martes, 31 de julio de 2018

¿Alguien se acuerda de Boz Scaggs?

Fue uno de los primeros intérpretes de ese pasteurizado y poco afortunado subgénero conocido como blue-eyed soul, es decir, soul de ojos azules, es decir, música soul cantada por vocalistas de raza blanca que carecían del sentimiento de los cantantes de raza negra, pero que eran más fácilmente comercializables en los medios dirigidos a la audiencia blanca (¿recuerdan a Michael Bolton?).
  Scaggs destacó a fines de los años sesenta y mediados de los setenta del siglo pasado, tuvo algunos éxitos (hoy poco recordados), como “Lido Shuffle” o “Lowdown”, y algunos buenos álbumes, en especial Silk Degrees, de 1976, y el excelente aunque poco advertido Come on Home, de 1997. Sin embargo, nunca logró la aceptación entre el público rockero y mucho menos entre el que escuchaba soul y rhythm n’ blues (me refiero al soul y al rhythm n’ blues originales, no a esos híbridos sobreproducidos que se hacen pasar por ellos).
  Pero el buen Boz poseía una voz estupenda y hoy, a sus 74 años, la conserva casi intacta, lo que podemos comprobar en uno de los mejores discos de su larga carrera, el flamante Out of the Blues (Concord, 2018), en el que interpreta de gran manera una serie de temas de viejo blues y muy buen rock.
  Tercera parte de la espléndida trilogía iniciada con los álbumes Memphis (2013) y A Fool to Care (2015), Out of the Blues es la revelación de un Boz Scaggs ajeno al blue-eyed soul y entregado plenamente a las raíces negras de la música popular estadounidense, un trabajo en el que se hace acompañar por grandes músicos (como el legendario Jim Keltner en la batería o el enorme guitarrista Charlie Sexton), lo cual le otorga una autenticidad sin mácula que se complementa con una forma de cantar cruda, sincera y sin efectos.
  Canciones como “Down in Virginia” de Jimmy Reed, la fantástica “The Feeling Is Gone” de Don Robey o la preciosa “On the Beach” de Neil Young adquieren un sabor especial en la voz de Scaggs, en especial esta última, interpretada con una muy peculiar y oscura pasión.
  Un gran disco del poco recordado pero siempre activo Boz Scaggs.

(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 30 de julio de 2018

La Casa del Pueblo en Mérida

Fue en 1972. Yo tenía diecisiete años. Junto con varios amigos (Federico y Adolfo Cantú, Eduardo y Enrique Paredes y uno o dos más que no recuerdo) emprendí un viaje alucinante hasta las lejanísimas zonas de lo que hoy es la Riviera Maya y que en ese entonces eran territorios casi vírgenes. Ni siquiera existía Cancún y lo más atrayente para visitar era Isla Mujeres, lugar que constituía nuestro destino.
  Para hacer más interesante la aventura y dado que íbamos con muy poco dinero, decidimos irnos "de aventón", separados en parejas, y así lo hicimos, en un viaje que nos llevó tres días y en que cruzamos varios estados: Puebla, Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán, antes de llagar a Quintana Roo.
  El viaje estuvo lleno de anécdotas e incidentes que por fortuna fui anotando en un diario, mismo que aún conservo en una libretita de las que se conocían como "de taquigrafía".
  Hace poco, mi querido Fede Cantú –quien desde hace muchos años vive en la zona de Xel-Ha, donde ejerce su oficio de extraordinario escultor y habita con su familia en plena selva–- subió la foto que muestro en este post, en la que se ve la Casa del Pueblo de la ciudad de Mérida. En esa casa conseguimos dormir una noche, en forma gratuita, cuando íbamos hacia la mítica isla de las mujeres. Mi recuerdo de la casa es vago, pero sí me acuerdo de que en Mérida nos trataron muy bien, a pesar de que parecíamos unos hippies pandrosos (en realidad, éramos unos escuincles defeños de clase media que de jipis teníamos nada, salvo las cabelleras largas).
  Algún día contaré algunas de las anécdotas de ese viaje que duró casi dos semanas, de las cuales casi la mitad del tiempo lo pasamos on the road, de ida y regreso. Fue la primera vez que me lancé a algo así, a la ventura y la desventura, a mochilazo limpio. Lo recuerdo con mucho gusto.

domingo, 29 de julio de 2018

Let It Be

He aquí el último disco de los Beatles que salió a la venta, aun cuando había sido grabado muchos meses atrás, antes incluso que Abbey Road. Producto de un proceso complicado, conflictivo y de algún modo frustrado, Let It Be (que inicialmente iba a intitularse Get Back) no fue lo que originalmente iba a ser: un disco de rock sencillo y básico, con canciones sencillas y básicas, arreglos sencillos y básicos y producción sencilla y básica. La idea era de Paul McCartney, pero contó con muy poco entusiasmo y cooperación por parte de sus compañeros, quienes arrastraban el cansancio físico, mental y creativo de las sesiones del Álbum Blanco. Y ahí estaba otra vez Yoko Ono, con su presencia omnímoda, como siamesa de John Lennon, incomodando a los otros tres. Y ahí estaban las cámaras y los reflectores de la película que se estaba filmando mientras se desarrollaban los ensayos y la grabación de cada una de las tomas de las canciones. Era la crónica de un desastre anunciado que culminó con la decisión de enlatar el material por tiempo indefinido, hasta que apareció el legendario productor norteamericano Phil Spector y con la aprobación de John, George y Ringo (y el desconocimiento de Paul y de George Martin) remezcló doce canciones y dio un giro al concepto original del álbum que hasta de nombre cambió.
  Aparecido en mayo de 1970, el disco no es todo lo brillante que se quiso, pero la calidad de la mayoría de los cortes hace que al final el todo se salve. Y es que en realidad la mano de Spector, con su famosa pared de sonido, sólo es notoria en “Across the Universe” de Lennon, “I Me Mine” de Harrison y “The Long and Winding Road”… de McCartney, quien protestó estentóreamente, pero no pudo evitar que el álbum saliera a la venta con su canción bonita pero melosamente orquestada.
  Como temas destacados de este trabajo sobresalen la enorme “Let It Be” y la rocanrolera “Get Back”, ambas de Paul. Buenas pero no precisamente extraordinarias son “Two of Us”, “Dig a Pony”, “I've Got a Feeling” y “For You Blue”, mismas que si bien con el paso del tiempo se han vuelto entrañables, más por nostalgia de los escuchas que por la calidad intrínseca de las melodías, no estarían incluidas en una antología de las mejores canciones del cuarteto.
  Let It Be, en ese sentido, tiene un mayor valor histórico que artístico.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca No. 9, segunda parte de la historia de los Beatles)

sábado, 28 de julio de 2018

28 días

Ni siquiera va un mes. Son tan sólo 28 días, cuatro semanas, y ese interregno que normalmente era un periodo de cierta tranquilidad, luego del fragor de las campañas electorales y antes de la toma de posesión de un nuevo gobierno, esos cinco meses de espera en los que se va dando el relevo de poderes, esta vez están siendo un vertiginoso y enloquecido carrusel, con un virtual presidente electo que se comporta como presidente en funciones y un gobierno en funciones que se vuelve cada vez más virtual.
  No sé si este cotidiano huracán de informaciones, tan variopintas como contradictorias, forma parte de una estrategia en vistas al más o menos próximo arribo a Palacio Nacional o si de plano hay un descontrol verborreico que, a este paso, se convertirá en un innecesario y muy poco útil desgaste político.
  Desde la pelea con el INE por el famoso (y sospechoso) fideicomiso hasta la peculiar carta a Donald Trump, pasando por el relevo del futuro secretario de Relaciones Exteriores, el anuncio (y luego su desmentido) de una consulta popular para decidir la suerte del NAIM, la amenaza de correr a los empleados de confianza de la burocracia, el delirante proyecto sin pies ni cabeza para descentralizar las secretarías de Estado, los golpeteos morenistas –desde las benditas redes sociales– contra la virtual secretaria de Gobernación, la amenazante frase “perdono pero no olvido”, lo de las seis refinerías, etcétera, etcétera, la opinión pública no se da abasto para procesar tantas cosas que están sucediendo y tantas que supuestamente van a suceder.
  Serenidad y paciencia, amor y paz, para citar al clásico. Esta hiperquinesis sólo ha servido para encrespar los ánimos (lejos de disminuir, la polarización se está acrecentando peligrosamente) y hacer que corra toda clase de rumores (como el de que doña Olga Sánchez Cordero no llegará, Marcelo Ebrard quedará en Gobernación y Juan Ramón de la Fuente en la SRE, según leí en un tuit anónimo) y malos presagios (el autoritarismo como fantasma que recorre al país).
  28 días que han sido como 28 años.

