martes, 4 de diciembre de 2018

Mi entrevista a Ciro Gómez Leyva para Los Angeles Times


Desde hace varios lustros, Ciro Gómez Leyva ha sido unos de los periodistas y líderes de opinión más vistos, escuchados, leídos y respetados (y también vilipendiados) de México. Su carrera en la prensa escrita, la radio y la televisión lo ha convertido en una de las voces periodísticas fundamentales de los tres más recientes sexenios y seguramente lo seguirá siendo a lo largo del que acaba de iniciar y del que habla en esta entrevista exclusiva para Los Angeles Times.

Ante la toma de posesión del nuevo presidente de la república, ¿cuál es su visión de lo que sucedió durante el periodo de transición?
Desde mi posición, lo veo como algo periodísticamente apasionante. Es un momento apasionante el que ha vivido México, cuando menos en términos periodísticos, desde 1994… y no se ha detenido. Hay momentos de más intensidad, hay momentos más interesantes y creo que este que vivimos, del 2014 hasta el día de hoy, ha sido uno de los más intensos y también de los más difíciles.

¿Por qué desde 2014?
Porque en 2014 sucedió lo de Ayotzinapa, un hecho que marcó el inicio de la caída de toda la esperanza que podía haber en el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Lo que vino a partir de ese momento fue un remar a contracorriente de un gobierno que nunca encontró una ruta de escape o una ruta para volver a encarrilarse y esto trajo consigo el impresionante regreso de Andrés Manuel López Obrador. En marzo del 2015, escribí en El Universal una serie de artículos que se llamaba “¿Quién dejó ganar a López Obrador?”. Desde luego saltaba mucha gente que me decía que no hiciera profecías, que en qué me basaba para lo que decía, pero todo se fue cumpliendo tal cual.

¿Cómo vislumbra a la llamada Cuarta Transformación?
La transformación es un anhelo de millones de mexicanos que quieren que las cosas cambien. Siento que hay en ello mucho de pensamiento mágico –muy nuestro, muy mexicano–, pero hay una gran esperanza y López Obrador entendió muy bien el momento y lo jugó extraordinariamente como candidato. Vamos a ver ahora cómo gobierna.

¿Cómo vio a López Obrador en su papel de presidente electo? 
Dos momentos: el momento pre-aeropuerto y lo que tuvimos en las últimas seis semanas antes de su toma de posesión. El arranque como presidente electo fue muy impresionante. El cuidado que tuvo con las palabras, con las formas; la manera como manejó las esperanzas, las expectativas. Pero algo ocurrió en sus mediciones. No sé si fueron las presiones internas o si él mismo sintió que se estaba alejando del personaje que quería ser y vino entonces un cambio muy brusco. Regresó el lopezobradorismo grosero que tú y yo conocemos muy bien, el lopezobradorismo autoritario, pendenciero. Lo que vivimos desde mediados de octubre fue eso. Parecería por momentos que hubo algo que para mí sería lo más periodístico: un descontrol de López Obrador sobre su equipo, pero yo no me la acabo de creer. No me creo que Félix Salgado Macedonio, Ricardo Monreal, la gente del PT o algunos legisladores estén actuando por su cuenta. No me la creo, pero por lo pronto me limito a la crónica de los hechos. Ya iremos viendo. Pero si ese va a ser el juego, pongámonos el cinturón de seguridad, porque vamos a entrar en la montaña rusa y no sé qué tan bien este diseñada la estructura de esa montaña rusa.

¿Qué cree usted que pasará con la libertad de expresión en el nuevo gobierno?
El tema será como lo hemos vislumbrado siempre: un espacio de lucha. Siempre ha habido limitantes para nuestro trabajo. Vamos a ver de qué tamaño son los medios de comunicación, los periodistas, las organizaciones sociales. Yo no imagino un gobierno que en verdad quiera acabar con la prensa. No por un asunto de voluntad o de fe, sino porque me imagino que deben calcular lo que eso significa hoy y deben pensar que es una batalla que no van a ganar. Mete ahí a las redes sociales, mete ahí toda una cultura que se ha desarrollado en los últimos 25 o 30 años. Pienso que el trabajo periodístico se mantendrá. Probablemente sea un gobierno que reclame mucho más en las formas, un gobierno más vehemente en su manera de presionar a los medios, pero las presiones no van a ser muy distintas a las que vivimos en el arranque del gobierno de Peña Nieto o las que hemos vivido en otros momentos. No es para mí un tema de preocupación. Si no estoy en los espacios en los que estoy ahora –que ojalá lo sean–, pues buscaremos y encontraremos otros. Pero el trabajo periodístico seguirá. Me preocupan otras cosas.

¿Cómo cuáles?
Pues mi salud, cosas de ese tipo. A mí la paranoia de que nos van a perseguir, a censurar, a matar, no la siento. Alguno de mis compañeros mayores, no recuerdo si fue Raymundo Riva Palacio o Humberto Mussachio, cuando yo empezaba en esto, decía que este es un trabajo en el que tienes que asumir que nada te garantiza que mañana vas a seguir. No he construido mi andamiaje personal o económico pensando en que mañana me van a dar de baja o en que algún poderoso va a pedir que me vaya. Yo trato de trabajar y de ahorrar algo, porque pues mañana, quién sabe. A mí ya me ha tocado: con el apoyo abierto, descarado, grosero de un gobierno, nos aplastaron un canal de televisión. Y me tocó ver cómo los pactos que nos habían dado una gran estabilidad y una gran armonía durante 16 o 17 años en Milenio, volaron hechos pedazos cuando llegó el gobierno de Peña Nieto y nosotros, como grupo, no fuimos capaces de encontrar una nueva forma de enfrentar ese momento que estábamos viviendo. Por eso tomamos la decisión conjunta de cerrar ese ciclo. Entonces, de los dos últimos cambios de gobierno yo tengo dos experiencias traumáticas. ¿Que si ahora también se va a complicar la cosa? Pues ya veremos. No es lo que me quita el sueño. Si hay que pelear, pelearemos. Si hay que resistir, resistiremos. Si hay que sobrevivir, sobreviviremos. Si hay que movernos, nos moveremos o nos mudaremos. Si por la razón que sea aquí termina la biografía profesional, pues a ver a qué nos dedicamos. Yo no tengo un sentido trágico de la vida y mucho menos del oficio.

