La obra por antonomasia de los Beatles. ¿Sobrevalorada o considerada en su justa dimensión? Es difícil decirlo. Porque a treinta y tantos años de distancia, La Banda del Club de los Corazones Solitarios del Sargento Pimienta continúa tan fresco y vigente como cuando fue grabado.
Tersa continuación de su antecesor, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) vale tanto por su intrínseca calidad artística como por su significado cultural y quizás incluso más por esto. El momento en el cual apareció provocó que el mundo entero se convulsionara y se revolucionara, creando un hito, un antes y un después cuyos efectos no terminan de asentarse hoy día. Como pieza estrictamente musical, puede decirse que a pesar de su fallida intención conceptualista es de todas maneras y por donde se le escuche, una obra maestra. Si Revolver fue el gran paso hacia la transformación de los Beatles en algo más que un simple grupo de rock, el Sgt. Pepper es la consolidación de ese paso y el ingreso del cuarteto al Olimpo de la historia de la música.
Lo que en un principio quiso ser una especie de revista de variedades al mismo tiempo vodevilesca y psicodélica, jamás pudo cuajar como tal. Salvo la introductoria pieza homonima (más su reprise) y la subsiguiente “With a Little Help from My Friends”, cantada por Ringo Starr en su papel de Billy Shears, el resto del material no tiene relación entre sí y lo único que lo unifica a medias es el modo como las canciones van enlazadas, prácticamente sin espacios silenciosos entre una y otra. Resulta claro entonces que la idea original de Paul McCartney no se concretó (algo que le sucedería con otros proyectos posteriores, sobre todo con el álbum Let It Be). No obstante, el que a final de cuentas no haya sido un opus conceptual es lo de menos, ya que todas sus canciones son tan buenas que trascienden cualquier consideración al respecto.
Hay aquí joyas exquisitas como “She’s Leaving Home”, un portento melódico que puede remitir incluso a la música de Felix Mendelsshon. O la esplendorosa “Lucy in the Sky with Diamonds” que tanta polemica causó por llevar supuestamente las iniciales LSD en su título, cuando en realidad –o eso juraba su autor, John Lennon– estaba inspirada en un dibujo de Julian, su pequeño hijo (aunque…, bueno…, a decir verdad, la letra es un alucine).
Tan variado como Revolver, el Sgt. Pepper recorre una colorida paleta de estilos que va de la vodevilesca “When I’m Sixty Four” a la engañosamente optimista “Gettin Bettter”, de la irónica “I’m Fixing a Hole” a la irresitible “Lovely Rita”, sin olvidar la circense (en todos sentidos) y naïve “Being for the Benefit of Mr. Kite”, la hinduista y espléndida “Within You Without You” (única contribución de George Harrison al álbum) y la chispeante “Good Morning Good Morning”. Mención aparte merece la que sin duda es la mejor composición del disco: la impresionante “A Day in the Life”, concebida en su mayor parte por Lennon y un verdadero tour de force instrumental y letrístico –con el intermesso de McCartney incluido. De impecable construcción, con inteligentes y efectivas yuxtaposiciones rítmicas, armónicas y melódicas, con una orquestación que lleva a un gran clímax, “Un día en la vida” es la coda perfecta, la conclusión grandiosa y a la vez siniestra de una obra monumental que jamás cae en los excesos o la grandilocuencia.
Por cierto, el famoso final-final, cuyo sostenutto de piano se mantiene durante cerca de un minuto, fue logrado en realidad por tres pianos, tocados por John, Paul, George y su ayudante (o roadie) Mal Evans.
(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 8 de La Mosca en la Pared, publicado en febrero de 2004)
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