(Mi columna Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

viernes, 27 de julio de 2018

Para dártelas de entendido en rock (71)

Sucedió el 7 de junio de 1969. Los integrantes del supergrupo Blind Faith (Eric Clapton, Steve Winwood, Ginger Baker y Ric Grech) se encontraban en las oficinas de su manager, Robert Stigwood, en Londres, haciendo tiempo antes de salir hacia Hyde Park, donde darían su primer concierto.
  Aburrido ante la interminable espera, Baker aprovechó que los cuatro estaban solos para buscar algo que hacer. En un cajón del despacho, encontró una caja que contenía un master de grabación de los Bee Gees, a quienes también representaba Stigwood, lista para su inmediato lanzamiento al mercado. En un rapto de locura y para hacerse el gracioso, el célebre baterista le prendió fuego ante las risas de sus compañeros.
  De pronto, el manager llegó por ellos y Ginger volvió a meter la caja, con la cinta totalmente inservible, en el cajón, sin ser sorprendido. Luego, todos partieron hacia Hyde Park, donde dieron un memorable concierto ante más de 100 mil personas.
  En cuanto a la cinta de los Bee Gees, esta quedó inservible y costó mucho recuperar la grabación, por lo que el nuevo disco de los Bee Gees, Cucumber Castle, no pudo ser editado hasta mayo de 1970, casi un año después.

jueves, 26 de julio de 2018

Presence

Aunque producto de una muy mala etapa personal para los integrantes del grupo, sobre todo para Robert Plant, Presence (Atlantic, 1976) es un disco que debe ser revalorado y visto en su verdadera dimensión artística.
  Luego de aquel accidente automovilístico que sufriera el cantante y de su obligada y dolorosa convalescencia, sorprende que el cuarteto haya producido un álbum con temas de calidad tan grande. Realmente la obra no desmerece en absoluto respecto a su antecesor, Physical Graffiti. Por el contrario: refrenda lo que Led Zeppelin hizo en éste y lo concreta en un solo vinil de escasas seis canciones. Pero qué canciones.
  Como si quisieran liberar los demonios que los atormentaron durante cerca de dos años, Page y los demás consiguieron algo admirable. Desde la fuerza épica con la cual inicia el disco, gracias a la monumental “Achilles Last Stand”, sabemos de la grandeza que hay detrás de este trabajo, lo que se confirma con el resto del material, muy especialmente con “For Your Life”, “Nobody’s Fault but Mine” y “Tea for One”.
  Insisto, un álbum que urge revalorizar.

(Reseña que escribí para el especial de La Mosca No. 6, dedicado a Led Zeppelin y aparecido en noviembre de 2003)

miércoles, 25 de julio de 2018

El Álbum Blanco no se llama así

Este año cumple medio siglo y el famoso disco doble de portada blanca que grabaron los Beatles en 1968 sigue siendo conocido con un nombre que no es el suyo. El álbum se llama escueta y simplemente The Beatles y esta es su historia...

A mediados de 1968, en pleno apogeo como el grupo de rock más célebre del planeta, los Beatles lanzaron dos nuevos temas en un mismo EP. Se trataba de “Hey Jude” de Paul McCartney (lado A) y “Revolution” de John Lennon (lado B), si bien ambas aparecieron firmadas por el ya para entonces cada vez más inoperante binomio Lennon y McCartney. “Hey Jude” fue escrita por Paul con una dedicatoria muy especial para Julian, el hijo de John, al ver lo que el pequeño estaba sufriendo debido al proceso de divorcio de sus padres. “Revolution”, en cambio, es un rock sencillo con ambigua temática política, ya que al mismo tiempo es una proclama y una condena a las revoluciones. El éxito de los dos temas fue inmediato y mantuvo a los Beatles en el primer plano que no habían abandonado desde hacía seis largos años.
  Para ese entonces, el grupo se encontraba ya en pleno proceso de grabación del que sería su siguiente disco, un doble acetato intitulado simplemente The Beatles y que sería conocido universalmente como el Álbum Blanco. Fue durante los meses que duraron esas sesiones cuando se hizo evidente que las cuatro personalidades empezaban a manejarse de manera independiente y a trabajar por su cuenta. Cada canción del álbum lleva el sello indeleble de su compositor y es difícil confundirse y creer que “Martha My Dear” pudiera ser de Lennon” o “Happiness Is a Warm Gun” de McCartney.
  The Beatles es un trabajo muy polémico incluso en la actualidad. En tanto hay quienes piensan que se trata de una obra excesiva y demasiado egomaniaca (o tetra-egomaniaca), otros lo consideran el mejor álbum de toda la carrera de los Beatles. George Martin siempre creyó que debió hacerse una selección y producir un LP simple (se me ocurre que un buen ejercicio para pasar el tiempo sería que cada seguidor del grupo hiciera su propia versión de The Beatles en un solo acetato: ¿cuáles cortes dejaría, cuáles quitaría?). En cambio, los cuatro músicos prefirieron la versión doble, tal como está.
  La grabación del disco tuvo un elemento que provocó tensión entre los miembros del grupo: la presencia omnipresente de Yoko Ono, prácticamente pegada a John Lennon todo el tiempo. Y esa presencia era ya también influencia, como lo muestra la inclusión del tema experimental “Revolution # 9”, debido al reciente contacto de John con la música concreta (Yoko era amiga y seguidora de John Cage).
  Cuando apareció, el Álbum Blanco produjo una excelente respuesta de público y prensa. Los Beatles habían dejado atrás toda la parafernalia instrumental y la sobreproducción de sus dos más recientes discos (para “A Day in the Life” habían requerido setecientas horas de trabajo en el estudio) y volvían al rock basado en los instrumentos elementales: guitarras, pianos, bajos, baterías. En ese sentido se parece más a Rubber Soul que a Sgt. Pepper o Revolver.
  Otro aspecto interesante de esta obra es que mostró a un George Harrison más prolífico y maduro, con cuatro composiciones verdaderamente espléndidas. Incluso Ringo Starr debutó con su primer tema propio. El mismo Ringo diría que “Sgt. Pepper se convirtió en el álbum de la década o quizá del siglo. Era innovador, contenía unas canciones geniales, era un placer escucharlo y me alegro de haber participado en él. Pero creo que el Álbum Blanco es mejor”.
  Así pues, The Beatles fue una obra que marcó los límites dentro de los cuales se movía cada uno de los miembros del cuarteto. Aún así, estamos ante una pieza de trabajo fuera de serie, una colección de treinta canciones de calidad casi uniformemente espléndida. Hay grandes temas. Los hay también muy buenos. Pero no hay uno sólo que pudiéramos considerar de relleno. John Lennon contribuyó con maravillas como “Happiness Is a Warm Gun”, “Dear Prudence”, “Yer Blues”, “Sexie Sadie”, “I’m So Tired”, “Cry Baby Cry” y “Julia”, además de “Glass Onion”, “The Continuing Story of Bungalow Bill”, “Good Night” y  “Revolution 9”. De Paul McCartney son joyas como “Blackbird”, “Helter Skelter”, “Back in the U.S.S.R.”,  “Why Don't We Do It in the Road?” y “Mother’s Nature Son”, así como melodías tan buenas como “Martha My Dear”, “I Will”, “Ob-La-Di, Ob-La-Da”, “Honey Pie” y “Rocky Raccoon”. George Harrison colaboró con cuatro enormes composiciones: “While My Guitar Gently Weeps” (en la cual participó Eric Clapton como músico invitado), “Piggies”, “Savoy Truffle” y “Long, Long, Long”. Y Ringo puso su grano de arena con la divertida “Don’t Pass Me By”, su primera canción original grabada con los Beatles.
  La profusión de estilos en el Álbum Blanco es apabullante. La cantidad de reflexiones críticas y satíricas de las letras asombra. Incluso el arte del disco, con esa singular portada blanca, habla de inquietudes gráficas de vanguardia y de una respuesta al exceso de colores del arte pop de finales de los sesenta.
  ¿El mejor álbum de los Beatles? Imposible decirlo. Sin embargo, su trascendencia es clara e indiscutible.