¿Qué piensa sobre el establecimiento de la Guardia Nacional que ahora se anuncia como un cuerpo controlado por los militares?
El tema de la Guardia Nacional ilustra muy bien el paso de candidato a presidente. Era muy taquillero, era estridente, ventajoso, tramposo, era muy rentable en este país, donde el lloriqueo y la acusación ramplona suelen dar dividendos, hablar de “la guerra de Calderón”, de la militarización y de los cien mil muertos, sin hacer un análisis elemental. El análisis elemental es que hubo una expansión brutal, desde hace 25 años, de los grupos criminales en connivencia con la sociedad, con muchos sectores del “pueblo bueno”, que hizo pedazos a muchas personas, a muchas familias, a muchas economías. Ante eso no había más recurso que echar mano de quien podía más o menos plantárseles que eran el Ejército, la Policía Federal, la Marina. Al presidente Calderón los gobernadores no sólo no lo acompañaron con sus policías, sino que lo boicotearon, apostando al fracaso de su gobierno. Por eso sólo quedó el remedio de las fuerzas armadas y lo mismo sucedió con Peña Nieto y a López Obrador no lo queda de otra. Vamos a ver cómo le sale, no va a ser fácil presentar algo que se llame la Guardia Nacional y con mando militar. Ojalá funcione. Si hay un punto en el que yo he sido muy claro y que también me ha ganado muchas críticas es el de decir que yo sí creo que hubo en Calderón y Peña Nieto –y creo que también con López Obrador la habrá– una voluntad de vencer a la criminalidad y ojalá en ese tema el nuevo gobierno tenga éxito, porque es una tragedia que existan decenas de miles de mexicanos que hayan querido formar parte de los cárteles y esos mismos mexicanos han creado bandas de secuestradores, de extorsionadores y de ladrones. Que no me digan que son una consecuencia del neoliberalismo.

¿Cómo ve lo que quedó de oposición en México?
No hay oposición política. Como tampoco la hubo en la primera mitad del sexenio de Peña Nieto. La oposición política contra él surgió en el verano de 2015, cuando Morena ganó las elecciones intermedias, pero fue muy limitada. La oposición a Peña fue más de tipo social y se dio en las redes, en las calles, en algunos medios de comunicación. Y oposición política ahora menos la hay. Veremos gestos simbólicos. Veremos cómo germinan quizá figuras y movimientos. Hoy la oposición, al igual que con Peña Nieto, va a tener que surgir de otros lados y no de los partidos. Vamos a ver a los gobernadores, aunque yo tengo muchas dudas, porque ahí está el garrote presupuestal que tiene el Ejecutivo sobre ellos. Pero en fin, yo soy cronista y no astrólogo.

Pasemos al tema de las consultas, ¿qué le parecen?
Es una burla. Pero además, una burla innecesaria, López Obrador pudo haber cancelado las obras del aeropuerto sin ningún problema. Era una promesa de campaña. Hubiera sido más efectivo y políticamente más redituable construir un discurso, montar un ejercicio de propaganda, en lugar de esa farsa. Y ya lo que pasó en la más reciente consulta, la de las diez preguntas, nos lleva al México soviético, el de los resultados con porcentajes de 90. En una entrevista que le hice en televisión, López Obrador perjuró que era la última vez que haría algo así y que las siguientes consultas serían bajo el marco de la ley. El marco de la ley será que las organice alguien que garantice una cierta equidad, aunque desde luego como presidente él va a tener todas las ventajas. Pero esas consultas fueron como de gobierno bananero que hizo el ridículo y quedó mal con medio mundo. Un teatro del absurdo. Claro, periodísticamente apasionante y yo me dedico a esto. Aunque el paso de lo apasionante a lo aterrorizante…

Frente a todo lo que hemos hablado, ¿cómo vislumbra el México de 2024?
No lo sé. Ni siquiera vislumbro lo que será México de aquí a seis meses. Pero si el Estado cede ante los grupos criminales y decide combatirlos sólo con propaganda o manipulando las cifras de los muertos, si claudica por incapacidad y por conveniencia, ese sería mi único temor, mi única pesadilla ante la Cuarta Transformación. Pero si, por el contrario, casi milagrosamente o por una inteligencia estratégica maravillosa, el gobierno de López Obrador le da la vuelta clara e incontrovertiblemente al tema de la inseguridad, yo que no voté por ellos en el 2018, seré el primero en hacerlo en 2024.

¿Algo que agregar, algún colofón?

Yo creo que quienes encabezan este gobierno, cuando menos en el arranque (porque así han sido, porque así es su genética, porque así se han movido en la transición), en las formas tratarán de ser suaves, pero en los hechos van a ser implacables y ante la verdadera oposición vendrá el linchamiento. No la cárcel, no la muerte: el linchamiento. Mediático, en las calles, en las plazas, en las redes, en donde se pueda. Es su ADN. Y quien se les ponga enfrente y no quiera quitarse, va a correr ese riesgo: el del linchamiento.

(Entrevista que hice para la edición en español de Los Angeles Times y que salió publicada este sábado 1 de diciembre)

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