domingo, 7 de enero de 2018

Godless: ¿un western feminista?


“This here is the paradise of the locust, the lizard,
the snake. It’s the land of the blade and the rifle.
It’s godless country”.

Frank Griffin

Godless

Aunque quizá no sea hoy uno de los géneros cinematográficos favoritos de las mayorías, el western posee esa aureola mítica, de clásico imperecedero, que lo hace sobrevivir y seguir vigente. Su comparación con la tragedia griega no es gratuita. En el también llamado cine del oeste se encuentran todos los temas y todos los contradictorios elementos que conforman la existencia de los seres humanos, ya sea como sociedad o como individuos. El amor y el odio, la ambición y la nobleza, la generosidad y el egoísmo, la deshonestidad y la honradez, la traición y la solidaridad, el crimen y el castigo, la justicia y la injusticia, la paz y la violencia, el trabajo y la explotación, el sexo y la doble moralidad, la vida y la muerte.
  A lo largo del siglo pasado, el género dio grandes obras fílmicas, con directores de genio, como Más corazón que odio (John Ford, 1956), Río Rojo (Howard Hawks, 1948), Winchester 73 (Anthony Mann, 1950), Butch Cassidy and the Sundance Kid (George Roy Hill, 1969), La pandilla salvaje (Sam Peckinpah, 1969), Shane, el desconocido (George Stevens, 1953), Los siete magníficos (John Sturges, 1960), Los imperdonables (Clint Eastwood, 1992) y El bueno, el malo y el feo del italiano Sergio Leone (1966). Aunque también podemos mencionar grandes filmes del oeste ya en esta centuria, como Temple de acero (2010) de los hermanos Coen o Django desencadenado (2012) de Quentin Tarantino.
  Netflix acaba de estrenar Godless, una mini serie de siete capítulos con todos los elementos del western más clásico. No estamos aquí ante una serie oscura y filosófica como Deadwood o de corte futurista y de ficción científica como Westworld, ambas de HBO. Por el contrario, Godless (Sin Dios) rinde tributo a varias de las películas citadas en el párrafo anterior, muy especialmente a la espléndida Shane.
  Hay sin embargo un extra en el contenido de esta serie. Me refiero al factor femenino (¿o feminista?) de la misma. Porque Godless nos habla, en una de sus dos tramas principales, sobre el papel de la mujer en el inhóspito y salvaje oeste de los Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XIX, en especial en la década de los ochenta y específicamente en 1884, año en que se desarrolla la historia.
  En un pequeño poblado llamado La Belle, en Nuevo México, 83 mineros mueren en un accidente dentro de la mina que da de comer al pueblo. De golpe, una ochentena de madres y esposas queda en la viudez y en el desamparo. La Belle se convierte en un lugar habitado por mujeres, niños y ancianos, más algunos pocos hombres que no trabajaban en la mina, y se transforma en un tentador botín para algunas poderosas empresas que buscan hacerse de la princiupal riqueza del lugar.
  Mientras tanto, no muy lejos de ahí, el bandolero Frank Griffin rompe violentamente con su ahijado y protegido Roy Goode, quien no sólo le propina un tiro que lo deja sin su brazo izquierdo, sino que se lleva el botín que la banda de Griffin acababa de robar. Goode huye y después de una larga travesía, busca refugio en un rancho cercano a La Belle, propiedad de Alice Fletcher, una hermosa y recia viuda que vive ahí con su hijo mestizo y la abuela de éste, una sabia indígena paiute que no habla inglés.
  De ahí parte la historia que no venderé en este artículo, para que los lectores la vean y la disfruten a lo largo de sus siete intensos episodios.
  Producida por el showrunner Scott Frank, con la colaboración del siempre solvente productor y realizador Steven Soderbergh, Godless tiene un elenco impresionante, encabezado por un fantástico Jeff Daniels, quien hace de Frank Griffin uno de los grandes villanos de la historia del western, un tipo lleno de contradicciones, capaz de los odios más sanguinarios y la ternura más compasiva, además de tener una visión bíblica y filosófica del mundo. Destacan también las actuaciones de Michelle Dockery (la recordarán como Lady Mary, la hija mayor de la familia Crawley en Downton Abbey), como la viuda Alice Fletcher, y de Jack O’Conell, como Roy Goode.
  En cuanto al elenco secundario, resulta fabuloso. Los personajes en su mayoría están perfectamente delineados y tratados con gran profundidad. De ese modo,  logramos identificarnos con el atormentado sheriff Bill McNue (Scoot McNairy), su estupenda hermana bisexual y machorrona Mary Agnes (Merritt Wever) o el joven, generoso e ingenuo ayudante del comisario, Whitey Winn (Thomas Brodie-Sangster), entre muchos otros.
  No sé si llamar a Godless una serie feminista, porque si bien nos muestra a esas casi cien mujeres capaces de enfrentarse a la tragedia, de levantar al pueblo con su trabajo y su esfuerzo e incluso de defenderlo valientemente con las armas, ante el embate de una banda de inclementes forajidos, la trama de pronto se inclina más por el conflicto entre Griffin y Goode que por la problemática de las empoderadas damas. No obstante, sí se reivindica la vida de éstas y la manera como van saliendo adelante sin la ayuda de los hombres, incluidos algunos amoríos entre ellas mismas.
  Aun así, la serie resulta no sólo interesante, sino muy entretenida y emotiva, con una fotografía que hace honor a la de los grandes westerns clásicos, con esas espectaculares panorámicas de los amplios paisajes del wild west estadounidense.
  Además, como bien apunta el crítico Hank Stuever en The Washington Post, Netflix demuestra una vez más su estupendo sentido del timing, “porque ¿qué puede resultar más oportuno en estos momentos que una serie en la cual un grupo de mujeres se une para rechazar a una horda de brutos?”.
  Véala como una miniserie o véala como una película de siete horas. Pero no deje de ver Godless.

(Reseña que escribí originalmente para el sitio Sugar & Spice, donde apareció a fines de diciembre pasado).

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