(Texto que escribí para "El ángel extermninador" de Milenio Diario y que se publicó el día de hoy)

martes, 24 de julio de 2018

Los nombres del rockcito actual

Sin que lo pidiera, llegó a mi correo electrónico un boletín que contiene los nombres de una centena de agrupaciones (“bandas”, les dicen ahora) a las que hermanan ciertos factores comunes y algunas de las cuales me dispongo a mencionar:
  A Great Disgrace, Broccoli with Botas, Carrion Kids, Crivers, Dazed Sun, Lemonade, Dresden Wolves, Feedback, Fire Train, Flashdance, Internuts, Jack, Jam, Katnip, Ken Plays Metal, Kill the T.V., Kill Yourself In Others, Kyolar, L.E.D.S., Middle Waters, Moly Wave, Moontauk, My Last Day Alive, Raays, Rare Voltage, Reezlash, Rotohammer, Sn Draw, Taapa Groove, The Bricks, The Fulls Band, The Gloves, The Illusion of Free Will, Thrëé, Vampires of Saturn, Wallabies.
  ¿Qué es lo que relaciona a todos estos grupos? Muy sencillo: que se trata de proyectos más o menos noveles, pertenecientes a la escena subterránea... y que todos son mexicanos.
  Sí, aunque usted no lo crea y en un principio haya pensado que se trataba del elenco del algún festival alternativo en los Estados Unidos o Europa, no es así: son los nombres de puros grupitos conformados por músicos nativos de estos lares.
  ¿Que por qué ninguno de ellos tiene nombre en español o en alguna lengua autóctona mexicana? Vaya usted a saber. Lo cierto es que cada vez existe más esa tendencia a nombrar a las “bandas” con apelativos en inglés, no sé si para sentirse gringos o ingleses (o de perdida irlandeses, escoceses, galeses o australianos) o para lograr “una pronta internacionalización”, como suelen afirmar los integrantes de esta clase de agrupaciones, aunque jamás consiguen esa mentada internacionalización.
  Como ya se imaginara, casi todos estos grupos cantan en inglés, aunque no lo hablen, sus letras sean paupérrimas y pronuncien con notorio acento mexicano el inglish que apenas mastican, para convertir al idioma de Shakespeare en dialecto de Chespirito.
  Es el neo rockcito, cada vez más infantiloide, cada vez más vacuo, cada vez más empeñado en acentuar su afán por lo diminutivo.
  ¡C’mon, dude, vámonos a ver a Little Jesus!

(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 23 de julio de 2018

Ordesa

Es una novela. Una gran novela. Pero es más que una novela. Es una narración, pero es también un largo poema y un tratado sobre filosofía que toca temas como el amor, la familia, el desapego, la tristeza, la alegría, la indiferencia, la soledad, la nostalgia, la melancolía, el sexo, la patria, las emociones sencillas, los recuerdos, la paternidad, la irresponsabilidad, la infancia, la juventud, la vejez, la vida y la muerte. Es la presencia de los padres, la admiración por el padre, la ternura por la madre, pero también el reclamo a ambos por no ser todo lo que un hijo necesita y reclama. Es una narración muy española, pero absolutamente universal. Es conmovedora e irritante, inteligente y sensible, delicada y apabullante, dura y suave, despiadada y acariciante. Cuenta nada y cuenta todo. Es una aventura autobiográfica que no se esconde, pero que muestra el suficiente pudor como para respetar la pena que de ella emana. Es un relato casi impecable, con leves imperfecciones idiomáticas que incomodan, justo porque no permiten la perfección. Pero al final, esto es algo que se perdona en medio de ese trafago de vivencias entrañables y tan dolorosas y tan dichosas y tan estremecedoras y tan bien contadas.
  Ordesa (Alfaguara, 2018), de Manuel Vilas, es una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo. Una obra de arte de la literatura contemporánea en cualquier idioma. Pero quiso el destino que fuese en lengua española y eso es de agradecer, porque Vilas –poeta él– maneja las palabras como el más experto, humilde y sensitivo de los orfebres. Una maravilla que aún me tiene pasmado.

domingo, 22 de julio de 2018

Picardía mexicana

Era el libro prohibido en mi adolescencia. Un libro que sólo podían leer los adultos y que, por supuesto, mis primos y yo leíamos a escondidas de nuestros mayores. Mis primos "de Toluca" (así les decíamos a los hijos de mi tío Luis –hermano de mi papá– y de su esposa, mi tía Albertina –la tía Betty, orginaria de Huitzuco, Guerrero–, mis primos Lupita, José Luis, Marco Antonio, Emiliano, María Fernanda, Carlos Alberto y Miguel Ángel García Ocampo), los tres mayores tenían un ejemplar y cuando mi primo Gustavo y yo íbamos de visita a la capital del Estado de México, una de nuestras actividades secretas era leer las páginas de aquel libro, cuando mis tíos no estaban en casa. Para no ser decubiertos, mis primos tenían un escondite para guardarlo: debajo del mueble-consola de la televisión, en el que había un hueco donde cabía el destartalado y manoseado volumen.
  Aquellas lecturas tempranas de Picardía mexicana, el mayor best seller de la literatura mexicana, escrito por el coahuilense achilangado Armando Jiménez (1917-2010), nos hacían reír sin parar con sus secciones sobre albures y mil cosas más (como el célebre "gallito inglés", las adivinanzas en tres actos, sus "no es lo mismo", los letreros en los camiones, los letreros en los baños, los nombres de los generales japoneses, etcétera), todo en doble sentido. No entendíamos en aquellos tiempos (yo tenía doce o trece años) que se trataba de una minuciosa recopilación y un gran estudio sobre la picaresca de los mexicanos y no le dábamos más valor que el de un libro exclusivamente para divertir. Hoy mi visión del mismo es muy otra y lo considero en todo lo que vale sociológica, antropológica, psicológica y culturalmente.
  Quiso la vida que tiempo después conociera a don Armando Jiménez, a principios de los años ochenta del siglo pasado, cuando trabajaba yo en Editorial Posada, la cual le publicó varios libros sobre aquel mismo tema de la picardía. Debo decir que el tipo no era del todo agradable, al menos con quienes trabajábamos en la editorial, a quienes trataba con sequedad y despotismo. Cuando llegaba para ver a nuestro jefe, don Guillermo Mendizabal, o a nuestro Director Editorial, Ariel Rosales, pasaba de largo sin saludar a persona alguna. Yo era editor de la revista Natura y recuerdo que un día irrumpió en mi privado, con unas hojas en la mano, y me dijo como quien dicta una orden: "Necesito copias de esto". Me cayó tan gordo su modo de pedir las cosas que le dije que yo no podía hacer eso y lo mandé con una de las secretarias.
  Pero se le perdona todo, por lo que significa su obra como escritor y recopilador y, muy especialmente, por su grandiosa Picardía mexicana.

sábado, 21 de julio de 2018

Descentralizar la burocracia, centralizar el poder

Lucas Alamán se sentiría feliz. Es más, seguramente se afiliaría a Morena, la versión actual del partido de los conservadores mexicanos del siglo XIX por sus afanes centralistas, contrarios al federalismo que preconizaban los liberales encabezados por Benito Juárez.
  Porque eso y no otra cosa es la propuesta del virtual presidente, Andrés Manuel López Obrador, para acabar con las delegaciones estatales por secretaría de Estado y nombrar a un súper delegado de todas sus confianzas, a fin de que funja como virtual representante del gobierno central, con poderes casi omnímodos, lo que pondrá al gobernador de cada entidad en franco predicamento. Ese híper delegado será en los hechos el hombre (o la mujer) fuerte de AMLO en cada estado, lo que se puede traducir en un control férreo que anularía en los hechos el famoso pacto federal y lo reduciría a dimensiones porfirianas. El sueño de los conservadores decimonónicos vuelto realidad.
  Por otro lado y en sentido contrario, el gobierno obradorista se propone cumplir una vieja propuesta de la izquierda mexicana: la de la descentralización de las secretarías, sacándolas de la Ciudad de México y enviándolas a diferentes partes de la república.
  Esto suena muy bonito, pues en teoría despoblaría un poco a la gran capital del país y traería beneficios a las ciudades que recibieran a los diversos ministerios. Sin embargo, en la cruda realidad significa movilizar y mudar a decenas de miles de burócratas y sus familias (no a los de confianza, quienes serán echados de sus trabajos a partir del 1 de diciembre) a lugares que podrían no ser de su agrado, con otros climas y otros estilos de vida, además de sufrir el posible rechazo de los habitantes de esas poblaciones.
  Es una apuesta muy riesgosa y que no se ve apoyada en estudios serios (al menos no han sido dados a conocer), sino en un mero voluntarismo que al parecer busca ahorrar dinero para destinarlo a programas sociales.
  Lo dicho: Lucas Alamán estaría feliz, pero miles de trabajadores del Estado no creo que lo estén tanto.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

viernes, 20 de julio de 2018

Para dártelas de entendido en rock (70)

