hetfield, Ulrich, Hammett y Newsted volvieron a correr otro riesgo, pero esta vez en sentido contrario al que corrieron con Ride the Lightning. De pronto, el factor melódico cobró una mayor importancia y así surgieron composiciones más accesibles para el gran público. Sin perder su esencia metalera, conservaron parte de su fuerza thrashera, pero dieron evidentes concesiones. Surgieron así temas como “Enter Sandman”, “Sad But True”, “Wherever I May Roam” y sobre todo “Nothing Else Matters”, con las cuales escandalizaron a las buenas-malas conciencias de sus viejos seguidores, quienes los acusaron de traición de lesa metalidad. A la comercialidad de Metallica contribuyó sin duda el productor Bob Rock, quien dio al disco un sonido pulido, muy alejado de las “sucias” grabaciones de las cuatro obras anteriores del grupo. A pesar de la condena del sector más ortodoxo de los fanáticos de Metallica o tal vez por ello, este disco significó, de una u otra manera, una nueva provocación que influyó en el heavy metal y cambió la dirección del mismo -¿para bien, para mal?- de manera irreversible.

(Reseña publicada en el No. 2 de los Especiales de la Mosca, ejemplar dedicado a Metallica y aparecido en junio de 2003)

miércoles, 19 de agosto de 2015

El cerebro de mi hermano

Terminé de leer esta magnífica novela corta de Rafael Pérez Gay, publicada en 2013 por Seix Barral. Es autobiográfica y narra la relación del autor con su hermano mayor, el intelectual José María Pérez Gay, quien falleciera pocos años atrás. Fina, exquisita, escueta, concisa, amena, con rasgos de humor a veces negro, El cerebro de mi hermano es un relato de feliz añoranza y de bella nostalgia por el ser amado que se ha ido. Un canto a la vida, a pesar de que la muerte es el tema central que pesa y se encuentra siempre presente.
  Debo decir que en lo personal el libro me tocó, porque me hizo recordar mi propia vivencia con mi hermano Sergio. Hay muchas similitudes entre la relación de los hermanos Pérez Gay y la mía con mi consanguíneo: la diferencia de edades (una década en mi caso, un poco más en el de Rafael), el gran cariño y la enorme empatía a lo largo del tiempo y la ruptura final entre ambos por razones ideológicas (en las que tuvo que ver, infelizmente, Andrés Manuel López Obrador). También está, claro, la muerte, aunque José María tuvo una larga enfermedad que lo fue deteriorando y Sergio falleció casi de súbito, sorpresivamente.
  De regreso a la novela (de hecho, no me queda claro si en sentido estricto es una novela), Pérez Gay la estructuró con rompimientos temporales y diversos recursos literarios que rehuyen la linealidad (¿se puede decir así?). Hay muchos apuntes sobre la familia y los allegados a ambos, hermosas remembranzas sobre el DF en los años sesenta y setenta, calor, color y, como ya dije, humor.
  Un libro entrañable.

martes, 18 de agosto de 2015

Yuya y Mariel Mariel

¿Ha visto usted alguna vez a la youtuber (así se les dice) Yuya? Es algo así como el Werevertumorro en femenino, en bonito y con una mayor gracia. El caso es que Yuya posee una vocecita de niña bemba que de tan chillona puede llegar a ser irritante para ciertos oídos. No es su voz verdadera. La joven la imposta para sonar como adolescente bobalicona, al más puro Chabelo style.
  Después de escuchar Foto pa ti, el flamante disco de la cantante y compositora chilena radicada en México Mariel Mariel, lo primero que me pregunté fue: ¿es esa su verdadera voz o la imposta? Porque –compárela usted– ¡suena idéntica a la voz de Yuya! y uno no puede evitar la imagen de ésta al oír las once canciones que conforman el álbum.
  No se me malinterprete. No es que me disponga a destazar a Foto pa ti y a decir que se trata de otro producto del rockcito ñoño que tiene como principalísimas representantes a Natalia Lafourcade, Ximena Sariñana y Carla Morrison. De hecho, asocio más a Mariel Mariel con la española Bebe en su propuesta musical, basada en una mezcla de pop, electrónica y hip-hop y no en las baladitas de las tres mencionadas atrás. Eso ya es una enorme ganancia y es algo que hace la diferencia.
  De hecho, estamos ante una grabación interesante. Aunque la voz aniñada de la cantante no me hace del todo feliz, debo admitir que encaja bien en la mayoría de los cortes del disco y que en varios momentos llega a sonar francamente sensual, como una especie de Lolita pop-rapera.
  Instrumentalmente, es un trabajo bien producido y los arreglos son impecables, sobre todo en la programación de percusiones electrónicas. Las composiciones resultan interesantes, con buenos hallazgos armónicos y melódicos y letras que van más allá del lugar común.
  Aunque no todos los temas poseen la misma calidad, hay algunos tan buenos como “Talento animal”, “Foto pa ti”, “La mercancía”, “Demonios y ángeles”, “Noche noche” y “Tírame un beso”.
  No deja de ser paradójico que la música femenina más interesante que se hace hoy en México provenga de dos chilenas radicadas en el país: Mon Laferte y Mariel Mariel.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 17 de agosto de 2015

Nevermind (DGC, 1991)

