Este año cumple medio siglo y el famoso disco doble de portada blanca que grabaron los Beatles en 1968 sigue siendo conocido con un nombre que no es el suyo. El álbum se llama escueta y simplemente The Beatles y esta es su historia...
A mediados de 1968, en pleno apogeo como el grupo de rock más célebre del planeta, los Beatles lanzaron dos nuevos temas en un mismo EP. Se trataba de “Hey Jude” de Paul McCartney (lado A) y “Revolution” de John Lennon (lado B), si bien ambas aparecieron firmadas por el ya para entonces cada vez más inoperante binomio Lennon y McCartney. “Hey Jude” fue escrita por Paul con una dedicatoria muy especial para Julian, el hijo de John, al ver lo que el pequeño estaba sufriendo debido al proceso de divorcio de sus padres. “Revolution”, en cambio, es un rock sencillo con ambigua temática política, ya que al mismo tiempo es una proclama y una condena a las revoluciones. El éxito de los dos temas fue inmediato y mantuvo a los Beatles en el primer plano que no habían abandonado desde hacía seis largos años.
Para ese entonces, el grupo se encontraba ya en pleno proceso de grabación del que sería su siguiente disco, un doble acetato intitulado simplemente The Beatles y que sería conocido universalmente como el Álbum Blanco. Fue durante los meses que duraron esas sesiones cuando se hizo evidente que las cuatro personalidades empezaban a manejarse de manera independiente y a trabajar por su cuenta. Cada canción del álbum lleva el sello indeleble de su compositor y es difícil confundirse y creer que “Martha My Dear” pudiera ser de Lennon” o “Happiness Is a Warm Gun” de McCartney.
The Beatles es un trabajo muy polémico incluso en la actualidad. En tanto hay quienes piensan que se trata de una obra excesiva y demasiado egomaniaca (o tetra-egomaniaca), otros lo consideran el mejor álbum de toda la carrera de los Beatles. George Martin siempre creyó que debió hacerse una selección y producir un LP simple (se me ocurre que un buen ejercicio para pasar el tiempo sería que cada seguidor del grupo hiciera su propia versión de The Beatles en un solo acetato: ¿cuáles cortes dejaría, cuáles quitaría?). En cambio, los cuatro músicos prefirieron la versión doble, tal como está.
La grabación del disco tuvo un elemento que provocó tensión entre los miembros del grupo: la presencia omnipresente de Yoko Ono, prácticamente pegada a John Lennon todo el tiempo. Y esa presencia era ya también influencia, como lo muestra la inclusión del tema experimental “Revolution # 9”, debido al reciente contacto de John con la música concreta (Yoko era amiga y seguidora de John Cage).
Cuando apareció, el Álbum Blanco produjo una excelente respuesta de público y prensa. Los Beatles habían dejado atrás toda la parafernalia instrumental y la sobreproducción de sus dos más recientes discos (para “A Day in the Life” habían requerido setecientas horas de trabajo en el estudio) y volvían al rock basado en los instrumentos elementales: guitarras, pianos, bajos, baterías. En ese sentido se parece más a Rubber Soul que a Sgt. Pepper o Revolver.
Otro aspecto interesante de esta obra es que mostró a un George Harrison más prolífico y maduro, con cuatro composiciones verdaderamente espléndidas. Incluso Ringo Starr debutó con su primer tema propio. El mismo Ringo diría que “Sgt. Pepper se convirtió en el álbum de la década o quizá del siglo. Era innovador, contenía unas canciones geniales, era un placer escucharlo y me alegro de haber participado en él. Pero creo que el Álbum Blanco es mejor”.
Así pues, The Beatles fue una obra que marcó los límites dentro de los cuales se movía cada uno de los miembros del cuarteto. Aún así, estamos ante una pieza de trabajo fuera de serie, una colección de treinta canciones de calidad casi uniformemente espléndida. Hay grandes temas. Los hay también muy buenos. Pero no hay uno sólo que pudiéramos considerar de relleno. John Lennon contribuyó con maravillas como “Happiness Is a Warm Gun”, “Dear Prudence”, “Yer Blues”, “Sexie Sadie”, “I’m So Tired”, “Cry Baby Cry” y “Julia”, además de “Glass Onion”, “The Continuing Story of Bungalow Bill”, “Good Night” y “Revolution 9”. De Paul McCartney son joyas como “Blackbird”, “Helter Skelter”, “Back in the U.S.S.R.”, “Why Don't We Do It in the Road?” y “Mother’s Nature Son”, así como melodías tan buenas como “Martha My Dear”, “I Will”, “Ob-La-Di, Ob-La-Da”, “Honey Pie” y “Rocky Raccoon”. George Harrison colaboró con cuatro enormes composiciones: “While My Guitar Gently Weeps” (en la cual participó Eric Clapton como músico invitado), “Piggies”, “Savoy Truffle” y “Long, Long, Long”. Y Ringo puso su grano de arena con la divertida “Don’t Pass Me By”, su primera canción original grabada con los Beatles.
La profusión de estilos en el Álbum Blanco es apabullante. La cantidad de reflexiones críticas y satíricas de las letras asombra. Incluso el arte del disco, con esa singular portada blanca, habla de inquietudes gráficas de vanguardia y de una respuesta al exceso de colores del arte pop de finales de los sesenta.
¿El mejor álbum de los Beatles? Imposible decirlo. Sin embargo, su trascendencia es clara e indiscutible.
(Texto que escribí para "El ángel extermninador" de Milenio Diario y que se publicó el día de hoy)
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