El 6 de abril de 1974, se celebraba en San Bernardino un festival llamado California Jam, en el que participaban Earth Wind & Fire, Rare Earth, Eagles, Black Oak Arkansas, Seals & Crofts, Black Sabbath, Emerson Lake & Palmer y Deep Purple. Los integrantes de este grupo inglés se presentaron en el lugar una hora antes de su actuación, pero fueron presionados para salir de inmediato al escenario porque los organizadores decidieron, de última hora, que cerrara el festival EL&P.
  Ritchie Blackmore, guitarrista de Deep Purple, se negó terminentemente, argumentando que aún no había anochecido y que la luz iba a desmerecer la actuación del quinteto. Furioso, se encerró en su camerino. No obstante, luego de agrias discusiones la agrupación por fin subió al escenario, dio un gran concierto ante más de 200 mil personas y todo se llevó a cabo con normalidad. Hasta que, minutos antes de terminar, Blackmore decidió desquitarse. Con su guitarra, rompió una de las cámaras que transmitían el festival, incendió un par de amplificadores y lanzó varios monitores al foso. El grupo tuvo que huir del lugar en un helicóptero, para evitar no sólo la furia de los organizadores y de los directivos de la televisora ABC, sino también un arresto seguro.

jueves, 19 de julio de 2018

Mi Frida sufrida

En julio de 1994 publiqué en el No. 5 de La Mosca en la Pared, revista que yo dirigía, esta breve crítica del entonces recién aparecido y hoy olvidado disco Mi Frida querida de Sergio Araú:

"Quiso ser Los Lobos y no lo logró. Quiso ser como Bronco y tampoco lo consiguió. Quiso ser rocanrolero y no la hizo. Quiso ser onda grupera y le falló. Lo único que obtuvo fue un híbrido que no es ni chicha ni limonada. Si el rock nacional debe ir por esos caminos, ya podemos prepararnos para entrar a los palenques".

Mi clasificación fue: "Escúchelo bajo su propio riesgo".

A un ladito de mi reseña, se publicó la de Fernando Rivera Calderón (subdirector de La Mosca), totalmente opuesta a la mía (que él ya había leído) e igual de breve (nótese la indirecta que me tira, je je).

"Un disco que puede ser clave en la historia del rock mexicano. Clásico e imprescindible. Nada apto para quienes suelen ser desheredados por el tiempo y se consideran tan puros como el agua. (Como si el agua misma no fuera un híbrido de hidrógeno y oxígeno).

Su clasificación fue: "Constrúyale un templo arribita del Tepeyac".

Ustedes dirán quién tuvo la razón (¿alguien se acuerda de ese disco?).

miércoles, 18 de julio de 2018

Smart mama

Me llegó de Mercado Libre la smart TV que le compramos a mi mamá entre mis hermanas y yo. Por la tarde, llevé el aparato a Tlalpan en un taxi (fue mi estreno en Easy Taxi) y me quedé allá un rato, con mi mamá, Ivette y Myrna, quien también llegó. Les puse tres de las canciones de mi disco que ya tienen batería, aunque en una bocinita que no es escucha muy bien. Pero todo estuvo padre. Mañana le ponen la tele a mi má para que se entretenga viendo videos animalitos en YouTube, gatos en especial.

martes, 17 de julio de 2018

Jain, ¿la Janelle Monáe francesa?

Hay intérpretes que impresionan desde la primera escucha, sin importar a cuál género musical pertenecen y eso incluye al pop.
  Nada sabía hasta hace unos días acerca de la cantante y compositora francesa Jain, hasta que me topé con ella un tanto por casualidad en YouTube. El video en que la vi era el de una composición suya llamada “Makeba”, un tema bailable que de inmediato remitía a la música africana y que citaba el apellido de una de las cantantes más emblemáticas de África del Sur: la legendaria Miriam Makeba.
  Sin embargo, la joven que cantaba no parecía ser originaria del mal llamado continente negro. De hecho, no lo era. Resultó ser una nativa de la ciudad de Toulouse, en Francia, de aspecto absolutamente galo. Una muchacha que podría pasar como una integrante más del abundante elenco de cantantes francesas de música pop, tipo Alizée o Louane.
  Nada que ver. Jain es una extraordinaria creadora que vivió varios años en el Congo y allí se impregnó de la música y los ritmos locales, mismos que le sirvieron para empezar a componer canciones con un estilo que algunos denominan como afro-pop y que posee una vitalidad y un encanto contagiosos.
  A sus 26 años de edad, Jeanne Galice (su verdadero nombre) ha grabado un EP (Hope, 2015) y un larga duración (el exitosísimo Zanaka, 2016) y está preparando un próximo álbum, del cual ya apareció el estupendo sencillo “Dynabeat”.
  Jain suele presentarse sola, equipada con su guitarra electroacústica y una máquina de loops que maneja con maestría, aunque de vez en cuando se hace acompañar por una gran cantidad de percusionistas, quienes acentúan el estilo rítmico de sus canciones y le proporcionan un sonido monumental. Su voz recuerda de pronto a la de su paisana Zaz, aunque en “Dynabeat” la influencia de Janelle Monáe parece muy clara.
  Dado que esta es su canción más reciente, será muy interesante escuchar su próximo disco en el que estoy seguro que nos sorprenderá con nuevos elementos musicales.
  Vale la pena escuchar a Jain. Su disco Zanaka está en Spotify y en YouTube hay varios ingeniosos videos suyos.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio de la sección ¡hey! de Milenio Diario)


lunes, 16 de julio de 2018

Sesión No. 27: Chario Manes

Hoy tuvimos al fin la ansiada sesión para grabar las baterías de nueve de las canciones de mi disco. Sé que lo habitual es que las baterías y las bases rítmicas sean lo primero, pero en este caso lo hicimos al revés, sin que el orden de los factores altere al producto (o eso quiero pensar).
  Chario Manes, baterista de rock y jazz, amigo de Iris Bringas y Jehová Villa Monroy (yo apenas lo conocí el día de hoy), fue el encargado de tocar la batería en todos los temas que lo requerían, con su muy fino estilo. Vive en Puebla y desde allá vino especialmente para la sesión.
  Fue una jornada maratónica, aunque más rápida de lo que yo había pensado. Chario arribó desde ayer domingo y cuando llegué esta mañana a la casa-estudio, ya estaba todo perfectamente instalado y microfoneado, aparte de que Manes ya conocía las canciones, las tenía estudiadas y los cambios que yo iba sugiriendo, los realizó sin el menor problema.
  Fue un gran avance para el disco que cada vez está más cerca de quedar concluido, en su fase de grabación (ya vendrán la post producción, la masterización, etcétera).

domingo, 15 de julio de 2018

¡Francia campeón!


Desde que la selección mexicana fue eliminada de fea manera por Brasil (aunque su verdadera eliminación se dio cuando fue goleada por Suecia), me incliné por la selección francesa como mi favorita para ganar la Copa del Mundo Rusia 2018 (y así lo hice saber en mis redes sociales). Los bleus no me defraudaron y siguieron avanzando hasta la final, en la que hoy se enfrentaron y vencieron 2-1 a la aguerrida Croacia.
  El partido fue a las diez de la mañana hora de México (por lo que tuve que madrugar) y resultó muy bueno y emocionante. Croacia no pudo jugar como contra Inglaterra, a la que venció en semifinales con tiempos extra, y la inteligencia y contundencia de los franceses terminó por derrotarla. Gran selección la balcánica, pero mi corazón estaba con la France y me hizo muy feliz que ganara el Mundial.

sábado, 14 de julio de 2018

¿De veras ganó la izquierda?

La victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador y su partido ha hecho que muchos festejen el triunfo de la izquierda mexicana, un triunfo que se buscaba desde 1988, cuando “se le cayó el sistema” al hoy destacado morenista Manuel Bartlett y el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas fue despojado de la presidencia.
  A simple vista parecería que, en efecto, lo de este 1 de julio fue una aplastante conquista de la izquierda nacional. Sin embargo, habría que ahondar más y preguntarse si la que ganó fue en realidad nuestra peculiar e inefable gauche.
  Porque, ¿existe realmente una izquierda partidista en el país? Yo hace mucho que no la veo. Antiguos partidos como el Comunista Mexicano, el Mexicano de los Trabajadores o el Socialista Unificado de México eran, con sus defectos y sus pugnas, muy diferentes al Partido de la Revolución Democrática, el Partido del Trabajo y Morena.
  El PRD, recordémoslo, se formó por una escisión dentro del PRI y a partir de la creación de la Corriente Democrática que encabezaban el ya mencionado ingeniero Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo. Era una organización progresista y al sumársele gente del PCM, el PMT y el PSUM, adquirió un cariz de izquierda democrática. Por desgracia, el PRD es hoy una caricatura de sí mismo y está en riesgo de desaparecer.
  En cuanto al PT, fue un invento del salinismo y Morena es una confederación de corrientes de todo signo, desde radicales trasnochados hasta personeros de la derecha ultramontana, pasando por panistas y priistas de oportunidad, líderes charros y mucha gente impresentable. Por supuesto que también hay dirigentes y militantes progresistas, honestos y con buenas intenciones, pero de toda esa ensalada no se traduce un partido de izquierda.
  Morena ganó las elecciones y lo hizo de manera aplastante. Eso no se discute. Pero decir que con ello triunfó la izquierda, parece un tanto falaz.
  Se dirá también que la vieja geometría política ya no existe y que proclamarse de izquierda hoy no tiene sentido. Puede ser. Aunque eso no haría sino confirmar que ganó Morena, pero no la izquierda.

(Mi columna "Cámara húngara" de hjoy en Milenio Diario)

viernes, 13 de julio de 2018

Para dártelas de entendido en rock (69)

Hace algunos años, Rod Stewart recordó en una entrevista que durante una gira en Australia, en la década de los setenta, se topó con una hermosa mujer rubia y que al ver que estaba sola, le hizo la plática, coquetearon y se besaron. Excitado, la invitó a su cuarto en el hotel donde se hospedaba y ya en la cama, el cantante descubrió que la rubia en realidad era... un rubio. Sin embargo, educado y flemático como buen británico, lejos de encolerizarse, el buen Rod le dijo a su acompañante que podía quedarse a pasar la noche, pero que por favor cada uno durmiera en un extremo de la cama.

jueves, 12 de julio de 2018

Tonight’s the Night

El más perfecto de los discos imperfectos. Un trabajo áspero, rudo, tosco, oscuro, lleno de visceralidad pero también de dulce malancolía.
  En apenas seis meses, la heroína se había llevado a dos de los mejores amigos de Neil Young (el roadie Bruce Berry y el guitarrista de Crazy Horse Danny Whitten) y el álbum no es más que el homenaje póstumo del artista atribulado a sus compinches. Sin falsa moralina, con dolor pero con saludable cinismo y una actitud irónicamente desafiante, Young penetra y se hunde en la tristeza para sacar alegría de ella y eso es lo que campea a lo largo de los doce temas que conforman este extraordinario y un tanto subvalorado trabajo.
  La cultura de las drogas y del camino kerouakiano se encuentra reflejado en Tonight’s the Night (1975) con una fuerza escalofriante. Canciones tan buenas como “Speakin’ Out” (un enorme blues), “Borrowed Tune” (una melodía confesamente tomada prestada a los Rolling Stones –la de “Lady Jane”– en una de las canciones más ingeniosas de la carrera del canadiense), “Tired Eyes” (absolutamente bella), “Albuquerque” (una de esas joyas poco conocidas del músico) y por supuesto el grandioso y sarcástico corte que da nombre al álbum. Cabe destacar también a “Come On Baby Let's Go Downtown”, grabada casi un año atrás en concierto y en la cual Young canta a dueto con el malogrado Danny Whitten.
  Lo más irónico de Tonight’s the Night es que a pesar de ser una obra maestra, su éxito comercial fue nulo, debido a que la disquera no quería sacarlo (de hecho había sido grabado desde 1973), pero Young lo impuso y la promoción corporativa fue tan escasa como sus ventas. Por suerte, siempre existe la perspectiva del tiempo y hoy se le reconoce ya en todo lo que vale.

(Reseña que escribí originalmente para el "Especial" No. 35 de La Mosca en la Pared, publicado en noviembre de 2006)

miércoles, 11 de julio de 2018

Una casa de animales de 40 años

“They were like the early Beatles of comedy.
Everything changed after Animal House”.

Richard Roeper


El género de la comedia estudiantil ha producido una enorme cantidad de películas malas, especialmente en Hollywood. Sin embargo, hay algunas joyas más o menos ocultas por ahí, como las estupendas School Daze de Spike Lee (1988), Dazed and Confused de Richard Linklater (1993) y –sobre todo y por encima de todas– la genial Animal House de John Landis (1978).
  Producida por el equipo que editaba la irreverente y provocadora revista National Lampoon (uno de sus directores, el singular humorista Doug Kenney, aparece en un pequeño pero jocoso papel secundario), Colegio de animales (como se le conoció en México, en una translación más o menos aceptable; en España, la bautizaron con el horrendo título Desmadre a la americana) debe mucho al humor absurdo y anárquico de los Hermanos Marx y tiene como antecedente inmediato a otra delirante comedia: The Kentucky Fried Movie (1977), del propio Landis, e influyó para que Steven Spielberg filmara, apenas al año siguiente, una de sus películas menos valoradas pero más divertidas: la nihilista 1941.
  Año de 1962. Universidad Faber, en Oregon. El fascistoide rector de la institución trae entre ojos a una de las fraternidades estudiantiles del campus: la de los Deltas, conformada por un variopinto y caótico grupo de pésimos y desmadrosos estudiantes que organizan fiestas llenas de sexo, drogas, alcohol y rocanrol. Para exterminarla, se apoya en otra fraternidad rival, la de los Omegas, constituida por una colección de jóvenes híper cuadrados y ultraderechistas, simpatizantes del militarismo, la disciplina y las prácticas sadomasoquistas de tintes nazis.
  A partir de ahí se desata una guerra sin cuartel que da forma y contenido a uno de los filmes más cómicos de la historia, dirigido por John Landis, uno de los directores que en aquel 1978 se encontraba el inicio de lo que parecía una carrera muy prometedora (después vendrían otras grandes realizaciones, como The Blues Brothers, An American Werewolf in London y Trading Places), carrera que se vería truncada por un triste acontecimiento que va más allá del tema de este artículo.
  Pero si para alguien Animal House resultó una plataforma de despegue fue para John Belushi, ese inenarrable actor cómico que con el personaje del caótico, valemadrista y provocador Bluto inició una consagración que lo llevaría a los cuernos de la luna. Landis le pidió que hiciera del pésimo estudiante Blutovsky “una combinación entre Harpo Marx y el monstruo come galletas”, aunque yo agregaría también a "Animal" de los Muppets.
  Las escenas más memorables de esta políticamente incorrectísima película se las debemos a Belushi (quien provenía del programa Saturday Night Live), ya sea devorando la comida del comedor estudiantil, aplastando una lata de cerveza contra su frente, apurando una botella de whisky de un solo trago o espiando las habitaciones de sus compañeras universitarias mientras estas se desnudan. Y todo sin pronunciar una sola palabra (al final de la cinta, se nos informa que con los años Bluto llegó a Washington para convertirse en senador).
  Pero hay una pléyade de personajes inolvidables, entre ellos el tímido estudiante interpretado por Tom Hulce (antes de volverse famoso con el papel de Mozart en Amadeus, del recientemente fallecido Milos Forman) y el veterano profesor liberal fumador de marihuana y seductor de alumnas que hace el gran Donald Sutherland (se cuenta que el actor prefirió cobrar 50 mil dólares al contado en lugar de esperar a las regalías del filme, mismas que le habrían reportado cerca de diez millones de billetes verdes, dado el inusitado éxito de taquilla en que se convirtió Animal House).
  El caótico final, con la venganza de los Deltas contra las autoridades estudiantiles y municipales, al boicotear un típico desfile gringo, es la jocosa culminación (muy a la Marx Bros) de la película, con todos los destrozos causados y las sardónicas burlas a lo establecido y sus personeros: desde al alcalde hasta el rector y desde los militares protofascistas hasta las falsamente bien portadas muchachas de rosados vestidos con crinolinas y peinados laqueados. Nadie queda sin recibir su divertido merecido en esta cinta que puede verse una y otra vez (quien esto escribe la ha visto fácilmente en una veintena de ocasiones), sin que los diálogos y las situaciones pierdan actualidad y frescura. Por eso es ya una joya clásica del cine cómico nihilista, a la altura de Duck Soup y A Night at the Opera de los Marx o de la ya mencionada The Blues Brothers de John Landis.
  Landis prácticamente ya no filma (dejó de hacerlo en 2010) y John Belushi falleció en 1982, a los 33 años. Pero esta sola película logró inmortalizarlos.

