Aunque para algunos críticos se trata de un álbum de mera transición, A Saucerful of Secrets (1968) es mucho más que eso. Syd Barrett –quien sólo contribuyó con el tema final, “Jugband Blues”– había dejado al grupo y su lugar fue ocupado por David Gilmour, cuya presencia se dejó sentir de manera inmediata gracias a su talento y su capacidad creativa como guitarrista y compositor.
A partir de este disco, Pink Floyd comenzó a dejar de lado las piezas cortas de orientación y estructura más relacionadas con el pop psicodélico sesentero y aunque ciertamente en algunos cortes se conserva la influencia de Barrett –algo que resulta evidente al escuchar la tranquila “Remember a Day”, la cuando menos curiosa "Corporal Clegg" y la bella "See Saw"–, el cuarteto comenzó a virar hacia terrenos más experimentales y atmosféricos.
Había aquí ya algunos de los prolongados pasajes instrumentales que se perfeccionarían en Ummaguma, vocalizaciones que tendían a cierto dramatismo y fragmentos sonoros francamente inquietantes y oscuros (en ese sentido, “Set the Controls for the Heart of the Sun” y “A Saucerful of Secrets” son la mejor muestra de la nueva orientación que tomaba el grupo).
Con Roger Waters al comando, Pink Floyd se despedía de las pequeñas tentaciones poperas y se disponía a sumergirse de lleno en las procelosas aguas de mares que no por desconocidos e imprevisibles resultaban menos atrayentes.
(Reseña que escribí para el Especial No. 7 de La Mosca en la Pared, dedicado a Pink Floyd y publicado en enero de 2004)
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