En julio de 1994 publiqué en el No. 5 de La Mosca en la Pared, revista que yo dirigía, esta breve crítica del entonces recién aparecido y hoy olvidado disco Mi Frida querida de Sergio Araú:
"Quiso ser Los Lobos y no lo logró. Quiso ser como Bronco y tampoco lo consiguió. Quiso ser rocanrolero y no la hizo. Quiso ser onda grupera y le falló. Lo único que obtuvo fue un híbrido que no es ni chicha ni limonada. Si el rock nacional debe ir por esos caminos, ya podemos prepararnos para entrar a los palenques".
Mi clasificación fue: "Escúchelo bajo su propio riesgo".
A un ladito de mi reseña, se publicó la de Fernando Rivera Calderón (subdirector de La Mosca), totalmente opuesta a la mía (que él ya había leído) e igual de breve (nótese la indirecta que me tira, je je).
"Un disco que puede ser clave en la historia del rock mexicano. Clásico e imprescindible. Nada apto para quienes suelen ser desheredados por el tiempo y se consideran tan puros como el agua. (Como si el agua misma no fuera un híbrido de hidrógeno y oxígeno).
Su clasificación fue: "Constrúyale un templo arribita del Tepeyac".
Ustedes dirán quién tuvo la razón (¿alguien se acuerda de ese disco?).
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