miércoles, 19 de septiembre de 2018

Humillados y ofendidos

“¿Van a seguir con su cantaleta del rockcito? ¡Ya no estamos en el año 2000!”, nos han dicho algunos lectores y amigos, hartos de que utilicemos ese término cuando nos referimos al rock que se hace dentro de nuestras fronteras. Nos dicen que las cosas son distintas, que los músicos mexicanos dentro de ese género han evolucionado, han madurado, son mejores que hace cinco o diez o quince o veinte años. ¿Será?
  Humillados y ofendidos, diría Dostoievski, quienes nos reclaman el uso de esa palabra afirman también que “su chiste del rockcito ya no hace reír a nadie, es anticuado, demodé, pero sobre todo nos parece indignante y molesto”.
  Muy bien. Convengamos en que el vocablo rockcito y sus derivados (rockcitito, rockcititito, etcétera) puedan resultar repetitivos. Sin embargo, cuando se contempla el panorama del rock que se hace en nuestro país, nos encontramos con que la evolución y la madurez tan pregonadas sólo existen en unos cuantos músicos y que estos siguen siendo la eterna excepción de la regla. Digamos que es una minoría atrapada entre dos extremos: por un lado, el de los grupitos y solistas más comerciales, aquellos a los que apoyan las disqueras, las radiodifusoras, los medios impresos; esos que año con año llenan el reparto del Vive Latino y demás festivales. Por el otro, el las “bandas” de la periferia, esas que casi nadie conoce y que tienen su principal foro en sitios de la red como El Garage y similares. Ambos extremos presentan propuestas casi siempre lamentables, de bajísima calidad artística, lastimeras, llenas de pretensiones (en el primer caso) y de conmovedora candidez (en el segundo).
  En medio quedan los buenos músicos de rock (que los hay, por supuesto), muchos de ellos veteranos y algunos más de nuevo cuño. En la Mosca hemos dado espacio ya a algunos de ellos y lo seguiremos haciendo, por supuesto, como seguiremos señalando críticamente a aquellos que hacen una música de pena ajena y que son quienes dan razón a que los sigamos englobando bajo el odiado, aborrecido, repudiado, incómodo pero aún vigente concepto de rockcito.

(Editorial "Ojo de mosca" que escribí para la revista Mosca No. 4, correspondiente a diciembre de 2013)

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