(Texto que me publicaron el día de hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

martes, 10 de julio de 2018

AMLO y la música

¿Cuál será la suerte de la música a lo largo del sexenio de Andrés Manuel López Obrador?
  Durante su campaña por la presidencia, muy poco –si no es que nada– se escuchó hablar al candidato acerca de esto. Sus mayores contactos con el tema se dieron por el acercamiento de la cantante Belinda, pero ese es un parámetro que nada nos dice sobre el futuro de la actividad musical en México para el periodo 2018-2024. Otra pista la tendríamos en los videos que grabó su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, cuyo gusto por la trova cubana, el bolero y la música folclórica hispanoamericana quedó de manifiesto en esos clips musicales. Esperemos que no sea la tendencia que se imponga de manera oficial y que el sonido de México durante el régimen obradorista no sea un pesadillezco replay de la programación de Radio Educación en los años setenta del siglo pasado.
  Antes que nada tendría que darse un gran apoyo a la música en las escuelas de todos los niveles (ese apoyo que no existió en las tres administraciones gubernamentales recientes). Que la educación musical se imparta desde el jardín de niños hasta la preparatoria y que los alumnos aprendan a tocar instrumentos (más allá de las simplonas flautitas) y a sensibilizarse realmente con ese arte. Es algo que puede alejarlos de la delincuencia y la violencia.
  Importante será que se apoye a los músicos independientes de todos los géneros, sin condiciones partidistas o exigencias clientelares. Que no haya privilegios y no se estimule únicamente a quienes se identifiquen con el nuevo mandatario. Que haya libertad de creación, de expresión y de crítica para los autores e intérpretes y no se caiga en la tentación de aplicar una línea oficialista y menos aún de culto a la personalidad (como las canciones de Silvio Rodríguez a Fidel Castro o algunas que se le hicieron a AMLO durante su campaña).
  Que haya conciertos por dondequiera, que se formen más orquestas sinfónicas, que la gente tenga acceso a toda la música, no sólo a la más comercial y pedestre. El terreno es muy amplio. Esperemos que exista voluntad, imaginación y recursos.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 9 de julio de 2018

Entrevista para "Mood Magazine"

