Tomás Cervantes Cabeza de Vaca |
Lo recuerdo como un tipo afable, tranquilo y muy inteligente, de fuerte personalidad. Era de aquellos hombres de izquierda alejados de los dogmas, flexible, demócrata, un político de ideas, muy en la línea del inolvidable Heberto Castillo, quien siempre andaba por ahí también, en aquellas asambleas ordinarias semanales a las que solíamos acudir como representantes del Comité Delegacional de Tlalpan.
Su fallecimiento fue para mí muy sorpresivo y lamentable, aunque debo admitir que hacía varios años que no sabía de él. Pero al enterarme de su muerte, no pude menos que comparar su trayectoria y su presencia con la de quienes hoy se ostentan como los representantes de la izquierda mexicana, muchos de ellos ex priistas y otros que provienen de partidillos de origen tan oscuro como aquel ya inexistente PST de Rafael Aguilar Talamantes o el salinista Partido del Trabajo, hoy regenteado por algunos adoradores del delirante jovenzuelo que tiraniza a Corea del Norte y lanza bravatas de guerra nuclear, el indescriptible dictador Kim Jong-un.
Eso para no hablar de los admiradores morenistas (aunque algunos sigan enquistados en el PRD) del líder bolivariano convertido en pájaro (Nico Maduro dixit), Hugo Chávez. Porque al leer los panegíricos de la senadora Dolores Padierna acerca del fallecido presidente de Venezuela, uno no puede menos que sentir escalofríos, en especial cuando doña Lola dice que desearía que en México hubiese un gobierno como el del malogrado comandante (¡toco madera!).
Se fue Cabeza de Vaca, un verdadero hombre de izquierda, y se quedan, en cambio, los morenistas norcoreafílicos y bananarianos.
¡Pa su ma…!
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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