¿Sabían Kurt Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl que su segundo álbum habría de revolucionar el mundo de la música, al irrumpir con fuerza brutal y sacudir el anquilosamiento discográfico de principios de los noventa, para provocar el surgimiento de lo que se conocería como rock alternativo? Lo más seguro es que no. Sin embargo, estos tres músicos pusieron y propusieron todos los ingredientes para que así fuera. El arribo de Grohl a la batería resultó fundamental. Con su poderío sobrehumano y su precisión técnica, dio al grupo la base rítmica perfecta para que las composiciones de Nevermind -todas ellas, sin excepción- resultaran joyas musicalmente impecables. Pero no sólo fue eso. El disco es un reflejo exacto de la angustia existencial de la juventud de aquella época, sumergida en la desesperanza, la falta de oportunidades, el consumismo y la adicción a las drogas. Desde la inicial “Smells Like Teen Spirit” que a pesar de la ironía de su título se convirtió en un himno automático de los jóvenes de todo el planeta, Nevermind es una colección de doce composiciones de impecable estructura, con todos los elementos clásicos de la canción popular, pero sin una intención comercial preestablecida. Otro elemento básico está en la producción de Butch Vig, quien supo explotar los talentos del trío y construir un edificio sin fisuras, aunque bien iluminado y aireado (y airado también, por supuesto). Difícil resulta destacar alguno de los cortes, dado el nivel de cada uno. ¿Cómo decir que “In Bloom” es mejor que “On a Plain”, que “Come As You Are” supera a “Breed” o que “Polly” deja atrás a “Something in the Way”. Imposible. Sería altamente injusto. Disco catártico y salvaje pero armónico y melodioso, sus contradicciones lejos de oponerse, se complementan de manera magistral. Testimonio de un momento histórico, Nevermind es el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los noventa y no hay exageración al afirmarlo. Se trata de una obra maestra, revolucionaria, que combina los mejores componentes del rock y del pop y que posee una actitud rebelde y anticonvencional que ha trascendido con el tiempo, hasta alcanzar una estatura mítica. Y aunque visto sin apasionamientos podría ser algo tan simple como un gran disco de punk, la verdad es que el arte implícito y explícito que hay en él lo convierte, a todas luces, en un hito para la posteridad.

(Reseña publicada en el Especial de La Mosca No. 1, dedicado a Nirvana, en mayo de 2003)

domingo, 16 de agosto de 2015

Club de cuervos

Según Álvaro Cueva, se trata una obra maestra. Según René Franco es una soberana porquería. Yo me situaría en medio de ambas opiniones. Porque terminé de ver completa la primera temporada (no sé si habrá más) de esta serie mexicana difundida en exclusiva por Netflix y si bien no me pareció una genialidad, tampoco me pareció mala. De hecho, me divirtió.
  Club de Cuervos es la historia ficticia de un equipo de futbol de la Liga MX, un club de provincia, de un lugar ficticio quizá situado en el Bajío, y todo lo que sucede en su interior. Así, vemos todos los conflictos internos entre la familia dueña de los Cuervos, las transas de entrenadores y promotores en el trafico de jugadores, el ambiente en los vestuarios y los entrenamientos, las vidas privadas de los futbolistas, el periodismo deportivo y sus bemoles. En fin, un retrato a mi modo de ver bastante fidedigno de lo que es el panbol nacional.
  Bien actuada, con buenos guiones, bien producida, la serie gustará sobre todo a los aficionados al fut, pero también puede agradar a otros públicos, ya que hay romance, sexo, humor y otros ingredientes.
  De cinco estrellitas, yo le pondría tres a esta serie de Netflix.
  Vale la pena echarle un ojo y formarse su propia opinión.

sábado, 15 de agosto de 2015

Duarte y una charla en facebook

–Entonces usted está segura de que el gobernador de Veracruz es el responsable de los asesinatos en la colonia Narvarte –le comento en el inbox de facebook a una señora que tengo como “amiga” y que acaba de insultarme y decirme “¡qué bajo has llegado, ¿cuánto te pagan?!”, por atreverme a escribir en mi muro lo siguiente, tres días después de los crímenes:
  “Entre más transcurren las horas y más leo las reacciones de indignación en redes sociales por el execrable crimen de la colonia Narvarte (en el que también fueron asesinadas cuatro mujeres que muchos parecen olvidar), me doy cuenta de que más que un mero acto de venganza se trata de un hecho perfectamente calculado para causar los efectos políticos que ya está logrando entre la opinión pública. Así, ya se acusa: 1. Al gobernador de Veracruz (cuya culpabilidad sugiere sin pruebas un artículo del sitio Sin Embargo que muchos están reproduciendo); 2. A Miguel Ángel Mancera (porque el DF, se dice, empieza a convertirse en una entidad peligrosa para ejercer el periodismo con libertad); 3. Al gobierno federal (porque desde el famoso "Fue el Estado", hay que acusarlo de todo). He ahí a tres afectados directos como consecuencia de la matanza. Lo sé, estoy en plan de abogado del diablo, pero creo que no podemos dejarnos ir por el corazón y las entrañas, sino tratar de entender lo que hay en el fondo de todo esto. En una palabra, saber a quién beneficia el crimen. Seguro que a Duarte, Mancera y el gobierno, no”.
  –¡Claro que él es el responsable! No se necesitan más de dos dedos de frente para saberlo –me responde mi interlocutora.
  –Pero eso está en el plano de las deducciones subjetivas, de las suposiciones, no hay pruebas para asegurarlo –insisto y se enfurece más.
  –¿Qué no viste la portada del Proceso? Esa foto la hizo Rubén Espinosa y el gobernador se puso furioso porque lo ridiculizó: por eso lo mandó matar.
  –Bueno, eso es lo que piensa usted. Pero no es una prueba.
  –Eso es lo que piensa cualquier bien nacido y no vendidos como tú. Me das vergüenza.
  Ahí terminó la charla y la señora me bloqueó. Aun así, sigo pensando lo mismo.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 14 de agosto de 2015

10 CC / Look Hear (1980)

Muchos creen que lo único que hizo 10CC fue la famosa y falsamente romántica “I’m Not in Love”. Craso error. Eric Stewart y Graham Gouldman fueron dos grandes compositores, con un sentido armónico y melódico original e insuperable. Una auténtica joya del rock-pop.

Mejor tema: “How’m I Ever Gonna Say Goodbye”

jueves, 13 de agosto de 2015

Enemigos íntimos, novios secretos

Joaquín Sabina y Fito Páez parecen tan absolutamente distintos que en su diferencia resultan perfectamente compatibles. Son la sal y pimienta de un platillo musical de disfrutable sazón.

