sábado, 24 de febrero de 2018

Nuevo santoral moreno

No queda duda: la jura como candidato en la que Andrés Manuel López Obrador se sintió más a sus anchas no fue la de Morena, tampoco la de los norcoreanistas del PT: fue la del Partido Encuentro Social, ese PES en el que AMLO se mueve como ídem en el agua y donde ha encontrado la mejor respuesta a su verdadera vocación, la de Mesías, la del místico iluminado que nos dará la luz de su verdad ecuménica, la del fundador de una nueva iglesia en la que se fundirán todas las religiones y todos los credos y tendrá un nuevo libro sagrado: la Constitución Moral de los Estados Unidos Mexicanos.
  Fuera caretas. Don Peje se destapó como jefe supremo de la nueva ultraderecha nacional y su discurso del pasado martes no da lugar a dobles interpretaciones. Sin eufemismos y con lenguaje claro, pidió “fortalecer una convivencia futura sustentada en el amor para alcanzar la verdadera felicidad” y convocó a los hombres y mujeres de buena voluntad para “hacer frente a la mancha negra del individualismo, la codicia y el odio que nos ha llevado a la degradación progresiva como sociedad y como nación”.
  No dudo que en los próximos días el padrecito Andrés anuncie también un nuevo santoral, para que sus semper fidelis solovinos oren de la siguiente manera:

Santa Elba Esther de la destemplanza, ayúdanos a tomar venganza / San Napito de las Minas, mantennos en la ignorancia supina / San Marcelo buen carnal, convídanos de tu caviar / San Bartlett de la caída del sistema, quémanos más la tatema / San Germán de los Martínez, cambia de partido como de calcetines / San Cuauhtémoc de Cuernavaca, ayúdanos a hacer alharaca / San Ackerman de los chingadazos, líbranos de los culatazos / San Epigmenio de los Argos, que nos repartan muchos cargos / Santa Sheinbaum de los remisos, que no se sepa lo de los segundos pisos / San Félix de los Macedonios, que se vaya el PRI al demonio / San Bejarano de las ligas, preséntanos unas amigas / Santa Dolores de las Padiernas, danos la presidencia eterna / Santa Yeidckol de los desairos, ¡que ya no nos digan chairos!
  Amén.

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