lunes, 13 de junio de 2016

Christopher Domínguez Michael: Crítico de literatura

Nacido en el Distrito Federal, el 21 de junio de 1962, Christopher Domínguez Michael es crítico literario y ensayista formado en el periodismo cultural. Autor de varios libros, entre los cuales destacan Tiros en el concierto y Servidumbre y grandeza de la vida literaria, así como su novela William Pescador, Domínguez ha colaborado en las revistas Vuelta, Letras Libres y La Gaceta del Fondo de Cultura Económica. Actualmente es coeditor de la sección cultural "El Ángel" del diario Reforma.

¿Cuál crees que sea la importancia de la crítica en general, por qué debe haber crítica?
Yo parto de la base de que el pensamiento occidental desde Sócrates está basado en la crítica. No es posible concebir a la cultura sin la crítica. No hay pensamiento sin crítica. Debe haber crítica por la misma razón de que debe haber pintura, literatura, música. libertad de pensamiento.

En un país como México, ¿qué tan importante es la crítica?
México es un país que forma parte de una cultura más grande, la cultura en lengua española, que a su vez es parte de la cultura europea, y que tuvo, en lo que hoy se llama América Latina, un desprendimiento, una continuidad y una negación. No concibo a México como una nación aislada ni me interesa México como una isla, porque no lo es y nunca lo ha sido. Somos continuadores y beneficiarios de una tradición riquísima, nutrida desde el siglo XVI tanto de la parte indígena de nuestra cultura como del imperio español, que fue un imperio multinacional y centro del mundo durante tres centurias. De tal forma que la crítica en México es tan importante como en cualquier otro espacio de la cultura occidental.

Pero, ¿no ha habido históricamente en el país una intolerancia hacia la crítica?
Si por crítica se entiende la disposición del lector y de los medios para aceptar que se critique a las figuras públicas, que se critique a las obras de arte, que los críticos hagan un seguimiento de la actividad en todas las esferas de la vida pública, México no es un país especialmente intolerante a la crítica. Intolerantes ante la crítica Lenin, Stalin, Hitler, Franco, Pinochet. El régimen que acaba de desaparecer en México fue un régimen autoritario, pero nunca canceló la expresión crítica. La limitó, la sobornó, pero no estamos ni lo estuvimos a lo largo del siglo pasado, entre los países del mundo donde la crítica fue sistemáticamente silenciada, como ocurrió en las naciones víctimas del comunismo o del fascismo. Sin embargo, es cierto que la cultura hispánica suele ser muy desconfiada del fenómeno crítico. Esto no es un caso exclusivamente mexicano. En la tradición francesa o en la tradición anglosajona, la existencia del crítico es vista con toda naturalidad. El crítico ocupa una función social, tiene un espacio cultural que puede o no gustar, pero que está ahí. En cambio, en las culturas hispánicas hay un poco la idea de que la crítica es una cosa que no debería existir. En la sicología de los pueblos hispánicos existe un rechazo hacia la crítica. Hay como una resistencia de orden espiritual, genética, a entender que la crítica es una actividad inevitable en el momento en el cual se generan obras de arte. Yo no entiendo que quienes exponen cuadros, publican libros o montan obras de teatro se enojen porque los critican. Pero en México esta intolerancia ha ido bajando en la misma medida en que el país se ha ido democratizando, ya que ontológicamente es imposible una democracia sin crítica.

¿Cuál ha sido tu experiencia como crítico en México?
Yo no estudié la carrera de crítico ni decidí ser crítico literario a la edad en que empecé a publicar, a los diecisiete o dieciocho años. Digamos que el tipo de cosas que yo hacía poco a poco me fue llevando a una zona que tiempo después descubrí que se llamaba crítica literaria. Pero llegué de manera natural. Y ya estando ahí, al tomar conciencia del lugar al que había llegado, pues me gustó y me quedé. Considero que la crítica literaria es una de las bellas artes y que el objetivo de un crítico literario debe ser escribir páginas y libros que tengan la altura y la dignidad de las obras de arte. El nivel de exigencia que ante su trabajo debe tener un crítico literario es exactamente el mismo al que se someten un poeta o un novelista.

¿Hay fórmulas para hacer la crítica, una metodología, o es la expresión de una opinión nada más?
Hay corrientes que consideran que debe haber una metodología de orden sociopolítico, sicoanalítico o textual para abordar el objeto literario. En mi caso, he tomado de estas corrientes lo que se me ha dado la gana, pero me considero un crítico literario al viejo estilo del siglo XIX, un hombre cuyo horizonte existencial es la lectura y que a partir de esa lectura genera un número articulado de opiniones que si son o no un sistema, eso ya es cosa de quienes hagan mi crítica como crítico. Más que un sistema, yo defiendo un cuerpo de valores estéticos, políticos, y este cuerpo de valores está sujeto a la mutación de la historia, a mi propia mutación como individuo y, algo muy importante, a la mutación de mi propio gusto.