¿Cuál es el primer disco que recuerdan haber escuchado?
Sabina: Yo creo que era “Blanca y radiante va la novia” del cantante chileno Antonio Prieto.
Páez: Mi casa era un hervidero de discos. Antes de haber escuchado mi primer disco de rock, había oído muchísima música. Pero el primer disco de rock que escuché fue uno de Vox Dei que se llama Es una nube, no hay duda. Vox Dei es un grupo emblemático del rock argentino de los años setenta.

¿Cuál es el primer disco que le envidiaron a alguien por no poderlo tener?
Sabina: En mi casa no había discos, ni siquiera tocadiscos. Recuerdo ir por la facultad de la universidad de Granada, a los diecisiete años, y ver a alguien con un disco de Dylan bajo el brazo y directamente  irme a masturbar, pensando qué sería si lo tuviera yo. El álbum era Nashville Skyline.
Páez: Yo… Un disco que hubiera querido tener y no tuve… No… No se dio el caso.

¿Cuál es el disco que mejores recuerdos les trae?
Sabina: Yo creo que Desire de Bob Dylan. Hubo una época en que lo oía a diario.
Páez: Los discos más bonitos, los que me hacen recordar cosas muy felices, son los de la infancia. O los de la preadolescencia. Toda la música que se escuchaba en los bailes de catorce y quince, ¿no?, que eran los Beatles o lo que estaba poniéndose de moda, como la música de Saturday Night Fever, la cual nosotros que éramos los “alternativos” odiábamos.

¿El disco que más lamentan haber perdido?
Sabina: Tuve una vez toda la colección –o la mayor parte– de los discos de George Brassens. En una de esas mudanzas se debieron se debieron quedar por ahí. Siempre eché de menos no haberlos comprado otra vez. De hecho, siempre que va alguien a París le digo: “A ver si ves algunos y me los traes”.
Páez: Yo el disco que más detesto haber perdido fue uno que grabó mi madre, quien era pianista, en Radio Nacional, un viernes por la tarde, tocando obras de Chopin, de Tchaikovsky y Debussy. Era un disco de pasta gruesa, de 33 revoluciones, y entre las mudanzas y las mujeres y las parejas y las casas y los viajes desapareció y nunca más pude saber de él.

¿Cuál es el disco que más ha influido en la vida de cada uno de ustedes?
Sabina: Creo que empecé a pensar en que podría cantar oyendo a Louis Armstrong. Era un disco de Armstrong y los Dukes of Dixieland. Louis Armstrong me hizo ver que una voz como la mía –claro que la suya es hermosísima–, con esa ronquera y esas ganas de vivir… En fin, me gustaba mucho.
Páez: Yo no tengo uno, de verdad.  Era tanta la música en casa, fue tan permanente mi contacto con ella, que no podría decir de uno en especial.

¿Su disco favorito para manejar?
Páez: ¡No manejamos!
Sabina: Yo no manejo, pero hay una canción de Bruce Springsteen… No soy fan de Springsteen, nunca lo he sido, pero cada diez canciones hay una que me impresiona. Y hay una que no recuerdo cómo se llama, pero que cuenta más o menos algo así com o “tengo una familia decente, soy un buen padre, tengo un buen trabajo, mi mujer es guapa, me quiere, tengo tres hijos… ¿Por qué estoy corriendo a mil por hora en esta autopista en un coche robado?”. ¡Me parece fantástico!
Páez: A mí, para ir en auto, cualquier álbum de Steely Dan: Katy Lied, Can’t Buy a Thrill, Gaucho… Cualquier disco de Steely Dan, el que quieras.

El disco que más les avergüenza tener…
Sabina: ¡Mi primer disco! He perdido mucho dinero comprándolo al doble del precio para quemarlo y destruirlo. He quemado como cien. Sí, sí…
Páez: A mí, ninguno. El que no me gusta, no lo tengo.

¿Cuál es el disco que adquirieron s recientemente?.
Páez: Yo volví a comprar por décima vez, porque siempre lo pierdo, Simbiosis de Bill Evans y Claude Suderman.
Sabina: Yo he comprado, por recomendación de Fito, el último disco de Aute.

¿Qué disco prefieren para hacer el amor?
Páez: Generalmente no tengo planes de poner música para eso, porque surge en los momentos más insólitos. Pero recuerdo cuando comencé a hacerlo, me acuerdo de la primera noche que puse un cassette de noventa minutos con la versión de “A Remark You Made” de Weather Report, de un álbum en vivo (Fito tararea la melodía). La grabé una tras de otra, como veinte veces, repitiendo el mismo tema. Fue la única vez que preparé algo.
Sabina: Yo me pongo “Cecilia”, cantada por Fito, porque me caliento mucho (ríen los dos a carcajadas).

¿Cuál es el disco que quisieran que tocaran en su funeral?
Sabina: En nuestro disco hay un tema, “La canción de los (buenos) borrachos”,  que dice que queremos una big band de Nueva Orleans. Yo creo que los entierros más hermosos del mundo son esos con doce negrazos por mitad de Sunset Boulevard, tocando una de esas marchas (imita el sonido de una trompeta). Y el país donde me gustaría morir es México, porque aquí uno no es un muerto, es un muertito. Y yo prefiero ser un muertito.
Páez: A mí me gustaría que pusieran un tema de Charly García como (canta desmadroso ante las risas de Sabina): “¡Están muertos, están muertos, no toquen, no quiero que me toquen!”. Algún tema así, sí que me gustaría.

Por último, ¿cuáles son los cinco discos que se llevarían a una isla desierta?
Sabina: 1. Blood on the Tracks de Bob Dylan. 2. I’m Your Man de Leonard Cohen. 3. Uno de los últimos discos de Goyeneche viejo. 4. Cualquier disco –menos el último– de Chavela Vargas. 5. El primer disco de George Brassens.
Páez: 1. También Blood on the Tracks de Dylan. 2. Alguno de Charly García. 3. Las variaciones “Goldberg”de Johann Sebastian Bach tocadas por Glen Gould. 4. “La noche transfigurada” de Arnold Schoenberg, en la versión de Pierre Boulez. 5. Algún CD mezcla de Joao Gilberto, Caetano Veloso, Chabuca Granda, Atahualpa Yupanqui. Una especie de coctel latinoamericano de este siglo.

(Entrevista que hice en julio de 1998 y apareció un mes más tarde en La Mosca en la Pared No. 24, en la sección "El soundtrack de mi vida")

miércoles, 12 de agosto de 2015

Michael Jackson, ese híper sobrevalorado

(Ilustración de Ricardo Sandoval)
La muerte suele sobrevalidar a las personas; les hace el gordo favor de embellecerlas, de ennoblecerlas en el recuerdo. La muerte borra o al menos disminuye los defectos y potencia las virtudes, incluso aquellas  que resultan inexistentes. Dicen que hay que saber morir a tiempo. No sé si Michael Jackson lo hizo, pero su fallecimiento se convirtió desde el primer segundo en grandilocuente espectáculo, en cursi aguacero de cursilerías, en ridículo torneo de calificativos, en oportunista muestrario de egos, en demencial histeria colectiva y, sobre todo, en un anchuroso y fructífero negocio.
  El rey del pop le dicen aquellos que aman las frases hechas y los sobrenombres fáciles. Michael lo nombran quienes tratan de sentirse cercanos a su ídolo, al privarlo de su apellido y tutearlo desde años luz de distancia. Hoy que ha muerto, Jackson ha sido encumbrado hasta alturas que rayan con lo absurdo y lo grotesco. Hay muchos que lo definen como el más grande músico popular que jamás ha existido, por encima de cualquiera. Su más notoria (que no notable) invención, el pasito del moonwalk, ha sido elevado a rangos tales que superan a los más grandes aportes que ha recibido la humanidad, desde la invención de la rueda hasta el desarrollo de las tecnologías cibernéticas, pasando por la creación de la escritura, el descubrimiento de la penicilina, el arte pictórico renacentista, el impresionismo, la música clásica, el automóvil, etcétera.
  Nadie puede decir palabra alguna que cuestione la genialidad artística de Michael Jackson y mucho menos su calidad como ser humano generoso e impoluto. Es una vaca sagrada en toda la extensión de la palabra y guay de aquel que se atreva a ponerlo en duda… y sin embargo –para parafrasear a Galileo Galilei- esta certeza se mueve y se mueve demasiado.
  Michael Jackson no fue ese genio que los medios de empeñan en imponernos. Fue tan sólo un negrito bailarín que quiso blanquear su piel y sus orígenes raciales. Que cantaba bien, eso es cierto, como tantos otros vocalistas negros, entre los cuales sobran quienes lo superan históricamente. ¿Acaso puede decirse que Jackson era mejor cantante que Nat King Cole, Otis Redding, Smokey Robinson, Wilson Pickett o Marvin Gaye? Yo respondo enfáticamente que no. ¿Era mejor compositor que Lamont Dozier, Brian Holland o su mentor Quincy Jones (de quien siempre he tenido la sospecha de que era él quien le escribía sus canciones a Jackson)? En cuanto a capacidades individuales, ¿pueden compararse los talentos de Michael Jackson y Stevie Wonder? A mi modo de ver, el segundo se lleva de calle al primero y para comprobarlo están los discos de ambos.
  Todo lo anterior para hablar únicamente dentro de los parámetros de los músicos de raza negra. Pero, ¿qué pasa si nos abrimos a la música popular en general, incluidos el soul, el funk, el blues, el jazz y el rock? Puedo nombrar a cien músicos infinitamente superiores a Jackson, desde Miles Davis y Willie Dixon, hasta Jimi Hendrix, Thelonius Monk, Oliver Nelson, Jimmy Page, Ray Davies, Pete Townshend, Brian Wilson, David Bowie y un larguísimo etcétera que culminaría con los Beatles.
  Desmitifiquemos a Michael Jackson, bajémoslo de su pedestal y situémoslo en el lugar que le corresponde. ¿Que tiene muy buenas canciones? Pues sí, como las tienen tantos otros en el mundo del pop y el rock. Ya lo que hizo con su vida privada, francamente me tiene sin cuidado.

(Publicado en la sección "Vacas sagradas" de la revista Mosca No. 5, diciembre de 2013, y escrito por mí bajo el seudónimo colectivo de Goyo Cárdenas Jr.)

martes, 11 de agosto de 2015

Donovan redivivo

Desde la primera vez que lo escuché, con su hermoso disco Tigermilk de 1996, Belle & Sebastian me pareció una especie de continuación de la obra de ese gran trovador británico, hoy casi olvidado, que es Donovan Leitch (sí, el mismo Donovan de “Sunshine Superman”, “Jeniffer Juniper”, “Barabajagal”, “Cosmic Wheels”, “Atlantis” y tantas otras maravillas). Ambos son escoceses, ambos tienen un gusto exquisito y ambos son capaces de crear melodías de una belleza arrobadora. Por si fuera poco, Stuart Murdoch, líder y compositor de Belle and Sebastian, posee una voz casi idéntica a la de Donovan, lo cual no deja de ser sorprendente.
  Este proyecto, surgido en Glasgow a mediados de los años noventa, posee una rica discografía, cuya novena muestra es el álbum Girls in Peacetime Want to Dance (Matador, 2015). Se trata de una obra tan llena de riqueza musical como las ocho anteriores (recomiendo muy especialmente If You’re Feeling Sinister de 1996, The Boy with the Arab Strap de 1998 y The Life Pursuit de 2006), pero con una ligera variante que la distingue de todas sus antecesoras y que muy seguramente se debe al trabajo como productor, por primera vez con el grupo, de Ben H. Allen, quien ha trabajado con Animal Collective y Washed Out, entre otros.
  Esta vez, Belle and Sebastian no apuestan sólo por su clásico rock pop de hondas raíces folkies, sino que incorporan elementos de la música dance y la electrónica, lo que da como resultado una colección de piezas muy interesantes y en verdad brillantes. Girls in Peacetime Want to Dance recorre todo un mundo de ritmos y sonoridades y lo refleja en piezas tan finas como “Nobody’s Empire”, “The Cat with the Cream”, “The Everlasting Muse”, “Ever Had a Little Faith?” o la sublime “Play for Today” que cuenta con la hermosa voz invitada de Dee Dee Penny de las Dum Dum Girls.
  Irónico, alegre, sutil, luminoso, el nuevo disco de Belle and Sebastian (quienes a fines de este mes se presentan en el DF) los confirma como una de las propuestas más inteligentes e interesantes de los años más recientes.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 10 de agosto de 2015

Clases de colombiano

Haber visto completa la serie colombiana La vendedora de rosas fue como tomar un curso del caló que se habla en ese país o cuando menos en la ciudad de Medellín. He aquí una parte del vocabulario que aprendí (muchas de las palabras poseen acepción femenina también):

Parcero: amigo, carnal, cuate.
Culicagao: niño, mocoso, escuincle.
Maluco: malo, dañino, perverso.
Manes: hombres, varones.
Cucho: adulto, viejo, padre, abuelo.
Camello: trabajo, chamba.
Vuelta: trabajo, encomienda.
Sapo: delator, traidor.
Cana: cárcel, prisión.

Hay palabras como "berraco" que tiene muchas acepciones positivas y negativas, equivalente a la manera como en México usamos la palabra "cabrón". Es decir que lo mismo puede significar "chingón", "hábil", "fregón", "inteligente" que "ojete", "infame", "desgraciado", "maldito".

Se emplea mucho la expresión "ome" al final de las frases, más o menos como aquí algunos jóvenes dicen "güey" o antes de usaba "mano". "Vamos al cine, ome", "No te cansas de molestar, ome", "Cómo crees, ome", "Pues sí, ome", etcétera.

Otras expresiones comunes:

¡Ave María!: válgame Dios.
Oigan a este: sí tú, ya parece, ajá, qué cosas dices.
Todo bien: no hay bronca, no te preocupes.
Qué pereza: qué hueva me das, qué flojera lo que dices o lo que propones.
Montar los cachos: engañar sentimentalmente, poner los cuernos.

Todo aderezado con el delicioso y dulce acento colombiano (en especial de las mujeres) y su manera de hablar de usted hasta a los niños.

domingo, 9 de agosto de 2015

Viniles, cassettes, compactos y obsolescencia

Cuando a mediados de los años ochenta llegó al mundo la alta novedad tecnológica de los discos compactos (CD, por sus siglas en inglés), todos nos deslumbramos frente a lo que parecía la manera definitiva de escuchar música.
  Atrás quedaban de pronto los discos de vinil o de acetato, de 33 y 45 revoluciones por minuto, y las tornamesas para ponerlos, así como los prácticos cassettes que podían reproducirse por muy diversos medios, incluidos los autoestéreos en los automóviles. El futuro nos había alcanzado. Por ningún lado se veía que algo pudiese superar y reemplazar a los pequeños y brillantes compact discs.
  Para quienes poseíamos colecciones de viniles o cassettes, aquello nos enfrentó al dilema de si debíamos conservarlos o deshacernos de ellos. Muchos abarataron y vendieron por precios irrisorios aquellas colecciones; otros de plano las echaron, literalmente, a la basura. Sólo unos pocos decidimos quedarnos con ellas, más por amor y por apego que por real convencimiento… y empezamos a adquirir aquellos minúsculos cedés y los aparatos para escucharlos.
  Quien iba a decir que apenas en esta segunda década del nuevo siglo, el CD se volvería tanto o más obsoleto que los elepés de vinil o incluso que los mismísimos cassettes. Todo por culpa de la música digitalizada.
  Los coleccionistas de discos vivimos una disyuntiva idéntica a la de hace treinta años, sólo que ahora con los “irremplazables” CD. El dilema, pues, se repite: ¿venderlos, regalarlos, tirarlos? Quizá sea aún demasiado pronto para saberlo. El tiempo gira en espiral y resulta que hoy los discos de acetato se han revalorado y se han convertido en preciado tesoro. Todavía hace un lustro, uno podía conseguirlos en puestos callejeros a 20 o 25 pesos; hoy, se cotizan de 300 pesos para arriba. El Freak Out de Frank Zappa, por ejemplo, cuesta 750 pesos en una afamada librería de la avenida Álvaro Obregón, en la defeña Colonia Roma, y así por el estilo.
  Por su parte, los tan vilipendiados cassettes se convirtieron de la noche a la mañana en apreciados objetos del deseo hípster y hay algunos grupos de los llamados indie que empiezan a sacar sus grabaciones en ese frágil pero entrañable formato.
  ¿Pero y los cedes? Si uno entra a alguna de las tiendas de la hasta hace poco dominante cadena de discos, verá que el departamento de compactos musicales es cada vez más reducido y si averigua algunos datos elementales, descubrirá que las ventas de los mismos han bajado dramáticamente y que las propias empresas disqueras empiezan a mudar sus intereses hacia la oferta de música digital. Ese es el futuro, se nos dice ahora, como se decía de los CD hace tres décadas: el mp3 es lo de hoy. ¿Por cuánto tiempo? A saber.
  Afirman los especialistas que los compactos jamás lograron igualar la calidad de sonido de los viniles, a pesar de que evitaban el famoso –y hoy hasta conmovedor– scratch, y que el mp3 posee una calidad aún más baja. Incluso gente como el cantautor canadiense Neil Young, quien siempre fue un crítico acérrimo del CD, apoyó a los inventores de un nuevo sistema llamado Pono, el cual reproduce la música digitalmente, pero con la calidad que tenía en los años setenta, antes del advenimiento del disco compacto. Sin embargo, aún se encuentra en fase experimental y no parece prometer mucho a nivel masivo.
  Hoy que no sólo la música sino también el cine y hasta las series de televisión empiezan a escucharse y/o a verse mucho más en plataformas de internet como Spotify o Netflix que en los medios tradicionales, tanto los compact discs como los DVD y hasta los blue rays parecen volverse obsoletos e irrelevantes a pasos tan acelerados como alarmantes.
  ¿Qué hacer entonces ante esto? ¿Correrán los cedés la suerte de los horrendos cartuchos de 8 tracks o en cierto tiempo tendrán la misma suerte de los viniles y podrán resurgir de alguna manera? (algo similar se puede cuestionar respecto al DVD y el blue ray: ¿les sucederá lo que a los laser discs y a los cassettes de Beta y VHS, hoy en definitiva desaparecidos?).
  ¿iPod o no iPod?, he ahí el dilema. En una sociedad que privilegia lo desechable y con la rapidez de las innovaciones tecnológicas, es imposible vaticinar si incluso la música digital será más temprano que tarde reemplazada por otra nueva manera de reproducción y escucha, más práctica y sofisticada.
  La respuesta –diría Bob Dylan desde un rayado LP en una vieja tormanesa– está en el viento.

(Publicado este mes en el No. 453 de la revista Nexos).

sábado, 8 de agosto de 2015

Beltrones y la real politik

Manlio, cuando aún traía bigote.
Es cierto que en la teoría académica, la política es vista como algo noble y lleno de ideales, como una actividad impoluta de la que han escrito grandes pensadores. No obstante, a la hora de chocar con la realidad (y por eso no me cansaré de recomendar la serie House of Cards como un curso intensivo de lo que es la política en el mundo real), quienes abrazan esa carrera se enfrentan a un ambiente que muy poco tiene que ver con los grandes planteamientos que se estudian en las aulas y que la mayoría de las veces es exactamente lo contrario: una guerra callada y despiadada.
  La real politik es aquella que debe practicarse en el día a día y entre los políticos de carne y hueso, aquí y en Mongolia. Sustraerse de la misma, para un político, equivale al suicidio. Gobernar o legislar implica hacer frente a multitud de intereses confesables e inconfesables. Es meterse a zonas pantanosas, turbias, de las que a veces se sale más o menos limpio y a veces no. La política real es dura, ruda, desalmada, implacable. Por eso no cualquiera le entra.
  Con lo anterior, no quiero decir que se trate de una actividad que debiera estar proscrita. La política ha existido desde la Antigüedad. Es una cosa inherente al ser humano y, con sus luces y sus oscuridades, resulta fascinante, cautivante –y a veces adictiva– para quienes la practican y para quienes nos limitamos a observarla de lejecitos y con lentes de entomólogo.
  El nombramiento presidencial –que eso fue y al más rancio y pragmático estilo priista– de Manlio Fabio Beltrones como nuevo mandamás del PRI es un acto de absoluta real politik, esa que le ha faltado practicar con mayor frecuencia al actual gobierno y que le ha impedido una capacidad de respuesta rápida ante los múltiples problemas, conflictos y crisis a los que ha debido enfrentarse.
  Se dice que Beltrones no es del grupo del presidente Peña Nieto y hasta se le ubica como de un bando político contrario. Sin embargo, no hubo de otra para tratar de revertir las cosas según los intereses del gobierno. Fue un acto de real politik. Veremos cómo funciona.

viernes, 7 de agosto de 2015

Gorky’s Zygotic Mynci / Spanish Dance Troupe (1999)

Una belleza. Un disco que es como una de esas mujeres de labios gruesos y ombligo perfecto que seducen por su misterio y sus cambios y su caprichoso comportamiento. Fascinante, sutil, fino a lo largo de los quince temas que lo conforman. Pop folk psicodélico de finales de siglo.

Mejor tema: “Spanish Dance Troupe"

jueves, 6 de agosto de 2015

El Ñoño

Marco Antonio, mi primo, a mis espaldas, en la casa de la calle
Magisterio Nacional en donde viví en mi infancia y adolescencia.
La foto es de mediados de 1969. Ambos teníamos catorce años.
Así le decíamos cuando éramos chicos a mi primo hermano Marco Antonio García Ocampo, de cuya muerte me enteré hoy por la tarde, algunas horas después de que Marco sufriera un fatal infarto.
  Hijo de mí tío Luis, hermano menor de mi papá, de niño y adolescente conviví mucho con él, a pesar de que vivía con su familia en la ciudad de Toluca (siempre nos referíamos a ellos como "los primos de Toluca). Los García Ocampo venían mucho al DF, a la casa de mi abuela en Tlalpan, y en ocasiones solíamos ir a pasar algunos días con ellos en la capital del Estado de México. Marco era unos meses más chico que yo y teníamos en común el gusto por los animales. En ocasiones jugábamos a que éramos veterinarios y él término por serlo. A mí la vida me llamó por otros rumbos.
  Hijo de mi tía Albertina, quien falleció hace algunos meses y era oriunda de Huitzuco, Guerrero, donde Marco vivía actualmente con su familia y donde murió hoy, era el tercero de siete hermanos, de los cuales sobreviven cuatro (Guadalupe, alias "La Lupita"; Emiliano, "Emi"; María Fernanda, "Marifer" y Carlos Alberto). José Luis ("El Titi") se nos fue en 2004 y Miguel Ángel apenas el año pasado.
  Últimamente, Marco Antonio no las había tenido todas consigo, según me enteraba yo. La diabetes había hecho que le amputaran una pierna y usaba una prótesis. Lamento que ya no nos viéramos. En los últimos veinte años, nos habremos encontrado en un par de ocasiones, en la Quinta Guadalupe de Tlalpan. La última vez que lo vi fue en una comida, justo ahí, en la casona de los abuelos García, en 2009 o 2010.
  Lamento mucho la muerte de mi querido "Ñoño". Ahora ya se encuentra con sus padres y dos de sus hermanos, en alguna dimensión en la que seguro será muy feliz.

miércoles, 5 de agosto de 2015

La bestia de París

No sé cómo llamar a los cuatro relatos que componen a este libro, ya que no son exactamente cuentos pero tampoco reportajes. ¿Periodismo literario? ¿Literatura periodística? No lo sé. El caso es que la alemana Marie-Louise Scherer toma cuatro temas sucedidos en la vida real parisina y los desarrolla de una manera en la cual la narrativa cobra visos literarios, sin perder su esencia periodística.
  Son cuatro relatos, uno largo -el que da título a este libro editado por Sexto Piso en 2014- y tres más o menos cortos. La temática de cada uno es muy distinta. "La bestia de París" habla sobre una serie de asesinatos de ancianas que tuvo lugar en la capital francesa en los años ochenta del siglo pasado, en medio de los peculiares ambientes de los inmigrantes caribeños y los antros de travestis. Para mí, es lo mejor del volumen, por la manera como Scherer nos cuenta la historia, con visos de novela negra. Realmente espectacular.
  "El último surrealista" es una especie de cuento-entrevista con el poeta Philippe Soupault, en el que habla de todo lo que vivió y toda la gente que conoció a lo largo de su vida, en especial dentro del mundo de los surrealistas parisinos de principios del siglo veinte. Conocemos ciertas artimañas de André Breton o cosas sobre Louis Aragon, James Joyce y Gala, la mujer de Salvador Dalí. o Muy interesante.
  "Cosas sobre Monsieur Proust" es casi un reportaje sobre la fallida filmación que el cineasta alemán Volker Schlöndorff hizo de Un amor de Swann, uno de los libros de la saga proustiana En busca del tiempo perdido, y de cómo se filmó en una mansión de St. Germain des Pres. Aparecen actores como el francés Alain Delon o la bellísima italiana Ornela Muti y es un relato que nos mete a lo que podríamos llamar el detrás de cámaras. Muy interesante también.
  "Grititos de reencuentro" es quizás el texto menos bueno del libro o tal vez sea que en lo personal el mundo de la moda y sus intríngulis no me es del todo atrayente (aunque la película Pret-a-porter de Robert Altman me encantó cuando la vi).
  La bestia de París y otros relatos es un muy buen libro y vale la pena leerlo. Marie-Louise Scherer tiene una pluma amena y desenfadada y eso le da agilidad a sus narraciones. Lo recomiendo.

martes, 4 de agosto de 2015

1965

A principios de año apareció el libro 1965: the Most Revolutionary Year in Music, escrito por el musicólogo californiano Andrew Grant Jackson, quien plantea que al año quinto de la década de los sesenta es el que marcó el verdadero cambio hacia la madurez en la historia del rock, sobre todo porque se pasó del reinado del disco EP de dos o cuatro canciones al imperio del LP de 33 revoluciones por minuto, lo que permitió el surgimiento de maravillas discográficas como el Rubber Soul de los Beatles, el Highway 61 Revisited de Bob Dylan y el Aftermath de los Rolling Stones, entre muchos otros. Claro, todo ello combinado con las primeras transformaciones culturales, políticas y sociales de la llamada década dorada.
  Pero, ¿cómo se vivió eso en México? ¿Cómo evolucionó la música en general y el rock en especial en un país dominado por una sociedad cerrada y ultraconservadora, un partido hegemónico y justo cuando el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz llegaba a su segundo año? No de la manera como se vivía en el resto del mundo, eso es definitivo.
  Si revisamos lo que sucedía musicalmente en nuestro país en el año 65 del siglo pasado, la cosa resulta bastante desoladora.
  Para empezar, fue el año en que la cumbia llegó con todo (igual que hoy, medio siglo después) y en los ámbitos musicales y los medios de comunicación casi no se hablaba de otra cosa que de los éxitos de Mike Laure (“Tiburón a la vista”,  “La rajita de canela”), mientras que Pablo Beltrán Ruiz se hacía llamar Mr. Cumbia. Asimismo, el programa televisivo “de rock” Premier Orfeón era desplazado por el pesadillezco (me acuerdo de él y me dan escalofríos) Estudiantinas que estudian, en el que se promovía la imagen del joven católico, bien portado, bien vestido, de cabello corto y de nobles sentimientos. Un horror, pues.
  Lo más “roquero” eran los Hermanos Carrión con “Lanza tus penas al viento”, los Johnny Jets con “Es Lupe”, Los Hitters con “Amarrado”, los Rockin’ Devils con “Perro lanudo” y Las Hermanas Esqueda con “Para mi cumpleaños quiero un Beatle” (¡juro que así se llamaba!).
  ¿1965 un año revolucionario para el rock? En México, de plano, no.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 3 de agosto de 2015

