viernes, 14 de septiembre de 2018

Primera noche en mi nueva-vieja casa


Y llegó el día.
  Finalmente, luego de una intensa, pesada y fragorosa mudanza, esta noche dormí otra vez, luego de 44 años, en la que en 1974 fuera mi efímera recámara, compartida con mi hermano Jorge, y que ahora vuelve a serlo, en la casa familiar tlalpeña.
  No entraré en los pormenores de la locura de la movilización de muebles, libros, discos, aparatos electrónicos, instrumentos musicales, enseres de baño y cocina, ropa, etcétera. La habilidad y fuerza de seis o siete mudanceros (una mujer entre ellos), más la ayuda de mi querida amiga Yareni Torres (no sé qué hubiera hecho si no llega a brindarme su ayuda), hicieron que a pesar de todo todo saliera casi a la perfección. Digo casi, porque uno de mis muebles, el cual mandé hacer hace años, de fuerte madera, para ver la televisión, no pudo salir de la casa debido a su tamaño (me lo construyeron dentro del depto). Tengo dos posibilidades, cortarlo como me cortaron el gran librero o de plano dejárselo a los herederos de mi querido y tristemente enfermo casero.
  El caso es que la casa donde ahora viviré, para hacerme cargo de mi madre a sus 96 saludables años (aunque la sordera y sus problemas de memoria hacen complicada la comunicación con ella), es por ahora un caos que ya iré ordenandop con el paso de los días. Aún quedan algunas cosas en mi amadísimo depto (que recogeré el fin de semana) y ya no hay vuelta atrás (no la había, de hecho, las circunstancias lo impedían). Hoy duermo en un Tlalpan por completo distinto al de hace 18 años y medio, aquel 31 de enero del año 2000 en que me mudé a la colonia Ciudad de los Deportes. Tendré que redescubrir mi terruño natal e iniciar una nueva etapa de mi vida.
  Así las cosas.

PD: Por cierto, Yare registró fotográficamente la metamorfosis del apartamento al irse quedando vacío. Así se van casi 19 años de vida en pocas horas.

No hay comentarios.: