domingo, 31 de mayo de 2015

Fats Waller: un regalo para Al Capone

En 1926, a sus escasos veintiún años, ya era una figura muy popular en el jazz. En Nueva York era una estrella y en esos días, él y su orquesta realizaban una serie de presentaciones en el hotel Sherman de Chicago. Todo parecía ir sobre ruedas, hasta que al terminar una presentación, fue interceptado en los camerinos por unos matones que lo encañonaron amenazantes. Si les debía algo, no podía saberlo y tampoco se lo informaron. Le cubrieron la cara con un trapo, lo sacaron por la parte trasera del teatro, lo subieron a un coche y arrancaron con rumbo desconocido. No lo llevaron sin embargo a algún descampado para ejecutarlo. Cuando llegaron a su destino, lo metieron en el suntuoso centro nocturno East Cicero, le quitaron el trapo de la testa y en un vestuario le ordenaron que se acicalara. Tembloroso aún por los nervios, acató la instrucción y una vez listo, fue llevado al salón principal para que tomara asiento frente a un brillante piano e hiciera lo que sabía hacer. Todo era barullo en el lugar, hasta que puso sus manos sobre el teclado y comenzó a tocar un rítmico swing. Cuando su voz surgió, todos se volvieron a verlo y a aplaudirle. Se sintió aliviado y sonrío a sus anchas para cantar como sólo él sabía hacerlo, con esa alegría contagiosa que lo caracterizaba. Fue entonces que vio en la mesa más cercana a un sujeto bajito, con tipo de italiano, quien champaña en mano era el que más le aplaudía. Lo había visto en algunas fotografías de prensa y lo reconoció de inmediato. Un nuevo escalofrío lo recorrió de pies a cabeza, pero no permitió que se le notara. Aquel hombre de cabello envaselinado e impecable smoking blanco era nada menos que el capo mayor de la mafia de Chicago, a pesar de tener tan sólo veintisiete años de edad.
  Cuando el espectáculo terminó, el regordete músico de raza negra fue presentado al gangster, quien lo invitó a quedarse en la fiesta, misma que duraría tres días completos. Al final, recibió un fajo de dólares equivalente a lo que ganaba en un mes y fue conducido de regreso a su hotel. Fats Waller acababa de ser el regalo de cumpleaños de Al Capone.
  Nacido en 1904, en la ciudad de Nueva York, Thomas Wright Waller fue uno de los músicos más influyentes de los primeros años del jazz. Con un estilo jubiloso y lleno de gracia para escribir e interpretar sus composiciones, unido ello a la simpatía que le daba su gordura, el tipo no sólo era popular entre el público sino también entre las mujeres. En sus dos décadas de carrera, se presentó en todo el territorio norteamericano y en Europa, realizó muchas grabaciones e incluso participó en algunas cintas del naciente cine hablado. Es uno de los músicos favoritos de Woody Allen (temas suyos aparecen en las películas Interiores de 1978  y Zelig de 1983).  Entre sus composiciones más conocidas destacan “Lenox Avenue Blues” y la clásica “Ain’t Misbehavin”.
  Fats Waller falleció muy joven, en 1943, en Kansas City, Misuri. Una neumonía se lo llevó a los treinta y nueve años, mientras viajaba en un tren. Una manera muy rítmica de morir.

(Publicado el día de ayer en el suplemento Laberinto de Milenio Diario)

sábado, 30 de mayo de 2015

La conjura de los cínicos

Inestimado señor: Le escribo la presente luego de ver todo el lío en que se encuentra usted metido y que le armaron algunos de sus más cercanos colaboradores, quienes se pasaron de listos y mostraron toda la corrupción en la que han vivido durante largos años.
  Lo que me brinca es que usted trate de hacerse el occiso y diga que nada tiene que ver en el asunto, cuando es sabido que su conducta como cabeza principal de la organización que preside no ha sido la más ejemplar. Es usted un tipo tan astuto y taimado que cuesta trabajo creer en su inocencia y sobre todo que haya afirmado que nada sabía sobre las actividades ilícitas de sus más próximos.
  Sé que maneja usted la imagen de alguien intachable, impoluto, incapaz de mancharse con el pétalo de una tranza y no sólo eso, también utiliza el discurso de que hay que acabar a como dé lugar con la corrupción.
  Ahora que es tiempo de elecciones, ha acentuado dicho discurso, aunque en los hechos su actuación lo contradiga. En cada temporada electoral, su ególatra soberbia ha hecho que pase por encima de cualquiera que represente un riesgo para su candidatura y no se ha detenido a la hora de dividir a su organización y hacer que muchos de los que eran sus aliados hayan tenido que marcharse. Pero eso sí: siempre trata de dar una apariencia bonachona y falsamente simpática, llena de dicharachos y frases repetidas.
  Maneja usted a su oscura institución como si fuera el dueño y en los hechos lo es. Todo el dineral que ingresa, lo dispone para sus propios intereses políticos y para promover su populista y demagógica imagen a toda hora, en aras de cumplir ese sueño que lo tiene obsesionado desde hace lustros.
  Si no es usted un corrupto, cuando menos sí es un cínico y poco parece importarle que aquel tesorero se haya ido a Las Vegas o que aquel allegado suyo haya llenado maletines de billetes atados con ligas.
  En fin, nadie soy para cuestionarlo, sólo quise desearle suerte porque la va a necesitar para salvar el pellejo. Que le sea leve, señor Joseph Blatter.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 29 de mayo de 2015

Ben Folds Five / Whatever and Ever Amen (1997)

Voz, piano, bajo y batería (no, no es Keane). Un trío con nombre de quinteto que hace un pop irónico y divertido, lleno de frescura y calidad. Ben Folds no destacó mucho, pero este álbum es una muestra de un talento que por alguna razón desapareció del mapa.

Mejor tema: “Song for the Dumped”



jueves, 28 de mayo de 2015

Mujeres del 2006 en La Mosca

The Gossip, Psapp, Martha Wainwright, Cat Power, Giant Drag, Fiona Apple, Melissa Ferrick, Shivaree, Mia Doi Todd, Feist, Anouk, Azure Ray, The Pipettes, The Noisettes, Tina Dico, Bobby Baby, The Finches, Brisa Roche, Buika, Kimya Dawson, Hello Saferide, Ramona Cordova, Rachel Fuller, Maia Hirasawa, Jenny Lewis, Thao Nguyen, Shelley Short, Tagaki Masakatsu, Gabby La La, Jesca Hoop, Joanna Newsom, Neko Case, Lady & Bird, Transient, Jed and Lucia, Rosie Thomas, Lionlove, Angela Desveaux, Javiera Mena, The Bicycles, Isobel Campbell, Christina Rosenvinge, Jenny Owen Youngs, KT Tunstall, Maria Taylor, Snoozer, Kathryn Williams, Devics, Leticia Servín, The Morris Family, Terra Naomi, Jennifer O’Connor, Laura Vázquez, Pony Up!, Choc, Telepopmusik, Wendy & Bonnie, MiAndLau, Rebekah Higgs, Rose Cousins, Lily Frost, Virginia Astley, Miho Hatori, Land of III Earthquakes, Fernanda Martínez, Laura Gibson, Julie Sokolow, Julieta Marón, Susan Christie, Juana Molina, Girls Aloud, Anais Mitchell, Kathleen Baird, Yoko Kanno, Nurse & Soldier, Camille, Kelly Joyce, Coralie Clement, Pauline Croze, Malena Rouge, Ariane Moffatt, The Long Blondes, Carla Bruni, Emilie Simon, Sara Valenzuela, Keren Ann, Katie Melua, Nosotrash, Broadcast, Jessy Bulbo, The Duke Spirit, First Nation, Tanya Donelly, Tigs, Emiliana Torrini, Regina Spektor, The Oohlas, Neon, Poni Hoax, Ane Brun, Miss Violetta Beauregard, The Dixie Chicks, Shelley Short, Stina Nordestam, Charlotte Gainsbourg, Cansei de Ser Sexy, Teggan and Sara, Big Pig, Dani Siciliano, Angie Heaton, Controller Controller, Fabienne Delsol, Julie Doiron, Beehive and the Barracudas, Jucifer, TAM, Betty Davis, Laureen K. Newman… Son tan sólo algunos de los nombres de mujeres solistas o grupos en los cuales las mujeres tienen un papel esencial y que a lo largo del 2006 hicieron gran música. Mientras las disqueras y las radiodifusoras nos invaden de basura “indie”, una gran cantidad de mujeres alrededor del mundo están produciendo el mejor rock del orbe. Muy pocas son conocidas, inmerecidamente. Desde aquí las honramos por su calidad, por su sensibilidad, por su talento, por su afortunada feminidad.

(Editorial "Ojo de mosca" que escribí para La Mosca en la Pared No. 112, agosto de 2006)

martes, 26 de mayo de 2015

Nuevo ataque mandril

Al contrario de lo que sucede con el rock –que en México es rockcito (con sus honrosas excepciones que no hacen más que confirmar la regla) –, el jazz que se hace en nuestro país ha gozado desde siempre de una magnífica salud. Me refiero al jazz en todas sus variantes y una de ellas, con gran fuerza en la escena nacional desde hace más de una década, es la del jazz funk, subgénero en el cual destacan proyectos como Troker, Los Músicos de José, 3MotherFunkers, Pilaseca, Telefunka y el que hoy nos ocupa: Sr. Mandril.
  Con una fusión de jazz, rock, funk y ritmos afroantillanos; con bajeos y teclados que dan cuerpo y sustancia a su música (debidos a Ramsés Ramírez), guitarras que transitan del jazz al rock sin escalas (cortesía de Germán González), percusiones calientes y exactas (ejecutadas por Edgar Torres en la batería y Chepo Valdez en las congas), metales cortantes y exactos (cortesía de Pablo Delgado en el sax y Alex Sánchez en la trompeta) y flautas que remiten lo mismo a Herbie Mann que a Ian Anderson (interpretadas por la siempre espléndida María Emilia Martínez); con una serie de composiciones contagiosas, variadas y perfectamente matizadas, Sr. Mandril aparece en 2015 con su quinto álbum de larga duración, La especie del ojo funky, editado por la disquera Intolerancia con el apoyo del Fonca y Conaculta.
  Se trata de un disco tan bueno como su inmediato antecesor, Cinema Mandril (Intolerancia, 2013), con la diferencia de que esta vez no se recurre al uso de elementos electrónicos y el sonido es, digamos, más orgánico. Eso no obsta para que haya experimentaciones o se corran riesgos en la manera de componer o de realizar los arreglos (como en la intensa y hasta un tanto siniestra “Botón del sol (El tercer ojo)”.
  Diez son los cortes que conforman a este nuevo plato y no hay desperdicio en uno solo de ellos. Desde el inicial “Agente Especial SM” hasta el concluyente “Gato negro”, pasando por “Tiro Loco”, “Bong”, “Sunset” o “La 77”, el jazz y el funk brotan en perfecta conjunción y nos mueven (literalmente) a explorar más de la discografía de esta estupenda agrupación defeña.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 25 de mayo de 2015

Dylan y la polaca mexicana

Ahora que el buen Bob Dylan regresa a nuestro país para dar algunos conciertos, se me ocurre que algunas de sus más señaladas canciones bien podrían estar dedicadas a varios de los más preclaros adalides de la democracia mexicana, mismos que hoy nos otorgan sentido patriótico por medio de sus actividades cotidianas en eso que llamamos la política nacional. Hagamos un ejercicio de imaginación y pensemos cuáles de las composiciones dylanianas pueden formar parte del soundtrack de nuestros bienamados políticos.

“Like a Rolling Stone” (Como una piedra que rueda). Ese título a nadie le puede quedar mejor que a Porfirio Muñoz Ledo, quien ha transitado alegremente de los gobiernos priistas (y de la presidencia del mismo PRI) a la oposición de izquierda y de ahí al gobierno foxista y de rebote al actual y flamante FAP y de ahí a…

“Just Like a Woman” (Precisamente como una mujer). La canción perfecta para Ruth Zavaleta, tan querida por sus compañeros perredistas del sector duro.

“Jokerman” (Bromista). Esta le va como anillo al dedo a nuestro máximo comediante, a nuestro genio del humorismo blanco y amarillo, Gerardo Fernández Noroña, quien con sus constantes bromas nos hace más alegre y llevadera la existencia cotidiana. La política nacional ya es inimaginable sin el jokerman Noroña, el Polo Polo de los progres.

“I and I” (Yo y yo). ¿Yo-yo? Pues quién más que el hombre que más aprecia (y exige para sí mismo) el culto a la personalidad: Andrés Manuel López Obrador. Desde su presidencia legítima, el hombre sabe cómo estar siempre en los medios. Hugo Sánchez es el único que podría hacerle sombra en eso del yoísmo (lo sé, el Pichichi no es un político, pero qué tal le sabe a la grilla).

“If Not for You” (Si no fuera por ti). Los perredistas están ciertos de que esa canción la hizo Bob Dylan para Luis Carlos Ugalde. “¿Si no fuera por él, AMLO sería nuestro presidente”, aseguran los del sol amarillo.

“Blowin’ in the Wind” (La respuesta está en el viento). Sin problemas Dylan le hubiera escrito esa tonada a Felipe Calderón, porque a poco más de un año de haber asumido la presidencia de la república, como que los mexicanos seguimos haciéndonos muchas preguntas acerca de la eficacia de su gobierno y la respuesta…, la respuesta sigue en el viento.

“Knockin’ on Heaven’s Door” (Tocando a las puertas del cielo). Obvio: Enrique Peña Nieto, Marcelo Ebrard y Juan Camilo Mouriño, quienes ya desde ahora tocan a las puertas de Los Pinos (falta ver si les abren).

“The Idiot Wind” (El viento idiota) No sé por qué me acordé de Chente Fox, a quien también le queda la de “It Ain’t Me, Babe” (No soy yo, nena), por aquello del “¿… y yo por qué?”.

“Sad Eyed Lady of the Lowlands” (Dama de ojos tristes de las tierras bajas). Está clarísimo: Martita Sahagún cuando se quedó lejos del poder.

“Ballad of a Thin Man” (Balada de un hombre delgado). ¿El secretario de Hacienda Agustín Carstens?

“Going Going Gone” (algo así como la clásica frase beisbolera Se va, se va y se fue). ¿Quiénes más sino Francisco Ramírez Acuña y Beatriz Zavala.

“Rainy Day Women No. 12 & 35” (Mujeres de día lluvioso números 12 y 35). Posiblemente Elba Esther Gordillo y Dolores Padierna, por las tormentas que arman siempre a su paso, aunque a ambas les podría quedar también la de “Tough Mama” (Mujer ruda).

“Watching the River Flow” (Viendo correr al río). Esta se ajusta perfecto a cualquiera de los ex precisos, quienes desde su relativo retiro observan pasar las aguas de la polaca, todos menos Carlos Salinas de Gortari, quien tiene su propia canción dylaniana.

“When He Returns” (Cuando él regrese). Se dice que es lo que siempre ha deseado Salinas: retornar al poder… y hay quienes querrían que eso sucediera. De todos  modos, cada vez que se va del país termina por regresar. También se la pudo dedicar Dylan a Napito Gómez Urrutia.

“Caribbean Wind” (Viento del Caribe) Para todos los políticos mexicanos que aman a Hugo Chávez.

“It’s Alright Ma’ (I’m Only Bleeding)” (Está bien, mamá [Sólo estoy sangrando]). Más que a un político, ese tema tiene que estar dedicado al aguantadoir y supermacho pueblo de México.

(Publicado a principios de 2008 en la sección QRR de Milenio Diario)

domingo, 24 de mayo de 2015

Presentación de "Matar por Ángela" (el video, versión completa)

Este es el video de la presentación de mi novela, el pasado 6 de mayo en el Centro Cultural "Elena Garro" de Coyoacán. Muchas gracias a Alejandro Sotram y Danny Corr por la realización total del mismo. Les quedó muy bien.

sábado, 23 de mayo de 2015

La culpa es de los chichimecas

Otra tormenta en un vaso de agua, debida a la inefable corrección política que padecemos. Vale, concedamos, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, se burló de un hombre de origen indígena que presuntamente quiso chantajearlo. Incluso imitó su manera de hablar y usó no sé cuántas veces la expresión “no mames” (¡oooh!).
  Claro, ello dio pie a que las redes sociales, tan correctas ellas, lanzaran una andanada de ataques contra el funcionario en la que lo menos que se exige es que el hombre renuncie, pida perdón y se vaya de rodillas a la basílica de Guadalupe o a la sede de Morena.
  Nadie cuestiona, por supuesto, que las burlas de Córdova fueran conocidas por medio de espionaje telefónico y que esto constituye un delito. Tampoco se habla del trasfondo evidentemente político de la divulgación de la charla que el titular del INE sostuvo con otra persona y que lo que se busca es desprestigiarlo y de paso desprestigiar al propio instituto y poner en tela de juicio la validez de las próximas elecciones federales.
  Si somos serios, podremos entender qué es más grave: si las palabras “discriminatorias” de don Lorenzo o la reacción inquisitorial de los eternos “indignados”. Digo, si aquel hubiese dado un discurso o hecho una declaración en la que se expresara en forma racista de algún indígena, es claro que el escándalo tendría razones de sobra para justificarse. Pero todo viene de un telefonema privado. Tan sólo eso.
  Hay quienes dicen (lo juro) que el celular por medio del cual Córdova expresó sus palabras es pagado por nuestros impuestos y que por tanto se trata de un hecho público. Para parafrasear al propio consejero: no mamen. También hay quienes lo critican por usar un lenguaje soez y limitado, lo cual, según ellos, lo descalifica para presidir al INE.
  “La culpa es de los tlaxcaltecas”, se intitula un estupendo cuento de Elena Garro. En este caso, la culpa es de los chichimecas, aquellos bárbaros a quienes los olmecas y los mexicas despreciaban por embrutecidos e incultos. Al parecer, sigue habiendo chichimecas… y hasta tuitean.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de Milenio Diario).

viernes, 22 de mayo de 2015

Tom Tom Club / Tom Tom Club (1981)

He aquí el álbum que los Talking Heads hubieran querido grabar y no pudieron. Los esposos Tina Weymouth y Chris Franz –bajista y baterista, respectivamente, de Talking Heads- crearon a este grupo singular de enorme rítmica y este es su disco más representativo y gozoso.

Mejor tema: “Wordy Rappinghood”

jueves, 21 de mayo de 2015

Encanto femenino

(Me encantó este poema del gran Rubem Fonseca)

Sigo siendo sensible al encanto femenino.
Me siguen gustando los sapos.
Pero dentro de casa no tengo
mujer o sapo.
Tengo libros. Tengo tenedores y cuchillos.
Tengo zapatos. El zapato que uso fue comprado
hace más de 15, quince, repito, quince años.
Esto es una poesía, vayan sabiendo.
Alguien dijo que poesía es
aquello que se pierde en la traducción.
Yo digo que poesía es lo que cada uno cree que es poesía.
Encontrar lindas a las mujeres es poesía.
He dicho.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Un libro para el fin (el podcast)

Este es el programa Un libro para el fin que grabé el jueves pasado con Eduardo Limón en la estación de radio por internet Puentes. Creo que quedó bastante divertido.

martes, 19 de mayo de 2015

El estruendoso regreso de Faith No More

Es desde ya uno de los acontecimientos musicales del año. Luego de dieciocho largos años de ausencia (su anterior disco, Album of the Year, data de 1997), Faith No More retorna inopinada e inesperadamente, comandado –por supuesto– por Mike Patton, con un disco estupendo: Sol Invictus (Ipecac, 2015) que hoy se presenta en todo el orbe.
  Se trata apenas del opus No. 5 en la discografía del grupo desde que se les unió Patton a finales de los ochenta y que incluye joyas como The Real Thing de 1989 y el extraordinario Angel Dust de 1992. El nuevo plato posee todo el poderío y el variado arte del quinteto y si bien ya no está ahí el legendario guitarrista Jim Martin, el nuevo encargado de las seis cuerdas, Jon Hudson, desarrolla un trabajo impresionante.
  Pero es Mike Patton, como siempre, el centro del talento (como lo es con sus otros proyectos, todos de culto, como Mr. Bungle, Tomahawk, Fantomas o Peeping Tom, además de sus álbumes como solista). En Sol Invictus se halla todo su delirio creativo, capaz de dar a luz composiciones de una enorme fuerza y, a la vez, de una finura sorprendente por contrastante.
  En esta ocasión, cortes como “Cone of Shame”, “Separation Anxiety”, “Sunny Side Step”, “Rise of the Fall” o “Superhero”, nos llevan a aquellos tiempos anteriores al grunge y a Nirvana en los que el llamado metal alternativo reinaba aún con poderío. Faith No More revoluciono a aquel subgénero rudo y gutural al fusionarlo con el funk (algo que a su manera también harían otros contemporáneos suyos: los Red Hot Chili Peppers) y con un sentido de la melodía que lejos de traicionarla, enriquecía a aquella música. Eso y más aparece en su nueva placa, un trabajo que entusiasma y que no decepcionará siquiera a los seguidores más aferrados de la agrupación.
  Sol Invictus nos recuerda la importancia de Faith No More en la historia del rock y nos hace ver que los talentos del ahora cincuentón Mike Patton permanecen no sólo intocados sino potenciados a su mayor capacidad y su máxima calidad.
  Un gran regreso de Faith No More.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 18 de mayo de 2015

Carranza según Krauze

Terminé de leer el tomo cinco de la serie Biografía del poder que el Fondo de Cultura Económica le editó a Enrique Krauze en 1987. Con el título Venustiano Carranza: puente entre siglos, el libro nos deja conocer la contradictoria pero congruente vida de uno de los grandes líderes de la revolución mexicana.
  Amena mas no por ello menos rigurosa, la biografía de don Venustiano es muy acuciosa y rica en detalles. Muestra a un Carranza de carne y hueso, político incómodo durante el porfirismo, poco simpatizante de Francisco I. Madero y defensor de las instituciones luego de que el levantamiento contra el chacal Victoriano Huerta devino en feroz lucha de facciones por el poder.
  Odiado por Zapata y por Villa y más tarde por Obregón, quien terminó por hacerlo asesinar, el famoso Barón de Cuatro Ciénegas, coahuilense hasta los huesos, es un personaje fascinante que se enfrentó a los Estados Unidos y logró salvaguardar la soberanía de México en momentos muy difíciles. Sólo la felonía y la traición de los militares pudo acabar con él (al cruel crimen que puso fin a sus días me referí hace unos días, al reseñar El rey viejo de Fernando Benítez), aunque Krauze parece inclinarse por la teoría del suicidio.
  Polémico, instructivo, revelador, entretenido, Venustiano Carranza: puente entre siglos es una estupenda introducción a la vida del estadista que, inspirado siempre por la figura histórica de Benito Juárez, quiso llevar al país, tal vez a destiempo, por la senda del civilismo. Los militares se encargaron de que eso tardara casi una década más, pero al final le dieron la razón en los hechos.

domingo, 17 de mayo de 2015

B.B. King: la emoción se fue

Conocí la música de B.B. King en mi adolescencia, gracias a un LP que tenía mi hermano Sergio y en el que venía la que quizá sea la composición más emblemática de este gran guitarrista e intérprete estadounidense: “The Thrill Is Gone”. Fue de hecho con él que prácticamente descubrí el blues negro, porque con el blues tocado por blancos me había topado poco antes, gracias al portentoso álbum Super Session (1968) de Al Kooper, Mike Bloomfield y Stephen Stills.
  Muchos años después, en 1991, B.B. King vino a tocar a México, en aquel legendario Festival de Jazz y Blues que se organizó en el Auditorio Nacional y al que tuve la oportunidad de asistir. Fue una noche larguísima, en la que King alternó con un delirante Chuck Berry (quien abrió el concierto) y un sobrio Ray Charles (quien lo cerró). Al también creador de “Paying the Cost to Be the Boss” y “Why I Sing the Blues” le tocó la parte intermedia y aquello fue un espléndido viaje por lo mejor de su repertorio y de su impecable guitarra, esa “Lucille” a la que B.B. había vuelto tan famosa como él mismo.
  Nacido en Indianola, Mississippi, en 1925, la biografía de Riley Ben King es la misma de tantos blueseros legendarios, historias que parecen repetir siempre los mismos cartabones: haber nacido en el sur profundo, en alguna población diminuta, en medio de la pobreza; haber tenido que trabajar en los campos de algodón en condiciones casi de esclavitud; haber cantado en coros de góspel durante las ceremonias religiosas; haber aprendido a tocar algún instrumento (casi siempre la guitarra de palo); haber abandonado su lugar de origen para buscar fortuna como músicos en otros lares más propicios. En fin, todo eso lo pasó también quien falleciera este jueves 15 de mayo, cuando se acercaba su cumpleaños número noventa.
  Son muchas las cosas básicas que todo aficionado al blues conoce acerca de B.B. King: que sus iniciales quieren decir Blues Boy o que (dato quizá menos difundido, a pesar de ser una verdadera curiosidad) nunca pudo aprender los acordes de la guitarra y sólo sabía requintear (vea usted cualquier actuación del músico y descubrirá que jamás toca la guitarra de acompañamiento, mucho menos mientras canta) o que bautizó a su instrumento con el nombre de Lucille a raíz de un incidente que él mismo le narró a mi gran amigo, el periodista Jorge R. Soto (al que le debo el privilegio de contar con un ejemplar de la autobiografía Blues All Around Me de B.B. King, con su firma al calce): “Durante un invierno en la década de los cincuenta, estaba tocando en un antro de mala muerte en Arkansas. Hacía mucho frío y estaban colocadas, en varios sitios del local, lámparas de petróleo para calentar a los parroquianos. De pronto, dos de ellos se enfrascaron en una riña en la que rodaron por el suelo, tirando una de esas lámparas. El local era de madera por lo que de inmediato empezó a arder. Todos salimos corriendo y, al estar afuera, me di cuenta de que había dejado mi guitarra en el interior del local, por lo que, sin pensarlo, me metí corriendo para rescatarla de entre las llamas. Pude salir antes de que el lugar se colapsara. A la mañana siguiente, me enteré de que la riña había empezado por una mujer llamada Lucille que trabajaba ahí. Es por ello que bauticé a mi guitarra con ese nombre, como un recordatorio de que nunca debo cometer alguna pendejada que ponga en peligro mi vida”.
  La carrera de King se consolidó realmente a partir de la década de los sesenta, aunque él ya bregaba en el medio bluesero desde veinte años antes y para entonces había grabado varios discos y se había presentado en una gran cantidad de clubes, teatros y festivales a todo lo largo y ancho de la Unión Americana. Su actividad era tan febril que en 1956 tocó en 342 fechas, casi una diaria sin descanso, y a partir de ahí, su promedio de presentaciones era de trescientas al año. Una verdadera locura.
  Muchos afirman que B.B. King es el rey del blues y por eso piensan que no ha habido bluesero mejor. Disiento. Creo que Robert Johnson, Willie Dixon, Muddy Waters, Howlin’ Wolf y John Lee Hooker están por encima del buen B.B. Ni siquiera era un virtuoso de su instrumento. No obstante, su importancia resulta innegable, sobre todo porque ayudó a difundir el género por todo el mundo como nadie más lo hizo. Más que el monarca, fue el embajador del blues.
  Dice el lugar común que el mejor homenaje a un músico que se va es escuchar su música. Discos como How Blue Can You Get (1996), Blues on the Bayou (1996), Let the Good Times Roll (1999), Making Love Is Good for You (2000) o su álbum de duetos Deuces Wild (1997) son buenas muestras más o menos recientes de su gran talento.
  La diabetes se llevó a B.B. King, quien murió mientras dormía, en santa paz. Pero su música sigue viva. Su blues agridulce permanece. La emoción no se ha ido a pesar de todo.

(Publicado el día de hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario).

sábado, 16 de mayo de 2015

¡No se mande, profe!

Solía considerarse como la profesión más noble. Yo crecí con la idea de que la vocación magisterial era sin la menor duda la más admirable, la más sacrificada, la más patriótica, la más honrada y casi (o sin el casi) la más sagrada. Hoy, sin embargo, gracias a ese cáncer nacional en que se han convertido los sindicatos en general y la CNTE en particular, la figura del maestro de escuela ha caído tan bajo como la de los políticos.
  Como ayer, 15 de mayo, fue su día y no se trata de amargarse con cosas como las fuertes cantidades que los líderes centistas cobran por no trabajar, por tener en el abandono a millones de alumnos oaxaqueños, chiapanecos y guerrerenses y por especializarse en marchas, plantones y tomas de calles y edificios públicos, quiero recordar a algunos de los profes que tuve durante mis años escolares, varios de los cuales, por cierto, tampoco eran tan ejemplares y abnegados como el maestro Cipriano que interpretaba José Elías Moreno en aquel sufrido dramón fílmico que es Simitrio de Emilio Gómez Muriel (1960).
  Tuve profesores de todos colores y sabores, desde la maestra Olivia (en cuarto año, una monja obesa, chaparrita y bonachona que nos ponía a rezar el rosario cada mañana) hasta el “Cachirulo” (mi profesor de historia universal en tercero de secundaria, progresista, izquierdoso y que me impulsó personalmente a escribir), desde el maestro Pascual (en quinto de primaria, quien nos castigaba azotando nuestras piernas con su temible latiguito –un delgado cable de alambre forrado) hasta el “Piporro” (mi maestro en el taller de encuadernación de la tlalpeña Secundaria 29, quien por las tardes era taxista y gozaba con jalarnos las patillas hasta hacer que nos alzáramos de puntitas y gritáramos de dolor) o “Herodoto” (así, con pronunciación grave, el profe de historia en primero de la misma secun, especialista en dar las clases más aburridas del planeta).
  Tuve maestros excelentes, aceptables, malos y pésimos, pero comparados con ciertos maistros de hoy, aquello era una jauja educacional.
  Felicidades por su día a aquellos docentes que siguen siendo decentes… y que no están en la CNTE.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 15 de mayo de 2015

Dusty Springfield / Dusty in Memphis (1969)

Una de las mejores voces femeninas de todos los tiempos, una diva de la música popular, se fue a Memphis para grabar uno de los grandes discos de música soul de la historia. No es el disco más conocido de esta cantante británica, sólo el más profundo y artístico.

Mejor tema: “Breakfast in Bed”

jueves, 14 de mayo de 2015

Un libro para el fin (la grabación)

Estuve hoy por los rumbos de la colonia Condesa, en las instalaciones de Puentes, la estación de radio por internet en la que mi cuate Eduardo Limón graba y transmite su programa Un libro para el fin. Esta vez yo fui el invitado y realmente resultó muy divertida la entrevista. Creo que cuando la suban, la próxima semana, les va a gustar mucho a todos aquellos que la escuchen. Ya me encargaré de subir aquí el podcast.
  Me trataron muy bien y todo resultó excelente.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Presentación del libro de Julio Patán

Por la noche estuve con mi mejor y más querida amiga en la presentación del libro Cocteles con historia de Julio Patán. Fue en un bar de la avenida Álvaro Obregón, en la Roma y resultó bastante divertida. Mucha gente conocida (Carlos Puig, Paola Tinoco, Rulo, Juan Ignacio Zavala, don Federico Patán, Gerardo Hellion...) y un ambiente muy agradable que incluyó beber cocteles por cortesía del lugar (al tercero, un martini seco, empecé a sentir ciertos efectos).
  Realmente la pasamos bien.

martes, 12 de mayo de 2015

My Morning Jacket

Nacida en Louisville, Kentucky, en 1998, esta agrupación fundada por su aún líder actual, el talentosísimo Jim James, posee un estilo tan difícil de definir que, para quitarse de líos, la mayoría de los especialistas la definen como “una banda indie”. Como eso puede significar cualquier cosa, preferiría determinar a My Morning Jacket como un grupo basado en el alt-rock de finales de los noventa que con el tiempo ha ido enriqueciendo su sonido con diversos géneros y subgéneros que van del rock clásico al rock progresivo y del folk a la neo psicodelia con elementos de la electrónica y, en el caso de su más reciente disco, incluso con múltiples influencias de la música soul.
  Con álbumes anteriores de espléndida factura como At Dawn (2001), Z (2005), Evil Urges (2008) o Circuital (2011), James y los suyos llegan ahora con su séptimo larga duración: The Waterfall (ATO, 2015).
  Comparable a proyectos como Okkervil River, Wilco, Fleet Foxes o The Decemberists, My Morning Jacket propone una música que no es fácil de asir a la primera escucha. No porque se trate de algo complicado o demasiado experimental, sino porque apela a la inteligencia del escucha, a su buen gusto y, sobre todo, a su disposición a aceptar retos.
  Con The Waterfall (que no ha sido bien visto por cierta parte de la critica estadounidense), el quinteto apuesta por una serie de composiciones elegantes y con un toque de sofisticación que remite poco a sus anteriores obras, aunque sin cambiar el estilo del grupo.
  Si bien es cierto que se trata de un disco irregular, la mayoría de las diez canciones que lo conforman (catorce en la edición de lujo) cuenta con la suficiente calidad como para que se le considere entre lo mejor del repertorio del conjunto. Temas tan suntuosos como “Believe (Nobody Knows)”, “Compound Fracture” o “In Its Infancy (The Waterfall)”, ricos en sus arreglos, contrastan muy afortunadamente con piezas tan sencillas y hermosas como “Like a River ” o “Get the Point”.
  The Waterfall es un álbum estupendo, una obra que señala nuevos caminos en la magnífica discografía de My Morning Jacket.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 11 de mayo de 2015

El rey viejo

Después de treinta años he vuelto a leer esta novela de Fernando Benítez y creo que esta vez pude apreciarla mucho mejor, en toda su calidad narrativa. La historia de los trágicos últimos días del presidente Venustiano Carranza y la serie de traiciones que sufrió hasta ser emboscado y asesinado en la ranchería de Tlaxcalantongo, en la serranía poblana, está contada con un cuidado, un dramatismo y una elegancia envidiables por la pluma concisa y detallada de Benítez.
  Más allá de lo que se narra en El rey viejo (1959), en esta edición de Lecturas mexicanas, la magnífica colección de literatura nacional que tengo la fortuna de poseer casi completa en sus dos ediciones: la negra y la roja, más allá de los hechos históricos que registra, lo más valioso del libro es la forma como el autor recrea la tragedia y el magnicidio perpetrado por el oscuro sicario Rodolfo Herrero, enviado por los obregonistas y/o los gonzalistas para liquidar el gran viejo (que en realidad no lo era tanto: don Venustiano tenía apenas sesenta y un años al morir).
  Gran novela, altamente recomendable por su valor literario y su importancia histórica. Uno de las grandes relatos de la revolución mexicana.
  Imperdible.

domingo, 10 de mayo de 2015

Dos Psicosis

Mis dos Psicosis.
Terminé de leer la novela corta Psicosis, escrita en 1959 por Robert Bloch, y en seguida vi (no sé si por primera vez, se me hace que sí) la versión cinematográfica de la misma, dirigida en 1960 por Alfred Hitchcock.
  Ambas son obras maestras en su género y aunque lo normal es decir que el libro siempre supera a la película, en este caso yo decretaría un salomónico empate.
  Hay diferencias entre ellas. La novela es estupenda y atrapante, como lo es la cinta. Resalta en la primera que el personaje principal, el célebre Norman Bates, es caracterizado por Bloch como un tipo regordete, achaparrado, acomplejado, casi insignificante, en tanto que el Bates de Hitchcock resulta todo lo contrario, gracias a la personificación de Anthony Perkins. Tenemos aquí a un tipo alto, delgado, nervioso, de carácter bipolar y con una personalidad que atemoriza e impone.
  Sobre la conocida trama no abundaré, ya que muchos la conocen y a quienes no, no quiero estropeárselas, ya sea que lean el libro y/o vean el filme.
  Es claro que Hitchcock se permitió varias licencias, además del carácter del dueño del siniestro motel en donde ocurren los hechos principales. El realizador inglés de hecho deconstruyó el relato original para enfatizar el carácter visual de la historia y los contrastes de la misma. Empleó el blanco y negro de la fotografía, para remarcar ambientaciones pero también sensaciones y sentimientos. En ese sentido, la película logra provocar una mayor tensión en el espectador que el libro en el lector y ese es sin duda un mérito del director británico.
  Con todo, ambas valen la pena: la novela y la cinta. Yo recomiendo abordar las dos y disfrutar ese enfermizo placer que producen.

sábado, 9 de mayo de 2015

Tartufo tropical

La carta que el diputado Fernando Belaunzarán dirigió a López Obrador y que bajo el título “Distinguido Andrés Manuel” fue publicada el miércoles 6 en Milenio Diario es, a mi modo de ver, un documento de la mayor importancia que cobrará trascendencia con el paso del tiempo.
  Se trata de la más exacta y perfecta radiografía de lo que el actual líder de Morena ha hecho para dividir en forma sistemática a una izquierda que de por sí, históricamente, tiene tendencias a dividirse (y aquí cito al clásico Jairo Calixto Albarrán con su frase “pocos pero sectarios”). La comparación que hace Belaunzarán entre AMLO y el Tartufo de Molière es tan reveladora que cualquiera que conozca las características de ese singular personaje del genial dramaturgo francés del siglo XVII en seguida la comprenderá. Ese uso de la doble moral y la hipocresía, de la simulación y el puritanismo, lo hemos visto repetidas veces en la carrera política del tabasqueño, quien objetivamente no sólo ha dedicado todos sus esfuerzos para llevar a la realidad su delirante obsesión por ser presidente de México (algo ante lo cual millones de mexicanos tocamos madera), sino también para atomizar a eso que aún se denomina izquierda en beneficio, sobre todo, del partido del cual proviene originalmente Andrés Manuel: el PRI.
  No ha habido en estos años soldado más útil para el actual partido en el poder que López Obrador. La manera como desarmó al PRD o como en su momento envió al ostracismo o al menos al retiro o la impotencia a gente que le estorbaba, como el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas o el mismo Marcelo Ebrard, sólo ha beneficiado a los priistas y de algún modo también a los panistas. Hoy intenta hacer lo mismo con el jefe de gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, su rival más notorio en la izquierda rumbo a las elecciones de 2018.
  Hay que leer la carta de Belaunzarán, analizarla, discutirla. Ahí está señalado el discurso de odio que AMLO ha desplegado desde 2006 y que dividió a tanta gente, incluso a familias enteras (lo sé, porque lo viví en carne propia). A pesar de su tono conciliador y civilizado, es un documento duro. Duro y contundente. Necesario.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 8 de mayo de 2015

Stand by Me

No nos habíamos repuesto de la muerte de Percy Sledge, ocurrida apenas el pasado 14 de abril, cuando la semana pasado amanecimos con la mala noticia del fallecimiento de otra gloria de la música soul: el gran Ben E. King.
  Es natural que suceda, la edad ha alcanzado a la mayoría de los grandes intérpretes souleros, casi todos surgidos como estrellas en la década de los años sesenta.
  Aún tenemos fresca en la memoria la trágica desaparición del que quizá sea el más grande de todos: el legendario Otis Redding, víctima de un accidente de aviación en el lejano año de 1967, cuando se encontraba en la plenitud de su carrera, y antes se había ido Sam Cooke. Luego irían partiendo otros pilares del género: Marvin Gaye, Ray Charles, Jackie Wilson, Wilson Pickett, Curtis Mayfield, Donny Hathaway, Isaac Hayes, Luther Vandross, Salomon Burke y el año pasado uno más: Bobby Womack. Sin embargo, aún contamos con músicos de esa generación con los tamaños de Stevie Wonder, Al Green, Jerry Butler, Sly Stone y Smokey Robinson.
  De las grandes mujeres del soul sesentero, en cambio, la mayoría aún vive por fortuna. Cierto que ya no están le enorme Etta James y las menos conocidas Mary Wells y Tammi Terrell, pero siguen con nosotros (unas en activo, otras ya retiradas) divas como Diana Ross, Tina Turner, Mavis Staples, Martha Reeves y la gran reina de todas: la inmortal Aretha Franklin.
  La música soul de hoy –pasteurizada, procesada y ultracomercializada– muy poco tiene que ver por desgracia con la que hace medio siglo se producía en las míticas disqueras Stax y Motown. Con la muerte de Ben E. King (ex integrante de The Drifters y creador de la clásica “Stand by Me”) se despide una más de sus grandes figuras.
  Volvamos a escuchar esa música del alma negra, del alma profunda, del alma humana toda.

(Publicado el martes pasado en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

jueves, 7 de mayo de 2015

Medio siglo del "Rubber Soul"

Cuenta la leyenda que el 28 de agosto de 1964, John Lennon, Paul McCartney, George Harrison, Ringo Starr y Brian Epstein se reunieron, en una suite del hotel Delmónico de Nueva York, con el ya para entonces gran estrella del folk estadounidense, Bob Dylan.
  Tanto los integrantes del cuarteto británico como el oriundo de Duluth, Minnesota, tenían muchos deseos y mucha curiosidad de conocerse. El encuentro fue cordial y campeaba el buen humor cuando, de repente, el socarrón Bob sacó de sus bolsillos un carrujo de marihuana y preguntó a los otros si les gustaría fumar.
  La reacción de los de Liverpool fue entre nerviosa e insegura. Con cierta pena, confesaron que nunca la habían probado. Sin embargo, se mostraron más que dispuestos a aceptar el ofrecimiento del autor de “The Times They Are a Changin’”.
  Dylan encendió el cigarrillo y lo fue rolando entre los inquietos Beatles, hasta que llegó a manos de Ringo y este se lo terminó de varias chupadas, sin compartirlo. No había problema: Bob traía más y al poco rato, todos en el cuarto reían como dementes y sentían cosas tan raras e insólitas que McCartney pidió a su roadie, Mal Evans, que escribiera todo lo que él dijera, pues se le estaban ocurriendo muchas cosas “geniales”.
  Sin duda fue un momento divertido, pero lo más importante es la manera como a partir de entonces los Beatles fueron influidos por Bob Dylan y viceversa. Este quedó convencido de que su propuesta debía cambiar y en su siguiente y sexto disco (Highway 61 Revisited, 1965) dio el gigantesco paso de electrificar su música y cantar a la cabeza de un grupo de rock. Los cuatro ingleses, por su parte, transformaron por completo su manera de escribir canciones, tanto en lo musical como en lo literario, y empezaron a ser más profundos en la búsqueda de crear una obra más artística y menos superficial. El primer resultado, también en 1965, sería la elaboración del disco Rubber Soul.
  El álbum número seis de los Beatles representó una vuelta de tuerca que desconcertó no sólo a su público, acostumbrado a la actitud alegre y despreocupada, desmadrosa pero inocente, del cuarteto. También la gente de la disquera se inquietó por esa súbita transformación, preocupada ante la posibilidad de que las ventas se vinieran abajo. Como sabemos, tal cosa no sucedió; todo lo contrario: el prestigio del grupo se consolidó y comenzó a abarcar a otros sectores, más allá de las gritonas teenagers y los adolescentes imberbes. Una audiencia más adulta empezó a tomarlos en cuenta.
  Lennon, McCartney, Harrison y hasta Starr tomaron muy en serio la nueva orientación del conjunto y esto se vio reflejado en las composiciones que formarían parte del nuevo plato. Antes, en ese mismo año, pusieron a la venta el disco Help!, con la música y algunas canciones de la película del mismo nombre, dirigida por Richard Lester (el mismo realizador de A Hard Day’s Night, de 1963). Pero a pesar de las estupendas piezas de ese álbum (como “You’ve Got to Hide Your Love Away”, “I Need You”,  “Ticket to Ride” o la propia “Help!”), era el siguiente el que en verdad les interesaba.
  Aun cuando Paul y John seguían firmando la mayoría de los temas, resultaba cada vez más evidente que cada uno estaba componiendo por su lado. Esto se notaría con mayor claridad en ese larga duración que llevaría como título Rubber Soul (que no es “alma de hule”, como muchos traducen literalmente, sino “soul de plástico”, en una especie de broma bastante autoirónica).
  En esencia, se trata de un disco de folk rock, como los que estaban haciendo The Byrds o el propio Dylan. No obstante, también hay diversos elementos de sicodelia, soul, música francesa, música de la India y rock pop a la Beach Boys, lo cual se destaca en el uso de las armonías vocales, muy influidas por el estilo de Brian Wilson.
  Producido por George Martin, catorce son las canciones que lo conforman. La mano de Lennon se aprecia en temas como “Girl”, “Run for Your Life” y las inconmensurables “In My Life”, “Nowhere Man” y “Norwegian Wood (This Bird Has Flown)”, en tanto la de McCartney está presente en joyas del pop rock como “Michelle”, “Drive My Car”, “You Won’t See Me”, “Wait” y “I’m Looking Trough You”. George Harrison, quien ya comenzaba a interesarse por el uso del sitar, contribuyó con dos composiciones propias: “If I Needed Someone” y “Think for Yourself”. Por su parte, Ringo pudo intervenir como primera voz e incluso como letrista en la bobalicona (as usual) “What Goes On”. Al parecer, sólo esta y “The Word” pueden considerarse realmente como del binomio Lennon y McCartney.
  Rubber Soul es la primera obra maestra de la discografía beatlesca. Vendrían en lo inmediato otros álbumes que lo superarían. Sin embargo, permanece como una joya discográfica que marcó una época y dio pie a una riquísima segunda mitad musical de la década de los sesenta.

(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

miércoles, 6 de mayo de 2015

La presentación de mi novela

Finalmente llegó la fecha esperada, la de la presentación de mi novela Matar por Ángela, recientemente reeditada por Lectorum.
  Todo salió a las mil maravillas. De hecho, mucho mejor de lo que yo hubiera soñado. Hubo una estupenda asistencia (unas cien personas que llenaron el auditorio del Centro Cultural Elena Garro, en Coyoacán) y los tres presentadores estuvieron brillantes, muy agradables y muy simpáticos. Ajeno a cualquier solemnidad, el acto fue relajado, amigable, cálido y la gente la pasó realmente bien.
 
Antes de la presentación en sí, mi queridísima y entrañable amiga Daniela (bajo su nombre artístico de Mixtlán Gómez) y yo leímos para los presentes un par de fragmentos de la novela. Ella –quien es actriz profesional– lo hizo más que bien y yo digamos que me defendí. Luego vino la introducción, a cargo de mi editor, Porfirio Romo, y ello dio paso a las intervenciones –en ese orden– de mis queridos Héctor de Mauleón, Julio Patán y Ciro Gómez Leyva. Los tres estuvieron increíbles. Me tocó cerrar y aún hubo tiempo de un diálogo muy entretenido entre los cinco que ocupábamos la mesa.
  Terminamos a las ocho y mientras la gente iba a tomarse un vinito, yo debí ir a una mesa para firmar libros y saludar a la gente que se acercaba por su dedicatoria.
  Entre mis familiares, amigas y amigos ahí presentes estuvieron mi hijo Alain y su Hallet, mis hermanas Myrna e Ivette, mi sobrina Leyla, mi primo Gustavo, mi prima Irma, mi querido Adolfo Cantú, el buen Tona con Maya, amigas preciosas y adoradas como Majo, Letto, Ana Taddei, Jimena Colunga, Karem Martínez, Kattia Hernández, Kari, Jessica, Trilce, Dani Guerrero, Alejandra Gómez Macchia, Claudia y muchas personas más. Mi estimado Alejandro Sotram se encargó de grabar todo en video y me presentó a su papa y a su muy joven hermana, quien es escritora. Mención especial merecen Any y la hija de Porfirio Romo, encargadas por la editorial para que todo resultara bien.
  Salí muy feliz de ahí.

martes, 5 de mayo de 2015

Con Ciro en la mañana

Estuve con Ciro Gómez Leyva hoy tempranito, en Telefórmula, en su programa Ciro por la mañana. Me trataron muy bien en la estación y la entrevista estuvo muy divertida, tal como puede verse en el video. Ciro es un tipazo, un gran y generoso amigo. Siempre le estaré agradecido por su apoyo, desde que nos conocimos en Milenio, hace ya diecisiete años.

lunes, 4 de mayo de 2015

Los avatares de "Matar por Ángela"

¿Cómo nace una novela? ¿Cuál es proceso por medio del cual se gesta una obra literaria de este género? Como autor, uno podría inventarse una versión fantástica del modo como surgió una obra suya y hacer creer al lector que se encuentra frente a una especie de iluminado. Después de todo, ¿qué es en el fondo un escritor de ficción si no un gran embustero que cuenta mentiras en busca de hacerlas pasar por algo real?
  En mi caso, como no se me da eso de inventarme a mí mismo y más que un escritor me considero un mero escribidor, trataré de contar en verídicas palabras cómo fue que surgió Matar por Ángela, mi primera novela publicada y que en este 2015 acaba de ser reeditada por el sello Lectorum.
  Corría el año de 1994. En julio, yo acababa de recibir la pésima noticia de que la revista que dirigía, La Mosca en la Pared, tendría que desaparecer, debido a su inviabilidad económica. Sólo seis números habían aparecido de la misma y no había logrado el éxito de ventas esperado. Apesadumbrado pero necesitado (no sólo se iba la revista, sino también mi sueldo), se me ocurrió proponer un libro de entrevistas de rock con los grupos mexicanos que en ese tiempo mayor fama disfrutaban. Acudí entonces a la editorial Planeta y hablé con Andrés Ramírez, a quien conocía desde que éste era un niño, cuando mi hermano, el cineasta Sergio García, y yo visitábamos la casa del padre de Andrés, el escritor José Agustín.
  Mi propuesta fue aceptada y me di a la tarea de concertar las entrevistas con las cinco agrupaciones que elegí: Santa Sabina, Caifanes, Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, Café Tacuba y El Tri. Para ello, acudí a una amiga fotógrafa que no sólo era muy buena en su profesión, sino que conocía a todos esos músicos y quien se encargaría de coordinar y concertar los citas con todos ellos. Por razones que se comprenderán más adelante, no puedo revelar el nombre de dicha artista de la lente (como se decía antes).
  El caso es que hice las entrevistas, ella hizo las fotos y una vez reunido el material, conseguí que mi gran amigo de toda la vida, el músico y artista plástico Adolfo Cantú, me facilitara una de las computadoras Mac (¿recuerdan aquellos viejos modelos que eran como cajitas grises) que tenía en su oficina, a fin de transcribir mis charlas con los músicos entrevistados.
  Como algunos sabrán, la transcripción puede convertirse en una labor cansada y tediosa. Entonces, cierto día se me ocurrió, a manera de distracción, ponerme a escribir y recrear una escena que había yo vivido durante una de las sesiones de entrevistas. Es aquí donde tengo que contar que mi amiga fotógrafa de nombre anónimo despertaba en mí algo más que una mera atracción y que me había enamorado profundamente de ella. Sin embargo, el sentimiento, ¡ay!, no era recíproco y aquel enamoramiento incorrespondido empezó a aderezarse con uno de los peores sentimientos que pueden surgir en un ser humano: los celos. Para no hacerla larga, aquel día decidí verter literariamente mi situación de amor (hacia ella) y de odio (hacia los tipos con quienes salía) y fue así como empecé a escribir lo que con el paso de los meses se convertiría en la novela Matar por Ángela.
  El relato fue avanzando. La historia de un cuarentón llamado Humberto Gazca (el nombre no podía ser más obvio), quien se enamora enajenada y perdidamente de una joven quince años menor que él (a quien llamé, precisamente, Ángela) fue tomando forma y en algún momento, muy a la Patricia Highsmith, decidí que el personaje masculino (un reportero de temas musicales) se viera impelido a asesinar a quienes consideraba sus enemigos amorosos. Es todo lo que diré acerca de la trama principal de la novela, para no echársela a perder al potencial lector.
  El libro quizá nunca hubiera sido terminado, de no ser porque, en 1997, la misma editorial Planeta convocó a un certamen para primera novela. Me dije que sería buena idea meter la mía al concurso y como había una fecha límite para entregarla, me di a la labor de terminarla.
  El libro entró a la competencia… y no ganó. Sin embargo, no me di por vencido. En ese tiempo, yo era colaborador de la sección de cultura que dirigía Víctor Roura en El Financiero, con una columna llamada “Bajo presupuesto”. Ahí había conocido al escritor Eusebio Ruvalcaba y me atreví a pedirle que leyera mi texto. Lejos de mandarme al demonio, como yo temía, Eusebio aceptó generoso y me pidió un par de meses para leerla y darme su opinión. Pasado el plazo, me llamó y me citó en una cafetería de San Ángel, donde lo encontré al lado de una guapa mujer que resultaría ser la escritora Margarita Cerviño. Ambos habían leído mi novela y les había gustado mucho. Tanto que el buen Eusebio me recomendó con Sandro Cohen, por aquel entonces editor de Nueva Imagen. Cohen la leyó, la aprobó y sólo me pidió que le cambiara dos cosas: el título (tenía otro muy malito) y el final. Sabía decisión la suya. Le llevé una larga relación de posibles nombres (pésimos en su mayoría), pero eligió el que lleva hoy y así pasó a llamarse Matar por Ángela. En cuanto al final, creo que el que tiene hoy es infinitamente mejor que el que tenía. Todo parecía miel sobre hojuelas (horrible lugar común, lo sé), hasta que a punto de irse a la imprenta, Nueva Imagen tuvo un recorte de presupuesto y Sandro me avisó con pesar que no podría editarme.
  Antes de que me sobreviniera la depresión, me recomendó con un amigo suyo, antiguo editor de Planeta, Jaime Aljure, quien acababa de fundar la pequeña editorial Sansores & Aljure. Era mi última esperanza y, helas!, al buen Jaime le gustó y a fines de 1998 al fin pudo ver la luz. A pesar de la escasa difusión que tuvo (dos o tres entrevistas, cuatro o cinco reseñas –la primera de ellas generosísima, por parte de don Federico Patán, en el suplemento cultural sábado que dirigía Huberto Bátiz en unomásuno), el libro se vendió bastante bien y pudo hacerlo más, de no ser porque un año después Sansores & Aljure desapareció y Matar por Ángela quedó en un limbo de diecisiete años en el que mucha gente me la solicitaba sin suerte. Hasta que el año pasado, a mediados de 2014, el poeta Fernando Fernández me puso en contacto con Porfirio Romo Lizárraga, propietario de la editorial Lectorum, quien accedió a publicarla de nuevo y aquí está otra vez, en los estantes de las librerías y esta vez con un apoyo y una difusión mucho mayores que en su primera vida.
  Como se ve, debo mucho a la generosidad de diversos personajes (puedo agregar a José Agustín, a Sergio González Rodríguez, a Josefina Estrada, a Fedro Carlos Guillén, a Julieta Venegas) quienes también tuvieron que ver) para que mi novela esté al alcance de los lectores y añadiré los nombres de Ciro Gómez Leyva, Héctor de Mauleón y Julio Patán, quienes la presentarán este miércoles 6 de mayo en el Centro Cultural Elena Garro (Fernández Leal No. 43, Barrio de la Conchita, Coyoacán), a las seis y media de la tarde.