Los globos atmosféricos de Moebius

Difícil habría sido pensar, por allá de 1959, que aquel adolescente suizo de quince años que idolatraba las canciones de Chuck Berry terminaría siendo compositor y ejecutante de una música completamente alejada del primigenio rock n’ roll del creador de “Maybelline” y “Johnny B. Good” y que en lugar de elegir a la guitarra eléctrica como su instrumento, se inclinara por los primeros sintetizadores que surgieron en la segunda mitad de la década de los sesenta del siglo veinte.
  No sólo eso: Dieter Moebius sería considerado con el tiempo como el padre de un subgénero musical basado en el uso de instrumentaciones electrónicas y ritmos secos, surgido una década después (of all places) en la Alemania de la posguerra y de la guerra fría.
  Padre (o si usted prefiere pionero) del krautrock, Moebius fue un personaje importantísimo, fundamental para la historia de la música alemana de la centuria pasada y de la historia del rock en general.
  Dieter Moebius nació en San Galo, Suiza, el 16 de enero de 1944. De joven emigró a Bruselas, Bélgica, para estudiar arte y en 1968 se trasladó a la zona occidental de Berlín, Alemania, para estudiar en la Akademie Grafik y para llevar a cabo sus primeros estudios e incursiones como intérprete y compositor de música experimental basada en la electrónica. Para sostenerse, trabajaba como cocinero en un restaurante de la ciudad.
  Un año más tarde, conoció a Hans-Joachim Roedelius y Conrad Schnitzler y se unió a ellos para conformar el trío de ambient-electrónico Kluster, con el que grabaría el disco Klopfseichen (1970), que dos años más tarde, al abandonarlo Schnitzler, cambiaría la letra inicial de su nombre para llamarse Cluster. La música que hacía el ahora dueto resultaba difícil de digerir para el escucha común, pues no hacía coqueteos con el rock –y mucho menos con el pop–, por lo que no logró la aceptación que sí tuvieron agrupaciones similares como Can, Neu! o, por supuesto, Bauhaus. Lo de Moebius y Rodelius fue desde sus inicios una propuesta en extremo vanguardista, dirigido a un público minoritario y selecto, y en esto tuvo mucho que ver su productor, Conrad Plank, quien los llevó a la composición muy estructurada de largos y densos pasajes atmosféricos.
  En su excelente libro Krautrocksampler, Julian Cope definió la música de Cluster como “globos atmosféricos de sonido”, lo cual no deja de ser tan abstracto como el propio estilo del dueto. Es necesario escuchar discos como Cluster II (1972), Zuckerzite (1974) o Sowiesoso (1976) para que dicha definición pueda quedar un poco más clara y definida.
  Moebius y Roedelius trabajaban muy bien juntos y lo hicieron a lo largo de muchos años. No obstante, en ocasiones gustaban de colaborar con otros músicos. Es el caso de Michael Rother, integrante de Neu!, con quien se presentaban como Harmonia, otro proyecto muy importante dentro del krautrock, creador de álbumes como Musik from Harmonia (1973) y Deluxe (1975),
  Nada tiene de extraño que, un poco más tarde, también Brian Eno los buscara. Esto sucedió en 1976, cuando el ex integrante de Roxy Music y ya para entonces un músico experimental reconocido en todo el mundo trabajara con ellos en la ciudad de Forst, donde Cluster tenía su búnker, antes de dirigirse a Berlín para colaborar en la famosa y hermética triada discográfica alemana de David Bowie, conformada por los álbumes Low (1977), Heroes (1977) y Lodger (1979). En ellos, pero sobre todo en el primero, resalta la influencia de la música que creaba la mancuerna Moebius-Roedelius. De hecho, en ese mismo tiempo y de manera simultánea, Eno volvió a trabajar con el dueto para producir los larga duración Cluster and Eno (1977) y After the Heat (1979).
  Ya para principios de los años ochenta, cada uno de  los músicos (es decir, Moebius y Roedelius) comenzó a trabajar por su lado y aunque Cluster no sería disuelto oficialmente hasta 2010, a partir de entonces colaboraron muy poco juntos.
  Moebius tendría aún más de tres décadas de intensa labor musical prolífica e innovativa. Trabajos como Material (1981), Strange Music (1982), Double Cut (1983), Tonspuren (1983, considerado por muchos especialistas como el primer disco de techno), En Route (1986), Blotch (1999), Kram (2009), Another Other Places (2014) o su postrer Nidemonex (2014) así lo demuestran.
  Dieter Moebius falleció el pasado 20 de julio, a la edad de 71 años. Hasta el momento se desconocen las causas de su deceso, pero queda claro que se trata de una gran pérdida para el krautrock, para el techno (que él prefiguró), para el rock y para la música contemporánea toda.

(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

domingo, 2 de agosto de 2015

Viejas y sabias frases maternas

Me encontré un papel en el que había anotado tres frases que solía decirme mi mamá cuando era yo niño. Son tres apotegmas o refranes o dichos o como se les quiera decir. Helos aquí:

1. "No pelean dos no queriendo uno" (a pesar del horrendo gerundio, así me lo decía cada vez que me enojaba con mi hermana Myrna o mi hermano Jorge y discutíamos).

2. "Lluvia antes de las tres, buena tarde es" (casi siempre sucede así: llueve antes de que den las tres y luego se produce una tarde llena de sol y de luz).

3. "De cenas están las sepulturas llenas" (me lo decía cuando me veía cenar en exceso).

Yo creo que con los fallos de su memoria, ya debe haberlos olvidado. Se lo preguntaré dentro de ocho días que vaya a verla.

sábado, 1 de agosto de 2015

“El Piojo” sí es como lo pintan

Si, como dicen, la cuerda se rompe siempre por lo más delgado, en el caso de Miguel Herrera, el famoso “Piojo”, ese dicho quedó más que corroborado. La agresión por la espalda contra el comentarista futbolero Christian Martinoli mostró la verdadera catadura del hasta hace unos días director técnico de la selección nacional de fut y reveló que lo más delgado de su cuerda era precisamente eso: su iracundia sin control, aderezada por un rencor revanchista que sólo medio se calma con la venganza.
  Anger Management (“Manejo de la ira”) se llama una serie protagonizada por el actor Charlie Sheen (otro colérico profesional) y eso fue lo que pasó con Herrera: no supo manejar su ira y no hubo quién lo asesorara para que no lo hiciera (eso de tener como consejera principal a su hija, la famosa “Piojita”, es como echarle gasolina al fuego).
  Lamentable desde cualquier punto de vista, el golpe artero del “Piojo” –quien después del Mundial de Brasil se convirtió en el hombre más popular del país, aunque ahora ya el “Chapo” Guzmán logró desplazarlo– lo condujo de la gloria al infierno (para usar un lugar común) en cuestión de minutos. Le llevará un tiempo (aunque tal vez menos de lo que imaginamos) levantarse de la lona y volver a dirigir (Nacho Ambriz tiene la palabra), pero su aureola de ídolo popular, por muy artificiosa y prefabricada que fuese, no la recobrará.
  En este México del siglo XXI, paradójicamente seguimos estacionados en el XX, si no es que en el XIX. Un tipo macho, tosco, dicharachero, soberbio, vulgar, peleonero, retador y maleducado, un vivales bravero e irresponsable, puede llegar a ser admirado y hasta idolatrado por las masas. Pero uno que ataca por detrás y luego trata de negarlo con cobardía, ya no es tan bien visto. Por eso y por otras cosas no podían sostener a Herrera en su puesto (aunque haya Niños Fidencios tropicales que en su delirio aseguran que lo corrieron por órdenes de Peña Nieto, Osorio Chong y Videgaray, hágame usted el piojoso favor).
  Triste historia la de Miguel Herrera y sus quince minutos (bueno, un poquito más) de fama: el “Piojo” sí es como lo pintan.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)