¿Hay tolerancia hacia el crítico por parte de los criticados?
 Un crítico literario debe saber que su trabajo es la polémica, su trabajo es caerle gordo a la mitad de los escritores; si no, que se dedique a otra cosa. En el crítico literario viene, junto con el paquete de la vocación, ser antipático. En ese sentido, he encontrado de todo a lo largo de mi carrera. Pero son muy raros los casos de abierta intolerancia. Desde luego que me han insultado y me han amenazado por teléfono, incluso han intentado golpearme, pero son episodios aislados. La gente en el fondo respeta a un crítico literario que dice lo que piensa, aunque considere que esté equivocado, aunque suponga -con verdad o falsía- que el crítico depende de intereses oscuros, al crítico lo hacen importante sus lectores y una parte de sus lectores son los escritores criticados. Desde luego que los críticos, como todo ser humano, tienen sus pasiones, sus envidias, sus errores, sus mezquinadades, y también sus predilecciones. El problema de la crítica literaria en México no es tanto el ambiente sino el hecho de que los críticos literarios somos muy pocos, lo cual genera una serie de equívocos: como somos muy pocos, se nos exige a tres o cuatro personas que cubramos toda la actualidad literaria, lo cual es imposible. En culturas críticas más desarrolladas, como la inglesa o la francesa, tienes tal cantidad de críticos que vas con el que te gusta: hay crítica feminista, homosexual, marxista, etcétera. En cambio, cuando el número de críticos es muy reducido, el propio mercado te coloca en una posición de juez absoluto. Y ser juez es parte de la tentación del crítico. Pero no es lo mismo enfrentarte a una literatura que tiene veinticinco o treinta jueces de primer nivel, a una que tiene tres o cuatro.

¿Qué opinas de la famosa frase "el crítico es un artista frustrado"?
El escritor español Juan Bennet decía que los novelistas eran críticos frustrados. A mí la frase que mencionas no me molesta. Tiene algo de cierto inclusive. Muchos han llegado a la crítica después de escribir malos poemas o malas novelas. Pero toda esa leyenda de que el crítico es un diablo medio teporochón que huele mal, a mí me divierte mucho. No obstante, si entendemos al crítico como alguien que escribe libros importantes, entonces eso del "artista frustrado" es una tontería. ¿Cómo le puedes llamar a George Steiner un artista frustrado, cuando sus ensayos son frecuentemente muy superiores a las obras que examina? ¿Cómo puedes decir que Harold Bloom es un artista frustrado? Ellos son pensadores que tienen como materia de trabajo el lenguaje y la literatura. Eso es lo que yo entiendo por un crítico.

También dicen que los críticos son amargados. 
El crítico vive en un  mundo ideal que es el mundo de su propia tradición, de los libros que él ha elegido como modelo y siempre se halla un poco amargado porque encuentra que la actualidad nunca está a la altura de la tradición. Pero ése es un espejismo propio de la personalidad del crítico. Siempre he pensado que la esencia de la personalidad artística es la vanidad y generalmente la amargura proviene de la falta de reconocimiento. Todos los escritores siempre queremos más y el premio Nobel nunca será suficiente. En ese sentido, el crítico es una persona que cuando hace bien su trabajo goza de mucho reconocimiento. Entonces, los críticos competentes -entre quienes obviamente me incluyo- por lo general son reconocidos y eso se debe también al hecho de que escoger la vocación crítica requiere de un tipo de personalidad un poco más rara o compleja que escoger ser poeta o pintor. El crítico también busca trascender y la crítica bien hecha es una manera de trascender

Hay otro lugar común que afirma que la crítica debe ser "positiva" y no "negativa".
Eso es absurdo. Además mucha gente tiene la idea de que la crítica por fuerza es "negativa". Una crítica "positiva" no es tomada como crítica sino como guayabazo. La crítica es un sistema de pensamiento y exige un examen de la obra de arte en la que según tu propio sistema de valores generas opiniones positivas o negativas, mismas opiniones que en medio siglo van a cambiar de signo. Lo que ayer eran alabanzas hoy se vuelven vituperios y al revés. El crítico funciona por medio de la simpatía. Generalmente, las grandes páginas críticas se producen cuando una obra nos llama la atención, nos mueve, nos cuestiona, y uno siente la necesidad de comunicar un entusiasmo. Pero lo mismo ocurre con la indignación. Un crítico cabal es el que escribe páginas positivas y páginas negativas e incluso el que las combina en un mismo texto. Curiosamente, los textos que menos llaman la atención son aquellos en los que el crítico trata de ser mesurado, ponderado. Son las críticas que nadie lee y nadie comenta. La gente espera que des de palos o que des alabanzas olímpicas para sentirse autorizada a leer un libro o ver una película, etcétera.

¿Puede haber una crítica objetiva o siempre hay una carga de subjetividad?
La crítica siempre será subjetiva, porque hasta la fecha no he encontrado alguna escuela de pensamiento que me convenza de que la obra de arte funciona según una lógica científica. El arte apela a la subjetividad y sólo puede ser juzgado desde esa misma subjetividad. No hay manera de medirlo, no se puede pesar, no se puede diseccionar según las leyes del viejo positivismo. Y si los propios científicos ya dudan de que podamos aprehender la realidad con leyes objetivas, como creyó la ciencia durante el siglo XIX y buena parte del XX, imagínate la creación artística. Ahora, esto no quiere decir que la crítica no sea rigurosa, que el crítico no sea fiel a su subjetividad.

¿Cómo te imaginas un mundo en el cual no existiera la crítica? 
En el siglo XX hubo serios intentos por hacerlo. Que no hubiera crítica fue el sueño de Stalin y Hitler... y casi lo logran. Un mundo sin crítica fue la aspiración de los totalitarismos del siglo pasado. Es una lección que no debemos olvidar.

(Entrevista que realicé en 2001 para la sección "Razón de la crítica impura", publicada en La Mosca en la Pared).

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