(Texto publicado hoy en la sección "Ciudad de libros" del sitio de la revista Nexos).

sábado, 2 de mayo de 2015

Sábado, Distrito Federal

Mientras leo esa vacilada que es la reforma política del Distrito Federal, ya aprobada por los senadores y en espera de serlo por los diputados, no puedo sino acordarme de dos grandes personajes que en su obra se refirieron muchas veces al DF.
  No, no estoy hablando de Artemio de Valle Arizpe o de Salvador Novo, tampoco de Guillermo Tovar de Teresa o de Carlos Monsiváis. Mi recuerdo va al gran Raúl Prieto Río de la Loza (mejor conocido como Nikito Nipongo) y al no menos grande Salvador Chava Flores, ínclitos ciudadanos de esta muy noble y leal ciudad capital de México.
  En su legendaria columna “Perlas Japonesas”, Nikito insistió muchas veces en la tontería de llamar Ciudad de México a lo que oficial y constitucionalmente era el Distrito Federal. Por supuesto que nadie le hizo caso, pero nunca quitó el dedo del renglón.
  En mis épocas de militancia izquierdista, por allá de los años setenta y ochenta, una de las reivindicaciones principales era la de que el DF se convirtiera en entidad federativa y uno de los nombres que se proponía era el de Estado del Valle de México. También Nikito se cansó de decir que nuestra gran ciudad no se encuentra asentada en un valle, sino en una cuenca: la cuenca de México. Ahora, la nueva reforma propone que en lugar de Distrito Federal, todo el territorio que ocupa se denomine Ciudad de México (¿un estado que se llame ciudad?) y que las delegaciones pasen a ser alcaldías (¿y por qué no municipios, como en el resto del país?).
  Sobre Chava Flores, uno no puede dejar de rememorar sus maravillosas composiciones, sobre todo esa que –ya que andamos de reformistas– debería instituirse como el himno oficial de nuestra amada y aborrecida, celebrada y vilipendiada megaurbe: la enorme “Sábado, Distrito Federal”.
  Ahí les dejo la propuesta a nuestros legisladores, tan proclives a generar ideas, ideítas e ideotas.
  PD: También sería bueno que se editaran y se vendieran (o de plano se repartieran) millones de ejemplares del flamante libro Ciudad, sueño y memoria de Rafael Pérez Gay, Héctor de Mauleón y Carlos Villasana. Que sea texto obligatorio para los defeños (o el gentilicio que ahora nos endilguen).

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 1 de mayo de 2015

El blues de Woody Allen

Es célebre y ya legendaria la anécdota sobre la ocasión, en 1978, en que la cinta Annie Hall (1977), de Woody Allen, ganó cuatro premios Óscar (a Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Guión y Mejor Actriz Principal) y el realizador no se presentó a la premiación, en la ciudad de Los Ángeles, debido a que esa noche tocaba en un club de Nueva York, con la banda de jazz de la cual era clarinetista.
  Esto pinta por completo a Allen como un tipo a quien los premios lo tienen sin el menor cuidado, pero también como un hombre que ama la música, en especial el jazz y la llamada música culta, algo que se refleja en todas y cada una de las cuarenta y cinco películas que hasta hoy ha dirigido.
  La estrecha relación entre el cine de Woody Allen y la música –o para mejor decirlo: la importancia de la música en el cine del realizador neoyorquino– data de sus primeras películas, pero quizá tuvo un papel verdaderamente preponderante en Manhattan (1979), con la majestuosa introducción, en glorioso blanco y negro, en la que la “Rapsodia en azul” de George Gershwin nos lleva a través de un rápido recorrido por diversas y hermosísimas vistas de Nueva York. La banda sonora de ese genial (y escribo la palabra genial sin ambajes) filme incluye otras composiciones del mismo Gershwin, como “Someone to Watch Over Me”, “I’ve Got a Crush on You”, “S Wonderful” o “Embreaceable You”, entre otras.
  Sin embargo, Allen ya había dado un gran papel a la música en una cinta anterior, la estupenda Love and Death de 1975, en la que la obra de compositores rusos como Sergei Prokofiev e Igor Stravinsky está presente a lo largo de esta sátira inspirada en la gran literatura decimonónica de la Madre Rusia.
  El romance de Woody Allen con la música del llamado American Songbook es notorio. Por eso en sus obras abundan las canciones y obras para orquesta de autores como Cole Porter, Rodgers & Hart y el ya mencionado George Gershwin. Esto resulta notorio, de manera muy especial, en la única película plenamente musical del director: la maravillosa (y deliciosa e intencionadamente cursi) Everyone Says I Love You (1996). En ella, los personajes cantan y bailan a la menor provocación (como buen musical hollywoodense, aunque Allen abomine en general de Hollywood y en su momento haya dijo que más que un musical, “lo que hice fue una comedia en la que los personajes cantan”), con las notas de standards como “Let’s Do It (Let’s Fall in Love”), “Makin’ Whoopee”, “Chinatown, My Chinatown”, “Just You, Just Me” o la propia “Everyone Says I Love You”, con la que también homenajea a los Hermanos Marx y en especial a su película The Coconuts (1929).
  Pero es el jazz antiguo el género que más apasiona a Allen. Por eso en sus trabajos cinematográficos se escucha tanto a músicos de la primera mitad del siglo pasado, como Louis Armstrong, Sidney Bechet, Al Jolson, Fats Waller, Hoagy Carmichael, Benny Goodman,  Harry James, Glenn Miller, Artie Shaw, Tommy Dorsey, Duke Ellington y Django Reinhardt (a quien de hecho rinde homenaje en Sweet and Lowdown de 1999).
  En cuanto a otros compositores de la llamada música culta, además de los dos rusos ya mencionados, el director ha utilizado en sus filmes música de Giacomo Puccini (Annie Hall), Felix Mendelssohn (Another Woman, 1988), Richard Wagner (Crimes and Misdemeanors, 1989), Erik Satie (Husbands and Wives, 1992), Gustav Holst (Manhattan Murder Mystery, 1993), Johann Sebastian Bach (Match Point, 2005), Aram Katchaturian (Melinda and Melinda, 2004), Giuseppe Verdi (A Midsummer Night’s Sex Comedy, 1982) y Gustav Mahler (Scoop, 2006), entre otros.
    El rock, en cambio, nunca ha salido bien parado en las cintas allenianas. Es claro que a Woody no le agrada el género en absoluto y lo demostró en un par de escenas muy semejantes, una en Annie Hall y otra en Hannah y sus hermanas (1986). En ambas, el personaje que él interpreta asiste a un concierto de rock, acompañado por mujeres de gustos roqueros (interpretadas por Shelly Duvall en el primer caso y por Dianne Wiest en el segundo), y en las dos ocasiones sale echando pestes de la música que acaba de escuchar (folk rock y punk, respectivamente). La intolerancia al rock es muy clara en él.
  “El blues de Woody Allen”, llamé a este texto y, ahora que lo veo y hasta donde recuerdo, no hay un solo blues en la filmografía del director… ¿o lo hay?

(Publicado este mes en el No. 449 de la revista Nexos).