Algo hubiera yo dado por vivir la década de los noventa como adolescente y no en la infancia, como fue. Uno de los motivos: haber leído y coleccionado, aquella revista de la que, hoy, tanto hablan: La Mosca en la Pared. Ese deseo fue en cierto modo erradicado, en el instante en que llegué al número 21 de alguna calle de la Ciudad de México, entré al edificio que corresponde a la dirección y tomé el ascensor, donde al salir de él, en la puerta del lado izquierdo y al fondo, me esperaba con una sonrisa Hugo García Michel, el fundador y director de aquella revista emblemática y entrañable.
  Hugo García Michel nace en el pueblo de Tlalpan, en la Ciudad de México –antes Distrito Federal– en el año, como dice en la biografía de su primera novela, en que nace el rocanrol: 1955. García deja la preparatoria en 1971, para convertirse en autodidacta; es en 1979 cuando ingresa al mundo editorial y periodístico.
  “Entré a esta profesión por accidente... y por matrimonio. Yo me dedicaba a la música, así empecé, como músico, pero cuando me relacioné con quien después fue mi esposa, empezaron las presiones porque la música no dejaba dinero. Fue cuando decidí salir a buscar trabajo. Di clases durante dos años en una secundaria. Soy autodidacta y como desde muy chavo leo muchísimo, eso me ayudó para poder dar clases. Digo que fue un accidente porqué entré a la industria editorial sin proponérmelo. Un primo mío que hacía dibujo para historietas me propuso dedicarme a escribir guiones. En un principio desprecié la idea, pero luego decidí probar. Fui a la legendaria y ya desaparecida Editorial Posada. Afortunadamente les gustó mi trabajo y me contrataron. No para hacer historietas –que después hice–, sino para editar una revista que ellos tenían en ese momento, una revista sobre naturismo llamada Natura. Terminaría dirigiéndola durante dos años. Así fue como entré al mundo editorial en 1979. Guillermo Mendizabel Lizalde y Ariel Rosales fueron en muchos sentidos mis maestros de periodismo y redacción. Ahí fue donde aprendí a hacer revistas”.
  Actualmente, García Michel escribe para el diario Milenio, la revista Nexos y en su blog “El rojo y el negro”, blog en el que desde el 2007 hasta la fecha ha escrito todos los días, sin faltar uno sólo en subir un artículo. Sin embargo, el trabajo que impulsó su carrera periodística fue haber sido el director de la revista La Mosca en la Pared que se publicó de 1994 a 2008.
  “Cuando estaba en Posada, siempre tuve la inquietud de hacer una revista de rock. Ariel Rosales había hecho una llamada Yerba que fue un fracaso y cuando le propuse la revista, me dijo que no. Años antes me había gustado mucho Piedra Rodante, la cual apareció a principios de los años setenta y de la que sólo salieron ocho números. Ahí escribían José Agustín y varias plumas fuertes, yo tenía 16 o 17 años. Pero regresando a Posada, ahí me volví historietista y continué en ese oficio incluso después de dejar la editorial, trabajando para otras empresas similares. Una de ellas fue Egea. En 1992 vino U2 a México y yo, además de escribir guiones de historieta, en ese momento también colaboraba como columnista para la sección cultural del diario El Financiero e hice la traducción de las letras del disco Achtung Baby que fueron incluidas en un ejemplar especial dedicado al cuarteto irlandés. Aprovechando la coyuntura, le comenté al editor Jaime Flores sobre mi idea de hacer una revista de rock y para mi sorpresa, me dijo que le presentara el proyecto. Mi proyecto eran dos páginas en máquina de escribir. Le gustó y me dijo que regresando de vacaciones nos reuniéramos y fue así como en enero de 1993 se aprobó la idea y junto a Fernando Rivera Calderón, Karem Martínez y otras personas logramos dar forma a La Mosca en la Pared. El primer número apareció en febrero de 1994”.
  La Mosca en la Pared fue una revista que tuvo tres etapas: la primera, en 1994, con seis números, retomando el proyecto en 1996 hasta el 2008, como una segunda etapa; la tercera y última, en 2013, con sólo nueve números publicados con el nombre Mosca.
  “En el 2013, Aarón Olvera me propuso de nuevo el proyecto y lo registró con el solo nombre de Mosca, así nada más. Lamentablemente fue un fracaso. Creo que la Mosca ya había cumplido su ciclo y por eso no pegó en su tercera etapa. Ya no era lo mismo, hay que aprender cuando algo debe terminar”.
  El fundador de La Mosca en la Pared ha causado controversias por su crítica al rock nacional llamándolo rockcito.
  “Utilicé ese término por primera vez cuando era adolescente; llevaba un diario y vi un programa de televisión en el que aparecía el grupo Peace and Love, tocando una canción como de música tropical. Escribí en mi diario que aquello era una vergüenza y utilicé la palabra rockcito para describir lo que acababa de escuchar. Pero oficialmente fue en El Financiero, en la sección de cultura, en una columna llamada “Bajo presupuesto” que se publicó del 91 al 97, donde usé el término de manera pública y refiriéndome a grupos como La Maldita Vecindad, Caifanes, Café Tacuba, entre otros. Era una época en la que nadie se atrevía a criticar a esas bandas. Lo de rockcito ya es casi una marca en mí. Me aborrecen muchos músicos creyendo que los desprecio; pero no es desprecio, sólo es una descripción de la realidad”.
  García Michel no sólo ha dejado su vida en el periodismo, ha escrito y publicado dos novelas en las que, como un alter ego, los personajea principales presentan algunas similitudes con el propio autor. Matar por Ángela (1998) una novela humorística, divertida y que retrata la vida de México en los años noventa, es su primera obra como escritor y Emiliano, su segunda novela publicada, está basada en la vida de su abuelo, quien fue uno de los diputados que dieron forma a la Constitución de 1917.
  “Yo estaba enamorado de una amiga y Matar por Ángela surgió como un tipo de catarsis. Quise que lo que había vivido como un drama se convirtiera en algo divertido y por eso está escrita con humor. Retrata a la Ciudad de México en los años noventa y hablo de todos los sucesos de ese tiempo y de varios grupos de rock de ese momento. El personaje principal decide matar a los pretendientes de la mujer que ama y esa intención la trasladé al ámbito literario. Por cierto, hay una historia con Alfonso Cuarón y la novela. Cuarón se interesó en llevarla al cine y en 2005 y 2006 trabajé en el guión cinematográfico de Matar por Ángela con gente de su productora en México. Luego todo se detuvo sin explicación alguna. Espero que algún día regrese el proyecto. En 2015, la novela se reeditó con la editorial Lectorum.
  “Respecto a mi segunda novela, Emiliano, siento que yo tenía una deuda con mi abuelo. No lo conocí, pero me platicaban mucho sobre él. Años atrás, me regalaron una mini biografía de los diputados constituyentes en la que venía la vida de mi abuelo, resumida en página y media. Varias veces había escrito sobre él, en distintos medios, y la novela se me ocurrió en el 2015, cuando me di cuenta de que en 2017 se iban a cumplir 100 años de la promulgación de la Constitución de 1917. Para que no fuera una mera biografía y no escribir algo que fuese aburrido, se me ocurrió inventar a un protagonista, que es mi alter ego, Esteban Leyva, un joven reportero que trabaja para El Universal en 1921. Mi padre nació en Mixcoac y la novela empieza el día de su nacimiento. A Esteban lo mandan a entrevistar al diputado Emiliano García Estrella, mi abuelo, quien fue muy amigo de Venustiano Carranza. Hay muchos pasajes que yo tuve que recrear y pasó algo muy extraño: yo me sentaba a escribir la novela a eso de las dos o tres de la madrugada y era como si mi abuelo me estuviera dictando. No sé si exista otra vida, pero en el caso de mi abuelo y mi papá, los siento muy vivos. Entonces siento que de alguna manera el propio don Emiliano me dictó algunos pasajes del libro. En cuanto a la vida sentimental de Leyva, me basé en dos amigas mías actuales para hacer los personajes de las dos mujeres de las que se enamora el personaje.
  “La época de los años veinte me parece una época fascinante. Poco después de la revolución surge el movimiento cultural con los primeros pintores muralistas, los músicos, José Vasconcelos y su revolución educativa y quise retratar ese momento en la novela”.
  El autor de Emiliano trabaja en varios proyectos literarios y periodísticos. Al preguntarle de qué van estas nuevas obras, me respondió:
  “Estoy trabajando en dos novelas, pero se me ocurrió otra idea y las dejé en pausa. Ahora quiero recopilar en un libro todos mis artículos sobre el rock nacional, desde 1992 hasta la fecha. Lo maravilloso de La Mosca es que he ido a distintos lugares del país y mucha gente tiene la colección completa de la revista y me llevan ejemplares para que se los dedique. Ahí es cuando te das cuenta de la trascendencia que tuvieron la revista y mi trabajo. Fueron 125 números más 42 especiales y los nueve que salieron después. También trabajo en dos novelas, una sobre un viaje que hice a París con una amiga, que fue una cosa rarísima, y una novela sobre un vampiro chilango que lleva viviendo más de 600 años”.
  La vida critica de García Michel no llega sólo a la música o a la literatura; de igual modo, es un crítico político que ha escrito artículos de opinión sobre la nueva izquierda en México, siendo Andrés Manuel López Obrador, próximo Presidente de esta nación, uno de sus temas principales.
  “Yo soy de izquierda desde siempre, aunque luego me dicen que soy de derecha. López Obrador sí es de derecha, sólo que muchos se confunden. Él ha mostrado posiciones muy retrogradas respecto a temas como los matrimonios entre personas del mismo sexo o la legalización del aborto. A ver qué pasa con esos y otros temas a partir del 1 de diciembre. Milité en un partido de izquierda en los años setenta y ochenta. el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT). Ahí tuve el honor de trabajar con el ingeniero Heberto Castillo, el político más honesto que he conocido en mi vida. Tengo una posición liberal, totalmente progresista y veo que Morena –y sobre todo AMLO– son todo lo contrario. Mi posición es de critica a esa mal llamada izquierda, porque creo que la izquierda en México no existe desde un punto de vista político. Antes que nada, creo en la democracia y la libertad”.
  La política, la música, el periodismo y la literatura, son temas que han marcado a Hugo García Michel desde muy temprana edad, pero también el fútbol es algo que trae desde la infancia. Es un fiel y apasionado hincha del Club Barcelona y de los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México. En tiempos del Mundial de Rusia, platicamos sobre sus inicios en este deporte como aficionado y su pronóstico sobre quién se lleva la copa del Mundo.
  “Mi papá me inculcó el amor por el fútbol, me llevaba al estadio desde muy chiquito. De hecho,  todavía no existía el Azteca y me llevaba a Ciudad Universitaria cada jueves y domingo. Desde ahí nació mi pasión por el fútbol. Francia es mi favorito para ganar el Mundial (por mi lado materno, tenemos algo de Francia), aunque ningún equipo trae mucha fuerza en esta copa”.
  La platica con Hugo llegaba a su fin y no podía dejar de preguntar y saber sobre lo nuevo que trae entre manos que, si nos vamos al inicio de la entrevista –y de su vida–, es una profesión con la que inició a los catorce años de edad y lo ha acompañado en todo el camino: su vida como músico.
  “Mi amiga Iris Bringas vino de visita a mi casa, a fines de 2015, y me pidió que le cantara algunas de mis canciones. Le canté como veinte. Le gustó lo que estaba escuchando y me comentó que por qué nadie conocía mis composiciones. Entonces me invitó a su estudio para grabar, junto con su pareja, el músico e ingeniero de sonido Jehová Villa Monroy, lo que ahora será mi primer disco. Todo empezó como un divertimento, pero como tengo varios amigos músicos, los he estado invitando a participar. Así ha ido creciendo el proyecto. Ya tengo en mi disco a Jaime López, Iraida Noriega, Diego Maroto , Armando Palomas, el Señor González, Piro Pendas,  las hermanas Jenny e Ingrid Beaujean y varios más. Hasta ahorita ya van como treinta invitados. La gente que escucha los primeros avances se sorprende mucho. Ni mis hijos se lo esperaban. Casi no hay rock, más bien hay jazz, blues, folk, góspel y, bueno, sí, algo de rock. Llevamos dos años y medio grabando. Son 15 canciones en total... Estoy consciente de que como soy muy crítico del rock que se hace en México, muchos están esperando el disco para hacerme pedazos, jaja. La gente me ubica más como periodista que como músico, pero yo empecé con la música. Comencé a componer a los 14 años y tengo cerca de 700 canciones, así que espero que haya más de un disco, pues hay de dónde sacar material”.
  La entrevista –que duró casi una hora– concluyó con una sesión fotográfica a cargo de Sara Faure Landois, donde se retrató a Hugo García Michel en su departamento, sentado en su sofá, con su inmensa y nutrida biblioteca de fondo y abrazando uno de los objetos más preciados en su vida: su guitarra.

(Entrevista que me hizo Armando Noriega para el sitio Mood Mafazine, publicada el día de hoy)

domingo, 8 de julio de 2018

Ejercicio matemático-existencial

Nací en 1955.
En 1974, tenía 19 años.
En 1975, tenía 37.
En 1992, tenía 54.
En 1993, tenía 20.
En 2018, tengo 45.
Luego les explico.

sábado, 7 de julio de 2018

Carta al nuevo presidente

Sr. Andrés Manuel López Obrador.
Presente.

Yo no voté por usted. Tampoco por alguno de sus contrincantes. Tal como hice en las pasadas tres elecciones presidenciales, llené la casilla en blanco de mi boleta con el nombre del político mexicano que más admiro y con quien tuve el privilegio de colaborar a fines de los años setenta del siglo pasado: el ingeniero Heberto Castillo.
  Como me considero un demócrata liberal, progresista y de izquierda, no sólo reconozco los resultados electorales del 1 de julio, sino que celebró que todo se haya llevado a cabo con tranquila civilidad y felicito a usted y al resto de los ganadores. A partir del 1 de diciembre y a pesar de mi posición crítica, lo consideraré presidente de todos los mexicanos y respetaré su investidura. No caeré en la lamentable posición de desconocerlo sólo porque no voté por su persona.
  En su discurso del Hotel Hilton, la noche de su victoria, hizo usted varias afirmaciones. Permítame centrarme en una. Dijo: “Habrá libertad empresarial, libertad de expresión, de asociación y de creencias; se garantizarán todas las libertades individuales y sociales, así como los derechos ciudadanos y políticos consagrados por la Constitución”.
  Soy nieto del diputado constituyente por Sinaloa Emiliano García Estrella, quien entre otras cosas fue periodista y luchó por la libertad de expresión que reprimía el presidente Porfirio Díaz. Esa es una de mis grandes preocupaciones: la preservación durante su sexenio de esa libertad en concreto, misma que he ejercido sin cortapisas desde hace más de 30 años, incluso en las épocas difíciles del priismo a ultranza.
  Espero que su gobierno no caiga en la tentación de coartarla o castigarla, sino que la respete e incluso la fomente. Pretendo seguir siendo un periodista crítico e independiente, reconociendo lo bueno de su gobierno, pero cuestionando lo que no me parezca correcto.
  Así entonces, espero que logre su meta de pasar a la historia, tal cual dijo usted en el mismo discurso, como un buen presidente de México. Eso sería lo mejor para el país.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

viernes, 6 de julio de 2018

Para dártelas de entendido en rock (68)

