sábado, 22 de agosto de 2015

¿Y el PRD, apá?

Para bien o para mal (quisiera pensar que para bien), dos de los tres partidos principales de México ya tienen nuevo presidente: Manlio Fabio Beltrones en el PRI y Ricardo Anaya en el PAN. Sólo falta el PRD que, más que nunca, está urgido de elegir a un líder fuerte, serio, hábil, inteligente, político y carismático. El problema está en de dónde demonios lo va a sacar.
  Después de llegar a ser incluso la segunda fuerza política del país, hoy día el de la Revolución Democrática parece un partido que deambula cual ánima en pena y sin que en su horizonte se vislumbren tiempos de recuperación y buena salud. Por el contrario, hay signos no sólo de enfermedad sino incluso de agonía, algo que su rival más inmediato y cruento, Morena, aguarda con colmillos afilados y saliva que escurre por su lobuno hocico de depredador.
  Ante esa situación de inanidad y con la caballada más flaca que jamás ha tenido, el PRD corre el riesgo de acudir a intentos desesperados de sobrevivencia y uno de ellos sería recurrir a quien los despreció de la manera más ostensible y soberbia, para rogarle piedad y misericordia e incluso perdón, ante la inminencia de una gradual desaparición.
  Se sabe que hay militantes perredistas que consideran seriamente esa posibilidad: la de buscar a su ex mesías, el rulfiano Anacleto Morones tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, para que los acoja en su seno o al menos acepte una alianza salvadora que impida la hecatombe del otrora principal partido de la izquierda (es un decir) mexicana.
  ¿Existe alguna otra probabilidad para que el PRD se recupere o tendrá que humillarse ante la sonrisa torva de quien lo ha desdeñado? ¿Tendrá que recurrir de nuevo en busca de la ayuda de su líder histórico, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, después de que su dirigencia prácticamente lo obligó a apartarse del partido? ¿Aparecerá de pronto y como de la nada una figura que cual superhombre o supermujer consiga el milagro de la resurrección?
  No veo por dónde venga el remedio. Negros tiempos se vislumbran para eso que muchos siguen llamando la izquierda mexicana.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

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