¿Es Zoé un grupo con un sonido propio? Sí y no. Es cierto que al escuchar a este quinteto, uno puede reconocerlo de inmediato. Sin embargo, no es tanto porque tenga un sonido único e inconfundible. En realidad lo que posee, más que un sonido, es un sonsonete. Un sonsonete que se debe básicamente a la voz siempre idéntica y sin matices de su líder y cantante, León Larregui, una voz sin fuerza, sin estamina, carente de estusiasmo, siempre susurrante (hasta en las canciones supuestamente más alegres), que pronuncia el español de manera ininteligible, como si estuviera cantando en inglés.
A estas conclusiones llego después de escuchar Aztlán, el nuevo disco de Zoé, una obra musicalmente bien producida y bien ejecutada, pero nada más. No hay en sus doce cortes uno solo capaz de emocionar o conmover. Es música fría que al menos a mí, como escucha, nada me transmite.
Muy influido por el rock argentino post-Babasónicos, aderezado esta vez por algunos elementos del synth pop de los ochenta, el estilo del grupo termina por volverse repetitivo y cansino. Plano. Helado.
Respecto a las letras, representan la parte más débil de la propuesta. Aunque muchos admiradores de Zoé aseguran que son profundas, filosóficas y metafóricas, yo las encuentro limitadas, absurdas y muchas veces pretenciosas, conformadas en ocasiones por frases cortas, sin desarrollo, que no se conectan entre sí (aparte de que a simple golpe de oído, insisto, difícilmente se entiende su pronunciación). Líneas como “Uh, ella es magia / Es fiera de otro planeta / Uh y me alegra / cada molécula de ella / Soy presa de sus artilugios románticos / es bien fresa, pero ama la música gótica / Soy presa de sus ademanes neuróticos / Ella es ella y le gusta bailar rocanrol” no son precisamente poesía.
Aztlán no pasará a la historia. No será un clásico del pequeño rock-pop nacional. Porque con Zoé no se trata de profundizar y desarrollar un sonido, sino de repetir una fórmula probada. No se corren riesgos. Para qué, si existe una fanaticada segura que lo acepta todo sin chistar.
(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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