En 2016, Axl Rose demandó a la empresa Google y le exigió que retirara del buscador una fotografía suya en la que se veía gordo y que fue utilizada para hacer varios memes. Su argumento principal fue que la imagen había sido robada del sitio Winnipeg Free Press. A decir del cantante, el fotógrafo Boris Minkevich tomó esa fotografía y otras más en un concierto en Canadá, en 2010, luego de firmar un contrato en el que cedía todos los derechos a Rose, algo que el fotógrafo aseguró no haber hecho. Google no retiró la foto. En cuanto a los memes, siguen circulando en la Red.

jueves, 5 de julio de 2018

Meaty, Beaty, Big and Bouncy

Una gran recopilación de 1971 de los primeros sencillos de The Who, temas cuyos derechos acababa de recuperar el grupo luego de que el productor norteamericano Shel Talmy las retuviera y les sacara regalías durante cinco largos años. Meaty, Beaty, Big and Bouncy (el título está tomado de un anuncio de carnes) reúne en un solo disco canciones extraordinarias de la primera época del cuarteto, mismas que en su mayoría no habían aparecido en álbum alguno. Reunidas se encuentran aquí piezas clásicas y llenas de frescura como “I Can’t Explain” (la canción más kink de The Who), “Happy Jack”, “I Can See for Miles”, “Substitute”, “Pictures of Lily”, “Magic Bus”, “My Generation” y hasta un tema de Tommy: “Pinball Wizard”. Por alguna razón, los Who habían grabado por un lado sus álbumes y por el otro una serie de sencillos que no formaban parte de los discos de larga duración. De ahí el valor que tuvo en su momento esta compilación (para muchos, la mejor de todas las que existen). Otro rasgo distintivo es que con Meaty, Beaty, Big and Bouncy se daba término (quizá de un modo inconsciente) a toda una época de los Who, ya que otra más compleja y elaborada se iniciaría, ese mismo año, con el extraordinario Who’s Next.

(Reseña que publiqué en el Especial No. 18 de La Mosca en la Pared, en marzo de 2008)

miércoles, 4 de julio de 2018

Sesión No. 26: Sr. Swing

Hoy grabamos con los estupendos músicos jazzeros de Sr. Swing. Fueron cuatro de ellos (sólo faltó Sergio, el bajista, quien grabará su parte más adelante). Le hicieron un genial arreglo estilo jazz à la Dixieland a "Ella es joven" (la canción en la que Armando Palomas canta conmigo), con guitarra, trompeta, clarinete y lavadero. Estuvo todo muy divertido. Un paso más en el disco.

martes, 3 de julio de 2018

Zoé y su Aztlán hipster

¿Es Zoé un grupo con un sonido propio? Sí y no. Es cierto que al escuchar a este quinteto, uno puede reconocerlo de inmediato. Sin embargo, no es tanto porque tenga un sonido único e inconfundible. En realidad lo que posee, más que un sonido, es un sonsonete. Un sonsonete que se debe básicamente a la voz siempre idéntica y sin matices de su líder y cantante, León Larregui, una voz sin fuerza, sin estamina, carente de estusiasmo, siempre susurrante (hasta en las canciones supuestamente más alegres), que pronuncia el español de manera ininteligible, como si estuviera cantando en inglés.
  A estas conclusiones llego después de escuchar Aztlán, el nuevo disco de Zoé, una obra musicalmente bien producida y bien ejecutada, pero nada más. No hay en sus doce cortes uno solo capaz de emocionar o conmover. Es música fría que al menos a mí, como escucha, nada me transmite.
  Muy influido por el rock argentino post-Babasónicos, aderezado esta vez por algunos elementos del synth pop de los ochenta, el estilo del grupo termina por volverse repetitivo y cansino. Plano. Helado.
  Respecto a las letras, representan la parte más débil de la propuesta. Aunque muchos admiradores de Zoé aseguran que son profundas, filosóficas y metafóricas, yo las encuentro limitadas, absurdas y muchas veces pretenciosas, conformadas en ocasiones por frases cortas, sin desarrollo, que no se conectan entre sí (aparte de que a simple golpe de oído, insisto, difícilmente se entiende su pronunciación). Líneas como “Uh, ella es magia / Es fiera de otro planeta / Uh y me alegra / cada molécula de ella / Soy presa de sus artilugios románticos / es bien fresa, pero ama la música gótica / Soy presa de sus ademanes neuróticos / Ella es ella y le gusta bailar rocanrol” no son precisamente poesía.
  Aztlán no pasará a la historia. No será un clásico del pequeño rock-pop nacional. Porque con Zoé no se trata de profundizar y desarrollar un sonido, sino de repetir una fórmula probada. No se corren riesgos. Para qué, si existe una fanaticada segura que lo acepta todo sin chistar.

(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 2 de julio de 2018

Led Zeppelin III

Led Zeppelin trató de cambiar la dinámica con la cual había producido su segundo disco, hecho prácticamente al vapor –lo que no le restó genialidad–, y buscó tener más tiempo y mayor tranquilidad para escribir, preparar, arreglar, grabar y postproducir los temas. Además, el énfasis fue mayor hacia lo acústico y lo melódico, sin dejar de lado la explosividad de las piezas duras.
  Con influencias notorias del folk británico, Led Zeppelin III (Atlantic, 1970) fue una obra incomprendida en su momento, pero revaluada con creces gracias a la perspectiva que da el tiempo. Así, lo que en 1970 se juzgó como un álbum débil y hasta intrascendente, hoy puede ser visto como una joya plena de belleza y profundidad. Composiciones como la tradicional “Gallows Pole”, con su intenso crescendo, la hermosa “Tangerine” o la tierna “That’s the Way”, son muestras claras de los nuevos horizontes buscados por el cuarteto, en especial por Jimmy Page y Robert Plant, mientras que la fuerza eléctrica seguía con temas como la intensa “Immigrant Song”, la rítmica “Celebration Day”, la potente “Out on the Tiles” y, sobre todo, ese intenso blues lento en tonalidad menor que es “Since I’ve Been Loving You”, canción de amor desgarrado y reclamante (“Working from seven to eleven every night/ It really makes life a drag/ I don't think that's right/ I've really been the best of fools/ I did what I could/ 'cause I love you, baby…/ But baby, since I've been loving you/ I'm about to lose my worried mind”). Mención aparte merece la portada móvil del disco, idea de Page que el diseñador encargado no logró del todo pero que de cualquier modo fue una novedad en esos días.

(Reseña que escribí para el especial de La Mosca No. 6, dedicado a Led Zeppelin y aparecido en noviembre de 2003)

domingo, 1 de julio de 2018

Día histórico

Lo es, querámoslo o no. Hoy hubo eleciones en México y ganó de manera aplastante Andrés Manuel López Obrador. No era mi candidato, eso todos lo saben. De hecho, si algo no quería yo es que el tabasqueño llegara a la presidencia de la república. Pero México por suerte es un país democrático y el voto mayoritario hizo que AMLO y Morena barrieran a sus oponentes.
  En lo personal, voté simbólicamente por Heberto Castillo (como hice en las pasadas tres elecciones presidenciales) y en las demás boletas ejercí el voto diferenciado.
  ¿Qué viene para México? Es muy temprano aún para saberlo. Contra lo que pudieran pensar algunos, no estoy triste, molesto o acongojado. Claro que no me gusta el resultado de las votaciones, pero las acepto y aceptaré a López Obrador como el presidente constitucional de todos los mexicanos a partir del 1 de diciembre próximo. Ya veremos cómo le va al país y cómo nos va a todos.
  Como columnista político, como observador de los acontecimientos nacionales, será para mí muy interesante enfrentarme a algo históricamente inédito y tratar de traducirlo en análisis y opiniones cada sábado en mi columna de Milenio.
  En fin, felicidades a mis cercanos que votaron por Morena y sus candidatos. Ustedes saben a quienes me refiero.